[Ciudad de Paso] Un monstruo anda suelto

[EspeYuna]

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Prólogo de Sôkar (Astro.)

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La noche volvía a reinar en la ciudad de los acogidos. Desde la aparición de los Sincorazón a lo largo y ancho del intersticio, los llamados Caballeros de la Llave-Espada parecían pasarse más de vez en cuando por Ciudad de Paso, bien para velar por la seguridad de sus habitantes, algunos nativos de otros mundos, como para reclutar a nuevos pupilos.

El caso es que Sôkar no los conocía, puesto que para él, todos los humanos eran iguales. Pues se comportaban de la misma forma cada vez que alguno se lo encontraba en los oscuros callejones.

Salían despavoridos, o le atacaban. Los más gamberros le tiraban piedras, mientras que los más cobardes huían sin apenas comprobar si se trataba o no de uno de aquellos monstruos. Aunque claro, ¿por qué no hacerlo? Su aspecto era cuanto menos semejante al de un Sincorazón, aquellas criaturas que vagaban por las calles en busca de corazones con los que alimentarse.

Aquella noche no iba a ser distinta en la rutina de Sôkar. Subido a uno de los techos cuan gato callejero, contemplando las estrellas que comenzaban a iluminar el cielo, tenía la opción de siempre: buscar comida.

Eso sí, ¿al sitio de siempre? ¿O puede que la rutina le matara a tales extremos de querer un poco de acción? Quizás si se adentraba en los distritos más alejados de la población, pudiese encontrar algo interesante, siempre teniendo cuidado de los Sincorazón. O quizás fuese lo suficiente precavido y se dirigiera al lugar donde solía buscar comida desde que llegó a la ciudad.

Lo principal era evitar a los humanos a toda costa, pues últimamente andaban más irritados que de costumbre con la presencia de los Sincorazón.

[Astro]

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La noche había caído en Ciudad de Paso, y la oscuridad inundaba las calles del hogar de los perdidos. Sentado en un tejado cualquiera, reposaba un extraño animal con los ojos fijados en el cielo nocturno. Para ese ser, una especie de perro cuyo nombre era Sôkar, la llegada de la noche suponía el momento más importante del día: era la hora de alimentarse.

Sôkar llevaba ya cinco años sobreviviendo en este mundo como podía, buscando comida y escondiéndose de los humanos. Pero desde hacía un tiempo algo había cambiado. Los denominados "Caballeros de la Llave-Espada", defensores de los mundos frente a la amenaza de los sincorazón, cada vez estaban más presentes en la ciudad para velar por la seguridad de sus ciudadanos. Por suerte o por desgracia, Sôkar aún no había tenido la ocasión de cruzarse con ninguno de ellos, pero en el fondo lo agradecía. Esos "Caballeros" no dejaban de ser humanos, y todos los humanos eran iguales. Si le llegaban a ver, le tomarían por un sincorazón e irían a por él. O en el mejor de los casos, huirían asustados. Como hacían todos los habitantes que se habían cruzado en su camino. Todos.

Haciendo gala de un gran sigilo, el animal bajó del tejado hasta la calle. La rutina de todas las noches era sencilla: buscar comida en los contenedores. Resultaba aburrido y monótono hacer lo mismo una y otra noche y acudir siempre a los mismos lugares, pero era la opción más segura y precavida. Y si había un lugar predilecto para buscar comida, ese era sin dudas el Callejón del Distrito 2. Estaba situado detrás del gran hotel del distrito, y todas las noches los empleados tiraban en el contenedor restos de comida, huesos, productos caducados o incluso en ocasiones había encontrado platos enteros que alguien no se había querido comer. La estupidez de los humanos era el alimento del animal. Además, como era un lugar apartado, apenas pasaba gente por allí y su presencia solía pasar inadvertida.

Con cuidado de no ser visto por nadie y aprovechando las sombras de la noche para esconderse, Sôkar empezó a avanzar directo hacia el Callejón. Su tripa rugía, muerta de hambre, y en su mente solo había un objetivo: comer.

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Hace mucho que no roleo, espero no estar muy oxidado. Coméntame si ves algún fallo, por pequeño que sea

[EspeYuna]

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Como bien había dicho Sôkar, las traseras del hotel era el sitio ideal para conseguir comida sin tener que encontrarse con los humanos. Un auténtico desperdicio se tiraba allí, sin duda. ¿Pero cómo era posible tirar la comida de aquella manera, sin remordimiento alguno por aquellos vagabundos que pasaban hambre? ¿Tanto podían prescindir de ella que les sobraba?

Fuera como fuese, a Sôkar eso le daba igual. Más comida significaba tener asegurada su supervivencia en aquel mundo. Hacía unos cuantos meses que las toneladas de basura aumentaban en la parte trasera del hotel, puesto que el establecimiento apenas recibía invitados, por no decir ninguno en semanas. Los que residían en el mismo temían por su seguridad, por eso se negaron a abandonar el hotel, su medio de vida. A pesar de que ellos se esforzaban por mantener el negocio, los Sincorazón hacían difícil la estancia de los turistas. Una lástima, pues el Distrito 2, una vez según contaban los ciudadanos, era un lugar rebosante de luz, diversión y comercio.

Sôrkas llegó al Callejón con su tripa rugiendo, desesperada por satisfacer la necesidad de alimento. Aún no era la hora para que los encargados del hotel tiraran la basura, por lo que el ser de pelaje oscuro debería esperar unos minutos.

Sin embargo, algo extraño sucedió.

Pasaron los minutos, y tal fue la sorpresa cuando Sôkar se dio cuenta de que había pasado una hora desde que se escondió entre las cajas hasta esperar su festín. Muy raro, ningún indicio de los seres humanos. Aunque las luces del hotel estaban encendidas, tampoco había oído las típicas riñas del jefe a sus empleados, ni a estos corriendo en los pasillos. No se escuchaba el mínimo atisbo de jaleo en el establecimiento.

Puede que Sôkar no pudiese aguantar el hambre y decidiera buscar en otra parte. O, si la curiosidad le mataba, quizás colarse en el hotel y buscar la comida que no habían tirado aquella noche por las ventanas.

[Astro]

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De la mitad del post para abajo has escrito mal el nombre del personaje. Es Sôkar, no Sôrkas xD

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El hotel del Distrito 2 no pasaba por su mejor momento. Desde la aparición de los sincorazón el establecimiento apenas recibía invitados, y en las últimas semanas la cosa había ido a peor. Los que vivían allí, temerosos de ser atacados por las criaturas de la oscuridad, se negaban a salir a la calle y abandonar el negocio. Pero eso a Sôkar no le importaba en absoluto. El hotel seguía teniendo habitantes, y eso suponía que cada noche los empleados salían a tirar la basura en los contenedores del Callejón. Y para el perro callejero basura significaba comida.

Muerto de hambre, Sôkar esperó pacientemente en la parte trasera del hotel, escondido entre varias cajas. Sin embargo, esa noche fue diferente. Esperó y esperó, y casi sin darse cuenta ya había pasado una hora sin que nadie apareciera. Las luces del hotel seguían encendidas, pero no se oía ningún ruido del interior del hotel. Algo iba mal. ¿Por qué no había aparecido nadie? ¿Y ese silencio? ¿Dónde estaban los empleados? Esas y más preguntas rondaban por la mente del animal, que en todos sus días de vagabundo no recordaba ninguna noche en la que el hotel hubiera estado en silencio. Definitivamente, esto no era normal.

Sin embargo, Sôkar tenía una preocupación más importante en su cabeza: comer. El rato de espera solo había hecho que el hambre siguiera aumentando, necesitaba comer cuanto antes. Pero por otra parte, se moría de curiosidad por saber qué estaba pasando en el hotel aquella noche. Tuvo la tentación de entrar e investigar, de hacer algo temerario por una vez, pero no tardó en volver a la realidad. No debía hacerlo, era demasiado peligroso. Resignado, Sôkar se alejó del Callejón para volver al Distrito 1 con un nuevo objetivo en mente: buscar comida en los cubos de basura de las calles de ese distrito, como hacía las noches que no encontraba alimento en la basura del hotel. Resultaba más peligroso, pues era una zona más habitada y era mucho más fácil que le descubriera algún humano, pero también era más sencillo encontrar comida entre las basuras que tiraban los ciudadanos cada noche.

Mientras caminaba de vuelta, Sôkar no pudo evitar darle vueltas al asunto del hotel. Le pesaba en el alma no haber entrado e investigado lo que sucedía, pero no podía arriesgarse. La opción que había elegido era la más segura para él. Sabía que aquella forma de vivir le estaba resultando aburrida y que se estaba condenado a la rutina, pero también era consciente de que esa era la forma más segura de vivir en este mundo lleno de humanos crueles.
El perro agitó la cabeza, intentando centrarse. Tenía que estar concentrado en la tarea que tenía entre patas: buscar comida y evitar ser visto. Y sabía que no le iba a resultar fácil.

[EspeYuna]

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Lo corregí, es que hay otro personaje que se llama de forma muy parecida, y que encima es de Ciudad de Paso xDD

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Sôkar llegó al Distrito 1, intentando ocultarse a la vista de los habitantes. Bien sabía que se estaba arriesgando igualmente, dado que aquel lugar era el que se hallaba en ese momento habitable para la mayoría de nativos, salvo aquellos que no querían abandonar su negocio en los otros sectores o que no hubiesen tenido la oportunidad de escapar a lugar seguro.

Uno de los grandes problemas de aquel distrito era la iluminación, sin duda. A pesar de ser de noche, la gran plaza que se cernía al inicio del distrito estaba adornada por farolas que privaban a la ciudad de un ambiente más acogedor y agradable, a pesar de la amenaza de los Sincorazón al otro lado de las puertas que conducían a los Distritos 1 y 2. Por lo cual, a Sôkar le resultaba más difícil moverse por allí, teniendo en cuenta también a la población.

Tenía dos opciones: arriesgarse a ser visto entre las calles del Distrito hasta llegar a encontrar alguna bolsa de basura a la puerta de las casas, o bien escalar por las cajas, abandonadas a las traseras del Distrito, para moverse por los tejados y así llegar al restaurante que se encontraba al otro lado.

[Astro]

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De todos los Distritos de la ciudad, el primero era el que menos le gustaba Sôkar. Por alguna razón, era el único sitio al que no habían llegado los sincorazón, y eso lo había convertido en el lugar más habitado de Ciudad de Paso. Era perfecto para poder dormir sin preocuparse del ataque de los monstruos, pero horrible para moverse sin ser visto por ningún humano. Además, la iluminación de la gran plaza, adornada por varias farolas y luces, hacía todavía más difícil el pasar inadvertido por los habitantes. Pero, a su vez, más gente significaba más comida tirada a la basura. Y Sôkar necesitaba llenar su tripa con urgencia.

El animal optó por, como solía hacer siempre, avanzar por los tejados de las casas. Aprovechando unas cajas situadas en la parte trasera del Distrito, subió de un salto a un tejado e, intentando mantener todo el sigilo posible, fue moviéndose de uno a otro con cuidado. Su primera parada eran las basuras del restaurante del otro lado del Distrito, donde era posible encontrar restos de comida con más facilidad. Lo único que tenía que hacer era, tras asegurarse de que no hubiera ningún humano a la vista, bajar del tejado a la calle, acercarse al contenedor y...¿bon appétit?

[EspeYuna]

¡Ploff!

Sôkar tuvo mucho cuidado mirando por donde pisaba con sus cuatro patas, pero justo antes de ejercer un salto hacia el techo del restaurante, el mismo en el que se apoyaba se hundió con su peso. Quizás algún boquete en reformas, o la humedad de un día lluvioso.

El caso es que Sôkar aterrizó pronto entre escombros, trozos de madera podrida y demás restos del desastre. Para cuando fue posible visualizar donde había caído, de entre la boca de humo surgieron decenas de criaturas voladoras a su alrededor.

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Los conocía. Eran esos graciosos y pequeños seres pomposos que no paraban de decir "kupó". A pesar de que no aparentaban expresar muchas emociones con aquella carita, los sobresaltos de algunos de ellos pusieron en alerta a los demás. Otros volaban asustados de un lado a otro, chocándose con sus compañeros.

Sôkar había aterrizado ni más ni menos que dentro de la Orfebrería.

—¡¡Un... un... un sincorazón, kupó!!

—¡Que alguien avise a Montblanc, kupó!

—¡¡Corred, kupopopopopopoó!!

—¡¡SOCORRO, KUPÓ, KUPÓ, KUPÓ!!

Ya la había liado buena.

[Astro]

El plan no fue como estaba planeado. En uno de los saltos, el tejado sobre el que se apoyaba cedió bajo sus pies. Ya fuera por ser muy viejo, por la humedad tras un día lluvioso o por algún agujero en reformas, el pobre Sôkar acabó entrando de forma brusca en un lugar desconocido, envuelto en polvo y escombros. Y cuando por fin pudo ver dónde había caído, se encontró rodeado de una multitud de pequeñas criaturas voladoras que no paraban de moverse de un lado a otro.

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—Mierda... —maldijo el animal, levantándose de entre los restos del techo mientras observaba la escena.

Moguris. Pequeños, graciosos y ruidosos moguris. Después de los humanos, eran las criaturas más numerosas en Ciudad de Paso, donde existía una gran comunidad de ellos. No era la primera vez que Sôkar se encontraba con uno y, para su desgracia, estos seres destacaban por ser bastante asustadizos y, sobre todo, ruidosos. Encontrarse con uno de ellos era igual de malo (o peor) que hacerlo con un humano, y ni decir si se trataba de un grupo entero.

—¡¡Un... un... un sincorazón, kupó!!

—¡Que alguien avise a Montblanc, kupó!

—¡¡Corred, kupopopopopopoó!!

—¡¡SOCORRO, KUPÓ, KUPÓ, KUPÓ!!

Para variar, le habían tomado por un sincorazón. Los gritos de los moguris no tardarían en poner en alerta a todo el Distrito, y Sôkar tenía que salir de allí cuanto antes. Examinó el lugar, intentando orientarse, y no tardó en darse cuenta de dónde estaba: un lugar con aspecto de tienda lleno de estos bichos solo podía ser la Orfebrería. Sin perder ni un segundo, el animal echó a correr a la desesperada, esquivando a los moguris mientras buscaba una salida como fuera. Si conseguía salir del lugar y llegaba a la calle, volvería a toda prisa al Distrito 2 donde no se atreverían a perseguirle.

El pobre Sôkar se había metido en un buen lío.

[EspeYuna]

—¡¡Sincorazón, sincorazón, kupopopó!

—¡Auch, kupó! ¡Mira por donde vuelas, kupó! ¡¡Aaaagh!!

—¡¡Que alguien nos ayude, kupó!!

—¿¡Dónde está Montblanc, kupóoo!?

Sôkar, a pesar de que tuvo difícil por un momento hallar la salida tras esquivar una manada de criaturas ruidosas y asustadizas, por fin pudo vislumbrar la plaza del Distrito 1. Sin embargo, el jaleo ocasionado por los moguris y la caída del techo no iba a pasar de largo a oídos de los ciudadanos. A parte de los chillidos de los encargados de la Orfebrería, Sôkar escuchó los gritos de la ciudad en la noche aparentemente tranquila hace unos escasos minutos:

—¡¡Sincorazón!!

—¡Cariño, huye a casa! ¡¡Llévate a los niños!!

—¡Huid!

—¡¡No permitiremos que le haga daño a nuestras familias!!

—¡A por él!

Sôkar estaba en un buen aprieto. A pesar de haber huido con toda la velocidad que pudo al Distrito 2, un grupo de hombres, armados con lo primero que habían cogido en sus casas (palos de fregona, cuchillos) o en la calle (como piedras del suelo), le acorralaron a las puertas del Distrito 2.

El pobre ser podía dar explicaciones o encararse y proteger su cuello.

[Astro]

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—¡¡Sincorazón, sincorazón, kupopopó!

—¡Auch, kupó! ¡Mira por donde vuelas, kupó! ¡¡Aaaagh!!

—¡¡Que alguien nos ayude, kupó!!

—¿¡Dónde está Montblanc, kupóoo!?

La huida de Sôkar no fue fácil, y menos con los moguris asustados revoloteando por todos los lados, pero finalmente consiguió esquivarlos y llegar a la calle. Se encontró de pronto en la plaza del Distrito 1, pero por desgracia todo el alboroto que habían armado los moguris había puesto en aviso a los ciudadanos de la zona, y no tardó en escuchar nuevos gritos de alarma.

—¡¡Sincorazón!!

—¡Cariño, huye a casa! ¡¡Llévate a los niños!!

—¡Huid!

—¡¡No permitiremos que le haga daño a nuestras familias!!

—¡A por él!

Consciente del nuevo lío en el que se acababa de meter, el animal no perdió ni un segundo y echó a correr hacia el Distrito 2, con la esperanza de que los humanos no se atrevieran a perseguirle a ese Distrito, pero no pudo estar más equivocado. Antes de que pudiera darse cuenta, se encontró rodeado a las puertas del Distrito 2 por un grupo de hombres armados con todo tipo de objetos (palos de fregona, sartenes, piedras, o incluso peligrosos cuchillos) y dispuestos a acabar con él.

Maldición, ¡¿y ahora qué hago?!

Estaba en un buen aprieto. Sabía perfectamente que no serviría de nada dialogar con los hombres y hacerles razonar, llevaba años intentando explicar a la gente que no era un sincorazón y no había dado ningún resultado, y no iba a hacerlo ahora. Por otra parte, los humanos estaban armados y no iban a dudar en atacarle, por lo que no tenía otra opción más que defenderse. Sin embargo Sôkar no era un animal violento, no estaba en su naturaleza pelearse. Se esforzaba todo lo que podía en parecer lo más humano y civilizado posible como para liarse a golpes y arañazos...pero ahora, desgraciadamente, no tenía otra opción. Si quería huir de ellos, tendría que hacerles frente.

La idea era sencilla: abrirse hueco entre los humanos como fuera y echar a correr. Sôkar levantó la cola, amenazante cual escorpión, y empezó a gruñir como si fuera un perro salvaje. Buscó entre los hombres al que fuese más pequeño y frágil de todos (y que por supuesto no llevara un cuchillo u otra arma afilada), y lo fijó como su objetivo. Necesitaba abrirse camino entre ellos, y para ello atacaría al eslabón más débil del grupo.

—¡NO SOY UN SINCORAZÓN! —gritó el animal, abalanzándose sobre el humano.

Su objetivo no era ni siquiera herirle, solo buscaba asustarle para que se apartara o que se cayera al suelo bajo el peso del animal, cualquier cosa que le abriera un hueco y le permitiera echar a correr por el Distrito. Si lo conseguía, se alejaría a toda prisa de los humanos buscando un nuevo escondite en el Callejón de antes.

[EspeYuna]

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Dio igual cuanto Sôkar intentara por convencer a los hombres que le habían acorralado en el callejón. Y haberse abalanzado sobre uno de ellos sólo empeoró las cosas. De pronto sintió un azote letal en su lomo, provocando que el ser lamentara su desgracia en aullidos de dolor. Detrás de aquello los hombres no se quedaron satisfechos, querían hacerlo desaparecer, como habían visto a los Caballeros de la Llave-Espada cuando protegían a los suyos.

Estaban cegados por el miedo y el odio. Quizás ni siquiera ellos eran conscientes de la oscuridad que invadían sus corazones en aquel momento. Tan sólo por su mente pasaba la imagen de sus compañeros caídos y el sentimiento de venganza. Puede que incluso tuvieran animales de compañía, que nunca harían daño a un ser vivo.

Pero eso Sôkar no lo entendía. El odio hacia los humanos crecía a pasos agigantados en su corazón. ¿Por qué le hacían eso? ¿Por qué tenía que sufrir de esa manera, cuando él no había hecho nada malo? Sus penas eran ahogadas por los aullidos, quizás suplicando ayuda.

¿Pero quién en su sano juicio le iba a ver con buenos ojos, cuando ni siquiera los moguris eran capaces de distinguirlo de un sincorazón?

—¡¡Anti-gravedad!!

* * *

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Sôkar volvió a recuperar la consciencia. Los párpados le pesaban, se sentía algo entumecido pero notó que se hallaba en un lugar cómodo. ¿Había sido todo una pesadilla? ¿Su imaginación le había jugado una mala pasada? Si abría los ojos, aun con dificultad, vislumbraría unas paredes de color verde. Y el sonido del tic-tac de un pequeño reloj de cuco en éstas. Lo único que podría saber con eso es que ya no se encontraba en el Distrito 1 rodeado de animales salvajes. Le dolía todo el cuerpo, había recibido una brutal paliza por parte de los humanos y las heridas quedarían grabadas en su memoria durante mucho, mucho tiempo.

—¿Ya estás despierto?

Una voz, la misma que escuchó en la lejanía antes de ser golpeado brutalmente en la cabeza. Si se giraba, aun con esfuerzo, contemplaría a una niña acomodada en una silla, . Una humana, al parecer, de aspecto curioso. Sus vestimentas eran poco acordes a las de los habitantes de Ciudad de Paso, aunque bien era cierto que cada vez era más común encontrarse con una mayor cantidad de nativos procedentes de otros mundos, más allá de la ciudad.

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Pero había algo diferente, Sôkar no sabría explicarlo. Su piel era de un tono más grisáceo y tristón que el del resto de los humanos que Sôkar había conocido.

—¿Qué? —volvió a preguntar la joven, mostrando una actitud seria y con cierto tono juguetón mientras le observaba— ¿Te ha comido la lengua el gato?

¿Acaso era de fiar una despreciable humana?

[Astro]

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Mala idea. Sôkar se abalanzó sobre uno de los humanos a la desesperada, intentando abrirse paso para huir, pero no llegó ni a tocarlo. El animal aulló de dolor cuando, en pleno salto, sintió un golpe en su lomo que le tiró al suelo. Pero ese fue sólo el primero. Los hombres, llenos de odio y sedientos de venganza, se ensañaron a golpes con la criatura. Habían visto en muchas ocasiones cómo los Caballeros de la Llave-Espada destruían a los sincorazón, y estaban dispuestos a imitarles con el monstruo que acababan de atrapar. Y Sôkar, indefenso, solo podía aullar y aullar de dolor, deseando que la tortura acabase pronto.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué a él? Era demasiado injusto. Sôkar no era un monstruo, no había hecho daño a nadie, ni siquiera robaba comida y se veía obligado rebuscar entre las basuras para poder alimentarse. Era un ser civilizado que sólo quería que le dejasen tranquilo. Entonces, ¿por qué le hacían esto? ¿Por su aspecto? Los humanos eran los auténticos monstruos, no él. Pero Sôkar sabía que de nada serviría suplicarles piedad. Ni siquiera se atrevió a pedir ayuda entre aullido y aullido, pues no tenía esperanzas de que alguien se atreviera a ayudarle. Estaba condenado.

El animal no tardó en caer inconsciente por un acertado golpe en la cabeza. Antes de sumirse en la oscuridad total, un grito resonó en los oídos del perro.

—¡¡Anti-gravedad!!

¿Quién...?

* * *

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Sôkar abrió lentamente los ojos. Estaba tumbado en un lugar cómodo, pero se sentía aturdido, completamente desubicado. Tardó unos segundos en recordar lo sucedido a las puertas del Distrito 2, y el dolor que sentía por todo su cuerpo le confirmó que todo aquello había sido real. Pero, ¿dónde se encontraba ahora? Agitó la cabeza con fuerza, intentando centrarse. Estaba en una habitación con las paredes verdes, y el sonido de un pequeño reloj de cuco era lo único que se escuchaba en la sala. ¿Cómo había llegado hasta allí...?

—¿Ya estás despierto?

Sôkar se giró sobresaltado, alerta, aunque enseguida lamentó haberlo hecho: le dolía a horrores cuando se movía. Pero mayor fue su sorpresa al descubrir a una extraña niña sentada en una silla de la habitación. Era humana, aunque con un tono de piel grisáceo muy llamativo, y vestía una ropa completamente diferente a la de los habitantes de Ciudad de Paso. Podía ser una nativa de otro mundo, como muchos otros que últimamente llegaban a la ciudad, pero lo que más llamaba la atención de Sôkar era su voz. Recordaba haber escuchado esa misma voz antes de caer inconsciente...

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—¿Qué? —la chica mostraba una actitud seria pero con cierto tono juguetón que intrigaba a Sôkar— ¿Te ha comido la lengua el gato?

La reacción del animal fue instintiva. Aguantando el dolor, corrió a ponerse en el extremo opuesto de la habitación, lo más lejos posible de la joven, mientras la observaba con cuidado. Sabía que ella había intervenido de alguna manera en la paliza, y aunque le producía una sensación diferente a la del resto de los humanos, no debía fiarse de ella. Seguía siendo una humana.

—¿Q-Quién eres tú? —consiguió preguntar Sôkar, manteniendo las distancias— ¿Dónde estoy?

[EspeYuna]

—¡Ey!

La muchacha giró su cuello hacia donde el animal se regocijó, allá en una esquina, lo más lejos posible de ella. Ésta enarcó una ceja, sintiendo curiosidad por su comportamiento.

—¿Por qué huyes?

No se movió del sitio, escuchando la pregunta del ser al que todos confundían con un sincorazón. Tras unos segundos incómodos de silencio, la niña decidió dar su identidad:

—Alexis. Alexis Blackblood —se presentó, abrazándose contra la silla y sonriendo pícaramente— ¿Y tú? Si sabes hablar seguramente te gustará que te llamen por un mote. Y "sincorazón" seguro que no lo es.

>> Estúpidos. Se acojonan hasta de su propia sombra. No me extrañaría que un día se liaran a palos entre ellos.

La que se hacía llamar Alexis suspiró, esperando una contestación por parte del animal.

[Astro]

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—¡Ey!

La chica se giró para observar cómo el animal se alejaba de ella y mantenía las distancias con la desconocida.

—¿Por qué huyes? —preguntó, enarcando una ceja y mirándole con curiosidad.

El animal no respondió, y ambos se mantuvieron quietos en su sitio, observándose mutuamente. Cuando el "sincorazón" le preguntó a la muchacha por su identidad, ésta tardó unos segundos en responder.

—Alexis. Alexis Blackblood —respondió al final, abrazándose contra la silla y sonriendo pícaramente— ¿Y tú? Si sabes hablar seguramente te gustará que te llamen por un mote. Y "sincorazón" seguro que no lo es.

Sôkar abrió los ojos como platos al escuchar la pregunta. Ya no recordaba la última vez que alguien le había preguntado por su nombre, o desde hacía cuánto que no lo pronunciaba en voz alta. Con el tiempo, se había acostumbrado a nombres como monstruo, criatura, o sincorazón. La actitud de la llamada Alexis no hacía más que intrigar al animal a cada segundo que pasaba...¿qué pretendía?

>> Estúpidos. Se acojonan hasta de su propia sombra. No me extrañaría que un día se liaran a palos entre ellos.

El animal guardó unos segundos de incómodo silencio, debatiendo por dentro si debía contestar o no. Aún tenía muchas preguntas sin responder, y la desconfianza hacia la humana estaba en su naturaleza, pero por otra parte la actitud y las palabras de la muchacha le hacían parecer diferente al resto. Finalmente, Sôkar optó por hacer lo que debía y responder.

—Sôkar —se presentó, mirando directamente a los ojos de la chica—. Me llamo Sôkar.

El perro relajó su postura, dejando de estar en continua tensión. Se sentó en el suelo sobre sus patas traseras, observando fijamente a Alexis, pero manteniendo la distancia de seguridad. Aún le dolía todo el cuerpo por los golpes, y el hambre había reaparecido, pero seguía teniendo preguntas para la chica que necesitaban respuesta.

—¿Dónde estoy? —volvió a preguntar, examinando de nuevo la habitación— ¿Qué...qué ocurrió durante la paliza?

[EspeYuna]

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—¿Sôkar, eh? —musitó Alexis, aun sintiendo curiosidad por el comportamiento arisco del mismo. Escuchó sus preguntas y siguió acomodada en la silla, aun haciendo equilibrios con la misma a dos patas— Estamos en el hotel del Distrito 2. Y bueno, simplemente los mandé a paseo, como suele decirse.

Una tétrica sonrisa asomó por sus labios, aunque rápidamente fue camuflada por un rostro apenado al recordar el incidente.

—Son asquerosos, ¿verdad? —comentó la niña, acercándose a Sôkar y agachándose a donde él estaba arrinconado— Equivocarte con los Sincorazón, menuda panda de imbéciles. Se nota que están cegados por el miedo.

Y sin previo aviso, cogió una de las patas del animal. La tenía vendada.