Participantes:
Estoy en frente de la puerta de la habitación de Enok. Es un poco raro andar a estas horas por el castillo y aún encima entre las habitaciones de los hombres. Si me llega a ver un Maestro me castiga seguro, me mandará hacer un entrenamiento más duro o algo así. Las luces ya están apagadas y es pésimo el resplandor que desprende mi pequeña lamparilla.
Pero a pesar de todo, rompiendo las leyes me había acercado hasta allí para dejar un mensaje a Enok refiriéndome a una pequeña quedada. Habíamos hablado un poco el primer día ya de esto, para conocernos mejor y investigar un poquillo mi espada. La cual no quiere volver a prestar sus letras a mis ojos. Me parece frustrante el mero hecho de que solo apareciesen una vez de tantas.
Quizás era en compañía de Enok donde las letras aparecían. Mi teoría no es tan difícil de entender, sólo aparecieron una vez y fue junto a él. Ese es mi objetivo y por eso estoy aquí. Sujeto la carta con la mano y me dispongo a leerla antes de pasarla por debajo de la puerta de mi compañero.
—"Enok, quedamos en los jardínes de Tierra de Partida —como no— a las 10:30 de la mañana. Quiero investigar un poco sobre mi espada y conocerte mejor."
Es un mensaje corto y preciso, lo meto en el sobre y lo deslizo por la parte baja de la puerta. Dicho y hecho, el sobre está ahora mismo en la habitación de Enok. Me alejo unos pasos y giro un par de veces con la linterna para intentar ver más allá de la oscuridad. Imposible.
Doy unos pasos hacia delante. Recuerdo a un pequeño hombrecillo que he visto durante la tarde entrando en la habitación colindante a la de Enok. Le había preparado una carta también. Me acerco lentamente y repito la operación. En la carta pone:
—"Querido desconocido, te he visto entrar en la habitación y me has parecido interesante. Me gustaría conocerte, ¿un nuevo alumno? A las 10:30 mañana por la mañana. Te espero en los jardines de Tierra de Partida.
Me doy cuenta de que las iniciales D.L. quedan bien en el medio de la carta, como símbolo de confianza. Es imposible que descubra mi nombre.
Estoy en mi habitación, me acuesto en cama y me tapo la cabeza con la manta para, en cierto modo calmar el frío. Aunque sé a ciencia cierta que no funcionará.