[Ciudad de Halloween] Revuelo en el Calabazar

[Kousen]

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Participantes:
- Hiro Inukai
- Kousen Zephyr

Ubicación:
Ciudad de Halloween

Cronología:
Kousen: Posterior a "La Segunda estrella a la derecha", antes de "Ocaso de una Estrella"
Hiro: Posterior a "Haré un hombre de tí", antes de "Ocaso de una Estrella"

Estaba empezando a cansarme de estar sentado con el trasero sobre la fría placa de metal de la armadura. No hacíamos más que pasar por delante de diferentes mundos una y otra vez, y en una ocasión nos pasamos un buen rato navegando en círculos.
Tendríamos que haber pedido un mapa estelar portable o habernos fijado mejor en el que usamos para guiarnos, pero por suerte ya estábamos cerca y el mundo quedaba a simple vista.

—¡Ya llegamos!— exclamé.

Una gran calabaza con una cara esculpida y aparentemente iluminada desde el interior flotaba en mitad del cosmos, con una extensa ciudad asentada sobre el inmenso territorio que esta ocupaba. Tal y como habíamos escuchado sobre ella, ahí estaba Ciudad de Halloween.

***

Estaba tranquilamente aquella mañana rondando por la biblioteca de Tierra de Partida, buscando en las estanterías cuando escuché a unos cuantos aprendices reunidos en una mesa charlando.

—¡Venga ya!— oí exclamar a uno —Te han vuelto a tomar el pelo con otro cuento de viejas.—

—¡Te digo que no!— protestó su compañero —¡Se mueve solo y cambia de sitio!—

—No sabría decirte si es mentira. Ciudad de Halloween es un mundo de loooocos.— La tercera hizo un gesto con el dedo en su sien y puso cara de chiflada, gesticulando.

Agarré el primer libro que aún no había leído y me acerqué a la mesa, sentándome junto al cuarto aprendiz, que estaba con la cabeza sobre la mesa, al parecer algo aburrido y somnoliento. Afortunadamente conocía lo bastante a un par de ellos como para poder entrar en la conversación sin que me mirasen con mala cara.

—Qué, ¿Volvéis a sacar los tanques?— bromeé, aludiendo a sus constantes discusiones.

—Qué va.Simplemente va diciendo por ahí que hay un muñeco viviente que ataca a la gente en Ciudad de Halloween.—

—¡Un espantapájaros, sordo!— le corrigió —Y sí, dicen que cambia de sitio solo o que incluso ha atacado a algunos.—

La chica suspiró al ver que aquello no llevaba a ninguna parte, y se levantó de la silla para luego encaminarse a la salida. No estaba en absoluto interesada en aquello.

—Se mueva o no, no es más que un montón de paja.— movió una mano, quitándole importancia —Y os recuerdo que tenemos entrenamiento con Lyn. Si no os movéis, no respondo de lo que pueda pasar...— y se marchó, tan pancha.

Los dos se levantaron horrorizados por la advertencia, y salieron corriendo sin decir nada más acerca de aquel asunto; dejándose las suelas en llegar a los jardines lo antes posible... me había quedado solo con el cuarto joven, que seguía con la cabeza apoyada en la mesa.
Y... tenía orejas y cola.

—Pues vaya— me coloqué las manos en la nuca —Suena como la típica leyenda urbana, ¿no cres? Aunque por otra parte... Nunca he estado en esa "Ciudad de Halloween"—

[RedXIII]

Aunque insistiera varias veces de que aquel camino era el correcto, empezaba a discrepar sobre la opinión de su compañero, ya que parecían estar dando vueltas todo el rato ¿No tenía un mapa o algo parecido para poder ver a donde iban, al parecer no.

Aunque cómoda, la armadura se hacia pesada, y sobretodo tanto tiempo como habían estado buscando.

—¡Ya llegamos!— Exclamó.

De pronto pudo verla ante ellos, Ciudad de Halloween, una gigantesca calabaza con una cara con una macabra ciudad, hacia honor a su nombre.

***

La biblioteca no es que fuera el lugar favorito de Hiro, pero despues de su viaje con Ronin a Tierra de Dragones prefería documentarse algo más, desgraciadamente su aburrimiento podía con el, dejándolo medio somnoliento en la mesa, apoyando su cabeza sobre la mesa.

—Namnanamanam — Murmuraba sin sentido mientras, sin prestar apenas atención, escuchaba las conversaciones que se podían escuchar por toda la Biblioteca.

—¡Un espantapájaros, sordo! Y sí, dicen que cambia de sitio solo o que incluso ha atacado a algunos.—

—Se mueva o no, no es más que un montón de paja. Y os recuerdo que tenemos entrenamiento con Lyn. Si no os movéis, no respondo de lo que pueda pasar...—

Parecía que se habían ido, ya que la Biblioteca había quedado muy tranquila, extraño era que el Bibliotecario no les hubiera atacado como hizo con Hiro en la misión de la miel.


—Pues vaya, suena como la típica leyenda urbana, ¿no cres? Aunque por otra parte... Nunca he estado en esa "Ciudad de Halloween"—

Aun somnoliento intento establecer una conversación con aquel joven, levantando un poco la cabeza de la mesa —Vale, vayamos a por caramelos — Contesto, pensando que se refería a otra cosa —¿Esta muy lejos la casa del señor Espantapájaros? — Definitivamente no se había enterado de nada.

[Kousen]

El aprendiz levantó la cabeza de la mesa, visiblemente cansado —Vale, vayamos a por caramelos — me contestó, dejándome (muy) extrañado ¿Creía que íbamos a ir de truco o trato? —¿Esta muy lejos la casa del señor Espantapájaros? — Efectivamente, había estado medio dormido todo el rato.[/quote]

Esa era la sensación que tenía al menos, estaba tan aburrido que apenas se había enterado de qué iba la conversación a su alrededor. Pero de alguna forma, había dado una sugerencia interesante que tal vez no se le hubiese ocurrido estando lúcido. Y a mí tampoco se me había pasado por la cabeza, pero cuando lo dijo sonaba interesante.

— ¿Sabes? No es mala idea. — me puse en pié — Te contaré los detalles por el camino... Ah, perdona por no presentarme. Me llamo Kousen, encantado. — Le tendí la mano.

Esperé a que el aprendiz me la estrechase y me diese su nombre, y después fuimos a buscar un sitio para despegar... con una parada por el comedor por si necesitaba algo de café para despertarse del todo y conducir sin problemas, claro.

***

No esperamos más orbitando alrededor del mundo, sino que empezamos el descenso a aquel mundo de aspecto... estrafalario.

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Aterrizamos en un callejón de lo más extraño. Simplemente acababa en una zona circular con una farola con forma de calabaza en el centro... como una especie de pequeña plaza o ve a saber qué. Solo al final se vislumbraba una gran reja retorcida que daba paso a una gran plaza.

Las construcciones eran... como poco, destartaladas. Se retorcían y curvaban de una forma que ningún arquitecto en ningún sitio que haya visitado construiría. El lugar además tenía un ambiente oscuro y polvoriento, acompañado del ruido de murciélagos, pequeños roedores y risas que salían de ninguna parte.
Perfecto para poner el pelo de gallina a más de uno, realmente Halloween allí se llevaba a rajatabla.

Esperé a que mi compañero empezase a quitarse la armadura para desvanecer la mía.

—¡¡Caray!!— dí un respingo.

El aspecto del joven había cambiado por completo para fundirse con el del mundo, portando un disfraz que le daba un aspecto de lo más siniestro.
Y no solo el suyo, sino que al parecer yo no era excepción. Había algo de color blanquecino tapando mi vista en el ojo derecho, y al tocarlo pude discernir su forma como un triángulo de tela rígida... el mismo que le colocaban a los difuntos recientes en algunas culturas. Macabro en todo el sentido de la palabra.
Además, mi ropa había cambiado a otra de tonalidades mucho más oscuras y se desgarraba por ciertas partes, cubierta de correas de cuero y accesorios metálicos en varias partes del cuerpo... y algo tenía en la espalda que no conseguía ver.

—Qué curioso— dije de forma extraña, pues mis colmillos y otros dientes se habían alargado y vuelto más puntiagudos. —No tengo ni idea de dónde han salido estos disfraces pero... ¡nada mal!— sonreí, enseñando los colmillos.

Probé a moverme un poco para ver la libertad de movimientos, y para mi sorpresa resultaba bastante cómodo. Aquello tenía pinta de ser una expedición de lo más entretenida... pero ni rastro del espantapájaros.

Señalé con mi mano (o ahora más bien, garra) a las rejas del final, donde al parecer estaba la zona principal de la ciudad.

—¿Qué te parece si vamos a echar un vistazo por allí?—

[RedXIII]

— ¿Sabes? No es mala idea. — Comento mientras se ponía de pie — Te contaré los detalles por el camino... Ah, perdona por no presentarme. Me llamo Kousen, encantado. — Me tendió la mano, aunque medio dormido alargo la suya y le dio un apretón de manos.

—Me llamo Hiro Inukai — Dijo de manera casi incomprensible.

Siguió a su compañero hasta el comedor, no tenía demasiada hambre, pero no le vino mal tomar un refresco con cafeína, uno de sus favoritos era Mogu-cola, no le gustaban las burbujas que contenía precisamente, pero era una bebida que no tenia del todo mal sabor.

***

A lo lejos se podía ver que no era precisamente un lugar demasiado "alegre".

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El callejón en el cual aterrizaron no era precisamente mejor que lo que habían visto des de arriba, una farola con forma de calabaza adornaba el centro de lo que parecía una especie de plaza, aunque en aquel lugar podría ser cualquier cosa, ya que las rejas, los "edificios y demás eran de una construcción extraña, desigual y algo caótica, casi imposible para un arquitecto de Villa Crepúsculo, pues ningún edificio de allí se asemejaba a estos, en color y forma.

Si se prestaba algo de atención en el aire se podían escuchar murmullos y el aleteo de algunos murciélagos que, quien sabe si podría ser alguno "Dracula", simplemente hacia honor a su nombre, "Ciudad de Halloween".

Aun no sabía bien como iba la armadura, así que mientras se quitaba las partes de la armadura, que se fundían a los pocos segundos, podía ir viendo como, sus manos, habían cambiado a garras blancas con una capa peluda que cubría su mano y parte del brazo de color negro ¿Era una especie de disfraz o es que al joven perro le había llegado la pubertad de una manera exagerada?

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—¡¡Caray!!— Dijo Kousen.

Parecía estar mirándole, su asombro no fue menor al del su joven compañero, pues, si aspecto había cambiado completamente.

En su cara, tapándole el ojo derecho, se apreciaba un triángulo rígido, que extrañamente le era familiar. Además de eso, su ropa había cambiado a tonos más oscuros y algo desgarrada, acompañada de correas de cuero y accesorios metálicos en varias partes del cuerpo.

—Qué curioso— Al abrir la boca, Hiro pudo apreciar unos colmillos como los suyos, salvo que estaban en diferente posición —No tengo ni idea de dónde han salido estos disfraces pero... ¡nada mal!— sonreía presumiendo de dentadura nueva.

—Ah, yo no se que decirte, no me veo sin un espejo — Comentó, ya que lo único que noto era que su camisa, al igual que sus pantalones, habían cambiado mezclando entre sí, tonos anaranjados y azules oscuros o negros a la vez que arrastraba una capa descolorida y unas cadenas —¿Hay algo más que no vea que se tenga que remarcar? No me gustaría la idea de tener algo pegado en la frente o algo. —

Aunque la capa y las cadenas molestaran un poco, la libertad de ir descalzo y que pareciera que llevaba zapatos, pero sin su inconveniente hicieron que fuera bastante fácil moverse.

—¿Soy una especie de hombre lobo? — Preguntó

Parecía que señalaba unas rejas que había más al fondo.

—¿Qué te parece si vamos a echar un vistazo por allí?— Pregunto, a Hiro le daba algo de igual, ya que le había arrastrado el.

—Como quieras, yo te seguía a ti — Comentó — Aunque por eso nos pasáramos un buen rato dando vueltas en el espacio — Susurró de forma rápida.

[Kousen]

—Como quieras, yo te seguía a ti — respondió mi compañero, susurrando algo que no entendí sobre el espacio —

Reí de forma entrecortada y me rasqué la nuca un poco avergonzado porque no le faltaba razón, era yo quien le había hecho dar un viaje bien largo a causa de no encontrar el dichoso.

Sin decir nada más empecé a caminar hacia las grandes rejas, pasando por numerosas farolas de forma extraña que parecían parpadear según pasábamos ante ellas: Un gato, una calabaza, un perro, un cara demoníaca... Tenían una buena variedad de aquellas.
La calle resultaba ser algo larga en comparación con lo que aparentaba, con algunas calabazas desperdigadas por el suelo que alguien parecía haber dejado en aquel lugar a propósito.

Una vez ante los barrotes de hierro, resultaba fácil comprobar que eran bastante sólidos y no tenían grandes huecos que atravesar... a menos que estuvieses en los huesos, claro. Y por los lados no parecía haber ninguna palanca ni ningún ladrillo que sobresaliese de los demás.
Me agarré a los barrotes colocando la cabeza entre dos de ellos.

—Genial, a ver ahora como sali... ¡AH!—

Antes de que pudiese acabar la frase, la enorme puerta empezó a subir y me llevó un poco ella, haciendo que me soltase y diese un salto hacia atrás.

—Menuda broma de mal gusto...— refunfuñé, sin encontrarle la gracia

Una vez resuelto el problema del paso, nos encontramos en una enorme plaza circular rodeada de numerosas construcciones y un pozo con una gárgola como fuente en el medio. No había mucho más en el centro aparte de unas vallas de metal negro y una guillotina que a saber que había allí.
Pero ni rastro del condenado espantapájaros. Según caminábamos por la plaza si pudimos ver algo de paja por el suelo, lo que me llevaba a pensar que si que había estado allí,después de todo. Pero solo era un cúmulo que no dejaba camino alguno ni absolutamente nada que seguir.

—¿Alguna idea de qué hacer? Ya te he arrastrado bastante, ahora te toca a tí arrastrarme a mí.— dije de forma divertida a Hiro mientras empujaba abiertas unas altas rejas que vedaban el paso a unas escaleras con una casa al final de ellas.

No había nada más allí dentro, y tampoco me apetecía mucho colarme en la casa de alguien sin permiso para que luego me echasen la bronca.

— Nada por aquí, tampoco. — anuncié

Salí de aquel sitio y me di un susto de muerte con lo que apareció por los lados de la calle.

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Unos Sincorazón flotaban por el lugar dirigiéndose hacia nosotros, con un extraño palpitar que hacía que uno de sus ojos rebotase y se saliese de la cuenca constantemente, dándole un aspecto más parecido a una bombilla que a otra cosa. Sus ropas estaban ajadas y desgarradas, dejando ver una cola semitransparente en lugar de piernas y dos grandes manos que colgaban al alargar sus brazos. El aspecto digno de un fantasma.

Me puse en posición dispuesto a empezar a luchar, pero uno de ellos apareció por detrás de mi y me agarró la mano, arrastrándome por el aire, donde otro me agarró la mano contraria.

— ¡Suelta! — grité, forcejeando e invocando mi llave espada para golpearlos, en vano.

Los dos me llevaron por los aires hasta el centro de la plaza, donde había una mayor conglomeración de fantasmas, todos esperando para... ¿atacarme?
Nada más tocar mis pies el suelo, los fantasmas en lugar de presentar hostilidad; empezaron a marcar un ritmo con sus movimientos, haciéndome seguirlo.

...¿Los Sincorazón me sacaban a bailar? Mundo. de. locos.

[RedXIII]

—¿Se puede saber que haces bailando con los Sincorazones? Creía que ibamos a pedir caramelos al señor Espantapájaros — Pregunto mientras Kousen estaba por los aires, junto a los bailarines Sincoazones que le tenían apresado.

—A este paso nos quedaremos sin caramelos — Replico mientras los veía bailar —Oh... pues no lo hacéis nada mal — Dijo algo burlesco mientras se acercaba un poco más a ver a los Sincorazón, era extraño, nunca los había visto bailar y menos llevarse a alguien

—Al igual es que le gustas — Comento, pero ¿Realmente eso era posible? Era un asunto bastante raro ¿Los Sincoazones podían sentir emociones? Des de luego aquellos graciosos fantasmas no eran como los que habían visto hasta ese día.

—Bueno, mientras tu bailas yo voy a buscar al señor Espantapájaros — comentó mientras se dirigía a una gran puerta de metal, medio oxidada y chirriante, parecía llevar a una calle más pequeña con alguna que otra casa y un camino que llevaba hasta lo que parecía un cementerio, no sabía si continuar o volver, podría perderse, y aquel lugar no era precisamente "encantador".

[Kousen]

Para más inri, mi compañero simplemente observó la escena, ya que no le agarraron a él. ¿Acaso me habían confundido con otro fantasma?

—Oh... pues no lo hacéis nada mal — comentó en tono burlón—Bueno, mientras tu bailas yo voy a buscar al señor Espantapájaros — Con esto se alejó por un callejón junto a un edificio lleno de columnas del cual colgaba un estandarte con una calabaza y lo que parecía ser un contador. Por desgracia, una pared me impedía ver a dónde llevaba.

—¡Pero no me dejes aquí!—exclamé—¡Hiro, quítamelos de encima!¡Hiro!— ni caso.

Seguí siendo arrastrado en aquella danza macabra, incapaz de escapar del fantasmal ritmo de aquellos Sincorazón. Aquellas enormes manazas desde luego eran como una tenazas.
Por suerte, llegó un momento de la coreografía en el cual se concentraron alrededor del pozo y luego se abrieron en un amplio círculo, lo que hizo que sus manos se separasen más de su cuerpo y me permitió soltarme dando unos tirones con el brazo.

Me agarré las muñecas, en las que por suerte no me había hecho. Y antes de que pudiese dirigirme al callejón por el que Hiro se había esfumado, los fantasmas acabaron su danza y la fuente comenzó a expulsar un chorro de ¿agua? verde y brillante desde su boca.
Un ruido de aplausos y vítores llenó la plaza, pero no lograba distinguir de dónde salían. Los Sincorazón lo correspondieron con una amplia reverencia a todos los ángulos posibles, y agaché un poco la cabeza.

— Esto... ¿gracias? — susurré.

Una vez concluido el aplauso, los Sincorazón desaparecieron en una esferas distintas a los portales de Oscuridad que solían utilizar, más bien crearon una luminaria amarillenta en la que se esfumaron con un movimiento de sus brazos.
La plaza de la guillotina volvió a quedar en relativo silencio, con solo el borboteo de la fuente y algunos aullidos de lobo en la lejanía.
Preferí seguir al aprendiz... antes de que volviesen a sacarme a bailar.

Llegué hasta la tapia que por lo visto separaba aquella zona del mundo del resto de la ciudad, donde pude ver a Hiro parado sobre unas escaleras, mirando a través de una alta reja con un cráneo muy estilizado formado a base de retorcer
el mismo hierro del que estaba creado la puerta.
Me giré de golpe al sentir una mirada clavada en la nuca, pero no había nadie allí... solo me pareció distinguir un pequeño brillo rojizo que probablemente se debiese a un farol a través de la niebla.

—¿Pasa algo? —pregunté, sin ocultar el mal humor por haberme dejado tirado— No es que haya muchas alternativas de caminos a tomar, tiene que estar al aire libre.— empujé el metal, haciendo que emitiese un chirrido.

Mas allá solo había un corto camino con algunas casas diseminadas y árboles sin hojas que llevaban al cementerio, más apartado de la ciudad y de un tamaño considerable. Si buscábamos un lugar abierto, habíamos dado en el clavo.
No tendríamos problemas en encontrar un camino de regreso si buscábamos las luces de la ciudad, y de todas formas podríamos usar una colina en la distancia (con una forma bastante peculiar) para poder encontrar dónde ir si estábamos en apuros... siempre que no nos adentrásemos en una gran masa de árboles muertos, en la que era muy probable que nos perdiésemos.

— Justo lo que buscamos. Pero será mejor recordar por donde pasamos — atravesé el umbral de piedra y empecé a avanzar hasta la entrada del cementerio, más allá de la cual solo había un área muy limitada de este dentro de unas paredes de piedra, con un sepulcro en la pared más lejana.

Cerca de una lápida con forma de gárgola había una calabaza en el suelo, con un pequeño cartel que rezaba:

"¡Truco o Trato! Caramelos gratis... ¡si tienes lo que hay que tener! — L.S.B."

¿Aquello que asomaba por un lateral era solo un trozo de maleza o era una mecha?

[Soul Artist]

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—¡Kupóooooo, noooo!

Un moguri inspeccionaba las tumbas con bastante simpatía, acercándose a ellas y llevándose las patitas al pompón desesperado, como si se estuviese desesperando por algo que veía en ellas. Se acordaron de que hacía poco el líder de los moguris de Tierra de Partida había dado un aviso de que sus subordinados habían desaparecido durante sus vacaciones.

El moguri agitó la cabeza, intentando acordarse de algo.

—¡Aaaargh! ¡Si solo tuviese un sencillo bloc de notas con un lápiz, kupó, podría encontrar el tesoro fácilmente...! Kupó, ¡no me rendiré! ¡No señor!

El moguri restrocedió hasta una de las tumbas, sin percatarse de la presencia de los jóvenes. Estos podían ignorarlo y atenderle.

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¿Pensabais que la sidequest de los moguris estaba abandonada...?

[RedXIII]

Mientras veia como su compañero leía la inscripción de una calabaza algo peculiar, pudo escuchar los lamentos de alguien. Acercandose pudo ver que era un pequeño Moguri "¿Era tal vez uno de esos Moguris perdidos?".

—¡Aaaargh! ¡Si solo tuviese un sencillo bloc de notas con un lápiz, kupó, podría encontrar el tesoro fácilmente...! Kupó, ¡no me rendiré! ¡No señor!

Era curioso encontrar un Moguri en aquel lugar.

—Disculpa, yo tengo un Bloc de notas ¿Te sirve? — Le pregunto al Moguri mientras le alargaba el Bloc de notas con un lápiz.

—¿Como te llamas? — Le pregunto —Yo soy Hiro Inukai, si quieres, podemos ayudarte — Añadió.

[Kousen]

—¡Kupóooooo, noooo!

Una vocecilla muy característica, acompañada de un sonido al que estábamos muy acostumbrados sonó entre las tumbas. Entre estas reboloteaba un pequeño moguri que parecía angustiado por algo, mirando de una lápida a otra.
Me pilló completamente de sorpresa el ver un moguri en medio de aquel sitio, pero cobró sentido una vez que recordé que el lider moguri de Tierra de Partida había pedido que recuperásemos a algunos fugados o bien perdidos.

Ignoré completamente la calabaza con el cartel y me centré en el pequeño ser alado, unos caramelos no eran más que una tontería... y no parecían ser muy fiables dejados al aire libre de aquella manera.

—¡Aaaargh! ¡Si solo tuviese un sencillo bloc de notas con un lápiz, kupó, podría encontrar el tesoro fácilmente...! Kupó, ¡no me rendiré! ¡No señor!— Se lamentó el pobre en voz alta

—Disculpa, yo tengo un Bloc de notas ¿Te sirve? — respondió Hiro, dándole un bloc de notas.

—¿Como te llamas?Yo soy Hiro Inukai, si quieres, podemos ayudarte — se ofreció.

—Yo soy Kousen— correspondí — Si tienes algún problema para encontrar lo que buscas, te echaremos una mano. ¿Te importa?— sonreí amablemente

Supongo que tras encontrar ese tesoro que estaba buscando, habría terminado su asunto pendiente y regresaría a Tierra de Partida... o tendríamos que convencerle para que lo hiciese, pues la preocupación de los otros moguris ya empezaba a ser preocupante.

— Veamos... ¿es un asunto de memoria por lo que necesitas el bloc?— pregunté

Quizás el cementerio sí que era tan confuso como parecía ser, y era fácil perder la pista que llevaba al susodicho tesoro. No iba a pasar nada por echar un rato en ello, el espantapájaros no iba a andar muy lejos... o eso esperaba, si es que realmente podía moverse por voluntad propia (Lo cual dudaba mucho, alguien debía estar haciéndolo).

—¡Atchís!—

Me pareció escuchar un ruidillo procedente de la puerta de acceso al recinto, pero seguramente sería lo mismo que las risas, aplausos y murciélagos... así que lo ignoré completamente para hacerle caso al moguri, cuyo pompón movía con impaciencia.

[Soul Artist]

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—¡Oh, un bloc de notas! ¡Gracias, kupó!

El moguri tomó el bloc de notas de Hiro y comenzó a escribir como un loco en él. Iba desperdiciando más y más hojas, haciendo bocetos de algo que no alcanzaban a ver los dos jóvenes. Al escuchar las buenas intenciones de los dos chicos con ganas de ayudarle, el moguri negó con la cabeza, sacando un shuriken bastante más grande que su cabeza con el que apuntó a los chicos.

—¡Vosotros queréis robar mi tesoro, kupó! —les gritó, amenazándoles con partirles en dos con su arma—. ¡Nadie roba a Moguel, el moguri de los shurikens!

Dicho esto, continuó desperdiciando las hojas del bloc de notas, dibujando cosas extrañas y rasgando algunos papeles con la fuerza y la velocidad con la que dibujaba.

—¡Ya está! —el moguri revoloteó de alegría, contento con algo—. ¡El gran tesoro está en la tumba del faraón, a veinte paso al oeste, seis al norte, cuatro al este y otros dos al norte, kupó! Cuando lo tenga en mis manos, seré el moguri más poderoso de todos, kupó... ¡Y nadie podrá detenerme!

El moguri comenzó a revolotear hacia la dirección que había dicho en alto, con o sin los otros dos chicos. ¡Un tesoro! Si se adelantaban a él, podrían robárselo en sus propias narices. Pero claro, quizás el moguri se enfadara...

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Por si había dudas, Hiro ha perdido un bloc de notas.

[Kousen]

—¡Oh, un bloc de notas! ¡Gracias, kupó!

Sin nada más que añadir, le quitó el bloc de las manos a Hiro.
Sin embargo, no se tomó tan bien nuestro ofrecimiento de ayudarle con lo que estaba haciendo...

—¡Vosotros queréis robar mi tesoro, kupó! —nos acusó, sacando un enorme Shuriken y amenazándonos con él.—. ¡Nadie roba a Moguel, el moguri de los shurikens!

—¿P-Pero qué dices? ¡Oye, que sólo intentábamos ser amables!— protesté, vigilando el arma del pequeño.

Nos ignoró y empezó a escribir como un poseso, rasgando trozos de páginas y arrancando otras de cuajo. Las pocas que pude atrapar al vuelo no mostraban más que una serie de garabatos incomprensibles. Empezaba a comprender por qué solo ellos eran capaces de comprender sus recetas de orfebrería, no había forma de leer aquello.

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—¡Ya está! —exclamó, eufórico—. ¡El gran tesoro está en la tumba del faraón, a veinte paso al oeste, seis al norte, cuatro al este y otros dos al norte, kupó! Cuando lo tenga en mis manos, seré el moguri más poderoso de todos, kupó... ¡Y nadie podrá detenerme!

Tras este anuncio, salió a todo volar en dirección al oeste, aunque... ¿Cómo se supone que mide un Moguri los pasos, si va volando?
Nos amenaza con que no le robemos y luego sale corriendo después de gritar a los cuatro vientos hasta el último detalle... desde luego o estaba muy emocionado o hacía perdido completamente el norte al pensar en el tesoro que tenía entre sus manos.

—"Pues no me pienso quedar de brazos cruzados..."—

Comprobé que no hubiese nadie a la vista en los alrededores, y el espantapájaros tampoco parecía estar cerca.

—Sigámosle.— sugerí —No voy a robarle el tesoro, pero pienso enterarme de qué se trata tras tanta emoción. Además, eso de la tumba de un faraón suena interesante.—

Empecé a seguir la misma dirección que Moguel, contando los pasos según había enumerado. Pensaba asegurarme de que volviese a salvo a Tierra de Partida.

[RedXIII]

—¡Oh, un bloc de notas! ¡Gracias, kupó!

Sin mucho reparo cogió el bloc y sin detenerse empezó a escribir como si estuviera poseído, una tras otra las hojas parecían bailar al son de su escritura cuando pasaba a la siguiente para seguir escribiendo.

Aunque sus intenciones eran del todo inocentes y buenas, el Moguri parecía no fiarse de ellos, ya que negó con la cabeza su ofrecimiento.

—¡Vosotros queréis robar mi tesoro, kupó¡- Exclamó, amenazándoles con un arma que saco casi de la nada — Nadie roba a Moguel, el moguri de los shurikens!

—¿P-Pero qué dices? ¡Oye, que sólo intentábamos ser amables!— Respondió a aquel curioso Moguri, sin perder de vista su Shuriken de grandes dimensiones.

Ignorando aquel comentario siguió dibujando y malgastando, una tras otra, todas las paginas del bloc, definitivamente se había quedado sin bloc.

—¡Ya está! — Gritó de alegría —. ¡El gran tesoro está en la tumba del faraón, a veinte paso al oeste, seis al norte, cuatro al este y otros dos al norte, kupó! Cuando lo tenga en mis manos, seré el Moguri más poderoso de todos, kupó... ¡Y nadie podrá detenerme!

—Ah... — Hiro no sabía bien que decir, el Moguri se le había comido la lengua, por así decirlo, pero eso no importo porque aquel “Ninjana Jones” se fue volando en la dirección especificada antes, algo raro que lo dijera en voz alta si no quería que le siguiéramos, de todos modos eso dio igual, ya que sin perder apenas tiempo Kousen mostro sus intenciones.

—"Pues no me pienso quedar de brazos cruzados..."—

Parecía que miraba si alguien había cerca ¿Es que el también quería quedarse el tesoro para el solito?

—Sigámosle.— Sugirio —No voy a robarle el tesoro, pero pienso enterarme de qué se trata tras tanta emoción. Además, eso de la tumba de un faraón suena interesante.—

—Si si, eso dices ahora — Comento algo en broma —Pero... ¿Hay una tumba de faraón en este lugar? Me cuesta creerlo — Añadió, verdaderamente se le hacia difícil creerlo.

—Ah... si encuentra algo chulo me lo quedo yo, por la libreta — Le dijo a su compañero mientras le seguía.

[Soul Artist]

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El moguri avanzó por el cementerio tal y como había indicado, seguido muy de cerca de los dos aprendices de la Llave Espada a los que había rechazado. Finalmente, al llegar a su punto de destino, soltó unos soniditos de alegría y observó una lápida en la que estaba escrito el nombre "Momia Faraónica III".

Rápidamente, la criatura hizo un agujero en el suelo con sus propias manos, deseoso de alcanzar su preciado tesoro. Al cabo de más o menos medio minuto, salió volando del agujero con un pequeño cofre que parecía pesarle, pero que era, al fin y al cabo, el preciado tesoro que tanto había estado buscando.

—¡Kupóooo! ¡Es mío, mío, mi tesoro!

La criatura se apresuró a abrirlo y sacar su contenido de él: un frasco de elixir, un líquido muy caro y preciado por muchos que era capaz de recuperar todas las capacidades, física y mentales, de aquel que lo ingería.

Si pensaban robarle vilmente, aquella sería la última oportunidad que tuviesen. ¿Pero era acaso ético robar a un pobre moguri...?

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Podéis robarle el elixir si así lo queréis, aunque por supuesto no ganaréis los 10 PX de la sidequest e igual el resto de moguris pasan a teneros miedo u odiaros...

[Kousen]

—Si si, eso dices ahora.— bromeó Hiro —Pero... ¿Hay una tumba de faraón en este lugar? Me cuesta creerlo—

Seguimos por un buen rato a Moguel, que seguía fielmente la ruta que había señalado antes y demostrando entusiasmo a la hora de encontrar su famoso tesoro. En más de un momento tuvimos que escondernos detrás de alguna lápida de tamaño considerable o agacharnos, pues el moguri cazatesoros se giraba para comprobar que nadie le seguía.
Al fin, se detuvo en una tumba muy singular por su aspecto, el cual parecía sin duda portar un klaft faraónico. Meneó el pompón con alegría aparente, lanzándose hacia la lápida.

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Sin tardar más, cavó con una facilidad impresionante un hoyo enfrente de la tumba, del cual siguió saliendo tierra durante unos segundos cuando ya estaba dentro. Unos momentos después de que el movimiento cesase cerca del agujero, el pequeño ser salió aleteando con dificultad y cargando un pequeño cofre.

—¡Kupóooo! ¡Es mío, mío, mi tesoro!— exclamó, radiante de felicidad.

Una vez abierto el cofre, se me quedaron los ojos como platos al ver de qué se trataba. No había tenido la suerte de tener uno entre mis manos, pero lo había visto en el catálogo de la mogutienda alguna vez... con un precio desorbitado, por supuesto.
El moguri había encontrado nada más y nada menos que un frasco lleno hasta el borde del rarísimo elixir, una sustancia casi milagrosa que recuperaba por completo a aquel que lo ingiriese.
No pensaba arrebatárselo, se había buscado la vida para lograr encontrarlo... aunque me daba rabia no haber pensado que había algo de semejante calibre escondido por aquel terreno. Si lo hubiese sabido, no habría tardado en hacerme con el elixir.

Quizás otro le habría arrebatado el objeto de las manos al pequeño moguri, pero... estaba tan mono bailando con aquella carita de felicidad...

—Menuda suerte tiene, el condenado.— susurré —Seguro que le dan una burrada de platines por el tesoro... dudo mucho que lo use en combate, ¿no?—añadí

Me giré a mirar a Hiro. No creo que fuese a robarle el tesoro, sino que estaría bromeando... pero por si acaso.

Pero cuando aparté la vista, volví a girar rápidamente para mirar en su dirección... pero ya no había nada. O me estaba volviendo loco o juraría que había visto alguien con cabeza de calabaza entre unos panteones en la distancia, con los brazos en cruz.
Eran evidentemente los rasgos de un espantapájaros, pero allí no había absolutamente nada para cuando volví a mirar. ¿Me lo había imaginado?