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Lugar: Tierra de Partida
La crepuscular luz del sol teñía de rojo y violeta los verdes jardines que rodeaban la zona donde Irian había sido destinada.
Le había costado mucho poder seguir a su Maestra, montada en aquel extraño vehículo que aparecía al lanzar la Llave-Espada. Por suerte tenía un buen sentido del equilibrio, motivo por el cual, estaba segura, seguía viva. No quería pensar en qué habría pasado si, durante el trayecto aéreo, se hubiese precipitado al vacío; le resultaba un tanto aterrador y, por eso, daba gracias por haberse mantenido sobre la nave sin caer.
Y ahí estaba, paseando por aquellos extraños jardines que le eran completamente desconocidos. ¿Dónde la habían llevado? ¿Qué se suponía que tenía que hacer? A penas le habían dicho nada, sólo unas normas que debía seguir; le habían asignado una habitación y ahí la habían dejado, abandonada a su suerte, como siempre.
Lo miraba todo con mucha curiosidad, mientras se preguntaba si aquello era lo mismo que había visto su hermano tiempo atrás. Le hacía ilusión pensar que estaba viviendo, en cierto modo, la misma vida que Henry, pero hasta el momento no había descubierto nada. Ninguna señal, ninguna evidencia... no había nada que demostrase que él había estado allá, al igual que Irian ahora.
Inconciente de a dónde sus pasos la guiaban, llegó a una especie de plazoleta con bancos y árboles; un lugar ideal para sentarse y perderse en la lectura de un buen libro. Pero con ella no había traido nada más que su chaqueta, por si refrescaba, así que se sentó contemplando el espectáculo de luces que el ocaso traía mientras pensaba.