Bienvenido a mi Prólogo, Sombra. Espero que ambos nos lo pasemos bien, pese a que este sea ya el "post de despedida". También espero que a Zero le vaya bien todo y le agradezco haberme aguantado tanto tiempo. xD
>>Y si dedicarme a matarles es la solución, pues adelante con ello.Tras pronunciar esa última oración, dirijo mi mirada hacia Lyn y Ronin, quienes habían esperado el final de mi discurso sin pronunciar palabra. Siento mariposas aflorar en mi estómago, y volar en busca de la salida. Jamás he expresado todo esto en voz alta; tal vez no lo he pensado nunca siquiera.
Ronin, después de cruzar la mirada con Lyn, se dirige a mí:
—Vergel Radiante dices...—hay algo en su voz, en su manera de pronunciar el nombre de mi ciudad... quiero decir, mi mundo natal, que resulta... intrigante
—.Va a ser imposible que lleves a tu madre a visitar ese lugar. Hace dos años fue destruido.>>Ese lugar es ahora se conoce como Bastión Hueco, el nido de los sincorazón.Me llevo la mano izquierda a los labios, horrorizada. No lo puedo creer. Después de todo este tiempo... Ahora, Vergel Radiante ya no existe. Se ha esfumado de la existencia, convirtiéndose en el
hogar de esas criaturas. Si al menos pudiera haberlo visto una sola vez...
No, me digo, devolviendo a mi mano la posición inicial paulatinamente. Tal vez haya sido destruido, pero en mi corazón, en mis recuerdos, está vivo por siempre, pese no haberlo visitado físicamente. Al igual que mi madre.
Me gustaría preguntar cómo ocurrió, pero algo me dice que ni es el momento perfecto, ni el lugar correcto. Lyn, en señal de empatía (es la primera vez que la veo mostrar sentimientos abiertamente), deja caer su mano en mi hombro, lo que me reconforta un poco. Me giro hacia ella y sonrío de medio lado. No me veo con fuerzas de decir gran cosa. Aún estoy asimilando la información que Ronin me ha desvelado.
—Veo en tu mirada una resolución inquebrantable. —musito un “gracias” ante su abrumadora observación, mientras mis pálidas mejillas se sonrojan levemente
―. Algo que escasea en muchos aprendices. Aprecio eso y si Ronin no está en contra... Con mucho gusto te tomaré bajo mi cuidado y te enseñaré todo lo que sé. No te lo voy a negar, es peligroso y puede que mueras en el primer enfrentamiento contra los sincorazón en el que participes y los entrenamientos son muy duros. Si de verdad quieres venir a pesar de saber eso eres más que bienvenida.Entonces, ¿de verdad me llevarán con ellos? ¿Aprenderé a acabar con aquellas criaturas, que habían destruido mi mundo? Después de todo, aunque sea horrible, ya tengo mi motivo por el que luchar contra ellas: echarlas de Bastión Hueco. Tal vez Vergel Radiante no esté perdida para siempre, rezo esperanzada, tal vez se puede reconstruir... Ni siquiera la descripción de Lyn sobre aquella “profesión” me desalienta. Siempre se ha dicho que contra más arduo es un trabajo más grande es la satisfacción.
—Bien, en primer lugar... Deberías despedirte de aquellas personas cercanas a ti. Si vienes con nosotros significa que dejarás Port Royal. Entrenarás en un mundo llamado Tierra de Partida junto a otros como tú y no podrás abandonar el castillo hasta que superes un entrenamiento básico. Puedes preparar equipaje, pero tendrá que ser algo ligero. Esperaremos aquí.—Tierra de Partida... —susurro. A mi oído le agrada el sonido que producen esas palabras. Parece un lugar donde comenzar una nueva vida, justo lo que voy a hacer. Además, allí hay “otros como yo”. Me pregunto si alguien estará también en mi misma situación, originario de Vergel Radiante.
Me apena un poco dejar el lugar donde me crié, dejar a todas las personas que amo... Aunque no tiene por qué ser un adiós para siempre, reflexiono. Si paso el “entrenamiento básico”, podría visitar otros mundos, incluido este.
>>Y no le digas a nadie a dónde vas. Ninguna persona ajena a la Federación o a la Orden debe saber nada sobre la existencia de otros mundos. Asiento con firmeza, pese a no entender del todo que es la “Orden” ni la “Federación”. Todo llegará a su tiempo, me digo. Tras pedir permiso, me levanto y me sitúo frente a mis amigos. Llamo su atención con un carraspeo.
—James, Michael, Max... Me marcho a otro lugar.Mis amigos se levantan, alarmados, exclamando "¿Qué?", "¿Adónde?" y "¡No puedes irte!". Me enternezco al ver lo mucho que me aprecian mis amigos, y se me escapan un par de lágrimas. Trago saliva, y continúo:
— ¿Recordáis a... Gabriel? ¿El noble aquel?—Odio mentir a mis amigos, pero las palabras de Lyn son claras: no deben saberlo.
— Él... me ha ofrecido una plaza en una escuela. No puedo desaprovechar una oportunidad tan buena.Max se levanta. Una de las reacciones que más temo es la suya; ante todo, es mi mejor amigo. Se sitúa frente a mí, me pone la mano en el hombro (el mismo que Lyn había tocado antes) y después me abraza. Al abrazo se suman James y Michael. Ya no puedo contener las lágrimas.
—Aprende mucho en esa escuela— me dice Max
—. Tú vales mucho, no desperdicies tu vida. Sé alguien importante.— ¡Sí!—exclama James
—. ¡Y cuando lo seas, acuérdate de esos amigos pobres y sinvergüenzas que tuviste alguna vez!Los cuatro reímos. Cuando deshacemos el abrazo, decido ir a comunicárselo a mi padre; la otra reacción que más temo. Ellos insisten en acompañarme, lo que agradezco. Cuando alcanzamos el edificio, no puedo evitar pararme frente a la puerta, temerosa. Hago de tripas corazón y la abro.
La casa sigue exactamente igual. No puedo evitar mirar todos los rincones, intentar grabarlos en mi memoria con fuego que jamás se apague.
—¡Jeanne! ¿Ya has llegado?— oigo gritar a mi padre desde el piso de arriba. Soy incapaz de moverme o de responder, así que baja a buscarme
—. Hola, Max, Michael y James. Ven Jeanne, quiero enseñarte algo. ¿Qué llevas puesto?—entorna los ojos.
Interrogativa, miro mi cuerpo. Vaya, no recordaba que no me había quitado la capa de Ronin. Sin darle más importancia, mi padre agarra mi mano y me arrastra hasta mi habitación. Allí, está la persona que menos esperamos: Judith, sonriente como si no hubiera ocurrido nada. Nos quedamos boquiabiertos, y Judith sonríe.
—Lo siento si os he preocupado, pero el señor Mars me pidió ayuda. No pude deciros nada.Y tanto que nos ha preocupado. No puedo leer la mente de mis amigos, pero estoy segura de que el pensamiento es común en todos. Sin embargo, hacemos el pacto no verbal de no contarle nada. Mientras tanto, papá coge un paquete de mi mesa y me lo entrega, sonriente.
—Para ti. No pude regalarte nada por tu último cumpleaños, así que espero que esto compense. Judith me ha ayudado a elegirlo.Con una mezcla de asombro y curiosidad, abro el pequeño paquete, de forma circular. Dentro hay una pequeña brújula de latón, un poco desgastada, pero que seguro que con un poco de limpieza quedaría como nueva.
—Gracias. Me encanta, de verdad. —les digo a los dos
—. Hay algo que quiero decirte... Siéntate, papá.Extrañado, nos sentamos en la cama. Suspiro y les pido a mis amigos que nos dejen a solas. Ellos parecen comprender y desalojan el cuarto.
—Papá... —siento que me falta aire en los pulmones, pero me niego a parar
—. Me voy de Port Royal.
Más palabras sobran. Miro a mi padre, esperando una reacción. El cielo se abre cuando asiente, con conformidad algo resignada.
—Ya sabía yo que Mónica no debería haberte llenado la cabeza de tantas historias...Le sonrío y nos abrazamos. Me ayuda a recoger mis cosas, aunque sean pocas: mi libreta, las dos novelas que trajeron de Vergel Radiante (insiste en que me las lleve), una muda de repuesto y, por supuesto, la brújula; todo ello metido en mi zurrón. Cuando abrimos la puerta, James y Max caen al suelo, con Michael y Judith detrás, con expresión incómoda. Nos habían estado espiando. No podría haber sido de otra manera, pienso, riendo.
Mis amigos empiezan a descender a la planta baja. Papá me lleva a su dormitorio, lugar que pocas veces he visitado. Es idéntico al mío, sólo que con una cama matrimonial. Una cama para dos donde sólo duerme uno, desgraciadamente. Mi padre se agacha y saca algo escondido bajo la cama. Es una caja de metal, de un color vivo que no había visto nunca en Port Royal.
—Llévala —me pide
—. Son recuerdos de Vergel Radiante.Hace una eternidad que mi padre no habla de su mundo natal. La cojo con cuidado y la meto en el zurrón. Vamos juntos hasta el portal, donde nos esperan mis amigos. Abrazo de nuevo a mi padre y tras salir de la que un día fue mi casa, les digo:
—¿Cuidaos los unos a los otros, de acuerdo? Os prometo que esto no es un adiós, así que... hasta luego.Me despido con la mano levantada. Me resisto para no llorar, y sé que ellos también lo hacen. Los conozco desde siempre.
Camino hacia el lugar donde dejamos a Lyn y a Ronin, pero medito esa decisión y tuerzo mi rumbo, dirigiéndome a la Taberna de Cassandra. Y pensar que allí había empezado mi aventura, cuando vi a la pareja allí sentada... Esquivo las mesas cómo llevo veinte años haciendo y me dirijo al mostrador, donde está Cassie, como siempre.
—Me marcho— anuncio
—. A seguir mi destino.Ella sonríe, con lágrimas cayendo de sus cansados ojos, que parecen haber visto mil cosas diferentes. Esquiva el mostrador rodeándolo y recibo mi cuarto abrazo.
—Ve con Dios, Jeanne Mars.Después de salir de la taberna, ya por fin, me dirijo hacia, como había dicho, mi destino.
Mamma mia, que tocho-post xD. ¡Estoy preparada para la aventura! 8D