[Espacio Profundo] 626

Trama de Ivan Kit, Neru, Saeko y Saito

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

[Espacio Profundo] 626

Notapor Astro » Lun May 12, 2014 1:15 pm

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Y con esto, eh... terminamos la lección de hoy. Podéis iros.

Kazuki cerró de golpe el pesado libro que hasta ese momento había estado leyendo y explicando, dando por finalizada la clase. A los aprendices del aula, agobiados por las dos horas de teoría mágica que acababan de escuchar, les faltó tiempo para recoger sus cosas y salir a toda pastilla de la sala en busca de la dulce, dulce libertad. Ni siquiera los más empollones conseguían aguantar las lentas charlas de Kazuki sin morir de aburrimiento en el intento.

Por suerte o por desgracia, Neru fue el último aprendiz en ir a salir. El chico no había puesto un pie fuera del aula cuando...

Esto... espera un momento, eh, Neku. Necesito, esto, hablar contigo ―le pidió el maestro, mientras observaba con detenimiento un pequeño reloj de bolsillo. Tuvo que pasar un rato para que el hombre dejase de mirarlo y devolviera su atención hacia Neru―. Eh... sí. Me gustaría que me acompañaras en una, eh, misión.

»La Federación Galáctica nos ha pedido ayuda en una, am... escolta. Tendremos que escoltar una nave que transporta a un criminal hasta, eh, la zona del intersticio conocida como Espacio Profundo.

El hombre salió del aula a ritmo ligero, esperando que el aprendiz le siguiese. Miraba cada dos por tres el reloj de bolsillo, y daba la sensación de que a veces se le olvidaba que Neru le seguía.

Eh... será una misión sencilla. Una vez allí yo, esto, tengo un asunto que atender y... tú podrás conocer la nave de la Federación. ¿Alguna... duda?

Una vez contestadas, o no, las preguntas de Neru, Kazuki desapareció por los pasillos citando al aprendiz en los jardines del castillo en diez minutos. El chico tendría que darse prisa en volver a su habitación para prepararse o el maestro se marcharía sin él.

El recorrido hasta el cuarto fue más tranquilo de lo normal. Y no era de extrañar. Sólo habían pasado cinco días desde que los aprendices habían vuelto de la Red después de ser secuestrados por Erased Data, y el ambiente del castillo era completamente diferente a como era antes. El golpe a traición de Ronin a Ryota, la marcha de varios compañeros y la declaración de guerra por parte de Bastión Hueco lo habían cambiado todo. En más o menos medida, todos los aprendices estaban afectados por aquel incidente. Y eso se reflejaba en el ánimo general de Tierra de Partida.

Pero no era el momento de que Neru pensara en el pasado. Kazuki le esperaba.

Una vez estuviese preparado, Neru encontraría al Maestro en los jardines. Extrañamente, el hombre había sido puntual. Esperó a que "Neku" invocase su armadura y su glider e hizo lo mismo. De un acelerón, maestro y aprendiz abandonaron Tierra de Partida.

Destino: Espacio Profundo.

****

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Llegáis tardeee~.

Ariasu balanceaba las piernas alegremente, sentada en el balcón de una de las amplias terraza del bastión. Hacía escasos cinco minutos que había mandado a un par de moguris para que buscasen a dos aprendices en concreto y les diesen el mensaje de que la mujer quería verles: Saeko y Saito.

Cuando los dos jóvenes llegaron raudos a la terraza, se encontraron con alguien más además de la maestra del sombrero divertido: Diana Thorn. Con los brazos cruzados, la rubia miraba el suelo con aire distraído, incluso preocupado. Ni siquiera prestó atención a Saito cuando se acercó a ella. Raro, raro.

¡Lentorros! Bueno, empecemos ―anunció Ariasu, balanceándose sobre el balcón con gracia―. Tengo una misioncita para vosotros dos, parejita.

Señaló a Saeko con el índice y a Saito con el meñique de la misma mano, y soltó una risita juguetona. Incluso con la situación de tensión que vivía Bastión Hueco, la maestra seguía teniendo sus momentos infantiles. Todo un logro, pues era difícil mantener el buen ánimo desde que volvieran de la Red.

Habían pasado cinco días desde el ataque a traición, y la situación de Ryota era un absoluto misterio para los aprendices. Sólo Nanashi y Ariasu podían verle en persona, y apenas daban detalles sobre su estado cuando eran preguntadas. El líder del bastión seguía con vida, pero nadie sabía en qué estado. Y lo que era más inquietante: la guerra avanzaba. Los entrenamientos y la disciplina se habían incrementado en esos pocos días, preparando a los aprendices para lo que estaba a punto de estallar.

Tenéis que entregarle esta carta a la Gran Consejera de la Federación Galáctica ―explicó la mujer, sacando un sobre marrón de su sombrero―. La Federación es una valiosa aliada nuestra, y es importante que ésto llegue a las manos de la Consejera. La encontraréis en una nave gigantesca en el Espacio Profundo. Por cierto, la nave a la que vais es una prisión enorme, así que cuidadín con lo que hacéis por allí, ¿vale?

Diana se aclaró la garganta con fuerza, llamando la atención de la maestra.

Sí, sí. Por insistencia suya, aquí nuestra querida Diana irá con vosotros. Aunque...

Tengo mis motivos ―se defendió la rubia.

Está bien, está bien ―accedió Ariasu, con aire divertido―. Pero no distraigas al pobre Saito, ¿vale? Quiero que entreguéis la carta a la propia Consejera. Nada de secretarios o intermediarios. A ella. Sin excusas.

El gesto de la mujer se volvió serio, fulminando con la mirada a los tres aprendices. En un segundo, había pasado de maestra divertida a maestra aterradora.

¿Alguna preguntita? ―el tono de voz volvía a ser de maestra diver.

Con las duditas aclaradas, Ariasu extendió el brazo con el sobre en la mano, esperando que uno de los aprendices cogiera la carta. Diana no mostró interés alguno en cogerla, por lo que la tarea de llevar la carga recaía en uno de los otros dos aprendices.

Venga, vámonos ―apremió Diana, quien ya se había puesto su armadura e invocado su glider.

En cuanto Saeko y Saito estuvieron listos, Diana salió disparada hacia el cielo, dirigiendo la marcha. Con Ariasu despidiéndose agitando la mano, el trío abandonaría Bastión Hueco directos hacia el espacio.

Ante ellos se abría una nueva misión en un mundo desconocido. Estaba claro que Diana tenía sus propios motivos para ir, pero ellos tenían uno claro: entregar la carta. ¿Dónde?

En Espacio Profundo.

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Podéis hacer más de un post para hablar y relacionaros entre vosotros, lo de siempre.

****

[???]

Ivan abrió los ojos, confuso y desorientado. Encima, la cabeza le dolía horrores. Pero eso no era lo peor. Se encontraba tumbado en una vieja cama metálica, en una pequeña habitación también completamente construida de un extraño metal. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba...?

Si se esforzaba, el joven lograría recordar. Como era ya habitual en la vida de Ivan, aquella mañana había estado navegando por el intersticio en su nave, la Black Hunter. Todo iba completamente normal hasta que otra nave se cruzó en su camino y empezó a seguirle. A los cinco minutos, recibió un mensaje de la misma:

Le habla la Federación Galáctica. Identifíquese de inmediato.

Pero no tuvo tiempo para contestar. Antes de que pudiese tocar un botón, la nave gumi recibió un fuerte impacto que provocó que la cabeza del desafortunado Kit chocara contra los mandos. A partir de ahí, todo estaba en blanco. El golpe que se había llevado debía de haberle dejado inconsciente, y si se tocaba la frente comprobaría que tenía un enorme y doloroso chichón. Au.

Gritos y mucho alboroto se escuchaban alrededor del cubículo donde había despertado. Pero si intentaba salir, el chico chocaría contra un grueso cristal que bloqueaba cualquier intento de salida. Estaba encerrado. Y, mirando a través del cristal, reconocería dónde. Un largo pasillo con paredes repletas de pequeños huecos, todos con un cristal como barrera y una extraña figura dentro (cada una más rara y amorfa que la anterior).

Kit ya había estado ahí antes, aunque en una situación distinta, observando las celdas desde fuera. Porque sí, Ivan estaba en una prisión. Sin nada en los bolsillos y sin rastro alguno de Pichu, al pobre le habían encerrado en una celda galáctica sin motivo aparente. ¿O acaso Ivan Kit había cometido algún delito para acabar allí?

Fuese inocente o no, una cosa estaba clara: era prisionero en Espacio Profundo.

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¡Es un placer daros la bienvenida a la trama 626! Esta será mi primera vez como GM, así que espero que entre todos consigamos sacarla adelante de la mejor manera posible y que sea de vuestro agrado.

Como sorpresa: a pesar de lo que puse en el tablón de tramas, sí podréis utilizar a vuestras mascotas. Narrador, en tu caso, si quieres, puedes pedirme que en la próxima ronda añada la parte de Pichu para que puedas controlarla y reunirla con Ivan lo antes posible. Los demás empezáis con vuestra mascota al lado desde el principio, ¡así que utilizadla bien!

Os aconsejo que, si tenéis pendiente alguna actualización de nivel, lo hagáis cuanto antes. Justo antes de postear la próxima ronda cogeré los datos de las fichas que servirán como referencia para toda la trama, así que espabilad.

Para cualquier duda, petición, queja, problema, sugerencia, insulto, soborno, o insinuación, no dudéis en mandarme un mensaje privado para consultarme.

Un saludo~.

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Fecha límite: sábado 17 de mayo. Según como vea vuestro ritmo, iré ampliando o reduciendo la fecha límite.
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Re: [Espacio Profundo] 626

Notapor Darkness Seeker » Mar May 13, 2014 9:42 am

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Fuego, Electro, Agua... Durante más de una hora habíamos estado oyendo hablar de las afinidades mágicas, sus relaciones entre sí y su utilidad en combate. El Maestro que nos impartía la clase era el Mastro Kazuki, la última vez que le ví fue durante el suceso que sufrimos en la Red; cuando aquel programa, "Erased" según le llamaron los encapuchados que le seguían y los aprendices que allí estaban, trató de acabar con nosotros...

Y con esto, eh... terminamos la lección de hoy. Podéis iros.

La voz del Maestro me despertó de mis pensamientos, por lo que recogí los apuntes de aquella clase, y comencé a dirigirme a la puerta, esperando poder continuar con mis estudios teóricos o con mis entrenamientos.

Esto... espera un momento, eh, Neku. Necesito, esto, hablar contigo

Al girarme para ver de dónde procedía la voz pude ver como el Maestro kazuki se dirigía hacía mí, mientras observaba por unos instantes un pequeño reloj de bolsillo que seguramente había sacado de su bolsillo en algún momento. Pese a que mi nombre era Neru y no "Neku", me imaginé que hablaba de mí:

¿Sí Maestro?―le pregunté a Kazuki―¿Qué necesita?

Eh... sí. Me gustaría que me acompañaras en una, eh, misión.

Acto seguido, sin siquiera girarse a comprobar que haría, salió por la puerta del aula mientras seguía mirando de vez en cuando su reloj. Tras lograr llegar hasta él de un pequeño acelerón le pregunté sobre la misión:

¿Una misión?― Hacía poco, poco antes del suceso en la Red, ya había cumplido una "misión" * para el Maestro Kazuki para recoger parte de los sótanos con otra aprendiza de Tierra de Partida, por lo que no podía evitar preguntarme que necesitaría.

*
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Ver la misión "Quienes luego van recogiendo..."


Eh... será una misión sencilla. Una vez allí yo, esto, tengo un asunto que atender y... tú podrás conocer la nave de la Federación. ¿Alguna... duda?

No Maestro, y... me llamo "Neru", no Neku―le contesté mientras esperaba instrucciones.

Una vez dejado claro que le acompañaría, me citó en los jardines en 10 minutos, por lo que una vez se fue por los pasillos me dirigí rápidamente a mi cuarto para coger todo lo necesario. Dejé mis apuntes sobre la mesa y agarrando varias pociones, mis cadenas y un par de cosas que había comprado recientemente, salí de mi habitación en dirección a los jardines, dónde Kazuki ya me esperaba.

Una vez allí invoqué mi glider y mi armadura, y me dispuse a seguir a Kazuki hacia lo desconocido.
LET YOUR HEART SURRENDER BY THE DARKNESS¡

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Logros ~ Neru
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Re: [Espacio Profundo] 626

Notapor Tsuna » Vie May 16, 2014 3:20 pm

Frustrada, así me encontraba yo en ese momento. Miraba una y otra vez la combinación de cartas que tenía entre mis dedos, pero aparte de colorines no sabía si me servirían para ganar o no. Ni siquiera sabía cómo había terminado en esa situación tan extraña. Saito lanzó una de sus cartas sobre la mesa; de color negro con un número que no sabía si era seis o nueve. Yo me dediqué, nerviosa, a alternar la vista entre Saito, Gengar y mis propias cartas.

Era mi turno, y yo no tenía ni la más remota idea de qué hacer. ¿Coger una carta al azar y lanzarla sobre la mesa? Por mucho que Gengar o Saito me hubiesen explicado las reglas del juego, seguía sin poder recordarlas y me resultaban realmente complicadas. Más frustrada e impotente, imposible.

Saeko, te toca.

Lo fulminé con la mirada al instante, deseando que me dejase algo más de tiempo para pensar mi próxima jugada, ¡pero no sabía qué hacer! Y la sola idea de llevar ya tres días seguidos jugando en mis ratos libres a ese endemoniado juego con Saito y Gengar no mejoraba las cosas, ¡tres días había abandonado mis queridos libros de fantasía en la biblioteca para probar este nuevo “entretenimiento” ―si es que podía considerarlo así―! Pero definitivamente, esa sería mi última partida, lo tenía más que claro.

No quise perder más tiempo, por lo que cogí la carta que me pareció más bonita y la lancé sobre la mesa, esperando que la fortuna se apiadase de mí. Gengar rió por lo bajo, y le dirigí una mirada envenenada mientras sacaba una de sus cartas a nuestros ojos.

Has perdido, Saeko. Otra vez.

Su último comentario me provocó como nunca antes lo había hecho mi pequeñín. Estuve a punto de gritarles en la cara que yo pasaba de seguir jugando y que no me interesaban las cartas, dándole una patada a la mesa y terminando con su maldita partida. Pero no, no me moví del sitio, sino que tiré todas mis cartas al aire y me levanté, entre resignada y enfadada.

Pues vale. ―dije, con un tono que denotaba bastante mi enfado

Y con las mismas me giré, dispuesta a irme del comedor. Ignoré los posibles comentarios de Saito y Gengar, no quería escucharlos. Necesitaba un poco de soledad en mi habitación para aliviar aquella rabieta y pensar en todo lo sucedido; actualmente estábamos en guerra y no lo había asimilado del todo. Se desconocía por completo el estado del maestro Ryota, y eso era algo que en el fondo me preocupaba profundamente, me intentaba convencer a mí misma de que todo saldría bien, pero no estaba del todo segura. Cinco días, habían pasado cinco días en un suspiro desde que Erased Data fue eliminado para siempre, y no hubo noche en la que no pensara en todo lo acontecido: las experiencias de mi copia digital, la puñalada de Ronin, la batalla del museo, y los recuerdos que inexplicablemente, había recuperado mi otra Yo.

No podía dejar de pensar e indagar en eso último, y lo podía recordar con claridad: yo, en Ciudad de Paso de noche, junto a ese Thunder en busca de poder. La sola idea de pensar que ese individuo y yo habíamos sido aliados, o lo que fuese, me abrumaba y me desagradaba en gran medida. Y me había hecho comprender, o al menos sospechar, sus acciones; aparecer de pronto en Bastión Hueco un año atrás en mi busca para llevarme a Espacio Paranoico y retarme a un combate, ¿pretendía acaso que me uniese a su causa o algo? Y, ¿cómo había averiguado mi ubicación? No lo entendía, y tenía algo de miedo sabiendo que aquel tipo podía aparecer de la nada en cualquier momento. Pero la pregunta que más me rondaba por la cabeza era…

¿Soy yo de Ciudad de Paso?


Me lo había planteado mucho últimamente, pero no había siquiera hecho el esfuerzo de viajar a la ciudad, y tampoco sabía de qué época era yo, ¿quedaría alguien acaso que me conociese? ¿Cómo era mi vida antes de todo eso? No tenía ni la menor idea. Lo único que sí tenía claro es que necesitaba salir viva de la guerra primero, y luego ya me centraría en mis asuntos personales; los maestros iban primero, mis prioridades eran más que claras.

Di un par de pasos y, antes de salir del comedor, me choqué de frente con un Moguri.

¡Ah! —y caí al suelo de culo, torpemente y muerta de vergüenza. Le dirigí una mirada asesina a la criatura, ¡era la gota que colmaba el vaso!— ¡Ten más cuidado! ¡O la próxima vez te arrepentirás de haberme conocido! —le amenacé, harta ya de todos los que estaban allí y queriendo aislarme de una vez por todas en las profundidades de mi cuarto

Me levanté como pude, dolorida por el golpe, y antes de poder salir del lugar aprecié otro de aquellos ositos voladores, ambos me impedían la salida. Enarqué una ceja, incrédula, ¿qué significaba aquello? ¿Acaso me iban a impedir el paso hasta que no acabase la partida? ¿Lo habían planeado todo Saito y Gengar para obligarme a jugar? ¡Lo que me faltaba!

¿¡Pero qué significa esto!? ¡Qué no quiero jugar a esas cartas! —histérica, le dirigí mi mirada a los otros dos, provocando en Gengar un escalofrío

Pero estaba muy equivocada, y para mi alivio, las criaturas terminaron aclarando que solo nos buscaban por orden de mi maestra oficial.

¡Pues Saito, te esperamos allí! —le dije a mi amigo cuando me dispuse a salir definitivamente del lugar, acompañada de mi fantasmita personal

Más nerviosa todavía, me apuré para ir a mi habitación a recoger todas mis cosas y prepararme debidamente, no quería hacer esperar a la maestra bajo ningún concepto. A una velocidad vertiginosa me cambié la vestimenta, usando un nuevo uniforme de motivos rojos que no me había atrevido a utilizar hasta entonces, junto con una hermosa capa blanca que hacía de bufanda. El olor a ropa nueva me rodeó al instante, llegando incluso a marearme un poco. Hice un esfuerzo por ignorarlo y, tras recoger mis pertenencias y arreglarme como pude frente al espejo del baño, me lancé en carrera hacia las terrazas donde esperaría la maestra.

Para mi sorpresa, no se encontraba sola, sino que era acompañada por Diana, otra aprendiza más veterana que yo, rubia y delgada, y a la que siempre solía ver con algún hombre. No me caía especialmente bien, sobre todo por los rumores que habían llegado a mis oídos de ella**, pero me limité a ignorarla y permanecí de pie, seria, frente a la maestra. Gengar por su parte se elevó hasta quedar a la altura de mi hombro para sujetarse en éste, expectante.

La maestra nos replicó lo tarde que habíamos llegado, llegando yo a considerar mi carrera a contrarreloj como un fracaso; tendría que ser más rápida para futuras ocasiones. Comenzó pues a relatar nuestra próxima tarea con aquella actitud tan infantil suya. En realidad agradecía tener una maestra así, pues gracias a su personalidad conseguía distraerme de los problemas personales, y sentía que le daba cierto aire optimista a nuestro bando, a pesar del estado del maestro Ryota.

Ariasu nos mostró entonces, de su gracioso sombrero, un sobre de color castaño y apagado. Al parecer teníamos que entregarlo a la Consejera de la Federación, de cuya existencia me había enterado cinco días atrás, y desconocía también que fuese nuestra aliada. Escuché en silencio y claramente sorprendida las órdenes de mi maestra: teníamos que entrar en la nave, o prisión, de la Federación, y entregarle el informe a aquella mujer. Pero no lo entendía, ¿no se suponía que querían encarcelar al antiguo maestro Andrei en esa prisión? ¿Por qué entonces eran nuestros aliados?

La conversación continuó; Diana parecía tener sus motivos para visitar el lugar, y yo realmente no sentía mucho interés en ella, aunque sospechaba que ya me terminaría enterando de sus razones de alguna u otra forma. El rostro de la maestra se ensombreció cuando nos pidió que le entregasemos la carta a la propia Consejera y en persona.

Por supuesto, maestra. —respondí, comprendiendo los objetivos que teníamos entre manos

No me vi sorprendida por la actitud de mi maestra, sabía perfectamente cómo era, incluso desde mi primer entrenamiento con Saito. Su actitud alegre conseguía animarme, pero siempre se tomaba las cosas muy en serio.

¿Alguna preguntita?

Vi cómo Saito se ofrecía a coger la carta, por lo que lo dejé a su aire. Confiaba en él. Yo por mi parte me adelanté unos pasos, quería aclarar ese asunto de nuestras relaciones con la Federación. Así pues, me crucé de brazos antes de empezar a relatar:

Maestra, no comprendo por qué la Federación quería encarcelar al maestro Andrei si somos sus aliados. ¿Qué clase de relación tenemos exactamente con ellos? ¿Les decimos que somos de Bastión Hueco y ya está? —sentí que quedaba fuera de lugar con mis preguntas, las cuales me parecieron bastante tontas y me avergonzé por ello, pero necesitaba saber cómo actúar una vez llegasemos a la nave

Una vez respondiese mis dudas, para bien o para mal, Diana invocó su armadura y yo la seguí, golpeando mi hombrera izquierda y sumergiéndome bajo un destello de luz.

Venga, vámonos.

No me hacía mucha gracia estar teniendo que obedecer a esa chica, pero no tenía más elección. Así pues, invoqué mi Glider al instante y partí tras ella sin perder un segundo, no me despedí de la maestra, no me salieron las palabras en ese momento. Gengar me siguió en su cápsula especial, y de ese modo, nos adentramos en Espacio Profundo.

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**Tengo entendido que Diana durante la Segunda Saga se refirió a Saeko algunas veces como “la de las tetas grandes”, por eso considero que algo habrá escuchado mi personaje respecto a ello, sino, no importa. No es algo que vaya a estar recordando a cada post xD

Sobre el tocho-post, no he tenido casi tiempo ni fuerzas personalmente para escribir esta semana, por lo que en lugar de varios post he intentado resumirlo todo en uno. Ya acordamos Saito y yo que sería él quién cogiese la carta.

Sobre tu primer post como GM, Astro, ¡lo has hecho genial! Me ha encantado mucho, ¡sigue así! :)

Respecto a mi apariencia, uso el Dream Self de la Tercera Saga de ahora en adelante.

Y dicho esto, ¡a matar marcianitos! (?)
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Re: [Espacio Profundo] 626

Notapor H.S Sora » Dom May 18, 2014 7:30 pm

Saeko, te toca.

Casi me eché a reír ante el comentario de Gengar, la mascota o compañera de mi amiga Saeko. La idea vino tan rápido como volvió por que la mirada de esta última denotaba un gran enfado y dudaba que conmigo se limitase solo a mirarme con ojos asesinos, a mi probablemente me mataría. Sonreí levemente.

Mi amiga volvió a concentrarse en sus cartas, pese a haberle explicado las reglas varias veces, sabía que no las acababa de entender pero en la gran mayoría de veces que jugábamos se negaba a que le prestase ayuda, algo normal en ella; habíamos empezado a jugar desde hacía 3 días ya, pues habíamos llegar a la conclusión de que estando las cosas como estaban, la soledad y el aislamiento no nos hacía bien a ninguno de los tres. Saeko se había mostrado un poco rehacía en un principio, pero terminó ―medio a rastras― apoyando la idea de que hacer cosas nuevas para distraernos sería de lo más útil. Y eso hacíamos, en aquel instante nos encontrábamos en el comedor de Bastión Hueco jugando los tres a aquel juego de cartas que frustraba a Saeko por momentos.

Mi compañera cogió una carta y la tiró a la mesa, miré la carta unos instantes y alcé ligeramente una ceja, ¿no tenía nada mejor? Seguro que lo tenía, pero apostaba lo que fuese a que no sabía diferenciar entre las cartas que tenía, y había sacado una por puro azar. Gengar se limitó a volver a burlarse de ella mientras sacaba una carta varias veces mejor y más útil en aquel momento que la que había sacado ella; se acercaba un enfado por parte de mi amiga que no podríamos evitar.

Has perdido, Saeko. Otra vez.

Aquello me sorprendió, noté como la burla de Gengar enfureció aun más nuestra amiga. Incluso llegué a pensar que perdería los nervios allí mismo y empezaría o a gritarnos o a golpearnos, y sincermante prefería evitar los golpes de una Saeko cabreada. Para mi alivio no hizo absolutamente nada de eso, solamente tiró sus cartas al aire y se levantó de su sitio.

Pues vale. ―Era evidente que aquello la enfadaba, y preferí no decir nada, simplemente me callé ante la “tensa” situación.

Mi amiga se giró y se empezó a ir del comedor, yo por mi parte me limité a mirar a Gengar y a negarle con la cabeza en señal de desaprobación, medianamente divertido.

No deberías provocarla tanto cuando jugamos y pierde, o a este paso no va a querer volver a jugar y no tendremos más remedio que volver a convencerla o proponerle otro juego.

La conversación cesó cuando oímos un choque y un quejido, y nos encontramos nada más y nada menos que a Saeko, la cual parecía haber caído de culo y se encontraba en el suelo.

Dios mio, no querría ser ese Moguri...

¡Ten más cuidado! ¡O la próxima vez te arrepentirás de haberme conocido! —Saeko empezó a dejar ir toda la rabia que sentía, y por un momento me planteé la idea de que volviese hacia nosotros y nos hiciese pedazos, aun sin tener yo culpa de las acciones de su compañero.

Se levantó, y quiso salir del comedor de una vez, en vez de pagarlo con más gente supuse, pero otra de aquellas criaturas apareció y entre ambos impedían a mi amiga que pudiese salir. Miré extrañado a aquellas criaturas, ¿que habían venido a hacer?

¿¡Pero qué significa esto!? ¡Qué no quiero jugar a esas cartas! —Saeko nos dirigió una mirada que me echó hacía atrás. No teníamos nada que ver en aquello, y entonces sí que temí que Saeko tomase represalias hacia nosotros.

¡No tenemos nada que ver con esto, Saeko!—dije para que me escuchase e intentase calmarse. No sabía si Gengar estaba o no implicado en aquel asunto, pero por la reacción que tuvo ante la mirada de su compañera supuse que tenía tanto miedo como yo o más.

Al final aquellas criaturitas lo aclararon todo; venían de parte de Ariasu la cual quería vernos inmediatamente. Suspiré aliviado cuando la situción quedó totalmente aclarada, incluso pareció que Saeko se relajaba un pelín.

¡Pues Saito, te esperamos allí! —Sonreí y asentí mientras mi compañera marchaba acompañado por Gengar.

¡Ahora nos vemos!—Recogí las pertinencias que tuviese encima la mesa y me dirigí con prisa a mi habitación.

Por el camino no pude evitar pensar en todo lo que había sucedido, que era más que reciente y no podía pasarlo por alto cuando me encontraba a solas.

Habían pasado cinco días, ni uno más ni uno menos. Cinco días desde que habíamos ido a la Red y había sucedido todo lo relacionado con Erased Data, incluyendo recuperar sentimientos que no consideraba en absoluto como algo ciertamente mío. Cinco días desde que Tierra de Partida había traicionado a Bastión Hueco por la espalda y había hecho que el conflicto estallase con más rabia y fuerza que nunca. Otro tema en el que pensaba mientras llegaba a mi habitación, era el estado de salud del Maestro Ryota. Nadie sabía lo más mínimo sobre él, solo Ariasu y Nanashi, las cuales no daban dato alguno sobre él por mucho que se preguntase, lo cual era muy preocupante de algún modo. Debía seguir vivo, o resistiendo como pudiese gracias a la atención de ambas, ¿pero por qué no decirnos nada entonces?...

Un escalofrío me recorrió el cuerpo de pronto y abrí la puerta de mi habitación sintiendo que toda aquella situación se me venía encima sin poder evitarlo. Negué con la cabeza mientras cogía la bolsa que siempre dejaba preparada con todos los objetos que tuviese, nunca se sabía que falta podían hacerme en combate.

No estoy solo, tengo a Saeko y al resto de mis compañeros y Maestros que ayudarán a que todo salga bien y adelante...

No cambié mi vestuario habitual, simplemente me limité a colocarme aquella prenda negra larga y con capucha que parecía una chaqueta además de lo que ya llevaba. Después de colgarme a Alice a la espalda junto a la bolsa con todas mis cosas, me dirigí al lavabo donde me mojé ligeramente la cara.

Seguía sin escuchar aquella voz, cosa que no me preocupaba por aquello del “sello” que había dicho Alice, pero a ella también había dejado de escucharla y me preocupaba. De pronto empecé a toser y al ponerme la mano noté que algo había caído en ella. Era un líquido que parecía sangre, pero estaba entremezclado con un color negruzco muy espeso. También noté como si mis ojos estuviesen a punto de estallar, me miré al espejo y me asusté al ver que me sangraban, las fuerzas me empezarón a abandonar y tuve que apotarme en la pica del baño para no caerme.

...¿Cuantas cosas de las que ves son reales?...


¿A-Alice?...

...¿Cuantas cosas de las que crees son verdad?...


Una punzada de dolor atravesó mi cabeza y ahogué un grito mientras caía de rodillas. Parecía Alice, pero era una voz metódica y distorsionada, incluso carente de sentimiento alguno.

Me reincorporé como pude, sintiendo que el corazón me latía cada vez más rápido y de manera más dolorosa. Pero tenía prisa, la Maestra Ariasu nos esperaba, no podía llegar tarde y menos dar explicaciones... Antes de irme, volví a mirarme los ojos en el espejo, evidenemente no había antecedente alguno de que me hubiesen sangrado en ningún momento.


***

¡Lentorros! Bueno, empecemos.―Ariasu se encontraba en un balcón de las terrazas, balanceándose con su actitud tan peculiar―Tengo una misioncita para vosotros dos, parejita.―señaló a Saeko con uno de sus dedos a la vez que con otro de la misma mano me señalaba a mí.

No era la primera vez que Ariasu había bromeado con aquello, y por desgracia dudaba que fuese la última vez también. Pero en el fondo, me hacía cierta gracia a la vez que me producía un extraño estado de vergüenza que me costaba disimular.

Aunque aquel día me costó tener otro lugar al que mirar cuando la Maestra bromeó, pues Saeko se encontraba a un lado y al otro no tenía nada más y nada menos que a Diana. La miré de reojo disimuladamente, pues me producía una sensación que no sabría describir. Recordaba que me hubiese guiado a dar una vuelta por el Castillo tras finalizar aquel entrenamiento con Saeko, pero cada vez que intentaba recordar algo más mi cabeza parecía bloquearse y mis mejillas se encendían inexplicablemente.

Tenéis que entregarle esta carta a la Gran Consejera de la Federación Galáctica ―cotinuó explicando Ariasu, sacándome de mis pensamientos y tonterías. Esta sacó un sobre de un color oscuro del interior del sombrero que portaba, aquello me hizo esbozar una media sonrisa.―. La Federación es una valiosa aliada nuestra, y es importante que ésto llegue a las manos de la Consejera. La encontraréis en una nave gigantesca en el Espacio Profundo. Por cierto, la nave a la que vais es una prisión enorme, así que cuidadín con lo que hacéis por allí, ¿vale?

Asentí, pensando en que clase de nave podría ser a la vez una prisión. ¿No sería peligroso acaso tener a los prisioneros en una nave de la que podrían escapar y tomar el mando?... Entonces la rubia carraspeó, llamando así la atención de todos:

Sí, sí. Por insistencia suya, aquí nuestra querida Diana irá con vosotros. Aunque...

Tengo mis motivos.

Está bien, está bien. Pero no distraigas al pobre Saito, ¿vale? ―Aquello hizo que me volviese a casi sonrojar y reír a la vez. Ariasu parecía bromear en cualquier situación posible―Quiero que entreguéis la carta a la propia Consejera. Nada de secretarios o intermediarios. A ella. Sin excusas.

Entonces Ariasu cambió totalmente en cuestión de segundos, de su gesto divertido y malintencionado cambió a uno totalmente serio. No sabía si aquello formaba parte de su carácter natural o es que quizá la situación que estábamos viviendo la estaba haciendo cambiar un poco, pero fuese lo que fuese aquello no importaba.

Por supuesto, maestra. —dijo Saeko, la cual parecía acostumbrada a aquellos “cambios”.

Yo por mi parte no me ví capaz de decir nada, o al menos nada inteligente y que fuese adecuado para aquel momento, así que me limité a asentir.

¿Alguna preguntita?

Ariasu ofreció a su vez el sobre que contenía la carta que debíamos entregar, por lo que no dudé en acercarme y cogerlo al ver que ninguna de mis compañeras parecía muy predispuesta a ello. Abrí aquella especie de chaqueta larga con capucha, abrí mi chaqueta habitual y la metí en un bolsillo que había descubierto que tenía desde hacia poco tiempo, cerré aquel bolsillo con la carta bien guardada y volví a abrocharme la chaqueta y la chaqueta “larga”.

Maestra, no comprendo por qué la Federación quería encarcelar al maestro Andrei si somos sus aliados. ¿Qué clase de relación tenemos exactamente con ellos? ¿Les decimos que somos de Bastión Hueco y ya está?

Esperé a que la Maestra Ariasu respondiese a las dudas de mi amiga y entonces me acercaría un poco para añadir:

¿Como sabremos quién es la Gran Consejera de la Federación? Quiero decir, a no ser que alguna de mis compañeras ya la haya visto, claro—hice un movimiento que abarcaba tanto a Saeko como a Diana. Quizá parecía una pregunta un poco estúpida, pero tenía mis motivos para hacerla, pues no quería fallar en nada de esta misión— Quiero decir, alguna manera de saber que realmente es ella, para no entregársela a ningúna otra persona.

Tras que Ariasu me respondiese, asentiría y me pondría mi armadura después de que Saeko y Diana ya lo hubiesen hecho.

Venga, vámonos. ―se apresuró Diana, la cual tenía una evidente y desconocida prisa por llegar.

Diana parecía ser la encargada de guiarnos por lo que tendría que hacerle caso pues jamás había estado en ese mundo al que nos habían destinado. Invoqué mi glider y me despedí de la Maestra Ariasu con una reverencia antes de perderme en el espacio siguiendo todo lo rápido que pudiese a Diana y Saeko.

Con un extraño sabor a sangre en la boca y el corazón aún latiéndome a mil por aquel extraño suceso en mi habitación, estaba ansioso por ver que sorpresas me deparaba Espacio Profundo.


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Bueno no tengo mucho que decir al respecto que no se haya dicho ya, solo que estoy seguro de que será una gran trama y que mucha suerte a todos ^^

Y que tu primer post como GM me ha encantado Astro, estoy impaciente por ver como sigue la trama!
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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[IK] Ronda #1 - 626

Notapor Soul Artist » Dom May 18, 2014 11:10 pm

¡¡Compre Aspiradoras Stan 3000!!

Me desperté de un salto gritando aquellas palabras. El colchón sobre el que me encontraba dio un brinco ante mi repentina reacción. Jadeé y me llevé las manos al pelo, procurando calmarme. Podía saborear en mis labios el sudor frío que atravesaba todo mi cuerpo, en especial por el agobio de la máscara.

Me quité las gafas y las tiré lejos, intentando calmarme. Me tapé ambos ojos e hice un enorme esfuerzo por no llorar, no caer otra vez en aquella estupidez. Tomé aire con fuerza y conté hasta diez lentamente; conseguí aguantar la presión por aquella vez. Cada vez resistía mejor aquellos lloriqueos estúpidos.

Dos años ya. Había pasado mucho tiempo desde que había abandonado Tierra de Partida, como un desertor en pleno campo de batalla. Había cumplido con mi misión, pero el precio había sido demasiado grande para mí. Era algo que no podía soportar, no más.

Giré mi cabeza y comprobé que no estaba en mi nave. Me habían hecho prisionero en un lugar que reconocí como la Federación; ya había estado en aquellas celdas, aunque nunca esperé estar en el interior de una de ellas. El por qué lo desconocía, pero mientras me diesen comida no me iba a quejar por estar unos días allí. Me moría de hambre: nadie me contrataba en todo el estúpido Reino ni para el trabajo más tonto debido a la maldición.

Úrsula. Acordarme de la maldición de la maldición me llevaba siempre a rememorar su risa, sus ojos brillantes y su horrible rostro. La bruja de Atlántica me había engañado para poder encontrar el arma que tanto Ronin como Ryota buscaban, las Perlas, ahora en mi posesión. Nunca las llevaba encima, por lo que no debía preocuparme de que me las hubieran confiscado. Pero no debía alejarme demasiado de su ubicación.

Me levanté de la cama y me acerqué al cristal que me mantenía preso. Coloqué el brazo encima de este para apoyarme y observé a los criminales allí capturados, monstruos de toda clase. Miré uno a uno, esperando encontrar a alguno con la mirada. No quería volver a encontrarme con el preso llamado Ogro, a quien una vez detuve con toda mi inteligencia junto a Saxor y Zait.

Poco podía hacer allí. Me aparté del cristal, recogí las gafas protectoras y me senté en la cama observando mi reflejo a través de ellas. No me preocupaba estar allí: era amigo de Gantu, y sabía que en cuanto viese que estaba en la lista de reclusos vendría a explicarme qué pasaba. Tenía la Llave Espada para salir si se daba el momento, por lo que podía estar tranquilo... A menos, claro, que me hubiesen atrapado por orden de Tierra de Partida.

En ese caso estaba listo.
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¡Gracias, Flan, por Alexis e Ivan!
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Ronda #2 - 626

Notapor Astro » Mié May 21, 2014 2:05 pm

Ivan

Pasó media hora sin que nada ocurriera. Escuchar los gritos y rugidos de los demás presos fue la única distracción para Cool Wind. Hasta que un ruido diferente captó la atención del chico: el sonido de un elevador.

Una plataforma se paró frente al cristal de la celda de Ivan, con tres figuras en ella. Dos de ellas eran idénticas: dos seres vestidos con uniforme de arriba a abajo, casco incluido, equipados con un arma y levemente inclinados hacia delante. Podría reconocerlos como soldados de la Federación. El tercero, colocado en medio de los otros dos, tampoco era humano. Pequeño, sin pelo visible y con la piel grisácea, tenía los ojos muy separados y en el cuello parecía tener agallas. Tenía el aspecto de un pez fuera del agua, literalmente.

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El del en medio

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Soldados de los lados

Ponte de pie y levanta todas tus extremidades superiores. Se va a proceder a tu revisión —ordenó uno de los soldados, apuntando con su arma al preso—. Cualquier movimiento brusco o intento de escapar será castigado con severidad. No nos hacemos responsables de posibles muertes.

Tras asegurarse de que Kit obedecía, el pequeño alien introdujo una contraseña en el panel. El cristal de la celda descendió, dejando el paso libre para que los tres entrasen dentro. Con ambos soldados apuntando al chico sin descanso, el tercero avanzó hacia él tecleando en un pequeño aparato que llevaba en la mano.

Muy bien, alborotador. Soy el Carcelero Jefe de este bloque. Estoy aquí para asegurarme de que tu estancia en esta celda sea lo más incómoda posible —se presentó, pero sin dignarse a mirarle a la cara mientras le hablaba—. Has tenido suerte, has llegado justo en el día que se celebran los juicios. Pronto conocerás cuánto tiempo estarás aquí, criminal.

El carcelero volvió a presionar varios botones de su aparato, y sin previo aviso un destello verde cegó a Ivan. Además de quedarse medio ciego durante un rato, también notó un cosquilleo por todo su cuerpo.

Homo Sapiens. Especie inofensiva, aunque algunos pueden utilizar lo que se denomina "magia" —leyó de la pantalla, haciendo una mueca con la última palabra—. Tendremos que tomar precauciones para evitar sorpresas...

»Se te acusa de resistencia a la autoridad, posesión de armamento ilegal y transporte ilegal de especies no registradas. Tu bichito estará camino a ser diseccionado en estos momentos, je. Tu juicio será de los últimos, así que vete pensando todas las excusas que puedas. Dudo que funcione ninguna.

Con una risita cruel y soberbia, el Jefe se giró para abandonar la celda. Estaba a punto de pisar la plataforma cuando se paró para añadir la última parte:

Oh, casi lo olvido. ¿Tu nombre? El real, a ser posible. Y si tienes que añadir algo en tu defensa, adelante. A ver si consigues que me lo crea.

Era el momento de dar explicaciones, o tal vez de pedirlas.

****
Saeko & Saito

Saeko fue la primera en adelantarse a preguntar mientras su compañero cogía el sobre.

Maestra, no comprendo por qué la Federación quería encarcelar al maestro Andrei si somos sus aliados. ¿Qué clase de relación tenemos exactamente con ellos? ¿Les decimos que somos de Bastión Hueco y ya está?

Somos aliados mutuos. Nos ayudamos y colaboramos mutuamente, y cositas así. La Federación tiene celdas donde podemos meter a los malos y eso. Sobre Andrei... —la maestra se llevó un dedo a la barbilla, pensativa—. Digamos que ha sido un niño muy malo y ha roto las normas tanto de la Federación como de la Orden. Cuando consigamos encontrarle decidiremos qué hacer con él. Pero vosotros centraos en la misión, ¿vale?

Saito, con la carta ya en su poder, también quiso resolver sus dudas:

¿Como sabremos quién es la Gran Consejera de la Federación? Quiero decir, a no ser que alguna de mis compañeras ya la haya visto, claro. Quiero decir, alguna manera de saber que realmente es ella, para no entregársela a ningúna otra persona.

Jiji, no os preocupéis por eso. Es fácil de reconocer, siempre anda por ahí dando órdenes rodeada de gente. Es azul y muy alta. Sí, azul. Lo entenderéis cuando lleguéis —explicó Ariasu, soltando una risita—. Si tenéis problemas, enseñad la Llave Espada y os dejarán pasar.

Una vez los tres estuvieron listos, despegaron rumbo a la aventura. La misión les esperaba.

Guiados por Diana, los tres viajaron a toda velocidad por el intersticio. La rubia parecía tener una prisa loca por llegar, y llevó a los otros dos por rutas que desconocían. Los atajos acortaron el tiempo del viaje, pero no resultaron del todo seguros. Llegaron a cruzarse con varias naves de sincorazón a las que esquivaron por los pelos, ¡e incluso una ballena gigante casi les come! Pero Diana no dejó que se detuviesen: Espacio Profundo estaba cerca.

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Por aquí.

La nave de la Federación era enorme. Inmensa. Verla por primera vez dejaba sin habla a cualquiera. Diana les había llevado por una entrada hasta un puerto bastante transitado por distintas naves que entraban y salían sin parar. Ya en pie sin los gliders, el trío siguió una hilera de gente hasta llegar a parar a un gigantesco hall muy iluminado que parecía ser la recepción principal de la nave.

Pero lo más raro de todo era el tipo de habitantes de aquella nave: ninguno era humano. Cada uno tenía un aspecto diferente, a cada cual más extraño que el anterior. Extraterrestres. Alienígenas. Por una vez, Gengar no llamaría en absoluto la atención. Los raros eran los humanos.

Preguntad ahí por la Consejera —les indicó Diana, señalando una fila que llevaba hasta un mostrador de información—. Yo tengo cosas que hacer. No la caguéis.

La rubia le guiñó un ojo a Saito y echó a andar en dirección contraria al mostrador. Si la seguían con la mirada, verían que se dirigía, igual que muchísimos monstruitos más, hacia un enorme portón con un enorme letrero escrito en una lengua desconocida que parpadeaba. Si seguían mirando, verían que el letrero de pronto estaba en su idioma: SALÓN DE LA JUSTICIA.

Con un nuevo parpadeo, el letrero volvía a estar en una lengua indescifrable. Al parecer, cada vez que parpadeaba aparecía escrito en un idioma diferente. Por otra parte, en el mostrador de información que les había indicado había una cola bastante larga, con aspecto de avanzar bastante despacio.

Era el momento de elegir. ¿Dejarse llevar por la curiosidad y seguir a Diana o ceñirse a la misión e ir a preguntar por la Consejera? ¿Separarse para cubrir ambas opciones o seguir juntos?

Elecciones, elecciones.

****
Neru

Kazuki guió a Neru hacia el intersticio sin perder ni un segundo. Una vez allí, no tardaron en encontrarse con su objetivo: la nave que tenían que escoltar. El Maestro intercambió unas palabras con el piloto antes de volverse hacia el aprendiz.

Mantente, eh, detrás de la nave y no bajes la guardia. Si ves algo sospechoso, avísame.

Una vez dadas las instrucciones, Kazuki se colocó delante de la nave e inició la marcha. La nave avanzaba detrás de él, con un obediente Neru en la cola. La escolta comenzaba.

El viaje fue, directamente, aburrido. No hubo ningún incidente ni ataque. La única vez que llegaron a cruzarse con un par de naves sincorazón, fueron eliminadas por un potente hechizo de Kazuki antes de que Neru pudiese abrir la boca. Si el chico tenía la ilusión de tener un viaje lleno de acción, se llevó un buen chasco.

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Finalmente, llegaron al Espacio Profundo. Allí, flotaba la gigantesca nave de la Federación. Poco tiempo tendría Neru para admirar semejante vehículo: Kazuki llevó al grupo hasta una pequeña entrada en un lateral, donde fueron escaneados antes de que las compuertas se abrieran. Una vez dentro, encontrarían un pequeño puerto para naves donde aterrizar.

Buen trabajo, esto, Nelu —le felicitó Kazuki una vez hubiesen bajado de los gliders—. Bienvenido al Transporte Penitenciario Durgon. Base y, eh, prisión de la Federación Galáctica.

Alrededor del aprendiz todo era muy futurista y raro. Los habitantes de aquella nave gigante no eran humanos. Ni siquiera se parecían. Todos tenían un aspecto extraño y cada uno era diferente. Y sí, la mejor palabra para definirlos era extraterrestres.

¡¡Esto es un errorr!! ¡¡Yo serr inosente!!

Unos extraños gritos llamaron la atención de todos los presentes. De la nave escoltada había salido el tan famoso criminal al que habían protegido durante todo el camino: un ser gordo, de piel azul y rosa, prácticamente calvo y con dos pares de ojos. Hablaba con un extraño acento, y forcejaba con un par de guardias que le arrastraban hacia delante.

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Em, acompáñame —le indicó Kazuki, ignorando al preso y volviendo a mirar su reloj de bolsillo.

El maestro intercambio unas palabras con unos de los aliens de sala, firmó unos papeles, y guió a Neru a través de unos largos y metálicos pasillos a ritmo ligero. Como antes, parecía volver a tener una extraña prisa por llegar a algún sitio. Tras una breve caminata por la laberíntica nave, llegaron frente a una puerta metálica escoltada por dos peculiares guardias uniformados. Nada más vieron a Kazuki, asintieron con la cabeza y abrieron la puerta para que pudieran pasar.

Vamos a, eh, presenciar un juicio. Mantente en silencio y no te separes de mí.

Y entraron. Dentro, encontraron una enorme sala alargada con innumerables filas de asientos a cada lado de la misma, dejando un gran pasillo entre ellas. En un extremo, presidiendo la sala, había una imponente mesa alta con tres personas sentadas detrás de ella: una figura femenina de piel azul, una especie de robot, y un ser gelatinoso con tres ojos. Si aquello era un juicio, estaba claro que ellos eran los jueces.

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Kazuki y Neru se sentaron en la parte más cercana a la mesa de los jueces (una zona que parecía exclusiva, pues estaba separada de los demás asientos por una barrera) de la parte derecha de la sala. Sin que ellos lo supieran, en el margen izquierdo, rodeada de alienígenas, se acababa de sentar Diana, acompañada o no por alguno de sus compañeros. Parecía que el interés de la rubia por visitar la nave coincidía con el de Kazuki: ver el juicio.

Un fuerte pitido resonó por toda la sala. La mujer azul se puso de pie, levantando las manos para pedir un silencio que no tardó en llegar.

Esa es, eh, la Gran Consejera de la Federación —le susurró Kazuki a Neru, señalando a la alien—. Es la máxima autoridad aquí.

Que pase el primer acusado... —su voz, firme y autoritaria, resonó por toda la sala amplificada por algún tipo de aparato.

Un ruido metálico llamó la atención de todos. En mitad de la sala se acababa de abrir una compuerta en el suelo, de la que parecía salir una especie de cápsula. Dentro, estaba el primer criminal que iba a ser juzgado: un hombre vestido con ropajes dorados, de pelo rubio y con el rostro pálido. En sus labios, completamente negros, se esbozaba una sonrisa.

»... Mateus Palamecia.

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Re: [Espacio Profundo] 626

Notapor Darkness Seeker » Mié May 21, 2014 7:46 pm

Tras salir de Tierra de Partida junto al Maestro Kazuki, el Interticio de los Mundos se abrió ante nosotros. Aunque ya lo había cruzado con anterioridad en mi misión a Agrabah , era algo que me seguía pareciendo indescriptible. El Cosmos, los diferentes mundos y estrellas… Todo parecía girar alrededor de aquella masa de energía increíblemente pura y de vivos colores y constelaciones.

A poco de comenzar nuestro viaje, pudimos ver no muy lejos de nuestro mundo una nave cuya forma y símbolos dejaban claro que no pertenecían a nuestra Orden.

Mantente,eh… — me advirtió Kazuki tras hablar con el piloto de la nave — … detrás de la nave y no bajes la guardia. Si ves algo sospechoso, avísame.

Una vez asentí dando a entender que había comprendido el plan a la perfección, Kazuki se dispuso a guiar a la nave con el prisionero, mientras yo vigilaba la parte trasera de la misma. Continuamos avanzando un trecho bastante largo hasta que unas naves muy extrañas comenzaron a acercarse. No pude reconocerlas hasta que las tuve lo suficientemente cerca como para ver con claridad el emblema que portaban:

¿Sincorazones? ¿Aquí?

El Maestro Kazuki los advirtió enseguida y antes de que pudiera avisarle lanzó un hechizo, de tal magnitud, que provocó que las naves sincorazón estallaran en una explosión de luz, a la vez que las gemas con forma de corazón, que ya había podido ver en Agrabah, se quedaban atrás dirigiéndose al vacío del Cosmos.

Tras proseguir un poco nuestro viaje, pude contemplar como una gigantesca nave comenzaba a aparecer, a la vez que sus enormes hangares comenzaban a abrirse para dejarnos pasar. Una vez dentro, el Maestro Kazuki hizo desaparecer su armadura y su glider, lo que traduje como que allí dentro ya había oxígeno.

Buen trabajo, esto, Nelu —Me felicitó Kazuki.

Gracias, Maestro— le respondí mientras me quitaba la armadura— Y, mi nombre es Ner…

Bienvenido al Transporte Penitenciario Durgon. Base y, eh, prisión de la Federación Galáctica.

Una vez me deshice de la armadura con la que viajábamos a través de los mundos, me dispuse a ver el lugar en el que nos encontrábamos. Todo parecía sacado de una novela de ciencia ficción: Láseres que protegían el hangar y evitaban que saliera el oxígena de ésta, luces de neón… No era el mundo digital de la Red, pero supuse al instante que sería lo más parecido en cuánto a tecnología en el universo real y físico.

¡¡Esto es un error!!¡¡Yo ser inocente!!

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Aquellos gritos provenían de la nave que habíamos estado custodiando, y para ser exactos, de una criatura algo grotesca: Tenía dos pares de ojos amarillos, una piel azul y de un tono rosado a la vez y un peso considerable teniendo en cuenta su forma física.

Em, acompáñane — me indicó Kazuki, sin tener ni la más mínima consideración sobre lo que decía el alienígena.

Avanzamos por una serie de pasillos y salas, en las que pude ver toda clase de criaturas y guardias de seguridad. Al final, Kazuki se acercó a ver a unos guardias, los cuáles nada más verle, abrieron una puerta, invitándonos a pasar.

Vamos a, eh, presenciar un juicio. Mantente en silencio y no te separes de mí.

Volví a asentir y tras avanzar hasta el extremo de una fila, me senté junto a él, cerca de lo que parecía el “palco” de los jueces. En aquel palco se encontraban tres criaturas, un pequeño robot, un ser verde y mucoso de tres ojos, y otra alienígena alta y azul ,que por sus ropas, parecían presidir aquel juicio.

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Esa es, eh, la Gran Consejera de la Federación— me susurró Kazuki mientras me señalaba a la criatura azul — Es la máxima autoridad aquí.

Que pase el primer acusado…— ordenó la Gran Consejera, mientras un ruido de mecanismos ponía en aviso a todos los presentes.

Aquel ruido era ni más ni menos que una puerta circular, la cuál se encontraba en el suelo de aquella misma sala, y de ella surgió una cápsula en la que había un hombre encerrado. Un hombre de ropas y placas de metal doradas y con una piel pálida, que daba la sensación de no haber recibido la luz del sol en bastante tiempo.

…Mateus Palamecia.

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El Maestro Kazuki mantenía la vista fija en aquel hueco, sin permitirme deducir si era aquél hombre por el que había venido o por el contrario, alguno de los siguientes. Aún así, tal y cómo me había pedido al entrar, decidí mantenerme callado y esperar a que las respuestas llegaran por sí mismas.

Lo último que pretendía hacer era faltar a la orden de mi Maestro, y más en un lugar lleno de gente desconocida y que seguían aquél juicio de manera rigurosa.
LET YOUR HEART SURRENDER BY THE DARKNESS¡

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Notapor Soul Artist » Sab May 24, 2014 2:30 am

No sé cuánto tiempo pasé en la celda. Hubiese deseado tener en mano una pelota con la que jugar lanzándola hacia una pared y recibirla en un ciclo interminable. O un simple libro en el que dejar por escrito mis emociones. Pensé en dejar constancia a Gantu de unas cuantas sugerencias en cuanto viniese a salvarme el culo, como la posibilidad de añadir un televisor en todas las celdas. Tampoco es que quisieran matar de aburrimiento a los presos, ¿no?

Finalmente, escuché el sonido de la plataforma moviéndose hacia mi posición. Levanté la mirada y me enderecé de la cama para sentarme, esperando volver a ver a mi balleno gigante favorito, pero desgraciadamente me encontré con un tipejo bajito y de cara desagradable: borré mi sonrisa de inmediato. Mi viejo amigo aún no se había enterado de mi presencia allí, al parecer.

No venía solo. Dos guardias le acompañaban como guardaespaldas, ninguno con muy buena actitud. Gruñí al verles con las armas en alto, esperando alguna reacción por mi parte para poder volarme los sesos.

Ponte de pie y levanta todas tus extremidades superiores. Se va a proceder a tu revisión —ordenó uno de aquellos cretinos, amenazándome con su arma desde el otro lado del cristal—. Cualquier movimiento brusco o intento de escapar será castigado con severidad. No nos hacemos responsables de posibles muertes.

Sois todo amor —contestó mi distorsionada voz a través de la máscara.

Chasqueé la lengua y me remoloneé durante unos segundos. Sin embargo, no aguanté mucho con aquella actitud: cuanto más difícil se lo pusiera a ellos, más difícil me lo pondrían a mí para contactar con Gantu y salir de allí. Además, era la ocasión propicia para saber si estaban allí por orden de Tierra de Partida o no.

Me levanté de la cama y perezosamente alcé ambas manos, apartando la mirada avergonzado por dejarme mangonear así. El besugo procedió a abrir la celda y entró acompañado por los dos guardias, toqueteando un cacharro al que mejor sería no darle importancia.

Muy bien, alborotador. Soy el Carcelero Jefe de este bloque —se dio a conocer el encantador pez, haciéndome sentir furioso—. Estoy aquí para asegurarme de que tu estancia en esta celda sea lo más incómoda posible. Has tenido suerte, has llegado justo en el día que se celebran los juicios. Pronto conocerás cuánto tiempo estarás aquí, criminal.

Lo que me faltaba, un gilipollas con complejo de superioridad. ¿Es que de verdad se creía mejor que yo? Quizás no fuese lo que llegué a ser dos años atrás, pero estaba claro que no sabía con quién trataba. Como si un pez pudiese hablarme con total impunidad.

Sin previo aviso, el cacharro del cara besugo liberó un destello verde que impactó en mis gafas protectoras, dejándome ciego y atontado. Agité la cabeza con violencia hasta recuperar la visibilidad y le fulminé con la mirada, aún con las manos en alto.

¡Eh! ¡Más cuidado con eso!

Homo Sapiens. Especie inofensiva, aunque algunos pueden utilizar lo que se denomina "magia" —leyó de la pantalla, haciendo una mueca con la última palabra—. Tendremos que tomar precauciones para evitar sorpresas...

Te voy a dar yo inofensivo, maldito hijo de...

Hice un ademán de lanzarme a por el cara besugo, pero los guardias con sus armas me convencieron de no dar un paso más. Me morí de las ganas de no invocar dos hechizos Hielo+ sólo para sentirme más a gusto y enseñar modales a aquel gilipollas, pero lo mejor sería guardarme mi resentimiento por el momento. Y tampoco quería demostrarle a aquel idiota que de verdad podía usar magia, tal y como él había señalado.

¿Por qué se me retiene aquí? —pregunté con prepotencia, intercambiando la mirada con los guardias. El cara besugo comenzó a relatar mis supuestos crímenes, todos ellos errores que cualquiera podía cometer.

Se te acusa de resistencia a la autoridad...

Gilipolleces. Me atacasteis antes de detenerme.

... Posesión de armamento ilegal...

¡Tengo la documentación! ¡Compré todo el armamento en esta misma nave!

... Y transporte ilegal de especies no registradas.

Mierda. Mierda, mierda, mierda.

Pichu. La había recogido como un huevo hacía tiempo en el Bosque de los 100 Acres, y quizás debería haberme planteado la posibilidad de que algo así no fuese conocido en otros mundos. La había exhibido con tanta naturalidad por todos los sitios por los que había pasado que nunca me planteé la posibilidad de que estuviese cometiendo un crimen tan chiquitito como aquel: ¿y cómo explicar, igualmente, a aquel cretino que había salido de un libro mágico? Tras, por cierto, quemar el bosque donde vivía el resto de su especie.

Tu bichito estará camino a ser diseccionado en estos momentos, je.

Aquella vez sí que no me pude contener: amenazar así la vida de Pichu era algo que no le permitía a nadie. Di un paso al frente amenazante y me lancé a por aquel hijo de puta, cogiéndole por el cuello y comenzando a estrangularlo. Sus ojos se salieron de sus órbitas, su lengua se escapó de su boca mientras me pedía clemencia, y su cara pasaba a una tonalidad morada y desesperada...

Agité la cabeza, volviendo a la realidad. Quizás eso hubiese hecho, o hubiese querido hacer, hacía dos años. Ahora, sin embargo, era incapaz. Sabía que aquel tío no era mejor que yo en ningún aspecto, pero... ¿Por qué no podía hacer algo tan simple como meterle una paliza? ¿Por qué no le soltaba una risotada y me reía de su falta de inteligencia?

Porque esta vez yo era el inferior. Aparté la cabeza y me sentí un idiota por no poder proteger a mi mascota en un momento como aquel. Sólo podía esperar que lo de aquel idiota no fuese más que un farol, algo para intentar sacarme de mis casillas.

Tu juicio será de los últimos, así que vete pensando todas las excusas que puedas. Dudo que funcione ninguna.

Quiero... Quiero mi llamada —exigí de golpe, sin pensar claramente. ¿Llamar a quién? ¿A Gantu? ¿A mi padre? No se me ocurría nada más que decir, la verdad—. Tengo derecho a una llamada.

Mientras esperaba a que me confirmarse si tenía derecho o no a una llamada, el cara besugo intentó sacarme algo más de información. Se rió de sus últimas palabras (¿o quizás de las mías?) y me preguntó:

Oh, casi lo olvido. ¿Tu nombre?

Cool Wind.

El real, a ser posible. Y si tienes que añadir algo en tu defensa, adelante. A ver si consigues que me lo crea.

Me pensé seriamente qué contestar. ¿Ivan Kit, el chico que buscaban en Tierra de Partida por desertor y ladrón? No, ni de coña. Tendría que ir más allá y dar otro nombre, algo que saliese de lo más profundo de mi alma.

Daniel G. Astarloa.


Después de decir aquello me quedé callado, nervioso y con los ojos desorbitados. Lo que había dicho acerca de Pichu me había puesto realmente nervioso, aunque no quisiese desmotrarlo. Realmente, podía esperar si se trataba de mí, pero... ¿Eran capaces de diseccionar a Pichu? Tenían razón en que no era una especie registrada. Podían hacerle cosas horribles. No era ético, pero tenían el derecho.

Y necesitaba aquella llamada, pero tampoco sabía si me la darían. Pensé en todo lo que había dicho: había señalado correctamente que quizás supiese utilizar la magia, pero... ¿Qué más? Tendremos que tomar precauciones, sí. Pensé en el destello verde desconocido, que quizás me provocara el estado de mudez, pero fue anterior a aquella información. Todavía no me habían hecho nada, en teoría.

Por mi cabeza me imaginé a Pichu en manos de aquellos psicópatas, intentando liberarse y gritando de dolor antes de perder la consciencia. Y lo peor de todo era imaginar que iba a estar sola en aquel momento. Iba a fallarla cuando ella había estado conmigo en todo momento: cuando me salvó del acantilado, cada noche con frío, siempre...

No podía. No. Prefería morir antes que no intentarlo.

Oigan, por favor, no he hecho nada —señalé con algo de nerviosismo forzado mientras me acercaba a uno de los guardias bajando las manos—. Por favor, no hagan nada a mi mascota. ¡Por favor, no le hagan nada!

Mi idea con aquello era no ceder a las amenazas de posibles disparos de los guardias. No iban a dispararme en un lugar tan reducido, ni tampoco si me veían nervioso y no agresivo: aquellas palabras, aunque poco meditadas, estaban bien seleccionadas. Mi objetivo era distinto: que me pegaran con el culo de sus armas.

Tenía buenos reflejos, pero permitiría que me diesen en la cara sin problemas. Me tiraría al suelo, mostrando debilidad física, y aguantaría unos segundos retorciéndome para que bajasen la guardia. Y entonces tendría que ser rápido, y mucho.

La misión era de todo menos sencilla: empezar por helar el suelo con Campo helado, clavando en él a los tres presentes. En cuanto se diesen cuenta de que estaban clavados en el suelo me daría la vuelta con violencia, agarraría el arma del mismo guardia que me había golpeado y me levantaría para colocarme tras él, usándolo de escudo: dispararía al otro enemigo en el pecho y después me encargaría del mismo "rehén" con un disparo rápido.

Saldría de la celda con el arma en mano y encerraría al cara besugo, con una risita en alto; ya me conocía aquellos paneles tras mi última visita, así que sólo cabía esperar que no necesitaran la contraseña para sencillamente ser cerrados. Descendería la plataforma y me despediría del carcelero con un saludo burlón, agitando los dedos con malicia mientras descendía el ascensor.

¡Que te sea incómoda la estancia~!

Si aquello salía bien de verdad no tendría tiempo que perder. Si aquel día era el día de los juicios no tardarían nada en descubrir el cambiazo, y mi cabeza pasaría a correr más riesgo que la de un pavo en la noche de Acción de Gracias. Pero lo primero que haría de verdad sería llevarme la mano al pecho, hiperventilar y estar eternamente agradecido a dios por aquello.

Porque si no funcionaba, me pasaría llorando el resto de la tarde en la celda.
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Re: Ronda #2 - 626

Notapor H.S Sora » Sab May 24, 2014 10:42 pm

Somos aliados mutuos.—dijo Ariasu respondiendo a la pregunta de mi amiga— Nos ayudamos y colaboramos mutuamente, y cositas así. La Federación tiene celdas donde podemos meter a los malos y eso. Sobre Andrei...Digamos que ha sido un niño muy malo y ha roto las normas tanto de la Federación como de la Orden. Cuando consigamos encontrarle decidiremos qué hacer con él. Pero vosotros centraos en la misión, ¿vale?—Asentí ante la “pregunta” de la maestra, pues esta parecía querer ni oir hablar del tema, y sería inútil insistir. Además tenía razón, la misión era lo que importaba en aquel momento.

>>Jiji, no os preocupéis por eso. Es fácil de reconocer, siempre anda por ahí dando órdenes rodeada de gente. Es azul y muy alta. Sí, azul. Lo entenderéis cuando lleguéis —explicó Ariasu casi riéndose, respondiendo a la pregunta que yo le había formulado sobre la destinataria de la carta que llevaba encima—. Si tenéis problemas, enseñad la Llave Espada y os dejarán pasar.

Y con aquellas respuestas frescas, salí junto a mis compañeras de misión. Esperaba que no fuese un viaje demasiado largo.

***

¿Que coño pretendes Diana?...

No sabría decir si el viaje estándar hacía aquel lugar, era en sí corto o largo; lo que sí sabría decir es que si era la última opción, en nuestro caso el tiempo en llegar había sido condenadamente más rápido gracias a las “maniobras de vuelo” de nuestra querida guía rubia: atajos innospitos, accidentes contra naves de sincorazón evitados por suerte, animales gigantes que intentaban devorarnos... Pero no pudimos detenernos ni para quejarnos, pues cualquier segundo podría haber acarreado una espantosa muerte gracias a los seguros caminos por los que nos conducía Diana con tal de hacernos llegar antes, o de intentar asesinarnos. Aún no lo tenía muy claro.

Tienes suerte de que no haya algo así como un “carnet” para tener que conducir este trasto...

Por aquí.

Dime que no hay que coger más atajos...

Por lo visto no era necesario, pues nos encontrábamos ante una nave gigantesca la cual supuse que era nuestro destino. Tenía un tamaño que me dejó algo boqueabierto al principio, pues desde mi Glider parecía ser casi tan grande como un mundo, aunque quizá simplemente seguía algo commocionado por el viajecito que habíamos tenido.

Nuestra compañera nos llevó hasta una especie de puerto donde pudimos aterrizar y poner los pies por fín sobre algo sólido, y efectivamente llegué a la conclusión de que era un sitio immenso, ya que solamente aquel sitio donde aparcar se encontraba lleno de naves que entraban y salían del lugar, el interior debería ser aún más espectacular.

Empezamos a andar siguiendo a una multitud, que nos condujo al hall de lo que parecía ser la “recepción” del lugar. Y entonces caí en la cuenta de que algo pasaba: No parecía haber ni un solo humano en aquel sitio, exceptuandonos a nosotros tres; el resto parecía sacado de libros de fantasia y cosas similares. Había tratado con Sincorazón, con “Programas”... pero juraría que nunca con seres semejantes, aquello me ponía nervioso.

Es azul y muy alta. Sí, azul. Lo entenderéis cuando lleguéis


A aquello se refería Ariasu con que lo entenderíamos al llegar... ser azul, anaranjado, deforme o fosforito era completamente normal en aquel lugar, lo extraño debía recaer en no tener alguna característica parecida a las mencionadas anteriormente y a las que me faltaban por mencionar. Por lo que para ellos, los raros seríamos nosotros y no al revés.

Preguntad ahí por la Consejera —dijo Diana, señalando una interminable fila que llevaba a un hasta un mostrador, de información supuse—. Yo tengo cosas que hacer. No la caguéis.

Tras aquello me guiñó un ojo, acto que me hizo sonrojar parcialmente, mientras se dirigía junto a algunos de aquellos seres a una enorme puerta; en un principio no supe leer lo que ponía, pero de pronto el letrero cambió a un idioma que, para nuestra suerte, era el nuestro. El cartel rezaba: SALÓN DE LA JUSTICIA.

Miré en la dirección al mostrador, para ver como la cola apenas había avanzado. ¿Era justo que nosotros nos quedásemos allí mientras ella iba a hacer cualquier otra cosa no relacionada con la misión? En absoluto. Quizá tan solo era una burda excusa para saciar mi curiosidad relacionada con la prisa de Diana y la insistencia para venir con nosotros, pero me sentí tentado a seguirla.

Miré entonces a mi compañera, que se encontraba a mi lado, pensando en nuestras opciones.

Saeko,—dije intentando llamar su atención— ¿Crees que deberíamos seguir a Diana?... O al menos uno de nosotros, para comprobar que era lo que tenía tanta “prisa” por hacer aquí. Además...—señalé a la interminable cola del mostrador de información— tiene pinta de que se va a llevar su tiempo para avanzar.

Esperé unos segundos para ver si mi compañera quería decir algo y añadí:

Podemos hacer lo siguiente: ir los dos al salón donde ha entrado Diana y hacer cola mas tarde, o que yo supervise por encima lo que sea que haya ido a hacer Diana mientras tu vas haciendo cola, y si por casualidad llegase nuestro turno en el mostrador y preguntases por la Consejera...—saqué aquel aparato tecnológico, el “móvil”, que medio odiaba, pero que en estas ocasiones era tan útil—dame un aviso y me planto inmediatamente para ir a buscar a la Gran Consejera de la Federación y darle la carta.

Le dí un par de segundos para que lo pensase y pregunté:

>>¿Vienes, o te quedas?

Tanto si mi amiga respondía afirmativamente, como sino, me adentraría por el mismo camino que había tomado Diana, con la adrenalina de no saber lo que me deparaba allí dentro creciendo por momentos.

Una vez allí, —con o sin Saeko— me dí prisa por no perderme y me situé al lado de Diana. No me había parecido muy dificil encontrarla, pues destacaba aún más en aquel ambiente; mientras tanto observaba con curiosidad en la sala que me encontraba. Era una sala alargada llena de filas de asientos, donde destacaba una mesa alta con varias sillas detrás de ella; la gente que parecía presidir aquel juicio era un extraño robot, un ser con tres ojos y áspecto parcialmente repulsivo y una figura alta y azul....

...¿La Gran Consejera de la Federación?...

Seguí a Diana hasta unos asientos situados en el margen izquierdo, me encontraba rodeado por lo que parecía una multitud de aquellos alienígenas que no inspiraban ni por asomo mi confianza... pero debía ser el precio a pagar por saciar mi curiosidad.

Diana, siento haberte acompañado y molestado, pero tenía curiosidad y la cola del mostrador no parecía dispuesta a moverse demasiado rápido...—le dije en un susurro para que solo me oyese ella y miré hacia donde se encontraba la figura azulada— Por cierto, ¿Es esa la Consejera a la que estábamos buscando? Porque tiene toda la pinta de ser ella.

Quizá no era ella, pues no parecía ser nada atípico aquello de ser de un color o raza totalmente diferente, por lo que quizá solo se tratase de una coincidencia. Fue entonces cuando un fuerte pitido sonó, provocándome una leve molestia en el oído, ¿qué diablos era aquello? La mujer azul se levantó, mientras pedía silencio con las manos levantadas.

Que pase el primer acusado... —su voz resonó por toda la sala, y me pareció tan autoritaria como la de cualquiera de mis Maestros, lo que me hacía estar bastante seguro de que quizá sí que se trataba de la consejera, al fin y al cabo.

Entonces aquél pensamiento se quedó en segundo plano, cuando en mitad de la sala se presentó el que iba a ser el primer juzgado del día: En una cápsula se encontraba un peculiar hombre que si parecía humano al menos; ropajes dorados, rubio, rostro pálido... Sentí un ligero escalofrío al ver sus labios negros, los cuales esbozaban una sonrisa.

»... Mateus Palamecia.

Me quedé mirando al acusado, más curioso aún de lo que había entrado. Estaba seguro de que no me arrepentiría de mi elección.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [Espacio Profundo] 626

Notapor Tsuna » Dom May 25, 2014 2:02 am

Ante mi pregunta, la maestra aclaró que nos ayudabamos mutuamente y en la Federación se encargaban de encarcelar a los malos; eso último era algo que me había quedado claro antes de los sucesos en La Red. Especificó además que Andrei había roto tanto normas nuestras como normas de la Federación, hecho que me costó asimilar, pues no imaginaba que lo sucedido en la Villa Crepúsculo virtual tuviese tantas repercusiones. Asentí con la cabeza cuando me pidió que me centrara con mi cometido, a lo que le respondí con una palabra:

Vale.

A continuación Saito preguntó por la Gran Consejera, cierto, no teníamos ni idea de cómo era, al menos él y yo, pues de Diana no estaba tan segura al ser más veterana que nosotros. La maestra nos dio una rápida descripción de la mujer a la que teníamos que buscar: alta, importante, ¿y azul? Me costó imaginar una humana con tales características, pero me hice una vaga imagen mental como pude.

Y lo más importante, nuestras Llaves Espada nos permitirían libre acceso en aquel mundo al que íbamos. ¡Estupendo… si no fuese porque lo que parecía un pez gigante casi me engulle junto a los demás! Me quedé boquiabierta ante semejante animal, de tamaño colosal. ¿Cómo podía sobrevivir aquella criatura en el intersticio sin ninguna clase de protección? Sin duda, el universo era una caja de sorpresas, y de entre todo ese conjunto infinito, yo había ido a parar a Bastión Hueco. Sonreí, orgullosa y feliz de la suerte que había tenido.

Contemplé con cierta fascinación el cosmos, repleto de estrellas, asteroides, naves Sincorazón, peces gigantes y lo que se hacían llamar nebulosas; grandes cantidades de gases y productos químicos —o eso había leído— que formaban unas vistas preciosas entre aquel mar de estrellas. Pero el paisaje oscureció de golpe cuando una nave, todavía más grande que el pez de antes, apareció. Abrí los ojos como platos para analizar cada detalle del vehículo, claramente sorprendida.

Diana nos guió a través de lo que parecía el tramo final, aproximándonos hacia una entrada de la titánica nave que me hacía sentir como una diminuta Sombra cada vez que la contemplaba. Aterrizamos y desmaterializamos nuestros gliders y armaduras. Me crucé de brazos, desconfiada y en cierto modo, nerviosa por la cantidad de gente que había en aquel lugar. Si es que aquello podían considerarse personas, porque no se nos parecían en nada: seres extraños de toda forma y colores, con múltiples ojos, branquias, colas, ¡o incluso cabezas! Me sentí realmente extraña y fuera de lugar, aunque mi pequeñín por su parte no parecía destacar entre la multitud, cuanto más me fijaba en él, más pensaba que aquel debía ser su lugar.

Poco después de seguir aquellos extraños seres alcanzamos lo que parecía la recepción principal de esa zona, o de la nave entera, no tenía ni idea y eso era algo que comenzaba a irritarme. Diana finalmente nos ordenó, porque sus acciones no se podían denominar de otra forma, que preguntáramos en una ventanilla por la Consejera, y que no tirásemos los planes por tierra.

Suspiré, molesta por tener que soportar a aquella cría dándome órdenes, pero más atónita me quedé cuando vi cómo le guiñaba un ojo a Saito. Observé incrédula y con una ceja alzada cómo se ponía colorado y con cara de idiota, ¿¡en serio!? Hasta ese instante nunca había sospechado eso de Saito, y tampoco imaginaba que… hubiese tenido esa clase de relaciones con la aprendiza. ¡Era mi amigo, maldita sea! Yo le había contado todo lo sucedido con mi copia virtual, pero él no me había hablado siquiera de Diana, cuando resultaba que…

Me vi interrumpida en medio de aquel caótico mar de incomprensión que atravesaba mi pobre cabeza por mi amigo. Me preguntó si seguir a su queridísima Diana para cotillear lo que tuviese que hacer en Espacio Profundo. ¿¡En serio me preguntaba eso!? Me quedé impresionada, pues no reconocí a mi amigo por unos momentos. Parecía que estaba hablando con un completo desconocido. Entonces hizo mención sobre la gran fila, que ciertamente parecía que iba a llevar su tiempo.

Saito esperó por una reacción mía, pero yo solo me limité a suspirar, intentando no perder la poca paciencia que me quedaba. Cada una de sus palabras me resultaba incluso asquerosa. ¿Supervisar por encima lo que estuviese haciendo aquella zorra? ¡Ja! No pude recordar la ocasión en la que Saito me dio tantas órdenes, porque nunca lo había hecho. Él continuó explicando su magnífico plan para ir corriendo lo más rápido posible con la otra chica, y lo que me faltaba a mí era tener que obedecer a una parejita de semejante calibre. Sentí repulsión con solo imaginarlos juntos, pero me contuve. Guardé el aire e intenté mantener la compostura.

¿Vienes, o te quedas?

Encima parecía que me habían dejado la misión a mí sola. ¡Pues muy bien, yo sola me encargaría de cumplirla!

Corre, vete con tu novia. Yo me quedo. —le dije, denotando en mi tono de voz mi mal humor

Alcé mi mano para que me entregara la carta, pero prefirió guardarla. ¡Pues vale! Yo sola me bastaba para cumplir con la misión, y contaba con la ayuda de mi Gengar, quién nunca me iba a fallar. Seguí con la mirada a Saito, viendo cómo corría desesperado por irse con aquella aprendiza al “Salón de la Justicia”. Sentí cierta rabia, y también envidia, a lo que me crucé de brazos y me situé en la fila.

Saeko, pareces enfadada.

Tardé en responder a su afirmación, ¿tanto se me notaba? Pensé en la posibilidad de enviar a Gengar detrás de ellos para espiarlos, pero al ojear de nuevo la fila y lo que quedaba de ella, temí porque mis piernas y mi espalda me castigasen más tarde, por lo que se me ocurrió otra tarea para mi pequeño.

Gengar, hazme un favor y quédate tú en la fila.

Al fantasma no pareció agradarle mucho la idea, pero accedió y cambiamos posiciones. Yo por mi parte buscaría un asiento por la zona para descansar. Si Saito tenía tiempo para irse con su novia, yo también lo tenía para sentarme. Me entraron arcadas cuando al dar un par de pasos por el Hall, una criatura con aspecto de oruga cruzó a mi lado, pringando un poco mi ropa. Me alejé de aquel ser cuanto antes con los ojos en blanco para cambiar mi rumbo y sentarme en otro lado que estuviese libre. Buscaría alguna revista o algo similar para no aburrirme, a pesar de no entender nada de lo que se pudiese decir, y alternaría la vista entre mi fantasmita y los peculiares habitantes de Espacio Profundo.

Llegado un punto dejé caer la cabeza sobre la palma de mi mano derecha, claramente aburrida pues Gengar no parecía avanzar nunca, y comencé a pensar en el asunto de Saito. Desconocía qué clase de cosas habían llegado a hacer, pero saltaba a la vista que Diana no era una mujer legal; tarde o temprano terminaría traicionando a Saito. Pero qué más me daba a mí eso, se lo merecía por callarse las cosas. Y odiaba admitir que le tenía cierta envidia, porque yo hasta ese momento no había encontrado a nadie así, el único que se había fijado en mí era el engreído de Xayim, y Ragun me insinuó algo alguna vez, aunque vagamente lo recordaba. ¿Tan fea era que nadie mostraba interés por mí? Me empezaba a preocupar de verdad.

Si por algún casual Gengar conseguía llegar a la ventanilla con vida, me cedería su posición a mí y solicitaría una audiencia con la Gran Consejera, y si se me presentaban problemas invocaría mi Llavero tal y como me había dictado la maestra. Tan simple como eso.

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Como no sé si el móvil sirve para comunicarnos on-rol o no, no tocaré mucho ese aspecto, porque quizás sea necesario comprar en la tienda el dispositivo de comunicación. En este último caso, Saeko no tendría manera de contactar con Saito, pero te agradecería mucho Astro, si pudieses aclararnos ese tema por favor.
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Ronda #3 - 626

Notapor Astro » Mar May 27, 2014 2:06 am

Neru & Saito

Saito y Diana consiguieron sentarse en la primera fila de los asientos, con una vista perfecta del salón de la justicia. La rubia, al ver que el chico la había seguido, se mostró curiosa, pero mantenía su vista en el inminente juicio.

Diana, siento haberte acompañado y molestado, pero tenía curiosidad y la cola del mostrador no parecía dispuesta a moverse demasiado rápido... Por cierto, ¿Es esa la Consejera a la que estábamos buscando? Porque tiene toda la pinta de ser ella.

Sí, es ella. Shhh, que empieza —afirmó la bella diosa, chistándole para que guardara silencio.

La aparición del acusado, Mateus Palamecia, sólo hizo que Diana se pusiera todavía más tensa. Y no fue la única: Kazuki, sentado en el otro lado de la sala con Neru también se removió en su asiento.

Había algo en aquel individuo que ponía nervioso a ambos.

Lea los cargos —pidió la Consejera, cuya voz resonaba por toda la sala.

Los otros dos jueces, el robot y el ser gelatinoso, intercambiaron miradas nerviosas. Por unos segundos se produjo un incómodo silencio en la mesa del jurado, sin que ninguno de los tres hiciera nada. Finalmente la Consejera, tras echar un vistazo a su espalda (donde tal vez esperaba encontrar a alguien que no estaba), suspiró y le hizo una señal al robot de su izquierda.

S-sí. Mateus Palamecia, alias El Emperador, líder de la organización criminal conocido como los Villanos Finales —leyó el mecánico ser de forma torpe—. Está ante este consejo acusado de violar la ley de no intervención con otros mundos, del intento de resurrección de un antiguo dios oscuro, y del asesinato de un aprendiz de la Orden de Caballeros de la Llave Espada de Bastión Hueco.

¿Cómo se declara?

Absolutamente inocente, sus señorías.

La voz del "Emperador", al igual que la de los jueces, también se oía amplificada por algún tipo de aparato. Pero había algo inquietante en su voz, algo que produjo que toda la sala se llenase de murmullos de miedo y nerviosismo.

La Consejera, con el ceño fruncido, recogió varios papeles y se aclaró la garganta antes de volver a hablar:

Primer cargo. En el mundo denominado Tierra de Dragones, un miembro de los Villanos Finales negoció con un grupo de nativos llamados "hunos" para proveerles de armas, interviniendo en el curso natural de aquel mundo. Sin embargo...

Se acabó demostrando que ningún miembro de mi grupo hizo tal acto —le interrumpió Palamecia, con una sonrisa siniestra en sus labios—. Es más, ¿no se descubrió que fue un Portador de la Llave Espada el responsable, su señoría?

La mujer azul repasó a toda velocidad los papeles que tenía entre sus manos, hizo un gesto de aprobación y cambio de folios.

Segundo cargo. En el mundo denominado Coliseo del Olimpo, varios miembros de los Villanos Finales entre los que se encontraba el acusado intentaron resucitar a un antiguo dios oscuro. El altercado finalizó con la captura del acusado, pero...

¡Protesto! —le volvió a interrumpir, manteniendo su gesto de superioridad— ¿Acaso alguna constitución dictamina que es ilegal conspirar para resucitar a un dios?

Una nueva ola de susurros y cuchicheos en todo el salón de la justicia. La actitud de Mateus, interrumpiendo a la Consejera y su inquietante presencia estaba poniendo nerviosos a todos los extraterrestres de la sala.

Tercer cargo —anunció la jueza, leyendo un nuevo documento—. En el mundo denominado Bastión Hueco, se produjo el asesinato de un aprendiz de la Llave Espada a manos del acusado. Tres maestros y varios aprendices fueron testigos del acto, y...

La mujer dejó de hablar de pronto, arrugando mucho el ceño y sin apartar la vista del papel. Estaba claro que había algo que no entendía en aquella hoja.

Déjeme que le ayude, Consejera. Sí, se produjo tal asesinato, pero como estará leyendo —la prepotencia del Emperador crecía a cada palabra. Por mucho que fuese el preso, era evidente que quien tenía el control de la situación era él—, cuando ocurrió yo ya me encontraba encerrado en una de sus confortables celdas de máxima seguridad. No soy responsable de que el asesino usara mi nombre al hacerlo.

»Además... ¿No fueron los Portadores quienes interrumpieron en nuestra propiedad? ¿Eso no se considera allanamiento de morada, su señoría?

Los Jueces volvieron a quedarse en silencio, intercambiando miradas. La Consejera presionó un botón de la mesa, y rápidamente los tres seres empezaron a hablar entre ellos. Sus voces ya no se amplificaban: era el momento de decidir el destino del acusado.

Los alienígenas adoran las, eh, leyes... —musitó Kazuki, cabizbajo.

Por su parte, Diana no paraba de dar golpecitos al suelo con el pie y de morderse una uña, nerviosa. Su vista estaba clavada en el Emperador, e ignoraba por completo a Saito.

La deliberación duró apenas unos minutos. La Consejera se levantó de su asiento, volvió a activar el amplificador y se dirigió a la multitud:

Ante las pruebas y evidencias mostradas, este tribunal es unánime. Mateus Palamecia, alias El Emperador, se le declara inocente de todos los cargos y es puesto en libertad de forma inmediata.

Y la cápsula se abrió. Mateus, sonriendo con gozo, invocó su vara dorada con un rápido movimiento y se elevó unos centímetros del suelo.

Ha sido un placer —declaró, inclinándose levemente ante los jueces.

De vuelta en el suelo, el Villano fue guiado por unos guardias hacia el exterior, hacia la libertad. Ante la atónita mirada de Diana y la resignación de Kazuki, abandonó la sala.

El Emperador era libre.

****
Saeko

La espera se hizo eterna, y aburrida. Gengar se encargó de hacer la cola para el mostrador de información, mientras que Saeko pudo sentarse en unos bancos metálicos a poca distancia de la fila. Al buscar algo que leer para entretenerse, lo único que consiguió encontrar fue un folleto para promocionar la nave y sus instalaciones abiertas al público civil, mapa incluido. Por suerte para ella, al igual que con el cartel de antes, las palabras parpadeaban cambiando constantemente de idioma.

Durante su espera, pocas cosas pasaron. De vez en cuando algunos aliens se paraban para hacerle una foto a Saeko (o eso parecía, pues usaban unos aparatos demasiado modernos), e incluso uno intentó ponerse al lado de la chica mientras un amigo sacaba la foto. Por lo demás, fue un aburrimiento.

Gengar tampoco tuvo mucha más suerte. O tal vez sí. La extraterrestre que tenía detrás, una especie de esfera rosa con pequeñas patitas y muchos ojos, intentó entablar conversación con él y, directamente, le tiró los tejos. Incluso le ofreció un papelito con su número de teléfono. Sí, Gengar había ligado.

Y por fin llegó el turno del fantasma. Saeko acudió rauda para ocupar su sitio justo cuando el alien que tenían delante (un ser cabezón de un solo ojo que hablaba algo de unos mosquitos en peligro de extinción) se iba. En el mostrador, un simpático ser que parecía un perro antropomórfico les sonrió.

Bienvenidos al Transporte Penitenciario Durgon. ¿En qué puedo ayudarles?

La petición de ver a la Consejera fue recibida con escepticismo por el alien, que enarcó una ceja mientras miraba de arriba a abajo a la homo sapiens.

¿La Gran Consejera? ¿De parte de...? —la aparición de la Llave Espada de Saeko cambió por completo su cara—. ¡Oh, por supuesto! Sin embargo, me temo que la Gran Consejera se encuentra en estos momentos en medio de una sesión de juicios.

El perro señaló la puerta que llevaba al Salón de la Justicia, el mismo lugar al que habían ido Diana y Saito.

Tendrás que esperar a que termine. Aunque también podrías...

No llegó a terminar la frase. De pronto, todas las luces del hall se apagaron. Los extraterrestres presentes empezaron a hablar, alterados y asustados. Incluso alguno se puso a llorar a pleno pulmón.

Esto es raro, nunca tenemos apagones... —murmuró el perro recepcionista, claramente nervioso.

Para el alivio de todos, las luces volvieron a encenderse. Pero duró muy poco. Apenas un segundo, y volvieron a desaparecer. Y esta vez no fue lo único que sucedió: el característico sonido de unos seres al aparecer también resonó por la recepción.

Habían aparecido sincorazón.

El Hall estalló en pánico. Incluso sin las luces, aún se podía ver con cierta claridad, pero los gritos, aullidos, y huidas en estampida hacían difícil ver cuántos enemigos habían aparecido.

¡Cuidado! —chilló el perro, alertando a Saeko.

Un sincorazón se abalanzó sobre ella dispuesto a atravesarla con su arma. La joven tendría que apartarse o intentar bloquear su ataque si quería salir de una pieza.

Su enemigo: un sincorazón con aspecto de caballero metálico armado con una afilada espada. Además, por todo el Hall habían aparecido distintas Sombras que atacaban a todos los aliens que no habían conseguido huir, aunque de momento no parecían interesadas en Saeko.

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x?

La Llave Espada que Saeko tenía en la mano llamaba a los monstruos de la oscuridad. Era el momento de pelear.

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Sobre el móvil: para poder hablar entre vosotros, ambos tenéis que tener un "dispositivo de comunicación" comprado en vuestro inventario. Como sólo Saito lo tiene comprado, no podréis comunicaros. Zeix, si te compras uno antes de la próxima ronda te lo contaré para la trama y podréis usarlo.


****
Ivan

El plan de Ivan fue, sorprendentemente, un éxito. Al menos casi hasta el final.

El golpe con la culata, el Campo Helado sorpresa, agarrar al guardia y quitarle el arma, todo bien. Pero el fallo llegó cuando el auto-denominado Cool Wind fue a cerrar la celda.

¡Que te sea incómoda la estancia~!

Y las luces se fueron. Todo el bloque de celdas se quedó a oscuras, con la única iluminación de las barras fluorescentes que se alargaban por los suelos y paredes. Y, por supuesto, eso incluyó el funcionamiento de las celdas: el cristal no descendió como Ivan había planeado.

Oh, pero eso no fue lo peor. Porque el muchacho todavía no había podido entender lo que estaba pasando cuando algo le golpeó con fuerza en el costado, tirándole de la plataforma hasta el suelo. Por suerte la caída fue corta, pues la celda de Kit se encontraba en el segundo piso, aunque el golpe no se lo quitaba nadie.

Cuando mirara hacia arriba, les vería. Nada más se había ido la luz, habían aparecido. Sincorazón.

—¡Acabad con ellos! —gritó uno de los guardias, rifle en mano.

Los soldados de la Federación que había en el bloque se lanzaron al ataque, disparando con sus rifles, pero no parecían tener mucho éxito. Todos los sincorazón que habían aparecido volaban y esquivaban con facilidad sus disparos, atacándoles y acabando rápido con ellos.

Un sincorazón, el mismo que había derribado a Ivan de la plataforma, se lanzó de nuevo al ataque, directo a la cabeza del muchacho.
Era una especie de soldado con alas y garras afiladas, listas para descuartizar. Por suerte solo habían aparecido tres de ellos, mientras que los otros eran pequeños y se limitaban a disparar bolas de fuego a los guardias.

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¡Alerta, alerta, fallo de energía en el bloque A! ¡Las defensas no funcionan, y han aparecido sincorazón! ¡¡Los presos van a escapaaaaar!! —la voz chillona del Jefe Carcelero, alias cara besugo, pudo llegar hasta los oídos de Ivan.

Había que moverse. Los guardias apenas podían contener al grupo de sincorazón que habían aparecido, y algunos cristales de las celdas estallaron: varios presos estaban libres. Cool Wind tenía que elegir qué hacer: quedarse para acabar a los sincorazón o aprovechar el caos para intentar huir. Aunque también podía echarse a llorar y volver a su celda, quién sabe.

Una cosa estaba clara: si no se movía, acabaría muerto.

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Ivan
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PH: 27/30

***
Neru & Saito

Que pase el siguiente acusado.

El ambiente seguía tenso tras la marcha del Emperador. La cápsula había vuelto a descender para traer al siguiente preso, pero todos los espectadores se encontraban hablando entre ellos sobre lo sucedido. Diana, la diosa rubia, parecía más distraída que nunca, con la vista perdida y el ceño fruncido.

En la zona de los jueces había aparecido alguien a toda prisa. Un enorme ser de bastante altura, con el aspecto de una ballena bípeda (pero con músculos) hablaba con la Consejera y se inclinaba repetidas veces. No hacía falta leerles los labios para darse cuenta de que el grandullón se estaba disculpando por algo.

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Kazuki, por su parte, se levantó.

Tengo que, eh, ir a informar. Quédate aquí hasta que, esto, venga a buscarte. No te metas en problemas, Nepu.

Y abandonó el Salón por la misma puerta por la que habían entrado, dejando al aprendiz solo. No era muy responsable abandonarle así, pero de todas maneras, nada malo podría pasarle en un lugar como ese, ¿verdad?

La nueva cápsula surgió al fin, mostrando a un preso radicalmente distinto al primero. Neru podría reconocerle: el gordinflón que había escoltado en la nave.

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Lea los cargos.

Esta vez no hubo silencio incómodo. El soldado ballena de su espalda cogió un papel y, con algo de dificultad, empezó a leer:

Doctor Jumba Jookiba, científico jefe de Industrias de Defensa de la Galaxia. Está ante este consejo acusado de realizar experimentos genéticos prohibidos.

¿Cómo se declara? —preguntó la Consejera.

¡Soy inosente! —protestó el doctor con su peculiar acento, moviendo exageradamente los brazos— Mis experimentos son exclusivamente teóricos y están dentro de límites legales.

Al parecer sí ha creado algo en su último experimento —repuso la jueza, apretando un botón de su mesa.

Al lado de la cápsula cerrada de Jumba se abrió otra compuerta en el suelo, de donde empezó a salir otra cápsula.

¿Creado algo? ¡Nooo! Eso sería irresponsable y poco ético. Yo jamáaaas jamáaas...

La nueva cápsula surgió de golpe, mostrando dentro un pequeño y peculiar ser azul de orejas grandes. Curiosamente, se encontraba pegado en la parte superior de la cápsula, observando todo a su alrededor con unos grandes ojos negros. De no tener cuatro brazos y antenas, habría resultado hasta mono.

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... haría más de uno —al ver a esa criatura, la cara del científico empalideció.

¿Qué es esa monstruosidad? —preguntó el enorme soldado, poniendo cara de asco al verlo.

¿Monstruosidad? Lo que ven ante sus ojos es el primero de una nueva espesie. Lo llamo experimento 626 —explicó Jumba, inflando el pecho como gesto de orgullo—. Es antibalas, ignífugo, su mente supera a la de un superordenadorr. Ve en la oscuridad y desplasa objetos de un tamaño tres mil veses mayor. Su único instinto... ¡destruirr todo cuanto toca! ¡Ha ha ha ha!

El gordinflón rompió en carcajadas maníacas, cayéndose de culo al suelo de tanto reir.

Así que es un monstruo —afirmó la Consejera, arqueando una ceja.

Uno pequeñito —contestó el acusado, juntando los dedos pulgar e índice para hacer el gesto de pequeño.

Es una afrenta a la naturaleza. ¡Debe ser destruido! —rugió el ballenato.

Cálmese, Capitán Gantu. Tal vez pueda razonar —opinó la mujer, dirigiéndose hacia la criatura de la cápsula—. Experimento 626, danos alguna señal de que nos entiendes. Muestra ante el consejo que en tu interior hay algo bueno.

El experimento, que estaba intentando arañar el cristal con sus garras, levantó la cabeza para mirar a la Consejera. Con aspecto de tener curiosidad, se puso en pie y se aclaró la garganta antes de pronunciar unas palabras:

¡Meega, nala kwishta!

El grito de la criatura resonó por toda la sala, y el efecto fue inmediato. Todos los alienígenas presentes se mostraron horrorizados por lo que acababan de escuchar, e incluso se pudo ver al juez robot vomitando tuercas y tornillos. Ningún humano había entendido ni papa de lo dicho, pero para los extraterrestres debía ser algo muy muy fuerte. ¡Esa boca, cochino!

¡Qué... verguenza!

El experimento se puso a aplaudir repetidas veces, riéndose cual maníaco.

Eso no se lo he enseñado yo —se defendió Jumba, frotándose la coronilla.

¡Detengan a ese estúpido científico! —ordenó el Capitán.

¡Prefiero que me llamen genio malvadooooooo! —los gritos del doctor resonaron por la estancia mientras la cápsula descendía con velocidad hacia el interior de la nave.

Y respecto a esa abominación. Es el producto defectuoso de una mente deprabada. Aquí no hay lugar para él. Se le condena a...

No pudo terminar la frase. De pronto, todo el Salón de la Justicia se quedó a oscuras. Y no sólo eran las luces: ningún aparato de la nave funcionaba. Apagón total.

Esto no me gusta... —susurró Diana, tensa.

Un fuerte chillido de una de las espectadoras alertó a todos del peligro que apareció de golpe en la sala: sincorazón. Un numeroso grupo de sincorazón apareció, repartidos a lo largo del largo pasillo y de los asientos, y sin esperar ni un segundo empezaron a atacar a todos los presentes. Los alienígenas huían como podían, en medio de una avalancha de miedo y pánico.

¡La abominación se escapa! —rugió Gantu.

Era cierto, el Experimento 626 había conseguido de algún modo (seguramente ayudado por la falta de energía) salir de su cápsula, y corría hacia la salida más cercana. Gantu desenfundó raudo su pistola y disparó contra él, provocando que el monstruito diera un gran salto y fuera a aterrizar, justamente, sobre el regazo de Saito.

Pero ahí no acabo la cosa: Gantu no se cortó ni un pelo, y volvió a disparar. 626 saltó para esquivarlo, derribando al pobre Saito mientras lo hacía con una inusual fuerza para tan pequeño animal. Lo malo: desde el suelo, Saito vería que la abominación huía, sí, pero con el sobre de la misión en una de sus manos.
Se lo había robado al caer sobre él. ¡Encima de malhablado, ladrón!

¡Muévete, vamos! —le apremió Diana, quien ya había invocado su Llave Espada.

La rubia saltó al pasillo principal y se lanzó al combate. Saito tendría que elegir si seguía su ejemplo y ayudaba a acabar con los sincorazón o si le importaba más la misión y echaba a correr tras el experimento. Tú decides, Saito.

Decidiese lo que decidiese, tendría que hacerlo rápido, porque un ser de la oscuridad se abalanzaba sobre él. Por suerte, todos los sincorazón que habían aparecido eran del mismo tipo: soldados. Numerosos (era difícil determinar cuántos había), pero débiles.

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x?

Neru, por su parte, también podía pelear o marcharse, ya sea por miedo o por ir en busca de la ayuda de Kazuki. Al estar en la zona exclusiva no podría acceder al resto de los asientos del ala derecha, pero podía saltar sin problemas al pasillo para luchar.
Las dos opciones eran claras: o bajar al pasillo a luchar contra los sincorazón, o salir corriendo por la puerta. Tú decides, Neru.

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Fecha límite: sábado 31 de mayo.
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Re: [Espacio Profundo] 626

Notapor Darkness Seeker » Mié May 28, 2014 6:56 pm

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~Neru's Soundtrack: "Thirteenth Discretion"~


El misterioso personaje de amarilla armadura comenzó a sonreír al oír que pronunciaban su nombre, a la vez que la Gran Consejera alzaba la voz de nuevo.

Lea los cargos —pidió la Consejera.

Pasaron unos segundos sin que ninguno hiciera nada. Los dos miembros del jurado, que acompañaban a la Gran Consejera parecían realmente nerviosos, mirándose el uno al otro, como si trataran de echarle el muerto al otro. ¿Por qué? ¿Tan peligroso era aquel sujeto? Kazuki también se mostraba algo nervioso al respecto, lo que me dejó claro que era lo más probable. Tras esos pocos segundos, la Gran Consejera se giró para atrás, y tras unos segundos, le hizo un gesto a su robot a la derecha:

S-sí. Mateus Palamecia, alias El Emperador, líder de la organización criminal conocido como los Villanos Finales.

¿"Los Villanos Finales"? —Pensé para mí mismo mientras veía la escena silenciosamente. Aquel nombre parecía haber sido sacado de una novela y película, pero dejaba claro que debía de tratarse de algo importante.

Está ante este consejo acusado de violar la ley de no intervención con otros mundos, del intento de resurrección de un antiguo dios oscuro, y del asesinato de un aprendiz de la Orden de Caballeros de la Llave Espada de Bastión Hueco.

Tras oír eso, me quedó claro mi teoría. Estábamos realmente ante alguien bastante peligroso.

¿Cómo se declara?

Absolutamente inocente, sus señorías.

Me quedé extrañado ante aquello. Pocas veces había estado en un juicio, pero con todos esos cargos le harían falta buenas defensas para justificarse.

Primer cargo. En el mundo denominado Tierra de Dragones, un miembro de los Villanos Finales negoció con un grupo de nativos llamados "hunos" para proveerles de armas, interviniendo en el curso natural de aquel mundo. Sin embargo...

Se acabó demostrando que ningún miembro de mi grupo hizo tal acto —comentó Palamecia, mientras una sonrisa se escapaba de su boca—. Es más, ¿no se descubrió que fue un Portador de la Llave Espada el responsable, su señoría?

¿Un portador de la llave espada? ¿Se refería a Bastión Hueco... o a Tierra de Partida? No era capaz de comprender los detalles de este caso, pero Kazuki estaba al cien por cien concentrado en lo que ocurría, y molestarle podría suponerme una severa reprimenda, por lo que lo dejé pasar.

Segundo cargo.[b]— volvió a enunciar la Consejera mientras revisaba algunos de sus papeles —[b] En el mundo denominado Coliseo del Olimpo, varios miembros de los Villanos Finales entre los que se encontraba el acusado intentaron resucitar a un antiguo dios oscuro. El altercado finalizó con la captura del acusado, pero...

¡Protesto!¿Acaso alguna constitución dictamina que es ilegal conspirar para resucitar a un dios?

¡Pues claro que no está permitido! ¡Es una norma no-escrita que nisiquiera habría que poner! —comenté para mis adentros, pensando en lo absurdo de aquella defensa, que parecía estar burlándose del jurado presente.

Los presentes en el juicio comenzaron a susurrar y hablar entre sí en lenguas que me eran desconocidas, pero seguramente pensarían lo mismo que yo: ¿Qué se cree éste hombre?

Tercer cargo —continuó la Consejera, dando a entender que pasaba al siguiente cargo—. En el mundo denominado Bastión Hueco, se produjo el asesinato de un aprendiz de la Llave Espada a manos del acusado. Tres maestros y varios aprendices fueron testigos del acto, y...

Al instante la consejera, cómo si algo no encajara en ése documento, observó el documento que tenía delante.

Déjeme que le ayude, Consejera. Sí, se produjo tal asesinato, pero como estará leyendo, cuando ocurrió yo ya me encontraba encerrado en una de sus confortables celdas de máxima seguridad. No soy responsable de que el asesino usara mi nombre al hacerlo.

Aquello era un disparate, por muy enjaulado que estuviera, podía haber sido capaz de dar la orden. Ahora entendía la procupación del Maestro Kazuki, aquel hombre era un verdadero controlador de masas.

»Además... ¿No fueron los Portadores quienes interrumpieron en nuestra propiedad? ¿Eso no se considera allanamiento de morada, su señoría?

Aquello fue la gota que colmaba el vaso. ¿De verdad creía que iba a quedar libre soltando esos disparates?

Los alienígenas adoran las, eh, leyes... —me comentó Kazuki.

El maestro sin duda debía de estar bajo una enorme presión. Algo iba mal en todo esto... Muy mal.

Ante las pruebas y evidencias mostradas, este tribunal es unánime. Mateus Palamecia, alias El Emperador, se le declara inocente de todos los cargos y es puesto en libertad de forma inmediata.

Imposible. Simplemente imposible. Mis orejas debían de estar engañándome. Con todo lo dicho y la falta de decencia de ese hombre, ¿cómo demonios iban a dejarle libre?

Ha sido un placer —comentó con una pícara sonrisa, mientras se elevaba unos centímetros haciendo uso de la magia y se dirigía a la salida.

Increíble...—No podía creérmelo, y por los susurros y discusiones que en la misma sala comenzaron a proliferar, parecía que el resto opinaba lo mismo.

****


Que pase el siguiente acusado.

A los pocos segundos, una vez relajados los presentes, la Consejera decidió continuar con la ronda de juicios. Al poco de pronunciar esto, una enorme masa de carne apareció tras ella, mientras se agachaba y parecía disculparse por algo. Era un ser gigantesco, y con unos músculos increíblemente desarrollados. Su cara de ballena eralo que más me llamaba la atención:

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Tengo que, eh, ir a informar. Quédate aquí hasta que, esto, venga a buscarte. No te metas en problemas, Nepu.—me dijo en voz baja Kazuki mientras se levantaba y salía por la puerta.

La cápsula del centro volvió a bajar en busca del siguiente acusado. Ya no tenía razón para seguir prestando atención, pero mejor estar entretenido de alguna manera en lo que volvía Kazuki ¿No?

Para mi sorpresa, el obeso ser que habíamos traído el maestro y yo era el que se presentaba ante nosotros

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Doctor Jumba Jookiba, científico jefe de Industrias de Defensa de la Galaxia.—comenzó a anunciar el enorme solado ballena —Está ante este consejo acusado de realizar experimentos genéticos prohibidos.

¿Cómo se declara? —preguntó la Consejera.

¡Soy inosente! Mis experimentos son exclusivamente teóricos y están dentro de límites legales.

Al parecer sí ha creado algo en su último experimento —replicó la jueza, apretando un botón de su mesa.

¿Creado algo? ¡Nooo! Eso sería irresponsable y poco ético. Yo jamáaaas jamáaas...

De pronto, otro pequeño hueco al lado de la cápsula del doctor se abrió, sacando a la superficie una cápsula en la que una criatura azulada y extravagante estaba encerrada. Me agaché para adelante para verla mejor, pues me resultó muy curioso, por lo mono que parecía, a pesar de sus dos pares de brazos y sus colmillos afilados.

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... haría más de uno — se silenció el propio doctor al ver a la criatura.

¿Qué es esa monstruosidad?

¿Monstruosidad? Lo que ven ante sus ojos es el primero de una nueva espesie.[b]

[b]¿Nueva especie?


Lo llamo experimento 626. Es antibalas, ignífugo, su mente supera a la de un superordenadorr. Ve en la oscuridad y desplasa objetos de un tamaño tres mil veses mayor. Su único instinto... ¡destruirr todo cuanto toca! ¡Ha ha ha ha!

¿Aquella pequeña criatura era tal monstruosidad? Me resultaba raro de ver, pero por la cara que ponía el ser al que habíamos traído al pronunciar aquellas palabras parecía ser realmente monstruoso.

Así que es un monstruo

Uno pequeñito

Es una afrenta a la naturaleza. ¡Debe ser destruido! —contestó enfurecido el enorme soldado

Cálmese, Capitán Gantu. Tal vez pueda razonar — la Consejera se agachó a la azulada criaturita —Experimento 626, danos alguna señal de que nos entiendes. Muestra ante el consejo que en tu interior hay algo bueno.

El ser, en respuesta, después de poner una pose tratando de hacerse el importante, rugió algo en un idioma que no logré entender:

¡Meega, nala kwishta!

En aquel momento todos los presentes se volvieron locos, como si les hubiera insultado o algo parecido.

¡Qué... verguenza!

Eso no se lo he enseñado yo...

¡Detengan a ese estúpido científico! —ordenó Gantu.

¡Prefiero que me llamen genio malvadooooooo! —los gritos del doctor resonaron por la estancia mientras la cápsula descendía con velocidad hacia el interior de la nave.

Y respecto a esa abominación. Es el producto defectuoso de una mente deprabada. Aquí no hay lugar para él. Se le condena a...

De pronto todo se volvió negro.

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Un grito de lo que parecía un ser femenino nos puso a todos alerta de un peligro mayor: los sincorazón.

En ése momento saqué mi pequeña linterna, la cuál había comprado recientemente, y pude ver como efectivamente la nave parecía haber sido invadida por sincorazones. Llevaban un casco plateado con el hueco suficiente como para permitir ver su interior, en el que unos ojos amarillos y alocados se mostraban:

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Sin perder ni un segundo, invoqué mi llave espada y me preparé para atacar, lanzando un piro a la zona con más soldados juntos que viera, con el objetivo de no fallar mi tiro.

¿Ni en el espacio podéis dejarme tranquilo?


Una vez hecho el tiro, de un salto trataría de llegar al pasillo que había en el centro. De esta manera estaría más cerca para un combate cuerpo a cuerpo, con lo que saqué mi cadena* y me dispuse a tratar de golpear a aquellas criaturas para tratar de contenerlas. Si lo lograba, pasaría a atacar usando mi llave espada.

¿De dónde habían salido aquellos demonios?

*
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Ya lo he comentado por el tema de actualizaciones, pero llevo un tiempo solicitando un látigo para cambiar mi objeto "cadenas"( para ser precisos tres veces). Por si se me actualiza y puedo usarlo ahora, el arma que usaría es el látigo.
LET YOUR HEART SURRENDER BY THE DARKNESS¡

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[IK] Ronda #3 - 626

Notapor Soul Artist » Vie May 30, 2014 2:49 pm

¡Que te sea incómoda la estancia~!

La vida me sonreía por una vez, obviando el hecho de que había sido encarcelado en contra de mi voluntad y que me estaba fugando de la mayor prisión de todo el Reino de la Luz. Di por sentado que nada de todo aquello iba a salir mal: había logrado escapar y burlarme del cara besugo con un éxito que ni yo me creía. Pero claro, mi genialidad del pasado a veces me llevaba a situaciones como aquella.

Y por pensar aquello, el destino quiso castigarme. Procedí a cerrar mi antigua celda pero, nada más poner las manos en el panel, todas las luces de la cárcel se apagaron súbitamente. Me quedé boquiabierto bajo mi máscara, estupefacto, e intercambié la mirada entre el carcelero y el panel.

Eh, um... Te lo juro, yo no quería apagar... ¿Cómo lo vuelvo a encender?

No pude recibir respuesta del carcelero. Antes de que me diese cuenta de que aquello no lo podía haber provocado yo algo me golpeó y mi cuerpo se vio arrastrado hacia fuera de la plataforma, cayendo de espaldas contra el suelo. Me retorcí en el suelo unos instantes, intentando orientarme nuevamente.

Abrí los ojos y vi a mi atacante: un maldito soldado volador como a los que me enfrenté con Hitori en su día en Ciudad de Paso. Y no estaba solo, el muy cretino: había venido acompañado de más de los suyos y, peor aún, campanitas rojas que volaban por toda la sala.

¿Y yo qué había hecho para merecer todo aquello? ¿No registrar a Pichu como mi mascota? Maldita burocracia.

¡Alerta, alerta, fallo de energía en el bloque A! —gritó el cara besugo desde mi antigua celda, aún preso en el hielo que había convocado bajo él—. ¡Las defensas no funcionan, y han aparecido sincorazón! ¡¡Los presos van a escapaaaaar!!

Y tanto que se iban a escapar. Los cristales a través de toda la sala comenzaron a estallar, dejando libres a los asesinos, violadores y malvadísimos piratas de descargas ilegales. Algunos guardias surgieron para combatir a los Sincorazón, pero la situación era demasiado para ellos: entre todos los enemigos y los presos se iba a liar parda.

Necesitaban un héroe apuesto que les salvara de aquella situación. Alguien capaz de combatir a los Sincorazón y mantener a raya a los maleantes que pronto se lanzarían a por ellos y sus rifles; alguien fuerte, inteligente y quizás hábil con la magia.

¡Que os folle un pez!

La única persona a quien podría ayudar en aquella situación sería a Gantu, y no a aquellos capullos que pretendían joderme la vida metiéndome tras un cristal como un circo. Todavía con el rifle del guardia vi cómo el puñetero soldado volador se lanzaba a por mí, a lo que constesté rodando por el suelo hacia un lado y, una vez esquivado, disparé contra élcon el rifle hasta un máximo de tres veces para verle eliminado. Si sobrevivía a aquellos ataques, al menos habría ganado tiempo atontándolo.

Me levanté con prisas de mi sitio y me mantuve pegado a mi nueva arma. Comencé a correr hacia la salida de la prisión, atento en todo momento a los Sincorazón a mi alrededor; los guardias estaban demasiado distraídos como para atenderme.

El mayor problema eran los presos, por no hablar de que en una situación como aquella siempre acudía una fuerza de choque. Tenía, eso sí, una idea en mente: si funcionaría o no era ya otro asunto.

Me subí a una plataforma que estuviese al nivel del suelo y disparé una ráfaga de disparos al techo, pretendiendo llamar la atención de la multitud enfurecida. No esperaba que todos me hicieran caso: con tener la atención de dos o tres maleantes iba ni que chutado.

¡Todo aquel que quiera una oportunidad de verdad para fugarse que venga conmigo! —grité para que me pudiesen oír, pasando a apuntar hacia el guardia que más cercano estuviese de la salida con mi arma—. ¡Tengo un plan!

Disparé contra el vigilante, sabiendo que llamaría la atención de más presos y, peor, del resto de la guardia. Si lo derribaba me acercaría a su cuerpo y tomaría de él su rifle, equipado así ahora con dos armas; pero no era para mí. Analizaría a aquellos que me hubiesen escuchado y le pasaría el rifle a aquel que pareciese más estúpido y manipublable.

A partir de ahí, todo sería huir en masa hacia la salida.
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Re: [Espacio Profundo] 626

Notapor Tsuna » Vie May 30, 2014 7:36 pm

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ªª¨::¨:’ -- || -- |[][ ^º ‘|-` ::¨´
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Terminé cansada de tanto pensar en el asunto de Saito y su novia, de cómo tendrían bonitos momentos y cursiladas de esa clase hasta que a esa zorra le diese por irse con otro y dejarlo a dos velas. Eso sí, yo no iba a encargarme de aguantarle las penas a Saito, ¡ja! Iba listo si pensaba así.

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$#·*}ç Ç=0\? %#%


Alcé la vista un instante del folleto para comprobar la posición de Gengar, y me llevé una grata sorpresa al ver que había avanzado unos pocos pasos. Al instante, un ser de extraño aspecto se situó ante mí, bloqueando mi vista para apuntarme con un extraño aparato, a lo que enarqué una ceja, confusa. Sin más, la criatura se marchó sin decir nada, y yo me quedé allí sentada, sin saber qué decir. Existía la posibilidad de que me quisiese pedir algo, pero al desconocer mi idioma decidió marcharse, o eso pensaba que había hecho. Bajé la vista de nuevo al folleto, olvidando por completo ese incidente.

¡Bienvenido/a al Transporte Penitenciario Durgon!
Un lugar ideal para traer a toda su familia a pasarlo bien en nuestras instalaciones,
y es más, los más pequeños recibirán un descuento del 65% en el Menú Feliz de la cafetería.
...


Antes de poder seguir leyendo, otro ser extraño, bastante obeso, se sentó a mi lado, aprisionándome contra la esquina del asiento y rodeando mi cuello con uno de sus… ¿¡seis brazos!? Sentí auténtica repulsión a ver su piel de motivos amarillos y verdes aprisionando mi cuerpo contra el suyo, acompañados de todos aquellos ojos que miraban a lo que parecía ser su amigo.

¡P-pero bueno…! Espera, ¿no me estará tocando…?


Me dispuse a levantarme de inmediato para pedirle que se marchara, pero no sabía si hablaba mi mismo idioma y sospechaba que no me iba a entender, además de que me sujetaba con fuerza, por lo que sencillamente miré al amigo, esperando a que se marcharan cuanto antes y aguantando aquel olor tan raro. La criatura me liberó y se marchó… ¿emocionada? No supe averiguarlo, pero mi cara era un poema en ese instante, con los ojos en blanco me había quedado.

Los humanos seremos raros aquí…


Me quedé con esa duda en mi mente, pues pude ver cómo Gengar alcanzaba el mostrador. Yo me levanté a toda prisa y fui corriendo hasta allí.

Saeko, te cedo mi turno.

Asentí a su comentario, a lo que mi pequeñín voló hasta mi hombro para apoyarse en él y entregarme lo que parecía un papelito con un número. No le di más importancia y lo guardé, ya le preguntaría más tarde de qué se trataba. Me encaré entonces al… ¿perro? Bueno, al ser que estaba allí encargándose de todo con Gengar encima, que por cierto, no pesaba nada. El animal me dio la bienvenida y me pregunto por qué estaba allí, a lo que comencé a responder.

Me gustaría reunirme con la Gran Consejera, por favor. ―le expliqué, apoyando ambas manos sobre el mostrador y algo nerviosa por lo que me pudiese decir

El individuo comenzó a mirarme de arriba a abajo, mostrando cierta desconfianza hacia mí. Lo sabía, o al menos lo había imaginado, que si aquella mujer era importante lo más probable es que no me dejaran acceder a ella fácilmente. En cuanto el hombre me preguntó quién me enviaba, no lo dudé y con el ceño fruncido, invoqué ante él con ambas manos mi Llave Espada.

El ser se sorprendió de sobremanera ante mí, indicándome incluso dónde se hallaba la Consejera: el mismo lugar al que había ido la parejita. No me sentí agusto con tener que ir a verlos, tendrían que estar abrazados mientras Diana lo manipulaba como le daba la gana, pero al parecer tenía que esperar a que terminasen los juicios, en los que suponía que decidían el destino de los criminales que encarcelaban en la nave. ¿Habría estado el Maestro Andrei allí en ese momento si no hubiese sido secuestrado por el programa médico en el museo?

Seguramente, y no me hubiese importado ir con esos dos con tal de ver su sentencia, claro.


Sin embargo, un extraño fenómeno llamó mi atención: las luces se habían apagado. Observé las lámparas, tan confusa como todos allí. El can me advirtió que nunca sucedían cosas así, por lo que supuse que sería algún fallo temporal, algo que no tardarían en reparar. Gengar observaba a su alrededor tan preocupado como todos allí, pero las luces volvieron al momento, cegándome por sorpresa, pues me hallaba mirando unas bombillas apagadas.

Me llevé una mano a los ojos, levemente cegada, para que al momento las luces se volviesen a apagar. ¿Pero qué clase de servicio era aquel?

¡Cuidado! —me exclamó el recepcionista

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Entre gritos de pánico y empujones, Gengar levitó hacia arriba para que me pudiera mover con libertad, a lo que bloqueé como pude el ataque de una sombra que se me había abalanzado encima. Sombra que vestía una armadura de metal y una pequeña espada; era la primera vez que veía uno similar.

¡Joder, qué oportunos!


Mientras forcejeaba con el monstruo, miré de reojo al recepcionista para advertirlo:

¡Quédese ahí y no se mueva, yo me encargo de esto! —le ordené, lo necesitaba con vida para que me pudiese decir dónde encontrar a la Gran Consejera

Gengar, que seguía revoloteando por la zona, intentó agarrar el brazo del Sincorazón para apartar por unos instantes su espada de la mía y darme vía libre para atacarlo. Si el fantasma lo conseguía, emplearía Don de Oscuridad sobre mi Llavero para propinarle dos fuertes golpes en su pecho, donde tenía el rojo emblema. Si todo salía bien, retrocedería de un salto mientras Gengar se separaba de él hacia arriba de nuevo; materializó una Flama Tenebrosa* en sus manos y la disparó contra la cabeza del Sincorazón.

Si el monstruo de la espada seguía en pie, me mantendría en guardia y atenta a su arma, preparada para recibir un nuevo ataque suyo y contraatacar cuando pudiera; sin perder de vista las Sombras de la zona, por supuesto. Si por el contrario caía, iría directa a por las Sombras pequeñas del lugar, localizándolas por sus ojos amarillos. Gengar por su parte parecía estar buscando a alguien, pero ante el alboroto comenzó a empujar a las Sombras que tuviera a la vista al suelo, intentando inmovilizarlas de forma que quedaran boca a arriba y no pudieran moverse.

Parecía que encontrar a la Gran Consejera no iba a ser tan sencillo, y yo me tendría que encargar de todo mientras Saito paseaba por ahí con su novia. Menudo Portador que estaba hecho, me estaba decepcionando bastante.

¡Venid a por mí! —exclamé a los Sincorazón, con la intención de llamar la atención

Si los dejaba asesinar inocentes, tendría más enemigos delante. Mi prioridad era salvar a todos los que pudiese en ese lugar.

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*No recuerdo si Gengar en esta trama tenía Flama Tenebrosa, me parece que sí la aprendió antes de que recogieras los datos, que la que no debería tener es Éter Sangriento. En caso de no poder hacer la Flama, lanza una Bola Sombra, por si acaso >,<
Respecto al comportamiento de Gengar, protegerá a todos empujando a las Sombras al suelo, pero si encuentra a su nueva parejita la protegerá por encima de los demás :V
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Re: Ronda #3 - 626

Notapor H.S Sora » Dom Jun 01, 2014 11:45 pm

Sí, es ella. Shhh, que empieza —asentí mientras pensaba en la suerte que había tenido, ya que al terminar los juicios podría entregarle las carta a la Gran Consejera.

Pero algo me inquietaba, o me molestaba de aquello. Aunque creía que estaba haciendo lo correcto, el compartamiento de mi amiga me había hecho confundirme.

Corre, vete con tu novia. Yo me quedo.


¿Que paranoias se estaba montando Saeko ahora? Diana tan solo era mi compañera, y además mi amiga parecía haberse molestado muchísimo por el hecho de que no quisiese hacer una cola eterna no significaba que me hubiese olvidado de la misión ni mucho menos...

Lea los cargos —Dijo la Consejera, haciendo que dejase de pensar por un instante en que cosas tenía Saeko en la cabeza para decir aquello.

Se produjo un silencio sepulcral, que parecía formar parte del juicio. Aquello lo interpreté como una tradición dejar unos segundos sin decir nada, para quizá expiar de alguna forma los “cargos” de los acusados.

S-sí. —Respondió el que parecía un extraño Androide— Mateus Palamecia, alias El Emperador, líder de la organización criminal conocido como los Villanos Finales.Está ante este consejo acusado de violar la ley de no intervención con otros mundos, del intento de resurrección de un antiguo dios oscuro, y del asesinato de un aprendiz de la Orden de Caballeros de la Llave Espada de Bastión Hueco.

...¿Asesinato de un aprendiz de Bastión Hueco?...

Miré nervioso a Diana, buscando una respuesta, pero la joven estaba tensa y parecía estar mas concentrada en el juicio que en cualquier otra cosa; ya habría tiempo luego para las preguntas.

¿Cómo se declara?

Absolutamente inocente, sus señorías.

El que se hacía llamar a si mismo Emperador, seguía sin causarme buena impresión, y me inquietaba y perturbaba de alguna forma que no sabría explicar. Quizá fuese su arrogancia, quizá su porte seguro, pero aquel tío no me daba ninguna buena espina, sobretodo después de haber escuchado bien que estaba relacionado con la organización de “Villanos Finales”. La supuesta organización que debía preocuparnos más que nuestras diferencias con el otro bando... Pero era más que eso, si lo que había dicho la Gran Consejera era cierto, este era el líder de la organización; y nadie como él podía ser inocente de cualquier cargo que se le acusase, aquello era evidente desde dos mundos de distancia...

Lo único que me alegraba es que estuviese delante de la justicia, y que aquel inquietante ser iba a ser juzgado.

Primer cargo. En el mundo denominado Tierra de Dragones, un miembro de los Villanos Finales negoció con un grupo de nativos llamados "hunos" para proveerles de armas, interviniendo en el curso natural de aquel mundo. Sin embargo...

Se acabó demostrando que ningún miembro de mi grupo hizo tal acto. Es más, ¿no se descubrió que fue un Portador de la Llave Espada el responsable, su señoría?

Segundo cargo. En el mundo denominado Coliseo del Olimpo, varios miembros de los Villanos Finales entre los que se encontraba el acusado intentaron resucitar a un antiguo dios oscuro. El altercado finalizó con la captura del acusado, pero...

¡Protesto! ¿Acaso alguna constitución dictamina que es ilegal conspirar para resucitar a un dios?

...¡Venga ya!...

En aquel punto, empecé a comprender que el juicio no sería tal y como había pensado en un principio. El líder de los “Villanos Finales” sabía perfectamente lo que hacía y parecía no tener reparo alguno en interrumpir a la consejera, pues todo lo que decía parecía concederle una coartada que hacía que la acusación que le hubiesen infundado no fuese válida.

Fuese como fuese, no me gustaba un pelo el rumbo que estaba cogiendo aquello... ¿Acaso iba a librarse de todos los cargos así como así?...

Tercer cargo. En el mundo denominado Bastión Hueco, se produjo el asesinato de un aprendiz de la Llave Espada a manos del acusado. Tres maestros y varios aprendices fueron testigos del acto, y...

De repente la Gran Consejera de la Federación se calló, revisando el documento que tenía enfrente, ¿qué pasaba ahora?... Empecé a medio impacientarme, aquello parecía un cachondeo más que un juicio.

Déjeme que le ayude, Consejera. —Cada vez que el señor “Palamecia” interrumpía con aquel deje de voz tan odioso, me entraban ganas de golpearle hasta la saciedad, pero aquella extraña sensación de poder que me parecía que desprendía hacía que me contuviese, eso y que estuviésemos en medio de un juicio claro estaba.— Sí, se produjo tal asesinato, pero como estará leyendo, cuando ocurrió yo ya me encontraba encerrado en una de sus confortables celdas de máxima seguridad. No soy responsable de que el asesino usara mi nombre al hacerlo.

»Además... ¿No fueron los Portadores quienes interrumpieron en nuestra propiedad? ¿Eso no se considera allanamiento de morada, su señoría?

...¿De donde coño ha salido este?...

Se suponía que debía tener miedo, estaba en un juicio por cargos medianamente graves, incluyendo el asesinato de alguien de mi bando... ¿Por qué entonces estaba tan realmente tranquilo?

Los Jueces parecían más confusos aún, entonces hicieron algo que hizo que sus voces dejaran de oirse mientras dialogában entre ellos, parecía que estuviesen tomando una decisión sobre que hacer con el “Emperador”. Miré a Diana ya que debía ser el momento para preguntar, pero ni por asomo era buena ocasión. La chica parecía estar más nerviosa que el resto de gente del lugar, sin contar que no dejaba de mirar al “Emperador". Fuese lo que fuese que le sucediese a Diana con ese tipo, era un misterio.

Ante las pruebas y evidencias mostradas, este tribunal es unánime.—Parecía que habían tomado ya una decisión, lo cual me sorprendió por el poco tiempo que se habían tomado para pensarlo— Mateus Palamecia, alias El Emperador, se le declara inocente de todos los cargos y es puesto en libertad de forma inmediata.

..¿Que clase de broma de mal gusto es esta?...

Y el sitio que encerraba a Mateus Palameciala se abrió, dejando a aquel cabronazo con libertad. Este lo primero que hizo fue invocar una vara que iba a juego con sus ropas, mientras se elevaba del suelo un par de centímetros; otra muestra de su supuesta superioridad, supuse.

Ha sido un placer —dijo mientras hacía una ligera reveréncia irónica; perfecto, además aquel cabrón se regocijaba de aquello. Me encontraba en un estado de shock considerable, por lo que mis ojos habían tenido que presenciar, quizá haberme quedado con Saeko hubiese sido mejor que ver como la justicia dejaba libre a un villano.

Y entonces fue llevado al exterior, para mi horror y desgracia, donde se le concedería su “libertad”. Esperaba no tener que ver más a ese sujeto, pero estaba seguro de que la vida no me concedería ese placer, y que tendría que encontrarme más veces con ese maldito egocéntrico.

Como siempre, mis misiones empezaban genial....

***


Que pase el siguiente acusado.

Con una mano en la frente esperaba a que el siguiente acusado llegase, ¿aunque para qué? Si el juicio iba tal y como el anterior iban a dejar libre a cualquier loco maníaco que estuviese acusado de algo. Diana seguía distraída, haciendo que tampoco tuviese nadie con quien hablar de lo sucedido.

¿Quíen fue el aprendiz asesinado en Bastión Hueco, Diana?—susurré lo más bajo que pude, para no molestarla ni a ella ni al resto de seres que se encontraban dialogando también entre ellos.

Entonces me percaté de que un extraño ser, bastante alto y medianamente musculoso, había entrado en escena. Este hablaba con la Gran Consejera y por lo visto, a pesar de no poder saber lo que estaba diciendo, parecía estar disculpándose por cualquier cosa.

A su vez surgió otra nueva cápsula, con un nuevo acusado dentro. El nuevo podía parecer muchas cosas, pero en absoluto era capaz de transmitir una sensación tan aterrante como el del anterior. Se trataba de un simple gordo de color azul y rosa, el cual más que un criminal parecía haber sido sacado de un circo, o de cualquier ser que hubiese en aquella nave, ya puestos.

Lea los cargos.

El extraño que había aparecido recientemente cogió un papel, probablemente el hubiese sido también el encargado de leer los cargos en el juicio—si se la podía llamar así— del Emperador.

Doctor Jumba Jookiba, científico jefe de Industrias de Defensa de la Galaxia. Está ante este consejo acusado de realizar experimentos genéticos prohibidos.

¿Experimentos genéticos? ¿Que clase de personas encierran en esta nave?

No entendía mucho del tema de la genética, pero por lo poco que sabía, realizar “experimentos genéticos” no era un buen asunto, en absoluto.

¿Cómo se declara?

¡Soy inosente! —Vaya, sin duda todos era inocentes en aquel juicio según sus própios criterios; además el gordito tenía un acento extraño que no hacía más que ponerme nervioso, junto a su expreisón corporal, la cual hacia que me entrasen ganas de ir y darle una patada.— Mis experimentos son exclusivamente teóricos y están dentro de límites legales.

Al parecer sí ha creado algo en su último experimento —la jueza, apretó entonces un botón que no había visualizado hasta ahora, y el cual al ser pulsado hizo que otra cápsula empezase a surgir al lado de la del acusado.

¿Creado algo? ¡Nooo! Eso sería irresponsable y poco ético. Yo jamáaaas jamáaas...

Fue entonces cuando la cápsula se visualizó al completo, mostrando al ser que iba en ella: un pequeño bicho azul, de orejas grandes y ojos negros con lo que parecía la habilidad de pegarse en según que superficies. Toda una “monada” si no fuese porque poseía cuatro brazos y antenas, aunque para que mentir. Aún con la ausencía de aquellos elementos, aquel ser me hubiese parecído más que peturbador y aberrante.

... haría más de uno —el acusado cambió por completo ante aquello, era obvio que no podía defenderse.

Já, a ver si tu también te libras de ser juzgado como Dios manda, maldito chiflado.

¿Qué es esa monstruosidad? —preguntó el que había entrado en escena. Por lo visto por fin había alguien de pensamiento racional y normal, aunque me doblase la altura y fuese de otro color y espécie.

¿Monstruosidad? Lo que ven ante sus ojos es el primero de una nueva espesie. Lo llamo experimento 626. Es antibalas, ignífugo, su mente supera a la de un superordenadorr. Ve en la oscuridad y desplasa objetos de un tamaño tres mil veses mayor. Su único instinto... ¡destruirr todo cuanto toca! ¡Ha ha ha ha!

A pesar de que me habían sorprendido gratamente las características del pequeño ser, aquello no significaba que dejase de resultar perturbador, sobretodo la parte de “Destruir todo lo que toca”; quizá en cirscumstancias normales habría propuesto darle una oportunidad bastante sólida, pero que el creador de este fuese un chiflado que se encontraba riendo en el suelo después de haber caído de culo no hacía que fuese más confiable.

Así que es un monstruo

Uno pequeñito

Aquello parecía una broma, una de muy mal gusto por parte del cintífico al menos, al cual cada vez me entraban más ganas de golpear hasta dejarle incapaz de hablar, moverse, o siquiera gesticular.

Es una afrenta a la naturaleza. ¡Debe ser destruido! —coincidía con aquel ser, debía ser destruído, al menos si representaba una amenaza para todos.

Cálmese, Capitán Gantu. Tal vez pueda razonar —era una posibilidad que apenas había contemplado, pero quizá podía funcionar en aquel mundo de locos.—. Experimento 626, danos alguna señal de que nos entiendes. Muestra ante el consejo que en tu interior hay algo bueno.

El denominado experimento 626 miró a la consejera, se puso en pie y parecía dispuesto a defenderse tras aclararse la garganta...

¡Meega, nala kwishta!

¿Qué sucede ahora?

Ni por asomo había entendido lo que sucedía en aquel momento, la gente de la sala parecía escandalizada y horrorizada por lo que fuese que había gritado la pequeña criatura en un idioma que desconocía; incluso uno de los jueces estaba vomitando... ¿aquello era una cosa sería o tan solo un circo de majaras?

¡Qué... verguenza!

626 se puso a aplaudir repetidas veces mientras se reía, toda una muestra de bondad y compasión, sin duda alguna. Aquel experimento parecía ser tan irrazonable que enjacaba a la perfección con la locura de su própio creador

Eso no se lo he enseñado yo

¡Detengan a ese estúpido científico! —ordenó el llamado “Gantu”.

¡Prefiero que me llamen genio malvadooooooo! —Y así, el científico majara descendió con su cápsula hasta donde fuese que iba a parar aquel chisme.

Y respecto a esa abominación. Es el producto defectuoso de una mente deprabada. Aquí no hay lugar para él. Se le condena a...

Algo sucedía, la instancia había quedado completamente a oscuras haciendo que la Gran Consejera no pudiese siquiera acabar de sentenciar al experimento. No pudo terminar la frase. Aquello no era bueno, algo estaba pasando...

Esto no me gusta... —susurró Diana, alertándome aun más a mi también, y haciendo que estuviese praprado para invocar mi Llave Espada en cualquier momento

Un chillido hizo que me pusiese aún más alerta y que estuviese preparado para combatir en cualquier momento, pues por lo visto habían hecho acto en escena nuestros queridos amigos, los Sincorazón. Estos nunca descansaban, y siempre estaban preparados para fastidiarlo todo cuando menos convenía. Estos no esperaron a que nadie estuviese medianamente preparado, sino que se limitaron a atacar a diestro y siniestro a todos los que pillaban; la reacción fue de caos total, todo el mundo intentaba avanzar como podía en medio de todo aquello.

¡La abominación se escapa!

Antes de poder darme cuenta, comprobé como el Experimento había acabado de una manera u otra saliendo de su cápsula y que había aterrizado sobre mi regazo tras esquivar los disparos que Gantu le hubiese hecho. Me dispuse a intentar capturarlo, puesto que lo tenía tan cerca.

No pasa nada, no pasa nada...—dije mientras me disponía a cogerlo lentamente para no llamar su atención.

Fue entonces cuando Gantu volvió a disparar, justo en el peor momento posible. Es más, si no hubiese sido porque el salto de 626 me había llegado a derribar, probablemente aquel disparo me hubiese dado. La criatura huía, pero no lo hacía sola. Lo miré estupefacto durante unos segundos a al ver que poseía un sobre idéntico al que yo llevaba para entregarle a la Gran Consejera, y más estupefacto me quedé cuando comprobé que yo ya no tenía mi sobre: aquella pequeña aberración me lo había robado, y ahora huía con ella.

¡Muévete, vamos! —Diana invocó su Llave Espada y se dirigía al combate.

Yo por mi parte no sabía lo que hacer, ¿ayudar a Diana o ir tras el experimento que tenía la carta de la misión?...

¿Por qué coño todo los lios me pasan a mí?...

Invoqué entonces mi Llave Espada y rodé por el suelo levemente, esquivando a un Sincorazón que se había intentado abalanzar sobre mí. Sin darle tiempo a intentar nada más, le propiné varios tajos con mi Llave Espada seguido de un Electro muy cerca de su cuerpo, que esperaba que acabase por completo con él.

Tras aquello, me acercaría lo más que pudiese a Diana y gritaría bien fuerte para que me oyese:

¡Ese monstruo se ha llevado el Sobre de la Misión Diana! ¿Podrías encargarte tu de esto mientras yo lo recupero?...

Si la rubia respondía afirmativamente y me dejaba vía libre, simplemente iría tras el Experimento con tal de poder recuperar el sobre de la misión.

Si por lo contrario respondía negativamente, iría despejado con cuidado el camino y lo primero que haría sería acercarme al grandullón que habían llamado “Gantu”.

¡Esa cosa se ha llevado un sobre que contiene información secreta y vital; y que además tenía que ir destinado a la Gran Consejera! —le enseñaría mi Llave Espada para demostrarle que no iba en broma— ¡Por favor Capitán Gantu vaya tras él, y deténgale, nosotros nos encargamos de proteger a toda esta gente!—le rogaría, intentando que me escuchase.

Si Gantu no parecía dispuesto a hacerme caso o escucharme, sacaría rápidamente el comunicador e intentaría hablar con Saeko, o dejarle un mensaje. Si se daba el caso de que pudiese hablar con ella, diría:

¡Saeko un gran grupo de Sincorazón ha entrado en el Salón de Justicia! ¡Lo que vengo a decir es que una extraña criatura ha aprovechado la confusión para salir corriendo con el sobre! Es pequeño, azul y con cuatro brazos; ¡si lo ves no dudes en detenerle!

Si por cualquier cosa la comunicación había sido cortada, me abalanzaría contra el primer Sincorazón que encontrase y empezaría a atacarle a diestro y siniestro. Tras eliminarlo me dirigiría hacía el siguiente más próximo y repetiría el proceso una y otra vez, sin darme lugar alguno para descansar. Habría que eliminarlos a todos ellos con tal de de poder recuperar el sobre en el peor de los casos.

Si por el contrario Diana no respondía a mi pregunta, ni Gantu me hacía caso ni iba a por 626, sería yo el que seguiría a ese pequeño maníaco hasta dar con él, dispuesto a no dejarle escapar.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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