Kingdom Hearts: Hand of Sorrow

por **Kaji** » Vie Abr 23, 2010 4:19 am

Nadie puede librar a los hombres del dolor, pero le será perdonado a aquel que haga renacer en ellos el valor para soportarlo.
Selma Lagerlof (1858-1940) Escritora sueca.

Es sincero el dolor del que llora en secreto.
Marco Valerio Marcial (40-104) Poeta latino.

Islas del Destino. Semanas después de la derrota de la Organización XIII.

Sora, al fin en casa junto a sus amigos, Riku y Kairi, recibe una extraña carta en nombre del Rey Mickey, pese a no ser el monarca quien la firma. El anónimo, llamado a sí mismo Guardián, pide a nuestro protagonista que parta una vez más de su hogar y se dirija a Disney lo antes posible. Pero ha de hacerlo solo, dejándole estrictamente prohibido que sus amigos le acompañen en esta nueva aventura. Será allí, frente a los Consejeros de Disney, donde comprenda que su batalla no acabó con derrota de Xemnas y que aún queda mucho por hacer para evitar que la guerra sacuda los mundos de Kingdom Hearts. Pero no estará completamente solo. En compañía de sus inseparables amigos, Donald y Goofy, y sus nuevos compañeros de aventuras, el Guardián y un antiguo conocido retornado de la oscuridad, emprenderá rumbo a la verdad descubriendo secretos de un pasado que muchos creían enterrado.

Porque mientras el sueño siga en pie y un corazón lata por ellos, los héroes jamás serán olvidados.

por **Kaji** » Vie Abr 23, 2010 4:33 am

PRÓLOGO

Veredicto

La tensión se palpaba en el ambiente. Muchos eran los que sentían que podían cortarla con sus propios dientes de un mordisco y pocos los que mantenían la mente completamente libre de todo pensamiento. Los que no lo lograban, tragaban saliva manteniendo sus cinco sentidos alerta. Sabían que allí, en ese mismo instante, alguien tenía acceso a sus mentes. No hacía falta ser muy astuto para saber de quién se trataba. De las veinte personas que se encontraban sentadas alrededor de aquella mesa circular de roble, sólo cuatro permanecían tranquilos e indiferentes a lo que allí ocurría. Y de esas cuatro, solo una mantenían los ojos cerrados y la cabeza agachada, como sumida en un falso sueño que no era sino pura concentración. Pero nada podía hacer el resto. Nada, salvo hacer todo lo posible por mantener sus mentes en blanco o impedir que cualquier pensamiento inadecuado les delatara rondando por sus cabezas.

-¿Y bien señores?– inquirió de repente una mujer cuyo pelo azulado caía en puntas rebeldes sobre sus hombros -¿Han tomado ya una decisión?

Uno de los presentes, en su descuido, maldijo la tranquilidad con la que aquella mujer hablaba. La consideró estúpida y engreída sólo porque contaba con la protección del Guardián e incluso sonrió ante la idea de que éste último le diera la espalda. Sería el fin de su confianza seguramente. Sin embargo su sonrisa se congeló tan pronto como apareció, sustituida por una mueca de temor, cuando una risa arrogante y despiadada resonó en el interior de su mente tras juzgar sus ensoñaciones.

-Lo siento– dijo entonces sin motivo aparente, pero todos intuyeron a qué se debía su disculpa.

Porque todos sabían que entre el Gobernador de Vergel Radiante, un hombre de expresión severa, pelo plateado y ojos del mismo color, y la Maestra Aqua, la Hechicera del Océano, nunca había existido una muy buena relación. Como también sabían que el Guardián, aprendiz de tan prestigiosa maga, defendería a su tutora a capa y espada contra quien fuera. Pero no hizo falta llegar a tanto. El Gobernador clavó sus opacos ojos grises en los símbolos tribales de la mesa y no volvió a pensar nada despectivo contra ninguno de los miembros del Consejo de Disney. Pero no así cesaría en su batalla personal.

-No tenemos ninguna certeza de que esa guerra vaya a producirse- argumentó atreviéndose al fin a volver a alzar la mirada arrogantemente.
-Entonces, pues, no veo ningún inconveniente en que el chico vuelva- Aqua, que nunca borraba la sonrisa amable de sus labios, esperó educadamente a que el Gobernador contrarestara su argumentación. Al no hacerlo, se dispuso a continuar exponiendo su opinión -. Sólo tiene quince años. De ninguna manera puede ser una amenaza para vuestra ciudad, según vos. Si no hay ninguna regla, su visita se quedará tan solo como eso, una visita. Pero si la hay, nos ahorramos la posibilidad de mover ficha con retraso al tenerle con nosotros desde primera hora.
-¡No podemos traer a nuestro mundo a un habitante de otro externo!- el Gobernador, comenzando a impacientarse, propinó un puñetazo a la mesa alarmando a sus compañeros más cercanos, que lo miraron entre ofendidos y escandalizados –Ese chico solo no representa ningún peligro para ninguno de nosotros, en efecto. No obstante…- la comisura de sus labios se curvó en una horripilante sonrisa hiriente y victoriosa en el instantes en que sus ojos grises parecieron abrasar con profundo odio a la joven Maestra, que se mantenía erguida e impasible a sabiendas de lo que diría a continuación -…La última vez que un muchacho de quince años se dispuso a impedir una guerra viajando de mundo en mundo para alertar y salvar a sus habitantes, dos jóvenes como él se unieron a su cruzada: un muchacho mayor que nuestro ya mencionado quinceañero y una joven de su misma edad aproximadamente. Y creo que aún hoy, diez años más tarde, todos conocemos el desenlace de tan honorable y épico cometido…

Aqua cerró los ojos en un intento de asimilar el golpe que acababan de darle. Ya no sonreía, ni tampoco se sintió capaz de volver a hacerlo al oir el leve murmullo que se expandió en la sala cuando el resto de consejeros le dio la razón al Gobernador de inmediato.

Claro que ninguno había olvidado las consecuencias de la guerra acaecida hace poco más de diez años. Y probablemente ninguno lo haría. Ni siquiera ella misma. Se necesitarían décadas y generaciones de consejeros para que en aquella sala no se recordara el dolor sufrido durante los días en que la oscuridad amenazó con robarles sus casas, sus familias, amigos e incluso la vida. Asímismo, Aqua era plenamente consciente de que el gobernador no había sido el único que observara los movimientos del con lupa. Todos lo habían hecho aferrándose a la idea de que él sería diferente y no los llevaría también a la destrucción. Pero a cada día que pasaba, la esperanza iba menguando. Porque todos eran plenamente conscientes de que lo que Aqua quería evitar al hacerse con la tutela del chico era evitar que la historia se repitiese.

Pero la historia ya se estaba repitiendo desde hace mucho tiempo.

Justo en ese momento, cuando ya lo creía todo perdido, un rayo de esperanza cayó sobre Aqua. Uno de los presentes, un anciano con barba grisácea que vestía una túnica azulada de estrellas plateadas, se puso en pie y clavó sus ojos negros en los de la Maestra. Su mirada solemne consiguió apaciguar sus miedos, como siempre que los ojos de ambos magos se encontraban en una mirada fugaz. Aqua fue capaz de recuperar la compostura y esbozar una de sus sonrisas amables y sinceras que reflejaban la luz de su corazón, aquella que jamás cesaría de brillar por muy grande que fuera la oscuridad que la rodeara.

-¿Estás segura de lo que quieres hacer?- inquirió sin alzar la voz, haciendo que todos los presentes se sintieran en parte en una conversación demasiado íntima para ser oida.
-Más que de mi propia existencia- respondió la mujer.
-¿Crees que ya ha llegado la hora?
-No, aún no- Aqua agachó la cabeza, consciente del dolor que amenazaba con romperle el corazón en mil pedazos cada vez que salía ese tema de conversación en concreto -…es demasiado pronto y el chico ni siquiera conoce toda la verdad. Mientras esté con vos, sé que él estará a salvo… Pero el chico tiene que venir, Maestro Yen Sid.
-El chico tiene que saber la verdad cuanto antes, Aqua- convino éste haciendo énfasis en sus palabras –Mejor que lo sepa por nosotros mismos antes de que sea demasiado tarde.
-Todo a su debido tiempo, Maestro- pronunció una tercera voz aguda, proveniente de un ratón negro que miraba apesadumbrado a los dos magos –Sora tiene un corazón tan fuerte como el de él, pero es demasiado inocente e impulsivo como para comprender la verdad si es otro el que se la muestra. Aún así, es una revelación demasiado grande e importante como para decírsela de golpe. Antes tiene que acostumbrarse y hacerse a la idea de quién y qué es en realidad.
-Entonces tráele, Aqua- dictaminó Yen Sid, volviendo a tomar asiento con los ojos cerrados e ignorando la respiración entrecortada del Gobernador, que enrrojecía por momentos.
-¿¡Y cómo estáis seguros de que vendrá!?- exclamó dejándose llevar por la furia.
-Lo hará…

El Gobernador tragó saliva y sintió cómo un escalofrío recorría su cuerpo de pies a cabeza al oir aquella voz.

Su voz.

Giró la cabeza sin poder evitarlo, a sabiendas de que la imagen que se encontraría le haría palidecer de terror. Y así fue. Unos ojos tan penetrantes como la noche permanecían clavados en el hombre sin apenas pestañear. Uno estaba oculto por la mata de cabello negro que lo cubría, más el otro, dorado como los rayos del Sol, brillaba con la astucia de un felino que estuviera a punto de desgarrar a su presa. El Gobernador tragó saliva por tres veces hasta conseguir humedecer su gargante y atreverse a mediar palabra con aquel ser que parecía penetrar hasta lo más hondo de su alma con tan solo una mirada.

-¿Cómo estáis todos tan seguros?- generalizó, aunque nadie fue tan estúpido de pensar que la pregunta iba dirigida a otra persona que no fuera el Guardián.

Éste, a su vez, dejó ir una risa espeluznante antes de responder simple y escuetamente.

-Porque es lo que yo haría.