[Encuentro] ¿Quién es mi bichito azul favorito?

[Soul Artist]

- Mundo -
Tierra de Partida

- Participantes -
Ivan Kit (Narrador)
Fyk (Final Fan)
Dejay Lion (Dejagow5)
Hitori Yagari (Hitori)
Nuevo día en Tierra de Partida. Nuevo día de mortal, largo y duro, duro entrenamiento.

Debo admitir que ese día se me pegaron mucho más de lo normal las sábanas. Solo pensar en que Ronin me mandaría otra vez correr, saltar y hacer tropecientas tonterías físicas inútiles provocaban en mí una gran pereza; además, me encontraba cansado de todo el entrenamiento de la semana anterior. Ni un día de descanso, ¡ni uno! Cuando iba al colegio, al menos los domingos los tenía libres. Pero aquí no. Cada día era más duro que el anterior.

Conseguí levantarme finalmente pensando en que cuanto antes acabase aquel infierno, antes me dejaría mi Maestro volver de visita a Ciudad de Paso a visitar a mi padre. Esperaba una carta suya en mi estancia en aquel mundo, pero sin embargo no había recibido nada; típico de él, prometerme algo y que luego se le olvidara. Sin embargo, me extrañaba más por parte de mi madre. Siempre se había preocupado mucho por mí, llegando a (admitámoslo) mimarme un poco.

Aquello me daba fuerzas para levantarme, con o sin entrenamiento. Me preparé completamente para el fructífero día que tenía por delante. Me vestí con mi camisa blanca habitual, me puse la pieza de la armadura, me coloqué correctamente las gafas de estilo... Estaba preparado y dispuesto para otro día. No un gran día, pero otro día.

—¡Estoy listo para entrenar!

Y abrí la puerta de mi habitación para salir de allí... Y resbalar con algo en el suelo.

No caí de milagro. Me agarré al pomo de la puerta en un acto desesperado de no precipitarme contra el suelo; creo que un aprendiz me vio, por lo que me sonrojé un poco y maldije para mí mismo. Dirigí la mirada al suelo, buscando el origen de mi pequeño desliz, y deduje que era un sobre tirado que debía encontrarse bajo mi puerta. Lo recogí y vi mi nombre escrito en él. Lo abrí y saqué una carta escrita a máquina.

"Estimado señor Kit:
Se le informa de que hoy su Maestro no podrá acudir a su cita diaria de entrenamiento por motivos ajenos.
Así pues, le recordamos que puede entrenar igualmente por su cuenta en los jardines del castillo, disponibles todo el tiempo para nuestros apredices.
Que tenga un buen día."

Chasqueé la lengua. ¿Ronin no estaba? Mejor para mí, un día entero de descanso. A la porra el entrenamiento: me metí en mi habitación y cogí un libro que tenía sobre mi escritorio, "Los mundos oscuros", el cual llevaba unas cuantas noches leyendo con bastantes ganas.

Así pues, me dirigí hacia la salida del castillo con el libro bajo el brazo, dispuesto a dedicar un día entero sin entrenamiento a la lectura apasionada.

[Deja]

Un nuevo día se presentaba ante mí. Me preparé para el entrenamiento físico que habíamos de hacer hoy. Al acabar evoqué mi Llave Espada pensando en cómo sería luchar contra los sincorazón, aquellas bestias de oscuridad contra las que luchábamos. Miré mi reloj y todavía no era hora de entrenar así que se me ocurrió ir a buscar a Hitori para charlar un poco y de paso ir juntos al entrenamiento. Sería el primero que tendríamos juntos.


En el edificio dónde se encontraban las habitaciones masculinas es donde debería estar Hitori. Encima de cada puerta estaban colgadas unas tablillas con los nombres de los respectivos propietarios de la habitación. Iba fijándome en todas hasta que encontré la de Hitori. Peté una vez a la puerta y esperé pacientemente un rato, nadie contestaba. Volví a petar y al parecer no había nadie. "Se habrá ido ya al entrenamiento".


Me dí la vuelta sobresaltada por un fuerte golpe que al parecer provenía de la puerta contigua. Me acerqué a mirar y en la tablilla ponía Ivan Kit. Volví a mirar mi reloj y aún no era hora del entrenamiento y ya que había ido hasta allí no iba volver con las manos vacías así que se me ocurrió petar.

[Final Fan]

Me desperté al alba, embutido en mi pijama negro con estrellas estampadas en mi cama ¿En mi cama? No. En la cama de mi habitación en Tierra de Partida. Todavía se me hacía extraño abrir los ojos tras un reparador sueño y encontrarme una luz tan cegadora entrando directamente por la ventana... por culpa de ello, me solía despertar casi cuando el sol salía... demasiado pronto, sí. Añoraba el oscuro paisaje que se veía a través del circular vidrio que formaba el tragaluz de mi habitacion en la nave, allá en Espacio Profundo. ¿Estaría igual a como la había dejado cuando salí corriendo de ella al ver la nota de mis padres? Qué va... seguro que Kaara había encontrado un hueco en su nada apretada agenda para "ordenarla".

Abrí la boca en un largo bostezo y estiré mis cortas extremidades para, de un salto, salir de la cama y ponerme en pie. Observé sin demasiado detenimiento el sencillo habitáculo: al lado de la cama, bastante más alta que la que solía usar, había una mesilla con varios cajones, sobre la que se apostaba una bonita lámpara esférica de luz tenue azulada, en aquel momento apagada, claro. Al lado de un alto armario de madera, sobre una silla, se encontraba mi conjunto de ropa favorito, negro y con motivos amarillos.

Me puse rápidamente mi cómoda ropa deportiva y me coloqué la pieza de la armadura en el brazo, como de costumbre. Tras lavarme la cara, salí corriendo de la estancia y fui a dar al pasillo de la residencia de aprendices, que se encontraba desierto a esas horas de la madrugada.

-¡Ah, se me olvidaba!

Volví a entrar precipitadamente en la habitación para abrir uno de los cajones de la mesilla de noche. Tras hacerlo, me dispuse a retirar de su interior un grueso libro de tapas negras, cuya sencilla portada rezaba solamente el título de la obra con estilizadas letras plateadas: Los Mundos Oscuros. El Maestro Kazuki alternaba sesiones de entrenamiento físico con otras de desarrollo más intelectual... o al menos eso me había parecido en lo poco que llevaba como aprendiz suyo. El día anterior me había hablado de ese libro como anécdota y, al final del día, me sorprendió que hubiese sacado una copia de él de la biblioteca para que le echase una ojeada.

Así que ese era mi plan para el día: leer. Leer, leer y más leer. Solía hacerlo allá en mi hogar, pero cosas bastante más sencillas... esperaba que aquella mole de lo que a mí me parecían tropecientas páginas me resultase amena. O interesante, por lo menos. Con paso ligero, recorrí el pasillo sin cruzarme con nadie hasta llegar a la salida a los jardines. Tras meditar unos momentos adónde podía ir, recordé la colina que se solía llenar de gente entrada la noche, y que el resto del día solía estar vacía.

Tras cruzar la plazoleta del postigo y llegar a la zona de entrenamiento, me dirigí a la subida hacia la cima del montículo, mirando hacia atrás de vez en cuando y observando embelesado el magnífico paisaje que ofrecía Tierra de Partida, con el castillo doradamente encadenado a las montañas que a su alrededor se encontraban. Al llegar al banco en el que me había sentado la primera vez que había allí, me acomodé lo mejor que pude tumbándome en él y abrí el libro por la primer página. ¿Se pasaría alguien por allí más entrado el día?

[Hitori]

Los rayos del sol entraban por las grandes ventanas de la habitación, golpeando directamente en la cara de Hitori, que se giró instintivamente mientras gruñía por lo bajo. Tiró de las mantas, tapándose el rostro y haciéndose una bola en la gran cama que le habían asignado.

—No quiero... levantarme... —murmuró, soltando un largo bostezo. Tras unos minutos dormitando, se incorporó de golpe y miró por la ventana—. ¿¡Q-qué hora es!?

Observó el reloj que descansaba en la mesilla de noche, al lado de su cama, lo que le alarmó aún más. Hacía dos horas que se tenía que haber levantado. Alterado, maldiciendo por lo bajo su mala suerte matinal, se vistió a toda prisa, poniéndose rápidamente su habitual conjunto de ropa (que había catalogado como "demasiado común" al ver la vestimenta del resto de alumnos). Aún a prisa, se colocó la pequeña pieza que le permitía formar su armadura y su preciado anillo. Miró el reloj nuevamente, a pesar de que era inútil; iba a llegar dos horas tarde de todos modos. Maldiciendo otra vez en alto, y tras acabar de calzarse sus tenis, corrió hacia la puerta y la abrió de golpe para encontrarse a su nueva compañera, Dejay, plantada frente a la puerta contigua, aparentemente con intención de llamar a la puerta. ¿Habría llamado antes a la suya? Si así era, Hitori no se había percatado en absoluto.

—¡B-buenos días! —exclamó, intentando llamar la atención de su compañera. A pesar de la vergüenza que sentía, pensaba que lo correcto era saludarla. Acto seguido, se acercó, preguntándose por qué estaría llamando a la puerta de enfrente.

[Soul Artist]

Mientras me dirigía hacia los jardines del castillo me había dado por proseguir la lectura del libro al que con tantas ganas últimamente estaba dedicando mi lectura apasionada. El séptimo capítulo, de nombre Corazones negros, hablaba sobre los Sincorazón y su auténtico ser. ¿Eran tan malvados como los Maestros los pintaban? No; solo cumplían un papel muy importante en el ciclo de la vida. Como animales, buscaban con qué alimentarse y por tanto sobrevivir: corazones de la gente, tan preciados y codiciados, los cuales iban a parar a un lugar desconocido tras ser uno atacado por aquellos monstruitos y después pasaba a convertirse también en uno de ellos.

"El ciclo sin fin", pensé habiendo descubierto qué eran aquellos bichitos. ¿Pero por qué últimamente había más Sincorazón en los mundos? Aquello ya me tenía más intrigado. El libro era anterior a los sucesos que golpearon Ciudad de Paso, por lo que sabía que no encontraría la respuesta allí; además, comentaba entre sus páginas que los Sincorazón eran pocos y de número reducido, y sin embargo para tomar dos distritos completos de mi mundo hacía falta un pequeño ejército. Me tenía rabiado; me hubiese gustado investigar más sobre el asunto, pero allí en Tierra de Partida no había ni una sola de esas criaturas.

Y hablando de criaturas...

Aparté la vista de mi libro para verme sorprendido ante otro ejemplar del mismo, sujetado por alguien tumbado en un banco de la pequeña colina de los jardines. Estaba sorprendido tanto por el hecho de que hubiese alguien allí, cuando yo esperaba pasar el día solo, y por el hecho de que ese alguien estuviese leyendo el mismo libro que yo. ¡Un imitador! Estaba claro que me había salido un fan y que pretendía ser como yo, empezando por leer lo mismo que un servidor. Qué honor, por supuesto; servir de ejemplo a las generaciones futuras de portadores de Llaves Espada.

Me acerqué al individuo, sin poder verle la cara por el enorme tomo, y colocando mi mano en el pecho puse mi mejor voz de persona sociable. Igual resultaba tener ante mí alguien interesante.

—Vaya, vaya, alguien que sabe apreciar la buena lectura —anuncié en alto, dejando en constancia mi presencia para que el aprendiz apartara la vista del libro y pudiese verle la cara.

[Final Fan]

Pasé una mañana bastante tranquila, a decir verdad. El libro había resultado ser instructivo a más no poder, y notaba que me tenía casi hipnotizado. El título dejaba adivinar hasta cierto punto sobre qué trataría la obra, pero al comenzar a leer me di cuenta de lo poco que sabía sobre la Oscuridad.

La Oscuridad, el nombre del noveno capítulo del libro, el cual me encontraba estudiando cuando el sol ya había ascendido al vértice de la bóveda celeste. Tras la primera serie de episodios introductorios (en los que se hablaba sobre la realidad de la existencia de los diversos mundos, las características que los hacían únicos y las distintas barreras que los rodeaban) y los primeros capítulos con contenido jugoso (que hablaban sobre los Sincorazón y la amenaza que suponían) había llegado por fin a un momento culmen en la lectura. En aquella unidad, se hacía hincapié en el sentido que tenía el equilibrio entre Luz y Oscuridad, y cómo una no podía existir sin la otra.

—"El verdadero equilibrio está en el predominio de la Luz..." -leí en alto.

Aquella cita me resultó un tanto extraña. ¿Cómo podía haber equilibrio si una de las partes era mayor que la otra? ¿No era eso injusto? ¿No deberían estar las dos al mismo nivel? Pensé que no estaría tan mal que la Oscuridad llegase hasta ese nivel medio... pero todavía no entendía demasiado, así que preferí esperar al día siguiente para expresarle mis dudas al Maestro Kazuki.

Tras seguir algunos minutos más perdido en las palabras impresas en aquel tomo, la aparición de una figura que me tapó el sol seguida una voz que se me antojaba familiar hizo que me alejase del mundo de las letras.

—Vaya, vaya, alguien que sabe apreciar la buena lectura.

Al retirar la vista del libro, un tanto molesto por la interrupción, vi que quien me estaba tapando la luz era el chico Kit. Ivan. Toalla-man. Ligón. Etcétera. Fuese como fuese, al ver que era yo el que estaba tras aquellas tapas, sus oscuros ojos parecieron mostrar una ligera decepción tras la montura de aquellas gafas sin cristal.

—Me lo recomendó el Maestro Kazuki ayer —le expliqué—. Forma parte de mi entrenamiento.

Me sorprendió ver que llevaba un libro igual que el que estaba leyendo yo en aquel momento. ¿Habría visto a Kazuki cogerlo en la biblioteca y le habría llamdo a él también la atención? O a lo mejor el libro era más popular de lo que pensaba y todo el mundo lo estaba leyendo...

—¡Anda, tú también lo estás leyendo! —señalé— ¿Qué te está pareciendo? Los primeros capítulos son un poco básicos, ¡pero luego se pone muy interesante!

[Deja]

Me sobresalté al escuchar una voz detrás mía. Al darme la vuelta reconocí a Hitori, esbocé una sonrisa al ver su cara de medio dormido y un poco despeinado. ¿Habría escuchado los golpes en la puerta? Improbable ya que había pasado un largo rato desde que lo había llamado. Al parecer tampoco estaba Kit en su habitación, vaya suerte. Pero, al caso, Hitori estaba allí y había venido en un principio a por él. No importa si no estaba Kit, hoy era día de entrenamiento.

-¡Buenos días Hitori! ¿Te acabas de levantar? —pregunté con una sonrisa en la cara—. Te acabo de llamar a la puerta y como vi que no estabas se me ocurrió llamar a Ivan Kit. ¿Lo conoces? Es un aprendiz de Ronin, lo conocí ayer. Pero al parecer no se encuentra en su habitación.

Al momento recordé las palabras que me había dicho Hitori unos días atrás. "Esforcémonos" Sí, eso dijo. Era hora del entrenamiento, se me había hecho tarde esperando por aquellos dos tardones. Lo mejor sería ir en busca del listillo de Akio. No sufría con sus entrenamientos, pero detestaba la forma en la que se dirigía hacia mí como si fuera inferior. Seguramente es porque lo hago demasiado bien. Entrenamiento aquí, entrenamiento allá. Ojala un día se fuera para no volver, me valdría por mí misma para hacer mis entrenamientos. En cuanto a Hitori, no sabía cuál era su forma de entrenar ni cómo era su relación con Akio. Le tendría que preguntar.

-Vayamos al entrenamiento, se nos hace tarde —y tan tarde, a este paso llegaríamos tardísimo—. Creo recordar que Akio nos espera hoy en los jardines del castillo.

[Soul Artist]

Menuda decepción: mi imitador era el bichito azul que había conocido un par de días antes al final de uno de mis entrenamientos mandados por Ronin. Flup o algo así se hacía llamar. ¿Sabían los de su especie leer o solo me copiaba para intentar ser tan interesante como yo? Habría que comprobarlo, pero era una pena no encontrarme ante alguien del mismo nivel intelectual que yo.

—Conque te lo mandó el Maestro Kazuki, ¿eh? —pregunté con un tono pícaro—. Venga, bichito azul. No hace falta que me mientas: viste que lo tenía e intentaste imitarme para estar a mi nivel. Qué mono eres.

Me acerqué a él y pellizqué su mejilla por pillín, con una sonrisa clavada en mí. Igual era un ser inferior, pero sí que era mono y bonito. Como mascota y esclavo no estaría mal un par de aquellos en mi futuro castillo con el que tanto soñaba.

—Aunque me imites, al menos puedes apreciar que sí que se pone interesante a medida que uno avanza —señalé, quitándole el libro y abriéndolo por la mitad—. ¿Quién iba a decir que los Sincorazón no son tan malvados como los pintan? Algo que cualquiera con suficiente intelecto, como yo, ya podía imaginar. Algo tan bonito no puede ser tan malo, ¿verdad? Como tú, mi bichito azul.

[Hitori]

Hitori se preguntó quién sería aquel chico del que Dejay hablaba. Ivan Kit, un aprendiz de un tal maestro Ronin... Hitori tan sólo conocía a Akio, pues nadie le había presentado al resto de maestros aún. Supuso que el momento de conocer a todos los maestros llegaría tarde o temprano. Al igual que el momento de conocer al resto de compañeros. De momento la única conocida que tenía era Dejay, aunque había observado a unos cuantos aprendices, como el extraño ser azul y el joven que hablaba con él, en los jardines.
De algún modo, pillándolo en cierto sentido por sorpresa, Hitori se sentía mucho más acompañado, o menos solitario, según el punto de vista, desde que había llegado a Tierra de Partida. En su pueblecito conocía a todos, pero pocos hablaban con él. En cambio, en su nuevo mundo, conocía a pocos, pero sentía que muchos se interesaban por él y se acercaban a hablar... aunque sólo Dejay lo había hecho. "No importa", pensó. "Seguro que muchos más hablarán conmigo y haré nuevos amigos". Nuevos amigos... era la primera vez que Hitori pensaba en hacer nuevos amigos en mucho tiempo, y no supo cómo encararlo. Era una situación sumamente extraña.

Dejay le sacó de sus pensamientos recordándole que tenían que entrenar, lo que alarmó de repente a Hitori, recordando la hora que era.

—¡Es verdad! —exclamó—. ¡Vamos a llegar muy tarde!

[Deja]

Al parecer Hitori había perdido un poco de su timidez habitual. De cualquier manera, había que llegar lo más rápido posible al entrenamiento diario con Akio. Me sentía diferente, una sensación de diversión acaecía en mi corazón. "Hoy hay que divertirse" pensé. Haremos un buen entrenamiento, como siempre. Pero hoy será diferente, me esforzaré más para llamar la atención de Hitori y de Akio. Me encantaba llamar la atención, de cualquiera, ser el centro de atención.

-Vamos a los jardines —completé guiñando un ojo y sonriendo—. Hoy será un gran día, esfuérzate porque hoy entrenas conmigo.

Me giré y empecé a correr directa a los jardines, no estaban muy lejos por lo que no esperé a Hitori. Observé una vez más la tablilla de la habitación de Ivan Kit, todo un personaje. Muy amable, quizás demasiado. Seguramente estará entrenando, a lo mejor hasta lo veo.

Casualidad. Lo primero que se me pasó por la cabeza al cruzar la esquina y ver al mismo hablando con el azulado. Ese ser pequeño azul e ignorante. Serán amigos, serán aprendices del mismo maestro, será casualidad... "¿Esperar a que me vean o aparecer gritando?" Opté por la primera opción, me hice la despistada esperando a Hitori y de vez en cuanto fijaba la atención en aquellos dos personajes, parecían estar hablando de un libro. Libros, la mayoría una auténtica pérdida de tiempo. La verdad, había leído uno en mi vida y trataba sobre las bestias oscuras aunque daba datos bastante imprecisos. Por lo demás, los libros servían para pasar el tiempo y, al parecer a Kit y su compañero les sobraba.

-¡Hitori! —grité para hacer notar mi presencia—. ¡Qué llegamos tarde!

[Final Fan]

Ivan parecía recordarme de la vez que hablamos en aquella misma colina unos días atrás. Sin embargo, parecía haber malinterpretado mis intenciones. ¿Sería que todavía estaba medio dormido y no tenía las ideas claras?

—No, no, no me has entendido —intenté explicarme—, el libro lo tengo desde ayer, no...

—Aunque me imites —me interrumpió—, al menos puedes apreciar que sí que se pone interesante a medida que uno avanza.

Con una mano, agarró el grueso tomo y lo abrió todavía con la otra copia bajo su otro brazo. No se lo impedí porque tenía curiosidad por saber qué diría mientras lo portaba. Sus pomposos discursos me resultaban bastante entretenidos, aunque aquella vez iba a ser diferente...

—¿Quién iba a decir que los Sincorazón no son tan malvados como los pintan? Algo que cualquiera con...

... porque, mientras el chico hablaba, me volvió a pasar. Una imagen fugaz, que no sabría si definir como recuerdo, ascendió a mi memoria desde los más profundos rincones de mi mente. Una mano que se soltaba de la mía... una nave... ya los había recordado aquella vez, hablando con Dejay. Sin embargo, esta vez alcancé a rememorar un nuevo detalle: ¿una criatura? Algo que atacaba la nave. ¿Era mi nave? ¿Iba yo en aquella nave? ¿De quién era la mano que soltaba? ¿Y aquella cosa? Aquel oscuro monstruo de ojos brillantes... ¿acaso era un sincorazón?

—... como tú, mi bichito azul.

—¿Eh? ¿Qué?

Mi momentánea abstracción acabó justo cuando Kit dejaba de hablar. Había empezado diciendo que los sincorazón no eran tan malvados como todos decían que eran. Sabía que no tenía razones para descartar esa idea, pero algo dentro de mí me impedía aceptarla como válida. Si un sincorazón aparecía en una memoria tan horripilante como aquella, no podía ser nada bueno.

Así, no logré atender al resto de su breve discurso, aunque llegué a captar sus últimas palabras, en las que se refería a mí como... ¿"su bichito azul"? Lo de hacer referencia al color de mi tez ya no me importaba... Al fin y al cabo, había descubierto que no era demasiado usual, que digamos. Sin embargo, que me tratase como a un peluche me resultó curioso.

"Este es más cursi que mamá" pensé, divertido.

Quería pedirle el libro a Ivan. Estaba a punto de acabar el capítulo nueve, y el décimo era uno de los que más ganas tenía de leer. Según el índice, su título era "Los Reinos", y supuse que hablaría de los de la Luz y la Oscuridad, además de alguno que se me escapase.

—Oye, ¿me lo devuelves? —dije, tendiendo mi mano— Ha'jagh. Por favor.

[Soul Artist]

Sonreí al ser azul, agradado por sus buenos modales, el haberme escuchado sin interrumpirme y de forma interesada y por no protestar ante mi forma de dirigirme hacia él. ¡Seguro que me había escuchado con tanto interés que ahora me admiraría lo suficiente como para hablar de mí a los de su misma especie! Un pequeño club de fans en mi honor era una idea de lo más interesante para un servidor.

-Todo tuyo -dije, entregándole su libro en mano y con una ligera sonrisa-. Sí quieres te lo firmo. No me cuesta nada, y así podrás demostrar a los amiguitos de tu especie que me conoces, ¿eh?

Escuché entonces un grito de una voz familiar. Me giré y mis ojos fueron agradados con la Vista de la mujer que había conocido un par de días antes junto con el bichito azul: Déjate, una rubia hermosa. Llamaba a alguien al parecer, pero sus compañías no era lo que me interesaba.

-Mira a quién tenemos por allí, Flup -señalé a mi compañero.

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Mensaje desde Android, Dios xD

[Hitori]

Tras la breve conversación, Dejay observó la puerta de la habitación de Ivan Kit y, antes de que Hitori se percatase, echó a correr en dirección a los jardines, dejando al joven atrás. Hitori ladeó la cabeza, preguntándose cómo aquella chica podía tener tanta energía por la mañana. No le molestó en absoluto que le dejase atrás; más bien lo contrario, él prefería ir a su ritmo, sin presiones. Miró, al igual que su compañera, la tablilla que rezaba "Ivan Kit", preguntándose nuevamente quién sería aquel tío. Sin darle mucha importancia, emprendió rumbo hacia los jardines, seguro de que Dejay ya habría llegado y le estaría esperando.

Por el camino se cruzó con un par de estudiantes que no reconoció, seguro de que no los había visto antes. Observó con más detenimiento los ornamentados pasillos del castillo, ya que no se había fijado demasiado el día anterior debido a su cansancio. Los largos pasillos de los dormitorios eran un poco más sobrios que las estancias por las que ya caminaba, que se encontraban cerca del gran salón de los tronos, cuyas paredes eran de colores dorados y blancos. El techo era casi imperceptible debido a su gran altura, y los suelos, de baldosas de mármol, combinaban con las grandes paredes. No había, sin embargo, ningún tipo de cuadro o escultura, al menos por las zonas que había visitado.

Pronto escuchó, en la distancia, una voz que pronunciaba a gritos su nombre. La identificó como la voz de Dejay, que ya debía de haberse cansado de esperar en los jardines. Apretó un poco el paso, llegando en pocos segundos a la gran puerta que comunicaba con el exterior, y que estaba en ese momento abierta.

—Lo siento, tardé un poco de más... —se disculpó, observando el exterior, donde reconoció al pequeño ser azul, que hablaba con el mismo joven que ayer.

[Deja]

El correr hacia el jardín me había servido como un pre-calentamiento, me sentía con mucha energía y además con ganas de comenzar el nuevo entrenamiento. Al parecer mi compañero aún seguía medio dormido porque llevaba un rato sin aparecer. Kit y el azulado ya se habrían dado cuenta de mi presencia por lo que me acerqué un poco a ellos. Al tiempo apareció Hitori a mis espaldas.


-Lo siento, tardé un poco de más... —me sacó de mis pensamientos, había olvidado el entrenamiento.


Eché un vistazo al rededor y no vi a Akio. Qué raro, no parecía estar por los jardines a pesar de que el día anterior me había dicho textualmente "Esperadme tú y Hitori en los jardines del castillo, allí tendrá lugar vuestro entrenamiento". Raro el maestro nuestro, siempre burlón e insatisfecho.


-Hitori, ¿Has visto por ahí a Akio? —pregunté a mi compañero, a lo mejor era que estaba demasiado cegada por mis pensamientos y no lo veía—. Preguntemos a Kit.


Me acerqué un poco a ellos lentamente, decidida, con cara de satisfacción al ver que habían dejado sus quehaceres para centrarse en mí o en nosotros. Divertida, me centré en la búsqueda de Akio aunque, si ellos no lo habían visto, sería inútil seguir buscando. El azulado me parecía tan infantil, como si nada en el mundo le importara y era tan irritante, no sé como Kit lo aguantaba.


-¡Bueeenos días Kit, azulado! —exclamé con una sonrisa en la cara—. Por casualidad, ¿habéis visto por aquí un maestro bajito y rubio?


Esperé pacientemente una respuesta mientras indicaba a Hitori que siguiera mi camino. "No se conocen" pensé al ver la inalterable cara de Hitori.

[Final Fan]

—Todo tuyo —me dijo Ivan, tendiéndome el libro— Si quieres te lo firmo. No me cuesta nada, y así podrás demostrar a los amiguitos de tu especie que me conoces, ¿eh?

Ante su último comentario, no pude hacer otra cosa más que reprimir una carcajada y seguirle el juego. Algún día le preguntaría si era humorista en su mundo o algo, pero en aquel momento tenía demasiadas ganas de seguir con la lectura.

—Majuu —le agradecí.

Así, me concentré de nuevo en las líneas impresas de Los Mundos Oscuros. Me pareció oír voces a mi alrededor, pero estaba seguro de que si les atendía perdería el hilo de la lectura... lo cual no me convenía que me pasase más veces si quería enterarme de algo. Esperaba que mi ligera indiferencia no resultase ofensiva, pero juntando que aquella noche no había dormido casi nada con el hecho de tener que lidiar con los malentendidos del agotador Kit... lo raro era que no me hubiese quedado ya sopa.