¡Oh, el ambiente nocturno! Port Royal siempre ha sido y será un bullicio repleto de cantos, gritos y alcohol una vez el cielo oscurece. En la sangre de muchos habitantes del mundo llegaba a haber más concentración de ron que de hemoglobina. ¡Todo el mundo borracho! ¡Todo el mundo por las calles!
No, la verdad es que no.
En Port Royal también vivía gente acomodada. Nobles que guardaban las formas en sus recatadas reuniones, hablando con educación y riendo pomposamente. Aquella noche iba a celebrarse una fiesta un poco más animada de lo normal en una de las moradas de clase de la parte alta del puerto. Los invitados, con sus lujosos vestidos y pomposos accesorios, conversaban entre ellos en la calle, a la entrada de la fastuosa mansión. Un hombre en la puerta sostenía una lista repleta de nombres, ojeándola de vez en cuando sin hacerle demasiado caso. Un portero un tanto descuidado, quizás.
¿Quizás la oportunidad perfecta para la ladrona Jess de pasar desapercibida con su entrenada elegancia?