[Encuentro] ¡Ven conmigo!

[Little Sho]

Participantes
-Zait Laind (Little Sho)
-Nadhia (EspeYuna)

Ubicación
-Tierra De Partida (Escenario inicial: Biblioteca)

Cronología
Para Zait: [Trama] Lectura Obligatoria> (Este encuentro) > [Encuentro] La miel es deliciosa
[Es decir, es justo después de que se termine la trama y anterior al encuentro]

Para Nadhia: [Trama] Bienvenidos a mi cocina > (Este encuentro)
[Es decir, después de la trama]

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Y entonces, después de despedirme de todos, salí rápidamente del libro para aparecer en la biblioteca. Observé mis manos abiertas y me aseguré de que no faltase ningún trocito de mí. Una vez terminé de comprobar mi estado y me recoloqué el pañuelo en mi cabeza, fui directamente a la sección infantil con pasos rápidos y decididos. No me hizo falta comprobar el camino ni dudar un momento, me acerqué a una estantería y encontré el tomo que hace un tiempo atrás estaba leyendo en esa misma sección; "Chocobo Tales". Miré a mi alrededor frunciendo el ceño, era una decisión que no podía tomar tan a la ligera, y debía cerciorarme de que lo hacía bien. Me llevé una mano a la barbilla para rascármela suavemente con el dedo indice, y así, con expresión dubitativa, empecé a meditar. Me moví por los pasillos, vagabundee entre las estanterías y recorrí en gran parte la biblioteca. Anduve, hasta encontrar a la persona indicada.

Se trataba de una joven, aprendiz supuse. Tenía largos y ondulados cabellos castaños, que a la luz que atravesaba las vidrieras, soltaban destellos dorados. Aparentaba mi altura, aunque tenía una piel más clara que la mía, y unos profundos ojos de color avellana. Lucía un conjunto cómodo de ropajes que no sabría describir. Eran cosas que me fascinaban sobre la mezcla de mundos que se apreciaba en Tierra de Partida, vestimentas y mantos de todo tipo, y extravagantes hasta más ver. Entonces supuse que seguramente yo también causaría atención, al igual que en Londres, con mi querido pañuelo ondeando por los aires. Se encontraba leyendo un libro que sostenía entre sus manos resguardadas con guantes, a mi parecer, faltos de tejido. "Prácticos, pero frioleros en invierno", pensé. Sentada en una mesa, parecía sumergida en aquel mar de letras, enfrascada en su lectura. Deseé poder leer así yo también.

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Quedé con EspeYuna en encontrarnos aquí y de éste modo :3

Me apresuré a acercarme a ella e intentar averiguar qué leía.

— Es un libro muy grande —comencé. Y sin esperar respuesta, seguí hablando—. ¿Cómo se llama? Tiene el aspecto de ser uno de los libros que suelen usar los maestros.

Y de nuevo, me diese la respuesta que me diese, me senté en la mesa junto a ella, mirándola de frente y sonreí.
— Tiene pinta de ser interesante —dije para esperar una respuesta, permaneciendo callado y escuchando atentamente, aunque en caso de que no me respondiese, me limité a esperar un instante y proseguir.

— Verás... Necesito tu ayuda con un "pequeño" problemilla...

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EDIT: He arreglado fallos y he cambiado el color de los diálogos de Zait

[EspeYuna]

Durante esos días la inmensa biblioteca de Tierra de Partida me sacaba de mis tormentos. ¿Uno de ellos? Akio no parecía tener interés en su nueva aprendiz. Sabía por Mogara, mi pequeña amiguita Moguri, que los Maestros Akio y Lyn últimamente estaban muy ocupados, viajando de un mundo a otro, y que apenas se pasaban por su hogar. Pero... ¡me sacaba de quicio el no poder hablar con él!

Y no encontrarme con Fran, con Ike o con Ragun hacía mis días de entrenamiento muy aburridos. Y también estaba el hecho de no poder salir de Tierra de Partida. Podría haberme fugado a Villa Crepúsculo, pero, aunque fuese mi mundo de origen, igualmente estaba prohibido. Suspiré mientras cogía un libro enorme de una de las estanterías de la sección que me había llamado más la atención: "Magia". Tras eso (y manteniendo el equilibrio de forma peligrosa, con miedo a caerme), busqué una mesa libre donde sentarme. Aunque bueno, algo que me mosqueaba de la biblioteca es que apenas era visitada por los aprendices. Sólo cuando los Maestros les encargaban trabajos. Sin duda, muchos no lo hacían por el mero placer de leer.

Pese a que "Armonía y Caos" me tenía embobada, lo dejaba reservado para las largas noches que no conseguía conciliar el sueño. Y en la biblioteca solía "estudiar" aquellos hechizos que, quizás algún día, podría invocar con mi llave espada.

Estaba tan absorta en mi lectura que no me percaté de unos pasos apresurados que se dirigían hacia donde yo me encontraba. Una voz extrovertida y despreocupada me sacó de mi mundo.

—Es un libro muy grande —alcé la vista, sorprendida. Un muchacho joven, aparentaba los catorce o quince años a lo sumo. Su cabello castaño relucía al haberse posado donde daba la luz del sol, a través de las vidrieras de la biblioteca. Sus ojos despertaban sincera curiosidad por lo que tenía entre mis manos, grandes y muy expresivos—. ¿Cómo se llama? Tiene el aspecto de ser uno de los libros que suelen usar los Maestros.

—Ah, pues... —cerré el libro y le enseñé la portada—. "Hechizos del corazón, Vol.III"... Es de una colección que me recomendó una Moguri. Es de hechizos y magia —le expliqué, contenta de que alguien se dignara a hablarme, y más por un libro.

El muchacho se sentó enfrente mía. Me fascinó su perfecta sonrisa.

—Tiene pinta de ser interesante.

—Sí, lo es—rocé la portada con mis dedos mientras la observaba. Era ya una vieja costumbre cuando hablaba con alguien, teniendo en mis manos un libro—. Es que...todavía no sé usar magia. No he aprendido a "materializarla", por así decirlo. Así que aprovecho para curiosear en estos libros. Tengo...mucha ilusión por empezar a invocarla con mi llave espada—me callé por un segundo, esperando que no se aburriese de mi comentario, pero hallé todo lo contrario al contemplarle. Al muchacho parecía interesarle la conversación, con sus orejas puntiagudas bien atentas a cada una de mis palabras.

—Verás... Necesito tu ayuda con un "pequeño" problemilla...

—¿Un..."pequeño" problema? No sé si podré serte de utilidad, pero puedo intentarlo —seguramente no. Pero no podía negarme sin saber a qué se refería con eso de "pequeño", que despertó mi curiosidad por cómo lo había entonado—. ¿De qué se trata?

[Little Sho]

—¿Un..."pequeño" problema? No sé si podré serte de utilidad, pero puedo intentarlo —dudó la joven durante escasos instantes, para interesarse aún más por mis palabras—. ¿De qué se trata?

— No te preocupes, sé que serás de gran ayuda —le miré a los ojos y tras señalar con un pequeño gesto que cogería el libro, lo alcé entre mis manos y busqué el título de la portada. Señalé con mi dedo índice una palabra cualquiera. Y empecé a recitar —. C. O... Esta... Esta no me la sé. A. Esta tampoco. O con palito. N —le devolví su libro y miré hacia otro lado, algo avergonzado ante mi patanería —. ¿Lo he dicho bien? —

Subí mis piernas a la silla, intentando acostumbrarme a sentarme en ellas, aunque prefería mil veces antes el suelo. Simplemente me senté sobre mis rodillas y adelanté mi cuerpo, acercándome más a ella.

— Como supongo que habrás deducido por mi nefasta interpretación, que no sé leer. Pero quiero aprender. Tras apreciar como te sumergías en ese libro y saboreabas cada letra, supuse desde un principio que serías de gran ayuda —me erguí para después levantarme y estirar un brazo.

— ¡Oh! Perdona —dije llevándome el mismo brazo a la nuca y sonriendo avergonzado. — No te lo he dicho, pero, ¡me llamo Zait Laind! —me presenté con una enorme sonrisa. Enseguida, puse mi mano firme frente a ella, recordando a los nobles caballeros de las calles de Londres, que se saludaban con elegancia cada vez que se veían. Supuse que sería ése un gesto que indicase buenos modales —. ¿Me ayudarías a aprender?

— ¿Y tú como te llamas? Cuéntame algo de ti. Yo, por mi parte, vengo de... —hice una pausa, recordando aquello que Yami me había contado —. ¡De Nunca Jamás! —acerté —. De una parte del mundo que se llama Londres. Llueve mucho.

[EspeYuna]

—No te preocupes, sé que serás de gran ayuda —el joven me miró a los ojos, haciendo un gesto para que le dejase el libro. Yo, encantada, se lo di. No sabía por qué tanto misterio hasta que le oí deletrear sin sentido—. C. O... Esta... Esta no me la sé. A. Esta tampoco. O con palito. N —me devolvió el libro, y apartó la mirada, avergonzado—. ¿Lo he dicho bien?

Me hizo gracia su postura a la hora de sentarse. Y su forma de expresarse, al igual que su manera de explicarme que...

—¿No... no sabes...?

El joven se acercó mucho más a mí. Me sentí intimidada por un instante, puesto que no estaba acostumbrada a que un chico se me acercase de ese modo. Intenté compartir su forma de expresar aquella confianza y me quedé quieta, mientras contemplaba sus grandes ojos.

—Como supongo que habrás deducido por mi nefasta interpretación, no sé leer. Pero quiero aprender—dijo, con absoluta sinceridad—. Tras apreciar como te sumergías en ese libro y saboreabas cada letra, supuse desde un principio que serías de gran ayuda.

Antes de que pudiera contestarle, él alzó el brazo por un momento y, seguidamente, lo colocó sobre su nuca, sonriendo de nuevo, con sus mejillas rojas. ¡Todos sus gestos eran como los de un niño!

—¡Oh! Perdona —se disculpó mientras puso su mano firme frente a mí. ¿Alguna costumbre de su mundo? Le costaba hacerlo, pues se le notaba algo incómodo—. No te lo he dicho, pero, ¡me llamo Zait Laind! ¿Me ayudarías a aprender?

Había tanta emoción en sus ojos que no podía negarme. ¿Enseñarle a leer?

—¡Claro que sí, Zait!—me levanté de la silla, mostrando mi entusiasmo —. Sería una lástima que un chico como tú no aprendiese a leer. ¡¡Seguro que tienes mucha imaginación!!

Cuando me di cuenta de mis repentinas voces, me senté de nuevo, roja como un tomate. Un moguri que no conocía susurró un ligero "SSsshh", a pesar de que en la biblioteca éramos muy pocos. Aún así, había que respetar el horario y las normas del lugar.

—¿Y tú como te llamas? Cuéntame algo de ti. Yo, por mi parte, vengo de... —hizo una pausa—. ¡De Nunca Jamás! De una parte del mundo que se llama Londres. Llueve mucho.

¿Quería saber sobre mí? Sonrojé de nuevo, halagada por su interés. Sonreí y me presenté.

—Nadhia. Me llamo Nadhia. Y como habrás supuesto, adoro leer. ¿De...Nunca Jamás...? ¿Londres? Yo vengo de Villa Crepúsculo. Es una ciudad a la que se le llama así por su cielo, siempre bañado de un hermoso atardecer —me sorprendí a mí misma hablando de mi ciudad natal. A decir verdad, después de haber conseguido salir de aquella prisión, de algún modo u otro la extrañaba, al igual que a mi familia y al viejo Sendh—. En verano hay torneos de Struggle. Son combates con espadas de goma espuma, es el juego más popular de la villa. Y también están los helados de sal marina... y... ¡perdona, creo que me emocioné! —sentí la mirada asesina del pequeño Moguri a mis espaldas, por lo que intenté calmarme—. ¿Cómo es Nunca Jamás? ¿Por qué se le llama así?

Me había llamado mucho la atención ese "Nunca Jamás"... ¿nunca jamás el qué? Seguro que más de un aprendiz se lo habría preguntado.

[Little Sho]

Me llené de alegría cuando escuché la respuesta de la joven, aunque Mogrey le acallase con un profundo "Sshh".

—Nadhia. Me llamo Nadhia. Y como habrás supuesto, adoro leer. ¿De...Nunca Jamás...? ¿Londres? Yo vengo de Villa Crepúsculo. Es una ciudad a la que se le llama así por su cielo, siempre bañado de un hermoso atardecer —empezó a contarme Nadhia. "La ciudad del atardecer", pensé. Tenía que visitarla—. En verano hay torneos de Struggle. Son combates con espadas de goma espuma, es el juego más popular de la villa. Y también están los helados de sal marina... y... ¡perdona, creo que me emocioné! —me reí ante la situación. Enseguida me propuse que tendría que probar aquellos helados de sal marina y participar en el torneo—. ¿Cómo es Nunca Jamás? ¿Por qué se le llama así?

— Nunca jamás... Lo cierto es que no lo sé muy bien. Aunque, creo que es debido a que allí los niños no crecen. Es como... un mundo de fantasía —dije riendo. Me encantaba aquel lugar —. Y lo cierto es que muchas veces he dudado de mi edad, pues ya que aunque yo viajase a Londres y tenga ahora mis actuales 15 años —Medidos por un señor a simple vista cuando tenía 9 ó 10 años— nunca he sabido decir a ciencia cierta mi edad. Así que simplemente digo que tengo la edad que me pronosticaron. Oh, y bueno, en Londres sí que se crece —informé. Después empecé a recordar los árboles de la enorme isla de Nunca Jamás, su mar y sus ríos, sus lagunas, sus cascadas...

— Es un lugar precioso —dije al fin —. Hay muchísimos sitios mágicos en los que explorar y hay millones de aventuras que vivir. Me lo pasaba muy bien correteando entre sus árboles, o nadando en sus cristalinas lagunas. Aunque nunca supe de la existencia de los sincorazón. Tengo un vago recuerdo de una sombra en la parte norte de la isla, y los rumores de muchos de mis amigos alegando que una vez vieron sombras parecidas.

Me puse a pensar en mi vida en aquella isla marcada por un enorme arcoiris, y me acordé del día que embarqué en el barco de Garfio. Aunque fuese cierto que acabé en las calles de Londres, que perdí a mis dos grandes amigos, y que me encontraba sólo, conseguí llegar a Tierra de Partida, un lugar que me permitiría viajar; y conocer a Yami, aquella que me eligió como su alumno y vio en mí un aventurero merecedor de la Llave Espada. Lo que nunca supe, es que podría viajar a otros mundos y atravesar las estrellas. Desde aquel día, vi mi meta mucho más clara. Encontraría a la mujer de mi foto, y estaba seguro de ello.

Tras un silencio notable por mi parte, saque el libro de "Chocobo Tales" y se lo enseñé a Nadhia.

— Nadhy, ¿podrías ayudarme a leer esto? El maestro Kazuki me lo recomendó. Dijo que está a mi nivel.

Una vez la joven de castaños cabellos hubo visto el libro, lo guardé y le agarré de la mano suavemente, guiándola. Volví sobre mis pasos, perdiéndome entre los laberintos de libros.

— Hay un lugar especial en esta biblioteca—anuncié —. Un lugar dónde, según Kazuki, podré aprender a leer de la mejor manera posible. Un mundo, hecho con la magia de las letras. ¡Ven conmigo! —dije al fin —. Ya verás, te encantará.

Y entonces, frené de repente para poder contemplar el gran pedestal en el cual descansaba el mágico libro. El dulce sabor a miel venía a mi memoria, acompañado de una suave brisa. — Aquí está.

[EspeYuna]

—Nunca jamás... Lo cierto es que no lo sé muy bien. Aunque, creo que es debido a que allí los niños no crecen. Es como... un mundo de fantasía —dijo riendo. ¿Un lugar donde los niños no crecían? Me quedé con la boca abierta. ¿Existía un sitio tan maravilloso como ese entre las estrellas? —. Y lo cierto es que muchas veces he dudado de mi edad, pues ya que aunque yo viajase a Londres y tenga ahora mis actuales 15 años —Medidos por un señor a simple vista cuando tenía 9 ó 10 años— nunca he sabido decir a ciencia cierta mi edad. Así que simplemente digo que tengo la edad que me pronosticaron. Oh, y bueno, en Londres sí que se crece.

Increíble... ni siquiera Zait sabía su auténtica edad. Ahora no me sorprendería para nada que tuviese ocho o diez años. Su comportamiento era el de un niño pequeño, sonriendo de oreja a oreja mientras hablaba conmigo y me hablaba de aquel mundo de fantasía con tanto entusiasmo.

—Es un lugar precioso. Hay muchísimos sitios mágicos en los que explorar y hay millones de aventuras que vivir. Me lo pasaba muy bien correteando entre sus árboles, o nadando en sus cristalinas lagunas. Aunque nunca supe de la existencia de los sincorazón. Tengo un vago recuerdo de una sombra en la parte norte de la isla, y los rumores de muchos de mis amigos alegando que una vez vieron sombras parecidas.

Zait se quedó en silencio, pensativo. Los sincorazón. ¿Tan terribles eran aquellas criaturas? Todavía no había tenido la oportunidad de enfrentarme a ellas, pero sí con algo parecido... en mis pesadillas. Tenía la corazonada de que aquella bestia que me acunó y que aquel espantoso ser de grandes tentáculos y ojos amarillos estaban relacionados con la oscuridad a la que se enfrentaba la llave espada y sus portadores. Ese ambiente gélido... aquel sentimiento... ¿sería el mismo?

El pequeño Zait sacó un libro y me lo enseñó. "Chocobo Tales".

—Nadhy, ¿podrías ayudarme a leer esto? El maestro Kazuki me lo recomendó. Dijo que está a mi nivel.

¿Nadhy? Me hizo gracia el diminutivo, hasta ahora nadie me había puesto un mote. Sonreí, divertida y asentí con la cabeza. Observé el libro. Parecía un cuento, con algunos dibujos. Sí, sería un buen libro para que Zait empezase. Por lo que había hojeado era un vocabulario sencillo. El Maestro Kazuki había acertado.

Una vez que se lo devolví, Zait lo guardó y me agarró de la mano, suavemente, incitando a levantarme del sitio. Me dejé guiar por él, mientras atravesábamos un gran laberinto de estanterías.

—Hay un lugar especial en esta biblioteca. Un lugar dónde, según Kazuki, podré aprender a leer de la mejor manera posible. Un mundo, hecho con la magia de las letras. ¡Ven conmigo! —sus palabras me emocionaron aún más, parecía que de un momento a otro echaríamos a correr—. Ya verás, te encantará.

El joven Zait se detuvo frente a un curioso pedestal, escondido entre las estanterías. En él descansaba un enorme libro, con una portada muy sencilla.

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—Aquí está —dijo Zait, contento de su hazaña por encontrarlo.

Observé curiosa el libro. ¿Qué tendría de especial? Magia, según Zait, pero no llegaba a comprender.

—Zait... ¿un mundo? ¿Este libro? ¿La...la magia de las letras...? —fui a coger el libro. Entonces sentí algo, algo agradable, proveniente de él. ¿Qué era eso?— Zait, pero... ¿no se supone que sólo podemos llegar a los mundos por medio de nuestros Glider? Además, yo aún no tengo permiso para viajar...

[Little Sho]

—Zait... ¿un mundo? ¿Este libro? ¿La...la magia de las letras...? —reí sin decir nada mientras Nadhy cogió el libro con sus manos— Zait, pero... ¿no se supone que sólo podemos llegar a los mundos por medio de nuestros Glider? Además, yo aún no tengo permiso para viajar...
Me acerqué a ella y se lo quité cuidadosamente de las manos, indicándole antes que lo haría. Le miré y mostré una sonrisa.

— En efecto, se trata de un mundo. Un mundo mágico. Mejor dicho, especial. Y no te preocupes por el permiso, pues ya que entrando en este mundo, no quebrantamos ninguna norma, pues ya que no salimos de Tierra de partida —dije con una pícara sonrisa —. Dejemos el libro aquí —puse el libro en el pedestal —. Ese es su sitio. Tan sólo sígueme.

Toqué la dorada cerradura del libro y éste repentinamente se abrió de par en par, dejando sus hojas pasar rápidamente, envolviéndonos en una deslumbrante luz blanca.

Y entonces, se disipó, y una suave brisa con aroma a miel acarició mi pelo, haciéndolo ondear al viento. Respiré profundamente, volviendo a saborear aquel olor dulzón empalagoso.



— Hemos llegado —dije señalando con mis manos el bosque de acres que nos rodeaba. Nos encontrábamos en un polvoriento camino de tierra en cuya trayectoria se encontraba la humilde casita de Pooh, con su letrero y su buzón, enterrada entre las raíces del enorme árbol —. ¡Bienvenida al bosque de los 100 Acres! —enuncié del mismo modo en que lo hizo el maestro Kazuki.

Seguidamente miré a los ojos a Nadhia y le ofrecí una sonrisa —. ¡Vamos! —la alenté para seguidamente ponerme rumbo a la casa del osito Pooh, el cual se hallaba sentado en un tronco hueco justo enfrente de su casa, dubitativo. Me acerqué corriendo para saludarle con la mano y regalarle a él también una sonrisa.

—¡Hola osito Pooh! ¿Qué tal estás?

— ¡Oh! Hola Zait. Estoy pensando en algo importante.

Pooh sonaba algo preocupado, aunque habló con su pasividad característica, y con su voz dulzona de sabor a miel.

— Piensa, piensa, piensa, piensa...

— ¿En qué estás pensando Pooh?

— Mi tripita está sonando, pero ahora mismo no tengo miel por aquí.

— ¿Y no sabes dónde puede haber más? —

— Seguro que en árbol de la miel encontramos algo más, pero será difícil. Está muy alta y hay abejitas que pican.

— No te preocupes Pooh, ¡Nadhy y yo te conseguiremos un poco! —dije muy decidido, girándome hacia Nadhia con una sonrisa —. ¡Vaya! ¿Dónde meto mi cabeza? —exclamé y me llevé una mano a la nuca —. Ella es mi amiga, me está enseñando a leer.

— ¡Oh! Encantado Persona-que-no-conozco.

—Se llama Nadhia—seguidamente, me giré hacia Pooh para presentárselo a Nadhy— Y este, es mi buen amigo Pooh.

Me acerqué a Pooh y me agaché para ponerme a su altura.

— Nadhia es una chica lista, seguro que con su ayuda conseguiremos la miel.

[EspeYuna]

Zait se acercó a mí y me invitó a devolverle el libro. Yo se lo di, aún sin comprender. Me miró con una grata sonrisa en su rostro.

—En efecto, se trata de un mundo. Un mundo mágico. Mejor dicho, especial. Y no te preocupes por el permiso, pues ya que entrando en este mundo, no quebrantamos ninguna norma, pues ya que no salimos de Tierra de partida —sonrió de nuevo, pero de forma tan pícara y deslumbrante que hizo que me sonrojase—. Dejemos el libro aquí —Zait dejó el libro en el pedestal—. Ese es su sitio. Tan sólo sígueme.

Tocó la cerradura y me indicó que me apartase un poco. Los dos nos quedamos a unos metros del libro. ¿Pero...qué...?

El libro comenzó a pasar páginas velozmente, como si se hubiese abierto una ventana de golpe en la biblioteca y el viento provocara aquel efecto. De repente, una luz procedente del libro me envolvió y me cegó por completo. Recordé la primera vez que apareció ante mis ojos la Llave-Espada, la de Akio y la mía. Pero esta vez, había algo extraño en el ambiente. Un olor... ¿dulzón? Y una ligera brisa que lo transportaba.

Abrí los ojos y quedé maravillada ante el sitio en el que nos encontrábamos Zait y yo. Ya no estábamos en la biblioteca de Tierra de Partida. Un extenso bosque, alegre y vivaz, nos rodeaba. Reí de puro gozo e inspiré aquel aire dulzón que entraba por mi nariz. Tan agradable...



— Hemos llegado —Zait me señaló el bosque, y seguidamente el camino de tierra que yacía bajo nuestros pies, el cual recorrí con la mirada para observar en la lejanía un enorme árbol... ¿aquello era un buzón?—. ¡Bienvenida al Bosque de los 100 Acres! —enunció enérgicamente el joven Zait, que parecía muy ilusionado de haber sido él el primero en mostrarme el secreto del preciado libro. Acto seguido, me miró a los ojos y sonrió de nuevo.

—¡Esto es increíble, Zait! ¡Es un sitio precioso! —no era capaz de articular más palabras en ese momento. Estaba con la boca abierta.

—¡Vamos! —Zait empezó a caminar por el camino de tierra y le seguí instintivamente. Parecía que su destino era la...¿casita? Sí, una casita que se encontraba entre las raíces de ese majestuoso árbol.

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Delante de la pequeña casa había un tronco de madera, en el que estaba sentado una criatura muy peculiar. Un oso de colores dulzones, vestido únicamente con una camiseta roja. Zait no dudó dos veces y se acercó a él, saludándole con la mano y sacando otra de sus divertidas sonrisas.

—¡Hola osito Pooh! ¿Qué tal estás?

—¡Oh! Hola Zait. Estoy pensando en algo importante—¡increíble! ¿El osito podía hablar? Pooh, ¡qué nombre tan gracioso! Aunque su voz sonó preocupada.— Piensa, piensa, piensa, piensa...

—¿En qué estás pensando Pooh? —preguntó Zait con tono curioso.

—Mi tripita está sonando, pero ahora mismo no tengo miel por aquí.

—¿Y no sabes dónde puede haber más?

¡Entonces a eso se debía el olor tan dulce y agradable del bosque! ¡Miel! Aunque tenía un olor mucho más exquisito que el de la miel que compraba mi madre en la Calle del Mercado de Villa Crepúsculo.

—Seguro que en Árbol de la Miel encontramos algo más, pero será difícil. Está muy alta y hay abejitas que pican.

Mi respiración se cortó por unos segundos cuando oí una de las palabras que más detestaba y odiaba con todo mi ser. ¿Había oído bien? ¿A...a...abejas...? ¿Q...que pican...? Tragué saliva y las manos me empezaron a sudar.

—No te preocupes Pooh, ¡Nadhy y yo te conseguiremos un poco! —dijo Zait, girándose hacia mí. Pareció no darse cuenta de mi expresión cuando mencionaron a los dichosos bichos—. ¡Vaya! ¿Dónde meto mi cabeza? —exclamó y se llevó una mano a su nuca—. Ella es mi amiga, me está enseñando a leer.

—¡Oh! Encantado Persona-que-no-conozco.

¿"Persona que no conozco"? ¡Si Zait había dicho mi nombre! Intenté dejar de pensar en la palabra que empezaba por la letra A y me presenté al curioso habitante del Bosque de los 100 Acres.

—Se llama Nadhia. Y este, es mi buen amigo Pooh.

—Encantada Pooh. Me llamo Nadhia, y soy amiga de Zait—le dediqué una sonrisa, alzando la mano para estrechársela. Su mano era muy suave, recordaba a los juguetes de peluche.

Zait se agachó en el suelo para encontrarse a la altura de Pooh.

—Nadhia es una chica lista, seguro que con su ayuda conseguiremos la miel.

—S...sí. Encontraremos la forma, sí... —no podía evitar ayudar a los demás, pero incluso en Villa Crepúsculo jamás había sido capaz de hacerle frente a las odiosas avispas que molestaban las plantas del viejo Sendh. Les tenía miedo desde que era una enana. Aunque no recuerdo exactamente por qué empezó mi asquerosa fobia. ¿Me picaron quizás?

¡Serás tonta! No eres igual de débil que antes. Ahora posees un arma que es capaz de hacerle frente a unas criaturas sin sentimientos, los sincorazón. ¿Cómo voy a enfrentarme a ellas sin ni siquiera haber vencido uno de mis miedos? Y además... ¿qué pensaría Zait? ¿O el Maestro Akio? No quería ser víctima de sus burlas si esto llegaba a sus oídos.

—Bueno... ¿a qué esperamos? ¡Vamos a buscarle miel a Pooh! —dije, decidida, aunque ya no era sólo por ayudar al oso. También estaba en juego mi orgullo como aprendiz.

[Little Sho]

—Bueno... ¿a qué esperamos? ¡Vamos a buscarle miel a Pooh!

Asentí tras ver a Nadhia emocionada por empezar, o al menos eso parecía. Me despedí por el momento de Pooh, comentándole que iríamos a por la miel y avancé por el camino de tierra en dirección al árbol de la miel, girándome hacia Nadhia e indicándole que me siguiese.

El árbol se encontraba cerca y además era fácil de encontrar. Una vez me puse a sus pies miré hacia lo alto de su copa. Era un árbol muy grande, con ramas lo suficientemente gruesas como para aguantar mi peso. Entre sus entrañas se guardaban varios enjambres, repletos de deliciosa y dulce miel, custodiados por abejas y su zumbido.

Busqué la rama más baja, y tras coger algo de carrerilla y realizar un doble saltologre agarrarme a la dicha, y posteriormente encaramarme al completo. Desde allí, salté hacia otra más estable y miré hacia Nadhia.

— ¡Nadhy! ¡No veas qué bien se ve todo desde aquí! No sé si puedes subirte, ¿has aprendido a hacer un doble salto? —dije dibujando con mi mano el recorrido que había hecho minutos atrás —. En todo caso, seguro que dominas la magia mejor que yo, podrías ayudarme a lidiar con las abejas si intentan atacarme mientras yo recojo la miel —tracé mi plan desde arriba, mirando a uno de los enjambres —. Aunque seguro que tienes un plan mejor. De todas formas, coge uno de los tarros que hay ahí en el suelo —dije señalando un grupo de vasijas de cerámica cerca de una valla de madera —. Ahí podremos meter la miel.

Y dicho todo, empecé a trazar un recorrido entre ramas en mi mente, empezando a saltar hacia una rama cercana.

— ¡Oh! Podrías también indicarme la posición de las ramas. Igual hay mejor visión desde ahí abajo.

[EspeYuna]

Zait asintió sonriente y se despidió de su amigo Pooh. Se giró hacia mí y me hizo un gesto para que le siguiese.

Pronto llegamos a un enorme árbol, con enormes ramas gruesas, donde el olor a miel era más fuerte, mas no desagradaba. Era como saborearla con la nariz. Pero un zumbido familiar y desagradable me despertó de mi sueño dulzón. Apreté los dientes. Si hubiese estado en Villa Crepúsculo, habría salido huyendo de allí. Pero no podía hacerle eso a Zait. Además, no sabía cómo volver a Tierra de Partida.

Por cierto... ¿estaríamos dentro del libro? ¿Nos habríamos vuelto pequeños? ¿O formábamos parte de las letras que narraban la historia? Si era el último caso, no quería ver en él escrito cómo una portadora de la llave-espada era intimidada por enjambres de abejas.

Volví a la realidad cuando vi que Zait cogió carrerilla y saltó (¿eso era saltar? ¡Entonces mi salto podría resultar ridículo a sus ojos!), se agarró a una gran rama gruesa y saltó hacia otra. Luego, se giró hacia mí, muy a gusto entre las hojas verdes del árbol.

—¡Nadhy! ¡No veas qué bien se ve todo desde aquí! No sé si puedes subirte, ¿has aprendido a hacer un doble salto?

—N...no. No sé saltar tan alto todavía. Lo siento —pensé en escalar poco a poco el árbol, pero por lo que podía observar el tronco era demasiado liso antes de alcanzar alguna rama. Supongo que sólo con un salto así se podría llegar arriba.

—En todo caso, seguro que dominas la magia mejor que yo, podrías ayudarme a lidiar con las abejas si intentan atacarme mientras yo recojo la miel —pobre Zait, qué esperanzas tenía puestas en alguien como yo. No se acordaba de la conversación de la biblioteca. No sabía usar la magia aún. Estaba a punto de contestar cuando Zait empezó a hablarme de nuevo desde las grandes ramas del árbol—. Aunque seguro que tienes un plan mejor. De todas formas, coge uno de los tarros que hay ahí en el suelo. Ahí podremos meter la miel.

Observé a donde me señalaba Zait. Cerca de una valla de madera se encontraba unas cuantas vasijas de cerámica. Cogí una con ambas manos. Parece que había ganado algo de fuerza física con el manejo de mi arma, pero no me fiaba de mi torpeza, por lo que me dirigí con cuidado hacia el punto de partida.

Zait estaba pensativo, contemplando las ramas que se cernían por encima suya. Estaba cada vez más cerca de los enjambres.

—¡Oh! Podrías también indicarme la posición de las ramas. Igual hay mejor visión desde ahí abajo.

Si podía ser de utilidad sólo con eso, no habría problema. No mientras que esas condenadas abejas no se acercasen a menos de unos metros de donde yo me encontraba.

—¡De acuerdo! —le grité desde abajo. Entonces comenzó el juego.

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Off-Roll -> Me encanta ponerle BSO de fondo <3

Le fui dando indicaciones a Zait para que subiese por el árbol. Le avisaba cuando alguna rama no era lo suficientemente gruesa, y también de la presencia de las peligrosas abejas. Izquierda, derecha, arriba, abajo, ¡cuidado!, ¡esa rama es demasiado fina, mejor la de al lado!...

[Little Sho]

Y entonces, comenzó el pequeño juego. Nadhy me guiaba con maestría por las ramas, y me avisaba sobre las abejas que venían hacia mí, que con simples movimientos de mi espada se espantaban, y poco a poco fuimos llenando el tarro con la miel que le mandaba a Nadhia.

Sin embargo, todavía yo en el árbol, me fijé en que una grácil, sutil y pequeñita abeja se había posado en la mano de mi amiga. Bajé unas cuantas ramas hacia abajo, quedando prácticamente cerca del suelo. Me puse de cuclillas y llamé a la joven.

— ¡Nadhy! —la llamé y esperé a pusiese mi atención en mí —. Tienes una... —dije señalando mi mano, correspondiente a la suya, con el dedo índice de la otra y acariciando un poco mi piel. —...una abeja en la mano.

Y sin prestar atención a cualquier tipo de reacción de mi amiga, la cual esperé que fuese natural y pasiva, bajé definitivamente del árbol para saborear un poco de nuestra "victoria".

[EspeYuna]

Zait me iba mandando la miel y yo la recogía con el tarro. Tal fue mi alegría al ver el tarro lleno de esa suculenta delicia que tardé un poco en enterarme de que Zait me hacía señas. Alcé la mirada y le vi señalando su mano. ¿Qué quería decirme?

—¡Nadhy! Tienes una...una abeja en la mano.

Aquellas palabras procedentes del pequeño Zait y un zumbido proveniente de mi mano derecha hicieron que mi corazón se parase, como minutos antes mi respiración cuando Pooh mencionó a las odiosas abejas. Miré por el rabillo del ojo. Sí, notaba el cosquilleo de la abeja que estaba posada en mi mano.

Cualquiera sabía que si te estabas quieto y no le hacías nada a la abeja, ésta se iba por dónde había venido y no te picaba. Pero yo no podía pensar así. De hecho, no era capaz de pensar en ese momento. Ni siquiera me acordé de la razón por la que tenía las manos ocupadas.

Me aparté enseguida, tirando al suelo el tarro de cerámica. No se rompió, amortiguado por el suave césped, pero toda la miel empezó a verterse lentamente. Y, además de eso, un dolor punzante y agudo penetró en mi piel. La abeja, asustada de mi comportamiento, me había picado en la mano. Me llevé la otra mano a la herida para intentar calmar el dolor.

Cuando me di cuenta del desastre que había causado, de haber desperdiciado el trabajo de Zait, caí de rodillas, agachando la cabeza, entre ligeros sollozos... no... ¡no quería llorar!

[Little Sho]

Ante mi sorpresa, pude ver como Nadhia se quedaba paralizada durante escasos segundos y seguidamente tiraba el tarro de miel al suelo, el cual no llegó a romperse, pero que por desgracia empezó a verter su espeso y jugoso líquido por el suelo.

Nadhia tras lo ocurrido, cayó al suelo de rodillas y agachó su cabeza. Pude escuchar, quizá, algún sollozo, algo que me hizo actuar muy rápido.

—¡Nadhia! —grité; y, velozmente, corrí a recoger el tarro para salvaguardar el resto de miel que quedase dentro, a la vez que hundí mi dedo índice en el dulce líquido y corrí a ayudar a Nadhia.

Me acerqué a ella y le cogí de la mano en la cual tenía la picadura.

— No pasa nada, no te preocupes —dije cubriendo la picadura con la miel que había recogido —. Esto no duele nada. Además, no sé si es del todo cierto, pero la miel te ayudará. Si tienes fe en ella, el dolor se esfumará —le susurré con una amplia sonrisa. La abracé y le ayudé a levantarse.

— No te preocupes por la miel, seguro que no se ha derramado del todo. Y si no, subiré a por más, hay tiempo.

Y dicho esto, me acerqué al tarro con miel por los suelos dispuesto a comprobarlo.

[EspeYuna]

—¡Nadhia! —se oyeron los pasos apresurados de Zait. No, no quería que me viese así.

Me cogió de la mano. Intenté no quejarme, aún con la cabeza agachada, con miedo de encontrarme con los ojos de Zait. Me sentía muy avergonzada.

—No pasa nada, no te preocupes —me sorprendí cuando algo viscoso se vertió en mi mano. ¿Miel? Aliviaba el picor, de eso no había duda— Esto no duele nada. Además, no sé si es del todo cierto, pero la miel te ayudará. Si tienes fe en ella, el dolor se esfumará —alcé la mirada poco a poco, al sentir cómo me susurró al oído, sonriendo.

Y lo último que hizo Zait me pilló por sorpresa. Me abrazó. Ahora me daba cuenta de la agradable calidez que desprendía aquel muchacho. Quería hundir el rostro en su hombro, pero tenía miedo de mancharle la ropa con mis lágrimas. Tras eso, me ayudó a levantarme.

—No te preocupes por la miel, seguro que no se ha derramado del todo. Y si no, subiré a por más, hay tiempo.

Zait fue a recoger el tarro, decidido a subir a por más miel.

—¿Por qué, Zait? ¿Por qué... nadie me recrimina lo patética que soy? —me temblaba la voz, a pesar de haberme calmado con su abrazo—. Una aprendiz de la llave-espada no debería tenerle miedo a unas abejas, ¿no? ¿Qué...qué pasará cuando tenga que enfrentarme a los...sincorazón?

Hice una pausa. Con o sin respuesta de Zait, seguí hablando.

—Seguramente Akio, mi maestro, se haya dado cuenta de que no valgo para esto. Y por esa razón todavía no ha entrenado conmigo —por fin expresé lo que mi corazón me intentaba negar desde que vi que Akio apenas me prestaba atención. Viajes, asuntos que atender... ¿podría ser que estaba evitándome? — Ni... ni siquiera sé qué es lo que pudo ver la Maestra Lyn en mí.

[Little Sho]

Gracias a la gran densidad del líquido, del tarro no se derramó mucha miel, aunque todavía quedaba un espacio que rellenar.

—¿Por qué, Zait? ¿Por qué... nadie me recrimina lo patética que soy? —la voz de Nadhia me sorprendió a mi espalda, aunque le dejé hablar—. Una aprendiz de la llave-espada no debería tenerle miedo a unas abejas, ¿no? ¿Qué...qué pasará cuando tenga que enfrentarme a los...sincorazón?

Me giré hacia ella.

— La mayoría de habitantes de Tierra de Partida somos todos Aprendices. Unos más avanzados que otros, pero todos aprendices al fin y al cabo —empecé a hablar, acercándome a ella —. Y nuestro propio nombre lo indica; Aprendices. Todos aquí tenemos algo que aprender. Si no, mírame a mí; tengo una carta muy especial para mí, que podría desvelarme cosas importantes de mi vida, y sin embargo no sé leer. Al igual que todos los aprendices de Tierra de Partida, he llegado aquí para lograr el conocimiento, para aprender, para mejorar algo que ya es bueno—me acerqué aún más —. No desesperes, la valentía se halla en saber superar los miedos. Tú, teniendo un miedo notable a éstos bichitos, has decidido venir aquí y plantarte a escasos metros de ellos.

—Seguramente Akio, mi maestro, se haya dado cuenta de que no valgo para esto. Y por esa razón todavía no ha entrenado conmigo. Ni... ni siquiera sé qué es lo que pudo ver la Maestra Lyn en mí.[/quote]

Y volví a acercarme.

— Escucha, Nadhy, ya has probado el dolor que puede llegar a ocasionarte una abeja —dije señalando la mano de la picadura —. Y aquí estás, no te ha pasado nada. ¿Crees que eso podría jamás llegar a frenarte? Aún si caes, siempre podrás levantarte. Fíjate propiamente en el ejemplo de la abeja, férreas luchadoras que defienden su trabajo. Seguramente se posaría en tu mano atraída por el aroma que desprendía el tarro. Y sin embargo, dio su vida al encontrarse en peligro, pues al picarte perdió su aguijón, y con ello empezó su fin. Por cierto, tengo que ayudarte a quitarte el aguijón —dije acercándome nuevamente, para coger su mano, y con la máxima delicadeza que mis dedos me permitieron, sacarle el aguijón lo mejor que pude. Después seguí hablando con ella.

— Si estás aquí, será por tu valor, por tu valentía, por tu ambición, por tu emoción, o seguramente por motivación. Da igual, lo importante, es que tu maestro vio en ti cualidades estupendas, algo en ti que demostrase lo que vales. Algo que indicase que no le temes a la oscuridad, quizá por la luz que guardes en tu interior. Todos tenemos algo que aprender, todos. Además, seguramente, tienes tú mucho más que enseñarme a mí que yo a ti.

Tras finalizar mi discurso, me acerqué al árbol y volví a encaramarme en las ramas, para acercarme nuevamente a la miel.

— ¡Venga! Un nuevo intento, ya verás que contento se pondrá Pooh con la miel.