[Encuentro] El oscuro, el engreído y el moguri

[Soul Artist]

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Para Ivan Kit, Encuentro situado cronológicamente después de ¿Quién es mi bichito azul favorito? y antes de la Trama Viva la monotonía.
Para Ragun, Encuentro situado cronológicamente después de Recién llegado y antes de la Trama Un paso atrás.

Participantes

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- Ivan Kit (Narrador)
- Ragun (Sombra)

Mundo
Tierra de Partida

Nuevo día de Tierra Partida.

A las puertas del castillo de aquel luminoso me encontraba, en la enorme plaza que le daba entrada. Los aprendices corrían de un lado a otro, algunos hacia el interior del castillo y otros hacia los jardines, donde probablemente acudiesen a sus citas con los Maestros, cada día al parecer más duros en sus entrenamientos como si temiesen que los jóvenes alumnos perdiesen facultades; o quizá algunos de ellos hubiesen quedado con sus amigos.

Amigos. Una palabra un tanto extraña para mí que muy pocas veces había aplicado en alguien. No necesitaba a nadie ahora que tenía una Llave Espada en mi poder; solo el entrenamiento que me pudiese otorgar Ronin, el dinero que me diesen mis padres, y bueno, lindas mujeres a las que cortejar. Por todo lo demás, me consideraba absolutamente independiente al mundo. Solo lo necesitaba para, de vez en cuando, demostrar mi supremacía con algún combate como el que unas pocas horas antes había tenido contra azulado Fyk y el inútil de Hitori; mi inteligencia había sido la estrella, provocando la victoria de mi equipo a cambio de mi sacrificio.

Suspiré y miré al cielo, esperando. Ya comenzaba a bajar el sol; en poco tiempo habría anochecido y la hora del reparto se habría acabado. Llevaba días esperando un paquete desde Ciudad de Paso, un pequeño caprichito que me había comprado con el dinero que mi padre me enviaba a la semana. 20.000 platines recibía normalmente, con lo que me daba mucho más que de sobra para mis gastos principales como la comida. Y aquel capricho lo estaba deseando desde que recibí mi extraña arma.

Di el día por perdido finalmente cuando el sol terminó de bajar y el mundo oscureció. Me giré y me dispuse a entrar en el castillo en dirección a mi habitación; tenía que terminar la lectura de Los Mundos Oscuros de una vez por todas. Sin embargo, un particular sonido llamó mi atención. Motores. Reconocería en cualquier sitio ese sonido. Al volver a mirar al cielo la vi: una gigantesca nave gumi, un crucero, aterrizando a lo lejos. Lo que más admiraba en el mundo: la preciada nave de mi padre, la Black Hunter.

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Claro, cabe decir que no era la visita de mi padre Ryan a aquel mundo lo que me interesaba. Era la segura llegada del repartidor con mi anhelado encargo.

Me quedé allí quieto, en la plaza, esperando que el repartidor viniese. Tenía ganas de echarle una bronca por tardar tanto en traérmelo. Y la verdad, tampoco tenía ganas de cruzarme con el pesado de mi padre.

[Sombra]

El brillante astro, al cual no estaba acostumbrado bajaba ya haciendo que el color azul del cielo se volviera anaranjado paulatinamente. El camino desde los jardines hasta el edificio de la academia era bastante largo, sin embargo era gratificante ir andando antes que ir simplemente en el vehículo-llave espada. El camino, de tierra mayormente era como una serpiente que se deslizaba entre las colinas y las empinadas montañas que rodeaban el enorme edificio en el que todos los maestros y aprendices viviamos.

Aquel camino se dividía en varias rutas que llevaban a diferentes jardines de entrenamiento, aunque el más popular para descansar era uno que se había convertido en una especie de zona de ocio y que no quedaba muy lejos de la academia. Aquella colina era amplia y siempre soplaba una brisa agradable, además tenía unas vistas privilegiadas. Desde la parte media, en la que un río atravesaba el campo podia verse la gran estensión verde de aquel mundo y desde la parte alta, que daba hacia el otro lado se veía la academia en todo su esplendor y un hermoso cielo estrellado por la noche.

Comencé a subir las escaleras por las que un número considerable de alumnos transitaban todos los días a cualquier hora. Nada más subir aquellas escaleras llegaría ya a la academia.

Fue entonces cuando escuché un fuerte sonido, como el viento cortándose mezclado con los rugidos de algo que desconocía. Invoqué mi llave espada asustado y me acerqué en una posición de combate.

Aquella cosa era bastante grande y no sabía exactamente que era, pero me resultaba familiar. Supuse que me sonaba por el libro Los Mundos Oscuros donde en un tema se hablaba de naves construidas con llamados Bloques Gumis con las que se podía viajar de un mundo a otro.

La nave se mantuvo en el aire sin acercarse a tierra. Con razón, puesto que aquella nave a pesar de estar muy alta parecía ser capaz de aplastar parte de la academia. Guardé la llave espada y continué mirando aquella maravillosa máquina voladora que no tenía nada que ver con mi tabla de Wind Surf en la que se convertía mi llave espada...

[Soul Artist]

Seguía esperando al repartidor. Situado a la entrada del castillo, sabiendo que tendría que pasarse por allí para dirigirse a mi habitación y darme entrega del paquete, comenzaba a impacientarme con los brazos cruzados y apoyado en la pared con el pie izquierdo como soporte en esta. Mostraba mis dientes, probablemente asustando a cualquiera que se pasase por allí; llevaba ya un ratito esperando. Vale que la Black Hunter había aterrizado un poco lejos, pero leñe...

Invoqué mi Llave Espada y la observé unos momentos. Qué diseño más horrible; leyendo La perdición de la Llave Espada había descubierto que daba el aspecto físico y parte de su poder a la misteriosa arma era ni más ni menos que su llavero. Si este se cambiaba, el arma también. Pero tenían que ser llaveros especiales, diseñadas para esta, no valía con el de la casa de mis padres en Ciudad de Paso. Así que sí, aquello fue lo que había encargado; un simple y estúpido llavero. ¿Cómo podían tardar unos moguris en traer algo tan pequeño?

Y finalmente apareció. Hacia el final de la plaza, descenciendo de las colinas, surgió el que claramente era el repartidor con un pequeño paquete en mano: un moguri. Llevaba una visera azul que permitía que el pompón saliese por encima de la gorra. Me alegré de no ver a mi padre cerca, pues el muy pesado no dejaría que probase mi nueva arma.

—¡Eh! —llamé la atención del moguri, despegándome de la pared y dando unos pocos pasos hacia él—. ¡Ya iba siendo hora de que vinieses!

El moguri quedó perplejo al verme, como si se sorprendiese de que estuviese llamando su atención. Se acercó a mí, algo dudoso y con el paquete en mano. Me daba igual lo mono y gracioso que aquella criatura atontada fuese; quería ya mi llavero.

—¿Es usted...?

—Bueno, llegas días tarde pero al menos llegas —abronconé al moguri con un tono enfadado, quitándole el paquete de las manos y comenzando a abrirlo—. Debería pedirte una hoja de reclamaciones, ¿cómo has podido tardar tanto? Pero tienes suerte, chaval, porque ahora que tengo lo que quería estoy de buen humor.

Dentro del paquete estaba justo lo que yo quería: un llavero. Sí, sí, era mi envío, al fin. Había comprobado los distintos llaveros que los moguris creaban para los Caballeros de la Llave Espada, y quería uno muy poderoso en magia aunque sacrificase fuerza física. Y allí lo tenía.

—¡Contempla —anuncié, agarrando el llavero, quitando el anterior de mi Llave Espada, enganchando el nuevo y viendo cómo en un destello de luz comenzaba a tomar nueva forma— el poder de Plas...!

Callé cuando mi arma tomó una extraña forma ligeramente curvada, de color morado y con estrellas blancas pintadas. Una luna agarraba una estrella amarilla en la punta del arma, y unas alas blanquecinas servían de mango de la espada. No solo el diseño me parecía francamente horrible, sino que además la sangre comenzaba a hervirme por otro asunto. Aquel no era mi llavero.

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—¡Este no es mi llavero! —grité al moguri, quitando el objeto de la entrega de mi arma y volviendo esta a su estado normal de Cadena del Reino. Le lancé el objeto a la rosada criatura y me acerqué a él, muy enfadado.

—¿No es usted Hitori Yagari?

¿Hitori? ¿Aquel inútil iba a recibir un llavero antes que yo? Allí iban a rodar cabezas.

[Sombra]

Nada más subir las escaleras y dirigirme hacia el castillo me encontré con un aprendiz que había visto en numerosas ocasiones pero con el que nunca había cruzado más que una mirada rápida sin que me hubiese parado más de un par de segundos en observar su aspecto.

Su pelo era negro y estaba en un punto medio entre el largo y lo corto aunque estaba perfectamente peinado. Su cara tenía rasgos finos aunque afilados con una blanqueza que le hacía parecer algo debilucho. Llevaba puestas unas gafas que le daban aspecto de ser alguien bastante inteligente y era alto y delgado aunque no exageradamente. Acababa de hacer que su llave espada se transformara al cambiarle el llavero, sin embargo no pareció muy alegro puesto que se puso a gritar al moguri.

—¿Por qué estará tan enfadado?—Pensé preguntándome el motivo por el que aquel chaval estaba tan enojado. El moguri parecía algo asustado ante la reprimenda que estaba recibiendo de aquel muchacho y parecía estar nervioso sin saber como actuar. Seguramente era un novato y no estaba acostumbrado a aquel tipo de gente. A pesar de no ser una cosa que tuviese que ver conmigo aquella criatura que estaba tan nerviosa me daba bastante lástima como la estaba tratando aquel aprendiz.

Me acerqué a los dos seguro de lo que tenía que hacer.

—Disculpa—Interrumpí al chico de gafas poniendo mi mano sobre su hombro para que me prestase atención.—Estás molestando a los demás con tus gritos—Dije refiriendome a algunos aprendices que miraban a aquellos dos con curiosidad.— ¿Podrías intentar bajar el volumen?—Le pedí sin parecer ni enfadado ni poniendo un tono maleducado. Simplemente le hablé sereno y sin alterarme. Según Kazuki hablar así solía relajar a la gente enfadada aunque aquella era la primera vez que probaba aquella enseñanza suya.

[Soul Artist]

Me sorprendí mucho ante la actitud de aquel recién llegado; ¿quién le había dicho que se metiera en aquello? ¿Me pedía que me callara? Aparté la vista del moguri un momento, el cual se había estado excusando diciendo que él no se hacía cargo de cuánto podían tardar en la Orfebrería en crear un llavero y alegando que mi encargo no era sencillo. ¡Como si tan difícil fuese hacer un maldito llavero!

Me puse de frente ante el aprendiz de tez pálida. Una bufanda le cubría parte de la cara, preguntándome yo si tanto frío hacía por allí como para llevar aquello. Sus enormes ojos, entre verdes y amarillos, estaban clavados en mí. Su pelo, entre negro y violeta, cubría sus cejas ligeramente.

"Ah, vale. Un emo."

—Lo siento, pero estoy tratando un tema muy importante —me excusé, aunque con un tono de superioridad para no dejarme pisotear. Pensé que no era suficiente aún así, y continué hablando—. Además, no hago tanto ruido, ¿sabes?

—Yo debería entregar el paquete, kupó...

—Ni se te ocurra largarte —advertí al moguri levantándole la Llave Espada y apuntándole con ella—. Tengo asuntos pendientes contigo.

[Sombra]

Aquel muchacho clavó sus ojos en los míos con cara de pocos amigos, quizás incluso con cierto desprecio. Me observó unos instantes y esbozó una media sonrisa antes de empezar a hablar.

—Lo siento, pero estoy tratando un tema muy importante —Comenzó a decir quitandole mucha importancia al asunto. Parecía no entender que a pesar de un tema importante no tenía que hacerlo de aquella forma—. Además, no hago tanto ruido, ¿sabes?—Continuó. Al parecer no pretendía cambiar aquella forma de hablar.

—Yo debería entregar el paquete, kupó...—Dijo el moguri comenzando a flotar hacia el interior del castillo.

—Ni se te ocurra largarte —Amenazó el joven aprendiz de gafas apuntando al repartidos con su llave espada aunque sin llegar a apartar su mirada de la mía. Aquellos ojos...los había visto. Mi mente reflotó un recuerdo, unos pocos instantes...

Era un lugar que no conocía y no podia ver muchos detalles pero estaba él, sin duda y había alguien más, un pelirojo. Aquel era un recuerdo de mi pasado. Me agarré la cabeza, me sentía mareado aunque eso no evitó que volviese a agarrar a aquel chaval de nuevo de su hombro firmemente. Le miré a los ojos con cierta intensidad.

—Espera—Llamé a aquel chaval de tez pálida.—Tu... ¿Me conoces?—Pregunté. Sin duda era él, eran iguales pero con una notable diferencia de edad.—Estabas tu y un chico pelirojo...

[Soul Artist]

Me quedé observando extrañado al emo. Comencé a rebuscar entre mis recuerdos a un emo con bufanda, a un chico pelirrojo por aquel mundo. No, ningún pelirrojo, solo un bicho azul, una rubia bruta y un tontorrón calladito. La palabra pelirrojo, sin embargo, me hizo acordarme de alguien; pero hacía años que no le veía. Nah, no podía tratarse de él.

—Lo siento, intento socializarme con gente de interés, no con... ¡Eh!

Me di cuenta entonces de que el moguri había aprovechado la situación para echar a volar hacia el interior del castillo, despistándome por completo. Agarré mi Llave Espada con las dos manos y observé hacia el interior.

—¡Maldita sea, lo he perdido! —maldije, golpeándome la frente con la palma de mi mano. Me giré hacia el chico emo, algo desesperado—. ¡Tú! ¡Ayúdame a alcanzarle, tengo asuntos pendientes con él!

Igual es que la situación le había impresionado, pero el joven no echó a correr de inmediato. Chasqueé la lengua y me mordí el labio, pensando cómo hacer que me ayudara.

—¿Quieres saber de qué me conoces? ¡Pues te lo diré si me ayudas, chico emo!

Tras eso, eché a correr tras la dirección hacia la que iba el repartidor, indiferentemente de si el aprendiz me seguía o no.

[Sombra]

—¿Quieres saber de qué me conoces? ¡Pues te lo diré si me ayudas, chico emo!—Aquellas palabras hicieron que algo en mi interior despertara. Si, quería saber quien era y aquel muchacho había ofrecido como trato decirme lo que quería saber. No me gustaba la idea, en absoluto sin embargo no haría daño a nadie por alcanzarle y si aquel muchacho quería hacerle daño de verdad podría detenerle simplemente llamando la atención de algún maestro que se paseara por las cercanias.

—Te ayudaré—Asentí echando a correr en la misma dirección que el repartidor y aquel chaval de gafas. A pesar de que me llevababan algo de ventaja pronto alcancé y adelanté al joven, que todavía llevaba consigo la Llave espada.

—¡Espera!—Grité hacia el repartidor que nos llevaba mucha distancia. Perdí un momento de vista a la graciosa criatura voladora tra la esquina de un pasillo. Atravesé yo también el pasillo corriendo tras siete segundos y me topé con un moguri que miraba con cierto enfado hacia mí.

—De aquí no pasas, kupó—Dijo con enfado.

—Tengo que pasar, es urgente. Apartate—Pedí más como petición que como amenaza.

[Soul Artist]

Alcancé al chico emo tras correr un rato tras él, con algo de esfuerzo. Aunque los entrenamientos de Ronin habían mejorado algo mi físico desde que vine de Ciudad de Paso, el otro aprendiz era considerablemente más rápido que yo. Debía mejorar en muchos aspectos, aunque en el ámbito intelectual siempre sería mejor que nadie, y con eso por ahora me bastaba.

Cuando di alcance al muchacho observé que un moguri de aspecto enfadado bloqueaba el camino por el cual el repartidor huía desesperadamente, dirigiéndose a entregar su paquete. No podía permitir perderle.

—¡Vamos, bichejo, aparta! —grité al moguri furioso. Este dirigió su mirada hacia mí, cabreado por haberle llamado así.

—Tú eres Ivan Kit, ¿verdad? —la rosada criatura sacó de su espalda, casi de forma mágica, una enorme y larga lanza—. He oído hablar de ti, kupó. Dicen los demás moguris de Tierra de Partida que te ríes de ellos, gritas mucho y al parecer ahora amenazas a otro de Ciudad de Paso. Mi nombre es Moglin, chico. No puedo permitiros pasar, kupó.

Aquello parecía un reto. Agarré en posición de defensa mi arma, preparado para cualquier cosa.

—No me fastidies... —susurré—. Si de verdad tienes tantas ganas de enfrentarte a dos Caballeros, ven a por mí. Vamos, bicharraco del pompón...

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Turnos de combate
Moguri: Velocidad ??
Ragun: Velocidad 6
Ivan: Velocidad 4
Como ya te hablamos, Nell controlará a Moglin.

[Nell]

Moglin, en realidad, sólo parecía enfadado con Ivan, debido a los múltiples insultos contra su raza que el joven había tenido la necedad de dar. Había sacado la lanza con la intención de amedrentar al muchacho, pero no había dado resultado. Y contra Ragun no tenía nada.

—Mira, chico, el único que quiere pelea aquí eres tú. Vete por donde has venido y déjanos hacer nuestro trabajo en paz. Mi compañero tiene una entrega importante que realizar, pero yo… yo estoy libre —intentó de nuevo amenazar—. Así que tú decides: o me haces caso, o te enfrentas a las consecuencias, tanto actuales como posteriores.

Quizá Ivan no había tenido una cosa en cuenta al contrario que el moguri: estaban en Tierra de Partida, dentro del propio castillo. Las posibilidades de que apareciera un Maestro y viera el combate eran altas. Y si veía que el rival era un tierno muñequito de peluche, habría más razones para echarle la culpa al joven aprendiz. A los jóvenes aprendices, de hecho, si Ragun también quería meterse con Moglin.

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Por las dudas: Moglin no hace nada.

[Sombra]

Escuché como el moguri regañaba al aprendiz sin intervenir en la conversación. Realmente aquel chaval no me parecía una buena influencia ni de cerca, pero necesitaba pasar y coger a aquel moguri. No ibamos a hacerle daño y en caso de que el otro aprendiz tratara de hacerselo no se lo permitiría a pesar de no saber nunca la respuesta que buscaba por parte de aquel chaval.

—Yo...—Empecé a hablar con un tono dudoso. Empezaba a sentir que no debía ayudar a aquel muchacho a pesar de poder saber más de mí mismo.—Necesito cogerlo. Es muy importante para mí—Intenté convencer a la criatura que amenazaba con su lanza al aprendiz.—Necesito saber...

Bajé la mirada deseando que el moguri se apartara y me dejara continuar la persecución. Era imprescindible que lo alcanzase para que aquel chaval, que todavía no me había dicho su nombre me contestara.

[Soul Artist]

Intenté contenerlo, pero no pude: una fuerte carcajada salió de mi boca, la cual tuve que intentar parar llevándome una mano a la frente. Quizá el moguri me mirase mal, pero no podía evitarlo con una criatura tan graciosa, mona y atontada como la que tenía delante. Era muy, muy gracioso ver que intentaba amedrentarme a la vez que su ridículo pompón se movía de un lado a otro, quitándole toda la seriedad que pudiera tener a mis ojos.

Tras calmarme y conseguir detener un poco la risa, me acerqué al moguri intentando pasar por su lado para seguir persiguiendo al repartidor.

—Vuelve a fregar pasillos o lo que quieras que estuvieses haciendo —le ordené al moguri, sin tomarle en consideración en absoluto—. ¿Cuáles serían las consecuencias de dejar en paz a ese repartidor, que me hagas pupa con ese pinchito que tienes en la mano? Qué miedo. Ahora, si me disculpas, tengo un asunto pendiente. Vamos, chico emo...

Me dispuse a proseguir mi camino con la intención de capturar al maldito repartidor, sin importarme lo más mínimo que algún Maestro pudiese aparecer por allí o que la rosada criaturilla me estuviese amenazando; de ninguna manera dejaría que se me impusiese algo tan pequeño.

[Nell]

En cuanto a Ragun se le ocurrió abrir la boca (mientras el necio de Ivan reía a mandíbula batiente por el gracioso pompón del enemigo tan potencialmente peligroso al que se enfrentaban), Moglin perdió la poca simpatía que tenía con él.

—¿Importante para ti, chico? Importante para su legítimo propietario. Que no eres tú.

Ivan, por su parte, siguió riendo e ignorando la amenaza de Moglin. Así, cuando intentó pasar, no se esperaba que el gracioso moguri ya lo esperara. Mucho más rápido de lo que pudiese haber previsto, zarandeó la lanza de modo ascendente, provocando un corte en el brazo que se situaba entre Ivan y él. No era muy profundo, pero seguro que escocía mucho.

Con la lanza ahora manchada del hilillo de sangre que había provocado a Ivan, retrocedió revoloteando hacia atrás, con esa forma tan jodidamente mona de moverse de los moguris, para bloquearles de nuevo el paso.

—Antes de que perturbaseis la paz de este lugar, estaba esperando a mi compañero, así que… creo que lo seguiré esperando, chico. Puede que para cuando vuelva os haya convencido para fregar lo que manche de vosotros por aquí —amenazó sin rastro de compasión Moglin.

Era, sin duda, rápido. Lo que quería decir que, a pesar de su pequeño tamaño, no podrían pasar a su lado sin llevarse más de un pinchito. Y ya había demostrado que sabía darlos.

[Sombra]

—Necesito pasar—Repetí otra vez a la par que invocaba mi llave espada que estaba llena de grietecillas y zonas oxidadas.—No quiero hacer daño a nadie, apartate—Pedí cambiando mi semblante pacífico por uno mucho más amenazante. El moguri no parecía dispuesto a hacer caso a mi orden ¿Tan dificil era apartarse? ¿Por qué alguien tendría que salir herido cuando no tendría que ocurrir eso? Yo solo quería atrapar el moguri y que aquel aprendiz me dijera lo que quería saber.—Sin rencores, espero—Alcé mi arma apuntandole con ella esperando por cualquier movimiento o respuesta por su parte.

[Soul Artist]

Llevé mi mano rápidamente al corte que el maldito monstruo me había hecho con la lanza, todavía sujetando mi Llave Espada. Contuve un pequeño grito de la sorpresa y el escozor que me había provocado y apreté con mucha fuerza los dientes; no le daría el placer de oírme quejarme. Pero estaba furioso.

La rabia dentro de mí crecía tremendamente. Un moguri, un maldito moguri se me estaba imponiendo y había tenido el valor de dañarme, de provocarme una herida por la que algo de sangre brotaba. El chico emo apuntó a la criatura con su Llave Espada, la cual tenía un aspecto lamentable. Al menos él me entendía, estaba de mi parte.

Sin embargo, yo estaba cada vez más furioso. Escuchaba las amenazas del moguri, lo cual me cabreaba más. Y cuando vi la sangre en mi mano al apartarla de la herida, no me pude contener más:

—¡Ráfaga!

Apuntando con mi Llave Espada, el nuevo hechizo que hacía poco había aprendido se dirigió contra el moguri. Ahora era personal; en cuanto el viento golpease a la rosada criatura y lo tirase al suelo, le atacaría sin piedad alguna, descargando toda mi ira sobre él.

Odiaba ser tan irracional... Pero no iba a dejar que un maldito moguri se me subiese a la chepa.