[Encuentro] "Perros y ratas", histeria colectiva

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Participantes
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Mickael

Cronología
Mickael
[Encuentro]Cuando los pikadores se cabrean => este encuentro
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[Prólogo]Vida de perros => este encuentro

Localización
Tierra de Partida

¿Primeras impresiones? Buenas: sobre todo por la comodidad. ¡Juas! Había un pedazo trozo de madera hueco por dentro, habían dicho que era para guardar ropa, a lo que yo contesté, "¿ropa?, ¿qué es eso?", pero nadie resolvió mi duda. Ése fue mi dormitorio provisional: como cabía en él, decidí dormir ahí. Era bastante cómodo, y, total, era plano y semejaba cualquier roca (aunque plano) de mi cueva.

Apuré la boca para recoger la manta sobre la que había dormido. Porque, al entrar en la habitación, el primer objeto visible era una especie de rectángulo sujeto por cuatro patas de hierro, en el que había un colchón (sabe dios para qué se usa aquello) con mantas encima.

Un día caluroso me esperaba allá afuera en los jardines de Tierra de Partida. Ya había entrenado el día anterior, por lo que tuve descanso. "¿Descanso? Puafss..." reproché. Luego me di cuenta de que aquel descanso me serviría para conocer a fondo las extrañas criaturas del mundo. Aún estaba amaneciendo, pero salí sin más de la habitación y me dirigí al Jardín.

Allí no encontré nada, ningún alma, pero no dudé en seguir mi búsqueda. En vez de andar sin rumbo, olisqueé el suelo y tanteé la cabeza un rato. ¡Un buen sitio para cazar! Sí señor: una explanada con la hierba extremadamente corta. Una pedazo batalla se podría formar allí. A campo abierto, ¡seguro que no me habrían atrapado las hienas!

¡Vaya, vaya! Podía volver cuando quisiese, ¡porque habría recordado el rastro! Pero no, seguí allí, vigilando las entradas por si alguien salía o entraba. Supuse que... 'aprendices' aprendiendo; 'maestros' amaestrando. Así iba la cosa, y yo aquel día no tenía nada que hacer.

[Mickael]

Era temprano, al menos para la actividad habitual del lugar. Los primeros rayos de Sol se asomaban tímidamente, acariciando con suavidad Tierra de Partida. Mickael abrió los ojos, no había podido pegar ojo aquella noche.

-Esas pesadillas... -susurró recordando la causa de su poco descanso-. Podrían llegar a convertirse en realidad -bajo la mirada asustado y alicaído por aquellos pensamientos.

Seres negros, de una oscuridad latente, ladrones de corazones, sincorazón propiamente dichos, que atacaban su hogar, que atacaban a su familia, que lo consumían todo con su oscuridad. Y él lo observaba todo, impotente, como un espectador exterior, sin poder hacer nada.

No era la primera vez que aquellos malos sueños le atacaban en mitad de la noche, pero por suerte no se hacían demasiado comunes, y en parte le hacían recordar la razón por la que estaba allí.

-Para eso estoy entrenando duro -murmuró-. ¡Para protegerlos!

Se levantó y comprobó, como se temía, que aún era temprano, pero no sería capaz de recuperar el sueño, así que se vistió y decidió salir a dar una vuelta. En los jardines de Tierra de Partida el aire de la mañana era fresco y revitalizante, otorgándole la energía perdida por las pocas horas de sueño al hombre-rata.

Estaba tranquilamente estirándose y respirando aquel aire puro cuando reparó en una presencia que le acompañaba. A su derecha se encontraba un gran animal que el joven identificó como “perro” por la información visual que obtenía.

-¿Una mascota perdida? -comentó el aprendiz-. ¡Que extraño!

[Deja]

“A lo hecho, trecho”, permanecí en el jardín de Tierra de Partida escuchando la suave voz de los pájaros. ¡Qué pájaros! Quizás alguien supiera un conjuro para convertirse en pájaro y volar libre por el cielo. Aunque, el mar era muy parecido al cielo, azul, y tal.

En aquel instante, al alzar la cabeza para observar mejor a los pájaros, una especie de hombre se acercó medio despistado hacia donde yo me encontraba. Dicho hombre tenía cola, y pelo, muchísimo más pelo que mi maestro Kazuki. Una capa de pelo cubría toda su piel, parecido a la mía, aunque no tanta. Se podía apreciar que había zonas en las que la piel era más frondosa.

El hombre-rata, calificado por su extraña forma y parecido al de una rata, habló al aire, “ni corto ni perezoso”. Miré alrededor, como no vi a nadie, pues entablé conversación con él:

-¿Mascota, qué es eso? ¿Extraño? ¿Te parezco extraño, colega? Será por mi pelaje amarillo, ¿quizás? Kazuki me ha dicho que es de ese color porque puedo utilizar la magia “electro” -respondí abiertamente mientras lo encaraba-. ¿Y tú? ¿Qué eres? Andas como Kazuki, pero tienes muchísimo más pelo que él, ¿por qué?

Volví a mirar al cielo, esperando su respuesta. Tardé poco en volver a mirar a sus ojos y seguir hablando, ¡vaya mañana tan enérgica! Una pena que no estuviese entrenando con mi Llave.

-Que no te sorprenda que sepa hablar, es normal en mí. ¿Qué hay de ti, colega? Vaya una mañana tan enérgica, tengo ganas de... hacer algo, correr o esas cosas. Cuéntame qué hacéis los... -medité antes de seguir-, humanos, va.

[Mickael]

Mickael cayó de espaldas al suelo del susto que llevó, aquel gran perro había hablado, ¡hablado! El joven roedor no daba crédito de lo que estaba pasando mientras aquel animal le acosaba con una ráfaga de preguntas.

-Que no te sorprenda que sepa hablar, es normal en mí -comentó éste al observar la cara de asombro de su interlocutor-. ¿Qué hay de ti, colega? Vaya una mañana tan enérgica, tengo ganas de... hacer algo, correr o esas cosas. Cuéntame qué hacéis los... humanos, va.

El joven ratón humanoide siguió observando por un momento a aquel ser, hasta que cayó en la cuenta de cuan estúpida fuera su reacción, ¿acaso no era él un hombre-rata? ¿Y además, no había oído sobre mascotas que hablaban? Si, por lo poco que escuchara por los pasillos, algunas de las mascotas de los aprendices poseían la capacidad de hablar y entablar una conversión sin problemas. Pero aquel animal había afirmado no ser una mascota, entonces, ¿qué era?

-¿N-no, no eres... u-una ma-mascota? -preguntó el aprendiz con voz temblorosa, aún no recuperado del susto-. En... Entonces, ¿qu-qué eres? ¿Kazuki? ¿Nom-nombraste antes al ma-maestro Kazuki? N-no lo conozco per-personalmente, pero he oído ha-hablar d-de él -comentó intentando responder a todas sus preguntas-. ¿Y-yo? Yo... yo s-soy un... un caso especial -el roedor logró ponerse serio al recordar su historia-. Yo era una rata, como cualquier otra, viviendo sin preocupación. Hasta que un día, de repente, me convertí en una especie de híbrido. Según me contó Merlín, mi tutor, el tuvo la culpa de aquel accidente, debido a un hechizo fallido. Pero... no le guardo rencor, porque gracias a él, hoy estoy aquí, aprendiendo las artes de la Llave Espada -le explicó.

Mickael calló, guardando la mirada seria mientras esperaba la respuesta de su interlocutor.

[Deja]

“Recurramos a Kazuki”, pensé mientras escuchaba atentamente lo que me contaba aquel extraño ser. Kazuki había dicho que yo era un aprendiz, lógico, porque aprendía a utilizar la Llave. Y, estaba seguro de que aunque no fuera un humano, él también hacía lo mismo en este mundo. Y si no, ¿qué? Un maestro no se cae de bruces contra el suelo. Es más, los maestros ya deberían estar notificados de mi llegada en aquel momento.

-Sí, sí, Kazuki. Mi maestro. Soy su aprendiz. ¿Sabes? Porto la Llave, y esas cosas que tienen los aprendices: hago magia, tengo armadura, y el vehículo ese que vuela para ir de un mundillo a otro -en aquel instante, cuando repasaba todo lo que tenía, recordé la relación de la palabra “mascota” con “compañero-, ¡ah!, y compañera, bueno, o como tú dirías... mascota, ¿lo he dicho bien? Eso, tengo una mascota.

Y era cierto: más que una mascota, era una compañera; más que una compañera, era una de esas colegas que anhelas tener siempre a tu lado. Se podría decir que Rydia y yo formábamos una pareja. Aunque no estuviese admitido por ambos bandos, éramos perfectos. Nos compenetrábamos bastante bien en la cacerías y combates. O eso creía, porque ella casi nunca salía a combatir. Estaba acostumbrada a que le dieran todo hecho. Claro, era la hija del jefe...

-Y, bueno tío, pues yo vengo de allá de Tierras de Reino, un lugar en el que sólo había perros, hienas, y demás animales hasta que llegó Kazuki. Cuando él apareció, bastante oportuno, por cierto, yo había fallado en mi cacería y me acorralaban tres hienas. Me salvó la vida y decidió traerme como su aprendiz. También ha dicho que este pelaje amarillo -giré la cabeza para verlo, como si tuviese miedo a que algún día desapareciese-, este de aquí detrás, profiere ondas eléctricas. Vamos, ¡un puntazo!

Se me ocurrió la grata idea de echar una carrera: como las que hacíamos en los torneos, pero sin presa. ¡Jo, jo! No sería difícil, tal y como llevaba el cuerpo, le ganaría fijo. Estos bípedos no semejaban ser muy rápidos. “Vamos al humo”, me dije.

-Colega, ¿qué te parece si echamos una carrera? Ahí por todo el castillo, ¿estarás a la altura? Mira, y si eso vas tú delante para que no me pierda -y, seguidamente, me acerqué lentamente hacia él para reconocer su olor.

[Mickael]

Para aún mayor sorpresa del roedor humanoide aquel animal resultara ser otro aprendiz más. “Un aprendiz muy especial, incluso más que yo”, pensó. La curiosidad que experimentó en ese momento por su compañero fue normal, al fin y al cabo, se trataba de un perro capaz de blandir la Llave Espada, usar magia -según él, debido a su pelaje-, y, básicamente, defenderse como cualquier otro aprendiz de Tierra de Partida. ¡Incluso había hablado de que tenía su propia mascota! Miraras por donde lo miraras, aquel ser era excepcional, Mickael dedujo que sin duda el universo debía estar plagada de seres así de especiales que sin duda merecería la pena conocer.

-Colega, ¿qué te parece si echamos una carrera? Ahí por todo el castillo, ¿estarás a la altura? Mira, y si eso vas tú delante para que no me pierda -le distrajo el ser de sus pensamientos mientras comenzaba a olisquearlo, lo cual incomodaba un poco al hombre-rata, que aun así le dejo que registrara su olor.

¿Una carrera? ¿A qué venía esa proposición? Mickael recordó que el animal había mencionado antes algo sobre que estaba lleno de energías. Al joven no le parecía tan mala idea, así podría ir calentando de cara al duro día, y aunque seguramente aquel ser fuera rápido, confiaba en su físico. Aún así no las tenía todas consigo.

-¿Có-cómo? ¿U-una carrera? ¿Por to-todo el ca-castillo? Pe-pero... ¡despertaremos a los demás! Y n-no creo que a los ma-maestros les haga demasiada gra-gracia... -alegó-. Me-mejor, si tanto qui-quieres correr, lo ha-hacemos por los ja-jardines... Sin molestar a na-nadie, ¿vale? -le propuso-. Por... Por cierto, m-me llamo Mi-Mickael.

[Deja]

Se notaba a la legua que tartamudeaba como Kazuki. A pesar de ser diferentes razas, ambos cortaban las palabras o paraban en medio del diálogo. No lo entendía, ni tampoco sabía por qué lo hacían. ¿Sería miedo? ¿O quizás por la frustración? Les tendría que preguntar algún día...

Era curioso, a la vez que cómico. El chico se había caído, lo que me había producido una risa... ¿sardónica? que guardé como pude en mis pensamientos, porque de seguro se sentiría mal si se lo dijera a la cara. Allí no conocía a nadie, y el reírse de al gente seguro que no aportaría a una buena incorporación.

-¡Mickael! Supongo, ¿no? Pues, ¡yo soy Sam! Encantado -y le tendí la pata.

¡Carrera, carrera, carrera! ¡Venga, a correr! Yo ya conocía un poco el lugar gracias a la ayuda de Saxor, pero bueno, lo conocía por dentro, no por fuera. No sería muy difícil seguir la pista de mi compañero, total, ya conocía su olor; si lo perdía de vista, sería cuestión de tiempo encontrarlo con mi olfato. De todas formas, iría pegado a él hasta ver la meta. Y al ver ésta, pues saldría disparado hacia ella, ¡un sprint!

-¡Pues eso, cuando quieras!

[Mickael]

El animal tendió la pata al joven, el cual le dió un extraño y, a su parecer, cómico apretón de manos. Hechas las presentaciones, el roedor concluyó que ya podían comenzar con la carrera que tanto parecía ansiar su compañero.

-Bi-bien, en... entonces... -se calló unos instantes, pues había tenido una gran idea-. Es-espera, ¿Qué... qué te parece si lo... lo hacemos más di-divertido? Sígueme -le indico con la mano para que le acompañase.

Bajaron por una colina que llevaba a una de las zonas de entrenamiento. Allí había ciertos desniveles y extraños artilugios usados durante los entrenamientos. Mickael guió al perro hasta uno del cual colgaban cuatro grandes ruedas.

-Te pro-propongo lo siguiente -comenzó a explicarle-. Una es-especie de ca-carrera de obstáculos. Se-sería de la si-siguiente manera: Pri-primero, tendríamos que golpear es-estas ruedas con la... la suficiente fu-fuerza como para que... que den dos vueltas. Des-después, saltaríamos por aquellos des-desniveles con la ma-mayor rapidez posible, y... por... por último ten-tendríamos que volver al lu-lugar de inicio mediante un... un sprint -le propuso-. Te... te mostraré como se hace -dijo mientras invocaba su Llave Espada.

Seguidamente se dispuso a darle a una de las ruedas, pero no con la fuerza necesaria para vergüenza del roedor, ya que apenas se movió unos metros y no llegó a dar la vuelta completa.

-A-así, pe... pero haciendo que... que dé más de una vuelta, ¡ja, ja! -comentó avergonzado.

[Deja]

El chico sugirió hacer una carrera de obstáculos propiamente dicha. Me indicó que lo siguiera colina abajo. Lo que vi después me fascinó un tanto.

Abajo, una especie de tiovivo. Un gran poste en el centro que poseía cuatro alargaciones, a su vez, éstas sujetaban una pequeña cuerda que soportaba una rueda. En total cuatro. A nuestra izquierda, había un camino que parecía hecho de escaleras, pero algo diferente. Casi lo mismo, pero con espacios prominentes entre zonas en las que poder apoyarse. Aquello, fijo, seguro, que se utilizaba para entrenar.

-Pri-primero, tendríamos que golpear es-estas ruedas con la... la suficiente fu-fuerza como para que... que den dos vueltas -propuso.

Dos vueltas, ¿eh? No conocía el peso de las ruedas, ni si iban a rodar bien, pero me dispuse a invocar mi Llave. Se me adelantó él, hizo aparecer la suya y golpeó la rueda que teníamos en frente. Aunque, él, ni siquiera consiguió dar una vuelta completa.

Luego lo intenté yo, invoqué mi Llave y golpeé la primera rueda que había quedado en mi cara. ¡Pum! sonó. Me di cuenta de que no conseguía hacer las dos vueltas, por lo que volví a golpear la próxima rueda que había quedado en mi frente, entre las dos, me había pasado. ¡Vaya, vaya!

-¿Así vale, colega?

[Mickael]

El gran perro intentó hacer lo mismo, y consiguió hacer que las ruedas dieran más vueltas, eso sí, golpeandolas dos veces. Mickael lo miró extrañado, pero después no pudo evitar soltar una pequeña carcajada, la situación le parecía demasiado disparatada.

-¡Ja, ja, ja! No, así no ¡Ja, ja, ja! ¡Eso es hacer trampas! -dijo entre risas-. Sólo puedes darle un golpe -agarró de nuevo su Llave Espada, y está vez menos nervioso, volvió a golpear con todas sus fuerzas a las ruedas giratorias, logrando que diesen una vuelta y media, incluso para su sorpresa-. ¿Ve-ves? A-así -comentaba sin creérselo.

>>Venga, es tu turno para darle. Ya estás tardando. ¡Voy en cabeza! -comentó el roedor humanoide mientras comenzaba a correr hacia los desniveles.

En verdad estaba disfrutando de aquella pequeña tontería. Por lo general, la vida en el castillo era dura y monótona, dedicada casi siempre al entrenamiento y al estudio. Y como Mickael no era un ser de grandes dotes sociales, no tenía amigos con los que pasar el rato, apenas había tenido una misión con aquella chica pelirrosa y una pequeña aventura con aquel engreído roba-huevos, ¿Estaría cuidando bien aquel chaval a la cría? Despistado por sus pensamientos, Mickael realizó un mal salto, tropezando y dándose de bruces contra el suelo, cayéndosele sus gafas de sol. Tampoco es que el joven se sintiera avergonzado por esa caída, en realidad hacía más cómica la situación.

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Edit1: colores, casi siempre se me olvidan en alguna parte -_-'
Edit2: explicación del edit1.

[Deja]

¡Juas! Ya había supuesto que no valía mi trampa, ¡ji,ji! Pero no se lo había tomado mal, todo lo contrario, había reído a carcajadas. “Perfecto” reí fuertemente con él.

-¡Así, así! -comenté cuando habló.

Él salió disparado, tras golpear y ni siquiera pararse a observar las vueltas que hacía el recorrido, corrió hacia la zona de los saltos. Me di la vuelta y cogí carrerilla para empotrarme contra la rueda y lanzar mi mejor golpe con la Llave. La había usado poco, cierto, pero cargué con el cuerpo contra la rueda. Tras eso, salió a una velocidad disparatada, lo que provocó mi inminente caída.

Bajé la cabeza por instinto. Si no lo hubiera hecho, probablemente habría chocado contra mí la otra rueda. Vi la maniobra: vuelta y media. No le di importancia, el tío ya se había ido, por lo que lo seguí.

La situación fue muy cómica: Mickael había caído de bruces contra el suelo.

-¡Grr! ¡Ja, ja! Colega, tiempo al tiempo.

Cogí carrerilla y salté al primer pilar sin problemas, pero ahí tuve un fallo: descubrí que había que hacerlo todo en carrerilla, y yo había parado al subir al primero, bajé y sugerí:

-¡Prueba a hacerlo todo de carrera, Mick!

[Mickael]

-¡Prueba a hacerlo todo de carrera, Mick! -le gritó el gran animal.

Mickael se levantó con algunas heridas superficiales, recogió sus gafas de sol, que por suerte no se habían roto, y se las volvió a colocar. “¿De carrera?”, pensó. “Si ya me he caido haciendo paradas, saltar de una a otra directamente será aún peor”. Pero aún así decidió no amilanarse, no pensaba ser menos que aquel cuadrúpedo.

-Me parece bien -dijo en tono desafiante y competitivo, aunque amistoso-. Pero ni una repetición más, esta es la última oportunidad para ambos -le aclaró-. Así que a la de tres... ¡Una!... ¡Dos!... ¡Y tres! -el roedor humanoide salió a la máxima velocidad que pudo y comenzó a escalar aquella desnivelada zona.

Al final no era tan difícil como se temía. Aunque estuvo a punto de caerse en un par de ocasiones por pisar justo en el borde, logró equilibrarse mientras alzaba su otra pierna hasta el siguiente escalón. Finalmente llegó a la cima, desde la cual salió en sprint, a la máxima velocidad que pudo, hacia la meta, hacia su triunfo, creyéndose ganador.

-¡Vamos, Sam! -gritó-. ¿No puedes hacerlo mejor?

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Edit1: este fue por error -_-'
Edit2: Para explicar que el edit1 fue por error -_-'

[Deja]

Bajé saltando con galante, tan decidido como lo hube estado en toda la competición. Era bastante probable que corriendo sin parar en cada placa se llegaría sin heridas. Bueno, en mi caso, porque el pobre Mickael se encontraba en el suelo. Me dispuse a tomar toda la carrerilla que pude: con tres pares de zancadas me enfrenté en línea recta contra los saltos. ¡Esta vez sí que no iba a parar!

Di un paso, pero mi carrera fue interrumpida. No por el vértigo, ni nada, si no por la voz de mi nuevo amigo, Mickael. “La última oportunidad”, o sea, que si no lo conseguía entonces, no lo conseguiría nunca porque tendría que volver la explanada. Más que asustarme (aunque no creí que lo hiciera por ello), eso me dio más ánimo y más ganas de arrancar y salir escopetado hacia la meta.

Volví a retroceder el paso que había dado, me lamí el hocico con la lengua y rasqué el jardín con mis zarpas. Estaba más que preparado para salir. Di el paso para salir, ¡pero, vamos! Otra vez, apareció Mickael y me interrumpió. Salió corriendo sin pensárselo y empezó a dar zancadas por doquier, saltando de zona en zona.

-”¡Pero bueno, señor! ¿Qué está usted haciendo?” Ahora te cojo, tranquilo... -murmuré para que no me escuchara-. ¡Allá voy!

Salí corriendo, pateé hasta la primera zona y salté sin parar, corriendo de zona en zona, tal y como había hecho mi compañero. En poco tiempo llegué hasta arriba de todo. Él seguía corriendo, hacia el punto de partida, hacia dónde habíamos partido.

-¡Serás! -y corrí tan rápido como pude. A pesar de ello, llegamos empatados, quizás yo un poco más tarde, pero da lo mismo, no nos jugábamos nada, sólo nuestra amistad.

Cuando paramos, un poco fatigados por el sprint, lo miré de arriba abajo y me puse a dos patas, para intentar alcanzar su altura. Tras eso, apoyé mis dos extremidades delanteras en su pecho, para no perder el equilibro. Saqué la lengua y pregunté:

-¿Repetiremos? ¡Jum, jum! ¡Eres un tramposo, pero me caes bien! -bajé y le miré a la cara-. ¿Te puedo llamar Mick?

[Mickael]

Justo cuando el roedor estaba a punto de llegar a meta notó la presencia de su competidor cercana a él y tuvo que apurar el paso para evitar que lo sobrepasara. Al final no hubo un claro ganador y la carrera quedó en empate. Mickael se paró a descansar en cuanto pudo, cansado. Incluso para él, que tenía un físico bastante resistente, aquella pequeña carrera resultara más dura de lo esperado, por lo que necesitaba coger aire.

Al joven hombre-rata le sorprendió que su compañero le imitara al colocarse a dos patas y apoyara sus otras dos en su pecho. Sorprendentemente, eran casi de la misma altura.

-¿Repetiremos? ¡Jum, jum! ¡Eres un tramposo, pero me caes bien! -le acusó con cariño-. ¿Te puedo llamar Mick?

-¿Tramposo yo? ¡No, oye, si no conoces las reglas no te las inventes! ¡Ja, ja, ja! -río-. Y si, puedes llamarme Mick, aunque nunca nadie me había llamado así... y podemos repetir cuando quieras, pero me da que ya va siendo hora de comenzar con el entreno -comentó, suponiendo que el resto de los aprendices ya se estarian despertando y empezando a salir de sus “madrigueras”-. Así que ya sabes.

El híbrido se calló por un momento. Era realmente curioso, pero desde hacía un buen rato no tartamudeaba, cosa habitual en él cuando trataba con desconocidos. Se extraño por este curioso fenómeno, ¿acaso estaba empezando a sentirse integrado en aquel lugar? No, para eso aún faltaba bastante. Entonces, ¿por qué? Observó un poco al canino que se sujetaba en él. ¿Era por su presencia?¿Le hacía sentir cómodo?¿Sería por su aspecto animal, que le daba mejores vibraciones que otros? Sea como fuera, acababa de crear un vínculo con aquel ser. Y eso lo hacía muy feliz.

-Creo que puedo llamarte amigo -susurró-. Mi primer amigo...

[Deja]

-¿Tramposo yo? ¡No, oye, si no conoces las reglas no te las inventes! ¡Ja, ja, ja! -saqué la lengua como gesto de amistad.

¡Había hecho un amigo! O eso decía él, ¡ji, ji! Algo parecido a mi relación con los otros perros de Tierras de Reino, ¡amigos! Ese vínculo especial. El poder contar con él siempre que quisiese. ¡Wow! Qué maja era la gente de Tierra de Partida.

Divisé a mi izquierda, a lo lejos, una pequeña criatura que poseía un globo en la cabeza. Campaba a sus anchas por los jardines de Tierra de Partida. Se acercó a nosotros e interrumpió la conversación.

-¡Ustedes dos deberían estar en los entrenamientos!

-¿Sí? ¡Oh!, venga, vamos al entrenamiento -medité un rato la proposición... pero me había caído demasiado bien como para dejarlo ahí-. Si quieres quedamos después del entrenamiento, ¿va?

Increíble, una criaturilla súper extraña había entablado conversación con nosotros y, además, el pequeño mensajero nos había dicho que entrenáramos. ¿Sería un súbdito de los maestros?

-¿Y este qué es?

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10px para Rydia, el resto para mí.