Mis piernas se adhirieron al suelo, en señal de defensa contra mi propia oscuridad. Sin embargo, mi clon no hizo ademán de atacarme. Se alejó, hacia la otra punta de la plataforma. ¡Qué estúpida fui por bajar la guardia!
Aquello no iba a ser un combate cuerpo a cuerpo, eso estaba claro. Nuestras armas se usaban a distancia, pero todavía no había aprendido a usarl...
—
¡Nadhia, cuidado! —exclamó quien me apoyaba en todo momento, aun con un tono de despreocupación. Aparte de eso, no se le veía nervioso.
Pero no me dio tiempo a esquivar el ataque. Mi gemela de oscuridad había tensado la cuerda de su arco, apuntando contra mí una flecha, hecha del mismo material que su dueña. Alcanzó velocidad pero, por suerte, sólo llegó a rozarme el hombro.
¿Por suerte? Enseguida me agarré el brazo, notando una sensación dolorosa, a la par que extraña: un quemazón. De mi hombro comenzó a surgir humo negro, como si mi piel se estuviese quemando.
—
¡Agh! —dolía, pero tenía que hacer un esfuerzo por no dejarme caer debido una tontería como aquella. Tenía que responder, pero lo más importante no era el clon.
Mi verdadero objetivo era recuperar a Aguacero.
Me reincorporé, intentando no prestarle atención al humo oscuro que salía de mi hombro. Y me fijé en las posibilidades para recuperar mi arma: las cadenas se disponían de forma que se podría trepar por ellas si tenía el equilibrio suficiente y conseguía escoger la mejor ruta. Pero no sería fácil si mi clon andaba lanzándome flechas.
Así que, con valor, agarré con fuerza mi arco, alzándolo por primera vez contra el enemigo.
—
Así es, Nadhia. Usa tu poder para ayudar a los tuyos —dijo el ángel de cabellos dorados, quien no pareció tan sorprendido como yo cuando de mi mano libre apareció una flecha hecha de oro macizo. Sin embargo, ésta no pesaba en absoluto, incluso el arco era ligero para mis débiles brazos.
Pero no reparé más en ello. Apunté contra mi clon, el cual parecía asustado por mi respuesta. Tensé con fuerza y, en el momento justo, solté la flecha, que fue directa hacia el pecho de la criatura.
El monstruo se retorció de dolor, agonizando. ¿Cómo podía darme lástima? Con su aspecto, como yo, cualquiera diría que estaba presenciando mi propia muerte. Sin embargo, la voz del príncipe me hizo reaccionar.
—
¡Ahora!Rápidamente, atravesé el arco entre pecho y espalda para poder escalar las cadenas más cercanas.
A medida que subía, notaba que se me agotaba el tiempo para recibir otra flecha oscura. El dolor del hombro persistía, pero tenía que aguantar. Fue una mala idea mirar hacia abajo, pues la altura era considerablemente alta.
Pero algo me llamó la atención: la plataforma en la que había estado con aquel soberano. Una vidriera circular, de colores celestes y que brillaba con absoluto esplendor. Sin embargo, lo que más me asombró fueron los rostros que estaban retratados en ella, aunque parecía inacabada: la protagonista era yo, quien dormía plácidamente en ella; reconocí a Fyk, a Ragun... y a Akio... mi hermano Dan... ¿y el viejo Sendh...?
Un sonido agudo que se dirigía hacia mí me alertó de lo que estaba por acontecer, así que me agarré como pude a las cadenas. Una flecha de oscuridad alcanzó uno de mis pies, por lo que un alarido de dolor inundó la estancia. Me intenté arrancar la flecha, pero sólo conseguí que la palma de mi mano sufriese una quemadura con el misterioso humo de oscuridad. Maldecí para mis adentros. Pero no podía quedarme de brazos cruzados, debía actuar y no volver a distraerme.
Con esfuerzo llegué a una bifurcación de cadenas, las cuales se encontraban dispuestas a modo de nido. Allí me puse de pie —o lo intenté, con el pie cojeando— y me dispuse a lanzar otra flecha en dirección a mi enemigo. Mi clon volvió a lanzar otra con rapidez, pero para mi sorpresa, mis reflejos fueron más astutos y conseguí alcanzar uno de sus ojos amarillos, por lo que se volvió a retorcer de dolor en la vidriera. Y el humo empezó a salir de su cuerpo, como si la oscuridad estuviera desvaneciéndose de su cuerpo.
Aproveché y subí otra tanda de cadenas. Ya estaba más cerca de Aguacero, podía tocarla... alcé mi mano para alcanzarla, pero al hacerlo, las cadenas de alrededor rodearon mi mano, dejándome atrapada entre ellas. Mi cuerpo se arrastró hacia el hueco al vacío, dejando mi cuerpo en las alturas, con tan sólo las cadenas apretando con fuerza mi muñeca.
—
¡S-suelta! —rogué, pero era inútil. Notaba cada vez más la presión que soportaban mis vasos sanguíneos. A aquel paso, me quedaba sin un brazo con el que portar mi Llave-Espada. Intentaba alcanzar con la que quedaba libre el filo de Aguacero, a escasos milímetros.
Pero algo asombroso sucedió. Una flecha fue lanzada desde el descenso, dando de lleno en el cúmulo de cadenas que me tenían prisionera. Asombrada porque mi clon fuese el responsable de aquel acto, con una sonrisa, se lo agradecí con los labios y tensé de nuevo mi arco. Esta vez, cortaría uno de los eslabones para que Aguacero fuera libre, al fin.
Libre de sufrimientos, de cadenas de dolor que la ahogasen en la oscuridad. Jamás volvería a hacerle daño.
La flecha de oro que creé desde lo más profundo de mi corazón tomó forma y, decidida, salió volando hacia la cadena que sostenía el mango de Aguacero.
Al contacto entre ambas, un fulgor de luz cegador inundó la sala, haciéndome perder el equilibrio. Noté mi cuerpo caer, intentando agarrarme a las cadenas que se encontraban alrededor, pero alguien me salvó a tiempo.
—
Buen trabajo, Nadhia —dijo con su voz angelical, sosteniéndome entre sus brazos. Ambos aterrizamos en el suelo y presenciamos una maravillosa escena.
Mi arco desapareció, pero en su lugar, en las alturas, las cadenas de oro se fueron desvaneciendo, dejando polvo de diamantes cayendo como nieve en nuestras cabezas. Y, desde allí, presencié como la flecha dorada se había fusionado con Aguacero.
Aquel fulgor se desvaneció poco a poco y fue cayendo hacia mí lentamente. Alcé la mano, alcanzando el mango de mi Llave-Espada.
Conforme la luz se apagaba, mi arma iba tomando la forma de... no. No era la de Aguacero. Ahora era de oro macizo, con algunas piedras preciosas incrustadas y bonitos detalles de alas, como las de los ángeles, rodeando el mango. Algunas partes del filo parecían no estar adheridas, sino que flotaban atraídas por el resto de la Llave-Espada. Y quedaban restos de aquellas cadenas doradas que la habían mantenido secuestrada en las alturas, a modo de llavero.
—
Una Llave-Espada vinculada a las cadenas de tu destino. Un arma que une todo el universo a la más pura luz, digno del poder de los cielos...—
"Ángel Forjado" —aquellas palabras pasaron por mi cabeza... no, por mi corazón, al instante. ¿Cómo no había podido saber hasta entonces el nombre de mi propio llavero? Sentía de nuevo aquella calidez, la misma que cuando realicé el pacto con Akio a los ojos de la Torre del Reloj —.
Siento haberte hecho sufrir, pero esta vez será diferente. Perdóname.
La Llave respondió con un leve fulgor dorado, rodeando mi mano, como si la estuviese acariciando con cariño. Sonreí.
—
Parece que el pacto se ha realizado. Y has conseguido recuperar su nombre perdido —dijo el príncipe a mis espaldas, sonriente y feliz por la hazaña. Incluso parecía orgulloso.
—
Y no sólo eso —dije, girándome hacia él—.
"Ángel Forjado".No. Hacia ella.
—
¿Ese es tu verdadero nombre, verdad?Sí. Mi compañera abrió los ojos de la sorpresa —al menos, el que permanecía al descubierto—, pero luego los cerró y dejó ver una sonrisa burlona.
—
Pensé que no te darías cuenta.Le correspondí con una pequeña risa.
—
Y hasta ahora, no darme cuenta... en todo este tiempo, has estado sufriendo tanto... —dije, apenada y mirando hacia el suelo.
El soberano se acercó hacia mí, agarrándome por los hombros y alzando mi barbilla para que le mirase a los ojos.
—
Has superado tu pasado, tus miedos, tus dudas... y has ido en mi busca —hizo una pausa, como si de verdad estuviese emocionado por mis actos—.
Gracias. Eres digna de portar mi nombre.Ángel Forjado cogió el filo de su llave, apuntándolo hacia su pecho.
—
Ahora debemos volver, Nadhia. Siempre estaré en tu corazón, donde quiera que vayas. Llámame para combatir a tu lado, salvemos a tus amigos perdidos, recuperemos la confianza con tus personas más allegadas y queridas... y recuerda que, en la más profunda oscuridad, siempre estaré ahí para guiarte. Porque somos uno.—
Sí.El soberano acercó su cuerpo hacia mí para otorgarme un beso en la frente, al cual correspondí. Su pecho fue atravesado por el filo de mi llavero, y un fulgor de luz, agradable y cálido, nos envolvió. Ella desapareció en él. Y yo me dejé llevar, volviendo a la superficie.
---------
Como si hubiese tenido una terrible pesadilla —y más bien era todo lo contrario—, abrí los ojos de golpe y me incorporé de forma brusca. ¿Cuándo iba a aprender a no hacer eso? Me llevé una de mis manos a la cabeza, amortiguando su dolor.
Intenté recordar dónde me encontraba. Las paredes rocosas llenas de garabatos hicieron acordarme del ataque de aquella neosombra.
Pero algo me sorprendió.
—
¿Nyx...?Mis ojos se dirigieron hacia otra figura, la cual se encontraba de espaldas hacia mí. Una muy conocida.
—
¿Ragun?Post largo, que me flipo yo sola xDD