Nanashi asintió ante el anuncio de Saito, sin dar muestras de que le desagradara o hiciera ilusión. En cuanto a Tristan, pareció ponerse en guardia ante su pregunta pero, como cambió de tema, ella se limitó a dar entender que se había enterado y no si lo aprobaba o desaprobaba.
—
Me alegra y me tranquiliza saber que seguís guardando la espalda del príncipeAbel dejó de hablar con Heike y sonrió, cansado, a Aleyn.
—
No es sencillo, eso os lo aseguro. Me alegro de veros de nuevo, Aleyn. Parece que vuestro viaje tampoco ha sido un camino de rosas.—
Aunque desearía que vuestros servicios no tuvieran que ser necesarios, mas la paz no es una opción que se nos haya dado.Abel suspiró y, durante un instante, se hundieron sus fornidos hombros.
—
No. Los dioses deben odiarnos. Aunque nos han enviado a un ángel. Empiezo a recobrar algo de esperanza.—Abel le dio una palmada en la espalda que por poco le destrozó las cosquillas—.
Id a hablar con la princesa. Os echaba en falta. No habéis podido ser más… puntual.—
Espero que la Fortuna os sea generosa, y que la próxima vez que nos veamos, podamos celebrar con un brindis el fin del reinado de Maléfica. Abel rió de buena gana.
—
¡Ojalá, ojalá!Entre tanto, Nikolai se aproximó a Heike.
—
Ha pasado mucho tiempo, capitana. Heike, que estaba discutiendo algo con Abel, se volvió hacia él y le dedicó un asomo de sonrisa.
—
No esperaba que un día te vería de nuevo en el palacio.—Heike no parecía muy satisfecha con la intromisión de los Caballeros, a los que el rey Huberto había recibido con más entusiasmo, en especial a Nanashi—.
Aparecéis, por lo que se ve, en los peores momentos. Aunque a veces traigáis atisbos de esperanza.—Miró a Nithael con el ceño fruncido.
—
¿Qué tal le han estado yendo sus deberes como oficial?—
Mal. No es fácil sustituir a antiguos ministros ni recibir su puesto cuando acaban de enterrarlos. Tampoco lo es proteger los alrededores del castillo de tantas hordas de monstruos que, da igual cuánto las ataques, siempre vuelven. Al menos los orcos y los goblins tienen la decencia de morirse.—Se cruzó de brazos—.
Si vais a salir ahí fuera debéis tener mucho cuidado. Han ocupado todos los pueblos, todos los puestos fronterizos.El gesto de Heike se oscureció. ¿Confiaría en una victoria contra Maléfica o ya había asumido lo peor? Fuera cual fuera el caso, no estaba dispuesta a quedarse sentada esperando.
—
¿Cómo lo está llevando el príncipe?Heike soltó un resoplido y arqueó una ceja.
—
¿No lo ves? Su prometida está a punto de morir, su reino podría caer mañana mismo… Pero supongo que para lo que es la situación, lo está llevando con una entereza digna de admiración. —
¿Se… sabe algo sobre la búsqueda de los Tesoros? Heike meneó la cabeza.
—
Nada. No sabemos dónde están. Tampoco es que importe. La gente de las Ciénagas no levantará un dedo por nosotros. Estamos solos y solos nos las apañaremos, como siempre.Heike dejó ir a Nikolai, que se dirigió al rey Huberto. Este asintió ante sus palabras, aunque parecía demasiado preocupado como para responder. Los príncipes en cambio fueron bastante más receptivos.
—
Es un placer volver a veros, príncipe Felipe. Este inclinó la cabeza.
—
Lo mismo digo, Nikolai. Me alivia saber que Maléfica no os hizo daño…—Arqueó las cejas, formulando una muda pregunta.
—
Y también a la princesa. Espero que no me hayáis olvidado, doña Rosa.
Ella le dedicó una tenue y débil sonrisa.
—
Por supuesto que no. ¿Cómo iba a hacerlo? Me alegra que estéis con nosotros, presto para ayudarnos una vez más. No sabéis cuánto lo agradezco…Quizás Aurora se llevó una decepción cuando Nikolai anunció que no la acompañaría, pero si así fue, no lo demostró.
—
Os juro que no pararemos hasta hallar una forma de romper la maldición.Felipe se adelantó un paso, con el semblante demudado y Nikolai pudo pensar durante un segundo que iba a golpearlo, pero no por rabia o ira, sino por pura impotencia. Impotencia por tener que recordárselo. Sin duda el príncipe había removido cada piedra del reino para encontrar una forma de salvar a su prometida.
Sin éxito.
Aurora aplacó al joven poniéndole una mano sobre el pecho. Luego tomó las de Nikolai y susurró:
—
Os deseo toda la suerte del mundo en vuestra travesía. Y perdonad a Felipe. No lo hizo con mala intención—añadió en un susurro.
Se volvió entonces hacia Aleyn y le miró con infinito cariño, si bien volvió a retroceder para mantener a Felipe quieto. Parecía que mencionar la maldición frente a él no era la mejor de las ideas.
—
Príncipe Felipe, princesa Aurora… Lamento que la situación no sea la mejor, aunque no puedo negar que me alegra veros de nuevo. Espero que os podamos ser de ayuda en estas horas tan funestas, y que sean las últimas antes de un nuevo amanecer libre del miedo y la oscuridad. Los príncipes le dirigieron sonrisas corteses —la de Felipe se aproximó más a una mueca que a una sonrisa— e inclinaron la cabeza a modo de agradecimiento, pero no respondieron.
—
He decidido acompañart--os Desconozco si el caballero que habéis mencionado nos proporcionará su ayuda o no, mas no voy a permitir que vayáis a buscarlo sola. —
¡Aleyn...!—La voz de Aurora se quebró por la emoción—.
Gracias, Aleyn. Gracias. Y, por favor, tutéame. No quiero que haya… esta brecha entre nosotros. Por favor.Felipe asintió y apretó un hombro de Aurora.
—
Me temo, de todas formas, que si las huestes de Maléfica han invadido también el bosque, toda protección será poca. ¿Creéis que vuestras “tías” os acompañarían? Conocen el bosque, desde luego, e imagino que podrán hacer magia, lo cual podría suponer una ventaja, aunque… También es cierto que necesitaréis toda la ayuda posible en la Montaña Prohibida… Así que si se trata de magia ofensiva tal vez sea mejor que fueran en todo caso con vosotros. Eso si no prefieren quedarse aquí, en el castillo...Aurora y Felipe intercambiaron una mirada. El último consiguió sonreír.
—
Vuestras tías no te permitirían ir sola ni en mil años. Además, son hadas, necesitáis su ayuda, pero también la de alguien más. No puedo dejar al castillo sin sus dos mejores defensores, aunque querría, así que Abel irá con vosotros. Aurora agachó la cabeza. Sin duda no quería privar al castillo del jefe de su ejército, pero no protestó. Debía ser algo que habían discutido muchas veces.
Las hadas discutían en la distancia, aunque rápidamente parecieron llegar a una decisión. Seguramente también habían discutido el tema mucho antes. Ellas tampoco querían abandonar el reino del rey Huberto cuando iban a necesitar tanto de sus dotes, habían decidido que Fauna, la más tranquila de las tres, acompañara a Aurora al bosque. Quizás Aleyn podría sospechar que habían elegido a la que daría menos problemas a la hora de tomar decisiones.
—
Mi querida niña, ten muchísimo cuidado, por favor.
Las cuatro se abrazaron, sin importarles que las estuvieran mirando, mientras Aurora calmaba a sus tías como si fueran ellas las enfermas, asegurándoles que todo iba a estar bien. Felipe no fue capaz de soportar la escena y se apartó.
Primavera, poco después, se dirigió hacia Nanashi y dijo, refunfuñando como si no le hiciera gracia, aunque con un brillo vengativo en los ojos:
—
Os acompañaré. Necesitaréis mis conjuros para protegeros de los hechizos de Maléfica. Están por todas partes. Y ni se te ocurra decirme que no, Nanashi. Nanashi entornó los ojos y no protestó. ¡Maravilloso! Los aprendices que habían decidido ir a la Montaña Prohibida iban a contar de una compañía alegre e inspiradora.
No muy lejos, Celeste se aproximó a Nithael.
—
Si os parece bien, señor Nithael, me quedaré con vos para defender el castillo. El ángel bajó los ojos para encontrarse con la mirada de Celeste y sonrió.
—
Me encantaría contar con tu ayuda. Con vuestra ayuda—se corrigió, pues Victoria también iba a quedarse con ellos—.
Y, por favor, tuteadme. Me siento muy incómodo cuando me tratan de usted.****Cuando los grupos se preparaban para partir, Victoria corrió hasta Nanashi:
—
Maestra, si quiere que hagamos algo... . Es decir, si quiere que vayamos a la montaña en algún momento en su ayuda... ¿Cómo lo sabremos? ¿Qué quiere que hagamos?Nanashi miró de reojo a Victoria, le puso una mano en el hombro y dijo:
—
No quiero que vengáis. Estaremos a mucha distancia, separados por un ejército y aquí ya tenéis suficiente que hacer. Sobrevivid aquí, ayudad a la gente. No permitáis que el ejército de Maléfica se lleve nada. No permitáis que este reino caiga también—susurró, dejando de mirar a Victoria y echando a caminar hacia la salida.
Victoria no fue la única que se acercó a alguien. Después de que Felipe y Aurora se retiraran a una estancia para despedirse, la muchacha había regresado cambiada con ropas más apropiadas para moverse por el bosque —en realidad parecía un muchacho, con pantalones y todo, aunque un muchacho muy delicado—, Felipe hizo un gesto a Aleyn y se lo llevó aparte.
—
Gracias por ir con ella—susurró Felipe con evidente dolor y frustración—.
Por favor, cuidad de ella, no permitáis que haga ninguna tontería. Por favor…—Carraspeó cuando se le anegaron los ojos y se apresuró a retomar la compostura—.
Permitidme que os aclare esto: nadie sabe en qué consiste lo que provocará su… Su… Nadie sabe en qué consistirá, pero las hadas no pueden matar sin más. Para ello usarían un método directo y no me cabe duda de que Maléfica habría matado a Aurora de haber podido. Así que tratará de arrastrarla a una trampa.—Cogió a Aleyn por un brazo y apretó hasta hacerle daño—.
No lo permitáis. Sé que es egoísta, que debería ir yo, pero por favor, por todo lo que améis, no lo permitáis.Le soltó y se apartó. Nanashi llamó con voz potente a todos los que iban a partir. Ya habían perdido suficiente tiempo.
Faltaban tres horas para la medianoche.
****
AleynAbel montaba a un recio caballo, de una cruz muy superior al de Aleyn, que cabalgaba con Aurora sentada frente a él. Fauna se había reducido a un tamaño ridículo y se aferraba a la capa del joven aprendiz.
Las dos monturas, con todo, eran veloces y partieron del castillo de Huberto, acompañados de una esfera de luz que iluminaba su camino, invocada por Fauna, como unos pequeños rayos hacia la oscuridad. Por el camino pudieron ver caras hambrientas, gente herida y asustada, y también los preparativos para el asedio. Cuando dejaron atrás las murallas encontraron la ciudad despoblada y los pocos pueblos pequeños que esperaban a ambos lados del sendero estaban quemados y abandonados.
—
Seguiremos el camino hasta el lindero del bosque. Allí tendremos que orientarnos por nuestra cuenta—informó Abel, que cargaba como si nada con su inmensa espada a la espalda.
—
He estado investigando los libros de nuestra biblioteca y la última vez que se vio al Caballero Odín fue cerca de la Montaña Prohibida, sin embargo, ya no vive nadie cerca excepto los seguidores de Maléfica. Tampoco ha podido ir a las Ciénagas, ya que el paso está cerrado y el Caballero renegó de las hadas cuando estas no vengaron la muerte del hada Nanna, protectora del antiguo reino donde vivían mis primos—dijo Aurora, intentando elevar la voz para que se la escuchara por encima del estruendo de cascos de caballo—.
Estoy casi segura de que debe encontrarse más al sureste, cerca de mi antiguo castillo. Es de los pocos lugares donde no aparecen los… Sincorazón y en el que Maléfica no se ha fijado. Debe ser allí—recalcó, casi con desesperación—
pues si Maléfica hubiera dado con él no lo habría mantenido en silencio.Parecía llena de resolución, pero sin Aleyn se había fijado antes en sus ojos ardientes, ahora podría ver a la luz de Fauna que esa sensación febril se había intensificado.
Fauna se asomaría por encima del hombro de Aleyn y miraría con preocupación a la muchacha, pero si Aleyn quería hablar con ella revolotearía hasta Abel y se instalaría junto a él para darles algo de intimidad. Debían aprovechar, pues era posible que en el bosque no tuvieran más oportunidades para hablar.
Y el tiempo corría.
Puedes hablar con cualquiera de los tres para preguntar sobre lo que quieras, tanto del plan para encontrar a Odín, sobre Aurora, sobre el ejército de Maléfica y a saber qué más.
****
Nikolai, Tristan y SaitoEl grupo de Nanashi vio básicamente lo mismo que el de Aleyn, solo que partieron hacia el norte por otra salida justo antes de que se comenzaran a cerrar las puertas quién sabe para cuántos días. También les habían cedido buenos caballos, si bien solo tres, por lo que dos aprendices tendrían que compartir montura. Primavera, por su parte, se hizo diminuta y se acomodó en el hombro de Nanashi.
—
Maléfica tiene esbirros por doquier, deberíamos tener cuidado. Sobre todo por el aire. Hay que alejarse de los caminos.
Meditabunda, Nanashi no contestó, pero sí hizo un suave movimiento de mano y Garuda, su fénix blanco, se manifestó sobre su hombro libre. Extendió las alas blancas y echó a volar, sobrepasándolos rápidamente. El ave les informaría de si había obstáculos en el camino.
Durante cerca de una hora no tuvieron mucho que hacer, excepto cabalgar guiados por una luz que Nanashi había invocado para iluminar su camino. Las nubes cubrían el cielo y los sumían en una oscuridad casi absoluta, en la que sólo se escuchaba el resoplido de los caballos y su galope hacia la nada.
—
Deberíamos llegar antes del amanecer—informó Nanashi—.
Estad atentos; encontraremos obstáculos. Hay que eliminarlos sin que hagan ruido.—
Para superar la fortaleza negra tendremos que dar un buen rodeo.—
Sí, pero no importa. Tomaremos un atajo y entraremos por las catacumbas. Maléfica debe haberlas bloqueado, pero con un hada a nuestro lado podremos abrir un camino sin demasiados problemas.Dicho esto, Nanashi calló. Sería un buen momento para hacerle preguntas, si es que querían saber algo.
Con todo, no tuvieron mucho tiempo. Al término de la hora, Nanashi se irguió en el asiento y tiró de las riendas de su caballo.
—
Se acerca un ejército. Un ejército enorme.Primavera tembló.
—
¿Es que quieren llegar antes del amanecer…?—
Hemos de ocultarnos de los huargos. ¡Rápido!Hincó las espuelas en el caballo, que relinchó y giró hacia el oeste, dirigiéndose hacia el negro muro en el que se había convertido el bosque aquella noche. Tuvieron que superar una colina justo a la vez que la luna se asomaba por un claro de nubes y pudieron verlo. Una serpiente inmensa, que se perdía en la distancia. No llevaban antorchas ni tampoco hacían el ruido que uno esperaría de un ejército. La noche ocultaba la cortina de polvo que deberían haber levantado. Y pudieron ver las pieles oscuras y plateadas de los huargos que corrían a su alrededor.
Entonces escucharon un aullido. Y dos de los huargos, quizás atraídos por el olor de sus caballos, comenzaron una veloz carrera hacia ellos. Nanashi maldijo y aceleró el ritmo. Por el camino vieron una pequeña aldea. Quizás Nikolai la recordaría. Era la misma que Heike había defendido en su momento, solo que ahora sus murallas de madera habían sido quemadas y de muchas casas solo quedaba el esqueleto.
No había protecciones, pero estaba más cerca que el bosque. Quizás pudieran aprovechar la oscuridad de la noche y el resto de olor a humanos para ocultarse tras algún muro pero, ¿se arriesgarían? ¿Se esconderían en el pueblo a la espera de que los huargos no les encontraran? ¿Harían una emboscada? ¿O preferirían intentar llegar hasta el bosque, aunque el camino fuera más largo, donde obtendrían más cobijo?
En cualquier caso, no debían gritar. No estaban seguros de si los orcos sabían que estaban allí o simplemente seguían una pista falsa.
Nanashi actuará de acuerdo a lo que hagáis vosotros. No tenéis por qué ir todos a un mismo sitio
****
Victoria y CelesteFelipe encargó a la capitana Heike que diera una vuelta a Nithael y las dos muchachas por las murallas para que pudieran acostumbrarse por el lugar. La mujer les fue informando de los puntos débiles de la misma, que se habían esforzado por reforzar, y también de las técnicas de asedio de los orcos y los goblins.
—
Usarán torres, catapultas y también tratarán de derribar las puertas. Hemos tenido que talar todos los alrededores para dejarlos sin madera para sus máquinas, pero seguramente desmantelarán las casas y encontrarán la forma de atacarnos. Lo peor es que no creo que tengamos ni tiempo de pasar hambre.—
Entonces, ¿se centrarán en destruir las máquinas de asedio?—inquirió Nithael.
—
Eso es.—
Ayudaré con ello. Puedo atacar desde lo alto.Heike se detuvo, lo miró y asintió con la cabeza.
—
Probablemente Melko dirija el ejército. Lo ideal sería deshacerse de él, pero irá acompañado de arqueros y quizá de ese odioso hechicero del viento. Además, es muy listo. Sabe que no podemos vencer.—
Entonces habrá que hacerles perder la fe en ello—dijo Nithael con seriedad.
Pareció que Heike iba a contestar algo, pero se lo pensó mejor, frunció el ceño y continuó con su camino. Les indicó dónde estarían sus aposentos —Victoria y Celeste compartirían una alcoba al lado de la de Nithael— y les recomendó que descansaran. Cuando volvieran encontrarían comida en sus dormitorios.
Nithael se quedó frente a un patio interior, lleno de armas y escudos, algunos en mal estado, pero vacío. Se volvió entonces hacia las aprendizas.
—
Creo que ninguna de las dos estuvo en el asedio a Tierra de Partida, así que me gustaría aseguraros que, aunque va a ser duro, podremos salir adelante. Lo importante en un asedio es no perder la fe, ni la determinación. Pensad en que hay gente que depende de nosotros y que cada granito de arena que aportemos será muy importante durante el resto de la batalla.—Esperó por si querían decir algo y después dijo a Victoria—:
¿Puedo echarles un vistazo?Si Victoria se lo permitía, Nithael examinaría sus alas, sin tocarlas, con fascinación.
—
¿Puedes volar con ellas? Es posible que resulten muy útiles y que puedas echarme una mano si es así.—Cuando Victoria respondiera, Nithael asentiría con gravedad—.
Comprendo, son bastante pesadas y aun así caminas muy erguida. Creo que ya tienes la suficiente fuerza en la espalda como para comenzar a usarlas… ¿Quieres que practiquemos un poco antes de ir a descansar?En caso de que aceptara, Nithael le pediría que moviera lentamente las alas, para acostumbrar a los músculos y tras un rato, la tomaría por las manos para ayudarla y la levantaría con una sorprendente fuerza en alguien que parecía más delicado que fuerte, indicándole cómo tenía que poner las alas para atrapar el viento y permitir que este elevara su cuerpo. Puede que Victoria no consiguiera de buenas a primeras levantarse por sí sola del suelo, pero eso no importaba. Nithael le explicó que lo que debía aprender, primero de todo, era a planear. Y para eso, cuando Victoria estuviera lista, la levantaría por la cintura y él mismo utilizaría sus alas para tomar algo de altura. Se aferró a una ventana, a unos cuatro metros de altura, sin soltarla, y le dijo:
—
Voy a bajar un poco para poder cogerte. No temas, no dejaré que te caigas. Ahora recuerda lo que te he explicado y cómo debes bajar. No te preocupes, estaré para evitar que te caigas.Esperó a que Victoria se hubiera agarrado a la ventana, luego la liberó y, con un par de fuertes golpes de ala, se situó un par de metros por debajo de ella. Sin duda, la cogería cuando saltara.
Todo dependía de si Victoria confiaba en él… o no.
Quizás pudiera como mínimo aprender a planear.
*Cuando terminaran con el entrenamiento de Victoria, Nithael guió a las muchachas hacia sus aposentos. Parecía satisfecho con Victoria, tanto si había aprendido a planear como si no, y en ningún momento le preguntó por el origen de sus alas. En cuanto a Celeste, se interesó por su experiencia y sus habilidades.
—
¿En qué te especializas? Mañana tendremos que distribuirnos lo mejor posible y tus conjuros o tus especialidades pueden ayudar a mucha gente. Quizás…De pronto Nithael se detuvo, mirando con el ceño fruncido hacia la torre más alta del castillo.
—
Qué extraño, noto algo… —Sacudió la cabeza y sonrió a las muchachas—.
No es nada. Mañana tendremos que despertarnos pronto y nos reuniremos con el gabinete del rey. Intentad descansar bien, lo vais a necesitar. ¿Queréis decirme algo antes de irnos a descansar?Nithael contestaría a cualquier pregunta. En sus aposentos encontrarían que tenían que compartir una cama, aunque era de plumas y bastante amplia, por lo que estarían cómodas. Las aguardaba una ración de pollo y también vino aguado.
Podían apagar el candil cuando quisieran pero, antes de hacerlo, escucharían el graznido de un cuervo… No desde fuera del castillo, sino desde dentro. Y luego un gemido.
Podéis charlar, hablar con Nithael, quedaros en la habitación para recuperar fuerzas o salir a investigar.
EspeYuna abandona la trama, por lo que interpretaremos que su personaje no ha acudido con el grupo desde un principio. Perdón por las molestias.
Fecha límite: sábado 9 de enero