[Prólogo] Infancia arruinada

[Nell]

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Prólogo de Naxid.

Desde la muerte de sus padres, para Naxid la vida había ido de mal en peor. Había tenido que delinquir, que robar, que añorar el calor de un hogar... Pero, finalmente, se había reincorporado a la sociedad legal y había comenzado a trabajar en una tienda del Distrito uno. Y a mejor hora, imposible, puesto que los sincorazón habían ocupado el resto de Distritos y los clientes habían aumentado, al congregarse todos en la única zona segura de la ciudad. Hacían buena caja todas las semanas.

Sin embargo, el pasado siempre acaba persiguiéndote, y eso estaba a punto de comprobarlo Naxid aunque, obviamente, no podía saberlo aquel día al despertarse por la mañana, muy temprano, debido a que debía abrir la tienda (fuera de lo que fuese) y ponerse a trabajar, para tener contento al jefe.

[Naxid]

Naxid despertó envuelto en sudor, había vuelto a tener esa pesadilla que muchos días ya había soñado. En la pesadilla se mostraba una escena de aquel trágico día en el que sus padres y su hermana Ana murieron. Se veía así mismo en el suelo llorando y agarrando la mano fría y muerta de la pequeña niña. Naxid tragó saliva y se levantó de la cama, comenzó a vestirse y se puso una sudadera de color púrpura con capucha. Era muy temprano y hacía frío así que Naxid pensó que sería mejor cogerla. A los diez minutos salió por la puerta de su casa y bajó las escaleras de su edificio, éstas estaban desiertas a esas horas de la mañana, de todos modos Naxid no se hubiera molestado en saludar a sus vecinos, era bastante cerrado en ese aspecto. Tras varios minutos andando llegó a la puerta de la tienda de ropa en la que trabajaba de dependiente desde muy temprano hasta muy tarde. Eran las siete y veinte, así que pensó en ir a dar una vuelta puesto que aún le quedaban diez minutos de tiempo libre hasta que tuviera que abrir la tienda. Paseó hasta la puerta del Distrito dos, aquí se detuvo; pasó su mano derecha sobre la gran puerta y se le pasó por un momento por la cabeza la idea de ir al segundo Distrito, a su hogar, con su familia...

—Ellos están muertos.—se recordó a si mismo Naxid— No van a volver.

Tras asimilarlo, volvió directo a la tienda y la abrió como hacía todas las mañanas. Se sentó en la silla del mostrador y sacó de un cajón una foto en la que estaba su familia y que él guardaba de recuerdo para momentos en los que se sintiera solo. Una lágrima apareció por sus ojos.

—Los héroes no lloran.—pensó, tajante.

[Zee]

La primera hora que el chico permaneció al frente del mostrador fue tan normal como cualquier otra. A veces parecía que nadie se aproximaba ni a echarle una ojeada a la mercancía; otras, el muchacho tenía problemas para atender a todos a la vez. A veces se equivocaba al acomodar los bienes comprados o al contar el dinero, y por lo tanto terminaba por recibir algunas quejas; otras, hacía su trabajo también que amables clientes lo recompensaban con algún platín extra.

Sí, perfectamente normal. Tranquila. Agradable.

Por lo menos, hasta que un joven gordinflón y sudoroso, con gafas, sandalias y gorra, entró a la tienda sin siquiera mirarlo. A Naxid le pareció que se veía distraído, como si sencillamente estuviese allí para pasar el rato y sin la más mínima intención de llevarse algo. El chico dejó escapar un bufido y luego volvió a abrir el cajón donde guardaba la vieja fotografía.

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Aparentemente, el ruido atrajo la atención del único cliente en la tienda, quien le dedicó una rápida mirada al chico encargado, para después volver a examinar secamente el estante que tenía al frente. Luego, como si algo hubiese hecho click en su interior, miró a Naxid por segunda vez, ahora con más detenimiento.

—Eh... Yo a ti... —Naxid le regresó la mirada una vez comprendió que se refería a él—. ¡Yo a ti te conozco! ¡Tú eres aquel chaval que me rompió dos vitrinas y me robó en mis propias narices!

[Naxid]

Era verdad y Naxid lo sabía muy bien, no recordaba con exactitud al hombre que tenía delante pero sabía muy bien a qué se refería. Justo hace dos años, cuando Naxid aún delinquía entró en una tienda del Distrito uno a robar, rompió la vitrina delantera y robó algunas pertenencias; al parecer, tras montar un escandalo, el dueño de la tienda le escuchó y Naxid tuvo que huir rompiendo la vitrina de detrás. Por lo que se ve, aquel hombre sí lo recordaba a la perfección a él, Naxid agachó la cabeza como si no lo hubiera oído. Abrió de nuevo el cajón para ver la fotografía de su familia y su prepotencia y arrogancia le hicieron volver a meter la pata. Se levantó de la silla decidido y chilló:

—¡Tú no eres quien para amenazarme!

Se quedó ahí en medio parado mientras aquel hombre seguía mirándole con aires desafiantes.

—"Mierda." —pensó el chico— "La he vuelto a cagar"

[Zee]

Afortunadamente, aquellos dos individuos se hallaban solos en el establecimiento, por lo que nadie más presenció la rudeza de las palabras de Naxid, quien se preocupaba especialmente en no traer mala fama a la pequeña tienda. Sin embargo, eso no le restaba gravedad o importancia al asunto. Podía haberlo negado todo con tranquilidad o sencillamente fingir no haber escuchado nada; si bien era posible que estas posibilidades tampoco hubiesen funcionado, pero no habría quedado tan mal parado como lo estaba haciendo en aquel momento.

El hombre dejó salir una sonrisa prepotente.

—Eh... ¿Así se trata a los clientes en este lugar?

Naxid tragó saliva.

—¿Cómo es que han contratado a alguien tan maleducado? Y una rata de calle, además —atacó el hombre—. Seguro que el distrito se sentiría deshonrado de tener a un dependiente tan deficiente como tu jefe.

[Naxid]

Naxid no aprobaba lo que aquel hombre estaba diciendo, una cosa era criticarle a él y otra muy distinta era criticar a su jefe. Su jefe se lo había dado todo, le había dado una casa, la oportunidad de trabajar y lo más importante, la oportunidad de cambiar de vida. Era la única amistad que tenía en Ciudad de Paso y aún así, apenas hablaban el uno con el otro, era una relación de compañeros de trabajo pero muy buena.

—Mi jefe no ha hecho nada, no consentiré que hable así de él. —Naxid se sentó en la silla de nuevo— Y ahora, si no es mucha molestia, abandone esta tienda. No querrá que me enfade, ¿verdad señor? —Naxid le lanzó una mirada desafiante esperando una respuesta por parte del hombre.

[Zee]

¿Estaba aquel niño amenazándolo? No... ¿Estaba provocándole? Sin duda alguna, la expresión que había exhibido en su rostro cuando dijo aquellas palabras... "No querrá que me enfade, ¿verdad?" parecía una invitación a una pelea. Como un reto. El hombre dejó que una sombra de sonrisa se dibujara en su rostro.

—Eso sería... interesante de ver, muchacho —continuó atacando—. Sabes que es posible castigar al culpable de un crimen después de años y años de haberlo cometido, ¿verdad? Me pregunto que dirá la guardia de la ciudad al saber que finalmente he encontrado a aquel, erm... "chiquillo travieso" que casi me lleva a la ruina.

>>Yo también estoy interesado en presenciar el final de esta extraña "persecución", así que me niego a abandonar esta sucia tienda. ¿Qué vas a hacer, pequeño?

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Pregunta indiscreta (?): ¿te resulta difícil o incómodo leer las palabras del hombre?

[Naxid]

Naxid vio que aquella era su oportunidad para "huir" de aquella situación. ël sabía perfectamente que pese al tiempo que hubiera pasado le podían detener, sin embrago, ¿qué pruebas tenía ese hombre? Naxid ya estaba relajado y sabía perfectamente qué hacer y qué decir.

—No sé de qué me está hablando señor, no tiene ninguna prueba de que yo le hiciera nada a su tienda. No podrá decir nada. —tras decir esto, Naxid saltó el mostrador y se acercó al hombre, sin apenas dudarlo le asestó un peñetazo en la cara. —Sin embargo, yo sí podré decir que me defendí de un hombre gordo que iba a atacarme. Ahora, largo de mi tienda.

En la boca de Naxid se esbozaba una sonrisa picaresca y después soltó una carcajada.

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Se entiende perfectamente

[Zee]

Fue rápido. Más de lo que cualquiera en aquella situación se lo hubiese esperado.

Con un ágil movimiento, aquel hombre se colocó detrás de Naxid. Con su tamaño y peso, nadie lo hubiese creído capaz de moverse con tal velocidad. Y sin embargo, así había pasado, como si sencillamente se hubiese teletransportado a varios metros delante.

Lo inmovilizó fácilmente. Con una rápida llave Nelson, atrapó el cuello del muchacho y luego lo empujó hasta hacerle caer al suelo.

—No obstante, el que tiene un golpe en el rostro soy yo —señaló, con un tono de voz triunfante. Tenía razón. Naxid era el que se había lanzado sin razón (por lo menos aparente) a golpear a un cliente en el rostro— Has sido tú quien ha iniciado una agresión física, muchacho. Y no hay de otra.

>>Ah, y pensar que podías servir. Bueno, no se puede evitar, no se puede evitar...

[Naxid]

Naxid había vuelto a fallar, su prepotencia y arrogancia habían sobrepasado a su razón. Ahora sentía miedo, no por él, si no por su jefe, ¿qué pensaría su jefe cuando le viera en esas circunstancias? Le dolía el cuello a causa de la llave que le estaba haciendo aquel hombre.

—Servir... ¿Servir para qué? —Naxid hablaba a duras penas— Y...¿Cómo has hecho es? ¿Quién o qué eres?

[Zee]

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Como a otros, te recuerdo la regla del mínimo de líneas por post. Tienes que escribir por lo menos cinco líneas en el rol para que el post sea aprobado. Esfuérzate un poquito más~ ¿No hay nada más que puedas decir de los sentimientos de Naxid? ¿Qué tal si intenta liberarse de la llave? ¿Algunas teorías de las intenciones del hombre?

[Naxid]

Naxid había vuelto a fallar, su prepotencia y arrogancia habían sobrepasado a su razón. Ahora sentía miedo, no por él, si no por su jefe, ¿qué pensaría su jefe cuando le viera en esas circunstancias? Le dolía el cuello a causa de la llave que le estaba haciendo aquel hombre. Intento liberarse de la llave, más le era imposible, aquel hombre tenía una fuerza abrumadora pese a su aspecto. ¿Cómo se había desplazado tan rápidamente hasta allá detrás? ¿Qué querría aquel hombre? ¿Sabría algo este hombre de la muerte de su familia? Las ideas pasaban rápidamente por la mente de Naxid, decidido, al final le dijo:

—Servir... ¿Servir para qué? —Naxid hablaba a duras penas a causa de la llave— Y...¿Cómo has hecho es? ¿Quién o qué eres?

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Perdón, ahora lo he intentado ampliar.

[Zee]

—No tiene remedio, no tiene remedio... —murmuró el hombre, sin disminuir la fuerza en su potente llave. Su técnica era la de alguien de lo más experimentado; no se basaba en la fuerza bruta, sino en sencillamente detener el movimiento del rival al inmovilizar ciertos puntos críticos del cuerpo. Era como si sostuviera al chico en su lugar con solamente un par de dedos.

No parecía dispuesto a responder las preguntas de Naxid, además, pues sus palabras parecía expresarlas solamente para su persona.

—Tu corazón no es noble —dijo después—. Está nublado por la arrogancia.

[Naxid]

Naxid lo sabía perfectamente, era un arrogante y un egocéntrico, le molestaba que aquel hombre lo supiera y comenzaba a sentirse muy mal a causa de la llave.

—Tú... ¡Tú no sabes cómo es mi corazón! ¡Tú no sabes por todo lo que he tenido que pasar yo de pequeño!

Naxid comenzó a recordar de nuevo todo lo sucedido el día de la muerte de su familia, recordó que no pudo hacer nada ese día, supo que había sido un cobarde. Y tras decir aquello y recordar la muerte de sus padres, no pudo hacer más que comenzar a llorar y tras unos momentos, desmayarse,

[Zee]

—Eh... eh, chico... —ese hombre estaba llamándolo. ¿Por qué coño se hallaba ese tío en su habitación? ¿Por qué razón se hallaba despertándolo?

Claro...

Naxid se abrió los ojos, sólo para encontrarse con que su "oponente" lo había levantado del suelo y lo había sentado en la silla junto al mostrador. No parecía tan peligroso y agresivo como la primera vez que se había alzado contra él, pero no por ello iba a bajar la guardia. Estudió a el hombre una vez más.

¿Había cambiado de atuendo?

Sin duda. Su rostro era mucho más visible y ya no llevaba ropas tan simples como las de antes. Tampoco es que fueran muy inusuales o llamativas, pero sin duda más características que unas sandalias y unas bermudas. Su gorra había sido cambiada por una más elegante, como la que usaban los choferes, con una marca que Naxid no pudo distinguir. Sobre su camisa de algodón llevaba un largo abrigo negro abierto, parecido a una especia de uniforme, conjuntado con unos pantalones del mismo color y material, sostenidos por una cuerda que actuaba de improvisado cinturón.

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—Chico, despierta... Prometo que todo estará bien a partir de ahora. ¿Rebecca, puedes ir a por un poco de agua a la trastienda?