[Encuentro] El Paso por la Ciudad

[Hitori]

~Participantes~
Ivan Kit
Hitori Yagari

~Ubicación~
Ciudad de Paso

~Cronología~
Después de la Trama "Viva la monotonía" y antes del Libre "San Valentín 2012"

El destello que cubría el cuerpo de dos jóvenes, quienes momentos antes estaban completamente cubiertos por una armadura e iban montados en una especie de naves, se iba desvaneciendo. El viaje había sido largo, y más sumado al hecho de que era la primera travesía que hacían los dos aprendices sin ser acompañados por un Maestro. Pero ambos habían llegado sanos y salvos (y de una pieza) al mundo de destino: Ciudad de Paso.
Hitori se apoyó sobre sus rodillas, algo mareado por el viajecito. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para descansar, pues supuso que su compañero, Ivan Kit, tendría prisa. Se irguió a los pocos segundos, se arregló su castaño flequillo y observó su alrededor. Habían entrado por un enorme portón que separaba la ciudad del exterior mediante unas enormes murallas. La ciudad tenía un aspecto acogedor, aunque algo sobrio: brillantes farolas iluminaban el lugar, teniendo la plazoleta dos de ellas plantadas en el centro, aunque había muchas más desperdigadas por las calles. Una escalinata, que tenía un buzón azul de aspecto cómico al lado, conectaba la plazoleta con una de las calles, presidida por un local con un enorme letrero que rezaba "Jewelry". A un lado de la plaza, Hitori pudo ver una cafetería y una modesta tienda, y al otro, un enorme portón similar a aquel por el que acababan de entrar. Toda la ciudad tenía un color rojizo y castaño que acentuaba el toque hogareño de la ciudad.

Hitori salió de su ensimismamiento y miró a Kit, quien imaginó que estaría algo nostálgico al volver a su hogar después de tanto tiempo.

—¿Y bien? —preguntó, rompiendo el silencio—. ¿A dónde nos dirigimos?

El joven esperó a que Kit le indicase su destino dentro de la pequeña Ciudad de Paso.

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Edit para añadir la negrita y un dato de la cronología

[Soul Artist]

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Viendo que vamos a tener problema con los colores, mejor empiezo a usar yo otro color... ¿Qué tal?

Respiré profundamente al llegar al Distrito 1 de la ciudad que me había vistro crecer. Ese olor a piedra, ciudad poco contaminada, alitas de chocobo del cercano bar... Había vuelto a mi hogar. A mi no tan amado hogar.

Bien era cierto que había echado algo de menos aquel sitio. En Tierra de Partida no había tiendas de calidad como allí, ni tampoco podía pasarme por una taberna y comer lo que a mí me apeteciese; estaba sujeto a las completas normas de aprendiz, por lo menos temporalmente. Y sin embargo, en aquel mi mundo siempre había tenido libertad. Mi libertad. Mis padres nunca me habían dicho que no a nada, por lo que podía hacer lo que quisiese por allí siempre. Como ir a la orfebrería a meterme con los moguris, burlarme de los adolescentes borrachos que organizaban botellones tras las farolas de la entrada, pasarme por la (ahora que había conocido la de Tierra de Partida) anticuada biblioteca...

Era un placer volver a estar allí, entre los vivos. Siempre y cuando el pesado de mi padre no apareciese; seguramente se pensaría que Yagari era un amigo. O algo peor.

—¿Y bien? —preguntó mi inútil compañero, comprobando que no había visitado antes aquel mundo—. ¿A dónde nos dirigimos?

—¡A la orfebrería! —contesté alzando mi dedo y señalando hacia el callejón que llevaba al tugurio donde trabajaban los moguris—. Esas vagas criaturas rosadas me deben mi arma desde que partí a Tierra de Partida prácticamente. ¡Quiero mi llavero!

Eché a caminar hacia la tienda, decidido a reclamar lo que tanto ansiaba. Un mejor llavero significaba no solo más poder, sino respeto por los pobres aprendices que tenían que conformarse con la abominable Cadena del Reino. Además, no podía permitir que en ese aspecto Hitori me superase por mucho más tiempo.

[Hitori]

—¡A la orfebrería! Esas vagas criaturas rosadas me deben mi arma desde que partí a Tierra de Partida prácticamente. ¡Quiero mi llavero! —se quejó Kit antes de emprender su camino hacia la orfebrería. Hitori procuró seguirle de cerca, no quería perderse en aquella ciudad o, aún peor, acabar en un sitio peligroso. Aunque desconocía si había algún lugar que tuviese sincorazón en aquel lugar, era mejor prevenir que lamentar.
Mientras caminaban, Hitori observaba cualquier rincón de aquellas calles. Ya habían subido la pequeña escalinata y estaban delante de la gran tienda que ocupaba el centro de aquella calle. Sin detenerse, giraron a la derecha, donde el joven pudo ver un par de pequeñas tiendas que parecían estar cerradas, así como una casa que desentonaba con la estética del resto, debido a su tamaño, grandes ventanas y su puerta verde. Hitori se quedó unos segundos mirándola, pero al ver que Kit empezaba a alejarse, corrió para alcanzarle, subiendo unas pequeñas escaleras.

Finalmente, llegaron a la entrada de la orfebería. Antes de entrar, Hitori se fijó en el gran portón que había frente a la tienda.

—¿Qué hay por ahí? —le preguntó a Kit, señalando el susodicho portón.

[Soul Artist]

Cuando posé mi mano en el pomo de la puerta de acceso a la orfebrería Hitori me detuvo para preguntarme qué había tras la puerta del Distrito 2. Podría haber no contestado y seguir entrando a la tienda, pero algo, llamémoslo X, me indujo a contestarle.

—El Distrito 2. Verás, este mundo se divide en distritos, cinco concretamente... Y solo el primer distrito ha podido retener a los Sincorazón hasta el momento. Iremos más tarde a entrenar con algo de acción de verdad, aunque eres tan inútil que es posible que no salgas... —me ajusté mis gafas, sonriendo ligeramente—. Menos mal que me tendrás a mí cerca para salvarte en caso de necesidad...

Nunca antes había entrado en combate con los Sincorazón, pero con mi alto poder mágico, mi inteligencia y mi nueva arma sería una batalla muy sencilla; quizás incluso demasiado sencilla para alguien de mi nivel. Necesitaba un reto de verdad para alguien tan fuerte como yo; pero, preferiblemente, que fuese una vez que hubiese vuelto a Hitori en alguien poderoso y útil en combate.

Entré en la orfebrería sin mediar a más palabras. Me pareció que los moguris de la estancia fueron a saludarme por mi llegada hasta que me vieron con claridad; estaba claro que no se habían olvidado de mí y del poco respeto que mostraba hacia su raza. Ignoré su silencio y me acerqué al dependiente, directo al grano:

—Soy Ivan Kit. Vengo a por el encargo que hice hace unas semanas.

[Hitori]

Antes que que Kit entrase en la tienda, se tomó la molestia de contestar la pregunta de Hitori, quien todavía señalaba el portón.

—El Distrito 2. Verás, este mundo se divide en distritos, cinco concretamente... Y solo el primer distrito ha podido retener a los Sincorazón hasta el momento. Iremos más tarde a entrenar con algo de acción de verdad, aunque eres tan inútil que es posible que no salgas... Menos mal que me tendrás a mí cerca para salvarte en caso de necesidad...

Dicho eso, Ivan abrió la puerta y Hitori le siguió, no sin antes sacarle la lengua en señal de burla sin que su compañero se diera cuenta. Curiosamente, hasta aquel momento no le había molestado ningún comentario de Kit, pero de repente sentía la imperiosa necesidad de expresar algún tipo de burla, aunque el otro chico no se diera cuenta.
Antes de que la puerta se cerrase a espaldas de Kit, Hitori entró en la orfebrería.

Aquella pequeña tienda tenía un aspecto curioso. Los moguris revoloteaban por todos lados, haciendo sus diversas tareas con diligencia. Uno de ellos estaba delante de una especie de enorme chimenea con extraños tubos, otros, trabajando en unas mesas. Mientras Kit hablaba con ellos para exigirles su pedido, Hitori se paseó por la sala, mirando con curiosidad los papeles que había en una de las paredes.
Cuando se cansó de leer aquella marabunta de folletos, se acercó a un moguri y lo observó fijamente. A pesar de la preocupada mirada del ser alado, quien debía de sentirse incómodo y acosado, el joven siguió mirándole. De repente, extendió la mano y tocó con un dedo el gran pompón rojo y peludo del moguri, lo que provocó al instante que éste se alejase, molesto. El chico, en cambio, sonrió, divertido ante la situación.

[Soul Artist]

El moguri dependiente me miró mal, como si hubiese hecho algo horrible. Me mantuve indiferente ante su ceño fruncido y continué esperando a mi llavero, sabiendo que en cualquier momento tendría que ir a por él. Había pagado ya antes, estaba en su obligación de darme lo que por derecho me pertenecía.

—¡Kupó! ¿No va a usted a pedir disculpas antes?

Dibujé una mueca de chulería en mi cara, imaginando que aquello sucedería. Claro, los moguris solían defenderse mucho en manada; no iban a olvidar mi pequeño incidente con el repartidor anteriormente*, así que tendría que defenderme yo solito. Quizá por mi cabeza se pasó la idea de pedir ayuda a Hitori, pero al verle tan ocupado molestando el pompón de una de aquellas criaturas debió borrarse por completo de mi mente. Y era divertido ver cómo le atormentaba.

—¿Disculpas por qué, por aquel bicho que no me trajo lo mío? Oh, por favor. Fue su culpa. Ahora, dadme a por lo que he venido y perdonaré a vuestro repartidor.

—¿Perdonarle, kupó? ¡Lo pasó muy mal por tu culpa! ¡Ha tenido pesadillas contigo!

Se me escapó una risa con aquel comentario del dependiente, la cual tuve que cesar de inmediato. Me había imaginado por un momento a mí mismo como un malvado ser efiáltico y gigantesco, acechando en las sombras al repartidor con su visera, acurrucado en el suelo y suplicando por su vida. Pero al dependiente no parecía hacerle tanta gracia como a mí.

—Perdón, me he acordado de un chiste. Y esas "pesadillas" deben ser "dulces sueños" sobre mí; soy demasiado guapo como para provocar tales cosas.

El moguri frunció el ceño, enfadado.

—Siga así y llamaré a nuestro líder, kupó...

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* En el Encuentro El oscuro, el engreído y el moguri, Ivan atormentó ligeramente al repartidor moguri que supuestamente iba a traerle su arma.

[Hitori]

Mientras Kit era regañado por uno de los Moguris, Hitori se divertía persiguiendo a aquel adorable Moguri que había escapado de él tras tocarle el pompón. A pesar de que el chico no lo hacía con afán de molestar al ser alado, éste empezaba a asustarse.

—Anda, déjame agarrar el pompón —rogó, acorralando al Moguri, que no paraba de temblar, en una esquina de la tienda—. Sólo una vez...

El chico sonrió mientras extendía la mano para tocar el peludo pompón rojo del Moguri, ignorando las quejas del pequeño. Justo cuando iba a agarrarlo, escuchó al Moguri que hablaba con Kit elevar la voz.

—Siga así y llamaré a nuestro líder, kupó...

Hitori, dándose también por aludido, apartó la mano al instante y se apartó de la criaturilla, quien suspiró aliviado. El chico se acercó a Ivan, quien miraba altanero al Moguri.

—¿Pasa algo? —preguntó, curioso.

[Soul Artist]

Suspiré ante la insistencia del moguri, pero admito que en mi interior algo se removió cuando amenazó con llamar a su líder, el jefazo de los moguris de Ciudad de Paso. Recordaba que una vez, hacía un par de años, una de aquellas endebles criaturas había corrido a él para chivarse de mis acciones con él. No había terminado mal, había terminado peor; la paliza que me había llevado fue monumental.

—Está bien, escribiré una carta de disculpas —me rendí finalmente, agarrando una hoja de reclamaciones y un bolígrafo para escribir rápidamente aquello. Me negaba a disculparme delante del bicho al que supuestamente tanto daño había hecho, pero mi miedo por el líder seguía siendo mayor.

Me mostraba tranquilo, pero más allá de aquello las imágenes de la paliza volvían a mi cabeza. Cuando lo vi por primera vez, ni siquiera pensé que era un moguri; me burlé un poco de él y de su aspecto cómico, de sus ropas, de sus orejas... Mi honor quedaría muy por los suelos en la plaza con todo lo que me hizo después. Si no recordaba mal, fue a partir de aquel día cuando más necesité meterme con aquellas criaturas, pues la mancha en mi interior que provocó aquella fiera fue horrible.

—Ahí tenéis —concluí, casi tirando el bolígrafo con el que había escrito la carta y deslizando el papel hacia el dependiente—. Ahora quiero mi llavero.

El moguri aceptó mi carta y, tras leerla, se la llevó a la vez que se fue a por el llavero. Me giré y apoyé en el mostrador, observando a mi compañero, que se había acercado preocupado por la llamada de atención y la amenaza de llamar al líder. Le dibujé una mueca de desagrado.

—Estúpidos moguris y estúpido líder... Como si le tuviese miedo... —susurré para que las rosadas criaturas no alcanzaran a escucharme, aunque Hitori desde luego que podría haber llegado a hacerlo.

[Hitori]

Para sorpesa del joven, Kit cedió ante los Moguris, aceptando escribir una carta de disculpa. Al mismo tiempo, el semblante arrogante del chico había cambiado a uno distinto, casi preocupado. Hitori se preguntó quién sería el jefe de los Moguris, pues para hacer que Kit se tragase su orgullo, debía de ser alguien temible.
Mientras Ivan escribía las disculpas, Hitori no se movió de su lado, por temor a que cualquier acto mínimo les instase a llamar al jefe.

—Estúpidos moguris y estúpido líder... Como si le tuviese miedo... —dijo Kit en voz baja, haciendo una mueca de desagrado ante la situación. Por más que el chico afirmase no temerles, Hitori sabía que sólo se hacía el duro. No era nada normal en Kit ceder de aquella manera.

Mientras su compañero esperaba para recibir el Llavero que había pedido insistentemente, Hitori decidió salir de la Orfebrería, no sin antes avisarle.

El suave viento de Ciudad de Paso resultaba agradable, y más en comparación al ambiente cargado y algo recalentado de la tienda, posiblemente provocado tanto por el extraño horno de los Moguris como por ellos mismos, quienes seguramente emitían una gran cantidad de calor debido a sus pelajes.
El chico se cruzó de brazos y paseó por las proximidades de la tienda, evitando alejarse demasiado para que Kit pudiese verlo al salir. Se acercó a una especie de balcón que carecía de vallas y comunicaba directamente con el piso inferior de la calle. Por abajo, a mano derecha, se llegaba a un callejón donde había algunas cajas...

Un escalofrío recorrió el cuerpo del chico. Durante un instante vio, o creyó ver, a alguien observándole desde el callejón. Resultaba difícil ver si realmente había algo allí abajo debido a la oscuridad del sitio, pero la sensación de ser el punto de mira era completamente real. Dudó sobre si bajar y comprobar si había alguien o si quedarse quieto... pero el sonido de una puerta abriéndose le hizo girarse en dirección a la Orfebrería.

[Soul Artist]

Mi compañero pasó de mi comentario y salió de la Orfebrería, probablemente para salir de aquel ambiente tan cargado. Me molestó que se fuera sin decir nada, pero sabía que muy lejos no iría; tenía que entrenar conmigo. Solté una pequeña risa y clavé mi mirada en el moguri que había estado atormentado, que aparentemente se limpiaba el pompón que había tocado Hitori. Cuando se percató de que le observaba, se puso nervioso y voló a una zona más alejada, como si fuese a atacarle.

—Aquí tienes, kupó —señaló el dependiente volviendo de adonde hubiese ido y dejando mi ansiado llavero sobre la mesa—. El pago ya está hecho, así que puedes irte.

Tomé el llavero y tuve clara mi primera acción: invoqué mi Llave Espada al instante en mi mano para retirarle el feo llavero que ya tenía y lo intercambié por el nuevo, de color amarillo y que parecía una chispa electrizante. Con un detello mi arma cambió: abandonó su feo aspecto original y tomó una nueva forma caracterizada por el color amarillo, el cual revelaba su especialidad en ataques mágicos afines a la electricidad. Además de ayudarme a realizar habilidades de esta cualidad, aquel llavero lo había encargado con la idea de que el poder mágico aumentara en combate. Sin embargo, la forma del arma empobrecía la fuerza con la que podía golpear a mis objetivos, pero no me importaba.

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—Gracias —susurré simplemente, admirando mi nuevo arma. Me dispuse a salir de la tienda, pero el dependiente me dedicó unas últimas palabras:

—El líder te envía saludos, kupó.

Me quedé paralizado al escucharle. ¿Él estaba allí? ¿En aquella misma tienda? Tragué saliva y no me atreví a girarme. Sencillamente, conservé la calma y me dirigí a la puerta, procurando evitar cruzarme con él. Casi podía oír las risitas del dependiente, pero por mi cabeza solo se cruzaba una idea al respecto: algún día...

Fuera mi compañero estaba esperando, mirando atentamente al callejón oscuro por el que más de una vez había estado jugando de pequeño. Se me ocurrió algo malvado para aliviar mi tensión y reírme un poco. Me aproximé por su espalda despacio, sin hacer ningún ruido, y le agarré del hombro de golpe con fuerza.

—¡Bu! —solté, esperando su reacción y riéndome un poco—. ¿Qué haces? ¿Te asusta el malvado señor de las sombras?

[Hitori]

El chico ahogó un grito y dio un respingo al notar algo que le tocaba el hombro. Instintivamente invocó su Llave Espada y apuntó con ella hacia el que le había agarrado el hombro... que no era otro que Ivan Kit.
Soltó un suspiro de alivio y, haciendo desaparecer su Llave, se cruzó de brazos con una expresión de enfado.

—¡No me asusta ningún s-señor de las sombras! —exclamó, titubeando. Automáticamente apartó la mirada de Kit, sin fijarse en si su bromista y malvado compañero se estaba riendo o no (supuso que lo hacía) y volvió a mirar al callejón, donde ya no notaba que hubiese algo extraño—. Sólo estaba... no importa. ¿Ya te han dado tu llavero?

Hitori no apartó la mirada del callejón mientras esperaba una respuesta de Kit. Fuera quien fuese aquella persona, lo más probable era que se había ido de aquel lugar, pero... ¿cómo iba a irse sin que Hitori le viese? Sólo apartó la mirada del callejón cuando Kit le asustó, y aquel tiempo parecía insuficiente para que alguien escapase de aquel callejón. Se fijó por primera vez en una desgastada pared de madera, de una altura considerable, pero fácil de saltar para alguien que tuviese experiencia. El chico pensó que quizás se había escabullido por ahí.

Evitó darle mayor importancia mientras esperaba la siguiente orden de Kit.

[Soul Artist]

Hitori volvió a dirigirme toda la atención que merecía y sonreí ligeramente. Gran susto el que le había dado, me daba por satisfecho y había logrado olvidar mi pequeño incidente en la Orfebrería. El chico parecía algo preocupado todavía con el pasillo entre los edificios, pero no le di la menor importancia.

—Aquí lo tengo: Plasma de Abadón —contesté al chico, levantando mi Llave Espada con su nuevo aspecto—. Especializada en el combate mágico y en los hechizos Electro... Dedicaré tiempo a mejorarlos, como los de Hielo. Lo que me recuerda que deberíamos comenzar tu entrenamiento...

Dirigí mi mirada a los enormes portones del Distrito 2, pensando en los Sincorazón que ahí habría. Combate de verdad, eso era algo que se echaba en falta en Tierra de Partida. No me gustaba luchar, pero tenía la magia de mi lado; quería estrenar mi nuevo llavero. Y oh, bien que lo haría.

—Vamos. Te enseñaré a matar Sincorazón y a volverte así algo menos inútil —animé a mi compañero, dirigiéndome hacia el Distrito. Empujé un poco la puerta y entré adentro.

[Hitori]

Hitori miró distraídamente el arma de Kit, sin prestarle mucha atención hasta el momento en que mencionó el entrenamiento. Hitori asintió con la cabeza ante el recordatorio de Kit, quien se dirigió hacia el portón del distrito 2 diciendo que irían a matar sincorazón para "volver menos inútil" a Hitori.
El chico siguió a Kit a un par de metros por detrás de él. Cuando su compañero entró en el distrito 2, Hitori se giró y volvió a pensar en la extraña presencia que había sentido, pero pronto sacudió la cabeza y olvidó el asunto.

El distrito 2 tenía un aspecto similar al anterior, pero en él el colorido era distinto. Predominaban más los grises en las construcciones y en el propio suelo. Al frente, se imponía una enorme catedral que tenía ventanas con vidrieras, así como un gran campanario. El chico se fijó también en que había algunas tiendas y un hotel, pero no había nadie por aquel distrito. Parecía una ciudad completamente desierta.

[Soul Artist]

El Distrito 2. No había entrado allí, quitando mi corta visita con Ronin, desde que los Sincorazón se hicieron con él, y hace ya tiempo de aquello. Me acerqué al borde de la entrada y observé la preciosa fuente de la ciudad, que aunque no expulsaba agua seguía teniendo un mural pintado de gran belleza artística. Sonreí ligeramente al estar de nuevo en aquel lugar.

Una esfera oscura apareció a mi lado, provocando mi curiosidad. Surgió de ella, acompañado de un extraño sonido metálico, un pequeño ser de ojos amarillos y grandes que se clavaron en mí. Vestía una especie de cascos y unas largas garras de uñas rojas que me apuntaban, amenazándome. El extraño ser comenzó a bailotear sin sentido alguno, moviendo sus piernas de forma cómica. Por el emblema que llevaba en la tripa pude reconocerlo, tras una rápida inspección.

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—Mira, Hitori, un Sincorazón —señalé, volviendo con Yagari y poniéndole una mano sobre el hombro—. Mira cómo acabo con él y tú te quedas con el siguiente...

Me coloqué frente a la supuesta amenaza y alcé mi arma, dirigiéndome a él. Al reconocer la Llave Espada, pareció asustarse y comenzó a correr hacia mí. No pude evitar sonreír con un poco de malicia y susurrar lo que esperaba todo el día oír:

—Electro.

El Sincorazón recibió de pleno mi potentísimo hechizo mágico, tirándole hacia atrás y tumbándolo en el suelo. No se deshizo en oscuridad ni surgió de él un corazón tal y como yo esperaba, pero me di por satisfecho. Mi nuevo arma y mis entrenamientos mágicos habían dado sus frutos, pues con el más mínimo ataque intuía que el enemigo caería.

—¡Ja, ja, ja! ¿Qué te parece, Hitori? Por supuesto, no puedes llegar a mi nivel, pero tranquilo, empezaremos por algo más bajo, como...

Dos esferas oscuras más surgieron de la nada. Otras dos de aquellas criaturas surgieron de ellas, sumando tres en total con la que había tirado al suelo. Me puse en guardia de inmediato, pegando mi espalda a Hitori y dibujando una mueca en mi cara.

—¡Dije algo más bajo! —protesté en voz alta, como si Murphy pudiese escuchar mi grito.

[Hitori]

El potente rayo que Kit había invocado fue capaz de tumbar al Sincorazón; no obstante, éste no desapareció, sino que tan sólo se quedó tumbado en el suelo unos segundos antes de volver a erguirse y adoptar nuevamente una posición ofensiva. Hitori invocó rápidamente su Llave Espada y se preparó para atacar. Sin embargo, antes de que pudiese hacer nada, otros dos Sincorazón semejantes al anterior aparecieron, salidos de la oscuridad. Se unieron a su compañero en el combate, mientras que Kit se acercó a Hitori, colocándose de espaldas a éste. Ivan maldijo su mala suerte, mientras que Hitori se mantuvo en silencio, empuñando la Llave Espada.

Decidió que lo más sensato era acabar primero con el Sincorazón que Kit había debilitado, aprovechando la falta de energía del ser de la oscuridad. Así pues, corrió hacia el enemigo y con un fuerte tajo de la espada, lo golpeó, haciendo que el Sincorazón se esfumase en la oscuridad de la que procedía, mientras un brillante corazón salía de él.

No satisfecho con la derrota de ese Sincorazón, Hitori se giró en dirección a otro de ellos y, apuntando a uno con la Llave, invocó un hechizo.

—¡Piro! —exclamó el joven, disparando una bola de fuego desde la punta de la Llave, que impactó contra el Sincorazón. Éste cayó hacia atrás, pero no fue eliminado.

Habiendo gastado una considerable cantidad de energía en poco tiempo, el chico decidió dejarle el resto del trabajo a su compañero.

—Tu turno —le informó, colocándose nuevamente al lado de Kit.