―
Mierda.Acercarme tanto al hombre fue un error, sin duda. Antes de que pudiese apartarme, Avatar me levantó en el aire con una fuerza tremenda y sin esfuerzo alguno. Perdí la daga a mitad del camino, mientras pataleaba e intentaba clavarle las uñas en su brazo, con la intención de que me dejara caer.
Y dejarme caer fue lo que hizo; excepto que no de la manera que esperaba. Aprovechándose de que la torre ya tenía un boquete en el muro, por el que antes había caído Joshua, Avatar me lanzó a través de éste al exterior de la torre, al vacío encima de Villa Crepúsculo.
―
¡Una utopía donde las minorías dirijan el mundo! ¡Sin discriminación, sin muertes innecesarias! ―escuché que gritaba el hombre, entusiasmado, a mis espaldas mientras yo me giraba para contemplar con mayor detalle la caída que estaba experimentando. Quedaban decenas de metros hasta la plaza de la estación; no había manera alguna en la que sobreviviera aquello―
. Un lugar donde los corazones descansen de verdad... ¡El paraíso, Felix! ¡Eso es lo que yo lograré!Volví a girarme hacia la torre, a la par que envolvía mi cuerpo con un
PseudoGrav, para reducir el arrastre que la gravedad ejercía sobre mí. Contemplé con horror cómo Nadhia salía disparada por el mismo agujero por el que yo había caído, al igual que Light, quien salió despedido por la ventana. Otra parte del muro estalló más tarde, revelando a Avatar y a Joker, quienes forcejeaban como si la caída no significase nada para ellos.
Al menos Joker tenía alas.
El Avatar comenzó a disparar proyectiles de fuego mientras caíamos, pero estos parecían ir dirigidos exclusivamente a Light, a quien terminaron por empujar y desviar en su trayectoria hasta que se estrelló en el puente que Eileen había levantado. Joshua apareció luciendo un par de alas angelicales y, para mi alivio, envolvió a Nadhia con sus brazos para salvarla de la caída.
Por supuesto, nadie iba a morir por aquello, gracias a Eileen. La cosa es... yo no lo sabía todavía.
Estaba dispuesto a arrastrar a Avatar conmigo si yo iba a morir tras estrellarme en aquella Plaza.
―
¡Se terminó!―
¡Ha! ―exclamé mientras Avatar se dirigía hacia mí, esperando darme un final más apropiado que terminar hecho puré en el asfalto. Con una sonrisa arrogante, agradecí en silencio que el hombre se hubiese alineado perfectamente. Con todos aquellos giros en el aire, habíamos quedado justo debajo del boquete que se había abierto en la pared. Y aunque no tenía el objetivo visualizado, tenía una muy buena imagen mental de su composición y posición en un espacio virtual.
>>¡Sí, se terminó! ¡Magneto++!Tiré con mi brazo de una cuerda invisible, arrastrando conmigo la mesa que había decidido mover desde un principio. Obedeciendo mi orden incluso desde la distancia, ésta se arrastró por el suelo a una velocidad increíble y salió disparada hacia nosotros a través del boquete en la pared. Surcó el aire como una flecha (la flecha más grande que había visto jamás) y nos alcanzó en cuestión de segundos.
Y pese a que Avatar tuvo tiempo más que suficiente para hacerse un lado o bloquearla, su mente no fue suficientemente rápida. El escritorio cayó encima de él y lo obligó a caer con más rapidez que el resto hacia el suelo de la plaza. Suelo que, cabía decir, ya estaba más cerca de lo que esperaba.
Aterricé sobre las puntas de mis pies y al instante me lancé en una voltereta, haciendo lo posible por amortiguar la caída de ésta manera. La
PseudoGrav y la correcta posición al caer debieron servir bastante, puesto que estuve bastante seguro que no había muerto. Eso sí, mi cuerpo quedó hecho polvo y un dolor ardiente en el interior de mi pecho me hizo saber que al menos una costilla me había roto.
―
Hijo de... ―murmuré, intentando ponerme en pie. Lo logré, claro, pero las costillas se quejaron a gritos y sentí el sabor de sangre en la boca. Esperé no haberme perforado algo o tener hemorragias internas.
Me giré hacia el Avatar, esperando ver los resultados de mi estrategia. ¿Habría funcionado? ¿La trayectoria había sido correcta y el sombrero había atravesado la barrera? Si al menos una sola cosa no había ocurrido como pensaba, estábamos más que perdidos...
Pero lo primero con lo que me topé fue con Joshua, quien no perdió la maldita oportunidad que había estado esperando todo el día para tomarme del cuello y obligarme a corresponder a su beso. Oh, lo correspondí, sin duda; pero con un escupitajo lleno de sangre que no pude evitar que se me escapara debido al shock y a un ataque de tos.
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¡Vamos, princeso! ¡Acaba con él y la Corrupción! ¡Si acabas con ambos, podréis vivir aquí, no moriréis!Nadhia apareció justo detrás de él, contemplándonos a ambos como si fuésemos un par de monstruos peores que Avatar.
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¡Oh, no, yo no--! ¡Te juro que--! ¡Fue él que--! ¡No quise--! ―balbuceé, sin poder encontrar las palabras para explicar lo que había ocurrido―.
Ve y muérete en una zanja, Joshua ―gruñí, limpiándome la boca con la manga.
Una nube de polvo y aserrín cubría por completo el sitio donde Avatar se había estrellado. Los tres esperamos en el mismo sitio a que los restos se disiparan. O bueno, digo en el mismo sitio, pero la verdad era que me hice a un lado con unos dos o tres pasos y luego Nadhia prácticamente pareció dispararse para llenar el hueco que había quedado.
―
Cura ―murmuró Nadhia, acariciando mi mano con la suya. Agradecí en silencio la fuerza revitalizante que recorrió mi cuerpo y pareció sanar mis heridas en un instante. Y también el hechizo―.
Con esto debería bastar.Sus ojos parecían un par de supernovas intentando calcinar vivo a Joshua. Qué adorable se veía enfadada...
―
Joshua, cuando acabe todo esto... tengo que hablar muy seriamente contigo.En un gesto infantil, le saqué la lengua a Joshua, mientras apretaba la mano de Nadhia entre las mías.
Pero pronto me di cuenta que no quedaría tiempo para más discusiones. Finalmente el caos que había quedado alrededor de Avatar había comenzado a disiparse, revelando su silueta y la del sombrero encima de trozos de madera y asfalto destrozados. Su figura estaba empezando a cambiar, lentamente aceptando a la Corrupción en su interior. Su piel se tornó negra como la de los Sincorazón y el sombrero comenzó a crecer como un tumor cancerígeno en su pecho.
El Avatar Corrupto nos demostró que seguía vivo con una carcajada seca.
―
Oh, no. Me habéis vencido ―confirmó el hombre, como burlándose de nosotros. No, evidentemente no era así, si después de todo aquello seguía de pie―
. ¿Pero quién reirá el último?―
Ha ―respondí tajante y secamente a su pregunta. El que iba a reír al último sería yo.
―
Felix. Acaba con él.Un escalofrío me recorrió de punta a punta cuando una mano se me posó en el hombro y una voz familiar llamó mi nombre a mis espaldas. Me giré con algo de miedo, buscando confirmar lo que imaginaba. Y sí, así era: detrás de mí se encontraba Ariasu, quien parecía que se había quedado en la Plaza después de todo.
Era cierto... Ahora dependía de mí. Mi mano libre, la que no sostenía la de Nadhia, subió hasta mi pecho y sintió la cajita de madera que llevaba en el bolsillo. La jeringuilla con el ban. Al verme hacer aquello, Ariasu afirmó con la cabeza.
Y entonces las palabras de Joshua tuvieron sentido. Aquellas que había decidido ignorar después de su... gesto de apreciación:
―
¡Acaba con él y la Corrupción! ¡Si acabas con ambos, podréis vivir aquí, no moriréis!Oh, brillante... Si mi teoría era correcta, la Corrupción residía en el sombrero, pese a vivir dentro del cuerpo de los Jugadores. El sombrero era la Corrupción como tal. Y ahora que se había unido a Avatar, se habían mezclado en una sola entidad: si baneaba al Avatar Corrupto, estaría baneando al Avatar
y al Corrupto. Y una vez excluidos ambos, la Corrupción dentro de nosotros debía desaparecer...
¿...no? ¿No era eso lo que había querido decir Joshua?
De cualquier manera, era sólo la esperanza lo que me quedaba en aquel mundo. Debía intentarlo. Y aunque no pudiésemos sobrevivir después de aquella hazaña, al menos habríamos exiliado a Avatar y no podría hacer uso de aquel mundo nunca más.
―
¡Nosotros te cubrimos, Felix! ―me alentó Nadhia.
Asentí con la cabeza, llevando la mano al interior de mi saco y sacando la cajita de madera. Con cuidado, la abrí y saqué la jeringuilla, para después dejar caer su estuche al suelo. Aquello era el fin.
Clavé mis Ojos de la Locura en Avatar. No podía permitirme cometer ni un solo error. El más pequeño desliz significaría el fin. Si aquella jeringuilla terminaba clavándose en mí en un forcejeo o caía al suelo en un tropiezo... Perderíamos la única y última oportunidad que nos quedaba.
―
Ayúdenme... ―murmuré, pero sin saber muy claramente a quién se lo pedía.
¿A Nadhia, la persona que más quería en aquel mundo; tal vez incluso en todos los mundos? ¿A Joshua y Ariasu, el Compositor y la Game Master, que bien podrían tener un as bajo la manga para ayudarme a acercarme? ¿A Maya, mi antigua compañera, a quien no había podido salvar del Exilio, esperando que su alma me guiase desde allá donde estuviese? ¿A Ragun, a Mei, a Hana, a Saeko y a todos los demás compañeros caídos, quienes habían luchado con tanta determinación como nosotros? ¿A Light y Joker, que se hallaban tan lejos que no podían escucharme, pero que estaba seguro me apoyarían hasta el final? ¿A los Maestros, quienes habían llegado para salvarme en el momento preciso y ahora habían desaparecido sin dejar rastro?
¿A Eileen, la misericordiosa Creadora; o Ryota, su enamorado maldito por la desgracia? ¿A Hanekoma, el Compositor que había muerto al luchar contra la Corrupción que ahora intentábamos exiliar?
¿A mí mismo, al Xefil que había sido en el pasado? ¿A la Bruja Eterna que había abandonado el mundo real, a Némesis?
O tal vez, a todos ellos al mismo tiempo. Tal vez me apoyaba en todo lo que había perdido y en todo lo que me quedaba para llegar al final.
Me levanté del suelo con un
Gravitón, que me permitiría levitar mientras aquella batalla durase. Con mis heridas, sería más fácil y rápido que intentar correr hasta el Avatar.
Light inició nuestra estrategia con una
Onda Lunar, dirigida directamente hacia el monstruo, esperando distraerlo o alejar sus brazos de mí. Interpretando aquello como una señal, salí disparado en dirección al Avatar, mientras Joker utilizaba sus Sotas para intentar inmovilizarlo.
Yo era la clave, necesitaba encontrar el momento preciso. Comencé a volar en círculos, pero a una distancia prudente y que, esperaba en silencio, estuviese fuera del alcance del Avatar. Lancé un
AntiGrav al mismo tiempo que un Perla de Nadhia salía disparado en dirección al Avatar Corrupto.
―
¡Allí! ―el momento preciso: distraído por las flechas de Nadhia y las Ondas de Light, inmovilizado por las Sotas de Diamantes y Tréboles de Joker y mi propia AntiGravedad, y azotado por Joshua y Ariasu si estos decidían ayudar...
Debía ser ese momento y nada más.
Saldría disparado justo hacia su pecho... Apartaría con un
Púlsar sus brazos si estos intentaban meterse en mi camino...
Y clavaría la jeringa en su carne, liberando el líquido que lo excluiría para siempre.
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