[Atlántica] Volaré, uoo, cantaré, uooooo

[Nell]

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Nombre: Volaré, uoo, cantaré, uooooo.
Solicitante: Yami
Descripción: ¿No es bonito? ¡Un reino acuástico! ¡Bonito y aguado! Oh, ¡y realizan algo especial! ¡Un musical! Dicen que necesitan extras para acompañar a unas princesas. ¡Nos parece genial! ¡Alguien debería ir en nuestra representación! Que pregunte por Sebastián.
Y que a nadie se le olvide transformarse para respirar bajo el maaaaarrr...
Mundo: Atlántica.
Requisitos:
- De 2 a 4 participantes.
- A partir de nivel 5.
Recompensa:
- De 15 a 20 PX según redacción.
- 500 platines.
Interesados: Kousen, Narrador.
Nota: Podéis transformaros en la criatura que queráis, e interpretad como más os guste el cambio (no hace falta habilidad ni nada, aviso...).
EN PROCESO

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—¡Menudo desastre! ¡Mi carrera de director tocará su fin y el rey pedirá mi cabeza! —se lamentaba un cangrejo, viendo cómo en el escenario, donde ensayaban sus artistas o, más bien, en aquel momento causaban el caos—. ¡Quietos los delfines! ¡Que alguien desenrede al pulpo! ¡Sacad la almeja del saxofón!

Al ir dando órdenes, los presentes en la sala iban obedeciendo. Excepto… En cuanto se acercó a las cuatro sirenas, dos de ellas aun peleando entre sí, se serenó, sabiendo de quiénes eran hijas. Además, ¡eran sus estrellas!

—Sus Majestades… —murmuró, pero no le hicieron ni caso.

—¡Deja de tirarme del pelo, Alana!

—¡Suelta antes el mío, Adella!

Mientras, Aquata se cepillaba la larga cabellera, que anteriormente una de sus hermanas le había destrozado, muy mosqueada. Por otro lado, Arista seguía en su empeño de tocar un instrumento que sostenía al revés.

—¿Y dónde estarán esos extras…?


~

La Misión que había propuesto Yami fue escogida por Kousen e Ivan, quienes, por supuesto, no tenían ni idea de lo que les esperaba… Ni de lo que se encontrarían al llegar.

[Kousen]

Al final no habíamos sido más que dos los que nos habíamos interesado por la misión de Yami. O los demás estaban muy ocupados o a nadie le iba mucho aquello de actuar y cantar.

A la hora de salir de Tierra de Partida solo me estaba esperando para partir un chico que aparentaba un par de años menos que yo, y que se presentó por el nombre de Ivan Kit. Tras un breve saludo no tardamos en ponernos en marcha.

Y aquí estábamos, en una gran esfera de rocas y agua donde la escasa costa quedaba donde Ronin perdió el parche. Y nosotros sobre una formación rocosa en mitad del mar, pelándonos de frío y con cuidado de no resbalar en las formaciones de algas y moluscos que trepaban por la roca, o de que alguna de aquellas olas se nos llevase por delante.
Al parecer el reino submarino al que teníamos que acudir para completar la misión estaba en lo más profundo de aquellas aguas, las cuales no parecían muy apetecibles para el baño teniendo en cuenta la fuerza del oleaje contra las rocas y el frío que causaba la humedad. No nos habíamos topado con el mejor clima de aquel mundo.

— Qué buen tiempo — susurré, con ironía.

Me asomé con cuidado al borde de la roca buscando algún lugar seguro en el que hacer la inmersión, pues era más que probable que chocásemos con alguna roca. Una vez localicé un hueco despejado, giré la cabeza a Ivan.

— Este lugar parece el más seguro. — señalé — Será mejor que preparemos el hechizo de transformación.

Según nos habían contado, el hechizo para poder transformarnos en alguna criatura capaz de vivir bajo el agua no era muy complicado, y menos con la ayuda de la Llave espada. Solo teníamos que pensar en alguna criatura marina que nos pareciese correcta y empezar a movernos por el agua.
Si iba a moverme bajo las aguas tendría que pensar en algo cómodo, algo con lo que me encontrase a gusto... moverme con facilidad y con relativa velocidad. Por suerte conocía mucho el mar al haber crecido junto a él, pero no lograba decidirme por ninguna especie en especial. Había miles de peces y otros seres adecuados, pero solo uno me fascinaba siempre...

— Bueno, vamos allá — dije, mientras saltaba al vacío.

El contacto con el agua fue lo peor. Estaba helada y me caló hasta los huesos, impidiéndome respirar.

Por suerte, la magia comenzó a hacer efecto en seguida. Burbujas blancas empezaron a sugir de todas partes, rodeándome por completo a impidiéndome ver nada más allá de mi nariz. Poco a poco se fueron despejando hasta desaparecer por completo.
Ya no notaba el frío del agua, ni tampoco me ahogaba. Respiré directamente agua, lo que me hizo toser por la sensación, pero desde luego recibía oxígeno. La ropa que llevaba puesta había desaparecido, y de cintura para abajo me había brotado una cola de escamas azuladas, con algunas manchas de color en unas grandes aletas laterales que tenía plegadas, al igual que unas pequeñas membranas en los antebrazos.

Había adquirido la forma de un pez volador. Intenté nadar en vano, pues lo único que pude mover como quería eran los brazos, impidiéndome bucear en condiciones... era muy raro aquello de tener una cola en lugar de piernas. Tras probar a moverla un poco y entender su flexibilidad, intenté imitar el movimiento de los peces al nadar, lo que pareció dar mejores resultados, sin duda. Ya no era problema dar un par de piruetas gracias a un aletazo.

— ¿Dónde vamos ahora? — miré alrededor, buscando alguna señal de civilización.

[Soul Artist]

Así que "acuástico" era "acuático" después de todo...

Lo admito, cuando leí acerca de aquella misión pensé que sería una idea genial ir. No entendía nada de lo que ponía menos algo de un musical y la gran oportunidad para alcanzar el estrellato. ¡La fama! ¡La gloria! ¡Las mujeres pidiéndome enseñarles mi camerino! Era mi oportunidad perfecta para que el mundo apreciase de verdad al gran único Ivan Kit, fuese en interpretación o en el mundo de la musical. Una vez incluso me aceptaron en un clan, algo así como "Clan Canto". Aunque más bien parecía un grupo de retrasados mentales...

—Qué buen tiempo —bromeó mi compañero, haciendo referencia al frío y la horrible humedad del ambiente.

Y tanto. Resultaba que sí, había que meterse bajo el mar a cantar a viva voz. Había oído los rumores de que la tal Maestra Yami era una psicótica sacada de un psiquiátrico y que, en ocasiones, oía voces en su cabeza que le pedía matarnos a todos los aprendices, o incluso quemarnos vivos. Nunca la había visto de cerca, pero comenzaba a comprender los rumores.

Tragué saliva y seguí en silencio al chico, el cual buscaba dónde saltar. ¿Pero de verdad pensábamos meternos? Íbamos a morir ahí abajo. Antes de salir nos contaron un hechizo de transformación, pero fijo que era falso. ¿Pensar en lo que queríamos convertirnos y ya estaba? ¿Significaba eso que si pensaba en Godzilla sería un lagarto gigante y verde?

—Este lugar parece el más seguro. Será mejor que preparemos el hechizo de transformación.

—¿Seguro que es buena idea...? —pregunté dubitativo. Venga ya, ¿pensaba saltar en serio?

Observé el agua y sí, era el mejor sitio para saltar... Pero volver siempre sería un problema, y fijo que nos habían tomado el pelo. La verdad, había visto muchas cosas extrañas desde que me había convertido en Portador, pero aquello se llevaba la palma hasta el momento.

Pero debía dar un salto de fe. Cerré los ojos y pensé por una vez... ¿Y si era real? ¿Y si de verdad me podía convertir en un pez? No, un pez no. Un hermoso, hermoso delfín. ¡Eso es! Sería un precioso y divertidísimo delfín que todos los animales bajo el mar amarían. Me llamarían Ivan el Delfín, y además...

—Bueno, vamos allá.

El chico saltó sin más aviso que aquel, dejándome solo y alarmándome. Me había quedado atontado pensando en qué animal convertirme y, sin más, se había ido sin mí. Sin pararme a pensarlo, salté de inmediato intentando concentrarme en los delfines, en cómo saltaban, se alegraban y... ¿Aquello en una roca no era un calamar?

Cuando volví a abrir los ojos pegué un grito.

¡Estúpido calamar! ¡¡Estúpido!! ¡Por su culpa ahora era mitad humano, mitad aberración monstruosa con tentáculos! Pegando aquel grito me di cuenta de que podía hablar bajo el mar, por lo que el hechizo realmente había funcionado. ¿Pero me importaba realmente? No. Porque era un maldito calamar humano.

—¿Dónde vamos ahora? —preguntó mi compañero, mitad pez volador y mitad humano. ¿¡Y él sí lo había logrado!? ¿¡Qué injusticia era aquella!? ¡Horrible, el destino era horrible! ¡Con aquel cuerpazo, ese torso, esa cola...!

Me sonrojé y tosí para disimularlo, intentando quitarme aquellos pensamientos de la cabeza. Lo que faltaba, empezar a pensar cosas raras. A mí me iban las mujeres. Nunca había dudado de eso, pero a veces tonterías como aquello me pasaban. Con lo machote que yo era...

—Preguntemos por el tal Sebastián, obviamente —le contesté alzando los brazos—. No deberíamos tardar en... ¡Estúpidos tentáculos!

¡Se estaban moviendo! ¡Imitaban mi movimiento de brazos! ¿¡Qué broma cruel era aquella!?

[Kousen]

Un grito procedente de mi compañero, que había saltado después de mí, me sobresaltó y me hizo girarme a ver qué pasaba. Ivan estaba allí, aparentemente atónito con su transformación... curiosamente había adoptado los tentáculos de un calamar, por alguna razón que desconozco.

Se quedó unos segundos comparando las transformaciones y carraspeó sonoramente, respondiendo a mi pregunta.

—Preguntemos por el tal Sebastián, obviamente —dijo, levantando los brazos—. No deberíamos tardar en... ¡Estúpidos tentáculos!

Los tentáculos empezaron a moverse por sí solos, imitando el movimiento de los brazos de Ivan, probablemente aún intentando figurar como funcionaba la coordinación de sus nuevas extremidades, con una cara de disgusto más que aparente.

Contuve una carcajada inocente al ver aquella escena, con tal de no empeorar su ya aparente estado de ánimo. Esperé un poco a que intentase adaptarse al medio acuático mientras probaba a nadar un poco por los alrededores... todavía no dominaba del todo aquella cola, y las membranas de los brazos a veces se desplegaban haciendo que girase bruscamente y estuviese a punto de abrirme la cabeza con las rocas.

— Está bien... — respondí, estabilizándome —. Pues en marcha, a ver si encontramos algo que nos indique donde está todo el mundo.—

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Aparentemente los habitantes de las aguas guardaban con recelo el secreto de su ubicación con tal de evitar visitantes de la superficie. Estuvimos un rato vagando el lugar hasta que pudimos distinguir una gran cola de pez pasando entre unas algas, bajando a una zona más profunda. Pasamos a través de ellas con dificultad, pues se enredaban constantemente con nuestro torpe intento de nadar sin saber controlar.
Seguimos un poco hasta localizar una pintadas en las paredes con la forma de... ¿un tenedor? que llevaban a unos túneles. Continuamos nuestro camino a través de estos, y tengo que decir que me llevé un sonoro coscorrón por culpa de las malditas aletas de los brazos... al menos ya no volvieron a desplegarse sin mi consentimiento.
Finalmente, cruzamos el túnel de una pared que nos llevó a una gran área abierta... y habitada.

Lo que parecía ser el área urbana de una ciudad submarina se extendía ante nosotros, con varias casas formadas de las rocas del suelo y lo que parecían ser moluscos gigantes, como una gran caracola en mitad del camino.
Avanzamos por la vía principal bajo la mirada de algunos que se giraban a observar a los desconocidos visitantes a la ciudad. En ese preciso momento me di cuenta de que tampoco llevaba puestas mis gafas, pero podía ver perfectamente...

— Sería mejor que no llamemos mucho la atención — dije — y algo me dice que aquel palacio al fondo es precisamente lo que buscamos.—

Señalé un gran palacio de colores dorados que se alzaba más allá de un arco al final del camino. Continuamos nadando a través de las aguas hasta alcanzarlo y una vez allí, nos recibió una gran galería de columnas de colores verdosos. Peces, al parecer sirvientes, pasaban de un lado para otro llevando a cabo las tareas que se les habían asignado.
Distinguimos entonces un pez que llevaba colgando lo que parecía ser el equivalente marino a un saxofón, con un aspecto francamente nada halagador. Pasó por delante de nosotros siguiendo un pasillo hasta una zona de la que salía bastante jaleo, y resonaba el lejano eco de algún instrumento musical.

Miré a Kit encogiéndome de hombros.

— Teníamos que acudir a donde estaban preparando el musical, ¿no? — pregunté — Pues creo que no nos va a hacer falta buscar mucho.—

Di un aletazo tomando aquel mismo desvío por el que había pasado el saxofonista y llegamos a un gran auditorio donde una buena cantidad de seres acuáticos estaban poniéndolo todo en un relativo orden. La cosa estaba un poco descontrolada.
En medio de aquel tumulto había un cangrejo que estaba claramente atacado de los nervios por la situación, intentando poner aquello bajo control.

Nos acercamos a él esquivando a los que trasladaban cosas de un lado para otro.

— Perdón — saludé — Estamos buscando a Sebastián, somos los... extras que solicitaron. ¿Podría indicarnos, si es tan amable?

[Soul Artist]

Una ciudad submarina. Aquello admito que me dejó sorprendido: ¿en aquel mundo los peces tenían sus propias poblaciones? ¿Tendrías también su sistema político, económico y social? Fascinante. Aprendían de nosotros, los humanos, y nos imitaban.

—Sería mejor que no llamemos mucho la atención —señaló mi compañero—, y algo me dice que aquel palacio al fondo es precisamente lo que buscamos.

Dirigí la vista hacia un enorme palacio al fondo de la ciudad, el cual se alzaba majestuosamente y brillaba por sí solo, como si estuviese hecho de puro oro. Altísimas torres lo componían, con varias carreteras que permitían acceso a distintas partes de él. ¿Y una de ellas no se parecía a un miembro viril...?

Mientras me distraía intentando deducir si eran paranoias mías o de verdad se trataba de verdad de lo que me imaginaba, mi compañero me señaló a un pez con un instrumento musical, el cual se dirigió por un pasillo directo hacia una sección del castillo. El chico me observó y se juntó de hombros.

—Teníamos que acudir a donde estaban preparando el musical, ¿no? Pues creo que no nos va a hacer falta buscar mucho.

El joven aprendiz dio un aletazo, dirigiéndose tras de él. Fui a seguirle, pero no pude evitar preguntarme para mí mismo algo:

—¿Cómo pueden los peces tocar un saxofón? —era retórico, pero algunos animales me observaron extrañados—. ¡Si no respiran por la boca!

Dicho aquello, seguí lentamente al otro aprendiz. ¿Cómo podía tomarse todo aquello con naturalidad? Ahora entendía la locura de la Maestra Yami. Cualquiera que bajase allí abajo acabaría como ella. ¿Eso significaba que yo era el siguiente? ¿Pronto empezaría a escuchar voces en mi cabeza que me pidiesen matar y quemar a todos los habitantes de Tierra de Partida? Me preocupé seriamente por mi salud mental. No quería estar ni un minuto más allí.

Llegamos a una especie de auditorio donde más animales marinos tocaban instrumentos como locos, montando un jaleo de grandes proporciones. Pasé agitando mis tentáculos por al lado de algunos y vi toda clase de especies: pulpos, peces manta, rapes... Un cangrejo era el que intentaba mantener todo bajo control, pero el pobre era incapaz. Algo obvio, ¿a quién se le ocurría poner al mando a un estúpido crustáceo?

—Perdón —se aventuró a saludar mi compañero, como quien no quería la cosa—. Estamos buscando a Sebastián, somos los... extras que solicitaron. ¿Podría indicarnos, si es tan amable?

—¡Aquí están ustedes, por el tridente del gran Tritón! —agradeció el susodicho, con acento... Cubano. ¿Por qué demonios un estúpido cangrejo tenía acento cubano?—. Llegan tarde, tenemos que ponernos en marcha... Pero todo es un caos, ¡las cuatro princesas se están peleando!

Observé por encima a las susodichas princesas y vi a dos de ellas luchando entre sí y tirándose del pelo, mientras otras dos iban a su bola, ignorando al cangrejo cubano. Al ver sus cuerpos semidesnudos y sus largas melenas no pude evitar sonreír para mí mismo: aquello era el paraíso.

—Tranquilos, yo me encargo —les avisé, dirigiéndome hacia ellas.

La presentación era lo primero, por lo que debía acercarme a ellas con gracia y delicadeza. Pero hubo un problema: mis condenados tentáculos. No había modo de manejar aquellas cosas. ¡Eran muchas! ¡Y feas! ¡Y me imitaban!

Llegué como pude hasta ellas, y admito que fue un modo de acercarme bastante torpemente. Intenté arreglarlo con una sonrisa, pero antes de que dijesen nada me apartaron la cara, obviando que no estaban interesadas en mí.

Ay, eso dolió.

[Kousen]

—¡Aquí están ustedes, por el tridente del gran Tritón! —Exclamó el pobre cangrejo, con un acento bastante peculiar—. Llegan tarde, tenemos que ponernos en marcha... Pero todo es un caos, ¡las cuatro princesas se están peleando!

Por lo visto no haría falta buscar, habíamos topado directamente con Sebastián. Pero el problema que teníamos entre manos era bastante más importante de lo que esperábamos... las principales actrices con las que debíamos actuar no estaban para actuaciones, dos de ellas se peleaban entre sí mientras las otras dos se concentraban en sus propios asuntos.
Al ver a las cuatro sirenas, una sonrisa se formó en la cara de Iván, confiriéndole un aspecto bastante... ¿cómo decirlo? atolondrado.

—Tranquilos, yo me encargo —dijo este, con toda la seguridad del mundo.

Miedo me daba lo que fuese a intentar mi compañero tras poner aquella expresión y no despegar los globos oculares de las princesas.
Por lo visto parecía querer impresionarlas de algún modo con su presencia, pero el plan no empezaba bien... Ivan aún tenía algunos problemas con sus nuevos apéndices, que no dejaban de comportarse con total independencia de los deseos del joven por controlarlos.

Finalmente se colocó cerca de ellas, dándolo todo con su mejor sonrisa... pero estas giraron la cara, rechazándolo inmediatamente. La que estaba arreglándose la melena incluso puso los ojos en blanco, o eso me pareció.

Uf, directo en el orgullo.

— Sebastián — susurré.— ¿Suele haber alguna manera de hacer que se comporten cuando están así?

La pelea iba a peor, y una de ellas empezó a tocar un instrumento que creó un ruido estridente.
Visto que el pobre crustáceo no tenía ni idea de qué hacer para arreglar aquel desastre, desistí de intentar averiguarlo y me acerqué hasta donde se había quedado Iván, donde las susodichas sirenas seguían tirándose del pelo.

— Majestades, majestades, por favor... — dije con toda la calma posible, y desplegando un poco las aletas para llamar la atención — El público está ansioso de verlas y deleitarse con ustedes, ¿Van a dejar que se encuentren con esto, en lugar de desplegar toda su radiante belleza?

Dar coba. Realmente no me gustaba para nada, pero la situación lo requería o jamás iba a terminarse aquella pelea absurda.
Al principio, simplemente se me quedaron mirando, como pensativas. Al cabo de unos tensos segundos, dejaron de tirarse del pelo y el instrumento de la que estaba más apartada quedó por fin apartado de sus manos.

— ¡Tiene razón! — exclamó una, de escamas anaranjadas — ¡Va a venir todo el reino, tenemos que dar una imagen, como princesas que somos!

— ¡Y qué decir nuestros admiradores! — respondió su hermana, morena y de cola rosada.

— ¡Y nosotras aquí perdiendo en tiempo! ¡Solo a vosotras se os ocurre! — les reprochó la música

Tras esta acusación sin sentido, empezaron a discutir las cuatro, y me llevé las manos a la cabeza. En lugar de arreglar la situación, solo había logrado meter la aleta hasta el fondo.
Gracias a la diosa fortuna, de pronto dejaron la discusión cuando se dieron cuenta que volvían a perder el tiempo, y empezaron a acicalarse a toda la velocidad que les permitían sus brazos.

Miré a Ivan, resoplando de alivio y volviendo al lado de Sebastián, esperando que las princesas estuviesen listas.

[Soul Artist]

Miré a mi compañero con los ojos entrecerrados con algo de rabia. Había sido capaz de arreglar la situación ante la que yo no había podido hacer nada, dejándome en el mayor de los ridículos. Claro, como él era un precioso pez volador, todo se arreglaba más rápido por ser más apuesto. Mientras que yo, que era medio calamar feo y chungo, tenía más dificultades para cosas como aquellas. Le entrecrucé de brazos y le fulminé con la mirada.

—¿Contento, pez payaso? —le pregunté en un tono burlón, algo picado—. Una pena que esas alitas te hagan tan poco varonil. Yo diría incluso... Un poco gay.

Ahí, donde dolía. En la orientación sexual de una persona. La gente tendía a enfadarse con aquellas cosas, y más con aquel aspecto tan afeminado.

—¡Muy bien hecho, mushasho! —felicitó con su particular acento el crustáceo a Kousen, ignorándome y nadando hacia él—. ¡Has salvao el espectáculo! ¡Ahora podremos practicar!

Inflé mis mofletes y me acerqué lentamente a ambos todavía con los brazos cruzados. No quería ni ver en pintura a mi compañero, pero no me quedaba otra que aguantarme y escuchar cuál era nuestra labor durante la obra.

—¡Deben escuchar a la música! —explicó el cangrejo, señalando hacia las trompetas—. Su señal serán las trompetas. ¡Cuando las escuchen, pulsen círculo!

—¿Qué? —pregunté sin comprender bien las instrucciones.

—Digo que naden en círculo —repitió Sebastián, a lo que afirmé con la cabeza. Hubiese jurado entender otra cosa—. Deben nadar rápido alrededor de las princesas, ascendiendo hacia arriba al mismo tiempo, para al final decir la frase "entra y choca esa aleta" con el coro. ¿Entendisteis?

Me crucé de hombros, sin mucho más que decir. La cosa parecía sencilla y no nos daban un gran papel, pero bueno. Todos los grandes cantantes empezaban por algún lugar. El único problema que se me presentaba era que no podría ser magistral con aquellos tentáculos, pero...

—¡Muy bien! ¡Practiquemos pues, no queda mucho para el auténtico espectáculo!

Fui a colocarme en mi posición, debajo de las princesas y esperando una nueva señal.

[Kousen]

El problema por fin parecía estar resuelto, así que podríamos empezar con la función cuanto antes... aunque eso de cantar solo lo hacía en la ducha.

—¿Contento, pez payaso? —me espetó mi compañero—. Una pena que esas alitas te hagan tan poco varonil. Yo diría incluso... Un poco gay.

No pude evitar un golpe de risa con esa última palabra. Seguramente estaba muy dolido por el ridículo que había hecho delante de las princesas, y bastante cabreado conmigo a juzgar por su expresión.
Pero que me llamase eso... la ironía era tal que no pude evitar las carcajadas.

—¡Muy bien hecho, mushasho! —Sebastián se acercó a darnos la enhorabuena moviendo sus pinzas frenéticamente—. ¡Has salvao el espectáculo! ¡Ahora podremos practicar!

Nadé lentamente hasta el podio principal para que Sebastián nos diese las instrucciones necesarias para empezar el ensayo, con Ivan siguiéndonos de cerca. Seguía evidentemente muy enfadado, pero parecía que empezaba a controlar sus tentáculos.

—¡Deben escuchar a la música! —indicó el crustáceo, con una batuta en dirección a las trompetas—. Su señal serán las trompetas. ¡Cuando las escuchen, pulsen círculo!

—¿Qué? —preguntó Ivan, sorprendido.

—Digo que naden en círculo —aclaró. ¿Se me habría taponado algo de cera en el oído?—. Deben nadar rápido alrededor de las princesas, ascendiendo hacia arriba al mismo tiempo, para al final decir la frase "entra y choca esa aleta" con el coro. ¿Entendisteis?

Asentí con la cabeza, dando por claro lo que teníamos que hacer. No parecía algo muy complicado, aunque por otro lado... Me temía que el aprendiz no iba a estar muy dispuesto a cooperar, y menos conmigo.
Para mi alivio, Ivan se dirigió a su sitio sin mediar palabra, pero aún evitaba mirarme a menos que fuese estrictamente necesario. Sin tardar más, me dirigí al lado contrario, donde me tocaba esperar a mí.

El ensayo fluía con total normalidad, las princesas empezaron afinando su voz, así que aproveché para hacer lo mismo sin que nadie me oyese, concentrados en las princesas.

— Tú ven nadando, goza bailando. Es muy fácil si lo intentas ¡Entra y choca esa ale...!— desastre al canto.

Casi al acabar la última frase, mi garganta me traicionó y me dió semejante altibajo que produjo un gallo agudísimo que se oyó más de lo que hubiese deseado. Me gané unas cuantas miradas y el ridículo hizo que me sonrojase, carraspeando para disimularlo y aclimatar mi garganta.

Una vez todo el mundo consideró suficiente el preparo de las cuerdas vocales, la banda empezó a tocar la melodía principal, con sus majestades cantando desde unas grandes almejas abiertas, con un interior de un color azul intenso donde estas bailaban.

Tu ven nadando, goza bailando.

Las trompetas sonaron, era nuestra señal.

Empezamos a subir nadando en círculos alrededor de las conchas, mientras las princesas cantaban la siguiente línea, llegando nosotros casi arriba.

Es muy fácil si lo intentas.

Llegamos arriba justo en aquel momento, y estuvimos a punto de pegarnos un cabezazo por la velocidad de nado, pero al final dimos el giro justo para colocarnos en nuestro sitio.

—¡Entra y choca esa aleta!— canté, esta vez sin problemas y abriendo los brazos espalda a espalda con Ivan.

—Eeeesacto, ¡disfrutáh la música, mushasho!— exclamó Sebastián — ¡Vuestro solo, Majestades!—

Déjate llevar por el ritmo.
¡Y a bailar!

Cantaron esta vez las princesas, bailando entre ellas.

—Muuuuy bien, esta parte sin problemah— "aplaudió" el cangrejo, chocando sus pinzas — Ahora solo tienen que cantar las tres primeras líneas... ¡ustedes dos, bajen acá!— nos pidió.

Esperé a mi compañero y empecé a nadar tras él, bajando hasta el director.

—Veamos...— se rascó la cabeza — Necesito que usen algo contundente para golpear la almeja de allá arriba... así saldrá la manta raya a tocar.—

—De acuerdo...—

Buscamos algo que nos sirviese por el escenario, pero nada me llamaba la atención.

—¿Crees que bastará con la Llave Espada?— susurré a mi compañero — Y perdona el ataque de risa, pero has dado justo en el clavo.

[Soul Artist]

La cosa fue bien. Habíamos practicado con estilo y Sebastián parecía encantado con nuestros movimientos y mi canto, que aunque fuese breve, debía ser celestial; no como el de mi inútil compañero, que el pobre cantaba peor que un gallo borracho. Pobre muchacho, jamás podría encantar con mi canto ni mi sexy físico.

Recibimos indicaciones para golpear la almeja que estaba sobre nuestras cabezas, ante la cual me quedé observando unos segundos, reflexionando. Fue Kousen el que halló finalmente la solución al problema planteado por Sebastián:

—¿Crees que bastará con la Llave Espada? —me susurró, a lo cual me llevé la mano a la barbilla pensándolo seriamente. Sí, parecía lógico—. Y perdona el ataque de risa, pero has dado justo en el clavo.[/quote]

¿De qué hablaba? No me paré a pensarlo, pues estaba más concentrado en aquel problema. Invoqué mi Plasma de Abadón y, sin pensarlo mucho más, me acerqué a la almeja para golpearla ligeramente. Funcionó: esta se abrió de inmediato, como si de un cofre se tratase, y dejó soltar unas cuantas burbujas.

—Parece que funciona —afirmé a Kousen, acercándome de nuevo a él—. Bien pensado, payasín. Ahora solo queda esperar al espectáculo...

Todo iba bien, pensé. ¿Qué podía tornarse a mal en aquella situación? Nada. Nada de nada.

[Kousen]

Ivan, quien estaba también echando un vistazo por el escenario, no se limitó a esperar. Alargó la mano para invocar su llave espada, de unos tonos amarillos que se mezclaban con el negro en partes del arma; y acto seguido golpeó ligeramente la enorme almeja.
Sin más tardar, esta se abrió de par en par con un espectáculo de brillantes burbujas que subían hasta perderse en el techo de la sala.

—Parece que funciona —comentó—. Bien pensado, payasín. Ahora solo queda esperar al espectáculo...

Genial, seguía molesto conmigo. ¿Tan mal le había sentado la actitud de las princesas cuando intentó solucionar la discusión?

El ensayo procedío, sorprendentemente, sin mayores problemas reseñables. Si bien en algún momento las protagonistas se miraban las unas a las otras con mala cara, no parecían querer pasar al ámbito físico o verbal.
Sebastían estaba más contento que unas castañuelas, haciendo entrechocar sus pinzas según iba dándonos las instrucciones de lo que debíamos hacer cada vez, desde nadar entre el decorado hasta algún corto baile con las princesas a la vez que entonábamos algún verso. Mientras que unas no tenían ningún problema, otras hermanas se resistían a que les robásemos protagonismo y alzaban su voz por encima de las nuestras (cosa que por supuesto, traía consigo una reprimenda por parte del crustáceo conductor).

Una vez tuvimos la mayor parte de la actuación lista, se propuso un descanso para todos los figurantes. Los músicos recobraban el aliento y afinaban sus instrumentos, y las princesas... bueno, las nubes de polvo que se levantaban cerca de sus espejos dejaban bastante claro en qué preferían invertir el tiempo.

Preferí apoyarme en una columna cercana y acepté un vaso que me ofreció un pez de colores bastante vistosos. La verdad es que lo que quiera que fuese no aparentaba precisamente ser muy apetecible, pues de algún modo se quedaba en el fondo al ser más pesado que el agua. Sin embargo, estaba caliente, así que supuse que sería algo para la voz.
El pequeño pez ofreció un segundo vaso a Ivan, que estaba situado cerca de mí, y acto seguido se esfumó llevando la bandeja consigo.

— Esto de bailar no es lo mío — comenté, dando un sorbo al dulce contenido del recipiente y bajando la voz para que no se me oyese mucho — Pero parece que aquí abajo no tienen muchas preocupaciones... no parecen tener tanto problema con los Sincorazón como en otros sitios, ¿verdad?

Tuvimos un corto rato para charlar, hasta que Sebastián se nos acercó para hablarnos de la próxima parte del acto.

—Lo están haciendo mejor de lo que lo esperaba, jóvenes— nos felicitó — Pero deberías mover más la aleta, chico... a veces estás demasiao rígido— dijo, señalándome.

Giré la cabeza mirando mi aleta y la moví ligeramente, pero no tenía ni idea. Desde luego era como un tronco a la hora de bailar...

—En la próxima parte colaborarán con los delfines... ¿podrán haserlo?—