[País de Nunca Jamás] La segunda Estrella a la derecha

[Kousen]

Participantes:
- Hitori Yagari
- Kousen Zephyr

Ubicación:
Tierra de Partida > País de Nunca Jamás

Cronología:
Kousen: Posterior a "Muñequita de Trapo", antes de "Ocaso de una Estrella"
Hitori: Posterior a "La Adorable Fantasma", antes de "Ocaso de una Estrella"

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Fin de Semana en Tierra de Partida. Acababa de aprovechar el insomnio que me hizo despertarme realmente temprano para salir a los jardines y entrenar un rato tanto hechizos como movimientos y reflejos, hasta ahora había logrado dominar con facilidad los elementos fuego, luz y electro; sin embargo otros como el hielo y el agua parecían resistirse. En cuestión de movimientos había mejorado bastante, y ya era capaz de planear un poco, aunque me quedaba mucho para controlarlo como debería... el chichón en mi cabeza era una clara señal.

Recogí mi chaqueta del suelo y me la cargué a la espalda, caminando al castillo jadeando y agotado, deseando una buena copa de zumo de naranja bien frío servido con algo sólido. Houma asomaba la cabeza desde uno de los bolsillos de la prenda que portaba, mostrando su avidez común por el alimento.

Aquella noche había estado fatal. El calor era insoportable, y no paraba de rondarme la cabeza la muñeca de Lyn... Una maestra que parecía tan dura como ella tenía unos fuertes sentimientos de dependencia de aquel pequeño juguete. O un recuerdo muy fuerte y a la vez doloroso.

Decidí dejar de pensar en ello y me dejé caer en una de las sillas del comedor, agotado y llevándome el zumo helado a la boca, bebiendo con avidez.

— Aaaaah... — suspiré aliviado — Esto si que ayuda a recuperar las ganas de vivir por la mañana...

Estaba tan ensimismado en alimentarme que no me di cuenta de como Houma salía disparado del bolsillo, lanzándose en dirección al desayuno del pobre aprendiz que estaba sentado a mi lado, de ojos verdes y cabello castaño. Sin embargo, no empezó a comerse sus alimentos, sino que olisqueó de cerca algunos de ellos.

— ¡Houma! ¡Ni se te ocurra! — dije al hambriento hurón de fuego.

El pequeño animal ignoró mis palabras, y miró al aprendiz con una cara suplicante, al parecer muy interesado en un pedazo de lo que estaba desayunando.

[Hitori]

Hitori comía relajadamente, rodeado del resto de aprendices de Tierra de Partida, pero sin estar con nadie en concreto. No tenía nada que hacer en aquel día, ya que Akio parecía haberle ignorado y no le había mandado deberes para el fin de semana. El joven no tenía razones para quejarse, pero sentía que aquellos dos días serían aburridos sin nada que hacer.

—Bueno... quizás pueda ir a leer a la biblioteca, o a practicar con el látigo —suspiró. ¿Dónde estarían el resto de aprendices que conocía? Kit, Nadhia, Ragun y Fyk no estaban allí. De hecho, exceptuando a Nadhia, no había visto a los otros tres en algún tiempo— . ¿Qué estarán haciendo...?

De repente, una extraña criatura de pelaje rojizo se abalanzó sobre el plato de Hitori, asustando al chico, que se echó hacia atrás con su silla, soltando un grito agudo. Al ver que los aprendices le miraban y cuchicheaban, Hitori se sonrojó y se encogió en su sitio, mirando al animalillo. En realidad, la criatura era adorable, pero su aparición repentina le había asustado.

Un aprendiz se acercó a Hitori, llamando a la criatura. Se trataba de un joven alto y delgado, posiblemente mayor que Hitori, con el pelo negro y bastante largo, y perilla. Lo curioso del joven era que, detrás de sus gafas, exhibía dos brillantes ojos amarillentos. El chico se fijó también en que tenía orejas algo puntiagudas y unos colmillos considerables, los cuales notó cuando el aprendiz habló.

—¡Houma! ¡Ni se te ocurra! —le regañó. Al parecer, la criatura se llamaba Houma. Hitori sonrió, haciendo ademán de que no se preocupase.

—No pasa nada —dijo, cogiendo un trozo de tostada y dándoselo a Houma, que le miraba suplicante—. Toma, pequeñín. ¿Te gusta?

Acto seguido, Hitori miró al aprendiz, algo tímido. Le sonaba haber visto a aquel chico en algún lado... pero no recordaba dónde ni cuándo.

—Nos... conocemos, ¿verdad? —preguntó, intentando que la pregunta no sonase extraña—. Yo soy Hitori...

[Kousen]

El aprendiz se asustó y dió un grito al ver como Houma aparecía de repente, pero al poco se calmó-

—No pasa nada —dijo, ofreciéndole un trozo de su tostada—. Toma, pequeñín. ¿Te gusta?

Houma dejó escapar un chirrido de felicidad descontrolada, aceptando el ofrecimiento del joven y comiendo realmente feliz. El chico me miró y me dirigió la palabra

—Nos... conocemos, ¿verdad? — me preguntó con dificultad —. Yo soy Hitori...[/quote]

La verdad es que me costaba mucho recordar una cara cuando había tantísimas en aquel lugar y día tras día, así que tuve que esforzar mi memoria para encontrar a aquel chico. Al principio no me sonaba de nada, pero finalmente recordé haberlo visto en San Valentín, junto a una chica que me echó una suerte de bronca.

— ¡Oh, cierto! — dije — Eres aquél chico de San Valentín, ¿verdad? Yo soy Kousen, encantado

Di otro trago a mi zumo de naranja sin apartar la vista, y Houma terminó con su regalo, subiéndose a los hombros del aprendiz y dando un par de vueltas entre unos ruidos agudos para luego quedarse ahí. Reí y acaricié la cabeza al pequeño animal.

— ¡Vaya, parece que le has caído bien!— señalé — Será un glotón, pero esta hecho un pedazo de pan

Esperé a este me contestase mientras tomaba algo sólido para llenarme el estómago, me apetecía algo salado y consistente.

[Hitori]

El aprendiz se quedó mirando a Hitori y a su mascota, mientras tomaba el desayuno. Después de unos segundos, pareció venirle algo a la mente.

—¡Oh, cierto! —exclamó— Eres aquél chico de San Valentín, ¿verdad? Yo soy Kousen, encantado

—Es verdad, ya recuerdo —sonrió.

Mientras conversaban, Houma se comía el trozo de tostada que Hitori le había dado. El pequeño animalillo parecía feliz, ya que cuando acabó, se acomodó en los hombros del joven.

—¡Vaya, parece que le has caído bien!—comentó Kousen, acariciando a su mascota— Será un glotón, pero esta hecho un pedazo de pan

—Es muy mono... —murmuró Hitori, sonrojándose un poco y acariciándolo—. Ojalá yo tuviese también una mascota.

Al cabo de poco tiempo, Hitori terminó su desayuno, pero decidió esperar a que Kousen terminase también. El chico quería estar un poco más con aquel animal, y la compañía del aprendiz también era agradable.

[Kousen]

Seguimos conversando incluso cuando Hitori acabó su desayuno, quedándose sentado y esperando a que yo acabase. Una vez encontré mi estómago satisfecho con toda clase de rebanadas de pan y bollería variada, decidí levantarme de la mesa y pasear un rato por los pasillos sin un rumbo fijo, hablando más con Hitori según pasaba el tiempo.

En un principio no hacíamos más que cruzarnos con aprendices que iban de aquí para allá y tuvimos que esquivar un Glider que casi nos mata, con un Moguri enfurecido detrás que no paraba de decirle que no estaba permitido usar semejante armatoste por los pasillos.
Sin darnos cuenta, llegamos a un pasillo que estaba completamente vacío, y de repente estornudé. Un polvillo dorado caía desde el techo, y podía ver unas sombras en el suelo sin ningún cuerpo que pareciese proyectarlas.

— ¿Pero qué...? — no salía de mi asombro.

Mirando hacia arriba pude distinguir varios muebles del pasillo como bancos o sillas, que flotaban libremente por las alturas chocando entre ellos o con las paredes. Estaban envueltos en una especie de arenilla o polvo que emitía destellos dorados.
Antes de que pudiese incluso preguntarle a Hitori su opinión sobre todo aquello, la voz enfadadísima de un Moguri sonó desde delante de nosotros.

— ¡Ajá, os he pillado!¡Kupó! — Era Mog, el lider de los Moguris de Tierra de Partida — ¡Se os va a caer el pelo cuando se lo cuente a los maestros, kupó!

— P... ¡pero si nosotros no hemos hecho nada! — exclamé — ¡Acabamos de llegar del comedor y nos hemos encontrado este estropicio, no saques conclusiones precipitadas!

El pequeño ser dejó escapar un resoplido de indignación

— ¡Ya, claro! ¿Y se puede saber quién iba a hacer esto, kupó? — señaló los muebles con su pequeña patita — ¡Eso es polvo de hadas! Sólo un aprendiz que lo haya traído desde otro mundo podría haber hecho eso, kupó.

¿Polvo de Hadas? Era la primera noticia que tenía de semejante cosa, ni siquiera creía que las hadas fuesen reales... aunque claro, me encontraba ante un ser esponjoso y que volaba con un pompón colgando de la frente. Alguien había estado haciendo trastadas y como no había nadie más sospechoso alrededor, nos quería cargar el mochuelo a nosotros.

— ¿¡Y porqué íbamos a hacer nosotros eso!? ¿Acaso tienes pruebas? Puedes preguntarle a cualquiera que haya estado en el comedor, venimos de allí — Defendí nuestra inocencia.

— ¡Kupó! ¡Eso es lo que diría un culpable! — nos señaló, pero ondeó el pompón y giró sobre si mismo como pensando, para luego volver a mirarnos — Está bien, kupó. Como hoy me siento magnánimo, os daré una oportunidad ¡Quiero pruebas de quién es el verdadero culpable y las quiero hoy! De otro modo, iré a buscaros y os llevaré ante Nanashi, ¡kupó! — advirtió.

Parece que tendríamos que buscar al causante de aquella travesura si queríamos librarnos de un castigo injusto. Pero el mundo estaba lleno de aprendices, maestros, Moguris y un gran número de otras criaturas que podían haberlo hecho ¿Tendríamos que peinar toda Tierra de Partida para encontrarlo?
El polvo dorado siguió cayendo ante nosotros, como la arena que cae de un reloj de arena contando el tiempo.

[Hitori]

Tras acabar el desayuno, los dos jóvenes salieron del comedor, y se dedicaron a pasear por los pasillos del gran castillo, hablando de temas triviales. Exceptuando la gente que iba y venía, haciendo ruido, y algún loco que iba en Glider por medio de los pasillos, parecía ser un fin de semana tranquilo. Sin embargo, la calma se rompió.

Los dos aprendices se detuvieron en seco al ver un extraño polvo dorado que caía del techo. Kousen estornudó, mientras que Hitori elevó la mirada, quedándose perplejo. Los dos acabaron mirando hacia arriba, donde había un montón de muebles flotando sin razón aparente.

— ¿Pero qué...?

—¿Magia? —quiso decir Hitori, pero la estridente voz de un moguri se lo impidió.

— ¡Ajá, os he pillado!¡Kupó! ¡Se os va a caer el pelo cuando se lo cuente a los maestros, kupó!

Hitori se puso pálido al ver a la pequeña criatura amenazarles. Por suerte, Kousen intervino, excusándoles.

— P... ¡pero si nosotros no hemos hecho nada! ¡Acabamos de llegar del comedor y nos hemos encontrado este estropicio, no saques conclusiones precipitadas!

Hitori se limitó a asentir, y siguió mirando los muebles que flotaban. Por un momento, sintió como si su cuerpo fuese más ligero también, pero se olvidó de ello cuando el Moguri continuó con sus gritos.

— ¡Ya, claro! ¿Y se puede saber quién iba a hacer esto, kupó? ¡Eso es polvo de hadas! Sólo un aprendiz que lo haya traído desde otro mundo podría haber hecho eso, kupó.

—¿Polvo de hadas? —preguntó Hitori. No le sonaba de nada aquel nombre, aunque parecía mágico en cierto modo.

— ¿¡Y porqué íbamos a hacer nosotros eso!? ¿Acaso tienes pruebas? Puedes preguntarle a cualquiera que haya estado en el comedor, venimos de allí

— ¡Kupó! ¡Eso es lo que diría un culpable!Está bien, kupó. Como hoy me siento magnánimo, os daré una oportunidad ¡Quiero pruebas de quién es el verdadero culpable y las quiero hoy! De otro modo, iré a buscaros y os llevaré ante Nanashi, ¡kupó!

Dicho esto, el Moguri se alejó volando rápidamente, dejando a los dos aprendices con el estropicio. Hitori miró a Kousen, sin saber qué hacer.

—¿Cómo nos vamos a encargar de esto...? —suspiró—. B-bueno, supongo que lo primero será descubrir qué es el polvo de hadas... ¿buscamos en la biblioteca... o algo?

[Kousen]

—¿Cómo nos vamos a encargar de esto...? — me preguntó Hitori—. B-bueno, supongo que lo primero será descubrir qué es el polvo de hadas... ¿buscamos en la biblioteca... o algo?

Me encogí de hombros y dejé escapar un suspiro de pereza. Al final el día de había acabado torciendo de una manera u otra.

—Supongo que no tenemos más remedio — volví a estornudar — O eso o preguntarle a alguien, aunque no tengo ni la más minima gana de que nos pregunten para qué es.

Comenzamos a andar de nuevo por pasillos, deshaciendo nuestro camino anterior y encaminándonos a la biblioteca del castillo. Moguris iban de aquí para allá constantemente, y eché un ojo especial a todo aprendiz que se nos cruzaba... si veía a alguno con polvo dorado por encima se la iba a cargar.
Mala suerte, pues todos parecían no saber nada de todo aquello o el culpable se había limpiado a conciencia. Llegamos a la escalera de la biblioteca y casi me tropiezo, pero no perdí mucho el equilibrio por alguna razón. Me sacudí más polvo dorado del pelo y resoplé.

— Pffff... hadas. — dije como incrédulo — Bueno, vamos a buscar información.

Pedí a Houma que nos esperase en una de las columnas de la entrada, pues seguro que nos echaban si entrábamos con una mascota al extenso archivo de la biblioteca. Cruzamos el umbral y llegamos a aquel gran recinto en el que la luz dorada entraba a raudales por las vidrieras, dejando ver el polvo creando danzarinas coreografías al reflejarla.

— Hitori, creo que será mejor que nos dividamos para peinar mejor los libros. — Señalé a las estanterías del fondo — Yo me encargaré de esas, tu ve a la mitad más cercana ¡nos veremos en esa mesa de enmedio!

Apreté el paso y me sumergí entre aquellos estantes de madera envejecida, que parecían algo más oscuros que el resto. Comencé a ojear libros llenos de teorías, uno tras otro, pero nada de polvo de hadas. Me llamaron la atención algunos tratados sobre aplicaciones de la magia en combate físico, pero los aparté para no entretenerme... no sin mirar un poco antes, claro.
Tras moverme un rato entre categorías encontré algunas menciones de aquella sustancia tan singular que estábamos buscando en algunos libros, casi todos infantiles: "Nunca Jamás, paraíso de la niñez", "Infancia en la Segunda estrella", "Garfio y Pan". Empecé a desanimarme al pensar que solo serían de fantasía, pero un cuaderno de exploración me sacó una sonrisa de victoria. Algún viajero había recopilado información sobre los numerosos mundos por los que había pasado y nombrada el polvo de hadas en la sección titulada "País de Nunca Jamás".
Tomé todos aquellos libros y los llevé hasta la mesa donde habíamos quedado, añadiendo uno más sobre el uso del polvo de hadas en actividades del día a día que encontré tirado por ahí.

— ¡Bingo! — dije a mi compañero — He encontrado bastante sobre lo que andábamos buscando, así que no creo que haya problemas.

[Hitori]

Kousen aceptó, resignado, a ir a la biblioteca. No había otro modo de descubrir qué era el polvo de hadas ni de dónde procedía.

—Supongo que no tenemos más remedio —el aprendiz volvió a estornudar— O eso o preguntarle a alguien, aunque no tengo ni la más minima gana de que nos pregunten para qué es.

—Tienes razón... vamos, pues.

Los dos aprendices tuvieron que dar media vuelta y volver por donde habían ido, para tomar finalmente un camino que llevaba a la biblioteca. Kousen observaba a cada aprendiz que pasaba, aunque Hitori desconocía la razón. "¿Será para ver si alguien lleva algo sospechoso?"

Al llegar a la biblioteca, Kousen dejó a su mascota en la puerta, ordenándole que esperase. Hitori acarició suavemente la cabeza del animalillo y entró junto con su compañero en la sala. Una vez dentro, se divieron el trabajo. Kousen se dirigió a las estanterías del fondo, mientras que Hitori quedó encargado de las más cercanas a la puerta.

—Debería empezar por mirar el registro... —se dijo, abriendo el cuaderno de entradas y salidas de libros.

El cuaderno indicaba nombres de aprendices y los movimientos de los libros. El chico comprobó que los últimos libros ingresados eran "Artes Arcanas: Técnicas de combate del estilo Albertesco", "Guía práctica de la magia" y... "Polvo de hadas y sus usos cotidianos". Sin embargo, el nombre en éste último no aparecía.

—Alguien lo sacó... pero no pone quién —suspiró, decepcionado.

Tras inspeccionar algunas estanterías sin éxito, el chico volvió a la mesa, donde Kousen le esperaba con una sonrisa.

— ¡Bingo! —exclamó, entusiasmado— He encontrado bastante sobre lo que andábamos buscando, así que no creo que haya problemas.

—Perfecto. Yo miré el registro... Pone que alguien sacó este libro —cogió "Polvo de hadas y sus usos cotidianos" y lo hojeó—. Pero no pone quién.

Hitori cogió los demás libros y miró por encima su contenido. Todos hablaban de un lugar fantástico llamado "Nunca Jamás", donde los niños nunca crecían y las hadas, sirenas, piratas... vivían. Y lo mejor: Parecía ser real. El entusiasmo de Hitori crecía a cada página que pasaba. Un mundo así debía de ser apasionante y divertido.

—¡Tenemos que ir! —exclamó. Luego, algo ruborizado, tosió un poco—. Q-quiero decir... vamos a buscar pistas.

***

Después de que los dos jóvenes se hubieran preparado, se dirigieron a los jardines del castillo, donde invocaron sus Gliders y entraron en el espacio exterior. Siguiendo las indicaciones de un mapa hecho por un viajero, que había dentro de uno de los libros, los dos aprendices llegaron rápidamente a aquel mágico mundo.

[Kousen]

—Perfecto. Yo miré el registro... Pone que alguien sacó este libro —Se refirió al libro que había encontrado en último lugar—. Pero no pone quién.

Así que al parecer nos acercábamos a la pista del culpable, aunque seguía escapándose de nuestras manos como la arena entre los dedos. Estuvimos un rato mirando los libros sobre aquel mundo del que parecía proceder el polvo de hadas, y Hitori habló al poco tiempo:

—¡Tenemos que ir! —exclamó. Luego rectificó—. Q-quiero decir... vamos a buscar pistas.

Lo comprendía perfectamente, a mi también me parecía más que interesante visitar aquel mundo tan peculiar y lleno de magia del que hablaban los libros que miramos. Aunque yo era prácticamente lo más cercano a un adulto completo...
Asentí a su propuesta y bajamos los escalones de tres en tres, recogiendo a Houma y yendo a todo trapo hasta los jardines frontales del castillo.

Una vez allí transformamos nuestras armas en sus formas de Gliders y presionamos la placa metálica que contenía las armaduras que nos permitían cruzar el intersicio de los mundos. Apenas había hecho uso de estos, así que me encontré más que dispuesto cuando ascendimos hasta el portal que abría el camino al espacio exterior.

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Una vez en la basta infinidad del cosmos, me maravillé observando las nebulosas, auroras y estrellas que la llenaban mientras pasábamos a toda velocidad entre mundos que logré distinguir con el rabillo del ojo: Una gran calabaza con dos ciudades surgiendo de ella, una esfera de agua rodeada de rocas, un páramo de tierra yerma y nubes junto con otros muchos.

Y al fin llegamos a nuestro destino. Una gran urbe sobre la que sobresalía la torre de un gran reloj descansaba en un lado del mundo, aunque pasamos de largo y nuestro interés se enfocó a una isla localizada en mitad del océano, cruzada por un arcoiris y con lo que parecía ser un barco pirata anclado en las proximidades. Buscando un lugar adecuado donde aterrizar sin llamar la atención, decidimos tomar tierra en una formación rocosa con forma de calavera que estaba algo más alejada.

— Creo que ahí podremos empezar a explorar sin levantar sospechas con nuestra llegada — señalé el lugar.

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Descendimos hasta el islote con forma de Cráneo y una vez en su interior, desmontamos de los Gliders e hicimos desaparecer las armaduras en un brillante destello.
Efectivamente, el lugar estaba desierto, ni un alma nos estaba esperando en aquel lugar... Y tampoco Sincorazón, por suerte. Di unos pasos al frente, observando el entorno.

— Menuda fiesta de bienvenida, ¿eh? — dije con sarcasmo — Ya solo faltan los fuegos artificiales.

Dicho y hecho, nada más acabar la frase pude ver como algo de un brillante color dorado salía volando desde una de las plataformas de roca superiores y empezaba a dar vueltas a nuestro alrededor. Impactado, intenté discernir de qué se trataba, y pude comprobar que tenía forma humana, de chica. Se trataba ni más ni menos que de un hada.

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— U... un hada de verdad...—. dije, atónito. Jamás habría pensado que "polvo de hadas" era algo tan literal.

Sin más aviso, noté frío en los pies. Alarmado, miré hacia abajo y pude comprobar que nos estábamos mojando. La marea estaba subiendo.

[Hitori]

Los dos jóvenes aterrizaron finalmente en aquel mundo. Se decantaron por una gran archipiélago de origen rocosa, presidido por una enorme calavera del mismo material.

—Creo que ahí podremos empezar a explorar sin levantar sospechas con nuestra llegada — Kousen señaló la roca con forma de calavera que, en realidad, estaba hueca por dentro. Era un buen lugar para aterrizar.

Al llegar a ella, hicieron desaparecer sus Gliders y sus armaduras, y observaron tranquilamente el lugar. Estaba completamente desierto: Ni sincorazón, ni gente, ni nada. Tan sólo paredes de roca algo húmedas y erosionadas.

—Menuda fiesta de bienvenida, ¿eh? —comentó Kousen, sarcástico— Ya solo faltan los fuegos artificiales.

Hitori rió levemente, sin dejar de observar el sitio donde estaban, aunque no había mucho que ver.

—Ya ves. Todo muy mágico...

Sin embargo, un ser mágico sí apareció. Rodeada de un halo dorado, que la hacía parecer una pequeña luz voladora, apareció un hada. Era como una mujer de dimensiones diminutas, de cabello rubio y con un vestido verde. Tenía también un par de alas blanquecinas que movía con gran velocidad mientras volaba.

—U... un hada de verdad... —dijo Kousen, perplejo. Al parecer, el aprendiz no acababa de creérselo.

—¡H-hola! —saludó Hitori, impresionado—. ¿Cómo te llamas? ¿Puedes entendernos?

El hada asintió con la cabeza, pero no dijo ni una palabra.

—Um... ¿no puedes hablar? —negó con la cabeza.

De repente, los aprendices notaron una sensación fría y húmeda en los pies... el agua estaba llegando hasta ellos. Por la humedad en las paredes, que llegaba hasta muy arriba, Hitori dedujo que la marea solía subir bastante. Tenían que salir de inmediato.

Entonces, el chico recordó los muebles que flotaban.

—¡P-perdona, señorita hada! ¿Puede ayudarnos? Tenemos que salir de aquí... —pidió—. Usted puede hacernos flotar con su polvo de hadas, ¿verdad? Si pudiese darnos un poco...

El hada se mostró algo dudosa al principio, pero terminó rociándolos al ver su situación. Como si su cuerpo empezase a pesar menos, Hitori flotó en el aire y pudo elevarse y descender a voluntad, así como moverse por donde quisiera. Estaba, literalmente, volando.

El chico esperó a que Kousen pudiese hacer lo mismo para salir juntos de aquella isla con forma de calavera.

[Kousen]

Al parecer el hada no podía hablar... o más bien no podía articular nada en nuestro idioma o al volumen suficiente, pero por lo que Hitori conversó con ella parecía que podía entendernos perfectamente.

La situación cada vez pintaba peor, pues las olas cada vez traían una cantidad mayor de agua, y esta parecía subir a una velocidad y nivel alarmantes en todo el recinto. Empecé a preocuparme y preguntarme si podríamos salir a nado por alguna parte, pero Hitori encontró la situación al problema bastante rápido.

—¡P-perdona, señorita hada! ¿Puede ayudarnos? Tenemos que salir de aquí... —preguntó a la pequeña—. Usted puede hacernos flotar con su polvo de hadas, ¿verdad? Si pudiese darnos un poco...

Esta se giró y colocó una mano en su barbilla como pensativa y resistiéndose al principio, pero juraría que en un momento chasqueó los dedos y levantó la cabeza, como si acabase de tener una idea. Empezó a girar a toda prisa a nuestro alrededor de abajo a arriba, rociándonos con el polvo que ya habíamos visto en acción en Tierra de Partida, y al poco tiempo Hitori ya estaba en el aire, flotando y volando a su antojo.

El joven se quedó mirándome y esperando a que yo hiciese lo mismo, así que tomé aire e impulso, luego salté y... caí de bruces al suelo, empapándome el pecho.
Me levante tosiendo agua y me sacudí un poco ¿Porqué no funcionaba? Volví a saltar varias veces, sin ningún éxito.

— ¿Qué pasa?... Quizá realmente solo funciona en los niños, o algo —. Miré a Hitori, aún sorprendido de como podía volar junto al hada, y juraría que esta se llevaba una mano a la cara por mis fallos.

El agua siguió entrando a raudales por los agujeros de las rocas, no había más tiempo para pensar.

— ¡Argh, al diablo con esto! — Invoqué la Llave Espada y la lancé al aire, dando una vuelta a la cueva y regresando como Glider. — ¡Nos vamos de aquí pitando!

Alcé el vuelo junto a los dos y salimos a toda prisa por uno de los "ojos" de aquel sitio. Pasamos a toda velocidad sobre la superficie del agua en dirección a la isla, y el hada iba a mi lado. Juraría que miraba mis orejas.

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Aterrizamos en una especie de golfo de rocas en un lateral de la isla, con una pequeña plataforma en el centro rodeado de agua, y terminé de escurrir de agua lo que el viento no había secado. Miré a nuestra pequeña amiga.

— Gracias por sacarnos de ahí, si no, a saber que habría pasado —. Esta emitió una especie de tintineo como una campanilla, y asintió orgullosa. — ¿Sabes porqué yo no he sido capaz de volar?

Ella hizo una serie de gestos intentando explicarlo, pero fui incapaz de entender nada. Miré a Hitori e hice un gesto con la cabeza, indicando que debíamos movernos. Salimos a un camino de tierra algo accidentado y con algunas columnas que nos dejó al fin en una laguna interior escudada del mar por una pared de lo que parecía ser roca rojiza llena de coral. En el centro se levantaban otras iguales, siempre observando el entorno en busca de pistas.
No encontramos nada, así que seguimos caminando por el borde del agua, y juraría que vi una enorme cola de pez junto a las rocas.

[Hitori]

Hitori esperó en vano a que Kousen echase a volar como él, pues su compañero no parecía capaz. Lo único que logró al dar un salto fue caer de bruces en el agua, mojándose el pecho. El hada parecía decepcionada, mientras que Hitori miró a Kousen con preocupación.

—¿Qué pasa?... Quizá realmente solo funciona en los niños, o algo.

—¿N-niños...? —se preguntó Hitori, esbozando una media sonrisa de molestia. Evitó decir nada, pero no se consideraba a sí mismo un niño teniendo 17 años.

El agua continuaba subiendo, y al ser incapaz de volar con los polvos de hadas, Kousen desistió e invocó su Llave Espada.

—¡Argh, al diablo con esto! ¡Nos vamos de aquí pitando! —exclamó, montando en el Glider y saliendo de aquella isla junto con Hitori y el hada.

Debido a que los dos jóvenes desconocían el mundo, se limitaron a seguir al hada, que pronto los llevó hasta un golfo con unas rocas de un color algo más claro que las anteriores. Cerca de ellas había tierra firme, pero los aprendices aterrizaron en una roca algo más grande y elevada. Kousen se secó el pelo, mientras Hitori aterrizaba grácilmente.

—Gracias por sacarnos de ahí, si no, a saber que habría pasado —agradeció Kousen, haciendo que el hada hiciese un sonido similar al de una campanilla—. ¿Sabes porqué yo no he sido capaz de volar?

El hada, incapaz de hablar, hizo una serie de gestos que ninguno de los dos entendió.

—Quizás haya alguien que la entienda... —pensó Hitori en alto—. Pero bueno, lo primero es lo primero.

Los dos jóvenes caminaron por tierra firme, cerca de la orilla, buscando gente o pistas que les ayudasen a encontrar al culpable del polvo de hadas. Después de un rato, vieron a algunas mujeres. No obstante, no eran mujeres comunes... ya que tenían cola de pez. Se peinaban tranquilamente, sentadas en una roca, conversando entre ellas. Hitori las reconoció de un libro de cuentos: Eran sirenas. Al ver a los dos chicos acercarse, les llamaron.

—¿Estáis perdidos, chicos? —preguntó una, con voz melodiosa—. Acercáos, venid a pasar un rato con nosotras.

Las otras tres seguían conversando y riendo. Una empezó a cantar sin más, mientras hacían gestos de que se acercasen.

—Um, no, gracias... tenemos algo de prisa —les dijo Hitori, sin prestar mucha atención—. Sólo queríamos saber si habíais visto a alguien sospechoso... o sea, alguien vestido así, como nosotros.

—Puede ser... os lo diremos si venís un rato a pasarlo bien —dijo otra, guiñando un ojo.

Hitori miró a su compañero y se encogió de hombros.

—No importa, muchas gracias —dijo Hitori, haciendo una ligera reverencia y dando media vuelta. Le hizo una señal a Kousen para que se fuesen—. Ya preguntaremos por ahí, que si no nos harán perder mucho tiempo...

—¡Oh, venga, no os vayáis! —oyeron llamar a sus espaldas, mientras algunas cantaban—. ¡Chicos...!

[Kousen]

No había alucinado viendo una cola de pez, ni se trataba de una carpa enorme u otro animal marino. Eran sirenas. Hadas y ahora sirenas, todo mi esquema de lo imaginario se me venía abajo por momentos.

—¿Estáis perdidos, chicos? —dijo una de ellas de forma cantarina—. Acercáos, venid a pasar un rato con nosotras.—. Hizo señas con el dedo para que nos acercásemos.

Sus compañeras en la laguna eran todo menos pocas, pues se encontraban en distintos lugares de las rocas saludando, cantando, acicalándose o bien tocando un arpa. Nada más vernos empezaron a hacer gestos cada vez más claros para que nos acercásemos.

—Um, no, gracias... tenemos algo de prisa —Respondió Hitori, al parecer sin hacerles mucho caso—. Sólo queríamos saber si habíais visto a alguien sospechoso... o sea, alguien vestido así, como nosotros.

—Puede ser... os lo diremos si venís un rato a pasarlo bien —Otra de ellas nos vino con quitarle importancia al asunto y con evasivas.

Aquel guiño y los demás ademanes no lograron hacer nada, pues mi nivel de atención para ellas era completamente nulo. Seguí observando los alrededores buscando alguna marca de tránsito dejada por otro aprendiz, pero no pude observar nada.

— No vamos a sacar nada en claro con este panorama... — suspiré, aburrido.

Hitori se giró a mirarme y se encogió de hombros, al parecer compartiendo mi opinión.

—No importa, muchas gracias —dijo este, mientras empezamos a continuar nuestro camino.

Me comentó que aquello sería una pérdida de tiempo, así que encogí también los hombros y me llevé las manos a los bolsillos mientras caminábamos por el fino camino al borde de la laguna, procurando no caernos al agua. Teníamos dos caminos posibles a tomar: Uno por la derecha que llevaba a una zona selvática con un árbol retorcido en medio u otro que nos dejaba en otro camino costero para bordear la Isla.

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En principio iba hacia la derecha, pero el hada me agarró por el cuello de la chaqueta y dió varios tirones con fuerza, intentando llamar mi atención.

— Vale, vale ¿Qué pasa? —. dije como señal de que la había entendido.

Pero ya podía verlo por mi mismo. Huellas. Y no huellas cualquiera, por su tamaño parecían ser de niños o jóvenes... justo lo que andábamos buscando. Se dirigían por el camino de la izquierda, junto a una playa de arena que emergía bajo un acantilado.
Hice señas a Hitori para que las observase y decidí cambiar nuestro rumbo por aquel desvío.

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Efectivamente se trataba de un camino de tierra bastante solitario y calmado, la apetecible playa incitaba incluso a pausarse para relajarse un rato... Aquella Isla me recordaba mucho a mi hogar, mis Islas del Destino. Jamás pensé que sentiría nostalgia de aquel lugar, pero aquella naturaleza conseguía conquistarme.
Ya estábamos como a mitad de camino cuando me di cuenta de que aquello estaba silencioso... demasiado silencioso. Antes nos habíamos encontrado sirenas, un hada y podía escucharse el ruido de diferentes animalillos, pero incluso estos sonaban apagados y distantes. No había nada visible por lo que alarmarse, pero no me gustaba nada.

— Hitori, será mejor que nos demos prisa en seguir las huellas —. Que seguían hasta el final del camino — No me apetece encontrame una emboscada de Sincorazón o de piratas.—

[Hitori]

Tras deshacerse del grupo de sirenas, Hitori y Kousen decidieron seguir su camino. Cuando el mayor de los dos iba a tomar uno de los caminos, el hada se lo impidió, llamándole la atención. Kousen miró al suelo, y Hitori le imitó, percatándose de que había algunas huellas por el suelo, que iban en dirección a la izquierda. Los dos aprendices tomaron ese camino.

Pronto llegaron a la costa, que tenía tanto acantilados como playas, completamente desiertas. Las huellas todavía continuaban hacia delante, por lo que los chicos caminaron siguiéndolas.

—Hitori, será mejor que nos demos prisa en seguir las huellas. No me apetece encontrame una emboscada de Sincorazón o de piratas.

—Tienes razón —dijo el chico, asintiendo. Aceleró el ritmo para llegar hasta el final de las huellas: unas grandes cataratas llenas de vegetación.

Todo estaba muy tranquilo allí. No había ni sincorazón ni personas, tan sólo el agua cayendo y las plantas. Las huellas terminaban sin más, quizás porque en la hierba no habían quedado marcadas.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Hitori, dirigiéndose en especial al hada. No obstante, la respuesta llegó por sí sola: un grupo de Sincorazón apareció ante ellos. Hitori los reconoció, ya que había luchado anteriormente contra un grupo similar. Eran Primates Y, tres de ellos en concreto. Sin embargo, había otros dos que el chico no conocía. Tenían aspecto de piratas, pero con alas que les permitían surcar el cielo. Para Hitori no sería difícil luchar contra ellos, pero Kousen no podía volar sin su Glider...

Hitori tomó la iniciativa, invocando su Llave Espada y lanzándose contra los primates. Asestó un fuerte golpe a uno de ellos, aunque no consiguió derrotarlo. Acto seguido, esquivó con una voltereta lateral el ataque de otro de ellos.

[Kousen]

Hitori aprobó mi proposición, y en unos momentos apretamos el paso hasta donde acababa el rastro de huellas. Cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos en una zona de la que puedo decir poco más que era preciosa.
Unas grandes cascadas de agua nacían en la cima de la isla, cayendo por las paredes de roca y erosionando su camino hasta bajar al mar. El agua que golpeaba contra las rocas se proyectaba en el aire, creando unos arcoiris que abundaban por todas partes, no solo uno. Las plantas crecían en todas partes, verdes y frescas, con numerosas flores y frutos que servían de atención a los insectos de la zona, muy peculiares en aspecto.
No solo insectos, sino otros animales habitaban la zona: En las zonas donde se estancaba el agua había pequeños peces de colores y en el musgo descansaban algunas ranas de colores llamativos y formas extrañas, que saltaban a esconderse cuando pasábamos cerca al realizar el ascenso por las plataformas de roca.

Me quedé maravillado con aquella naturaleza que creaba semejante armonía en su conjunto, alegrándome mucho de estar en un lugar así y olvidando el estrés de las exigencias del Moguri. Ya podía echarnos la culpa de lo que quisiese, aquel viaje había valido la pena solo por ver tanta belleza.
Atravesamos por detrás de una caida de agua y cuando salimos, respiré profundamente el olor a humedad y el soplido del viento con la vista del mar infinito al fondo. Justo como donde había crecido.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Hitori, sacándome de mi estado de alegría.

Los Sincorazón anunciaron su llegada con el característico sonido explosivo de sus portales oscuros. Al menos no nos atacaban en silencio como las sombras.
Estos eran de un tipo diferente que no había visto nunca, desde luego me quedaba mucha variedad por ver... Tres monos azules saltaban y movían sus brazos de un lado a otro. Por los lados les acompañaban otros con un pañuelo morado en la cabeza y motivos de calavera que los hacían similares a piratas... solo que podían volar. Genial.

— No puedo con los voladores en cuerpo a cuerpo, pero creo que la magia les afectará — dije, obviando mi inhabilidad para volar.

Hitori reaccionó rápido, invocando su Llave espada y lanzándose contra los enemigos terrestres antes de que atacasen, esquivando el contraataque de uno de ellos.
Ya estaba molesto porque habían interrumpido un momento de paz que necesitaba, así que llamé de inmediato a mi arma hasta mi mano y golpée con fuerza a uno de aquellos primates que saltó hacia mí, en pleno pecho. Este retrocedió dolido para reagruparse con sus compañeros, y apunté al grupo junto.

— ¡Per...— dije, pero fui interrumpido por un golpe seco en la espalda.

Uno de aquellos piratas había dado la vuelta por el aire, y me propinó una patada tan fuerte que me hizo perder el equilibrio. Y estaba en una zona demasiado estrecha para recuperarlo con nada. Me estaba precipitando al vacío.

El pánico se apoderó de mi al notar el vacío bajo mis pies. Todo se movía a cámara lenta: El agua, el viento... y Hitori me miraba horrorizado, incapaz de ayudarme mientras los Sincorazón lo rodeaban. Seguía cayendo hacia una muerte segura, no me daría tiempo a usar el Glider, y si lo lograba me haría demasiado daño como para elevarlo.
Atravesé una nube de vapor de agua. otra. Pude ver como la luz se refractaba con las gotas y se rompía en toda una gama de colores, una maravilla que vería antes de dejar de ver. Cerré los ojos.

¿Que decía? No. No podía acabar aquí. No así. Por fin estaba logrando aquello con lo que llevaba soñando toda mi vida, desde que era un niño. El sueño de no solo conocer mi mundo, sino muchos otros, con sus lugares, cultura y gente.
Estaba aprendiendo mucho más de lo que imaginé, y conociendo a gente genial gracias a ello: Yami, Hitori, Zait, Fátima, Xictrov, Yû... ¿Acaso iba a tirarlo todo por la ventana? No, por fin se estaba cumpliendo mi sueño. Por creer en ello.

Entonces pude notar como el viento en mi pelo y en mi espalda se redujo de repente, en comparación a la fuerza con que caía. ¿Había llegado ya al suelo? Imposible, había notado el impacto.
Abrí los párpados y lo primero que pude ver fue un ténue resplandor dorado, pasando como partículas de polvo atravesadas por el sol. Además estaba detenido en un lugar fijo, aunque ondulando ligeramente. Para mi sorpresa estaba volando.
Esa era la clave: creer. Sonreí al sentir la ligereza de mi cuerpo y me posicioné, mirando adonde estaba luchando Hitori. Agarré con fuerza mi llave espada y subí volando a toda la velocidad que podía, y cuando pude ver a uno de aquellos piratas con la mirada fija en Hitori, pasé detrás de él golpeándole las alas.
El triste ser se desestabilizó y comenzó a caer en espiral, incapaz de maniobrar su ala derecha.

— ¿Me echábais de menos? — reí, viendo a Hitori y al hada escondida tras él.