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Cada una de las acciones de los aprendices surtió efecto en conjunto. Fue Hiro quien proporcionó el golpe de gracia que destruyó al monstruo finalmente convirtiendo su cuerpo en una volátil niebla de oscuridad que se fue esfumando suavemente. Cuando el escenario se hubo despejado, un extraño brillo se descubrió de entre las brumas. Siguiendo un sentido de la gravedad alterado, el objeto que emitía los resplandores se alzó en el aire y en un espasmódico gesto atravesó el aire en dirección a los brazos de Kairi. Enok observó todo el recorrido que había trazado en el aire. Aquellos movimientos no se debían a ningún tipo de ráfaga de aire sino que obedecían a esquemas sobrenaturales, a una especie de extraña magia. Desviando de su campo de visión el instante en el que se depositaba suavemente aquel inexplicable fenómeno sobre las palmas de las manos de Kairi, el aprendiz de los rubios cabellos volteó la mirada hacia todos los espacios de la plataforma. Durante unos segundos todo quedó en un incómodo silencio.
Una aguda explosión coloreó con el miedo el espacio sonoro. Sobre el grupo de jóvenes, una de las plataformas, concretamente la del extremo superior, había implosionado eximiendo una cascada de pequeños cristales. Sostenidos en el vació tomaron la forma de pequeñas luciérnagas, resplandores que atravesaron el aire en dirección a todos y cada uno de los presentes.
Una mota de luz se acercó directamente hacia Enok, en un vuelo directo. A escasos palmos del pecho del chico, esta detuvo su marcha. El aprendiz la observo un tanto asustado. Volvió la mirada hacia sus compañeros que empezaban a experimentar extrañas reacciones. Quiso huir de aquello que amenazaba con hacerle recordar aunque justo cuando volvió la atención hacia el resplandor este ya se había adentrado en el corazón del muchacho.
[...]
He visto cosas que nunca en la vida pensé que podrían existir.Fui yo quien me deshice de ella.Favorecí tu futuro. Es estúpido aplacar tu ira contra mi.Yo es que soy nueva en esto, y me gustaría estar aquí un tiempo, no quiero desaprovechar el viaje. 12. 10. 8.Sal Marina.6.En cierto modo, la causa de mi infelicidad soy yo. Aunque, por otra parte, la venganza es algo con lo que he vivido siempre.4.2.Quiero...quiero que el desgraciado que asesinó a mi amiga lo page de alguna manera.0.Yami... No se si me podrías ayudar...
[...]
Un nuevo dolor nació en la mente de Enok y se extendió como una exhalación hacia todas las partes de su razón. Un fuerte peso golpeó su corazón. Por un momento creyó encontrarse mal. Tan solo volvía a ser poseído por la muerte, por su oscuridad mas profunda y enterrada en la miseria.
Gata, Saeko, Kairi, Hiro, Yami...
Todas y cada una de aquellas personas habían significado algo. Todas y cada una habían conocido su miedo, su oscuridad, las creaciones de su memoria, la destrucción a la que daba paso. Y podrían sufrir a su costa, porque eran humanos y el sufrimiento estaba ligado a todos y cada uno de ellos. La felicidad no existía, nada con lo que contrarrestar el dolor ni tan siquiera la ausencia de esto.
Desde aquel justo instante algo fue grabado a fuego en la estela de los pensamientos de Enok. Necesitaba la oscuridad, el miedo, los recuerdos porque intentar eliminarlos solo llevaría a la muerte.
—¿Ha terminado?
Una nueva explosión golpeó y deshizo el ambiente. De nuevo cientos de pedazos de cristales mutaron en motas de luz pero en esta ocasión todos cayeron al suelo, como sin vida y avocados al oscuro pozo del olvido.
Fragmentos de oscuridad, pedazos de recuerdos olvidados, devorados por aquel monstruo ya fallecido.
La tercera de las plataformas obedeció a la estela de explosiones. Tanto Kairi como Hiro quedaron en el aire suspendidos durante unos segundos, siguiendo un destino muy similar al de los pedazos de vidrio. Finalmente, ambos cuerpos se deslizaron suavemente hacia el fondo del precipicio. Algo similar ocurrió con la última de las plataformas, la cual se deshizo del grupo quedando este suspendido en la nada para finalmente comunicarse directamente con la parte inferior del escenario.
La oscuridad luchaba encarnizadamente contra los pedazos de luz que se habían desprendido anteriormente.
—Pecadores. — de nuevo aquella voz sin un tono definido. —Podéis matarme todas las veces que queráis, pero no podréis evitar que vuelva. Todo mi ser ha sido eliminado con ese objetivo. Mi nombre, mi hogar, mi origen... Siempre regresaré. Soy eterno: soy el demonio. — finalizó el ente, disfrazado bajo una túnica oscura, la misma contra la que habían luchado anteriormente.
Enok fijo su mirada en aquello que les hablaba. Fuese la forma del mal que fuese no podía ser eterno. Lejos de sentirse atraído hacia sus garras, el chico se encaramó.
—En el fin de los tiempos...todo perecerá. Si eres...eterno...deberías centrarte en cosas eternas. — gritó el chico a pleno pulmón sin saber vislumbrar la procedencia de aquellas palabras.
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