Así somos las personas, irracionales por naturaleza. Queremos una cosa, y al cabo de 5 minutos queremos la contraria. Primero queremos blanco, luego pedimos el negro. Decimos odio, luego amor. Y por supuesto queremos paz, pero provocamos la guerra.
Los abrazos cesaron, la muestra de emociones se había terminado. Me separé del grupo de abrazos en cuando pude debido a que algo en la atmósfera había cambiado, alertando a la mayoria, pues el instinto que teníamos para detectar el peligro se había activado de manera casi immediata.
―¡¡No!!
Miré hacia el foco de atención y un estado de shock me impidió moverme. Mi Maestro, Ryota, el Maestro de los Maestros, perteneciente a Bastión Hueco, yacía en el suelo con una herida en el pecho. Una herida que no tenía buena pinta.
Junto a él, el que había tenido un gran “interés” en firmar la paz: Ronin. Un disco empapado en la sangre de Ryota se encontraba en sus manos, el Maestro Traidor de Tierra de Partida parecía incluso asombrado, por la facilidad con la que había podido segar la vida de su enemigo.
―Ryota...
Aquello no podía estar pasando, no. Mi respiración se cortó casi al instante al ver aquella escena. Debía de ser una magia ilusoria, un truco por parte del Maestro Ryota, aquello no estaba pasando...
No...No...
―¡¡Alejate de él!!―La Maestra Nanashi pareció invocar una ráfaga que alejó inmediatamente a Ronin de Ryota y lo mandó de vuelta con la escoria formada por su equipo.
>>No sé a quién has perdido, ni adónde van a parar las personas que se marchan. Pero sí puedo enseñarte todo lo que yo sé. Quizá sea suficiente para encontrar lo que buscas… o quizá no. Tú decides.
La Maestra Ariasu llegó en aquel instante, mi corazón empezó a latir con rapidez y a contraerse produciendo un agudo dolor en él. Aquello era real, habían atacado al Maestro, y delante de nuestras narices. Las Maestras parecían aplicar poderosas magias curativas sobre Ryota, pero no parecían surgir efecto alguno, es más, mi Maestro parecía estar quedándose inconsciente y su tono de piel era incluso más blanco de lo habitual.
Unas lágrimas empezaron a bajar silenciosas por mi rostro, ni sollozos altos ni nada por el estilo. Eran lágrimas sinceras, de puro dolor; dolor que cada vez se acrecentaba en mi corazón, destrozándolo todo a su paso por la dura reflexión a la que había llegado: Aquel intento de pacifismo podía costarnos la vida del Maestro Ryota.
—¡Monstruos!―Ariasu se dirigía hacia el Maestro causante de aquella desgracia, con Llave Espada en mano, pero su paso fue impedido por dos Maestros que invocaron sus armas también. Ante la impoténcia del momento, Ariasu empezó a llorar también―¡Él iba a firmar la paz! ¡No queremos estar guerra! —la maestra, furiosa, invocó su propia arma
―Ariasu, no. Tus aprendices te necesitan.
Invoqué mi Llave Espada, no por conciencia própia al recordar las palabras de mi Maestro, sino porque mi corazón empezaba a rugir con todas sus fuerzas. La tristeza se empezaba a mezclar con el odio y la oscuridad, y tan solo podía pensar en algo: Quería la cabeza de Ronin como mueble decorativo en mí habitación.
Me había llegado a preguntar por que Erased había elegido la forma de Ronin para presentarse ante nosotros. Ahora empezaba a comprenderlo; si querías representar a lo más traicionero y cobarde que existiese, tenías que tener aquella forma. Ronin no era ningún santo, lo acababa de demostrar con aquel acto de traición. Quizá aquello no representase a toda Tierra de Partida, pero si el supuesto lider de estos era de aquella manera, ¿quíen me aseguraba que el resto no fuese igual o peor?...
Miré a aquel bando, con todo el odio que era capaz de sentir. Muchos parecían estar tan impactados como los de nuestro propio bando, y algunos otros parecía que hubiesen deseado aquel momento... ¿se alegraban? Apreté los puños con fuerza.
H-Hijos de puta...
Me acerqué a los Maestros, observando con preocupación a aquel Ryota moribundo. Las lágrimas brotaban con menos fuerza de mis ojos, pero la oscuridad que me habían devuelto y que se encontraba en mi pecho, empezaba a desatarse. El odio que sentía por el bando contrario empezaba a ser demoledor, mi corazón incluso no parecía soportar el peso que ejercía aquella oscuridad sobre mí, amenazando con descontrolarse en cualquier momento, incluso la podía sentir, intentaba escapar...
N-No puedo... No aquí, no sin saber controlarme...
Empecé a respirar cada vez más rápido, sentía que mi cuerpo empezaba a dejar de ser mío, que se abandonaría a la oscuridad... Y quizá por unos momentos fuese así, por unos momentos mi cuerpo rezumaría oscuridad, pura oscuridad...
>> Y no podrás cumplir tus objetivos.
Retomé el control al instante, no iba a permitirme el lujo de caer en la oscuridad. Era más fuerte que aquello, seguí respirando más pausadamente hasta que la opresión en el pecho disminuyó bastante. No me dejaría controlar, es más, me negaba a ello. Demostraría junto al resto de Bastión Hueco que éramos superiores, sin duda alguna.
Por su parte, la Maestra Nanashi levantó a Ryota como pudo mientras un portal era abierto detrás nuestro. La Maestra Ariasu simplemente no dijo nada, miró con odio y rencor a los miembros que seguían a aquel traidor mientras se limpiaba las lágrimas para empezar a caminar hacia el portal con la Llave Espada en alto: Nos retirábamos.
―Te creía un hombre de principios, Ronin ―dijo Nanashi al levantar los ojos, mirándole. Entoncés meditó por un instante que pareció eterno.―. ¡Aprendices y Maestros de Tierra de Partida! El ataque de vuestro líder no hace más que demostrar la naturaleza de vuestra causa. Nosotros hemos deseado la paz, la búsqueda del equilibrio; pero es imposible cuando la luz ha tiranizado la realidad.¡Hemos sido atacados en nuestro momento de mayor debilidad! ¡En el momento en que depositamos nuestra fe en vosotros!
»¿Es esto por lo que os unisteis a la Orden? ¿Esto es lo que deseabais, ver cómo somos masacrados por la espalda con el objetivo de imponer un único ideal? Si es así, quedaos. Si hoy también os habéis sentido traicionados, como nosotros, es el momento de que decidáis de parte de quién estáis.
Varios aprendices de allí, para mi sorpresa, demostraron que darían de lado a Tierra de Partida por vernir con nosotros. Aunque aquello no aliviaba mi dolor, ni significaría que los aceptaría como compañeros mios; tras aquello comprendí que tan solo me podía fiar de mis Maestros y de Saeko quien había demostrado ser digna de confianza. Quizá alguién más de Bastión Hueco podría merecer que confiase en él, o como mucho seguir con vida, pero... ¿El resto?
El resto, me encargaré de mataros. Por cada miembro que perdamos, me aseguraré de que mueran 5 de los vuestros. Y Ronin, no te quepa duda que clavaré cada clavo del ataúd que te enterrará, maldito bastardo.
―Hoy, la Orden de Bastión Hueco declara la guerra a los Caballeros de Tierra de Partida.
Aquello no me lo esperé, en absoluto. La Maestra Nanashi, que parecía carecer de aquella clase de sentimientos que demotraban verdaderas emociones, tales como la venganza o el dolor, había vuelto a declarar la guerra. La acción me sorprendió, pero lo comprendí pues estaba totalmente justificada; si en algun momento había parecido que se podían arreglar nuestras diferencias, aquella posibilidad se había esfumado con el derramamiento de sangre.
Me sequé las lágrimas con la mano libre, la que no tenía la Llave Espada sujeta, mientras me intentaba dominar a mi mismo, a mi oscuridad. La dominaría a cualquier precio, estaba seguro de que aquel poder podría servirme, ahora estaba más seguro que nunca de ello.
La Maestra Nanashi se dirigió hacia el portal, llevando a Ryota consigo, me coloqué detrás de ella, mientras avanzaba apuntándo a los traidores con la Llave Espada, por si alguno de ellos intentaba asestar un golpe más bajo aún.
―¡Ronin, pagarás por esto! ¡Y tus sucias ratas también!
Miré a Saeko, la cual parecía tener los ojos humedecidos, también frustrada por la impotencia que debíamos sentir todos ante esta situación. Quise decirle algo, pero no podía, no en aquel momento en el que no acababa de ser yo mismo. Querría hablarlo con ella, pero más adelante. En un momento en el que pudíesemos sincerarnos el uno con el otro
―Te pondrás bien, Ryota. Te lo prometo.
Antes girarme y pasar por el Portal, los miré a todos, con ira en la mirada. Me hice un corte en la palma de la mano, la cual dejó salir mi sangre... aunque ví algo raro, pues me pareció que en un principio era negra, pero no le dí más importancia y seguí vertiéndola en aquel suelo de aquel sitio unos segundos.
―¡Crow había dicho que el enemigo se encontraba fuera, pero se equivocaba!―dije gritando― ¡El enemigo ha estado con nosotros desde el principio!―señalé primero a todos los aprendices a los que abarcaba a ver, luego a los Maestros y por último a las gotas de sangre que caían al suelo con lentitud― ¡La sangre del Maestro Ryota no será la única que se derrame a partir de ahora, preparaos para conocer el verdadero poder de Bastión Hueco!
Me dí la vuelta, cerrando el puño y atravesando el portal que había abierto Nanashi. Mientras lo hacía, empecé a sentirme todo lo traicionado que podía estar. Aquel chico de Tierra de Partida, Light, me había parecido bueno. Y el chico que había asestado el golpe final a Erased tampoco parecía mala persona...
No, són del bando enemigo. No hay más que pensar, los que han querido han podido unirse a nuestra causa. Ahora es tarde. Si no están con nosotros están a favor de las acciones de su asqueroso lider, y eso les convierte en enemigos...La [i]Guerra he empezado.[/i]
Jamás pensé que una frase del Maestro Ryota en relación a los Sincorazón, podía aplicarse también a los traidores de Tierra de Partida:
Spoiler: Mostrar