[Espacio Profundo] ¡Demasiada tecnología para mí!

[Sombra]

Encuentro Ragun-Xefil (Tierra de Partida>Espacio Profundo)

Cronología:

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Ragun: Dos días después de: Exploración maravillosa . Antes de: ¡Que les corten la cabeza!
Xefil: Después de: Encuentro sin Título (Obtención de Mascota). Anterior a Ocaso de una Estrella

Aquella era una mañana como la mayoría de ellas, pero con una gran diferencia; Nyx. Mi mascota había sido aceptada en Tierra de Partida por la propia Nanashi tras rellenar unos formularios para tenerlo registrado. Por lo que sabía todo el mundo que habitaba aquel lugar tenía que firmar e informar sobre su procedencia y demás para ser aceptado legalmente, incluso yo había tenido que hacerlo cuando acabara de llegar.

La maestra leyera interesada mi informe sobre el mundo del que provenía como si estuviese maquinando algo que no quería compartir con nadie. No había comentado nada al respecto, me había limitado a escribir toda la información que requería sobre la mascota. Mundo de procedencia, edad, raza...

Ahora entendía que había estado pensando mientras leía mis datos.

Una carta con una exquisita escritura había sido metida bajo el marco de mi puerta.

“Aprendiz Ragun:

Le informo para pedirle un favor personal viendo el mundo del que procede. Se trata de enseñarle a uno de mis aprendices, el cual responde al nombre de Xefil sobre las tecnologías que desconoce.

Me gustaría que llevase al aprendiz a un mundo tecnológico como Ciudad de Paso, Villa Crepúsculo o Espacio Profundo para poder explicarle el funcionamiento de algunas de las enrevesadas maquinarias que desconoce.

Le he enviado a mi aprendiz otra carta para indicarle el lugar donde quedaréis, Simon os acercará con su nave gumi a cualquiera de los mundos para que pueda llevar a su mascota.

Los dos quedarán en la plaza frente al castillo a las 11:00 AM, no se rezague, por favor.

Atentamente: Maestra Nanashi.”

¿Tenía que hacer de tutor durante aquel día? No es que molestase la idea, pero tenía pensado ir a buscar una nave gumi que me sirviera para llevar a Nyx conmigo. Al menos, la maestra había pensado en la posibilidad de que necesitase llevar a mi amigo dejando que Simon, el encargado de comerciar con diferentes mundos para traernos alimento y diferentes objetos que solía verse caer cerca de Rebecca. Siempre tuve curiosidad por la conexión que les unía.

—Nyx —llamé al lobo que dormía plácidamente en una cama para perros—. Tenemos que irnos.

—Sí, sí... Agh... Odio las mañanas, colega. Son horribles. ¿Cómo haces para levantarte tan fresco, jefe? — preguntó con notable cansancio.

—Supongo que es lo que tiene dormir en vez de salir a aullarle a las estrellas en mitad de la noche. Recibí una queja por eso, ¿sabes? —le eché en cara mientras me vestía. Nyx bufó como si le molestase mi comentario.

—No es para tanto. Es una cosa demasiado tentadora para mí. Soy un lobo, ¿sabes? Lo raro sería que no lo hiciese — recalcó el “sabes” que acababa de decir.

Durante la conversación salimos de la habitación y caminamos por los pasillos. Me extrañó el gran número de nuevos aprendices que había. ¿Desde cuándo había tanta gente?

Recordé las primeras semanas, cuando había llegado. Me sentía extraño rodeado de tanta gente, pero en cierto modo relajado, pero ahora... No había ningún lugar que fuese cómodo para estar. Daba igual donde fuese; la biblioteca, los jardines... Siempre había un puñado de varias decenas pululando por allí. Me molestaba.

Entré en la cafetería, donde Higashizawa me pasó un rico desayuno y un plato con filetes sin hacer para Nyx.

Busqué sitio sin éxito, aunque cuando me vieron esperando, uno de los que estaban sentados se levantó de golpe pálido como un cadáver como si hubiese visto un fantasma. Sabía lo que pasaba.

—Oh, eh... Eres Ragun. Esto... Te cedo mi sitio así que no t-te enfades. ¿Sí? —dijo muy asustado cogiendo su bandeja y marchándose de la cafetería para acabar su desayuno en cualquier otra parte.

Me dirigí al asiento libre sin decir nada atrayendo la mirada de medio comedor. Los de mi mesa también guardaron silencio dando un aspecto excesivamente tenso que se transmitió por todo el comedor.

“La misma historia desde que volví de Coliseo del Olimpo, no necesito ni usar Miedo para asustaros”

Ya me había acostumbrado a que me temiesen hasta el extremo algunas personas, sobre todo los que habían sido solamente receptores de todas las exageraciones y rumores falsos que circulaban por ahí.

Nada más acabar, aquella parte de la mañana, que era la típica rutina de todos los aprendices salí de allí seguido por mi mascota con la que llegué al hall frente a las escaleras que llevaban a la sala del trono. Me dirigí a la enorme puerta que atravesé sin problema llegando al susodicho lugar de encuentro con aquel tal Xefil.

¿Qué clase de persona sería? ¿Escucharía los rumores que circulaban sobre mí y por tanto me tendría miedo? No sería de extrañar, la verdad.

[Zee]

Era inevitablemente notable cómo las mascotas habían sido recién aceptadas en Tierra de Partida. Decenas de Aprendices volvieron a sus mundos nativos para llevar consigo a sus perros o gatos, quienes les habían acompañado desde su infancia; o simplemente decidieron adoptar animales que se hubiesen cruzado en su camino durante alguna misión o exploración, ya fuese porque se habían encariñado con ellos o porque, simplemente, les resultaban útiles.

Yo era uno de éstos últimos. Me había encontrado con mi mascota de casualidad en una exploración con algunos otros Aprendices a Tierra de Dragones. ¡Y pensar que, en lugar de encontrar al dragón que habíamos estado buscando con ansias cuales cazadores de mitos que nos considerábamos, habíamos terminado por frustrar los planes de un grupo de traficantes de animales! Tigres, hurones, osos, monos y... bisontes..... voladores...

Pema era un bisonte volador hembra. Su raza era considerada una simple leyenda: según ciertas regiones del mundo de Mei, los bisontes del cielo producían la lluvia al pastar sobre las nubes, y eran quienes creaban tifones y tornados con sus juegos infantiles. Por supuesto que aquello eran meras tonterías, pero eso no negaba el hecho de que Pema era una bola de pelo de tres por cuatro que podía elevarse en el cielo sin alas.

Al final la pobre se había encariñado conmigo. Se negó a que la dejara sola y, al final, tuve que llevarla de vuelta conmigo a Tierra de Partida. ¿Cómo sobrevivió en el Intersticio entre los Mundos? No lo supe con certeza. Pero lo hizo. Y ahora estaba conmigo, en la Academia.

Tuve muchos problemas para que fuera aceptada como mi mascota. Principalmente por su tamaño. Nanashi no quiso permitirme que un monstruo como aquel anduviese tan campante por los pasillos, así que me vi obligado a dejarla siempre afuera, más allá del Gremio, donde podía estar tranquila.

Mientras discutía con Nanashi sobre mi mascota, dejé salir accidentalmente un tema algo personal: mi casi ridícula ignorancia. Al conversar, terminé por mencionar que había entrenado (o más bien, me había batido) ya con otros Aprendices... Exuy, Flynn, Mei... Y al hablar sobre ésta última, se me escapó el hecho de que también era mi tutora en mecánica. Mi Maestra no se rió de míM de hecho, me congratuló por mi curiosidad y me ofreció la oportunidad de viajar con otro tutor a un mundo mucho más avanzado que Tierra de Partida. En un principio, me negué, pero en cuanto Nanashi me aseguró que no sería problema ni molestia alguna (como si ella ya supiese la respuesta del Aprendiz...) y que sería un buen avance para mis estudios, terminé por acceder.

Y aquella mañana, finalmente había llegado un nuevo informe de mi Maestra. Una delgada carta se deslizó por debajo de mi puerta mientras me secaba el cabello después de una ducha; seguramente el moguri del correo había pasado algo tarde ese día. Inmediatamente la abrí, esperando encontrarme con una “decepción” para evitar ser molestia de otro; pero pasó todo lo contrario: aquella nota me informaba que mi nuevo tutor había accedido a verme en la plaza frente al castillo a las once de la mañana... aquel mismo día.

Todo lo que sabía de él era que se hacía llamar Ragun. No lo conocía a él ni conocía su historia, pero caminando por allí había escuchado su nombre resonar en los pasillos, seguido de un título, cuando menos, intrigante:

La Estocada Oscura.

[Sombra]

No había nadie por allí todavía a parte de un par de aprendices que estaban hablando al otro lado de la plaza y que invocaron sus Gliders para hacer lo que parecía ser una carrera alrededor de las colinas. Rememoré en mi cabeza aquella carrera con Saxor el mismo día de mi llegada. Había estado a punto de caer al vacío al recordar el castillo de Tierra de Partida como un lugar que había visitado en el pasado, pero Saxor me había agarrado en el último momento evitando una muerte segura, como la que Nadhia había estado a punto de sufrir.


Me senté en el suelo, usando la barandilla de la plaza como respaldo, Nyx se tumbó cerca mía, más en concreto al lado apoyando su cabeza en mi pierna. Sonreí levemente y acaricié su cabeza.

—Te encanta estar así, ¿no? —dejé escapar la pregunta al animal.

—Bah, no es para tanto. Tan solo eres lo más cómodo a doscientos metros a la redonda —aseguró la criatura acomodándose moviendo la cabeza hacia los lados arrugando mi pantalón.

—Si tú lo dices... —doblé mis labios formando una nueva sonrisa. Haber encontrado a Nyx, aunque fuese casi de casualidad había sido muy reconfortante para mí. Pude recordar algo importante, algo que tal vez fuese la llave que abriese poco a poco los recuerdos que parecía que no querían volver.

Había cambiado mucho en aquel medio año. Cuando Kazuki me había encontrado no tenía pensamientos propios, era más como si todo me diese igual, como si tan solo viviese para recordar, para encontrar una respuesta a mi propia existencia, pero ahora ya no era así.

Todavía buscaba mis recuerdos, pero había conseguido algo; Una identidad. Yo era alguien, podría ser ahora considerado un asesino, pero no importaba tanto ya que tenía amigos que me apoyaban; Fyk, Saxor, Nadhia... No necesitaba más.

Mis recuerdos, los recuerdos que había formado con ellos no eran una mentira y eso era algo que importaba mucho. ¿Quería buscar mi verdadero ser? ¿Quién era realmente? Sí, quería. Pero tampoco quería irme del lado de ellos.

Aunque... ¿Qué haría si tuviese la oportunidad de recordar todo? ¿Les dejaría para cumplir mi objetivo primordial? Mi pasado tenía algo extraño, una palabra con tres letras “Cat”, un grupo cuyo lema era “Un mundo mejor necesita gente mejor”.

¿Qué signficado tenía aquella frase? No lo podía saber, pero tenía que ver conmigo y aquellos dos que me había encontrado en la ciudad eterna llamada Mundo Inexistente; Redcat y Silvercat sabían mucho sobre eso.

Miré al cielo azul, todavía quedaba algo de tiempo para que fuesen las once. Quizás debía haber mirado el reloj, había llegado demasiado temprano a la cita con aquel tal Xefil.

[Zee]

La Estocada Oscura, el Aprendiz de Asesino, el Azote del Olimpo... Si había una cosa en la que los Aprendices eran buenos, no era blandiendo la Llave-Espada, sino creando motes para los demás, aparentemente. Me pregunté por unos instantes si yo era llamado de alguna manera en especial. ¿Héroe Insomne, Daga Durmiente? No se me ocurrían más. Tal vez tendría que dejarle el trabajo a los cotillas que, quisieras o no, siempre terminabas por encontrarte en los pasillos.

—Dicen que asesinó a un inocente a sangre fría durante una pelea en el Coliseo... ni siquiera usó armas, le arrancó el rostro con las manos desnudas...

—No sólo eso, yo escuché que usaba Ultrapociones en su víctima para sanarla en el momento preciso. Luego, la volvía a torturar con su Llave de la oscuridad...

—Derhe me dijo que le vio dibujar un círculo mágico en los jardines, ¡y que un Sincorazón apareció para obedecer sus órdenes!

No. Tal vez, después de todo, no era tan buena idea dejar mi reputación en aquellas manos. Las conversaciones en Tierra de Partida eran como un enorme juego del Teléfono Estropeado, donde cada quien pervertía lo que se le antojaba y añadía su partecita a la historia.

Aunque los mitos siempre tienen detrás una mínima parte de verdad... ¿no?


Aquellos fueron los pensamientos que pasaron por mi nerviosa mente mientras desayunaba en el comedor, distante a lo que sucedía a mi alrededor. Varias veces olvidé incluso qué estaba comiendo y tenía que mirar al plato para recordarlo; otras, creía que había pasado allí más tiempo del esperado, y miraba al reloj, ansioso, sólo para darme cuenta que no habían pasado más que unos segundos. Decir que me hallaba nervioso por el encuentro con Ragun era decir poco. ¿Cómo sería; como los rumores lo describían? ¿O sería completamente distinto, ya que Nanashi me había confiado a su tutoría?

Me levanté de la mesa dejando escapar un suspiro y salí del comedor, no sin antes dejar el plato a medio comer donde correspondía. La verdad era que no tenía mucha hambre...

El sol brillaba con fuerza aquel día. Prometía ser uno de mucho calor y fatigante para aquellos que debían recorrer las colinas a trote para aumentar su resistencia. Me alegré de ya no tener que hacer aquello con tanta frecuencia. A lo lejos, algunos Gliders recorrían veloces una ruta invisible, como compitiendo en una carrera. Desde donde podía ver, la Plaza parecía más concurrida de lo normal (pues la gente prefería bajar hasta los jardines): un trío de Aprendices se batían a duelo con hechizos y una parejita se demostraba su afecto, sentados en el borde de la explanada. Excluyendo a aquellos cinco, quienes parecían muy ocupados, sólo había una figura más en el lugar: un joven de cabello negro y atuendos de invierno, de colores oscuros, que acariciaba a un perro que descansaba en su pierna.

Tenía que ser él. Nadie más en la zona daba aquella impresión tan sombría. Tragué saliva y comencé a caminar hacia él.

—¡E-eh! —llamé, sin detenerme. Esperé a que se girara hacia a mí y pudiese tener su atención; y luego afirmé—: Debes ser Ragun, la Estocada Oscura. Soy Xefil, eh... Matadragones.

Por supuesto que aquel mote era una completa mentira. Nadie, a excepción de los habitantes de la pequeña villa en Tierra de Dragones, me había llamado de tal manera. Pero, después de que se me hubiese escapado su título por culpa de los nervios, lo menos que podía hacer era mostrar algo de simpatía. ¿Y qué mejor manera que mostrando que, de alguna manera, me parecía a él?

Esperaba no ganarme una de sus famosas Razias por ello.

[Sombra]

Mientras acariciaba a Nyx, este movió las orejas como si hubiese escuchado algo. Giró la cabeza mirando hacia la entrada del castillo para observar con curiosidad a un muchacho que acababa de hacer acto de presencia.

—Creo que esa persona podría ser el humano al que esperabas —comentó el lobo. Levanté la vista para ver a un muchacho de cabello castaño oscuro y ojos a juego. Su piel era blanca y no tenía nada que destacase en su rostro, una nariz, unos ojos, unas pestañas... Todo era normal, sin ser ni feo ni guapo. Vestía ropas de aspecto caro a juzgar por la tela de la que estaba hecho su atuendo. ¿Sería un niño rico?

—¡E-eh! —llamó el joven al que miraba para tratar de romper el hielo o que centrase mi atención en él (cosa que ya había hecho)—. Debes ser Ragun, la Estocada Oscura. Soy Xefil, eh... Matadragones.

El joven parecía nervioso, aunque no asustado a pesar de haber escuchado alguno de los rumores, si no fuera así no conocería aquel nombre; La Estocada Oscura. Bueno, al menos no era el único con apodo... Matadragones, ¿quería decir que también había matado? Parecía ser un nombre compuesto de Mata y Dragones aunque no sabía que significaba aquello de Dragones. No sería de extrañar que fuese objetivo de algún tipo de malentendido como el que teníamos sobre nuestras cabezas Fyk y yo...

—Sí, soy Ragun y este —señalé con el dedo a mi lobo—. Es Nyx —le presenté al animal que hizo una especie de reverencia con la cabeza a modo de saludo—. La Maestra Nanashi me pidió que ayudase con tu aprendizaje sobre la tecnología y similares por lo que pensaba llevarte a un mundo en concreto. ¿Te suena de algo Espacio Profundo?

[Zee]

—Sí, soy Ragun y éste... —se presentó el joven, después de habérsela pensado sólo un poco. No parecía muy afectado por haber sido llamado por el nombre con el cual los rumores le habían bautizado, pero sin duda alguna tendría que haberlo oído y, de alguna manera, debió haberle dado una impresión equivocada de mí—. Es Nyx —terminó finalmente, señalando a su mascota con el índice. Mostrando signos de inteligencia, el canino me dedicó una leve reverencia como para presentarme. Cabe decir que, ahora que lo veía más de cerca, quedaba claro que Nyx no era ningún perro común: era un lobo de bosque, como los animales con cuyas pieles muchos nobles se hacían adornos para sus armaduras. Tragué saliva al pensarlo—. La Maestra Nanashi me pidió que ayudase con tu aprendizaje sobre la tecnología y similares, por lo que pensaba llevarte a un mundo en concreto. ¿Te suena de algo Espacio Profundo?

Negué con la cabeza. Nada hizo ring en mi cabeza. No me preocupé mucho por ello, sin embargo: si era un mundo tecnológico, sería normal que no estuviese acostumbrado a escuchar su nombre, ¿no? Además, Ragun estaba allí para enseñarme.

—¿Es allí donde vamos? —pregunté, esperando alguna clase de respuesta por parte de Ragun—.Bien, una cosa antes de irnos. Tengo que estar seguro: ¿son ciertos los rumores? ¿Es verdad que has matado a alguien?

[Sombra]

El joven negó con la cabeza ante mi pregunta. Bueno, era normal en cierto modo, ¿cuánto llevaría él en Tierra de Partida? ¿Un par de semanas? ¿Un mes como mucho? La primera vez que empezara a estudiar los mundos había sido con Kazuki para saber ubicarme mejor con el mapa estelar que él mismo me había dado el día en que nos encontráramos por primera vez

—¿Es allí donde vamos?

—Así es. Fyk, un amigo que es de allí me comentó algunas cosas por encima sobre el mundo en cuestión, pero me dejó claro que era muy tecnológico —expliqué brevemente.

—Bien, una cosa antes de irnos. Tengo que estar seguro: ¿son ciertos los rumores? ¿Es verdad que has matado a alguien? —interrogó. Lo que imaginaba, había escuchado los famosos rumores. Si no sería imposible que supiese aquel apodo. Bajé un poco la vista, incapaz de mirarle directamente a los ojos.

—Sí, yo... He matado a alguien —contesté con sinceridad—. De todas formas, la mayoría de rumores no son más que mentiras. Matarle era la única opción. El alma de aquella persona había sido corrompida y habría convertido aquel mundo en un segundo Bastión Hueco de no ser por aquello que no tuve más remedio que hacer —hablé con naturalidad. Esperé cualquier clase de respuesta por parte del joven de pelo castaño.

>>Dime, ¿tú que habrías hecho? ¿Habrías dejado campar a sus anchas a aquel loco destruyéndolo todo y dejar que matase a cientos de personas o tendrías la sangre fría para evitar cientos de muertes llevándote tú una por delante?

[Zee]

Ragun bajó la mirada al suelo, evidentemente avergonzado por lo que los rumores decían de él... lo cual sólo podía significar que, por lo menos en lo esencial, eran ciertos. Incómodo por haber hecho la pregunta, yo también aparté la vista, mirando a las lejanas montañas mientras mi nuevo tutor me respondía:

—Sí, yo... He matado a alguien. De todas formas, la mayoría de rumores no son más que mentiras. Matarle era la única opción. El alma de aquella persona había sido corrompida y habría convertido aquel mundo en un segundo Bastión Hueco de no ser por aquello que no tuve más remedio que hacer —Ragun hizo un hueco en sus palabras, como si esperara que yo dijese algo al respecto. Concediéndole aquél favor, intenté consolarlo:

—Entiende que... el resto de Tierra de Partida no conoce la historia completa, no sabe que tuviste tus razones. Tampoco yo sé lo que sucedió en el Coliseo, pero ahora que finalmente eres tú quien me lo explica... déjame decirte que te creo, por completo.

—Dime, ¿tú que habrías hecho? ¿Habrías dejado campar a sus anchas a aquel loco destruyéndolo todo y dejar que matase a cientos de personas o tendrías la sangre fría para evitar cientos de muertes llevándote tú una por delante?

Me quedé congelado por unos instantes ante la pregunta de Ragun. Era evidente que, tarde o temprano, me cuestionaría eso a mí, o a cualquiera... no sé cómo no me lo vi venir. Miré a Nyx por unos momentos, pensando en qué podía responder. ¿Qué hubiese hecho yo en su lugar?

—Es comprensible... Yo habría intentado, por todos los medios, salvar a todos, pero... a veces se tienen que hacer sacrificios y elegir el mal menor sobre el mayor. Se dice que nunca hay recompensa sin sacrificio. Ragun... me costaría, y tanto (como supongo que te costó a ti, juro que te creo)... —alcé la cabeza finalmente, esperando encontrarme con su mirada, con sus brillantes ojos casi amarillos—: Pero yo también lo haría.

No supe si le parecería un gesto muy precipitado pero, amigable, posé mi mano derecha en su hombro y le dediqué una leve sonrisa, intentando consolarlo.

—¿Deberíamos irnos ahora, entonces? ¿No hay nada en especial que necesite?

[Sombra]

El muchacho pareció creer mi versión de los hechos, lo cual me alegró por dentro. Había intentado explicar aquello cientos de veces a los aprendices, pero solo unos pocos habían sido capaces de creerme. Sonreí antes de que el muchacho empezase a contarme lo que habría hecho.

—Es comprensible... Yo habría intentado, por todos los medios, salvar a todos, pero... a veces se tienen que hacer sacrificios y elegir el mal menor sobre el mayor. Se dice que nunca hay recompensa sin sacrificio. Ragun... me costaría, y tanto (como supongo que te costó a ti, juro que te creo)... —el joven de aspecto honesto me miró a los ojos directamente tratando de transmitirme su apoyo—: Pero yo también lo haría.

Tras eso, Xefil posó su mano en uno de mis hombros lo cual hizo que me sobresaltara durante un segundo algo sorprendido. No me quejé ni me aparté hasta que la hubo quitado.

—¿Deberíamos irnos ahora, entonces? ¿No hay nada en especial que necesite?

—Algo... ¿especial? —medité buscando cualquier cosa que fuese importante y que podría haberse olvidado—. ¿Tienes tu armadura? —pregunté por si acaso.

Mientras respondía pulsé la plaquita metálica de color negro envolviendo mi cuerpo en una ligera armadura de color negro que consistía en una máscara con el visor rojo y un par de cuernos de aspecto afilado una chaqueta de placas que cubría todo el cuerpo y cuya parte de la espalda caía por las piernas como si fuese una gabardina lo que llevaba puesto. También tenía puesto un pantalón blanco que acababa en unas botas negras con adornos rojos, al igual que en la zona de los brazos donde los extraños dibujos rojos parecían venas. Un símbolo del cual desconocía su significado estaba grabado a la altura del corazón. Se trataba de un corazón con puntas, como si fuese un sol.

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Tras eso, busqué en mi bolsillo mi teléfono para darle un toque a Simón, el cual estaba esperando mi llamada para teletransportarnos a su nave. Una especie de halo de luz apareció en el suelo. Me situé sobre él desapareciendo de Tierra de Partida para llegar a la nave gumi del hombre.

Había sido muy amable accediendo a llevarnos.

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Como no podemos controlar ahora mismo a Simón obviamos que está demasíado atento a los mandos como para hablar con nosotros. A no ser que quieras avisar a algún otro GM para que lo controle... (que no es buena idea viendo que Narra está poco disponible y Nell hasta las cejas de trabajo...)

[Zee]

Después de hacerle aquella pregunta a mi tutor Ragun, éste declaró que no necesitaríamos más que la armadura. Asentí con la cabeza, dándole mi aprobación. Tomando la delantera, el chico invocó su armadura al presionar su hombrera de metal oscurecido.

Inmediatamente lo envolvió un traje hecho en su mayoría no de metal, sino de una resistente tela entintada en blancos, grises y negros; con capa incluida. Algunas piezas, como los guanteletes y las botas, no se perdieron. Su casco, piernas y brazos tenían detalles en color rojo sangre, que brillaban con intensidad. Y finalmente, adornada con espinas y cuernos, aquella sombría armadura parecía la de un demonio de las leyendas.

Sentí una punzada en la cabeza que me hizo cerrar los ojos y gemir por lo bajo por un momento. Aparté la mirada, siendo incapaz de ver el emblema que Ragun exhibía en su pecho. Tan rápido como llegó, desapareció.

—No es sorpresa que te llamen la Estocada Oscura. Lo llevas hasta tatuado, incluso —pensé. Resoplando, llevé mi mano izquierda hacia el brazalete que llevaba en mi muñequa y presioné su pequeño botón. Me envolvió un resplandor brillante y, después de unos segundos, me hallaba dentro de mi Armadura: hecha de un material duro y flexible como el cuero, de colores verdes y azules brillantes, y adornada por un par de alas que parecían estar hechas de cuchillas. Menos estilizada que la de Ragun, sin duda, pero cumplía su objetivo bastante bien:

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Me llevé la mano a las pequeñas alas de ave que llevaba anexas a la parte superior de mi casco, a manera de adorno, y me pregunté si la Armadura tenía algo que ver con la afinidad mágica. La mía era Gravedad y mi atuendo era, además de aerodinámico y ligero, evidentemente influenciado por las aves, las magníficas criaturas que surcaban el cielo, desafiando la fuerza de atracción de la tierra; mientras que la de Ragun, teñida de sangre y sombras, era una obvia representación de su afinidad a (según decían los rumores) Oscuridad. Mientras me paraba en el haz de luz por el que mi tutor había desaparecido, me pregunté si mi teoría podía o no ser correcta.

—¿Por qué traemos la Armadura si hemos terminado en una nave gumi? —pregunté, girando mi casco hacia Ragun, para que supiese que lo miraba. Decidí no quitármela, de todas maneras, pues nunca se sabía si alguien podía tener calor en el Intersticio y tuviese la magnífica idea de abrir la ventana.

Y hablando de ventanas, inmediatamente me asomé por la primera que se me cruzó, sin siquiera saludar o darle las gracias a Simon, el comerciante y transportista de Tierra de Partida, para ver el despegue. Conocía las naves gumis por mis lecturas en la biblioteca, pero jamás había estado en una, razón por la cual me sentía más emocionado que nervioso.
Tenía que ver el despegue. El poder de aquella casi mágica tecnología para romper las cadenas de la gravedad. Las cadenas de la tierra y alzarse, libre, por el cielo.

[Sombra]

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Juro que lo de la armadura ha sido un FAIL en todo su explendor.

Cuando entré a la nave me quité el casco. Era la primera vez que entraba en el interior de una nave gumi por lo que me resultaba extraño. Incluso por culpa de la costumbre había convocado mi armadura a pesar de que no iba a ser necesaria.

—Toda precaución es poca —pensé.

Miré hacia atrás, donde Xefil acababa de materializarse sobre una especie de plataforma brillante. Llevaba puesta su armadura. Al igual que la mía tenía una especie de tela especial que la hacía tan ligera como resistente, sin embargo. La suya parecía mucho más aerodinámica. En su casco de color negro con tonos verdosos tenía dos pequeñas alas en vez de cuernos, a su espalda dos alas sobresalían desde la espalda. Los colores predominantes de la armadura eran los azules mezclados con verdes y blancos que creaban una especie de harmonía que la hacían desprender un halo de paz. En cierto modo, aquella armadura parecía gritar "libertad" o algo similar, como si ansiase desplegar sus alas para salir volando en cualquier momento sin ninguna clase de ataduras.

Tras observarme un momento examinando mi armadura decidió preguntar algo que deseaba que no hubiese hecho:

—¿Por qué traemos la Armadura si hemos terminado en una nave gumi? —estuve a punto de reírme pero finalmente me aguanté las ganas para dar una explicación por mi error.

—Bueno, verás... Fue un fallo por mi parte. Estoy acostumbrado a viajar con el Glider por lo que tengo que activar la armadura antes de salir... Lo cual, en resumidas cuentas quiere decir que lo hice como una especie de "autoreflejo" —traté de explicarme. No pude evitar ponerme nervioso mientras hablaba, algo que se notaba bastante en mí, al parecer.

Xefil miró un poco los alrededores de la nave para acercarse a una de las ventanas de esta para mirar al espacio exterior. Por mi parte, me acerqué a Simon para indicarle un par de instrucciones aprobechando que tenía que agradecerle el que nos llevase sin pedir nada a cambio.

Tras hablar un poco con el piloto este hizo presionar varios botones para hacer despegar la nave. Sentí como todo temblaba y una sensación de vértigo que supuse que significaba que ya estábamos en movimiento.

Tenía bastante curiosidad por aprender a controlar una nave gumi aunque careciese de ella... Quizás pronto necesitaría una para poder transportar a Nyx sin depender del comerciante...

[Zee]

—Tropósfera, estratósfera, mesósfera, termósfera, exósfera...

Aquellas eran las palabras que murmuraba para mí conforme la nave gumi de Simon comenzaba a ascender por el cielo de Tierra de Partida. Las había encontrado por casualidad un día en la biblioteca y decidí aprendérmelas por mera curiosidad. Reconocerlas y darles un uso, por otro lado, era un asunto completamente diferente. Aunque no dejé de repetirme aquellas cinco palabras, no tuve manera de saber cuál era cuál conforme las cruzábamos.

Aunque me gustaba ver el cielo. Me encantaba ver el cielo. Y desafiar a la tierra al alzarme en mi Glider, en Pema o en una nave gumi era tan liberador y se sentía como algo perfectamente correcto. Como cumplir un reto que el mismo mundo me hubiese entregado.

Me quité el casco, imitando las acciones que Ragun había tomado antes de ir a hablar con el piloto y a observar la manera en la que controlaba la nave. Parecía bastante interesado en lo que Simon hacía, estudiando silenciosamente cada botón presionado y cada palanca activada. Probablemente tenía ganas de pilotear una alguna vez o incluso comprársela. Era imposible no notarlo en su semblante.

—Amenicemos el viaje, ¿vale? —me dije, mirando de reojo a Nyx. Probablemente no le gustaría que se le acercase alguien que no fuese su amo. Luego observé a Simon. Seguía bastante ocupado con los controles, piloteando todo manualmente. Sólo quedaba mi tutor—: Y, eh, Ragun —llamé—. ¿De dónde vienes? ¿Quién es tu Maestro? Ah, si no es indiscreción, claro... —agregué al final. No quería que se sintiese obligado a contestar.

[Sombra]

—Y, eh, Ragun —escuché a Xefil llamarme. Me giré hacia él con curiosidad—. ¿De dónde vienes? ¿Quién es tu Maestro? Ah, si no es indiscreción, claro...

—No te preocupes. Son preguntas normales entre aprendices —sonreí un poco tratando de mostrarme amistoso—. No sé si lo conocerás... vengo de El Mundo Inexistente. No te recomiendo ir, lo único que podrás encontrar en ese lugar son sincorazón. No hay gente ni nada. Y mi mentor es el Maestro Kazuki, experto en magia —contesté a sus preguntas abiertamente—. Yo ya sé que tu maestra es Nanashi, aunque no sé nada de tu mundo de origen. Puedo deducir que es un mundo sin mucha tecnología, pero no sé hasta que punto. ¿Podrías hablarme un poco sobre él?

Nanashi había comentado algo sobre unos sueños, o algo así. Pero no sabía nada más, solo dijera que si quería saberlo tendría que preguntarle al propio Xefil. Sin duda, esa maestra era tan obstinada como de costumbre. Una pena que no tuviese nunca tutorías con ella, me gustaba su estilo de enseñar. Había escuchado que era muy intensivo, pero eficaz.

[Zee]

—El Mundo Inexistente... —murmuré, intentando recordar si había alguna vez escuchado una mención a dicho mundo en mi pasado. De la boca de un Maestro, escrito en un libro, murmurado en los pasillos, susurrado por algún Aprendiz... pero no, el nombre no me parecía familiar—. No me suena —dije así, encogiéndome de hombros

Si reconociera que no tenía interés en el sitio de donde Ragun provenía, estaría mintiendo. Pese a que, decía, estaba plagado de Sincorazón, me hubiese gustado saber de qué manera aquel lugar había influenciado a su nativo. Siendo tan oscuro y reservado como decían y como demostraba que era, dicho mundo algo tuvo que ver en su forma de ser.

—Yo ya sé que tu maestra es Nanashi —continuó el muchacho, provocando que volviese de nuevo mi atención hacia él—, aunque no sé nada de tu mundo de origen. Puedo deducir que es un mundo sin mucha tecnología, pero no sé hasta que punto. ¿Podrías hablarme un poco sobre él?

Mis intestinos bien pudieron ser de plomo en aquel momento.

—¿Mi... mundo? —repetí. Inevitablemente y sin pensarlo, aparté la mirada, sintiendo un hueco en el estómago y un nudo en mi garganta. Casi dos meses en Tierra de Partida y todavía me dolía comentarlo, o recordarlo siquiera—. Es... Es Reino Encantado. Básicamente todos duermen eternamente... por una maldición o algo —expliqué—. No puede despertar nadie... —me miré la palma de la mano, imaginando que sostenía mi Llave-Espada en ella—. Salvo...

Silencio.

No quise decir nada y molestar a Ragun. Yo me había vuelto casi loco por unas cuantas horas en el Reino Encantado... No quería pensar cómo se habría sentido él con el tiempo que había pasado en el Mundo Inexistente; que, a juzgar por cómo lo consideraba su mundo nativo, no podía ser muy poco. Quise dejar el tema de la soledad a un lado:

—Dime... ¿Crees en las brujas, Ragun?

[Sombra]

El muchacho pareció incomodarse por mi pregunta, algo que me llamó algo la atención. ¿Sería que su mundo había sido destruído como Vergel Radiante o algo similar? Su cara me hacía pensar eso al menos.

—¿Mi... mundo? —murmuró con una incomodidad cada vez más notable, casi como si no lo hubiese pensado. El muchacho apartó la mirada en cuanto empezó a hablar:—. Es... Es Reino Encantado. Básicamente todos duermen eternamente... por una maldición o algo. No puede despertar nadie... —observó su mano unos instantes—. Salvo...

—Salvo tú —acabé su frase en un susurro que solo yo escuché. Sí, tendría sentido. Él estaba allí y si no estaba durmiendo significaba dos cosas. La primera o que no había estado en aquel mundo cuando afectó la maldición (cosa poco probable) o se había salvado por algún motivo extraño.

—Dime... ¿Crees en las brujas, Ragun? —preguntó de una forma un poco bruca que logró despertar mi interés.

—No lo sé. He visto cosas muy raras y opino que si existen criaturas como animales parlantes o monstruos devoradores de corazones... ¿Por qué no existirían las brujas? —me callé unos segundos—. Si el universo es infinito, existen infinitas posibilidades de que existan.

Observé a Xefil con curiosidad. No sabía casi nada sobre él aunque podía asegurar que parecía que podríamos llegar a llevarnos bien. No me había juzgado por lo que había hecho, no me odiaba ni me temía. Aquello era algo que me agradaba. Además, si lo que me decía era cierto él y yo no éramos tan diferentes. Todos durmiendo en su mundo y él había estado despierto, significaba que había estado solo durante algún tiempo, al igual que yo.

—Creo que algún día podrás acabar con esa maldición y despertar a todos —admití—. Yo también tengo una meta que cumplir en cuanto sea más poderoso y pueda llamarme maestro a mí mismo aunque para ello tendré que ser el mejor.

"Un mundo mejor, requiere gente mejor." ¿Por qué aquella frase me hacía despertar tantas emociones?