Re: [Evento Global] The End Is Where We Begin - Día 5
Publicado: Mar Abr 23, 2013 9:13 am
Cuando una desgracia cae de pronto y uno sabe que pudo haberla prevenido para evitar el daño a sus seres queridos, mas sin lograrlo, el sentimiento de impotencia y culpabilidad se convierten en una tortura. Uno jamás podrá deshacerse de aquella dolorosa espina que supone el "Si hubiese..." y, con el tiempo, el hecho de extrañarlos siempre se verá acompañado de una terrible e insoportable culpa.
Sobraría decir que fueron esos sentimientos los que me embargaron, entre otros como la incredulidad y la más profunda tristeza, cuando Shinju atravesó de lado a lado con sus armas a Ragun. Cuando mi hechizo llegó demasiado tarde y, aunque pude haber hecho algo, mi debilidad me lo impidió.
Lo que hicimos más tarde no tuvo importancia: lo hecho, hecho estaba. Ragun se había sacrificado por Light, tomando el lugar de su compañero, recibiendo de lleno el "último aliento" de Shinju. Y eso era innegable. Ya había sellado su destino. Ragun ya había caído desde el momento que había decido interceptar el golpe de la Reaper.
La herida fue mortal y no pude hacer nada para evitarlo.
—¡No, Ragun! —grité con desesperación; añadiendo luego, después de unos instantes, esta vez con ira—: ¡¡Shinju!!
Un hechizo de Light empujó a la Reaper, haciéndola saltar por el aire unos cuantos pasos. Cayó con brusquedad en el suelo, sin hacer nada para evitarlo, provocando el característico sonido de alguien que, o ha sido derrotado, o finalmente se ha rendido.
Obviamente, seguí su trayectoria, con mi daga en mano.
Me detuve a un costado suyo, observándola con detenimiento. En mis ojos carmesíes, si la Reaper alzaba la vista, no encontraría ni la más diminuta pizca de piedad. Ni siquiera alegría por haber visto cumplida mi venganza. Solamente encontraría desaprobación, una mueca levemente indiferente ante su sufrimiento.
Rió. Mi reacción fue inexistente. Simplemente permanecí en mi sitio, contemplando la lenta partida de la última Reaper. Luego de eso tosió sangre, la cual observé con curiosidad. ¿No le dolía aquello? ¿Cómo era capaz de reírse en sus últimos momentos?
—Eres interesante.
Me puse en cuclillas a su lado. Si ella hubiese sido una vieja amiga o, al menos, una conocida a la que le tuviese algo de respeto, habría tomado su mano o le habría acariciado brevemente el rostro. Pero lo que hice fue juguetear con el cabello que le caía en la frente usando la empuñadura de mi daga.
—Sin Reapers' Game no gano yo ni tampoco vosotros —comenzó diciendo, ante lo cual volví a sostenerle la mirada. Las palabras ya costaban salir de sus labios—. Los siete días retenían vuestra enfermedad. Avatar os tiene donde quería, y ahora es cuando pasaréis a lamentar vuestra existencia. Cuando llegue a cero, os convertiréis en parte de él...
—Si crees que-- —comencé a replicar, sólo para detenerme al instante al sentir un dolor punzante en la mano derecha. En aquel descuido, dejé caer la daga, que rebotó varias veces junto a Shinju.
Cuando miré qué me había provocado semejante incidente, me encontré con algo bastante curioso.
Un contador grabado en mi propia carne, descendiendo lentamente hacia mi final.
—Lamentad vuestra existencia, hijos del Corrupto...
Antes de que la Reaper cerrara los ojos, sin embargo, dediqué mis últimas palabras. Una promesa que había estado determinado a cumplir:
—Prometí que mis ojos serían lo último que verías.
***
—Ragun, no te mueras. ¿Ragun?
Aquello se convertiría en un día de luto y tristeza. Cada paso que di en dirección a Ragun, alejándome del cadáver de Shinju, me pareció más pesado que el que había dado anteriormente. Y cada que mi mirada se posaba sobre su cuerpo agonizante, la espina que se había clavado en mi corazón avanzaba todavía más profundo.
—¡Vaya! Que tarde es. Tengo sueño y todo. Creo que debería irme a dormir…
Tomé una distancia prudente mientras Ragun dedicaba aquellas palabras. Para mí no quedaba más sino observar, con un peso en el estómago y con mis lágrimas a punto de escapar, cómo Light se negaba rotundamente a la partida de su nuevo amigo. Cómo lo sacudía y le gritaba con agonía y desesperación. Cómo lo obligaba a quedarse más tiempo del que le correspondía.
Era increíble lo que aquellos dos habían logrados juntos. El Reapers' Game los había unido, a la Luz y a la Oscuridad.
Y ahora les obligaba a separarse...
—Xefil, Maya, Yagami, Hana, Neas, Light...
—Estamos aquí para ti... así como tú lo estarás para nosotros —balbuceé apenas, con un esfuerzo hercúleo. Mas una vez las hube pronunciado, no pude contenerme por más tiempo y me vi obligado a sollozar para poder deshacerme del nudo en mi garganta. Casi de inmediato, las lágrimas descendieron por mis mejillas.
Ragun alzó su mano al cielo en aquel momento, como queriendo alcanzar algo más allá, o como vaticinando su destino. Aprendiz Oscuro o no, original o no, sabía que desde allí nos estaría observando.
—Gracias... por todo... Y sobrevivid.
Y nos vería ganar, sobrevivir por él. A su memoria y a la de todos a los que ya habíamos perdido.
—¿Ragun? ¡¡Dime algo…!! ¡¡¡Dime algo!!!
Giré la cabeza hacia un lado, indispuesto a seguir contemplando aquel espectáculo. Intentando encerrarme en mí mismo, cubrí mis ojos, y con ello mis lágrimas, con mi mano derecha. El brillo rítmico del contador se escabullía por entre mis párpados y se refractaba en lo vidrioso de mis ojos, creando un fenómeno cegador.
—¡Ra-Ragun…!
Ante el dolor de Light por la pérdida de su compañero, no pude evitar llevar mi otra mano hasta donde estaba Maya, buscando poder encontrarme con la suya propia. Si la encontraba, la apretaría con fuerza, esperando que entendiera mi mensaje.
<<No podría perderte así>>
Continué llorando en silencio (o al menos, el que era posible) y en el refugio de mi mano, pensando no sólo en Ragun, sino en todos aquellos que se habían ido frente a mis ojos o sin que yo me enterase siquiera. Mei me había abandonado ese mismo día, y la pareja del anterior se había sacrificado por nosotros... El compañero de Hana había sido eliminado con tanta sencillez... ¿Dónde había quedado Nadhia en todo aquel caos? ¿Y Alec y Hiro, a quienes no había visto desde el día de nuestra llegada? ¿Exuy, cuya pequeña figura me parecía haber visto cuando Ariasu nos capturó a todos? ¿Saxor y su peculiar compañero de Shibuya, Beat? ¿Fátima y Neku, dónde habían terminado? ¿El Maestro Kazuki, la Maestra Yami...? ¿Akio, Lyn y Rebecca? ¿El chef Higashizawa?
Y Hanekoma, que se había convertido en mi última esperanza...
Aunque lo intentase con fuerza, mis sollozos serían audibles, especialmente para Maya a mi lado. Y, de vez en cuando, una lágrima caería al suelo cuando ya no pudiese luchar más contra la gravedad o cuando mi cuerpo se sacudiese por el dolor.
Me costaba incluso respirar. ¿Cómo era que dolía tanto, cuando no tenía ninguna herida física? ¿Cómo podía compararse aquello con las veces que había caído con fuerza, me habían golpeado, me habían quemado o congelado con un hechizo, me habían apuñalado, desgarrado, magullado, rasguñado...? ¿Cómo podía superar a todos aquellos momentos, combinados incluso?
—¿Por qué... por qué siempre pierdo lo que más quiero...? ¿Por qué me quedo solo?
Aquello se suponía que debía haber sido un pensamiento para mí, pero con mis sentimientos a flor de piel no noté haberlo dicho en voz alta. Maya contemplaría aquel momento de fragilidad, aquel punto débil en el compañero que tanto presumía de querer protegerla.
Vaya broma estaba hecho. Era un inútil. Y por sobre todo eso, un egoísta.
—Devuélvemelo… —¿pero no lo éramos todos, cuando perdíamos nuestras cosas más queridas? ¿No se nos permitía pensar en nuestro corazón y en el amor que sentíamos? Sino, ¿qué significaba aquella agonía?
Cuando finalmente pude destapar mis ojos y limpiarme las lágrimas, advertiría de inmediato lo mucho que Light se había alejado, como pude sospechar por el sonido de su voz. Había cargado con Ragun, tan lejos...
...como así cargaríamos con los recuerdos de todos los caídos. Hasta el final, llegase cuando llegase.
—¡¡Devuélveme a Ragun, padre!! ¡¡Si me salvaste a mí deberías poder hacer lo mismo con él!! ¿¡Por qué no le salvaste!? ¿¡A QUÉ ESPERAS PARA TRAERLE DE VUELTA!?
—¿Tú crees que llegará el momento en el que alguno de los dos sufra tanto como Light? —pregunté a Maya, sin apartar la vista de mi amigo. Tuve que aspirar por la nariz y carraspear un poco para tranquilizarme.
—¡¡Participaré en doscientos Reaper’s Game más si es necesario!! ¡¡Haré cualquier cosa por él!! ¡¡Devuélvemelo…!!
—¿Es nuestra amistad así de significativa, Maya? ¿O sólo somos compañeros? Ambos somos Aprendices de Kazuki. Vivimos en el mismo castillo, entrenamos juntos, comemos donde mismo... Y ahora terminamos juntos en el Reapers' Game.
—¡¡¡¡DEVUÉLVEMELO TE HE DICHO!!!!
—¿Es eso todo lo que tenemos, pequeña? Porque si es así, entonces no entiendo por qué... —tragué saliva, sintiendo las palabras como espinas al salir— ¿Por qué me cuesta tanto mirarte a los ojos, sabiendo que tal vez en algún momento no seré lo suficientemente fuerte para protegerte?
Light miró hacia el cielo y yo lo acompañé en aquel gesto, creyendo que tenía un significado más poético que el que en realidad el joven le había dado. Apreté la mano de Maya con un poco más de fuerza.
—No quiero que termines como los demás. Quiero que salgamos de ésta juntos.
Contemplé el contador que llevaba en la mano derecha. Y continuaba descendiendo.
—Al menos... los que quedamos.
Solté finalmente a mi compañera y comencé a caminar en dirección a Light. Mi mano derecha se deslizó, algo nerviosa, hasta donde se encontraban los dos pines hermanos que llevaba colgados encima del corazón.
Había decidido que, si de mí dependía, no iba a morir nadie más, quedasen cuantos quedasen.
Tenía que estar seguro de ser el único que se aproximase a Light. De lo contrario, no podría llevar mi plan a cabo. Pero esperaba que, respetuosos, los demás Jugadores tomasen su distancia. Después de todo, mi amistad con Light debía decir, cuando menos, mínimamente conocida.
Me quedé de pie a su lado, tomándome mi tiempo para hablar, mientras contemplaba el atardecer a la lejanía. Mis dedos seguían jugueteando alrededor de los dos pines que llevaba colgados, mientras me esforzaba por no mirar al cuerpo de Ragun, que descansaba a un costado mío.
—Aún tienes ganas de luchar —afirmé con fuerza en el momento que me pareció más adecuado. De reojo, contemplé a mi amigo—. Conozco tu mirada, lo creas o no. Casi tan bien como conoces la mía.
Dejé que Light contemplara mis ojos carmesíes, para luego soltar un suspiro. Apartando la mirada, mi mano descendería un poco, sólo unos cuantos centímetros, hasta encontrarse con el vértice de mi corazón. Como tomando cinco hilos invisibles, mis dedos se deslizaron sobre mi piel y luego, lentamente, comenzaron a jalar algo que se hallaba en el interior.
Mi corazón salió a la luz. Aquel caótico mar de dígitos que latía rítmicamente, mientras sus caracteres saltaban de un lado a otro. Continuaba siendo el mismo de antes, de color rojo y con un mensaje tétrico grabado:
c̼̜͛ͨͤͫ͐ͨ͝ȏ̺̺̼̮̝ͪ́̔̽̋͌͋̇͞D̢͕̺̱̜̼̤̗̋͆̈ͭ̈ͨͮ͐į̪̘̪͙̹̜͎̜̂͒͗̌̇͗͋̚͘N̨̞̝̾͗ͧ̇̽̚͝G̲̬̮̤͛ͫ̑̎͜͞ͅ ̸̡̣͔͔̟͖̩͇̹͍ͤ͌̓̉͛̓̚e̖̩̖̲̍̽͌̇ͧ̽̃̊ͫR̡̖̰̼͈̼ͯ͗̓Ŗ̹͇͚ͫ͊̇̓ͧ̽ͯ̀ǫ̮̮̯̚͜r̡̞͗ͬ͌ͫ̽̆̽̈
Pero era aquello exactamente lo que quería mostrar. En voz baja, expresé:
—Este Juego nos ha hecho perder tantas cosas...
Regresé mi corazón a su lugar. Y luego, con decisión, arranqué el pin blanco de mi ropa. El pin de Falso Compañero.
—Nuestras vidas son lo último que quiero perder —añadí, agachándome junto a Light y tendiéndole el pequeño adorno de plástico por lo bajo, donde nadie podría vernos—. Por favor, déjame explicar. Y, por favor, mantén el secreto.
Tomé su mano y lo obligué a tomar el pin, para luego cerrar sus dedos a su alrededor. Después de eso, le di unas leves palmaditas en la espalda.
—Puedes traer de vuelta a Ragun si quieres, pero hasta entonces necesitas un compañero o de lo contrario... —tragué saliva, con miedo a terminar aquella frase—. D-De cualquier manera, este pin te proporcionará todo lo que necesitas. Te lo aseguro, lo he usado antes.
>>Es un Falso Compañero. Te dejará usar tu arma, pero no podrás usar más los PowerUps. Lo vale si te mantiene vivo, supongo. Guárdalo donde puedas, pero no te lo pongas en la ropa como lo hacía yo; no queremos que nadie lo note.
>>A estas alturas, es un tesoro invaluable. Y no sólo eso... —bufé y luego me relamí los labios varias veces, evadiendo la mirada de Light—. Me lo dio el Compositor personalmente. Puede ser importante.
Finalmente me puse de pie. Me limpié la nariz con el desliz del dedo índice y un breve respiro. Luego me sacudí las manos, como satisfecho por mis acciones.
Me giré hacia la congregación de Jugadores que descansaba junto a la Estación de Trenes.
—Como ya dije, mantén el secreto. Si te preguntan cómo es que sobrevives, culpa al fin del Reapers' Game o a la muerte de Hanekoma, lo que sea, pero no les hables sobre ese pin. Alguno de ellos podría matarte por él en un arrebato de desesperación; incluso yo mismo... Especialmente yo mismo.
>>Están Yagami y Hana todavía, de todas maneras. El pin no te limita en cuanto a Pactos, así que puedes hacer uno con ellos si aceptan. Nada como un par de buenos comp-- De buenos amigos, quiero decir.
Me metí las manos a los bolsillos, sintiendo los PowerUps dentro todavía. Ya vendría siendo hora de usarlos. Pero podían esperar para más tarde; tal vez hasta el día siguiente.
—¿Regresamos, Light? No debe quedarle mucho al día ya...
Sobraría decir que fueron esos sentimientos los que me embargaron, entre otros como la incredulidad y la más profunda tristeza, cuando Shinju atravesó de lado a lado con sus armas a Ragun. Cuando mi hechizo llegó demasiado tarde y, aunque pude haber hecho algo, mi debilidad me lo impidió.
Lo que hicimos más tarde no tuvo importancia: lo hecho, hecho estaba. Ragun se había sacrificado por Light, tomando el lugar de su compañero, recibiendo de lleno el "último aliento" de Shinju. Y eso era innegable. Ya había sellado su destino. Ragun ya había caído desde el momento que había decido interceptar el golpe de la Reaper.
La herida fue mortal y no pude hacer nada para evitarlo.
—¡No, Ragun! —grité con desesperación; añadiendo luego, después de unos instantes, esta vez con ira—: ¡¡Shinju!!
Un hechizo de Light empujó a la Reaper, haciéndola saltar por el aire unos cuantos pasos. Cayó con brusquedad en el suelo, sin hacer nada para evitarlo, provocando el característico sonido de alguien que, o ha sido derrotado, o finalmente se ha rendido.
Obviamente, seguí su trayectoria, con mi daga en mano.
Me detuve a un costado suyo, observándola con detenimiento. En mis ojos carmesíes, si la Reaper alzaba la vista, no encontraría ni la más diminuta pizca de piedad. Ni siquiera alegría por haber visto cumplida mi venganza. Solamente encontraría desaprobación, una mueca levemente indiferente ante su sufrimiento.
Rió. Mi reacción fue inexistente. Simplemente permanecí en mi sitio, contemplando la lenta partida de la última Reaper. Luego de eso tosió sangre, la cual observé con curiosidad. ¿No le dolía aquello? ¿Cómo era capaz de reírse en sus últimos momentos?
—Eres interesante.
Me puse en cuclillas a su lado. Si ella hubiese sido una vieja amiga o, al menos, una conocida a la que le tuviese algo de respeto, habría tomado su mano o le habría acariciado brevemente el rostro. Pero lo que hice fue juguetear con el cabello que le caía en la frente usando la empuñadura de mi daga.
—Sin Reapers' Game no gano yo ni tampoco vosotros —comenzó diciendo, ante lo cual volví a sostenerle la mirada. Las palabras ya costaban salir de sus labios—. Los siete días retenían vuestra enfermedad. Avatar os tiene donde quería, y ahora es cuando pasaréis a lamentar vuestra existencia. Cuando llegue a cero, os convertiréis en parte de él...
—Si crees que-- —comencé a replicar, sólo para detenerme al instante al sentir un dolor punzante en la mano derecha. En aquel descuido, dejé caer la daga, que rebotó varias veces junto a Shinju.
Cuando miré qué me había provocado semejante incidente, me encontré con algo bastante curioso.
Un contador grabado en mi propia carne, descendiendo lentamente hacia mi final.
—Lamentad vuestra existencia, hijos del Corrupto...
Antes de que la Reaper cerrara los ojos, sin embargo, dediqué mis últimas palabras. Una promesa que había estado determinado a cumplir:
—Prometí que mis ojos serían lo último que verías.
—Ragun, no te mueras. ¿Ragun?
Aquello se convertiría en un día de luto y tristeza. Cada paso que di en dirección a Ragun, alejándome del cadáver de Shinju, me pareció más pesado que el que había dado anteriormente. Y cada que mi mirada se posaba sobre su cuerpo agonizante, la espina que se había clavado en mi corazón avanzaba todavía más profundo.
—¡Vaya! Que tarde es. Tengo sueño y todo. Creo que debería irme a dormir…
Tomé una distancia prudente mientras Ragun dedicaba aquellas palabras. Para mí no quedaba más sino observar, con un peso en el estómago y con mis lágrimas a punto de escapar, cómo Light se negaba rotundamente a la partida de su nuevo amigo. Cómo lo sacudía y le gritaba con agonía y desesperación. Cómo lo obligaba a quedarse más tiempo del que le correspondía.
Era increíble lo que aquellos dos habían logrados juntos. El Reapers' Game los había unido, a la Luz y a la Oscuridad.
Y ahora les obligaba a separarse...
—Xefil, Maya, Yagami, Hana, Neas, Light...
—Estamos aquí para ti... así como tú lo estarás para nosotros —balbuceé apenas, con un esfuerzo hercúleo. Mas una vez las hube pronunciado, no pude contenerme por más tiempo y me vi obligado a sollozar para poder deshacerme del nudo en mi garganta. Casi de inmediato, las lágrimas descendieron por mis mejillas.
Ragun alzó su mano al cielo en aquel momento, como queriendo alcanzar algo más allá, o como vaticinando su destino. Aprendiz Oscuro o no, original o no, sabía que desde allí nos estaría observando.
—Gracias... por todo... Y sobrevivid.
Y nos vería ganar, sobrevivir por él. A su memoria y a la de todos a los que ya habíamos perdido.
—¿Ragun? ¡¡Dime algo…!! ¡¡¡Dime algo!!!
Giré la cabeza hacia un lado, indispuesto a seguir contemplando aquel espectáculo. Intentando encerrarme en mí mismo, cubrí mis ojos, y con ello mis lágrimas, con mi mano derecha. El brillo rítmico del contador se escabullía por entre mis párpados y se refractaba en lo vidrioso de mis ojos, creando un fenómeno cegador.
—¡Ra-Ragun…!
Ante el dolor de Light por la pérdida de su compañero, no pude evitar llevar mi otra mano hasta donde estaba Maya, buscando poder encontrarme con la suya propia. Si la encontraba, la apretaría con fuerza, esperando que entendiera mi mensaje.
<<No podría perderte así>>
Continué llorando en silencio (o al menos, el que era posible) y en el refugio de mi mano, pensando no sólo en Ragun, sino en todos aquellos que se habían ido frente a mis ojos o sin que yo me enterase siquiera. Mei me había abandonado ese mismo día, y la pareja del anterior se había sacrificado por nosotros... El compañero de Hana había sido eliminado con tanta sencillez... ¿Dónde había quedado Nadhia en todo aquel caos? ¿Y Alec y Hiro, a quienes no había visto desde el día de nuestra llegada? ¿Exuy, cuya pequeña figura me parecía haber visto cuando Ariasu nos capturó a todos? ¿Saxor y su peculiar compañero de Shibuya, Beat? ¿Fátima y Neku, dónde habían terminado? ¿El Maestro Kazuki, la Maestra Yami...? ¿Akio, Lyn y Rebecca? ¿El chef Higashizawa?
Y Hanekoma, que se había convertido en mi última esperanza...
Aunque lo intentase con fuerza, mis sollozos serían audibles, especialmente para Maya a mi lado. Y, de vez en cuando, una lágrima caería al suelo cuando ya no pudiese luchar más contra la gravedad o cuando mi cuerpo se sacudiese por el dolor.
Me costaba incluso respirar. ¿Cómo era que dolía tanto, cuando no tenía ninguna herida física? ¿Cómo podía compararse aquello con las veces que había caído con fuerza, me habían golpeado, me habían quemado o congelado con un hechizo, me habían apuñalado, desgarrado, magullado, rasguñado...? ¿Cómo podía superar a todos aquellos momentos, combinados incluso?
—¿Por qué... por qué siempre pierdo lo que más quiero...? ¿Por qué me quedo solo?
Aquello se suponía que debía haber sido un pensamiento para mí, pero con mis sentimientos a flor de piel no noté haberlo dicho en voz alta. Maya contemplaría aquel momento de fragilidad, aquel punto débil en el compañero que tanto presumía de querer protegerla.
Vaya broma estaba hecho. Era un inútil. Y por sobre todo eso, un egoísta.
—Devuélvemelo… —¿pero no lo éramos todos, cuando perdíamos nuestras cosas más queridas? ¿No se nos permitía pensar en nuestro corazón y en el amor que sentíamos? Sino, ¿qué significaba aquella agonía?
Cuando finalmente pude destapar mis ojos y limpiarme las lágrimas, advertiría de inmediato lo mucho que Light se había alejado, como pude sospechar por el sonido de su voz. Había cargado con Ragun, tan lejos...
...como así cargaríamos con los recuerdos de todos los caídos. Hasta el final, llegase cuando llegase.
—¡¡Devuélveme a Ragun, padre!! ¡¡Si me salvaste a mí deberías poder hacer lo mismo con él!! ¿¡Por qué no le salvaste!? ¿¡A QUÉ ESPERAS PARA TRAERLE DE VUELTA!?
—¿Tú crees que llegará el momento en el que alguno de los dos sufra tanto como Light? —pregunté a Maya, sin apartar la vista de mi amigo. Tuve que aspirar por la nariz y carraspear un poco para tranquilizarme.
—¡¡Participaré en doscientos Reaper’s Game más si es necesario!! ¡¡Haré cualquier cosa por él!! ¡¡Devuélvemelo…!!
—¿Es nuestra amistad así de significativa, Maya? ¿O sólo somos compañeros? Ambos somos Aprendices de Kazuki. Vivimos en el mismo castillo, entrenamos juntos, comemos donde mismo... Y ahora terminamos juntos en el Reapers' Game.
—¡¡¡¡DEVUÉLVEMELO TE HE DICHO!!!!
—¿Es eso todo lo que tenemos, pequeña? Porque si es así, entonces no entiendo por qué... —tragué saliva, sintiendo las palabras como espinas al salir— ¿Por qué me cuesta tanto mirarte a los ojos, sabiendo que tal vez en algún momento no seré lo suficientemente fuerte para protegerte?
Light miró hacia el cielo y yo lo acompañé en aquel gesto, creyendo que tenía un significado más poético que el que en realidad el joven le había dado. Apreté la mano de Maya con un poco más de fuerza.
—No quiero que termines como los demás. Quiero que salgamos de ésta juntos.
Contemplé el contador que llevaba en la mano derecha. Y continuaba descendiendo.
—Al menos... los que quedamos.
Solté finalmente a mi compañera y comencé a caminar en dirección a Light. Mi mano derecha se deslizó, algo nerviosa, hasta donde se encontraban los dos pines hermanos que llevaba colgados encima del corazón.
Había decidido que, si de mí dependía, no iba a morir nadie más, quedasen cuantos quedasen.
Tenía que estar seguro de ser el único que se aproximase a Light. De lo contrario, no podría llevar mi plan a cabo. Pero esperaba que, respetuosos, los demás Jugadores tomasen su distancia. Después de todo, mi amistad con Light debía decir, cuando menos, mínimamente conocida.
Me quedé de pie a su lado, tomándome mi tiempo para hablar, mientras contemplaba el atardecer a la lejanía. Mis dedos seguían jugueteando alrededor de los dos pines que llevaba colgados, mientras me esforzaba por no mirar al cuerpo de Ragun, que descansaba a un costado mío.
—Aún tienes ganas de luchar —afirmé con fuerza en el momento que me pareció más adecuado. De reojo, contemplé a mi amigo—. Conozco tu mirada, lo creas o no. Casi tan bien como conoces la mía.
Dejé que Light contemplara mis ojos carmesíes, para luego soltar un suspiro. Apartando la mirada, mi mano descendería un poco, sólo unos cuantos centímetros, hasta encontrarse con el vértice de mi corazón. Como tomando cinco hilos invisibles, mis dedos se deslizaron sobre mi piel y luego, lentamente, comenzaron a jalar algo que se hallaba en el interior.
Mi corazón salió a la luz. Aquel caótico mar de dígitos que latía rítmicamente, mientras sus caracteres saltaban de un lado a otro. Continuaba siendo el mismo de antes, de color rojo y con un mensaje tétrico grabado:
Pero era aquello exactamente lo que quería mostrar. En voz baja, expresé:
—Este Juego nos ha hecho perder tantas cosas...
Regresé mi corazón a su lugar. Y luego, con decisión, arranqué el pin blanco de mi ropa. El pin de Falso Compañero.
—Nuestras vidas son lo último que quiero perder —añadí, agachándome junto a Light y tendiéndole el pequeño adorno de plástico por lo bajo, donde nadie podría vernos—. Por favor, déjame explicar. Y, por favor, mantén el secreto.
Tomé su mano y lo obligué a tomar el pin, para luego cerrar sus dedos a su alrededor. Después de eso, le di unas leves palmaditas en la espalda.
—Puedes traer de vuelta a Ragun si quieres, pero hasta entonces necesitas un compañero o de lo contrario... —tragué saliva, con miedo a terminar aquella frase—. D-De cualquier manera, este pin te proporcionará todo lo que necesitas. Te lo aseguro, lo he usado antes.
>>Es un Falso Compañero. Te dejará usar tu arma, pero no podrás usar más los PowerUps. Lo vale si te mantiene vivo, supongo. Guárdalo donde puedas, pero no te lo pongas en la ropa como lo hacía yo; no queremos que nadie lo note.
>>A estas alturas, es un tesoro invaluable. Y no sólo eso... —bufé y luego me relamí los labios varias veces, evadiendo la mirada de Light—. Me lo dio el Compositor personalmente. Puede ser importante.
Finalmente me puse de pie. Me limpié la nariz con el desliz del dedo índice y un breve respiro. Luego me sacudí las manos, como satisfecho por mis acciones.
Me giré hacia la congregación de Jugadores que descansaba junto a la Estación de Trenes.
—Como ya dije, mantén el secreto. Si te preguntan cómo es que sobrevives, culpa al fin del Reapers' Game o a la muerte de Hanekoma, lo que sea, pero no les hables sobre ese pin. Alguno de ellos podría matarte por él en un arrebato de desesperación; incluso yo mismo... Especialmente yo mismo.
>>Están Yagami y Hana todavía, de todas maneras. El pin no te limita en cuanto a Pactos, así que puedes hacer uno con ellos si aceptan. Nada como un par de buenos comp-- De buenos amigos, quiero decir.
Me metí las manos a los bolsillos, sintiendo los PowerUps dentro todavía. Ya vendría siendo hora de usarlos. Pero podían esperar para más tarde; tal vez hasta el día siguiente.
—¿Regresamos, Light? No debe quedarle mucho al día ya...
Spoiler: Mostrar