Fátima vio cómo Ivan recogía a Pichu al tiempo que una horda de Sincorazón se extendía por la biblioteca. Se quedó paralizada, incapaz de reaccionar, con un sudor frío resbalándole por la espalda.
—¡¡Volvemos a la nave!! — le gritó Ivan.
Al verle correr su cuerpo reaccionó y se precipitó hacia las escaleras. Vio a Ivan pegar un inmenso salto y luego lo perdió de vista. Con desazón, supo que no se detendría a esperarla y que más le valía apañárselas por su cuenta.
No recibiría ninguna ayuda.
El bolso la incordiaba y pesaba una barbaridad. Pero su mano libre se aferraba con tenacidad a él. No iba a dejarlos ahí para que fueran pasto de los Sincorazón.
Empezó a bajar las escaleras tan rápido que tropezó y cayó rodando. Se golpeó la cabeza y vio las estrellas. Una sombra se interpuso en su campo de visión y, más tarde daría mil gracias a Nanashi mentalmente (otra vez) por su estricto entrenamiento, tomó impulso con las piernas y consiguió incorporar se a tiempo de esquivar. El Sincorazón que se alzaba, flotando, frente a ella tenía un extraño gorro de bruja y, curiosamente, no tenía los ojos amarillos de sus compañeros. Alzó un bastón y Fátima notó cómo se cargaba el ambiente. Notó una chispa en un brazo y su instinto la hizo apartarse de un salto. Justo a tiempo de evitar que un relámpago la achicharrara.
Fue escopetada hacia la salida. No veía a Ivan por ninguna parte. Maldijo internamente al chico y aceleró hasta el punto de que le ardieron las piernas.
De pronto notó un golpe. Bajó la mirada y vio que todo su brazo izquierdo, a excepción de la mano, estaba recubierto por una capa de hielo. El corazón le dio un vuelco y estuvo a punto de detenerse a examinar con perplejidad el hielo. Sin embargo, su instinto la impulsó a no parar bajo ningún conceptoy, por fin, salió de la biblioteca.
El brazo le ardía y se le saltaron las lágrimas. ¡Dolía muchísimo!
Por el rabillo del ojo captó un nuevo ataque y frenó bruscamente para lanzarse a un lado. Una bola de fuego, lanzada por otro de esos Sincorazón magos, por poco se le estampó en plena cara.
“¡Me van a matar!” pensó, desesperada.
¡No quería morir ahí!
Por suerte, la nave no estaba muy lejos… Solo tenía que girar por aquella esquina… Los Sincorazón la rodeaban por todos lados y notaba la presión de un grito en la garganta que pugnaba por salir y desvelar su terror. Pero solo corrió con más rapidez, notando cómo se acercaban a ella.
Entonces vio a Ivan.