[Espacio Paranoico] Mundo.exe

[Soul Artist]

—¡Más cuidado con eso!

Había vuelto a Tierra de Partida después de un día de compras en Ciudad de Paso, mirando por los escaparates y las tiendas productos que llevarme a casa con la jugosa paga mensual que me enviaban mis padres puntualmente. ¿Qué mejor modo de usar el dinero que con un poco de consumismo?

Había resultado ser una tarde bastante interesante. Había adquirido un móvil con el que pronto podría estar Tuippeando, varios objetos de combate, una pelota para Pichu para que no se aburriese en la nave mientras yo no estaba y así dejara de darme la murga... Y lo más interesante de todo y que llevaba el chico de los recados: un ordenador portátil.

—Como te lo cargues, lo pagas —le advertí mientras le guiaba hacia mi habitación—. Y créeme, con lo que cuesta tardarías años en terminar de cobrar la deuda.

Había arrastrado al pequeño muchacho conmigo para que, precisamente, fuese mi esclavo por un día. Al fin y al cabo, me debía una por haber ido a buscar a su chucho en aquel mundo lleno de fantasmas. Y casi había perdido la vida en el intento, cuando un espectro apareció ante nosotros y marcó nuestro tiempo de vida. Todavía me recorría un escalofrío por la espalda al recordarlo, y si no hubiese sido por mi habilidad y mi ingenio, no hubiésemos sobrevivido...

—Es aquí —le señalé al chico, colocándome frente a mi puerta y abriéndosela para que pasase—. Deja el ordenador sobre la cama y desmonta la caja, ahora lo instalaré.

[Little Sho]

—¡Más cuidado con eso!

¿Cómo había acabado en aquella situación? Es algo que aún no comprendo. Quizá fuese por el hecho de no querer deber nada a nadie, o que simplemente siempre estaba dispuesto a ayudar a cualquiera.

Sin saber cómo, terminé siendo guiado por Ivan Kit hasta su habitación mientras le llevaba las compras. Sin embargo, él me había ayudado a recuperar a Tak, por lo que estaba de sobra agradecido.

—Como te lo cargues, lo pagas —advirtió—. Y créeme, con lo que cuesta tardarías años en terminar de cobrar la deuda.

Además, la verdad era que yo no estaba muy bien de fondos que digamos. ¿Qué dinero tenía yo? ¿El que conseguía por misiones en el gremio quizá? Debía tener mucho cuidado, o mi cabeza sería un precio muy pequeño en comparación a lo que tendría que pagar.

—¡Está todo controlado! Sí... —suspiré.

Finalmente llegamos al lugar e Ivan se colocó en la puerta de su habitación, la abrió y la aguantó para que pudiera pasar sin armar ningún destrozo.

—Deja el ordenador sobre la cama y desmonta la caja, ahora lo instalaré.

Hice lo que me mandó y tras estirar mis brazos permanecí quieto mirando a la caja, esperando que alguien me mandase la señal debida acerca de cómo se abría.

Intenté quitar unos pliegues, pero estaban pegados con cinta adhesiva, tras varios intentos para despegar dicha cinta, decidí buscar otro pliegue por el que sacar el ordenador. ¡Todos estaban llenos de cinta! Suspiré profundamente y volví a intentar el asunto.

[Soul Artist]

No me lo podía creer: mi inútil ayudante era completamente incapaz de desprecintar un ordenador portátil. Suspiré y relajé mis brazos, pensando en si intervenir o no. Viendo lo que tardaba y cómo retrocedía, acabé apartándole mientras me ponía delante de la caja.

—Siempre tengo que hacer todo yo... —protesté mientras abría la caja y sacaba mi estupendo y flamante nuevo portátil, cerrado y mostrando un color gris estupendo con el logo de ENCOM en él, una compañía que se dedicaba a hacer sistemas operativos—. ¿Tan difícil era? Y ahora, a trabajar...

Rebusqué en la caja el DVD con los datos del sistema y los cables para conectar la batería del ordenador a la corriente eléctrica. Coloqué mi nueva máquina en el escritorio de mi cuarto, dando la espalda a Zait, la encendí y observé cómo la pantalla negra se iluminaba, mostrando letras informatizadas de color blanco dándome la bienvenida y pidiéndome que instalara el sistema operativo.

Un par de minutos me mantuvieron inmerso en el ordenador, instalando programas y conectando la red a Internet. Todo parecía funcionar perfectamente y estaba quedando contento con mi adquisición: tanto que me di la vuelta hacia el niño y le dediqué una amplia sonrisa.

—¡Observa el poder de la era informática! —le mostré la pantalla de mi ordenador, que estaba mostrando un salvapantallas de una explosión que arrojaba las palabras "Hola, oh, gran Kit" a la cara de cualquiera que lo estuviese leyendo—. Ahora solo me falta un ratón y podré manejarlo mejor...

Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia la salida de la habitación, recordando que en la biblioteca había algunos en los viejos ordenadores; nadie iba a echar en falta uno de ellos, siempre que el estúpido moguri que vigilaba no me pillara in fraganti. Pero antes de salir señalé con el dedo al niño, serio.

—Tú —pronuncié en alto—. Todavía tengo trabajo contigo, así que no te vayas. Pero ni se te ocurra trastear con el ordenador, ¿entendido? Como lo hagas te arrancaré los ojos y los usaré como aceitunas en mi mosto de los domingos.

Con el aviso ya lanzado, abandoné la habitación. No tardaría mucho en volver.

[Little Sho]

Tras mi torpeza, Ivan terminó apartándome y abriendo él mismo la caja.

—Siempre tengo que hacer todo yo... —protestó a la vez que sacaba un precioso ordenador portátil de un color grisáceo, con un grabado en él, que me costó descifrar, pues ya que no conocía de nada aquella palabra, "ECON"—. ¿Tan difícil era? Y ahora, a trabajar...

Ivan comenzó a buscar todo tipo de papeles, cables y otros cacharros que se escapaban a mi comprensión. Situó la máquina en el escritorio de su habitación y lo encendió, sumergiéndose al completo en él. Podía ver millones de letras y números pasar frente a la pantalla, y yo no entendía nada. Parecía otro idioma, aunque claramente podía diferenciar algunas letras conocidas en él.

Para mi sorpresa, tras terminar, Kit se dio la vuelta y me dedicó una sonrisa, algo realmente inusual.

—¡Observa el poder de la era informática! —pude contemplar en la pantalla lo que parecía una enorme explosión que presentaba varias palabras. Entre ellas, sólo pude relacionar una, Kit—. Ahora solo me falta un ratón y podré manejarlo mejor...

Entonces Ivan se levantó y se dirigió hacia la puerta sumido en cualquier cosa.

—Tú —dijo en alto, como leyéndome el pensamiento—. Todavía tengo trabajo contigo, así que no te vayas. Pero ni se te ocurra trastear con el ordenador, ¿entendido? Como lo hagas te arrancaré los ojos y los usaré como aceitunas en mi mosto de los domingos.

Tras lanzar tal aviso, desapareció del lugar.

Yo me mantuve quieto, en un principio, contemplando la habitación de Kit. Era completamente diferente a la mía. Tenía muchos adornos y objetos extravagantes, más de un libro, por supuesto. En resumen, una cantidad notable de pertenencias. Mi habitación en cambio esta vacía, excepto cuando Tak se quedaba en ella, como era el caso actual. La única ropa que tenía era la que llevaba puesta, por lo que todo aquello me sorprendió bastante.

Miré el ordenador de reojo, pensando en las palabras de Kit. No pude evitar acercarme lentamente y tocar una letra. La explosión desapareció y dejó ver lo que parecía ser una pantalla llena de iconos. Me puse nervioso y volví a tocar la misma tecla, pero nada pasó. Tras pulsarla muchas y repetidas veces, desistí en mi intento de dejarlo como estaba. Me llevé la mano a la cabeza y miré hacia otro lugar, aunque mis pupilas terminaron clavandose nuevamente en el portátil.

Busqué la letra "Z" en el teclado, y al encontrarla la pulsé, en un intento de escribir mi nombre. Tras hacerlo, pulsé una tecla llamada Intro. Y como en mi anterior intento, no pasó nada.

Entonces, empecé a tocar todas y cada una de las letras, haciendo que muchas y distintas ventanas de navegación apareciesen en la pantalla. Nervioso, empecé a trastear aún más el aparato, intentando que se arreglase.

[Soul Artist]

¡Oh, dios mío, me iban a matar!

Mi estrategia había sido un tanto fallida. En cuanto el moguri de la biblioteca no estaba mirando cogí el ratón de uno de los ordenadores, lo desconecté de su puerto USB y lo guardé en la manga de mi camisa, dirigiéndome pronto hacia la salida con un alegre silbido que en absoluto podía hacer a nadie sospechar de mí. Pero un estúpido aprendiz fofo y repelente corrió a chivarse de mi pequeño hurto a las autoridades... Y allí estaba yo, a la carrera.

Si no me equivocaba no me habían visto la cara todavía, pero me seguían y me darían caza en cualquier momento. Había estado intentando despistarlos, y creí lograrlo cuando llegué al pasillo de mi habitación. Pero al llegar al marco de la puerta oí un grito moguril a mis espaldas, señalando mi localización.

Suerte que había dejado la puerta para mí, la cual me apresuré en cerrar nada más entrar. Pero estar allí era inútil: ahora sabían dónde estaba. Quizás si les daba esquinazo podría salvarme haciéndoles pensar que no era mi cuarto. Y una bombilla se iluminó en mi mente: ¿y si culpaba a Zait de ser él el ladrón? Sí... Me libraría y tendrían su culpable. Un crimen perfecto...

… Que olvidé en el acto en cuanto le vi jugar con el teclado y abrir programas, provocando avisos de errores graves de sistema.

—¡¡Pero qué estás haciendo!! —grité lanzándome al chico y apartándole del ordenador.

¡Se lo había cargado por completo! ¡Mi nuevo ordenador! Errores de los drivers de pantalla, el propio teclado, programas corruptos, ¡siete virus! ¡¡Dos troyanos!!

—¡Solo te he dejado aquí quince minutos! ¿¡Cómo te lo has podido cargar tan rápido!? —le pregunté agarrándole de la ropa casi entre lágrimas, entre furioso y dolido por los daños provocados a mi nuevo ordenador.

Golpearon la puerta exigiendo que la abriese y me entregase, devolviéndome a la situación en la que estaba. Con las Llaves Espada podrían abrirla en cualquier momento, condenándome de por vida. Y con mi historial de pequeños malentendidos quizá esta vez el castigo sería más severo que dar clases de matemáticas a una paleta...

Un sonido proveniente del portátil llamó mi atención. Un aviso había aparecido en él:

PREPARAOS PARA LA DIGILATIZACIÓN
Antes de que pudiese reaccionar a aquel extraño mensaje, una luz nos iluminó a Zait y a mí. Y poco más puedo recordar antes de aparecer allí...

[Little Sho]

—¡¡Pero qué estás haciendo!! —pegué un bote en el sitio al mismo tiempo que Kit me apartaba del ordenador, además del gran escalofrío que recorrió mi espalda.

Yo sonreí nerviosamente mientras veía el desastre que ocurría en la pantalla.

—¡Solo te he dejado aquí quince minutos! ¿¡Cómo te lo has podido cargar tan rápido!? —preguntó realmente furioso mientras me agarraba por la ropa, lleno de ira. Yo no podía evitar sentirme un desastre andante. ¿Tan complicado era todo?

Repentinamente aporrearon la puerta exigiendo que alguien saliese de la habitación. Miré a Kit extrañado y me pregunté qué es lo que habría hecho él mientras yo trasteaba.

Pero antes de que nada pudiese suceder, un sonido envolvió el lugar.

PREPARAOS PARA LA DIGILATIZACIÓN

Entonces, una luz nos iluminó a ambos y... ¿desaparecimos?



Cuando abrí los ojos, lo menos que hice fue pegar un grito. ¿Qué era todo aquello? ¿Una pesadilla? Tantos colores chillones y resplandescientes, tantas luces, tanto catástrofe me parecía una locura. Era... Realmente una paranoia.

Pero... ¡Eso no fue todo! ¡Mi ropa! ¡Mis manos! Todo era distinto, acorde con aquel extraño e irregular decorado que nos rodeaba. Es más, había algo que me desorientaba aún más, y es que... ¡Llevaba puesto mi casco! Pero tenía otros colores, se había vuelto oscuro, con muchas líneas azules recorriendo su superficie.

Entonces... Mi cabeza comenzó a funcionar, y no me gustaba nada lo que creía que había pasado. Estábamos... ¿Dentro del ordenador? Miré a Ivan Kit, que estaba cerca mía y en unas condiciones similares.

—¡Ivan! ¿Te encuentras bien? ¿Sigues... Con todas las piezas? —pregunté acercándome a él, y una vez hube comprobado que todo estaba correcto, le formulé la misma pregunta que me hice a mí mismo al abrir los ojos—. ¿Dónde estamos?

[Soul Artist]

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¿Qué demonios...?

—¡Ivan!

Mis oídos escucharon el grito, pero mi mente estaba en otra parte. Arrodillado en el suelo me contemplaba las manos, las cuales me brillaban con características líneas azules marinas. Vestía con unos guantes grises que jamás había visto, al igual que toda mi ropa, por donde las líneas seguían avanzando como cables de un sistema.

—¿Te encuentras bien?

Entonces me percaté de mi alrededor. Lo primero que mi cerebro fue capaz de reconocer fueron colores, luces brillantes que atravesaban toda clase de bloques en la lejanía. Todo era demasiado abstracto para entenderlo de primeras, pero pude ir comprendiendo que estábamos, concretamente, en una gran llanura sin nada. Como un estadio. Qué demonios... Era un estadio.

—¿Sigues... Con todas las piezas?

Me levanté despacio, apoyándome sobre mi pierna derecha, y comprobé lo que me temía: el suelo que pisábamos era como si estuviese en 3D. Estábamos en un mundo artificial, de ningún modo algo así podía existir fuera de donde deduje que podíamos estar. Solo se me ocurría una cosa, una terrible cosa.

—¿Dónde estamos?

Me acordé de las palabras del fundador de ENCOM. Había leído mucho sobre él y su sistema, con el cual tan contento estaba de su trabajo. Miré a mi compañero, serio. Había llegado adonde el gran Flynn siempre había querido llegar, antes de su desaparición hace años.

—Estamos en la red —le contesté con los ojos clavados en sus nuevas ropas—, en un... Espacio paranoico.


Tragué saliva y observé bien la zona. El ordenador nos había introducido a su interior, algo prácticamente increíble. ¿Podía uno introducirse entonces en aquel flujo de datos? ¿Cómo serían dichos datos y programas? Siempre había imaginado todo como ratones correteando de un lado a otro, trasladando la información, al igual que los nervios en el cuerpo humano.

Estaba fascinado. Tenía tantas ganas de explorar, tantas ganas de descubrir. Éramos, posiblemente, los primeros humanos en poder acceder a un mundo así. ¡Una oportunidad única! No quería irme sin saber más de aquel sitio.

—Vamos, chico —animé al joven a explorar, señalando hacia adelante con la cabeza, hacia unas puertas dobles más adelante—, echemos un vistazo.

[Little Sho]

—Estamos en la red —contestó, cosa que no comprendí en absoluto—, en un... Espacio paranoico.

No estaba equivocado... Estábamos dentro de un ordenador. ¿Aquello nos convertía en datos? Por otro lado, jamás imaginé que dentro de una de esas máquinas pudiese haber este tipo de cosas. Abrí mi casco, ofuscado por la falta de aire, hasta que terminé por quitármelo, harto de él. Volví a contemplar mis manos, llevaba guantes. Toda mi ropa era ahora oscura, repleta de aquellas características líneas luminosas, ¿qué serían?

Lo increíble llegó cuando vi mi Llave-Espada. ¡Seguía el mismo patrón! No podía entenderlo. Es más, lo que mayormente me preocupaba era cómo volver. Sí, era curioso estar dentro de aquel mundo, indagarlo, curiosear un rato pero... ¿Quién daría de comer a Tak?

—Vamos, chico —dijo Ivan al fin—, echemos un vistazo.

—Cla-claro...

Nos dirigimos hacia unas puertas dobles delante nuestra. Yo seguía sin estar seguro del todo. ¿Habría también sincorazón en este loco mundo? ¿Habría tan siquiera... Alguien? ¿O algo? Pero claro... ¡Había puertas! ¿Quién las usaba? Conforme más preguntas me hacía, más ganas tenía de explorar ese mundo. Para nuestra desgracia, la respuesta a aquellas preguntas acababa de llegar. Sin siquiera habernos acercado a la puerta, una voz con un pequeño pero fuerte tono robótico llamó nuestra atención.

—¡Alto! ¡Identificación!

Me giré para contemplar a lo que parecía una persona, un hombre por su voz y su figura, que me sacaba más de una cabeza. Una capucha impedía ver su rostro al completo, que parecía sumido en la oscuridad. Portaba un traje similar al nuestro, con la diferencia de que aquellas coloridas líneas mostraban un tono anaranjado.

Por el atuendo, la frase y el hecho de que había más de uno, deduje que eran guardias, o al menos, algún tipo de programa de seguridad. El que había hablado se acercó a mí y me agarró por el hombro.

—Repito, ¡identificación!

[Soul Artist]

—¡Alto! ¡Identificación!

Las puertas estaban custodiadas por dos enormes guardias que me sacaban al menos una cabeza en altura; bastante intimidante para cualquiera que no fuese yo, como mi atontado compañero. Vestían con gigantescos guantes y chaquetas grises con circuitos rojos que les hacía brillar con fuerza, caracterizando bien su presencia así. Unas capuchas oscuras no permitían que les viese la cara, aunque imaginé que sencillamente no tenían; por último, portaban algo parecido a lanzas con las que podrían atravesarme rápidamente si no me andaba con cuidado.

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Me llevé los dedos a la nariz para recolocarme las gafas, pero me sorprendí al darme cuenta de que en aquel mundo virtual no las llevaba: se me habían pegado al contorno de los ojos, por donde deduje al tocar la cara que pasaban los circuitos azules de mi cuerpo.

—Repito, ¡identificación! —exigieron ambos guardias al unísono. Mi compañero se había quedado mudo, por lo que decidí intervenir yo mismo.

—Kit, Ivan Kit —me presenté llevándome una mano al pecho para que quedaran sorprendidos al escuchar mis palabras—. Y este es mi compañero —señalé sin darle mucha importancia, pues todos sabíamos que allí el importante e idolatrado era yo—. Soy el usuario de este mundo. Idolatradme.

Al decir la palabra usuario no reaccionaron, lo cual me extrañó. Me miraron y analizaron desde lo más profundo de sus capuchas, pero no fue suficiente:

—¡Disco de identificación!

—¿Diqué?

Uno de los guardias señaló a mi espalda y giré la cabeza para mirármela. Pegado al traje había una especie de disco brillante con las líneas azules iluminándolo intensamente. Me llevé la mano hacia allí por encima del hombro y se despegó de inmediato, como un imán de baja potencia. Lo llevé delante y se lo mostré a los guardias esperando que reaccionaran.

—¡Disco no identificado! ¡Destino: los juegos!

Me quedé a cuadros cuando dijo aquello. ¿Cómo que no identificado? ¿Es que no me reconocían por la cara? ¡Leñe, tendría que haber añadido una foto mía en el perfil del ordenador y no aquel gatito tan mono!

[Little Sho]

—Kit, Ivan Kit —se presentó, a la vez que ponía su mano en el pecho—. Y este es mi compañero. Soy el usuario de este mundo. Idolatradme.

En ese momento supuse, que si hubiese podido verles la cara a aquellos guardias, no sería algo bonito de apreciar.

—¡Disco de identificación!

¡Ni siquiera Ivan entendió aquello! Por mi parte, yo ya había dejado de intentarlo. Asumí que conforme más tiempo pasase en aquel mundo, menos cosas entendería, así que me dejé llevar.

El guardia señaló a la espalda de Kit, en dicho lugar se encontraba un disco, sujetado con algún tipo de sistema que no comprendía, pues ya que se podía quitar y poner como quien pone un vaso en la mesa... Sólo que en una versión, más vertical. Era un disco iluminado con las mismas líneas azules que caracterizaban aquel mundo.

—¡Disco no identificado! ¡Destino: los juegos!

“¡Vaya!“, pensé. ¡Por fin las cosas salían bien! O eso supuse, pues ya que me parecía estraño que aquellos guardias quisiesen jugar con nosotros estando trabajando, aquello no era muy ético.

Los guardias nos rodearon y nos apresaron enseguida. Nos llevaron hasta una especie de Nave voladora, basada en una superficie vertical de la cual salían dos columnas cuyas bases se plegaban hacia el centro y finalizaban en punta. Sin embargo, lo realmente importante parecía encontrarse arriba.

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Al ver la nave no pude evitar soltar un "Oooh" de sorpresa. La nave también estaba caracterizada por esas extrañas líneas, que en su caso eran rojizas.

Aún aprisionados, nos introdujeron en dicha nave. Una vez dentro y para solucionar mis dudas, hablé con Ivan.

—¿Juegos? ¡Genial! ¿No crees, Ivan? —pregunté con una sonrisa de oreja a oreja—. Pero... ¿No están los guardias trabajando? ¿Aún así quieren jugar con nostros?

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Edit: Problemas con BBcodes

[Soul Artist]

¿Unos guardias nos animaban a participar en unos juegos al no reconocer mi disco? Bueno, al menos eran amables. Siendo un ordenador, tenía ganas de jugar a algunos de mis juegos favoritos, como Sqyrim o Assassin's Feet. Porque claro, no había instalado ninguno todavía, pero si aquello era la red debían existir todos los videojuegos del universo allí mismo.

—¿Juegos? ¡Genial! ¿No crees, Ivan? Pero... ¿No están los guardias trabajando? ¿Aún así quieren jugar con nostros?

—Bueno, piensa que su trabajo es tratarnos lo mejor posible —le expliqué al chico, haciendo alarde de mi lógica y mis conocimientos sobre ordenadores—. Ellos son programas, nosotros usuarios. Solo existen para hacernos la vida más cómoda, ¿sabes?

—Dios, ¿tienes alguna gilipollez más que contar, cretino?

Giré mi cabeza hacia la izquierda, donde, después de un par de programas, di con un chico vestido con ropas amarillas y muy características. Llevaba puesta una capucha que le tapaba una mota de pelo negro, intentando ser sustituido por pelo artificial de color amarillo eléctrico, con lo que parecían ser orejas colgando. Unos cascos conectados a una mochila en su espalda estaban pegados a la capucha, dándole un toque moderno. Sus colores, azules como mi traje, solo recorrían los cables de los cascos y su mochila, haciéndome pensar que se trataba de otro usuario.

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La verdad es que sus ropas me recordaban a algo, pero era incapaz de decir con certeza de qué se trataba...

—En serio, yo preocupándome por lo que me pueda pasar y vosotros tan felices —soltó el chico, llevándose la palma de una de sus manos a la cara—. Es que es para pegaros una torta. ¿No sabéis lo que le pasa a los programas que envían a los juegos?

—Nosotros no somos programas, niño —solté al joven para que mostrase algo de respeto hacia mi persona—. ¿Y quién se supone que eres tú? ¿Acaso sabes quién soy? Soy el gran Ivan K...

—Vale, vale, gafitas —¿¡Gafitas!? ¿¡Pero qué se había creído aquel criajo!?—. Me llaman Yellow, para que te enteres. Diría que es un placer, pero para mi desgracia creo que vais a ser un grano en el culo antes de que seamos todos eliminados. Resulta que en los juegos jugáis, sí, pero no como pensáis. Pasáis a formar parte del juego. Ahora te lo pensarás mejor antes de volver a echar una partida a los Zims, ¿eh, gafitas?

Apreté los dientes con fuerza ante los comentarios de aquel muchacho. ¿Pero qué demonios se había creído tratándome así?

[Little Sho]

—Bueno, piensa que su trabajo es tratarnos lo mejor posible —me explicó Ivan Kit con una gran lógica. Quién me diría a mí que la tecnología había avanzado tanto. ¡No sabía que los ordenadores ofrecían tanto! En Londres estaba el ferrocarril, que era lo mejorcito de aquella época. Pero claro, viajando en la nave en la que me encontraba... No parecía ser tan bueno—. Ellos son programas, nosotros usuarios. Solo existen para hacernos la vida más cómoda, ¿sabes?

—Dios, ¿tienes alguna gilipollez más que contar, cretino?

Observé sorprendido al dueño de aquellas palabras. Se trataba de un joven vestido completamente de un fuerte amarillo. Tenía el pelo negro, de escasa visibilidad, pues ya que otro montón salido de su capucha le tapaba los ojos. Parecía falso, al menos desde lejos. Llevaba unos grandes cascos adheridos a lo que parecía aquella peluca, de la cual colgaban un par de orejas. ¿Se trataba de una peluca o una capucha? Era tan raro que, en aquel mundo, no desentonaba. Los cascos estaban conectados a una mochila, ambos mostraban aquellas líneas azules como las de nuestros trajes. ¿Sería también un usuario?

—En serio, yo preocupándome por lo que me pueda pasar y vosotros tan felices —soltó el chico, llevándose la palma de una de sus manos a la cara—. Es que es para pegaros una torta. ¿No sabéis lo que le pasa a los programas que envían a los juegos?


—Nosotros no somos programas, niño —contestó Kit—. ¿Y quién se supone que eres tú? ¿Acaso sabes quién soy? Soy el gran Ivan K...

—Vale, vale, gafitas —aquel chico parecía seguro de lo que hacía—. Me llaman Yellow, para que te enteres. Diría que es un placer, pero para mi desgracia creo que vais a ser un grano en el culo antes de que seamos todos eliminados. Resulta que en los juegos jugáis, sí, pero no como pensáis. Pasáis a formar parte del juego. Ahora te lo pensarás mejor antes de volver a echar una partida a los Zims, ¿eh, gafitas?

Yo no comprendía nada. ¿Qué eran los Zims? La única vez que intenté usar un ordenador fue en Tierra de Partida. Me di por vencido a los cinco minutos cuando no sabía ni usar el ratón. ¡Aquel cacharro era muy complicado! Y yo no entendía la diferencia de jugar... Dentro de los juegos. ¿Cómo se hacía si no? Entonces... Recordé otros juegos de los cuales había escuchado hablar antes.

—¿No será algo como unos juegos olímpicos? ¿O algo parecido?

[Soul Artist]

—Por favor, que alguien me pegue un tiro —Yellow miró hacia el cielo virtual ante lo que le había soltado Zait, desesperado por la inocencia del joven—. En serio, que alguien lo haga.

—Conozco ese sentimiento —afirmé en alto, dedicando una mirada de reojo a Zait.

La nave se detuvo finalmente en lo que parecía ser otro enorme estadio, aunque este de forma cuadricular y altísimas paredes. Dos guardias nos obligaron a salir de los vehículos, tomándonos los brazos con violencia y empujándonos al centro del lugar, lleno de gente en las gradas que supuse que eran más programas. Con nosotros, aparte de Yellow, había una persona más de aspecto serio, seguramente otro pobre prisionero.

—¡El PCM ha decidido que vuestro destino serán las motos de luz! —señaló uno de los guardias, señalándonos a los cuatro—. ¡Empezad!

—¿Motos...?

—Demonios, no sabéis nada de este mundo en serio, ¿eh? —Yellow suspiró y se acercó a nosotros, cogiendo el disco de Zait de su espalda—. A ver. Cogéis vuestro disco de datos y lo colocáis como un volante para que surja el vehículo. Luego, lo que debéis hacer es ir creando pasillos de luz para acabar con vuestros rivales. Si perdéis, vuestra existencia será eliminada.

—¿¡No hay vidas extra!? —salté asustado ante las palabras del chico. El chico me miró con malos ojos, enfadado ante mi comentario.

—Escucha, gafitas. Conozco un modo de salir —me aseguró Yellow, acercándose a mí y susurrándome al oído—, por lo que sígueme la corriente un rato, ¿quieres? Cuando veas que me dirijo a la pared norte, sígueme de cerca. Pero primero debemos eliminar el otro programa.

—¿Y Zait? —pregunté, preocupándome ligeramente por el bienestar del chico. No es que me importara mucho, pero no quería problemas con los Maestros al volver a Tierra de Partida.

—¿El retrasado mental? Que te siga si quieres —aceptó finalmente Yellow—. Pero no sois mi responsabilidad, ojo. Si perdéis, es vuestra culpa.

Afirmé con la cabeza y me dirigí hacia Zait, acercándome ligeramente a él. Le observé de arriba a abajo y pensé en que, después de todo, podía ser un peso importante. Pero no era mi estilo dejar atrás a gente, aunque fuese por la supervivencia del mejor.

—Niño, procura no ser eliminado y sígueme cuando te haga una señal, ¿vale? —le ordené a mi compañero, esperando que me diese alguna clase de afirmación. Acto y seguido tomé mi disco de la espalda y lo coloqué delante de mí, creando una especie de moto en la que me vi metido.

[Little Sho]

—Por favor, que alguien me pegue un tiro —exclamó Yellow mientras miraba hacia el cielo—. En serio, que alguien lo haga.

—Conozco ese sentimiento —afirmó Ivan en alto.

—¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? ¿Es algo que he dicho?

Al fin la nave se detuvo y me asomé a ver qué es lo que nos esperaba; aquellos juegos que no comprendía. Estábamos en un enorme estadio rectangular de altas paredes. Los guardias nos sacaron por la fuerza y nos llevaron hasta el centro del recinto. Éramos cuatro en total, contándonos a nosotros, Yellow y a un tercer individuo, también prisionero. El recinto estaba lleno de gente expectante. Por lo que había estado escuchando desde que llegué a ese mundo y por mis propias conclusiones, aquellos debían ser programas.

—¡El PCM ha decidido que vuestro destino serán las motos de luz! —señaló uno de los guardias—. ¡Empezad!

—¿Motos...?

—Demonios, no sabéis nada de este mundo en serio, ¿eh? —suspiró Yellow y mientras cogía mi disco de mi espalda—. A ver. Cogéis vuestro disco de datos y lo colocáis como un volante para que surja el vehículo. Luego, lo que debéis hacer es ir creando pasillos de luz para acabar con vuestros rivales. Si perdéis, vuestra existencia será eliminada.

—¿¡No hay vidas extra!? —preguntó alarmado Ivan, algo que seguía sin comprender. Había escuchado que los gatos tenían siete vidas, pero nada más.

—Escucha, gafitas. Conozco un modo de salir —aseguró el joven amarillento mientras se acercaba al oído de Kit, por lo que no pude escuchar mayor conversación. Finalmente y tras una pequeña pausa, Kit se acercó a mí y tras mirarme de arriba abajo, me soltó:

—Niño, procura no ser eliminado y sígueme cuando te haga una señal, ¿vale?

Afirmé con la cabeza y me acerqué hasta Yellow para recuperar mi disco. De nuevo en mis manos, seguí sus instrucciones y lo coloqué frente a mí como un volante. Me sorprendí a mí mismo al ver que, como por arte de magia, de la nada apareció un vehículo, similar a una moto, negro y también repleto de líneas luminosas y azules. Me monté al instante y contemplé a sombrado que se parecía enormemente a mi glider.

—¡Genial!

Sin perder el tiempo prendí motores y esperé a algún tipo de señal. Alguna abría, ¿no? Hubiese o no, en cuanto tuve ocasión, salí disparado. Aún no comprendía qué tenían de malo aquellos juegos.

[Soul Artist]

El juego fue aburrido en un principio. Me dediqué a recorrer la pista en círculos, esperando la señal de Yellow y vigilando al cuarto jugador, que seguía a este último muy de cerca. Pasó cerca de un minuto cuando el joven de las ropas amarillas lo eliminó con un giro brusco y encerrándole en un pasillo, provocando que el motorista pegase un grito y chocara de inmediato contra el muro, incapaz de escapar.

El chico me hizo una señal y yo le hice otra a Zait para que me siguiese de cerca. Me apresuré a seguirle de cerca, pegado al muro que iba dejando al correr con la moto. Nos dirigíamos hacia la pared norte, donde no alcanzaba a ver ninguna salida ni nada semejante. ¿Era parte del plan? ¿Iba a aparecer un agujero de la nada, como un bug? Bueno, era nuestra única vía de escape. Debía confiar en él, y...

De golpe, Yellow giró en seco.

Casi no lo cuento. Esquivé el muro por unos escasos centímetros, girando hacia mi derecha con brusquedad y muy pegado a Yellow. Solté una palabrota y le dirigí una mirada llena de furia hacia el niñato. ¡Era una trampa! ¡Estaba intentando acabar con nosotros!

Otro giro brusco me obligó a tirar hacia mi derecha, pero en seguida volvió a dar un volantazo hacia su derecha. Me di cuenta de lo que aquello significaba: me estaba encerrando en un cubículo del que no podría escapar. Podía hacer que se retrasara, pero antes o después...

Tragué saliva y comencé a girar como un loco todo el tiempo, primero a la izquierda y luego a la derecha, creando un pasillo espiral en mí mismo. Pero solo estaba alargando mi agonía. Notaba cómo cada vez el pasillo era más pequeño, más estrecho. La angustia me quitaba el aire, el corazón me latía a mil por hora.

Vi el muro final delante de mí. Era mi fin.

LOCALIZADOS PORTADORES DE LA LLAVE. ANULANDO JUEGOS.
Noté cómo mi moto desaparecía y, con ella, el muro que tenía delante. Salí volando unos metros y rodé por el suelo, el cual había vuelto al estado previo a que comenzasen los juegos. Levanté la mirada y vi a Zait y a Yellow no muy lejos de mí, también tan sorprendidos como yo de lo que acababa de suceder.

Apoyé las rodillas y las palmas de mis manos en el suelo, levantándome con algo de pesar. "Portadores de la llave", esos debíamos ser Zait y yo. Menos mal, por fin se nos trataba como merecíamos. Y en cuanto pillase a aquel niñato cretino vestido de amarillo, le...

Dos moles gigantescas de color morado brillante surgieron de la nada a unos metros de mí. El emblema en su parte frontal me sonaba horrores.

Spoiler: Mostrar

EJECUTAR: EXTERMINAR PORTADORES DE LA LLAVE. EXTERMINAR. EXTERMINAR.
Mierda.