[Tierras del Reino] Vida de perros

[Nell]

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Prólogo de Deja.

Últimamente había mucho movimiento en la vida de aquel mundo. Desde la muerte del gran rey Mufasa, su hermano había asumido el trono y había hecho grandes cambios en la política del territorio. Como, por ejemplo, permitir a las hienas más espacio del que les correspondía, del que otras criaturas querían darle, como carroñeras habituales que eran. ¿Para qué permitirles cazar, si les bastaba con cadáveres putrefactos de otros? Nadie veía la razón oculta para aquel permiso.

Para el clan en el que vivía Sam no era distintos. Todos en aquel mundo estaban obligados a rendirle pleitesía al rey, o al menos, reconocimiento, de modo que no podían oponerse a sus leyes. Y, en los últimos días, varias hienas se habían dejado ver por los dominios perrunos de su manada. Obviamente, aquella interrupción posiblemente había sustentado actitudes diferentes: de odio hacia el trono, de frustración por tener que permitírselo, de necesidad por actuar, de rebelión contra el poder, de permisividad al rendirse ante él...

Había que tomar una decisión. Tarde o temprano, las hienas podían acoplarse sin más en sus tierras abiertamente, y no como hacían entonces, poco a poco. Para cuando ese momento llegara, el clan debía tener un plan de acción o un acuerdo, al menos, discutido.

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Bueno, tienes completo permiso (por supuesto) de dirigir a tus propios NPCs dentro de la manada para ajustarlos a la situación e introducirlos en ella, ya que no sé de qué modo querrías enfocarlo.

[Deja]

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¿Crees que podré terminar antes de que comience el evento global? Me gustaría participar D:

—¡A la caza!

El león rugió con todas sus fuerzas. El sonido llegó hasta las cuevas más recónditas del lugar, produciendo una alarmante mueca de desagrado entre los adultos. En cambio, nosotros, los jóvenes, nos encontrábamos en plena posición de carrera para internarnos en la selva. El sol ya asomaba por el horizonte y los cuervos revoloteaban a la vista de todo el mundo. A falta de nubes, las predicciones de lluvia eran nulas.

Nada podía detenernos.

La caza consistía en una lucha entre dos equipos por conseguir traer tres piezas de comida, una por integrante. Ya fueran pájaros, serpientes, lagartijas, mamíferos... incluso las hienas eran válidas, aunque nunca antes alguien había traído una al poblado. Sería rápido, o eso pretendíamos. Salir en diagonal, adentrarnos en el bosque, atrapar tres desafortunados y volver sanos y salvos. Las hienas no suponían un peligro para nosotros, ni mucho menos: por traer una hiena te daban un premio desconocido, lo único que hacía aquello era aumentar nuestra sed de cazar.

Eran muchas las advertencias de nuestros padres. Que si las hienas suponían un peligro, que si cada vez se acercan más hacia nosotros, que si algún día se abalanzarían sobre nosotros, que si estaba prohibido salir de caza. Paparruchas. Era cierto que todos odiábamos al rey por su inactividad y falta de soluciones, pero era lo que era, ninguna hiena iba a atacarnos.

Tanto yo como Bill y Saste nos lanzamos en dirección diagonal para alcanzar los primeros alguna presa. Era sabido por todo el mundo que dónde más vida había, tanto flora como fauna, era en el bosque izquierdo, "El Arboledo", lo llamaban.

—¡Va, va! Al Arboledo, ¡corred! —Apremié mientras cargaba todas mis fuerzas en mis patas.

—Esta vez no perderemos —comentó Bill, al tiempo que salía disparado sacando mucha ventaja a los demás.

—¡No te separes mucho, Bill! No necesitamos ir por separado, o eso creo —respondió Saste a la valentía de mi hermano, a pesar de ello, no hizo caso.


Allí estábamos, disputando la competición, tres contra tres. Tres perros, tres presas. Seis perros, un premio.

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Competición entre dos equipos de tres perros. Se supone que se adentran en la jungla para buscar las presas, no sé si lo he hecho bien, o si me he adelantado demasiado.

Hasta, si puede ser, claro, me gustaría enfocarlo a una separación de los tres miembros del grupo.

[Nell]

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Si vamos rápido, sí. Al menos, un post por día.

Corrían los tres jóvenes perros, en su competición de presas, sin más preocupaciones que la de cazar la pieza más grande, más fuerte, la más difícil de conseguir, aquella por la que el resto de la manada les reconociese, además de poder alimentarse de ella, claro. Ninguno sabía el auténtico peligro que se esconde, siempre, entre las sombras. Ninguno imaginaba que no fuesen capaces de superarlo.

La Arboleda estaba, sencillamente, tranquila. No había presas a la vista, sólo cosas que seguramente no les apeteciese comer antes que la carne (como bichos haciendo cositas con las flores y demás). Parecía como si aquel día se hubiesen puesto de acuerdo para no levantarse ninguna de la cama.

No obstante, había otra razón. Una, que pudieron suponer los jóvenes más tarde, cuando fue demasiado tarde. Caminaban, o corrían, los tres, separados del otro grupo, como era lo habitual, entre los árboles, cuando repentinamente el suelo bajo ellos se quebró y cayeron a un agujero que tendría, al menos, una profundidad de dos metros. Suficiente para que alzándose sobre sus patas no pudieran alcanzar la superficie.

La caída, brusca, fue un tanto dolorosa al caer sobre tierra firme. Sin embargo, peor sería la escena que vendría a continuación. Desde la superficie, se asomaron tres animales que les observaron, riéndose y felices, como quien ve a un pez dando vueltas en su pecera.

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—¡Mira quiénes han ido a caer en nuestra trampa! ¡Tres jugosas presas! —sonrió el primero. El que tenía al lado se rio estrepitosamente, como si fuese estúpido.

—¡Una para cada uno! —propuso la tercera y única hembra.

— ¿Qué, os gusta vuestro nuevo hogar? ¡No os preocupéis! Dentro de poco, os daremos uno mejor… ¡en nuestros estómados! —y empezó a rodar por el suelo, desternillándose.

—No seas maleducado, Banzai. Ya sabes que no se puede hablar… ¡con la comida! —y comenzó a rodar con sus compañeros.

Habían pasado de ser cazadores a presas. Y, como no buscasen una solución pronto, tendrían que despedirse para siempre de las competiciones. Y de todo, dicho sea de paso.

[Deja]

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Estaré en Madrid de viernes a Lunes, prisa. :D

No habíamos desayunado, lo que provocó la prisa y la rapidez en nuestra búsqueda.

Con ellas también llegó nuestra indebida y pobre precaución.

Como no encontrábamos nada, seguimos buscando, pero con menos perseverancia. Nuestro premio no llegó, nos dimos cuenta de ello al vernos atrapados en una especie de agujero. Una trampa bastante currada, todo hay que decirlo. Arriba, encontré con la vista a los artífices de todo aquello. Tres intrépidas hienas que se habían atrevido a profanar nuestro bosque de caza.

Tan pronto como nos echaron un vistazo, ya "supusieron" que podrían comernos en cualquier momento y a su gusto. Con lo cual, nos trataban como simples juguetes, sólo había que verlas reír para darse cuenta. Necias y despreocupadas, comentaban su hazaña revolcándose sobre la hierba. Mucha pinta seria no tenían.

Me giré hacia mis compañeros para buscar respuestas, antes de decir nada, mi hermano, como era de esperar, profirió un gran rugido e intentó saltar hacia ellas. Nada, era imposible subir.

—¡Grrrr!

—¡Saste! Piensa algo, y rápido, por favor... ¿Se te ocurre algo? Hablar con ellas es buena idea...

—Sí, va a ser mejor —respondió Saste—.Inténtalo.

Adopté posición pacífica para apoyar mis palabras. No sabía si entenderían lo que les iba a decir, pero nosotros sí que habíamos entendido perfectamente lo que decían entre dientes. O por lo menos yo sí. Saqué la lengua para lamerme el hocico y disponerme a comenzar.

—¿Nos podríais ayudar a salir de aquí? Os propongo un trato...

—Sí, sí, yo creo que un trato será lo mejor —repuso mi hermano entre dientes.

—¿Queréis comer? Sacadnos de aquí y os daremos de comer todo lo que queráis: en nuestro clan tienen mucha comida... Y si no os sirve... ¡lucharemos! Os doy mi palabra de que si ganáis, nos entregamos.

Era imposible subir por nuestros propios medios, necesitábamos su ayuda. Después de todo, no parecían ser tan malévolas como se comentaba. Lancé la propuesta de golpe, a ver qué les parecía.

[Nell]

Las tres hienas escucharon atentamente la propuesta. Sin embargo, su agradable silencio no duró demasiado. La primera en estallar de nuevo de risa fue la que parecía idiota, aunque las otras no tardaron en seguirla. Se revolcaron por el suelo, como si fueran incapaces de sostenerse sobre sus patas, pese a que se notaba que exageraban demasiado (o tenían una risa fácil, quién sabe).

—¡El chucho se piensa que somos tontos!

—Y no lo somos, no, no.

—Claro que no.

—Jiajiajiajiajia —quizá fuese su imaginación, pero en esta ocasión el bobo, que tenía siempre la lengua fuera, por cierto, parecía reírse de sus compañeros.

—Pero, oye, Shenzi, ¿cómo nos los comemos? ¡Nunca antes habíamos atrapado a nadie así!

—Pues, ahora que lo dices… ¿Qué te parece si les atacamos con objetos punzantes desde aquí? —se le ocurrió, para añadir luego más bajo, aunque los jóvenes pudieron escucharlo—. Incluso encerrados, si nos lanzamos a por ellos, es posible que nos ganen. ¡Pero quiero comer ya!

Al parecer, no habían tenido en cuenta el factor de matar a la presa. Simplemente, se las habían ingeniado para poner la trampa, obviando la parte de colocar en el fondo del agujero algo mortal. Definitivamente, no eran habituales depredadores.

—¡Sí, eso es! Vamos a buscarlos, Shenzi.

—Tú quédate aquí para vigilar, Ed.

Ed simplemente se rio de nuevo, mientras sus compañeros se marchaban en busca de objetos que les pudiesen ser útiles. Y a pesar de que la hiena restante se les quedó mirando, sus ojos bizcos daban la impresión de no prestar atención realmente a lo que estaban vigilando. En realidad, parecía más ido que cuerdo.

[Deja]

¿Chucho? ¿Qué significaría aquello? "El chucho...", imposible que se refiriese a nosotros, éramos tres. Quedé un poco descolocado al oír aquello, pero tan pronto como cambió la voz emisora, mi atención volvió en sí. Y me disgustó bastante aquello que habían dicho... Seguramente lo habían dicho en alto para que escucháramos perfectamente que iba por nosotros y para que nos entrase el miedo en el cuerpo. Y si no, es que eran tontas.

—Pues un poco tontos sí que parecéis... —dijo Saste. Pareciera que hubiera dicho en alto mis pensamientos.

Mi hermano callaba. Simplemente, mataba el tiempo olisqueando la tierra bajo nuestros pies con detenimiento, como si allí estuviera escondida la respuesta a la pregunta que rondaba por nuestras cabezas. ¿Cómo salir de aquella inesperada trampa?

En poco tiempo pude barajar tres posibilidades de lo más simples. La primera: Hablar con la hiena (que parecía la más necia y estúpida de las tres), y convencerla de que nos ayudase a salir. La segunda: Escavar; escavar hasta crear un agujero lo suficientemente grande como para cubrirnos de aquello que se suponía que nos iban a lanzar. No sería difícil, pero el tiempo iba a pedir rapidez y eficacia. La tercera, y un poco más descabellada, subir unos encima de otros para llegar a tierra firme. Quizás necesitáramos que dos se pusiesen cuerpo contra cuerpo y que un tercero subiese encima.

—¡Intentémoslo!, poneos rápidamente uno contra otro, cuerpo a cuerpo. Yo me pondré encima y subiré hasta donde está la hiena. Uno contra uno, fácil victoria. ¿Me ayudáis?

Sin mediar palabra, se posicionaron donde yo había ordenado. Me di cuenta de que el espacio era ínfimo, pero aun así pudimos hacer la maniobra.

Sólo quedaba saltar y alcanzar la hierba con mis zarpas.

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Tú dirás si llego.

[Nell]

Enseguida el joven perro se dio cuenta de que, gracias a la colaboración de los tres, pudieron alcanzar la superficie del agujero, aunque sus compañeros tuvieron que emplear toda la fuerza de la que disponían para elevarlo a Sam. Finalmente, logró saltar y volver a pisar la hierba, libre de la trampa.

Inmediatamente, la hiena, que en efecto, siempre parecía un poco ida, se percató tarde de la maniobra de los tres perros. Viéndose enfrentada con uno de ellos, el que había logrado salir, Ed volvió a reír estúpidamente, pero en vez de abalanzarse sobre Sam, echó a correr en la dirección en la que se habían ido sus compañeros. Probablemente, había ido a buscarlos, para que le ayudasen a controlar nuevamente la situación. Por lo tanto, no tenían mucho tiempo.

Sin embargo, se presentaba un nuevo problema: cómo sacar a los otros dos perros del agujero. Utilizando la misma estrategia no alcanzarían la superficie y, posiblemente, debido al peso de ellos y a la fuerza de Sam, no podría echarles una mano solo. Sobre todo contando con que, por culpa de la limitación de las patas, sólo podría hacer uso de sus dientes y colmillos. En cualquier caso, daría igual, el resultado sería el mismo.

En semejante situación, normalmente habría que tomarse tiempo para idear una estrategia capaz de solucionar el lío. No obstante, eso era precisamente lo que no les sobraba. Las hienas volverían en cualquier momento.

[Deja]

—¡Grrrrg! ¡Guau! —pronuncié al llegar a tierra—. Chicos, se escapa. La voy a perseguir, ahora vuelvo, intentad cavar un pasadizo e ir subiendo, o algo, a lo mejor lo conseguís.

—¡Eso es hermano! ¡Atrápalo y lleva la presa al clan!

Era de notar que a mi hermano no le importaba lo más mínimo estar ahí enjaulado, quería ganar. En cambio, pude observar de reojo que Saste ya señalaba a una pared para comenzar la excavación. Mi hermano era mucho más fuerte, acabarían rápido, o eso pensé en el momento que lo dije.

La hiena corría a una velocidad vertiginosa. Intenté con todo mi empeño seguirla hasta que se detuviera en algún cruce o algo, pero hubo un pequeño instante en el que cambió de dirección para encontrarse sus compañeras. Correr y correr. Aunque ya no la divisase, tracé un camino en mi mente y seguí corriendo. No me podía permitir dejar a solas a mis compañeros. No, imposible.

Estaba tan cegado en la búsqueda de las hienas que me perdí. En pocos minutos pasé de buscar el camino que había tomado la hiena, a buscar el camino de vuelta al agujero o al clan para pedir ayuda. Rugí fuertemente, pero no hubo respuesta.

Estaba perdido, pero aun así, cogí el camino de vuelta y corrí, a ver si me encontraba con algo conocido. Aquello ya no tenía pinta ni de ser La Arboleda, pero a juzgar por la fauna y la flora sí que era.

Reconocí que mi estrategia había sido un poco improvisada, pero no todo estaba perdido. En poco tiempo Saste y Bill saldrían de aquel agujero y me encontrarían. Cuestión de tiempo, cuestión de tiempo...

[Nell]

—¡Mira quién está aquí! —exclamó una voz a su espalda.

Y, en efecto, volvían a ser las tres hienas. Aquel tiempo desperdiciado, perdido en la Arboleda, no había servido para nada, salvo para que las alimañas dieran de nuevo con él. Y, en esta ocasión, eran tres contra uno, siendo él el solitario. Una lucha bastante peliaguda, porque no parecían tener intención de huir.

—¿Qué os dije? Los chuchos no se suelen abandonar por las buenas. Seguramente iba a buscar un modo de ayudarles, así que no podía andar muy lejos —sugirió Banzai. En ningún momento se dirigió directamente a Sam, sino que lo ignoraba deliberadamente.

—Oh, venga, no pienses así del cachorrito. En realidad intentaba huir él solito, ¿verdad, cobardica? —le reprochó la hembra. A su lado, Ed se rio solo—. Aunque al final no haya servido de nada.

—Oye, ¿y quién se come a éste? —preguntó Banzai—. Antes las cuentas me salían mejor.

—¡Entre todos! Y los demás… ¡los dejaremos para el almuerzo!

Empezaron a acercarse pausadamente a Sam, moviéndose hacia los lados para intentar bloquearle la salida. Sin embargo, si el joven se movía rápido, podría escapar en dirección contraria antes de que lo consiguieran. Pero, claro, también podía quedarse y pelear. La decisión tendría que ser rápida, porque las hienas no esperarían.

[Deja]

Me fijé en que no llevaban utensilios para hacer el "ataque a distancia" que habían planeado contra mis compañeros. Pensé que se habrían escapado cavando un agujero. Aquello me dio fuerzas para enfrentarme a ellas.

—¡Grrr!

Querían pelea, ya lo habían dejado claro. Lo que se me pasó por la cabeza fue cómo habían logrado llegar hasta donde yo me encontraba en tan poco tiempo. Apenas unos minutos habían bastado para pillarme por la espalda y rodearme. Eran mucho más rápidas que nosotros, todos en general, quizás mi hermano pudiera ganarles, pero yo no.

Su velocidad me incitó a la pelea. Si no podía escapar, lucharía y me las llevaría a rastras al clan

Era un tres contra uno, total desventaja. A pesar de ello, me lancé contra la que parecía más tonta, la tal Ed esa, que tan solo se reía y daba vueltas. Las otras dos me encerraban por el lado, tenía que andar con cuidado. Al dar un paso, pensé que podía haber otra trampa allí, pero descarté la posibilidad porque ya había pasado por allí.

—Última oportunidad para retiraros —y me lancé contra Ed dando un zarpazo.

[Nell]

A pesar de su clara desventaja, Sam decidió enfrentarse a las hienas. Lo cual no acabó demasiado bien. Nada más dar el primer zarpazo, pudo empezar a darse cuenta de su temeridad. Ed esquivó el golpe con agilidad y comenzó a correr dando círculos, junto a Shenzi y Banzai, rodeando al joven e impidiéndole, finalmente, escapar. La velocidad de su carrera parecía, incluso, superior a la de Sam.

—¡Mirad como se hace el valiente! —rio Shenzi.

Y fue la primera en atacar. Saltó del cerco que habían formado, con los colmillos por delante e intentó morder a Sam, aunque pudo esquivarlo sin problemas, de modo que sólo tragó arena. Sin embargo, el terreno era limitado para moverse y Banzai llegó por detrás, embistiéndole de costado y provocando que chocara contra un árbol. Su superioridad numérica era demasiado elevada, al fin y al cabo.

Herido contra el árbol, las tres hienas se reunieron a su alrededor. Se miraron entre sí (Ed en realidad no parecía ver nada) y propuso Banzai:

—¡A la de tres!

—Una…

—… dos…

Antes de finalizar la cuenta atrás, se prepararon para saltar. En esta ocasión, Sam sólo disponía de unos cuantos segundos para decidirse, además de unos moretones extra.

[Deja]

Aquel tal Ed, aunque pareciera muy estúpido y sardónico, era veloz. Además, tenía unos reflejos de la hostia, porque, vamos, yo no solía fallar golpes. Generalmente, se me daba bastante mal apuntar hacia blancos aéreos o que se movieran muy rápido, pero este, Ed, es que me había confiado demasiado. Tan fácil parecía que al final recibí yo los golpes de sus compañeros.

Antes de que pudiera contraatacar, ellos me volvieron a acorralar contra un árbol (contra el que me había chocado a causa del golpe) y se disponían a volver a atacar. Contaban números, era una cuenta hacia delante para atacarme los tres a la vez, o eso presentí. "Una... dos..."

—¡Tres! —terminé por decir yo mismo.

Me lancé contra el que había dicho "dos" sin esperar su ataque.

[Nell]

De nada sirvió. Banzai, a pesar de mostrarse sorprendido por el inesperado ataque, se vio rápidamente ayudado por sus dos compañeros, que tumbaron a Sam en pocos segundos. En esta ocasión, contra el suelo y sus captores (teniendo éstos fuertemente sujetado su pecho, de modo que no pudiera escaparse), los colmillos de las hienas parecían mucho más afilados.

—No dejéis nada en el plato, chicos.

E iban a empezar a engullirle aún vivo cuando un repentino hielo (o eso parecía) surgió de la nada, haciendo que Ed pegase un salto por la inesperada congelación de su trasero. Las hienas, asustadas, miraron a su alrededor, temerosas por aquel fenómeno inexplicable. De entre las copas de un árbol, volvió a salir un proyectil gélido, que habría dado a Shenzi si no se hubiese apartado de en medio. Ninguna de ellas hacía caso ya a Sam.

Ninguna de aquellas criaturas conocía bien la magia. Y, por tanto, aquella inexplicable fuente de esa brujería (que resultaba ser la copa de un árbol) les dio inmediatamente pavor. En vez de enfrentarse a ella, echaron a correr, sin mirar atrás a su presa perdida.

Y como, que nosotros sepamos, ninguna copa u árbol es capaz de producir hielo, no tardó en mostrarse el responsable. Entre las copas, se dejó ver una figura humana (algo raro en aquel mundo), vestida con capa y algo torpe, ya que andaba por la rama bastante desequilibrado.

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—Bueno, ehm… al final no eran para tanto… ¿no? —murmuró. Miró a Sam, pero pronto volvió a apartar la vista—. Debería volver antes de que alguien me fije a mí como presa… sí, sí, será lo mejor…

[Deja]

Otro fallo, otros golpes. Aquello semejaba una lluvia de ataques hacia mi. Aunque mi estrategia hubiera pillado a Banzai por sorpresa, pudo esquivarlo gracias a sus compañeros, que se me tiraron encima. En pocos segundos me encontré atrapado espalda contra el suelo y con dos hienas apoyando sus patas en mi pecho, impidiendo que me levantase.

—¡Grrrg! —solté hacia las hienas para provocar miedo: no funcionó.

De pronto, el árbol, pasivo hasta el momento, dejó de ser espectador de la batalla y tomó parte de ella lanzando una especie de proyectil helado. Susodicho fue a impactar en el culo de la hiena que se había subido encima mía. El árbol, insatisfecho, volvió a probar suerte con otro proyectil gélido, que fue directo hacia Shenzi, aunque, aquel que había evitado mi ataque, había hecho un movimiento similar con la bola de escarcha.

Tuve suerte. Pobre de mí si me hubiera impactado aquella extraña magia. Tal y como iba la cosa, mis patas ya se resentían por los golpes y estaba ya fatigado, uno o dos ataques más acabarían conmigo.

Se hicieron a la fuga en pocos segundos, sin ni siquiera llevarme con ellos o arrastrarme. Tras unos segundos, apareció una especie de animal (con mucho pelo en la cabeza, por cierto) que se sostenía en la rama de un árbol y observaba distraído su alrededor. Llevaba una gran manta puesta, por lo que no pude observar muy bien su interior. Al parecer, carecía de la necesidad de usar sus extremidades superiores para estar de pie; en una de ellas portaba un palo bastante más largo y diferente que los que yo había visto antes.

—¿Qué eres? —pregunté con mirada inquisitiva, mientras me disponía a olfatear el suelo en busca de pistas—. ¿De dónde vienes?, ¿y por qué me ayudas? ¡Grrrrg! Responde.

[Nell]

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Doy por hecho que Sam está hablando el idioma humano, como dice en su ficha.

La misteriosa criatura pareció sorprendida de que Sam se dirigiese a él, como si no le hubiese tenido en verdadera cuenta durante todo aquel tiempo. Cuando pudo reaccionar, cosa que le costó lo suyo, preguntó, receloso:

—¿P-Puedes e-entenderme…? ¿En serio? Vaya… no… no sabía que podíais hablar por aquí… —pareció incómodo—. Soy un visitante que, eh… pasaba de camino porque, eh… no importa. ¿No necesitabas… antes… ayuda?

Lo cierto es que sí, pero eso era algo que quizá Sam no tomase en cuenta. En cualquier caso, el ser se había inmiscuido en una cacería ajena y, ¿acaso no imperaba en la selva la ley del más fuerte? Aquella criatura no parecía ser, ni de lejos, superior a Sam, contando incluso aquella extraña magia.

Sin decir nada más, la criatura saltó del árbol al suelo, y volvió a emplear aquella extraña magia, frente a los ojos de Sam. Durante la caída, se transformó en un lobo adulto, de pelaje castaño, igual al de su anterior cabello y ojos oscuros. Una vez tuvo los pies en el suelo, erró en el equilibrio y se cayó hacia un lado, pero pudo recobrarse pronto, aunque, mientras se acercaba a Sam, el joven pudo apreciar que le costaba moverse sobre cuatro patas.

—No me gusta nada, ehm, esta forma... Pero me siento demasiado como la presa siendo humano… Oh, puede que tampoco esté tan mal…, vuelvo a ver en blanco y negro… Qué recuerdos…

No colaría como un lobo ni ante la más estúpida de las hienas.