¡Sed todos bienvenidos a las votaciones de este enfermizo concurso! Lo sé, lo sé... ¡lo veo en vuestros ojos! Tenéis curiosidad, SENTÍS verdadera curiosidad y morbo por saber cuáles han sido las parejas de personajes que han tenido el
Pido disculpas por no haber puesto límite en cuanto a extensión, pues algunos relatos son un poco extensos, aunque sin pasarse.
Y agradecer a la gente que vote, sobretodo a aquellos que no participen en el rol. ¡Y, por supuesto, a los ocho participantes! ^^
PARA VOTAR
Los votos me serán enviados a mí, EspeYuna, y la forma de hacerlo será la siguiente:
RELATO A: 3 puntos
RELATO X: 2 puntos
RELATO Y: 1 punto
RELATO A
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[...]
—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó el Aprendiz de la Llave espada apodado como “La Estocada Oscura” claramente alterado.
El muchacho estaba encadenado, incapaz de moverse. Una correa de perro rodeaba su cuello de donde una cadena salía rodeando su cuerpo y maniatándolo. Las ropas del joven estaban desgarradas dejando ver gran parte de su cuerpo desnudo…
Al menos conservaba sus pantalones…
Los dedos del Maestro de Maestros recorrieron la cicatriz que recorría el fibroso y delgado pecho del joven con cierta curiosidad y delicadeza. Las mejillas del Aprendiz Traidor se tornaron carmesís al contacto apartando la mirada del maestro.
Ragun yacía tumbado en la cama de la habitación del hombre tuerto de manera que le era imposible detener a Ronin. Si al menos fuese más fuerte…
—¿Qué te ocurre, chico? —interrogó el maestro al nervioso aprendiz—. Siempre haciéndote el duro, mostrando esa coraza para evitar que se te acerquen, burlándote de aquellos que consideras débiles… Había apostado por ti, creía que serías un gran Maestro. Me esperaba que fueses más fuerte… Que decepción. Al final, el más débil eres tú—prosiguió con malicia.
—Suéltame inmediatamente o…
—¿O qué? No estás en posición para poder amenazarme, chico —interrumpió Ronin lleno de arrogancia. Aquel lado del Maestro nunca lo había visto antes, ni él ni nadie.
¿Cómo había acabado allí el pobre aprendiz? Su cabeza daba vueltas, le era imposible recordar aquello que había acontecido para que hubiese acabado humillado de aquella forma…
Ragun se mantuvo en silencio unos instantes mordiéndose el labio inferior. No podía creerse lo que estaba pasando.
El Maestro Ronin se sentó sobre las caderas del muchacho y con una pícara sonrisa descendió sus labios hasta su cuerpo.
—¡Ngh! —la Estocada Oscura no pudo evitar gemir ante aquella sensación. Ser besado de aquella manera… El muchacho se revolvía intentando quitarse de encima al hombre, pero era imposible —¡Basta! —gritó—. Si no te detienes… ¡Te mataré!
Su voz fue tornándose más débil a medida que los labios del maestro iban bajando poco a poco. Pero de pronto, este se detuvo y clavó su único ojo en el Aprendiz.
—¿Cómo habéis hecho con los demás Maestros tú y tu gente? —la mirada de Ronin se volvió sombría y fue enrojeciendo de furia e ira.
Sin previo aviso agarró las cadenas de Ragun y con ellas empezó a estrangularle. El joven abrió la boca para coger una bocanada de aire pero… Ronin aprovechó el momento para besarle.
Un beso lleno de odio. Tan solo estaba descargando su frustración en el joven. No sabía que había pasado o por qué motivo le pasaba eso a él, pero una cosa era clara.
Le odiaba.
Ronin soltó las cadenas del joven para dejarle movilidad pero nunca se le retiró el collar del cuello. La única cadena que le impedía escapar estaba en la mano del Maestro de Maestros… No podría ganarle.
Ronin empezó a quitarse su kimono mostrando su musculoso y peludo cuerpo similar al de un oso salvaje. El hombre echó una mirada más a Ragun, una mirada deseosa de humillarle.
—Esta va a ser una noche muy larga… —fue lo último que dijo Ronin mientras se acercaba hacia el pobre muchacho que fue lanzado contra el suelo.
El ojo del maestro se movía lleno de deseo clavándose en el semidesnudo adolescente. No se lo pensó dos veces cuando quitó bruscamente sus prendas, el joven era incapaz de levantarse. Estaba inmovilizado…
Pobre aprendiz. Siendo usado como la única forma de que Ronin pudiese liberar su odio y lujuria contra el joven.
RELATO B
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Se hacía de noche... otro día pasaría, otro día más cerca de la "Verdad Absoluta".
Saeko aún estaba duchándose tras una jornada algo dura por culpa de los Sincorazón, que se atrevieron a entrar en el castillo, la chica ahora no estaba en condiciones para irse a la cama. Saeko llevaba encima su albornoz del baño, y mientras se masajeaba sus pies, alguien tocó en la puerta con algo de brusquedad. ¿De quién se trataría?
—Oh... Gengar, querido, ¿puedes abrir por favor?
—Por supuesto, déjamelo a mí.
Gengar se aproximó a la puerta y Saeko pudo escuchar el sonido de esta abriéndose de par en par. Gengar mantuvo una conversación con alguien, ¿quién sería? Pocos segundos después, el fantasma entró en el cuatro de baño, observando el delicado cuerpo de la joven.
—Saeko, es Andrei, el del dragón de los ojos alados fosforescentes, quiere hablar contigo.
—¡G-gengar! ¡Te he dicho que no entres aquí sin mi permiso! ¡Tienes que respetar las intimidades de una mujer!
—¡Oh, lo siento, perdóname por favor! ¡No me pegues!
Saeko se sonrojó como un tomate y Gengar por el contrario salió asustado y corriendo del lugar, se fue directo a su cama y se escondió entre las sábanas.
Una vez Saeko estuviera algo preparada y tras una ducha, se asomó al pasillo abriendo la puerta un poco, llevaba encima las toallas del baño. Andrei parecía estar apoyado en la pared de enfrente, junto a unas ventanas que daban una vista tétrica, incluso fantasmagórica de la ciudad nocturna.
—Vaya, casi se me comen las cucarachas esperando. Chica, tengo que entrar en tu habitación, te guste o no.
—¿¡Q-qué!?
Andrei abrió la puerta de golpe y una fuerte brisa de viento elevó un poco las toallas de la adolescente, que casi se le caen al suelo frente al aficionado de las cartas, suerte que no llegó a suceder.
—Sí, el otro día pasaba por aquí por un recado de la maestra y se me cayó una carta del bolsillo por accidente, imagino que el viento la habrá colado en tu habitación sin que nadie se enterase... Ahora, si me permites...
Andrei no apartó su penetrante mirada de la joven, esta se sintió intimidada por alguna razón y dejó que Andrei entrara en la habitación. Éste cerró la puerta.
—Mejor así, que hace frío, y ponte algo, que te vas a resfriar y si vuelven a atacar los Sincorazón el castillo, no podrás defenderte. Bien, veamos...
—P-pero... ¿qué crees que estás haciend...?
Saeko se vio interrumpida, Andrei colocó uno de sus dedos en sus labios, pretendiendo que se callase de una vez. El chico se agachó y recogió una carta situada bajo una de las patas de la mesa, apenas visible.
—Soy infalible, diría que hasta puedo sentir mis cartas, sabía que estaría aquí. Vuelve con papá, preciosa. Por cierto, la maestra Ariasu te espera en la Biblioteca, parecía que quería decirte algo. Yo me voy ya, que había un torneo en Ciudad de Paso dentro de media hora, y sin mi baraja completa no me iba a presentar, obviamente. Diana y Shinju también se vienen conmigo, pero creo que ellas tienen otros planes para esta noche. A todo esto, ponte algo de una vez. En fin, mujeres.
—La Biblioteca...
Andrei salió por la puerta, cerrando esta con su marcha. Saeko se vistió con lo primero que cogió y procedió a ir hasta el mencionado lugar, ¿qué querría su maestra a esas horas de la noche? Eso sí, no se podía negar que su escote y su ajustada ropa color negra no provocaran a cualquiera que pasase por allí.
—Maestra... Buenas noches, ¿quería algo?
—Oh, ¡por fin has llegado, tan puntual como siempre, excelente!
La maestra se encontraba frente a la mesa, sentada en una silla, sobre las escaleras, con una lámpara encendida y varios documentos tirados por el lugar, algunos incluso en el suelo. Le dirigió a Saeko una enérgica sonrisa, típicas en ella, y se levantó dirigiéndose hacia la aprendiza, observándola por encima y de arriba abajo, parecía estar analizando algo, intentando comprobarlo por sí misma para estar segura.
—¡Sí, creo que nos irá muy bien contigo!
La maestra daba vueltas alrededor de Saeko, analizando cada centímetro de su cuerpo. Saeko se sintió incómoda y encogió sus hombros.
—M-maestra, no es mi intención faltar el respeto o indagar en asuntos que no me conciernen pero... ¿A qué se refiere?
—¡Muy fácil, Saeko, esta tarde frente a los Sincorazón has mostrado buenas habilidades, no podía esperar menos de ti! ¡Has impresionado incluso a Ryota! Por esta razón, hemos planeado algo esta noche para los tres... verás, hay unos documentos de los que no tenemos información alguna, y para alcanzar la Verdad Absoluta, ¡necesitamos tu ayuda! ¿Aceptarás, verdad?
—Oh, por supuesto maestra, puede contar conmigo para lo que usted quiera. Es un honor que haya pensado en mí para esta tarea.
Ariasu bajó las escaleras dando unos extraños saltitos.
—¡Por aquí, sígueme pequeña! Vamos a ver a Ryota, él tiene ese libro tan extraño con los documentos.
Saeko siguió a la maestra, una vez abajo, la peculiar mujer agarró un libro de una estantería y esta pareció girarse, en su interior había un laberinto de estanterías y más estanterías, una jungla de libros que se perdía en las tinieblas, ¿a dónde llevaba a la muchacha?
Pasó bastante tiempo, y ninguna entabló conversación. La maestra Ariasu seguía con esa extraña manera de caminar suya, hasta que tras girar quién sabe cuántas esquinas y atravesar quién sabe cuántos pasillos, llegaron a una zona iluminada con una lámpara similar a la que tenía Ariasu en la mesa. Allí sentado, estaba el maestro de maestros de Bastión Hueco, Ryota.
—Bien, habéis llegado aunque un poco tarde, mejor así.
Saeko se inclinó ante aquel maestro, haciendo una reverencia, mientras Ariasu permanecería atrás, parecía estar vigilando a la chica por alguna razón.
—Es un honor para mí estar ante su presencia, maestro.
—Me alegra escuchar esas palabras, joven. Esta tarde has mostrado habilidades fuera de lo común en la batalla, por lo que Ariasu y yo hemos pensado sobre ti y tu futuro. Ven, acércate, siéntate a mi lado.
Ryota colocó una silla para que Saeko se pudiera sentar. La chica no dudó y miró con curiosidad aquellos libros.
—Ariasu, puedes irte.
—Bien, ¡te la encargo! Cuídala bien y trata a Saeko con el cariño que se merece.
Ryota no contestó, la maestra Ariasu pareció irse hacia algún lugar. En cuanto el silencio dejó a Saeko y a Ryota solos, el maestro le dirigió una mirada penetrante a sus ojos. La chica por alguna razón se sintió intimidada, hipnotizada por su mirada, fue incapaz de apartar la vista.
—Saeko, desde el primer momento que te vi me pareciste especial. Una mujer diferente de las del resto, nos ayudas con todo tu esfuerzo, y no eres mala persona, eres una mujer bastante educada, eso es bueno...
—M-maestro, por favor, no se acerque tanto, me siento...
—¿Presionada? No te preocupes, simplemente relaja tu cuerpo, pon pasión en tu mirada y no la apartes de la mía. Eso es, pequeña.
La mirada de Ryota había controlado por completo a Saeko, la chica fue incapaz de mirar o hacer cualquier otra cosa, estaba a merced del maestro, sentía admiración por él, ¿acaso iban a llevar a cabo un rito o algo similar para aumentar su poder? Eso pensó Saeko.
Ryota le acarició las mejillas suavemente con su mano derecha, mientras fulminaba a Saeko con su mirada. La chica comenzó a sentir algo en su cuerpo por primera vez, cambios que no había podido presenciar en ningún otro momento de su existencia, sentía que aquel momento la cambiaría para siempre.
—La Verdad Absoluta, eso es lo que quieres, ¿verdad? Te la daremos, pero no será un camino fácil...
Saeko agarró a Ryota por el hombro, mientras miraba al suelo, no sabía como expresar aquellas emociones que surgían por primera vez en su cuerpo. La chica se sonrojó más que nunca.
—Maestro, ¿qué es esto que siento? ¿Acaso tendrá que ver con la Verdad? Por favor... usted lo sabe todo, yo siempre lo he admirado, y... y...
—No hace falta hablar más, déjate llevar Saeko, cuando todo termine, sentirás que éste es tu verdadero lugar.
Saeko inmediatamente se abalanzó sobre Ryota, la chica no pudo contener aquella fuerte sensación, aquel poderoso impulso que la movió a besar a su maestro, sus labios se juntaron. Tras tal acción, Saeko miró en otra dirección, roja como un tomate, intentando coger aire. Su corazón latía muy rápido.
—¡Bueno, bueno, veo que esto ha empezado bien! ¿Me puedo unir a la fiesta?
—Ma... maestra... ¿por qué?...
—Por supuesto, Ariasu. Ven, Saeko esta noche aprenderá que este es su lugar.
—Jijijij, ¡no podía esperar menos de mi aprendiza! ¡No eres en absoluto como Shinju! Comencemos, pues...
La pícara mirada de la maestra junto con una sonrisa juguetona y llena de satisfacción pudo con Saeko, la mujer se acercó por detrás, mientras la jovencita se subía sobre Ryota, de cara a este y dando la espalda a la maestra.
Sin embargo, fue incapaz de contener sus emociones, aquello le superaba.
—¡Ven aquí pequeña, hoy aprenderás muchas cosas, cosas que no podrías aprender en ningún otro sitio! ¡Tenlo bien en cuenta! ¿Por qué crees que te saqué del ciberespacio? ¿Eh? Juntas, podemos llegar lejos, Saeko, vamos... déjate llevar. Siente la pasión, sucumbe a las emociones que te pide el cuerpo, no te arrepientas, ¡será muy divertido!
—¡Soy vuestra, toda vuestra! Pero por favor, rápido, ¡no puedo aguantar más esto!
—Eso es, Saeko, relájate, despacito... No tengas prisa, tenemos toda la noche, y mañana es festivo, no tenemos obligaciones... Disfruta del momento, los Usuarios solemos hacer esto muy a menudo, y lo disfrutamos como nunca, siéntete orgullosa, y poderosa por poder estar entre la maestra y yo. A partir de hoy nos pertenecerás en todo.
—Cumpliré vuestras órdenes, lo que queráis, mi cuerpo es vuestro, mi vida es vuestra. Estoy... estoy...
—Venga Saeko, jijijij, ¿te gusta que te toque ahí? Dime... ¿¡No es divertido!?
—Esto lo disfrutaremos... Pero Ariasu, déjame a mí también un poco, no te la quedes para ti sola...
—¡Estoy cachonda!
Los tres comenzaron a desprenderse de sus propias prendas, las tiraron al suelo sin importar qué. Sus cuerpos comenzaron a rozarse, a entrar en calor, Saeko estaba completamente a merced de Ariasu y Ryota, era la primera vez que experimentaba aquellos deseos impuros, su corazón latía a mil, su rostro estaba completamente rojo, y los maestros parecían disfrutar con aquello, como si lo hubiesen planeado todo de antemano, ¿por qué no habían elegido a otro aprendiz, como Ragun o Shinju? Simple, Saeko era la adolescente perfecta, había caído en sus argucias y disfrutaba de ellas. La chica, a fin de cuentas, era tan impura como sus maestros, pues pareció disfrutar de todo lo que le ordenaron a hacer esa noche.
Saeko soltó un fuerte gemido que resonó a lo largo y ancho de aquel enorme laberinto, pero absolutamente nadie lo escuchó, para suerte de los maestros, ni siquiera Gengar supo jamás lo sucedido esa noche y... quién sabe cuántas más.
La chica aprendió esa noche que sus maestros podían darle desde la Verdad Absoluta hasta el más primitivo de los placeres. Y a diferencia de los maestros de Tierra de Partida, sin duda, los de Bastión Hueco no eran tontos.
Y así, de esta forma, termina una noche que muy pocos llegaron a conocer. Sus encuentros nocturnos a partir de ese día quedarían en sus recuerdos y sus corazones, nada saldría al exterior, jamás. Pasara lo que pasase.
RELATO C
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Estaba claro que Nadhia no tenía suerte en el amor. Xefil, Light, Gengar, Akio, Ryota, Ronin, Andrei, Fyk, Yagami, Alec, y muchos más... la habían rechazado. De todas las aprendizas, ella, la oveja negra de Tierra de Partida, era la única que no tenía novio.
Naturalmente, la amargada y malvada de Nadhia la tomaba con todas aquellas parejas felices. Daba igual donde estuvieran o lo que hicieran, la desesperada se dedicaba en cuerpo y alma a fastidiarles las citas. Miradas feroces, bombas fétidas, pinchazos de preservativos, emboscadas... y muchos recursos más, similares a estos, eran utilizados por la que sería pronto conocida como “La que nadhie quiere”, en referencia a su soledad.
¿Cuándo encontraría un chambelán con el que desahogarse? Solo le quedaba una oportunidad... Solo quedaba un aprendiz con el que probar suerte...
Quería un polvo pero ya.
Se presentó sin previo aviso en cierta habitación, totalmente disfrazada. Vestía un traje de cuero oscuro que realzaba los pechos y las curvas, muy fino, no llevaba nada debajo de éste. Contaba con unos tacones altos y con un antifaz que ocultaba su identidad, ambos de color negro. Por supuesto, también se había recogido el pelo para pasar desapercibida; un gorro negro con dos llamativas orejas ayudaría a esconderlo. Además, portaba un látigo oscuro y de gran alcance, perfecto para amansar a las fieras (o más bien, a los cachorrillos que la temían por su fealdad)
Sí, el disfraz de Catwoman era su favorito: el traje perfecto para engatusar a los hombres.
¿Quién sería el “afortunado” que se tendría que enfrentar a esta chica hormonada... de 21 años?
—Pensé que me habían convocado para un entrenamiento, pero parece que fue un error. Ya llevo cinco meses sin hacer ninguna misión, qué extraño... —susurraba Derhe, inmerso en sus pensamientos y en el bocadillo de tortilla. Abrió la puerta de su habitación, y...
Se encontraría su habitación, lógicamente, pero estaba algo cambiada. Aunque su pésimo sentido del olfato no era lo suficiente sensible para notarlo, se respiraba un aroma bastante afrodisiaco que activaba el deseo sexual.
—Ven aquí, machote. Hazme tuya, ahora —sugirió la mujer del traje de cuero que se hallaba ante él, con el dedo índice en la boca y una mirada intensa, unos gestos bastante sugerentes sin duda.
Derhe se percató de la presencia de la desesperada en su habitación. Se ruborizó.
—Encapuchada y desesperada... ¿Eres aquella conocida como “La que nadhie quiere”? —arrojó el bocadillo en el suelo, sus ojos se salían de las orbitas. Quería huir, tenía que escapar, pero la puerta de su habitación se había cerrado por arte de magia. El miedo le paralizaba—. ¿¡Qué quieres hacerme!? Yo... no quiero tener nada contigo, ya tengo novio...
—No te equivoques, vaca estúpida —espetó, azotándole sin piedad con el látigo que portaba. Derhe soltó un débil gemido, y retrocedió hasta una esquina de su cuarto, asustado—. Yo solo busco una cosa: sexo... ¡Pero no te preocupes! Tu querido novio no se enterará de esto...
Estaba desesperada, eso estaba claro. El único con el que había tenido relaciones sexuales había sido una bola de gas, pero la satisfacción no fue la esperada, aquella vez no contaba. Tenía que hacerlo con un hombre de verdad...
Bueno, con un cerdo.
—Lo siento... pero tengo que hacerlo, o... me moriré. Todos me han rechazado porque soy fea, ¿verdad? Siempre había una chica más bonita que yo. Mei, Fátima, Hana, Rhía, ¡todas ellas son mejores que yo! ¿¡Por qué!?
Otro látigazo.
—¡Te-te equivocas, Nadhia! ¡Tú... eres muy guapa! —exclamó, aunque no era del todo sincero. Solo quería que se fuera de su habitación—. ¡Se-seguro que encuentras a alguien que te quiera! ¡Ten paciencia...!
¿¡Paciencia!? Siguió azotándolo, una y otra vez. ¿¡Cómo se atrevía a asegurar que no tenía paciencia!? Toda una adolescencia de soledad, sin ningún chico que se le acercara. Definitivamente le iba a...
—Te vas a enterar.
Arrojo el látigo lo más lejos que pudo y se tiró encima de Derhe, para hacerlo suyo. Le desnudaría en menos de diez segundos, con mucha brusquedad, entre gemidos y babeos, en verdad estaba tan desesperada como los rumores decían. La bola de grasa intentó defenderse, pero sus músculos flácidos no eran suficientes para pararla.
—Nadhia... me haces daño, no... oh... no... ahí no... —negó tembloroso con la cabeza, las manos de la gata se dirigían hacia cierto lugar...
—No puedes escapar de mí. Prepárate para...
¿Conseguiría tan fácilmente el deseado polvo?
—¡Magia doble!
>>¡Ciclón!
Desgraciadamente, interrumpirían su momento. Un ciclón de viento impactó agresivamente contra ella y la mandó hasta el otro extremo de la habitación, sin piedad. Un nuevo personaje había entrado en la habitación.
—¡I-ivan!
Ivan Kit no esperó un instante más, y aprovechó que Nadhia estaba ligeramente aturdida por el ataque. Salió corriendo hacia los brazos de su amor, que mostraba un rostro empañado por las lágrimas, a causa del miedo.
—¡Mi amor! Perdóname por haberte dejado solo. ¿Te ha hecho algo malo? —preguntó Ivan, con una preocupación natural en su mirada.
—Estoy bien, Ivan... ¡No! ¡Detrás de tí!
Nadhia se había levantado del suelo y se dirigía con una velocidad vertiginosa hacia Ivan, estaba dispuesta a matarlo. Cogió el látigo y se lo enrolló por el suello con mucha facilidad, como si de una serpiente se tratara, parecía mágico. Le arrojaría al suelo y le arrastraría hacia ella, como un perro, asfixiándolo. Ivan intentaba quitarse la serpiente del cuello, pero era imposible.
—¡¡Nadhia!! ¡¡Libérale y déjanos en paz, por favor!! —sollozaba Derhe. Inmóvil por el miedo que le inspiraba la violadora, era incapaz de salvar a su amado...
—No te metas en mi camino, Kit.
—Derhe... es mi hombre... y si le tocas... un pelo —Ivan alzó su rostro enfurecido y agarró una de las piernas de la mujer desesperada. Advertiría a Nadhia de las consecuencias—: ¡¡Te mataré, zorra!!
Tiró de la violadora, consiguiendo que se precipitara sobre el suelo, con él. Tras esto, empezaron con cachetadas y arañazos; toda una batalla de fieras.
—¡¡Parad de una vez!! No luchéis por mí... por favor, yo no quiero que luchéis por mí, no me lo merezco... —ocultó su desnudez con unas mantas y se llevó la manos a la cara. Rompió a llorar, pero eso sí, no se cortaría un pelo en coger el bocadillo de tortilla del suelo y en seguir comiendo...
Menudo marrano.
Nadhia empezaba a cansarse de todo aquello. No podía seguir luchando contra Ivan, tenía una noche que aprovechar.
—Lo he decidido. Ambos seréis míos, y nadie podrá permitirlo. No os vais a escapar de mí —comentó, levantándose del suelo tras la pequeña lucha. Sin venir a cuento, silbó. Acaso... ¿tendría algún as bajo la manga? En efecto, la mascota de Nadhia entró de improvisto por la ventana, preparada para acatar las ordenes de su dueña—. ¡Tandy! ¡Atracción sobre ellos!
—¡¡Nooo!! —chillaba mientras masticaba tan pancho, en una esquina de la habitación.
El risueño moguri de alargadas orejas materializó dos bolas rosas en sus manos. Si aquellas bolas de luz impactaban contra los aprendices, se enamorarían irremediablemente de Nadhia.
—¡Yo soy vuestra única mujer! —chilló con todas sus fuerzas, estaba claro que había perdido la cordura.
Ella se saldría con la suya...
No.
Realmente no, las bolas de luz de atracción desaparecerían. Nadhia no contaba con la mascota de Ivan, Pichu, quien saltó hacia Tandy y le electrocutó con una de sus letales descargas. La mascota de Nadhia no pudo resistir el ataque eléctrico y cayó al suelo, literalmente frito.
—¡Tandy! ¡No...! —se volteó hacia su mascota derrotada.
—No bajes tu guardia. ¡Magia doble!
>>¡Campo helado!!
Nadhia había olvidado por un momento a Ivan. Éste concentró una gran cantidad de poder mágico para después liberarlo en forma de un hechizo de hielo. Los pies de la acosadora quedarían congelados al instante, irremediablemente, no podría escapar de allí.
—¡Sácame de aquí! ¡Mierda! ¿¡Por qué a mí!? ¡No puedo salir! ¡¡Sacadme!! —exigió, cabreada, sabía que había perdido el combate. Sin nada que pudiera hacer, simplemente, chilló.
Ivan se levantó del suelo y se dirigió hacia ella, con la Llave Espada en mano, para rematarla. Era la oportunidad perfecta.
Pero Derhe se interpondría...
—¡¡Ivan! Ya es suficiente, por favor, para. Creo que ya ha aprendido la lección. Hazlo por mí... —le rogó, tomándole entre sus brazos grasientos, impidiendo que avanzara un paso más.
Estaba claro que Ivan no podía resistirse a los deseos de su amo, su señor. Su corazón latía a una velocidad vertiginosa...
¿Y si...?
—Si tú me lo pides, lo haré. Todo sea por nuestro amor... —se quitó las gafas y juntó sus labios con los suyos. Se comerían la lengua entre gemidos durante un buen rato, y después, sugeriría lo que estaba deseando desde hace mucho tiempo—. Pero a cambio, olvidémonos de esta violadora y gozemos de nuestra mejor noche en mucho tiempo, ahora.
Y sería tal como dijo Ivan. Presos del aroma afrodisiaco y de la tensión sexual, la pareja haría todo tipo de cosas asquerosas allí, en la gigante cama de Derhe Yeno. Ignorarían la presencia de Nadhia y se concentrarían en sus travesuras eróticas.
Estuvieron horas en la cama, entre gemidos...
Pero os estaréis preguntado... ¿Qué pasó con Nadhia, mientras?
—¡¡Yo también quiero!! ¡¡Yo también quiero!!
Pues la mujer vestida de gata no pudo hacer absolutamente nada. Derrotada, y víctima del hechizo de Ivan Kit, se limitó a presenciar todo el acto sexual de la pareja, con los dientes largos. No tenía la suficiente fuerza requerida para romper el suelo helado, ni la voluntad. Impotente y deprimida, solo podía ser espectadora de su amor nauseabundo, nada más.
¿Encontraría Nadhia alguna vez el verdadero amor?
Difícil, pues “nadhie” la quería...
RELATO D
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...tranquila, y plácida, los jardines estaban casi vacíos. El joven Xefil leía un libro cualquiera tratando de olvidar el incidente que pasó en Ciudad de Paso, mientras Light se disponía en bajar las escaleras. Se saludaron como solían hacer, ya era buenos amigos, claramente.
Light se acercó y cogió el libro del castaño para leer la primera frase de la parte por la que iba el otro chico. Se sentó a su lado para cerrar el libro.
-En verdad, Xefil, ¿por qué no lees algo más entretenido?
-Calla, es algo que me interesa.
-Uy, perdona. Bueno, ¿Desconectas un poco de la rutina?
-Si te da la gana…
-Perfecto, ¿Hacemos preguntas tontas?
-¿Qué quieres decir?
-¿Has besado a una chica?
-Puede, pero es por costumbre de mi clase social en mi mundo.
-¿Y un chico?
-No…
-Yo tampoco…
Light miró al chico y suspiró y le besó en la mejilla. El chico de Reino encantado se cayó hacia atrás mirando sorprendido a el de Villa Crepúsculo. Éste último sonrió. Era algo extraño para los dos.
RELATO E
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Era una noche de oscuridad en Bastión Hueco, como no. La mayoría de aprendices estaban extasiados, pues hacía unos días se había celebrado una gran fiesta de navidad. Con lo típico que traen esas celebraciones. Comidas con todos reunidos, discursos de Ryota sobre la importancia de descubrir la verdad, Ariasu pillando cogorzas monumentales… Incluso se había hecho lo típico del amigo secreto.
Todos los regalos habían sido especiales a su manera: Saeko había recibido algo que parecía una aspiradora similar a la de “Caza fantasmas”, Ragun un traje con minifalda incluido etc. Todos excepto Saito y Yagami, los cuales habían estado de misión el día de repartir los regalos y “Os jodeis” fue lo único que soltó Andrei Saveedra al respecto, decidieron dejar el tema en paz.
Saito no podía dormir aquella tranquila noche, rodaba sobre su cama sin parar. Aquellos momentos de paz, le recordaba a los que había vivido con Louise.
Desde hacía unas semanas todo le recordaba a ella. El colgante, el pasar tiempo junto a otros, el regalarse cosas, las muestras de afecto… pero últimamente la cosa se había pasado de castaño oscuro. Incluso el ir al baño le recordaba a Louise en cierta manera, también cabe decir que fracasaron en su misión ya que Saito confundió a un Sincorazón con Louise y al ir a abrazarlo casi le arranca lo que viene siendo la cabeza, suerte que Yagami estuvo ahí para evitarlo o Bastión Hueco hubiese perdido a uno de los suyos, y era lo que les faltaba en días señalados.
Saito se encontraba inmerso en sus pensamientos, cuando alguien llamo a la puerta.
Este fue a abrir, a pesar de que no había tardado ni un minuto en llegar a la puerta volvieron a golpearla.
-¡Ya voy, ya voy!-dijo este de mala gana, pues aunque no durmiese, eran las 5 de la mañana.
Al abrir se encontró con una sorpresa. Yagami se encontraba de pie, con una pose típica de cuando se enfadaba con Saito, que era constantemente.
-¿Necesitas algo? ¿Agua, sal, azúcar, lejía?...-dijo este con tono sarcástico.
-Pues no es precisamente eso lo que me trae aquí.
Saito se impacientaba y no tardó en preguntarle que era directamente lo que buscaba.
-¿Qué quieres entonces? Espero que sea importante, no se si sabes que yo duermo y esas cosas.
Yagami hizo caso omiso de la pregunta y entró en la habitación de Saito antes de que este pudiese cerrarle la puerta. La cerró después, pues pensó que quizá algo de conversación no vendría mal.
-Te he hecho una pregunta, no una invitación a mi cuarto.
-Lo que quiero saber, es por qué casi dejas que un Sincorazón casi te mate.
A Saito la pregunta le pillo desprevenido. Ni siquiera pensó antes de responderle.
-Hombre, matar, lo que se dice matar no era… solo me hubiese dejado sin cabeza.
Yagami pareció perder los estribos ante la gilipollez de su compañero
-¿Eres una cucaracha ahora y no me he enterado? ¡Venga déjate de rollos y cuéntame qué coño te ha pasado!
Yagami parecía bebido, pues el aliento apestaba a JB y Vodka. A Saito no le extrañaba que estuviese así, ya se había acostumbrado a soportar sus borracheras y las consecuencias de estas.
-Mira mejor lo hablamos mañana… no creo que estés en condiciones de hablarlo ahora.
Yagami se enfadó ante aquél comentario y empujo de improvisto a Saito que cayó en la cama.
-¡QUE ME LO DIGAS!
Saito se enfadó ante aquella actitud borracha que desprendía su compañero y se levantó y al acto seguido arrastro a su compañero hasta la cama, quedando encima de él y propinándole un puñetazo.
-¡No lo comprenderías!- fue todo lo que se limitó a decirle Saito.
Yagami parecía enfadado ante aquella actitud, y no se sabe si fue por la borrachera o por su locura forcejeó con Saito a base de puñetazo limpio, quedándose él encima en esta ocasión.
-¡Seguro que ha sido por esa golfa de Louise de nuevo! ¿Me equivoco?
Saito intentó recuperarse y golpear a su amigo, pero la fuerza que este ejercía sobre él era superior y Saito no podía moverse. La impotencia fue tal, que a la luz de aquella pequeña lamparita que colgaba en la mesilla de Saito parecía que este hubiese derramado alguna que otra lágrima y su voz no mostraba algo muy alejado de la realidad.
-¡Pues sí, ha sido eso! –dijo- Creí verla y ya está ¿vale?
-¡Últimamente la ves en todos lados tio! ¿No te das cuenta de que vas de mal en peor? ¡Si hasta creíste que Ragun con aquél traje y aquella minifalda era ella!
-¡Era muy femenino!... Además no lo entiendes, la hecho mucho de menos, estas fechas es para estar con los seres queridos, no para ver como Shinju echa la pota en el belén viviente.
Algo de razón tenía Saito, Yagami no lo entendía. No entendía el motivo que podía llevar a alguien a intentar abrazar a la escobilla del váter o a saltar del Glider por creer ver a esa persona en el espacio. Su amigo había perdido la cordura por amor, y entonces fue cuando se dio cuenta que podía y quería aprovecharse de eso.
-Claro que lo entiendo Saito…-dijo rozando el pecho de su camisa de una forma bastante afeminada pero ridícula.
-¿Qué demonios dices?...
-Digo que se lo que se siente estar así…
No lo creo. –Saito era crédulo. Pero no imbécil.
Yagami acercó su mano hacía los ojos de Saito y los tapó, dejándole parcialmente a oscuras.
-¿Quieres jugar al veo veo?
-No. Quiero que veas esto Saito, yo… yo soy Louise.
Al quitar su mano, Saito se encontraba viendo a su querida Louise, en lugar de al borracho de Yagami. ¿Era un espejismo? Y tanto que lo era. El que seguía ahí era el borracho de Yagami, pero Saito estaba tan ciego de amor que veía a Louise en lugar de a su compañero, y este último lo sabia a la perfección.
-Louise… Yo te he buscado tanto…- se precipitó hacia ella y la abrazó, bueno, abrazó a Yagami.
-Lo sé mi querido Saito, lo sé y aquí me tienes…-Yagami se descojonaba. Pero intentaba no reírse, no fuese a ser que le descubriese por eso.
-Louise… yo te amo –le beso inesperadamente. Yagami tenía pensado darle un buen puñetazo, pero decidió dejarlo para mañana, pues ahora veía a Saito un poco más doble de lo que lo veía antes.
-Saito… hazme tuya–Gritó Yagami con una voz áspera pero que Saito entendía como música angelical.
-Como desees Louise… no olvidarás esta noche.
En los ojos de Saito brillaba una locura que Yagami no había visto hasta ahora. La locura del amor. Este último iba muy borracho, y aunque quería parar no podía, había decidido jugar hasta el final y eso haría.
Y lo hicieron. Tuvieron sexo del puro y del no tan puro. Cuentan que días después de que a Saito se le curará la fisura, descubrió que diantres había pasado exactamente. Pero fue muy lento, Yagami ya se había fugado hacía el mundo más cercano.
Lo que pasó después sigue en un gran enigma. Se contaron rumores de que Yagami había sido sodomizado por el propio Saito en un mundo llamado “El Bosque de los Cien Acres” y que cada habitante quedó más que traumatizado.
Ya lo dice el refrán: Dios los cria, y ellos se juntan.
RELATO F
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—¿Los hemos perdido? —preguntó Ragun.
Light se volvió con esfuerzo para mirar entre los matorrales. Estaban en una pequeña colina y habían corrido tanto que ya ni veían la mansión. Buscó entre los árboles, pero no advirtió ningún movimiento y se relajó.
—Eso parece…
Ragun suspiró de alivio y se levantó un poco la falda para poder palparse el tobillo.
—…Creo que se ha torcido un poco. .
Light se volvió hacia él con brusquedad y sus ojos destellaron con avaricia.
—Entonces, tendremos que asegurarnos de que no es grave. Déjame ver.
Dios, llevaba deseando acariciar esas piernas que caminaban con la refinación de un oso sobre los lindos zapatitos de charol desde que Ragun se puso aquel vestido, que le mantenía en ebullición como a cualquier otro adolescente hormonado que viera un traje con volantes y corsé.
El que las mejillas de Ragun se encendieran y empezara a balbucear no hizo nada más que tentar a Light.
—¡No necesito que mires nada! ¡Ya me lo quito yo!
Le temblaban las manos mientras se levantaba con extremada lentitud la falda… Y los ojos de Light se clavaron en las larga medias oscuras que perfilaban las musculosas piernas de Ragun y terminaban en unas ligas que las unían a unas braguitas negras ribeteadas de tela blanca.
Algo rugió dentro de Light, una bestia que no había sabido que anidaba en su interior. Intentó resistirse, pero no podía apartar la mirada de las peludas ingles de Ragun, que parecían un bosque que rodea un volcán a punto de entrar en erupción.
Habría podido contenerse, si Ragun no le hubiera mirado con esa mirada avergonzada, sumisa y sus labios húmedos entreabiertos, que le invitaban a devorarlos. De pronto se arrojó sobre él como un animal.
—¡No! —se quejó Ragun con voz llorosa. Light le arrancó las medias y el chico soltó un agudo y resonante quejido—. ¿Qué haces? ¡Estamos en el juego, no podemos…!
—A la mierda el juego.
—¡No puedes hacerme esto!
Light lo aprisionó contra el suelo sentándose a horcajadas sobre Ragun, que se retorcía débilmente en sus brazos, en el fondo ya rendido. Pero Light sabía que necesitaba excusas, que quería ser dominado.
—He visto cómo me mirabas —y sus manos empezaron a explorar bajo la falda. Ragun cerró los ojos y empezó a gemir mordiéndose sus tentadores labios—. Nunca habría imaginado que eras tan dócil, Ragun. ¿Quieres que el amo te lo haga pasar bien?
Ragun contuvo un gemido ronco y asintió, entre jadeos, y Light pensó que se derretía allí mismo.
—Sí…
—Sí “mi amo” —y lo castigó de tal manera que Ragun volvió a revolverse, restregando sus caderas contra las de Light—. Vamos, dilo.
—Sí… mi amo…
—¿Qué es lo que quieres? —Light estaba disfrutando, y se le notaba en la sonrisa maliciosa que le bailaba en los labios.
Ragun lo miró con reproche, pero la necesidad era demasiado grande.
—Que… que mi amo me lo haga pasar bien… Que me muestre su mejor arma y me haga ver las estrellas.
Y Light no pudo más. Levantó los faldones del trajecito de sirvienta que le iba a pasar la mejor noche de su vida y le aseguró a Ragun:
—Te mataré de placer.
Y hasta que se les terminó el tiempo, Light usó su espada para entrar en el mundo de Ragun… Y convencerlo de que lo mejor que podía hacer era volver a la luz.
RELATO G
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—No puedo decidir entre los dos...
La pequeña Maya retiró el gigantesco dedo que acariciaba su mejilla con un manotazo y apartó el rostro para que no notasen sus ojos vidriosos. Intentando ocultarse de sus amantes, tomó su sombrero con la punta de sus dedos y lo bajó hasta que éste escondió su adolorida mirada. Aunque muchas veces en el pasado los había observado con cariño y ternura, ahora no podía permitirles que se encontraran con sus ojos esmeralda. No así... No cuando no podía decidir...
—O soy yo, o el gorila, kupó. Debes elegir quién te importa más.
—No puedes quedarte con todo el menú. Decide qué platillo tomar.
Aquellas habían sido las palabras que tanto la habían lastimado. Cuando sus dos amores, el gigantesco Higashizawa y el esponjoso Mog, la habían abordado mientras regresaba a su habitación tras un día de entrenamiento. Cuando supo que no podía evitar el problema por más tiempo. Cuando supo que tenía que elegir.
¿Pero cómo podía? ¿Cómo podía decidir entre Higashizawa, el gran hombre que le había mostrado los ingredientes perfectos para la receta del amor por primera vez en su vida, habiéndola poseído con rudeza y brusquedad sobre la barra de la cocina; y Mog, el romántico y adorable moguri que había conquistado su persona con sincera y bella poesía, volviendo loco a su pequeño y joven corazón? ¿Cómo podía...?
Recordaba con nitidez el vívido y brusco tacto de Higashizawa recorriendo su frágil y virgen piel, aprisionándola con su cuerpo contra el metal de la barra, produciéndole nuevas y cautivadoras sensaciones: el calor que brotaba de los torpes dedos del chef y que recorría las casi inexistentes curvas de su cuerpo, oponiéndose al frío acero que erizaba la piel de su espalda; el tibio aliento que brotaba de los labios del hombre, tentándola a acercar los suyos y obtener aquel preciado contacto; sus vestimentas lentamente deslizándose lejos de su cuerpo y cayendo en un desordenado montón en el suelo, junto a las de su amante.
La noche que la niña había decidido ordenar la "Sorpresa Especial para Amantes de la Carne" en la cafetería, incluso cuando otros Aprendices le habían recomendado no hacerlo... bueno, aquella había sido la mejor noche de su vida. La comida tuvo un sabor especial la mañana siguiente, especialmente considerando que Higashizawa la había arrastrado entre las ollas y la había tendido boca arriba antes de...
Cielos. Dulce néctar. Recordarlo encendía sus mejillas.
Mog, por otro lado, la había cortejado con dulzura. Desde que la había visto participar en la guerra de pintura, había dicho, "su angelical rostro no había abandonado su memoria". Oh, las palabras que aquel moguri le decía al oído, susurrándole con complicidad en medio de los entrenamientos, incluso con Kazuki observando. Los múltiples regalos que le había dado, esperando obtener su aprobación. Y aquel paseo por los jardines, el cual había terminado con una sensual invitación por un camino de pétalos de rosas hasta la habitación del peludo ser.
El pequeño moguri no se comparaba, en lo más mínimo, con la sorpresa especial del chef, pero sus gestos eran más dulces y sensuales... Era un placer diferente al de clase prohibida que Higashizawa le había mostrado, pero no por ello menos idílico y deleitoso. Un paraíso para un joven corazón enamorado. Su aliento olía a fresas, recordaba, y la sensación de éste en su oído la hacía estremecerse, una y otra vez.
También sabía a fresas.
¿Cómo...? ¿Cómo podía elegir entre ambos...?
—No... No... —no pudo más. Aún sin mirar a sus dos amores, no podía resistir: sus recuerdos eran demasiado por sí solos. Súbitamente, la niña estalló en llanto. Entre sollozos, continuó—: N-no pu-puedo... ¡No p-pu-puedo!
Higashizawa y Mog se miraron con una mueca. La pequeña Maya, a la que antes habían hecho feliz tantas veces (a su manera), ahora sufría por culpa de ellos. ¿Qué clase de amor era ése, si tenían que obligarla a elegir aunque no pudiese?
La verdad... era que tampoco ellos podían.
Por ello tomaron sus manos y sonrieron. "No tienes por qué decidir hoy", dijeron, "No esta noche". Y así, los tres se alejaron de la puerta, de las miradas y oídos intrusos. Donde sólo ellos pudiesen disfrutar de su momento juntos.
De la Sorpresa Especial de aquella noche. Del olor a fresas.
Cielos. Iba a ser destrozada <3
RELATO H
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—¿¡Qué!? ¿Eras uno de ellos todo este tiempo? ¡Perro estúpido, estúpido!
Los gritos de Kefka llegaron a oídos de Hiro, que acababa de contemplar un horrible desastre en el bosque de Tierra de Dragones: el agua que conducía al campamento militar más cercano había sido envenenado por su culpa, y además, los árboles detrás de él estaban en llamas. Y todo se hacía extrañísimo: desde la primera vez que había visto al payaso, Hiro se había sentido... Acalorado.
Era una sensación extraña que sólo había notado antes cuando se quedaba atontado mirando a Kairi. Kefka despertaba cosas en él que desconocía, incluso en su corazón. Él no era un cualquiera, era... Especial. Pero... ¡No! ¡No podía sentir algo así por nadie que no fuese Kairi!
—¿Qué te sucede? —preguntó Kefka, observándole fijamente y acercándose lentamente a él—. Ah... Te gusta lo que ves, ¿eh, perrito?
Kefka se quitó sus ropas y dejó al descubierto su pecho, también maquillado en color completamente blanco. Sus pezones rosados hicieron que la salchicha de Hiro se volviese dura como un palo en cuanto le vio semidesnudo, frente a él. El payaso caminó hacia él lentamente, mojándose el dedo índice con su alargada lengua y pellizándose su propio pezón con una sonrisa traviesa.
—Oh, Hiro... No sabía que te gustase tanto, ji, ji, ji.
—Yo... No...
Kefka se colocó frente a él y le tomó la barbilla, colocándola a apenas unos centímetros de sus labios. Hiro enrojeció de inmediato al ver los brillantes ojos de su enemigo tan cerca. Quería abrazarle, besarle y tirarse con él al río, ignorando el fuego y el agua envenenada.
—Pero Kairi... —se recordó a sí mismo, con el rostro de su amada en la mente.
El payaso no contestó de buena manera a aquel nombre. Pegó una potente bofetada a Hiro que lo tiró al suelo, bocabajo; la hierba amortiguó la caída, pero siguió siendo un golpe doloroso.
—¡Bah! ¡Eres un mal perro, sólo me necesitas a mí! ¡Olvida a esa furcia!
Kefka agarró de los pantalones a Hiro y tiró con fuerza, mostrando su culito peludito. El payaso se frotó las manos y le agarró del cuello con fuerza, deshaciéndose también de sus atuentos para colocarse desnudo sobre él.
—¡Has sido un perro muy malo, Hiro! ¡Muy malo!
Y con la fuerza de un martillo, Kefka comenzó a darle por detrás. Hiro comenzó a aullar entre el dolor y el placer, mientras el payaso reía como un condenado loco psicópata. Sus risas, casi gemidos, se volvían cada más rápidas y alocadas. Al cabo de un par de minutos de duro sexo, apretó el cuello de Hiro, estrangulándolo, y le obligó a levantar la mirada.
—¡Dilo, Inukai! ¡Di quién ha sido un perro malo!
—¡Yo he sido un perro malo! —sollozó Hiro, lleno de placer por dentro aunque lo estuviese pasando mal—. ¡Yo he sido un perro muy malo!
—¡Sí! ¡Sí! ¡Has sido un chucho malo, y por eso te estoy dando tu hueso favorito! ¿O quieres que te lo quite, eh?
—¡No, no, mi hueso no!
Kefka siguió dándole su hueso favorito, cada vez con más energía y violencia. Pero algo se cruzó por la mente de Hiro: el rostro de Kairi, su verdadera amada. Si llegaba hasta el final con Kefka, le habría traicionado... La perdería para siempre, obligado a tener niñitos maquillados de blanco que envenenaban ríos en un futuro...
—¡No!
Hiro se zafó de Kefka y lo tiró a un lado, lleno de pena por dentro. El payaso rodó por el suelo y le observó mientras el chico volvía a colocarse los pantalones, dándole la espalda: asombrado, el villano se acercó también a sus ropajes, vistiéndose de nuevo.
—¿Por qué? —murmuró Kefka para sí mismo, asombrado—. ¿¡Por qué no me quieres amar!?
—Porque ella, Kairi... Es mejor que tú —afirmó Hiro para sí mismo, cerrando los ojos para recordar mejor su rostro—. Ella no me maltrata, no me pega. El sexo con ella es tranquilo y bonito, mientras que tú me usas como tu patito de goma... ¡Por eso le elijo a ella!
Algo se rompió dentro de Kefka. Lo poco que quedaba de su corazoncito no maquillado fue destrozado, dejando un monstruo sin sentimientos. Vestido de nuevo, y con odio en el rostro, clavó su mirada en Hiro mientras llegaban dos desconocidos más, Axel y Fátima.
Estaba decidido. Se montó en su fiel caballo Wedge y señaló a Hiro con el dedo índice, más lleno de ira que nunca. Si él no le tenía, nadie lo haría: lo mataría, allí y ahora.
—¡Nadie engaña a Kefka y sale de rositas! ¡Nadie! —aseguró el payaso, dirigiendo con violencia su montura y dirigiéndola hacia los tres jóvenes, furioso y marcando su objetivo en Hiro—. ¡Te convertiré en comida de gato, Hiro Inukai!
Kefka se lanzó a por Hiro, dispuesto a hacerle daño. Pero nadie notó cómo una lágrima caía de sus ojos...
Una lágrima de amor imposible.
> Tenéis de plazo desde el día de hoy, 14 de Diciembre, hasta el día 24 a las doce de la noche. ¡Navidad, Navidad, dulce Navidad!
> Los resultados serán publicados el día 27 de Diciembre.
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