[Nunca Jamás] Tak, ¿dónde estás?

[Little Sho]

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qScooby-Doo

Participantes: Ivan Kit (Narrador) Y Zait Laind (Little Sho)

Ubicación: Londres, Nunca Jamás.

Cronología: Directamente después de la Misión: "Cuidado con los asteroides".
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Capturar a Ogro no fue fácil, pero sí entretenido. Colaborar con Saxor e Ivan Kit me gustó notablemente, aunque seguía angustiado y avergonzado por mi error de comprensión al llamar “Ivon Pit” a Ivan. Sin embargo, dentro de aquella gran nave, aunque diminuta en comparación con la de Espacio Profundo, me consolaba al mirar las estrellas desde una de sus ventanas. Al mando de la Black Hunter, Ivan pilotaba rumbo a Nunca Jamás. Hacía mucho que no pasaba por allí, pero, tras escuchar las últimas noticias, ardía en deseos de llegar.

—¿Has ido alguna vez a Nunca Jamás? —pregunté a Ivan Kit, quien parecía bastante atento al control de la nave. Ciertamente, había mostrado algo de simpatía al acceder a llevarme hasta Nunca Jamás en su nave y, posteriormente, meter a un perro dentro de ella. Sin embargo, no podía evitar pensar que algún otro motivo, oculto, debía de haber en aquel misterio.

Y siguiendo con mi afán por hacer el viaje más llevadero, seguí intentando crear una conversación más fluida. Aunque, seguramente lo que hacía era distraer a Ivan de los controles de la Black Hunter.

—¿Sabías lo de las mascotas? En cuanto me enteré, quise ir a por Tak, pero no supe saber cómo podría llevarle desde allí hasta Tierra de Partida. Cuando llegué por primera vez, Simon, el conserje, me trajo en su nave. Pero no creo que quisiese hacerlo otra vez. De nuevo, muchas gracias por llevarme —dije algo pensativo y, tras acordarme nuevamente de mi error, volví a rectificar—. Ah, y, de nuevo también, siento haberte llamado “Ivon Pit”.

Tras quitarme de una de las ventanas laterales de la nave, contemplé muy contento cómo, desde la ventana frontal, se podía observar a lo lejos Nunca Jamás. De un modo u otro, estaba muy contento de volver.

—¡Oh! Y tenemos que bajarnos en Londres. Una zona… Muy aparte de la isla, al menos de la principal. Y, sobretodo, muy diferente —recordé al visionar el mundo al que yo creía mi lugar natal desde lo lejos.

[Soul Artist]

Qué buena persona me consideraba. Ayudando a un pobre muchacho que quería recuperar a su perro a toda costa y que lloraba por las noches porque ya no estaba con él y nadie le ayudaría a recuperarlo: ese era yo, el gran Ivan Kit. Mi fama de filántropo era más que merecida.

El nacimiento de querer ayudar a ese muchacho nació en mí nada más acabar de capturar al Ogro y entregarlo a las autoridades, después de que Saxor se fuese por donde había venido y nos dejara solos. Al descubrir que tenía una nave gumi el chico prácticamente me suplicó arrodillado en el suelo y con lágrimas si podía acompañarle a recoger a su pobre cachorro, perdido en un mundo lejano. Mi interés por ayudar a los demás fue la razón por la que acepté, y bueno, el hecho de que Ronin procediera de aquel mundo quizás colaboró en ello. Conocer el hábitad en el que se habían criado los Maestros quizás me ayudase a acceder más rápido al ansiado título de maestría.

—¿Has ido alguna vez a Nunca Jamás? —me preguntó mi joven compañero. Le dediqué una sonrisa, apartando la vista un momento del monitor de mi ordenador.

—Témome que no —contesté amablemente—. Pero viajar un poco no me hará daño. Como Caballero de la Llave Espada, debo conocer al máximo estos lugares...

—¿Sabías lo de las mascotas? En cuanto me enteré...

Desconecté de toda la charlatanería del muchacho, que comenzaba a resultarme pesado para mis oídos. Me centré en el monitor de mi ordenador, soltando alguna afirmación en cuanto parecía que se detenía un poco. La ruta que tenía era antigua, pero funcionaba perfectamente para llegar al mundo que tenía puesto como destino en el mapa.

—... Siento haberte llamado “Ivon Pit” —le oí decir, a lo que le hice un gesto con la mano para que le restara importancia.

—No pasa nada. Nadie es perfecto, ni siquiera yo. Yo apenas soy casi perfecto.

Unos segundos de silencio. El niño no me dio más que dos o tres segundos de tranquilidad para que pudiese seguir mirando la pantalla del monitor:

—¡Oh! —su voz se empezaba a hacer pedante para mi pobre cerebro, incapaz de soportarle mucho más tiempo—. Y tenemos que bajarnos en Londres. Una zona… Muy aparte de la isla, al menos de la principal. Y, sobretodo, muy diferente

Forcé una sonrisa para mirarle directamente. Estaba emocionado de que, por fin, estuviésemos llegando. No necesitaba ayuda de nadie para saber dónde detenernos.

—Gracias —apreté ligeramente los dientes, para intentar no mostrarme borde con el muchacho.

[Little Sho]

¡Y así fue! La nave sobrevolaba la parte exterior del mundo, y a lo lejos y en forma diminuta, podía apreciarse Londres, cons sus gentes constantemente paseantes. Sin embargo, era de noche, algo que nos facilitaba aún más la expedición.

En un primer lugar, me costó bastante adivinar cómo entraríamos en londres sin armar demasiado jaleo. Finalmente bajé de la nave por lo que después supe que sería un Teletransportador. Dicho y hecho aparecí repentinamente en el frío suelo de Londres, justo en mitad de un gran puente que cruzaba el Támesis, donde, muchos días atrás, mantuve una leve conversación con Yami; donde acepté el compromiso que sería convertirme en un Caballero de la Llave Espada, y donde, aún mucho más tiempo atrás, perdí a mis dos únicos amigos. Pero allí estaba yo, preparado para encontrar a uno de ellos.

Muchas sensaciones trajo consigo la niebla, y la fría humedad que calaba por dentro. Pese a ser un entorno poco agradable, me sentía nostálgico y alegre de volver a pisar aquellas sucias calles. Tras mirar tranquila y apaciguadamente el río durante escasos instantes, me volví a divisar la enorme figura de la torre, de aquella torre para mí maldita, que se alzaba entre los edificios, que se alzaba en aquella noche estrellada. Curioso momento, pues quedaba poco para la medianoche.

Busqué a Ivan Kit por mi alrededor pues, al haber bajado yo primero, le había perdido de vista. Sin embargo, mi mente ya empezaba a indagar sobre dónde buscar a mi querido amigo Tak, ahora que podía llevarlo a Tierra de Partida. Respiré profundamente y cerré los ojos, llenando mi cuerpo de calma.

[Soul Artist]

—¡Pichuuuuu!

—¡Te digo que te quedes aquí, córcholis!

Así es. Estaba teniendo una pequeña discusión con Pichu, nombre que le había puesto a la criatura que nació delante de mí unos días antes, en mi incidente con el chico rata que intentó destruir a los ratones eléctricos del Bosque Amarillo. El nombre que le puse venía, precisamente, por el sonido que hacía: parecía que estuviese diciendo “pichu”, igual que los llamados pikadores hacían “pika”, sonido más que gracioso en mi opinión.

Desde que nació, descubrí la enorme utilidad de la cría en mi nave, la Black Hunter. Conseguir electricidad para ella era tremendamente caro, y mi padre no estaba financiando nada de todo aquello, por lo que era difícil para mí estar pagándola. Sin embargo, como caído del cielo, Pichu era capaz de generar pequeñas cantidades de electricidad con las que llevar la nave adelante con pequeñas necesidades, como luz en el cuarto de baño. Recordé que un aprendiz hippie en Tierra de Partida me acusó de esclavismo, pero le había ignorado por completo.

Ella, desde luego, parecía encantada con ayudarme mientras le diese de comer. Pero parecía que me había cogido demasiado aprecio y quería venir siempre conmigo: a la sala de cine, a dormir a mi habitación, a acabar con Sincorazón...

Y claro, ahora la muy plasta se quería venir conmigo a Londres, como si fuese una excursión. Y no iba a permitirlo.

—¡Me da igual que te aburras! —le recriminé, interpretando que sus hinchados mofletes indicaban enfado hacia mí—. Ahí fuera hay monstruos horribles. ¡Te querrán comer!

Por supuesto que me lo inventaba. Dudaba que me fuera a encontrar con una mera Sombra, el Sincorazón más básico de todos, como para ver monstruos devoradores de ratones.

—¡Pichuuuuuu! —volvió a protestar la pequeña criatura, colocándose a cuatro patas y correteando hacia mí. Se apegó a mi pierna, con lo que intenté librarme de ella. Sin éxito, por supuesto.

—¡Suelta! —le ordené, zarandeándome. Sin embargo, ella fue más rápida que yo: escaló mi pantalón rápidamente y se subió a mi hombro, cosa que había hecho un par de veces antes y que odiaba muchísimo. Intentó quitarme las gafas para, conociéndola, jugar al pilla pilla; sin embargo, no se lo permití—. ¡Vale, tú ganas, te llevo conmigo!

Activé el teletransportador y aparecimos en la ciudad de Zait, Londres. Allí estaba el chico esperándonos, en el puente cercano. Me coloqué correctamente las gafas y caminé hacia él, mientras Pichu se agarraba con fuerza a mi hombro y observaba maravillada y curiosa los edificios que se levantaban a nuestro alrededor, y en especial, el enorme reloj que marcaba la hora en la anochecida ciudad.

[Little Sho]

Repentinamente, pude ver cómo Ivan aparecía cerca mía, curiosamente con lo que supuse sería su mascota, un bichito amarillento con detalles negros que rebosaba energía.

—¡Vaya! ¿Cómo se llama? —pregunté, sin poder ocultar mi enorme curiosidad. Incluso estuve a punto de tocar a la criatura, pero adiviné que igual no sería una buena idea.

Finalmente, y tras mucho admirar a aquel particular ser, regresó a mi memoria la causa por la que estábamos allí; ¡Tak! Y enseguida mis sentidos se despertaron.

—¡Bien! —dije al fin—. Tenemos que encontrar a un perro, como te dije. Responde al nombre de Tak. Es un cachorro, aunque algo crecidito, de pastor Alemán. Con un pelaje castaño claro, casi rubio, como el mío; y unos profundos ojos verdes. Debe de estar por algún lugar de esta ciudad... Creo... —dije dubitativo, con una mano en la nuca, una mueca demasiado expresiva y el recuerdo constante de que la ciudad en la que me encontraba era enorme, y el extrarradio... Aún más. Sería una búqueda algo complicada, o al menos eso pensaba yo.

Sin embargo y, como siempre, aunque nunca me acostumbrase a ello; mis pensamientos se vieron interrumpidos por una terrible sensación. Esa fría, húmeda y oscura sensación que paralizó mis manos y recorrió mi espalda tiempo atrás. Me giré aterrado hacia la torre contemplando que no había nada de lo que preocuparse, únicamente una mala premonición que nunca llegó a cumplirse. O eso creía yo. De repente escuché cerca mía un sonido fantasmagórico, seguido de lo que se asemejaba a un chiflido lunático, un sonido silbeante difícil tanto de expresar como de interpretar.

Miré con preocupación a mi compañero, Ivan, y con palabras cortas, precisas, secas y algo vacías, comenté mis pensamientos en alto.

—Puede... Que no estemos solos.

[Soul Artist]

—¡Vaya! ¿Cómo se llama?

La pregunta no me pilló por sorpresa. Sabía que el chico acabaría preguntando por mi amarillenta amiguita, la cual me saludó alzando una de sus patas nada más verle. Aparté la mirada, dirigiendo mis ojos hacia el río que cruzaba el puente para no tener que contestar a preguntas incómodas, como de dónde había salido.

—Se llama Pichu —contesté, a lo que la ratoncita se alegró al oír su propio nombre, como una tonta—. ¿Vamos al meollo por el que habíamos venido?

—¡Bien! Tenemos que encontrar a un perro, como te dije. Responde al nombre de —recordó el chico, recordando la misión por la que estábamos allí.

Ignoré todo lo siguiente, pues no estaba allí para buscar sacos de pulgas. Aquello era asunto suyo, lo que yo quería era conocer el entorno en el que Ronin se había criado. Siempre pensé que sería un mundo lleno de piratas, por su aspecto físico y ese parche que llevaba. Pero nada por el estilo se podía ver allí; parecía una ciudad tranquila, atrasada tecnológicamente respecto a Ciudad de Paso.

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Pichu soltó un pequeño gemido de miedo, sin llegar a entender por qué. Observé a mi compañera y vi que había encogido sus enormes orejas, temblando de puro miedo. Zait también parecía algo alterado, y no lograba deducir bien por qué.

—Puede... —susurró el muchacho, asustado—... Que no estemos solos.

Sonreí pícaramente al niñito. Me acordé de los rumores entre los jóvenes en Villa Crepúsculo sobre una niña espectral que paseaba por la ciudad y vivía en su mansión, apartada de los demás. Quizás en aquel mundo tuviesen un rumor semejante, por lo que tendría que aprovechar:

—¿Qué pasa? —le pregunté con un tono de burla—. ¿Crees en los fantasmas? ¡Uuuuuh, soy un fantasma, te voy a comeeer!

Pichu se abrazó a mi hombro con más energía, asustada por algo. Lo ignoré por completo, bromeando algo más con Zait acerca de su miedo.

—¡Soy un fantasma malvado, estás condenado! Ghost curses you!

Eché una risotada al aire, viendo la cara de mi compañero. Le llevé una mano al hombro y le dediqué una sonrisa más relajada, aunque con algo de picardía todavía.

—Venga. Los fantasmas no existen —le aseguré en voz alta, acercándome a su oído para entonces susurrarle:—. ¿O tal vez...? ¿Yo sea uno?

Algo tocó mi hombro derecho entonces. Pichu soltó un grito y se bajó del otro lado, saltando al de Zait para ocultarse tras él. No. Venga ya. Tenía que tratarse de una broma. Giré mi cabeza para pegar un grito prácticamente de inmediato.

Un fantasma de verdad me acababa de tocar el hombro.

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—¡Joder! —grité, sinceramente acojonado de aquella primera impresión nada más verle e incapaz de reconocer que era un Sincorazón.

[Little Sho]

Tras escuchar mis palabras de advertencia, Ivan empezó a reirse de mí, creyendo que únicamente fantaseaba. No sentí rabia o cualquier otro sentimiento de furia. Estaba mucho más preocupado por lo que iba a suceder. Además, sabía que él mismo tendría que tragarse sus propias palabras al comprobar lo que sucedería, si llegaba a suceder lo mismo que ocurrió aquella noche.

—¡Soy un fantasma malvado, estás condenado! Ghost curses you!

Por su parte, la criatura amarillenta de nombre Pichu saltó desde su hombro al mío. Y yo mismo pude comprobar de qué huía. Me quedé quieto, completamente paralizado. Podía oír todavía las palabras de Ivan Kit, pero mi cerebro no las escuchaba, al igual que un ruido molesto al que dejas de prestar atención. Di varios pasos hacia atrás. Sabía lo que era esa cosa, sabía lo que buscaba, y no se lo permitiría.

Entonces, Ivan Kit giró su cabeza y tras un sincero grito, se encontró cara a un Fantasma Farol, un sincorazón que ya había visto antes.

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Sin embargo, no era eso lo que me preocupaba realmente. Aquello que me causaba un miedo atroz, era lo que temía que apareciese aquella noche. Y aún así, había algo que me infundía un miedo aún mayor. Un miedo irracional, fuera de lo natural. Y era que Nate viniese a visitarme.

Tras el alarido de Ivan, invoqué mi Llave Espada y adopté la posición de batalla, resguardando todavía a Pichu detrás de mí. Esquivando a mi compañero y a su vez sacando mi Piroballesta, disparé una flecha rodeada de llamas hacia el Sincorazón, para posteriormente dar un doble salto y situarme detrás suya, y asestarle un golpe por detrás. Hubiese terminado con él o no, pude comprobar cómo, al igual que la última vez, más Fantasmas Farol aparecían repentinamente. Al igual que aquella noche, la oscuridad se hizo aún más oscura, y la noche aún más fría. Miré fijamente la torre del reloj. Cerré los ojos, desee que no ocurriera. Pero sin embargo, la primera campanada de la medianoche acabó con mis plegarias.

Miré a mi compañero, cerré los ojos, quizá rezando, al igual que lo hace un soldado antes de la batalla y finalmente enuncié:

—Ya puedes empezar a creer en los espectros.

[Soul Artist]

Los fantasmas comenzaron a rodearnos a ambos. Pichu parecía realmente asustada; comprensible, pues era la primera vez que veía a los Sincorazón. La veía agarrada con fuerza al hombro de Zait, pero en cuanto se acercaron aquellas bestias saltó de él y se escondió tras mi pierna, como una niña que se oculta de los desconocidos tras la falda de su madre.

—Que conste que no me he asustado —le indiqué a Zait, ajustándome las gafas e invocando la Llave Espada en mi mano, preparado para el combate que se acercaba contra aquellas bestias—. Fue solo la impresión. Son Sincorazón, yo me hago cargo.

Era la primera vez que me enfrentaba a aquella fantasmagórica especie. A menos que los ataques normales les atravesasen, no debían ser muy difíciles de eliminar. Apunté hacia un pequeño grupo de tres de ellos y alcé mi arma, preparado para lo que les venía.

—¡Cortocircuito!

Una ola de agua aterrizó sobre ellos, calándoles y afectándoles con un rayo eléctrico que les dejó tiesos. Dos se tiraron al suelo, pero seguían vivos pese a todo. Maldita sea, eran más resistentes de lo que pensé en primera instancia.

Pegué mi espalda con Zait. Nos estaban comenzando a rodear a base de bien; tres por mi lado, tres por el suyo. Observaba hacia el cielo, pero no miré qué observaba exactamente. Estaba ocupado intentando sobrevivir, al contrario que él.

—¿A qué esperas? ¿A Navidades? —le gruñí al chico, analizando la situación—. ¡Que nos comen, cago en la hostia!

Pichu se puso a llorar en alto, tirándose al suelo y asustada por la situación. Lo que nos faltaba, ruido para atraer a más Sincorazón.

—¡Calla! —ordené a la pequeñaja, aunque me ignoró por completo. Sus sollozos siguieron oyéndose por las calles de la ciudad, y por supuesto, atrayendo a los Sincorazón.

[Little Sho]

Tres contra uno, en ambos bandos, contando también con Pichu, quien, por desgracia, se encontraba sollozando en el suelo.

Ivan y yo manteníamos las espaldas pegadas, formando un círculo de batalla. Él había lanzado un hechizo extraño a unos sincorazón, una especie de mezcla de Aqua y Electro, que no consiguió derribarlos. A mi compañero se le notaba tenso, yo también lo estaba, tan sólo que no lo demostraba abiertamente. Estaba paralizado, al igual que aquella noche. Tenía frío y miedo, al igual que aquella noche.

Reaccioné lanzando una flecha a cada uno de mis oponentes, seguidas de dos hechizos Perla, que pretendía que rebotasen en las paredes del puente y prosiguieran causando daño.

Me deshiciese o no de los fantasmas, fue algo que dejó de importarme, fue algo a lo que no le presté atención. Un nuevo escalofrío recorrió mi espalda, recorrió mi cuerpo entero, desde los talones hasta la nuca. El reloj sonaba, sonaba constantemente, y tras la última y doceaba campanada, giré mi cuerpo entero hasta la cúspide de la torre.

Allí estaba aquella horrenda criatura. Pude comprobar que no era Nate, pero seguía siendo un Espectro al fin y al cabo. No, mejor dicho, era él, era el asesino de mi amigo, un ser despreciable, que infundía demasiado temor en mí.

Seguí inmóvil, al lado de Ivan, quien seguramente se impacientaría ante mi actuación, se quejaría de mis actos.

Y entonces, lo sentí. Sentí un parón en mi pecho, un vuelco en mi corazón, una fugaz convulsión que casi me tira al suelo. Y encima de mi cabeza, estaban los números. Entonces lo supe, debíamos salir de allí. Es más, tarde o temprano los números también aparecerían en la cabeza de Ivan. Pero sin embargo, seguía sin saber qué características tenían, cómo actuaban. Tan sólo sabía... Que eran letales. Las gigantescas manecillas del reloj comenzaron a moverse rápidamente, para volver a empezar desde las doce, a un ritmo pausado, lento, pero mortal.

—¡Corre! ¡Huye! ¡Vámonos de aquí, rápido, joder! —grité y grité con todas mis fuerzas, intentando que mis piernas se moviesen. Alcé la mano que blandía mi Llave Espada, la cual empezó a brillar. En el tiempo que transcurre en un segundo, pude observar una eternidad.

Grandes grupos de Fantasmas Farol se agrupaban ante Espectro, ante nosotros, formando una barrera. Ivan se encontraba cerca mía, pero no supe ver cual era su estado. Yo me caí al suelo, lentamente, confuso y mareado. De repente, dejó de brillar y yo me levanté como pude, absorto a todo lo que estaba pasando.

Miré fijamente al monstruo, cuyo corazón, algo muy paradójico, brillaba con un color rojo fuego intenso. Alcé mi espada y con un grito, lancé un débil hechizo contra él. No me serviría de nada, pero quería demostrarle que no le tenía miedo. Que era él el que debía temerme a mí.

—¡Piro! —grité con todas mis fuerzas.

Y tras todo aquel estallido emocional, incoherente para mí, mi mente bajó de las nubes y volvió de sopetón a la realidad. Como si alguien me hubiese abofeteado fuertemente para que me tranquilizase. Igual así había sido.

Entonces, miré fijamente a Ivan Kit y volví a hablar.

—Tenemos que salir de aquí. Ya.

[Soul Artist]

—Tenemos que salir de aquí. Ya.

—¿En serio? ¿Tú crees? —mis palabras estaban cargadas de sarcasmo, agarrando con fuerza el mango de mi Llave Espada.

Me encontraba algo alterado con todo aquello, y desde luego no estaba para reparar en mi compañero y sus quejas impertinentes sobre que debíamos largarnos de allí lo antes posible. Sí, ya sabía que estábamos en un lidero peligro mortal con tantos Sincorazón sueltos; pero demonios, ¿qué quería que yo le hiciese al respecto? Activar el teletransporte podía ser peligroso. No quería llenar mi nave de fantasmas.

—¡Pichu, pi! —gritó la ratoncita, señalando hacia un Sincorazón que se había acercado demasiado.

Coloqué mi Llave Espada en posición defensiva y me preparé para invocar un Campo Helado, pero tuve que frenarme al darme cuenta de que aquellos enemigos levitaban. No serviría de absolutamente nada...

—Pi... Pi... ¡Pichuuuu!

Las lentes de mis gafas brillaron durante un instante. La luz se hizo en el puente, asustándome ligeramente po lo que estaba sucediendo; Pichu, asustada y harta de los Sincorazón, había invocado un potente rayo que salió disparado a través de su cuerpo, directo hacia los fantasmas que nos iban a dar caza. Aunque no acabó con ellos, bien sorprendido me hallé; claro, no imaginaba que tendría esa capacidad de ataque. Recordé los pikadores del Bosque Amarillo y, claro, caí en la cuenta de que sí podía hacerlo después de todo. Aunque no imaginé aquella potencia en las crías...

Los fantasmas se quedaron paralizados tras el ataque, con chispas amarillas recubriendo sus cuerpos. Me lancé contra un par y les atravesé con la Llave Espada, eliminando su completa existencia de aquel mundo y liberando finalmente sus corazones. Otro se lanzó a mi espalda, dispuesto a vengar a sus compañeros, pero un nuevo rayo de la criatura le dejó frito antes de alcanzarme, por lo que procedí a eliminarlo completamente.

—¡Bien hecho, Pichu! —la felicité, a lo que esta contestó dejando caer su trasero en el frío suelo del puente. Aquellos ataques eléctricos la habían dejado exhausta.

Observé a Zait, que se encontraba ocupado con sus propios asuntos. Y, al parecer, con una nueva clase de fantasma invisible, cuya capa era ondeada por el cuerpo. Un corazón bajo él brillaba con fuerza, prisionero. Nada que no tuviese que apuntar, por lo que saqué mi bloc de notas.

No... ¿Qué hacía? Me estaba obsesionando con mis investigaciones sobre aquellos seres. Acababa de librarme de un buen grupo de aquellos monstruos, y la verdad es que estaba cansado; si aparecían más, no saldría de aquella. Guardé el bloc y saqué los mandos de la nave, preparado para activar el teletransporte.

—¡Nos largamos! —anuncié a mi compañero, esperando a que diese su confirmación para activar la Black Hunter y escapar de allí de una vez por todas.

[Little Sho]

—¿En serio? ¿Tú crees? —dijo Ivan con un profundo sarcasmo.

Repentinamente y con un grito, Pichu disparó un potente ataque Electro, o eso me pareció, que me sorprendió mucho. ¿Cómo había sido capaz, un bichito tan pequeño, de descargar tal cantidad de energía? Ivan era afortunado de tenerla a su lado.

Con un fuerte golpe seco con la Llave Espada, Ivan eleminó a los sincorazón que quedaron paralizados por el rayo. Otro intentó atacarle por la espalda, pero desapareció con otro potente rayo de la criatura. Yo simplemente miraba fascinado ante lo que ocurría.

Y tras aquel altercado, noté cómo uno de aquellos Fantasmas Farol se acercaba a mí, por lo que, tras dispararle una flecha ardiendo, le asesté un combo de espadazos. Sin embargo, parecía que aquel trabajo de nada servía, conforme pasaba el tiempo más sincorazones aparecían. Repentinamente y sin darme cuenta, los números de mi cabeza cambiaron, haciendo que mi corazón se parara por un instante.

—¡Nos largamos! —anunció Ivan. Sin embargo, yo no tenía planeado irme de allí sin encontrar a Tak. Por otro lado, huir de aquel lugar, aparte de difícil, sería prolongar el terror con la aparición de más sincorazón.

—¡Aún no! Tan... ¡Tan sólo un poco más! ¡Tenemos que encontrar a Tak!

Con mis despesperadas palabras, no presté atención a cómo, otro de los deambulantes sincorazón fantasma, se colocaba detrás de mí y me apresaba fuertemente con su fantasmagórica mano. Me quedé inmóvil y paralizado, sin saber bien qué hacer.

Fue un ladrido lo que mitigó mis preocupaciones. Completamente atónito, descubrí cómo un pastor alemán, de profundos ojos verdes y pelaje castaño claro se abalanzaba con un fuerte ladrido sobre mi enemigo.

Tardé un tiempo en comprobar, con enorme alegría de quién se trataba. Y sin reparar en todo aquello que me rodeaba, sin preocuparme por el enorme espectro que se encontraba encima mía, ni por los muchos sincorazones que me rodeaban, sin pensar en ningún momento en lo que sucedía al mi alrededor, empecé a correr hacia él.

—¡Tak! —grité lleno de júbilo y euforia, grité y corrí hacia mi amigo. Hacia el único vínculo que conservaba con Nate, hacia la única familia que me quedaba, hacia aquel que me había salvado. Corrí y le abracé fuertemente, sin querer separarme de él.

Y tras escasos instantes de alegría, volví de golpe a la realidad. Miré muy preocupado a Ivan Kit y asentí con la cabeza.

—¡Vámonos!

[Soul Artist]

—¡Vámonos!

Sí, "vámonos" y todo lo que él quisiera, pero bien lejos que se había quedado de mí. A aquella distancia, y sin el contacto físico, el teletransporte solo funcionaría sobre mí y sobre Pichu. Algunos Sincorazón se interponían en mi camino hacia él, y por primera vez, me di cuenta de que un contador descendía hacia el número cero debajo de su cabeza. Vamos, que tenía que llegar y pronto. Idiota...

—¡Pequeño estúpido, podrías habérmelo dejado más fácil!

Salí corriendo hacia su dirección, recogiendo a Pichu por el camino y subiéndola a mi hombro para que se apoyara; era casi un milagro que no estuviese desmayada. Pegó su cara contra mí, como un koala, y cerró los ojos mientras yo me lanzaba a toda velocidad contra los Sincorazón. Uno de ellos se giró hacia mí y vi mi oportunidad para saltar y pegarle una patada, quitándomelo de mi camino. Así lo hice; salté, pretendí darle un fuerte golpe...

... Y al darle solo conseguí no hacerle prácticamente daño y caerme al suelo de espaldas, dolorido por mi estupidez. Claro, demonios, no era ningún experto en el combate cuerpo a cuerpo; aquellas cosas siempre se me habían dado horriblemente mal. Miré mal a mis espectrales enemigos, que se acercaron hacia mí con la idea de aprovechar mi caída. Rodé por el suelo hasta estar cabeza abajo y le levanté apoyado con mi mano libre.

—¡Dejadme en paz, pesados! —ordené, colocando mi mano sobre la cabeza del más próximo e invocando un hechizo Hielo que le echó hacia atrás. Tras ello, continué corriendo hacia Zait.

Una vez alcanzado, le cogí del hombro y miré hacia mi alrededor. Estábamos rodeados y jodidos. Pero podríamos salir con facilidad:

Saqué los mandos de mi nave y activé el teletransporte para aparecer, de nuevo, en la Black Hunter.

[Little Sho]

—¡Pequeño estúpido, podrías habérmelo dejado más fácil!— gritó Ivan desde su posición. Fue entonces cuando me di cuenta de que me encontraba bastante lejos.

Unos cuantos sincorazón se interponían entre él y yo. Ni siquiera reparé en pensar que tendríamos que estar juntos. Yo sin embargo seguía ahí. La verdad es que Ivan había tenido una actuación de héroe en aquel momento. Si no se hubiese dado más prisa, posiblemente hubiese corrido la misma suerte que mi amigo Nate, pues ya que el contador de mi cabeza seguía descendiendo lentamente.

En un intento de Patada voladora se cayó, a lo que yo me puse de pie, en un amago por ayudar, aunque me quedé quieto al ver que se levantaba.

—¡Dejadme en paz, pesados! —gritó al mismo tiempo que realizaba un hechizo Hielo y se libraba al fin de los Fantasmas Farol.

Al llegar a mi lado me cogió del hombro. Con un rápido movimiento sacó los mandos de su nave y activó el teletransportador. En unos pocos segundos, nos encontrabamos los dos aprendices y las dos mascotas en la Black Hunter sin ningún daño aparente. Me palpé para comprobar que no me faltaba nada, incluso comprobé mi pañuelo. Agarré a Tak y le di un enorme abrazo. También pude comprobar que el contador sobre mi cabeza había desaparecido.

Miré a Ivan muy agradecido y le di un fuerte abrazo.

—¡Muchas gracias Ivan Kit! Serás un gran Maestro de la Llave Espada.

Entonces me giré hacia Tak. Todavía no podía creerme que por fin lo tenía de nuevo a mi lado. Le acaricié y le comenté unas palabras.

—Tierra de Partida te va a encantar. Es enorme, y podrás jugar a muchísimas cosas. ¡Pero antes un buen baño! —dije alzando un dedo y moviéndolo, en forma de reprimenda —. Además, ¡te voy a enseñar a combatir como un bravo guerrero!

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Último post de Zait. Le doy todos mis PX a Tak~

[Soul Artist]

Nos salvamos por los pelos de aquellos Sincorazón, la verdad. Era un alivio volver a estar en la Black Hunter, mi preciada nave donde nadie podría atacarnos nunca jamás.

—¡Muchas gracias Ivan Kit! Serás un gran Maestro de la Llave Espada.

Dejé a Pichu sobre el asiento de piloto y me llevé la mano al pecho, contento por los halagos de Zait. Por supuesto que sería un gran Maestro, ya era hora de que alguien me lo dijese abiertamente en vez de llamarme egocéntrico o "creído". No pude evitar sonreír por tanto, dirigiéndome hacia él.

—Por supuesto que lo seré, querido muchacho —afirmé, apoyándome sobre la silla—. Ningún Sincorazón es capaz de hacerme frente a mí y mi poder mágico, por supuesto. Estoy preparado para que me otorguen en título en cualquier momento... Pero Ronin opina que debo esperar.

El chico afirmó mis palabras y se dirigió hacia su perro, hablándole de lo bien que estaría en Tierra de Partida. Esperaba que no necesitase vaciar sus "necesidades" durante el viaje de vuelta, o sería capaz de librarme de él con una cápsula de escape. Observé de reojo a Pichu, que se había dormido con todo aquel movimiento; demasiada emoción para la pobre. Era demasiado joven como para soportarlo, pero quizás tuviese que ir acostumbrándose...

Me acerqué al monitor de la nave y abrí el mapa estelar. Lo había utilizado solo una vez antes, pero debido a los resultados que me condujo, pensaba que no lo iba a querer usar nunca más. Sin embargo, no veía capaz de quitar a la ratoncita de mi asiento, por lo que seleccioné "Tierra de Partida" y dejé que la nave hiciese su trabajo.

Observé a Pichu, profundamente dormida, y sonreí ligeramente. Salí en dirección a la habitación del capitán y volví con una manta roja que abrigaba bien a la hora de dormir, con la cual la tapé hasta la cabeza. La ratoncita se movió un poco en respuesta, soñando con algo, y continuó durmiendo tras soltar un ligero "chu".

Igual estaba comenzando a cogerle cariño...

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Fin del Encuentro.

Todos mis PX van a Pichu.

[Nell]

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¡Fin del Encuentro!

Little Sho, 30 PX. Nada que comentar.

Narrador, 30 PX. Nada que comentar.

Enseguida subo los puntos- Y, ya sabéis, ambos suben de nivel.