[Tierra de Partida] Como caída del cielo

[EspeYuna]

Participantes:
- Nadhia (EspeYuna)
- Ragun (Sombra)

Ubicación:
Tierra de Partida

Cronología:
Nadhia: [Prólogo] Siempre hay un camino > (Este encuentro) > [Trama] Bienvenidos a mi cocina
Ragun: [Encuentro] La ciudad eterna > (Este encuentro)

Más info: El encuentro comienza tras que Nadhia abandona Villa Crepúsculo y llega a Tierra de Partida. O sea, el mismo día que el fin de su prólogo.


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Todavía no podía creerme lo que estaba experimentando. El crepúsculo de mi hogar fue sustituido por un sinfín de cometas y destellos fugaces, que bailaban arañando mi nuevo medio de transporte.

No podía evitar jugar con las pequeñas olas artificiales que se formaban en el espectacular espacio que se vislumbraba ante mis ojos. Era como estar surfeando, por lo que pude disfrutar como un niño con su primera bicicleta, mientras seguía de cerca a Akio y a Lyn hacia el infinito.

Me sorprendí cuando una ligera presión invadió mi cuerpo y mi tabla de surf.

“Así que por esto debo llevar puesta la armadura”, pensé. No lo había sentido tras abandonar Villa Crepúsculo, supongo que por la emoción y la adrenalina que revolvía cada parte de mi ser en aquellos instantes.

La extraña tensión fue desapareciendo poco a poco, para dar paso a una luz cegadora que ni siquiera mi casco pudo contener fuera. Cuando abrí de nuevo los ojos quedé maravillada ante el bello paisaje que se cernía bajo nuestros vehículos.

Fuimos descendiendo entre las blancas y esponjosas nubes para dar paso a un hermoso castillo dorado que se apoyaba entre grandes colinas verdes, preciosos jardines que lo rodeaban y muchas otras nubes que lo hacían parecer como si el edificio se encontrase flotando de verdad en el aire. Un castillo en el cielo. Como los que leía en mis cuentos.

—¡Guau…! ¡Ojalá estuviese aquí el viejo Sendh para ver esto! —dije, entusiasmada por todo aquello que se me presentaba.

Conforme íbamos descendiendo unas pequeñas hormiguitas se distinguían en el inmenso verde que rodeaba el castillo. ¿Serían…aprendices? Sí, podía ver claramente cómo invocaban sus llaves en breves destellos de luz, cómo luchaban unos con otros… ¿Y aquellos serían sus Maestros? Quería verlo más de cerca…

—Mi… mi nuevo hogar, ¿eh? — sonreí emocionada. Realmente estaba pasando. No era un sueño—. ¡Lyn, Akio, esperadme!

Me había parado a pensar en las nubes un buen rato (¡qué irónico!), puesto que ya no veía los vehículos de Akio y Lyn. Iba a perseguirlos cuando algo punzante me atravesó el costado. Y un grito desgarrador retumbó en mis oídos. Me agarré como pude al soporte de mi tabla, mientras apoyé mi casco contra las velas que me habían hecho volar… hasta ahora.

“¡Este no es mi hogar! ¡No lo es! ¡Da la vuelta!”

Lo sentía. Otra vez esa presión en mi pecho, que parecía estar ahogándome. No era capaz de moverme, no era capaz de soportar aquel dolor… mi respiración… no podía… respirar…

“¡Ese no es mi castillo! ¡Volvamos a buscarlo!”

Me llevé una mano al casco. Mi cabeza iba a explotar dentro de la armadura, de un momento a otro. Intenté gritar para pedir ayuda a Akio y Lyn, pero no me salía la voz.

Y es entonces cuando mi vehículo desapareció en un haz de luz, debido a que ya no estaba en condiciones de controlar el poder de mi Llave-Espada. Y empecé a caer…

Medio inconsciente, me di cuenta de que mi armadura también había desaparecido. ¿Por qué? Porque mis brazos desnudos y mi rostro sentían la presión del aire al caer a una velocidad descomunal. Mi cuerpo descendía violentamente, dando giros bruscos que no podía controlar.

Mi mente se nubló y sólo pude cerrar los ojos, asustada de lo que estaba por acontecer. El dolor, la falta de aire… y gritos en la lejanía. Aki…o…L…yn…

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Color de Nadhia~ [color=#BF8000]— —[/color]

[Sombra]

Aquella mañana, los entrenamientos con el Maestro Kazuki se habían desarrollado en los jardines. El maestro había mandado que corriésemos un poco alrededor de los jardines mientras él leía un grueso libro de magia, o eso parecía a simple vista. Los otros aprendices con los que me había tocado entrenar estaban poco más atrás hablando, sin embargo yo me había apartado ignorando sus conversaciones. Me pregunté que estaría haciendo Fyk o Saxor en aquel momento ¿Quizás estaban también entrenando con sus maestros? ¿Habrían ido a otros mundos a hacer alguna misión?
Desde que me había encontrado con aquellos dos individuos me sentía algo extraño, fuera de lugar incluso. Podía asegurar ya algunas cosas de mi pasado, aunque aquello no era suficiente en absoluto.
Subí del tirón hasta lo alto de una de las colinas donde un par de aprendices miraban al cielo, en dirección a una tabla de Wind surf de colores crepusculares que se movía de una manera tambaleante e irregular. Me cubrí con las manos la cara para evitar que la luz del sol me cegara y poder vislumbrar bien que estaba aconteciendo allí arriba. Pude distinguir una muchacha cuya armadura estaba desapareciendo.
Y su cuerpo comenzó a descender velozmente precipitándose al vacío. Los otros aprendices empezaron a gritar asustados, pero sin hacer nada. Por mi parte, mis brazos y piernas actuaron por sí solas invocando velozmente la Llave espada y lanzándola al cielo convirtiéndola en el Glider. Sin embargo era demasiado tarde para aquello, antes de que pudiese emprender el vuelo la chica ya se habría pegado al suelo tan tortazo que habría que sacar sus restos con una espátula.
Volví el Glider a su forma de llave y la clavé en el suelo tratando de hacer algo que no sabía si funcionaría, pero esperaba que sí.

—¡Evasión sombría!—Exclamé, sin embargo me concentré en hacer que la sombra que me permitía convertir el suelo en una especie de masa que me dejaba fusionarme con este apareciese bajo la sombra de la chica, por lo que si caía sobre algo sería sobre aquella especie de lodo oscuro, que sin duda disminuiría los daños de la caída notablemente.

La chica cayó fuertemente en el interior de la sombra quedando medio enterrada en esta. Me apresuré en sacarla antes de que su cuerpo se hundiera del todo. No sabía que podría ocurrirle a alguien que se metiera en la oscuridad sin saber controlarla.

La cogí en brazos con facilidad. Se trataba de una chica de cabello castaño largo y algo revuelto por culpa de la caída aunque todavía se notaba el aspecto bonito que tendría de no ser por esta. Sus pestañas eran largas y su cuerpo, en general era pequeño y junto a su cara infantil aparentaba no tener más de quince, tal vez dieciséis años. Me fijé que cerca de allí también había un grueso libro tirado en el suelo, me agaché a cogerlo con cuidado de que la chica no se me cayese de los brazos.

—Armonía y caos—Susurré.

Nunca había visto a aquella muchacha en Tierra de Partida ¿Sería una nueva aprendiz? Recordaba perfectamente que en mi primer día en Tierra de Partida había estado a punto de caerme de la tabla cuando recuperara un pequeño retazo de memoria.

Los ojos de la joven estaban fuertemente cerrados, como si estuviese muy sumida en un sueño o en algo similar. Un moguri apareció al escuchar el revuelo que algunos aprendices estaban haciendo por los alrededores. Al verme me ordenó instantáneamente llevarla a una habitación vacía que pronto pasaría a ser suya. Obedecí sin rechistar y la llevé en brazos, como si de una princesa o similar se tratase. La chica parecía murmurar algunas cosas que no llegué a comprender en algún tipo de delirios, seguramente el impacto de ver tal caída había sido muy duro.

No pude evitar sentirme muy observado en todo el trayecto por los jardines. Los aprendices con los que había entrenado me miraron raro y continuaron sin dirigirme la palabra, sin embargo me siguieron con el rabillo del ojo un buen rato.

Pasé las puertas de la sala del trono y me metí por el pasillo de las habitaciones velozmente. Busqué una que no tuviese plaquita con el nombre del aprendiz a la que perteneciese y la abrí con el codo para evitar tener que dejar a la muchacha en el suelo. La habitación, tenía lo básico, como las demás; Un escritorio, una cama, una puerta que llevaba al baño…No me paré en los detalles, pues lo importante era dejar a la chica en la cama para que Mogara la mirase.
La dejé delicadamente sobre las sábanas, aunque no la metí entre estas, acto seguido salí de la habitación donde una moguri que reconocí revoloteaba velozmente con cara de estar muy asustada.

—Ah, mmm ¿Ragun? Mog me ha dicho que una…nueva aprendiz ha perdido la consciencia y vengo a ver…que tal está, kupó—Se explicó cortadamente con un gran nerviosismo. No pude evitar mirarla con cierto cariño. Todavía recordaba aquel entrenamiento con los moguris, tras aquel combate con Ronin y su amable comportamiento con lo que nos había ofrecido su comida.

—La he dejado dentro. Me iré a entrenar—Dije sin añadir nada más. Caminé por el pasillo en dirección a la salida como si no hubiese pasado nada.

[EspeYuna]

Oscuridad. Dolor. Sufrimiento.

Eran los únicos sentimientos que ahora inundaban mi corazón. Abrí los ojos lentamente, me costaba demasiado respirar. ¿Dónde me encontraba?

Un gran vacío. No se podía ver nada. Me hallaba totalmente sola en un abismo de oscuridad sin fin. Empecé a caminar, esperando encontrar una salida. Al cabo de unos segundos me di cuenta de que no importaba cuanto me alejase del punto de partida, parecía que no lograba avanzar en absoluto.

¿Qué era ese gélido ambiente? Poco a poco, mis pies se hundían en un moho extraño, negro y terrorífico, como si de unas arenas movedizas se tratase. Pero no tenía fuerzas para salir de ellas. Hasta que sentí como algo, o alguien, me ayudaba a escapar.

—Pero… ¿qué? ¡No, no! ¡Déjame en las arenas!

Aquel sentimiento de frialdad no se podía comparar al de las arenas movedizas. Era horrible. ¿Qué era esta desagradable sensación?

Tenía unas ganas enormes de llorar. Ese ser que me acunaba entre sus brazos me daba miedo. ¿A dónde me llevaba?

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—¡Su…suéltame! ¡Déjame en paz! ¡No…no…!

La abominable criatura me dejó con suma delicadeza en el suelo… si es que existía suelo en aquel escalofriante paraje.
Me levanté cuando la horrible bestia se alejó. Miré a mi alrededor, esperando encontrar alguna salida. Temía que volviese de nuevo a por mí.

Corrí desesperada. Pero tuve que parar unos instantes, puesto que no era capaz de coger el aire suficiente. ¿Dónde demonios estaba? Ni siquiera recordaba cómo había llegado allí.

“¿Quién anda ahí?”

Esa voz… la misma de la Torre del Reloj… pero… ¿dónde…?

Caminé hacia esa dulce voz. Ahora estaba segura de que era la voz de una niña, encantadora, pero triste. Pero sonaba tan desgarradora en mis pobres tímpanos que hasta ahora no me había dado cuenta.

Me topé con un enorme muro de cristal. Parecía no tener fin. Me sorprendí al verme reflejada en el cristal, como si de un espejo se tratara.

A comparación de la oscuridad que se cernía a mis espaldas, yo parecía brillar con luz propia. A pesar de aquello, mi rostro… mis ojos tornaban cansados, con pequeñas lágrimas que, para mi sorpresa, empezaban a flotar y ascender hacia arriba. Igual que mi respiración, los globos de aire que se formaban comenzaban a seguir las lágrimas. Era como si estuviese aguantando la respiración bajo el agua. Iba vestida de forma sencilla, con un traje de encaje blanco. Flotaba al igual que mi desaliñado pelo.

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De repente, algo sonó tras los muros de cristal. Gritos de dolor, sollozos que me atravesaban el alma.

—¿Hay alguien ahí? ¡Que alguien me conteste, por favor!

Empecé a golpear el cristal. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué gritaban? ¡Tenía que ayudarles!

Tras unos cuantos golpes una monstruosa criatura apareció a mis espaldas, lo vi aterrorizada tras mi reflejo. Sus grandes ojos amarillos me paralizaron. Me abrazó con sus enormes tentáculos, mientras que con uno de ellos jugueteaba con mi rostro y con mi pelo. ¿La misma de antes? No… esta sensación era incluso peor… olía mal… ¡tenía que salir de allí!

“Te estábamos esperando, bella, hermosura… nuestra princesa. Tú nos ayudarás a conseguir Kingdom Hearts, ¿verdad?”

—¡¡No!!

Abrí los ojos de golpe y me levanté asustada.

—¡Ah! ¡Qué susto, kupó, kupó!

Me llevé las manos a la cabeza, totalmente dolorida. Tras recuperarme, observé a mi alrededor. ¿Una habitación? Algo más sencilla que mi cuarto de Villa Crepúsculo, con un escritorio, hermosas paredes pintadas de vistosos colores azules…

Algo me rozó la frente.

—¡Oh! —exclamé, percatándome de la curiosa y extraña compañía que me tocaba la frente con una compresa húmeda.

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Off-Roll -> Sí, tengo un serio problema con la BSO de KH XD, pero así le doy algo de magia a la lectura >3<~

—¿Estás bien, kupó? Menos mal que ya has despertado, kupó. Temí que tuviésemos que llamar a algún Maestro para utilizar magias de cura más fuertes, ¡kupó!

Aquella pequeña criatura era muy graciosa. Flotaba en al aire, con una enorme nariz. Muy, muy pomposa.

—¿Qué...quién…eres? —parecía que me costase hablar. Entonces me acordé—. ¡Ah! ¿Y Akio? ¿Lyn? ¿Dónde estoy?

—Tranquila, tranquila, kupó… me llamo Mogara, soy una Moguri, ¡kupó!— ¿una Moguri? Puede que me sonase de mi libro “Armonía y Caos”. Busqué con la mirada mi mochila, temía haberla perdido. Pero se encontraba a los pies de la cama—. Los Maestros Akio y Lyn no podrán verte hasta mañana, ¡kupó! Tienen asuntos pendientes, ¡kupó!

Todo aquello lo decía mientras volvía a empapar la compresa en un cubo de agua caliente. Acto seguido me tocó la frente de nuevo con sus… ¿manos? ¡Qué criatura tan graciosa e inocente!

—Parece que ya no tienes fiebre, ¡kupó! Me tenías muy asustada, ¡kupó! No parabas de revolverte nerviosa en la cama… ¡me alegro de que hayas despertado, kupó! ¿Te duele algo, kupó?

—Pues… ahora que lo dices… tengo el cuerpo algo dolorido… ¿qué…qué pasó…?

—Los aprendices que estaban por allí te vieron caer, ¡kupó! De tu Glider, ¡kupó! —supongo que con Glider se refería a mi vehículo. ¡Espera un momento! ¿Me volví a caer? Observé mi broche de plata, que seguía colocado en mi rebeca. Otra vez, como en la Torre del Reloj. Demasiadas coincidencias —. ¡Menos mal que el aprendiz Ragun te salvó, kupó! El Maestro Akio y la Maestra Lyn no habrían podido alcanzarte a tiempo, ¡kupó!

—¿Ra…Ragun…?

[Sombra]

Tras encontrarme con Mogara volví a fuera, donde los aprendices cuchicheaban sobre la joven desmayada que escasos minutos antes había cargado en brazos. Algunos me miraban con curiosidad, cosa que me puso bastante nervioso aunque no lo demostrara.

Ignorando todo aquello hice unos pequeños estiramientos y de nuevo empecé a correr para continuar el entrenamiento que Kazuki me había mandado.

Pasaron varias horas hasta que Kazuki nos reunió de nuevo dando por finalizado el entrenamiento. El sol ya estaba desapareciendo tras las colinas y todos nos dirigíamos hacia las habitaciones para ducharnos y prepararnos para la cena.

Entré en mi habitación y me desnudé rápidamente para meterme en la bañera cuanto antes. No tardé más de cinco minutos antes de salir de nuevo envuelto en una cálida toalla. Abrí la ventana y me asomé por esta contemplando el paisaje. Mi habitación daba hacia la parte trasera del castillo por lo que no se veía casi nunca (a excepción de las mañanas) aprendices por allí. La brisa que entraba era reconfortante y realmente agradable.

Me palpé despacio la cicatriz que atravesaba mi cuerpo y bajé la cabeza para mirarla. Tenía mucha curiosidad por saber qué o quién me la había hecho y por qué ¿Quizás tenía que ver con aquellos dos extraños que se habían aparecido en Mundo Inexistente? Por sus rostros no parecía que fuesen los verdaderos causantes, aunque parecía que sabían algo. De eso no cabía duda.

Volví a vestirme con ropas oscuras que por la noche me hacían casi invisible y me coloqué finalmente la capa. Usé la parte delantera de esta para cubrirme el rostro, como siempre y salí de la habitación en dirección al comedor.
Una gran cantidad de aprendices comían, sentados en las mesas. Busqué con la mirada a Saxor y Gray a los cuales no había visto desde la visita de Mundo Inexistente. Apostaba a que les habían mandado ir con algún maestro a algún mundo, como aquella vez que habíamos ido a enfrentarnos a aquel sincorazón en Coliseo del Olimpo. Tras ver que no estaban me puse a la cola esperando mi turno para poder servirme la comida.

Cogí unos ricos espaguetis a la boloñesa que olían realmente genial y busqué un sitio libre en las largas mesas que estaban abarrotadas por decenas de aprendices, cada uno a su rollo.

Me senté cerca de un aprendiz con rasgos perrunos que hablaba animadamente con un chico rubio al que casi ni miré y empecé a comer en silencio sin prisas. En un momento, no sé exactamente cual todos los aprendices se giraron o levantaron sus miradas hacia la puerta de entrada a la par que hablaban entre susurros sobre una chica.

—¿Es ella la de esta mañana? Escuché que casi no lo cuenta—Decía una chica a mi izquierda a otras dos con las que mantenía una animada conversación.

A pesar de ello no atendí a ninguna de aquellas personas ni me apeteció levantar la vista a mirar quien era, fuese lo que fuese no tenía que ver conmigo. Por el contrario, me metí en mis propios pensamientos ¿Qué haría después? No tenía sueño por lo que quizás saldría a los jardines a dar un paseo, tumbarme en la hierba y ver las estrellas. A lo mejor veía una de aquellas famosas lluvias de estrellas que Kazuki había mencionado. Según él eran bastante raras, pero realmente hermosas.

Me levanté de la mesa y dejé mis platos en una especie de montacargas que estaba en una de las paredes cerca de la barra donde varios alumnos más se servían su comida y salí del comedor a la par que me volvía a colocar la parte delantera de la capa para cubrir mi rostro.

[EspeYuna]

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He permitido que Sombra controle algunas de mis acciones en el post anterior suyo, por si existe confusión. Y este encuentro lo teníamos ya escrito, por eso estamos actualizando tan rápido XD

Mogara empezó a hablarme del misterioso chico llamado Ragun. Parece ser que él me salvó de la caída, utilizando alguna especie de magia, según me comentó Mogara.

—Después te trajo hasta aquí, al castillo de Tierra de Partida ¡kupó! —así que ese era el nombre del hogar de mis Maestros—. La verdad, parecíais un príncipe y su princesa, ¡kupó!— dijo Mogara, con una leve risita.

Aquellas palabras hicieron que mis mejillas tornaran rojas. ¿Me cargó en brazos hasta allí? Y no le había dado las gracias. Tendría que ir a buscarlo más tarde.

—¡Ay, perdona, kupó! ¡Qué maleducada soy! ¡Ni siquiera he preguntado por tu nombre, kupó!

—No… no te preocupes —le dediqué una sonrisa. Realmente era agradable hablar con Mogara—. Además, soy yo la maleducada por no presentarme. Me llamo Nadhia.

—¡Oh! ¡Nadhia! ¡Qué nombre tan bonito, kupó! ¿”Esperanza”, verdad? —me sorprendí cuando supo reconocer el significado de mi nombre.

—Sí… ¡Gracias! A mí también me gusta mucho tu nombre.

¿La pequeña Moguri se sonrojó también?

—Oh…bueno…gracias, Nadhia— empezó a reír nerviosa y a ordenar algunas cosas del cuarto. Parecía estar buscando algo en concreto. Al cabo de un rato sacó de un cajón toallas—. Será mejor que al menos te des una ducha, ¡kupó! ¿Has traído muda de ropa, kupó?

—¡Ah! S…sí. Está en mi mochila —tras esto logré levantarme de la cama, aunque con un poco de dificultad. Realmente me dolía todo. Supongo que por la presión que el aire ejerció en mi cuerpo con la caída…

Mientras sacaba la ropa, Mogara fue preparando el baño. ¿De dónde provenía esa peste de olor? ¡Oh, no! Empecé a olerme… ¡Dios, apestaba a sudor! Me dio en parte algo de vergüenza, pero si había tenido fiebre era algo natural. Estuve sumida en mis pensamientos un rato, intentando recordar la extraña pesadilla. Sin embargo, ahora la notaba lejana y borrosa. Aunque esos ojos amarillos y esos tentáculos que rozaron mi piel todavía me provocaban escalofríos.

—¿Estás bien, kupó?

Mogara era una ternura. Se había dado cuenta de mis temblores.

—Sí, estoy bien. Es sólo que me he acordado de la caída. Debió ser espantoso presenciarla —entonces me acordé de que muchos aprendices debían haberla visto. ¿Qué pensarían de la nueva e inútil aprendiz del Maestro Akio?

—Bueno, Nadhia… aquí tienes las toallas y el baño ya está listo. Podrás seguir las indicaciones de la flecha para llegar al comedor, no tiene pérdida. Debes de estar muerta de hambre, ¡kupó!

—¡Espera, Mogara! ¿Puedes decirme qué aspecto tiene Ragun? Me gustaría agradecérselo…

—¡Ah! Pues… no te va a ser difícil encontrarle, ¡kupó! Suele llevar una capa, y le cubre parte de la cara. ¡Tiene un aspecto muy misterioso y callado, kupó! ¡Pero no te preocupes, kupó! ¡Es muy amable, kupó!

Y antes de darse la vuelta para desaparecer por la puerta de mi nueva habitación, me dedicó unas últimas palabras.

—Por cierto, kupó. Debido a tu curiosa llegada, muchos aprendices estarán hablando de ti por los pasillos o por el comedor. Ya sabes… ¡no todos los días cae un aprendiz del cielo, kupó! ¡Tú no les hagas caso, kupó! Se comportan como críos, ¡kupó!

Tras eso me despedí de Mogara y me metí en el baño, desnudándome poco a poco hasta entrar en la bañera. El calor burbujeante del agua relajó cada parte de mis músculos, aunque me extrañaba que sólo fuese agua normal. No, definitivamente Mogara había usado algo para curar el dolor.

Me hundí en la bañera para humedecer mi pelo. Pero me asusté con la sensación de la falta de aire y saqué de inmediato la cabeza. Necesitaba ese oxígeno para calmarme. Aquella pesadilla había sido demasiado real.

En cuanto salí y me sequé, empecé a vestirme con la nueva muda de ropa, aquella que me regaló mi madre unas semanas antes de mi huida. Era una vestimenta algo más formal que la que solía vestir, pero no me quedaba otra. Un traje marrón y unos largos guantes de seda verdes. Mi pelo suelto me recordaba a aquel tenebroso páramo, por lo que decidí sujetármelo con dos coletas.

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No pude evitar acordarme de mi madre, que de vez en cuando me arreglaba el pelo. O mi padre y Dan, que solían tirar de ellas para que les prestase atención. ¿Ya los echaba tanto de menos?

Intenté no pensar más en ello, guardé mis pertenencias en el armario y, una vez lista, salí de la habitación.

No tuve problemas en encontrar el comedor. Pero mi estómago estaba sumido en un gran alboroto de mariposas ficticias. Aquellas palabras de Mogara habían intentado calmarme, pero sólo habían conseguido ponerme más nerviosa.

Era la chica nueva. Y para colmo, la extraña y recién llegada que no soportó demasiado la presión del aire para llegar al hogar de los Caballeros de la Llave Espada. Inútil, débil… “pobrecilla”, pensarían algunos, “¡qué torpe!”, pensarían otros… Tenía que hablar con Akio del asunto del broche cuanto antes. No quería hacerle pensar que aquellos desmayos eran normales en mí.

Ya sentía los ojos clavados en mi espalda cuando llegué al comedor. Intenté no mirar, pero era imposible evitarlo. Todos me observaban absortos, cuchicheando unos con otros.

Todo aquello era superior a mis fuerzas. Era como volver a encontrarme en el solar de Villa Crepúsculo, bajo la ostentosa mirada de los chicos y chicas de mi edad, cuchicheando y riéndose a mis espaldas.

Me sonrojé y fui a la cola. En ese momento eché un vistazo rápido al salón. Y me llamó la atención un muchacho que parecía no prestarme importancia como la mayoría. Esa capa… ¿sería Ragun?

El muchacho salió del comedor tras terminar su cena. Me di cuenta de que todos los presentes observaron al tal Ragun, y luego se volvieron hacia mí. Y otra vez a cuchichear. ¿Se estarían creando rumores? Los conocía de sobra en mi Villa como para no darme cuenta. Colorada como un tomate, no pude soportarlo más y salí disparada del comedor, dejando atrás aquellas intimidantes miradas. Se me habían quitado las ganas de comer.

[Sombra]

Salí del comedor, en dirección a la sala del trono que también era la entrada principal del castillo. Algunos aprendices caminaban por ellos dirigiéndose al comedor o volviendo de este.

La sala del trono apareció por fin, sin duda aquel lugar era el más amplio de todo el castillo y ocupaba una enorme extensión de este. En una esquina había unas escaleras que desconocía a donde llevaban y como no, también estaba la gigantesca puerta que llevaba al exterior.

La abrí despacio, sin hacer demasiado ruido y eché a caminar hacia una colina cercana, lugar normalmente lleno de aprendices entrenando o disfrutando de su siempre agradable clima. Subí por el empinado camino de piedra hasta llegar a la cima, crucé el pequeño puente que pasaba por encima de un pequeño arrollo y me acerqué a la valla que dejaba ver el cielo en todo su esplendor. Entonces empezó, primero fue una pequeña estrella que parecía haberse caído del cielo, pero justo entonces miles de ellas empezaron a caer una tras otra haciendo que el cielo se iluminase por aquel millar de estrellas. Miré ensimismado al cielo sin prestar atención a nada más. Yo era de algún lugar de allí arriba, eso estaba más claro que el agua. Pertenecía a algún lugar y era probable que tuviese familia y amigos. Deseaba mucho conocerlos o como mínimo recordarlos ¿Y si yo era del mismo mundo que aquel Ivan? Era bastante probable aquello si realmente lo conocía. Quizás debía preguntarle de que mundo era para poder ir alguna vez a visitarlo y descubrir algo. Me senté sobre la valla de madera dejando mis pies colgando sobre el vacío. Las vistas eran maravillosas.

[EspeYuna]

Mis ojos tornaron húmedos mientras corría por el pasillo. ¿Acaso era imbécil? Si seguía así aquello se convertiría en una segunda Villa. ¡Y no quería! Aún así, no tenía fuerzas para enfrentarme sola a todo aquello. Necesitaba hablar con Akio, con Lyn, con Mogara… o quizás…

Llegué a un gran pasillo que comunicaba con los jardines, y pude observar una figura a lo lejos, en las grandes colinas. ¿Sería aquel muchacho? Era mi oportunidad para darle las gracias.

¿Por dónde habría salido para llegar a aquellas colinas? Empecé a explorar los pasillos hasta que encontré una enorme puerta dorada. Con la poca fuerza que tenía pensé que jamás llegaría a abrirla, pero para mi sorpresa lo logré.

Me encontré en una gran sala, llena de vidrieras. Al fondo, tres tronos relucían a la luz de la luna que atravesaba las vidrieras. ¿Tronos? ¿Habría reyes en Tierra de Partida? ¿O serían para los Maestros? Tantas preguntas sin responder…

Comencé a dar unos pasos por aquel enorme espacio, pensando en lo relacionado con el broche. Desde que Akio apareció, no había parado de darme la lata. ¿Estaría acaso maldito? Me dio miedo pensar en aquella posibilidad, pero, por lo que había acontecido estos días, no me extrañaría para nada. O eso, o que quizás me estaba volviendo loca.

Otra enorme puerta. ¿Sería capaz de abrirla? Sí. Lo fui. Y tras aquella puerta se encontraba el cielo estrellado que tanto había ansiado conocer.

Me quedé con la boca abierta ante la maravillosa vista que se cernía en el cielo.

Millones de estrellas iluminaban el espacio nocturno. Una gran lluvia de estrellas fugaces volaban por la oscura y tranquila noche.

¿Qué era aquello? Tenía la sensación de haber presenciado aquella escena antes.

“Qué raro”, pensé, mientras comenzaba a caminar por las grandes colinas. Ni siquiera me percaté de algunos curiosos que pasaban por allí y reconocieron a la pobre aprendiz que se cayó de su tabla.

Empecé a subir un empinado camino de piedra. Necesitaba ver las estrellas más de cerca. Aunque ya las había tocado y había experimentado el surfear en ellas, aún no me parecía suficiente. Pasé un pequeño puente para llegar a la cima.
Y es entonces cuando le vi. El mismo muchacho que me había ignorado por completo en el comedor. Y puede que el mismo que me salvó de una muerte segura.

Estaba de espaldas, absorto en la belleza de las estrellas fugaces que iban cayendo unas tras otras, apoyado a una valla de madera.

Me empezaron a sudar las manos. Realmente estaba muy nerviosa para comenzar una conversación con él. Su aspecto intimidaba un poco, pero… recordé las palabras de Mogara. ¡Tenía que intentarlo!

—Ho…hola… —dije, con mi inútil torpeza.

[Sombra]

La agradable sensación de la brisa nocturna, mezclada con una especie de aroma lejano era sin duda embriagador y hacía que mi mente viajara por mundos que creaba mi imaginación ¿Cuántos había allá fuera? ¿Estaría mi mundo en alguna de aquellas estrellas? ¿Alguien me echaba en falta en algún lugar?

—Ho…hola…—Escuché una voz a mi espalda, una voz suave pero que me sorprendió. Había estado tan absorto que ni había escuchado sus pasos ni sentido su presencia. Con el susto no pude evitar invocar mi llave espada con la que apunté al foco de la voz, una chica de unos dieciséis años que conocí de inmediato como aquella muchacha que había caído del cielo, literalmente. Bajé la llave espada e hice que esta se desvaneciera entre una bruma negra que casi no pudo verse entre la oscuridad que había alrededor.

—Perdona—Me disculpé de inmediato al hacer desaparecer el arma. Era probable que hubiese llevado un buen susto con aquella repentina reacción por mi parte—. ¿Necesitas algo?

[EspeYuna]

Me asusté cuando el joven hizo aparecer su llave espada y tuve el filo a la altura de mis ojos, amenazante. Eché unos pasos hacia atrás, podría haberme caído fácilmente del susto. Se dio cuenta posiblemente de quién era y fue bajando poco a poco el arma.

La observé por unos instantes. Era muy diferente a la mía. De colores negros, ni siquiera podía distinguir su contorno ante la oscuridad de la noche. Ni siquiera me di cuenta de que hubiese desaparecido de la mano de su dueño, quien ahora me miraba tras su capa, que tapaba parte de su rostro.

—Perdona. ¿Necesitas algo?

Su voz era muy varonil, pero a la vez amable. Puede que hubiese sonado arrogante esa pregunta en cualquier otro muchacho de por allí, pero pareció decirlo con sinceridad.

—¡Ah! N…¡no…! No pasa nada, ha…ha sido…culpa mía… lo siento… —me sentía estúpida hablando con la gente de mi edad, y más si se trataba de un chico. Se me hacía un nudo en la garganta, pero tenía que intentar hablar con él—. ¿Tú eres…Ragun verdad…?

Antes de que pudiese contestar, intenté seguir, ahora que había empezado a arrancar la voz.

—Esto… yo… Mogara me ha dicho lo que ocurrió. No sé qué pudo pasarme… —en realidad, sí que tenía una pequeña sospecha. Pero seguramente me trataría como una loca, así que descarté la idea de contárselo, al menos por ahora—. Lo que…quiero decir… me salvaste… y… me cargaste hasta el cuarto. Esto…yo…

Nervios traicioneros. Mi cara debía estar ahora mismo tan roja que él pensaría que era una estúpida niña de trece años.

—Gr…gracias. Gracias por salvarme.

[Sombra]

—¡Ah! N…¡no…! No pasa nada, ha…ha sido…culpa mía… lo siento…—Empezó a disculparse sin ningún motivo. Me hizo gracia su comportamiento, sin embargo no me reí ni nada por el estilo para evitar que la chica se sintiese insultada—. ¿Tú eres…Ragun verdad…?

—Ah, pues…—Sin embargo, mis palabras quedaron ensombrecidas por la repentina explicación que la chica comenzó a dar tras hacerme la pregunta sobre si era o no Ragun.

—Esto… yo… Mogara me ha dicho lo que ocurrió. No sé qué pudo pasarme…—Explicó atropelladamente. Su forma de hablar me recordó muchísimo a Mogara—. Lo que…quiero decir… me salvaste… y… me cargaste hasta el cuarto. Esto…yo…—La chica dejó de hablar de pronto y su cara comenzó a sonrojarse tanto que incluso en la oscuridad podían notarse sus enrojecidos mofletes—. Gr…gracias. Gracias por salvarme.

¿Salvarla? Sí, eso había hecho. Pero no era nada tan importante como para que me lo agradeciera, al menos a mi parecer. Si uno se lo paraba a pensar, cualquiera que pudiera hubiese actuado igual que yo. Solo había tenido suerte, nada más.

—No hay de qué…—Dije en voz baja. Las palabras de la chica me hicieron sentir raro, era una sensación agradable ¿Aquello era lo que se sentía cuando alguien te agradecía algo?—. Cualquiera haría lo mismo—Añadí quitándole importancia al asunto.

[EspeYuna]

—No hay de qué… —alcé la mirada hacia el joven. Parecía restarle importancia al asunto de haberme salvado la vida. Pero yo no. Me parecía un acto noble—. Cualquiera haría lo mismo.

—De todas formas, quería agradecértelo —mi tono sonaba más calmado. La amabilidad que salía de su voz no tenía nada que ver con los arrogantes chicos de Villa Crepúsculo que se presentaban a los torneos de Struggle—. Ragun, gracias.

Nos quedamos en silencio un momento, tal vez fueran unos segundos pero a mí me resultaron eternos. Parecía un chico callado, no por timidez, suponía que esa era su naturaleza, tal como me dijo mi nueva amiguita Moguri.

—Esto… no me he presentado como debiera. Me llamo Nadhia, y soy la nueva aprendiz de Ak…del Maestro Akio. ¿Ragun…? Mmm… ese nombre… ¿tiene algún significado en especial? —no es que quisiera ser cotilla, pero me sonaba de haberlo leído en mis libros de texto. Me encantaba saber el significado de los nombres cuando los había, un pequeño pasatiempo. Adoraba mi nombre porque tenía significado, tenía “alma”.

Tímidamente me apoyé en la valla donde se encontraba Ragun. Alcé la vista, fascinada por las estrellas fugaces que caían hacia el horizonte. Me empezaba a sentir extraña. A pesar de ser de pocas palabras, la presencia de Ragun no me intimidaba, como minutos antes. Era agradable estar a su lado, incluso sin hablar.

[Sombra]

—De todas formas quería agradecértelo—Continuó la joven nada más dije mi última palabra con un tono ya más calmado —.Ragun, gracias.

No supe que contestar a eso, me quedé en silencio unos instantes mirando hacia las estrellas. De vez en cuando algunas pasaban a toda velocidad atravesando el firmamento, era hermoso.

—No hay de qué, de verdad—Volví a restarle importancia al hecho de haberla salvado. Ella estaba cayendo y yo estaba cerca, solo eso. Si hubiese estado lejos…Era posible que nadie pudiese haber hecho nada para evitar su caída.

—Esto… no me he presentado como debiera. Me llamo Nadhia, y soy la nueva aprendiz de Ak…del Maestro Akio. ¿Ragun…? Mmm… ese nombre… ¿tiene algún significado en especial?—Preguntó la joven con curiosidad. Aquello me recordó el significado de mi nombre y el motivo por el que me lo había puesto a mí mismo.

—Ragun no es mi nombre en realidad—Empecé a explicar—.Solo es un nombre que me puse cuando conocí al Maestro Kazuki. Significa “Laguna” y representa la laguna mental que ha inundado mis recuerdos—Continué bajando la vista con una mirada triste.

[EspeYuna]

—Ragun no es mi nombre en realidad. Solo es un nombre que me puse cuando conocí al Maestro Kazuki. Significa “Laguna” y representa la laguna mental que ha inundado mis recuerdos.

—¿Lagun…laguna mental…? ¿Tus…recuerdos…? —giré la cabeza hacia él, algo confusa por su respuesta. Pero en cuanto vi su triste mirada lo comprendí—. ¡Oh! ¿Tienes amnesia o algo así?

Había dado en el clavo. Sus ojos reflejaban una extraña nostalgia. Al igual que hizo él, bajé la mirada, sin saber qué decir.

—Lo… lo siento. No lo sabía. Yo… lo siento.

Mi comportamiento me sacaba de quicio, ya me había acostumbrado en Villa Crepúsculo, pero tratándose de aquella persona, del Maestro Akio, de la Maestra Lyn… no quería dar aquella lamentable impresión.

—Esto, Ragun… siento que parezca un poco… “retrasada” a la hora de hablar —tenía que dejarle claro cómo era yo realmente, la Nadhia que se escondía dentro de mí, la misma que había despertado interés en Akio y Lyn—. Siempre he sido muy… tímida. Y en mi mundo, mis sueños se consideraban raros y fuera de lugar para sus habitantes. Me encerré en la lectura para evadirme de aquella situación. Me tenían como el bicho raro. Por eso actúo así, pero… no quiero parecer un bicho raro aquí también, en Tierra de Partida —agarré con una de mis manos el broche que me había dado tantos problemas—. Aunque, bueno, no he tardado en conseguirlo —suspiré tras llegar a la deprimente conclusión—. No paran de cuchichear acerca de “la chica caída del cielo”. Siento haberte metido en esto.

Su silencio no me molestaba. De hecho, sentía que me estaba atendiendo perfectamente. A comparación de los “pretendientes” de mi madre, quienes los comparaba siempre con paredes huecas.

—Quiero… hacer amigos aquí, Ragun. Quiero vivir aventuras… quiero ser útil… quiero ser fuerte.

Hacía tanto tiempo que aquellas confesiones no salían de mi boca. Salvo con Akio… Ragun era la segunda persona a la que le contaba mis sueños más anhelados.

—Pe…perdona. Creo que hablo demasiado… —empecé a reír algo nerviosa.

[Sombra]

—¿Lagun…laguna mental…? ¿Tus…recuerdos…?—Preguntó la chica con cierta incredulidad. Me miró como entendiendo la situación—. ¡Oh! ¿Tienes amnesia o algo así?—Dijo a modo de confirmación. Asentí ligeramente—.Lo… lo siento. No lo sabía. Yo… lo siento—Se diculpó varias veces seguidas.

—No te preocupes—Negué con la mano—. No es algo que me moleste tanto.

—Esto, Ragun… siento que parezca un poco… “retrasada” a la hora de hablar. Siempre he sido muy… tímida. Y en mi mundo, mis sueños se consideraban raros y fuera de lugar para sus habitantes. Me encerré en la lectura para evadirme de aquella situación. Me tenían como el bicho raro. Por eso actúo así, pero… no quiero parecer un bicho raro aquí también, en Tierra de Partida—llevó su mano a un broche que tenía sujeto en su ropa—.Aunque, bueno, no he tardado en conseguirlo—la joven suspiró con trsiteza pensando en que la historia se volvía a repetir incluso en un mundo tan distante como aquel—. No paran de cuchichear acerca de “la chica caída del cielo”. Siento haberte metido en esto.

—No importa. Creo que hice lo correcto al salvarte, no me arrepiento de ello. Da igual lo que digan los demás—Contesté. Realmente no me molestaba lo que pensaran de mí, cada persona era un mundo y por ello no debía importar que pensaran de uno. Lo importante era ser como esa persona fuese.

—Quiero… hacer amigos aquí, Ragun. Quiero vivir aventuras… quiero ser útil… quiero ser fuerte.

Miré a la chica. Parecía verdaderamente preocupada por no poder conseguir las metas que buscaba. Sonreí, aunque no pudiera verse a traves de la fina tela de la capa. “Amigos”, una palabra tan simple como hermosa. Tener amigos era algo bonito, sin duda. Saxor, Fyk, Gray…Todos ellos eran mis preciados amigos; gente a la que protegería sin dudar si tuviesen problemas.

—Todos tenemos nuestros propios objetivos—Comenté respetando los objetivos de Nadhia. Cada aprendiz que vivía entre las paredes del castillo tenía un sueño, un objetivo que tenía que cumplir, algo que enfrentar. Daba igual que fuera, siempre buscabamos algo—. Yo busco mi identidad, saber que alguien ahí fuera me busca o me anhela, pertenecer a algún lugar. Sé un par de cosas desde que vine a Tierra de Partidas recupero de vez en cuando algún recuerdo por lo que sé que venir con Kazuki ha sido lo acertado—Expliqué.

—Pe…perdona. Creo que hablo demasiado… —empecé a reír algo nerviosa.

—Hablar con alguien es algo que aprecio—Contesté a la muchacha que parecía algo preocupada por que le aburriese hablar con ella. No sabía hasta que punto me gustaba que la gente quisiera hablar conmigo, a pesar de que no supiese mantener una conversación larga, ya que no estaba acostumbrado. Al principio solía meter la pata al hablar, pero había cambiado gracias a todos.

[EspeYuna]

Ragun me contó su sueño, su objetivo. Recuperar su memoria, sus recuerdos, descubrir de dónde provenía.

—Hablar con alguien es algo que aprecio.

Ante esas palabras sonreí, complacida de que mi compañía le gustase. Me acordé de una persona en especial…

—Un viejo gruñón siempre me decía lo mismo. Nos salvamos mutuamente de la aburrida rutina de mi ciudad. Aunque sólo fuese para darme órdenes o para reñirme cuando me metía en su desguace sin su permiso. Algunos niños lo trataban como un loco, incluso mis vecinos. Pero yo era de las pocas personas que le conocía de verdad —me reí al no poder olvidarme de las grandes collejas que recibí alguna que otra vez.

Era de los pocos recuerdos que realmente se agradecían de mi antigua vida. Puede que siempre fuese un cascarrabias, pero de vez en cuando Sendh soltaba verdades como puños y me enseñó lo fantástico que podía ser evadirse entre las páginas de un libro.

—Ojalá hubiese podido traer al viejo Sendh conmigo. Aunque, bueno… le prometí que volvería para contarle la razón de mi partida. No toda la verdad, pero… quizás una pequeña parte de todo esto.

Me acordé del comportamiento de Akio cuando le pregunté acerca de su origen. Me quiso evadir por unos instantes, como si hubiese metido la pata al hablar de más. Como supuse, debía ser un secreto. ¿Habría normas…?

—Ragun… ¿existen normas para nosotros? Bueno, supongo que… una de ellas será mantener esto en secreto fuera de aquí, al menos eso creo… y puede parecer tonto, pero… no sé realmente a lo que nos enfrentamos los que portamos la Llave Espada —alcé mi brazo para hacer aparecer mi arma en un breve destello—. “Oscuridad”… en mi libro, eran unas criaturas… ¿cómo se llamaban? ¿Sin…corazón…?

Entonces llegué a una triste conclusión.

—Nunca he luchado. No sé luchar, y me da miedo ser un estorbo.