Por un segundo, el enmascarado se olvidó por completo de la presencia de su majestad. Ambos habían compartido una disimulada conversación para decidir su siguiente movimiento, alejados del cuerpo sin vida de Light. Desgraciadamente, ésta resultaría interrumpida debido a...
Unas palabras sin sentido.
“Levant. Light, es amicus meus. Nisi moriantur”
El caballero de la Reina del Crepúsculo se fijó rápidamente en Nadhia, desde una distancia prudencial. Clavaría su único ojo en la figura agachada de la muchacha, sin pestañear en ningún momento.
“Noli ire prope eum!”
Su único ojo visible se salió de su órbita y retrocedió escasos pasos, mientras la muchacha seguía utilizando aquel idioma antiguo. La mueca del hombre de pelo azul resultaba exagerada, como si hubiera visto un fantasma.
“Hes non mortuus est. Xefil, non est!”
Y soltó una prolongada carcajada. El enmascarado, impresionado, se llevó la diestra hasta la frente y empezó a reír como un loco demente. Retrocedió lentamente hasta acercarse a la posición de su reina. Ésta, carente de curiosidad o sorpresa alguna en su rostro, simplemente le preguntaría.
—¿Orpheus…? ¿Qué acabas de ver?
—Pe-perdóneme, alteza —se disculpó de inmediato, recuperando la compostura—. Sólo que… esa chica es perfecta. Es… absurdo, pero creo que jamás podremos encontrar a alguien tan perfecta como ella.
—Entiendo.
—Vosotros hicisteis esto. Vosotros lo matasteis.
Esta vez, los desconocidos dejaron caer sus miradas sobre el muchacho invadido por la furia. Sus rostros no mostrarían compasión, ni alegría, nada de nada. La barrera de la indiferencia les impedía comprender su dolor.
—No sé de qué me hablas. Fue la desesperación y su ceguera lo que le impidió superar la prueba del eidolon. Yo le ofrecí la salvación, pero no quiso aceptar mi ayuda… —explicaba Dusk con un tono amable y sereno, intentando dotar de calidez sus palabras—. Yo soy la primera que lamenta su muerte. Tenía tantas esperanzas en él… Pobre criatura…
—¡¡Voy a mataros, lo juro, lo juro!!
Xefil lo había decidido: vengaría la muerte de su amigo y terminaría con los dos sospechosos. No hacía falta que se dirigiera hacia Orpheus en particular: éste se interpondría ya en su camino. Dispuesto a enfrentarse contra el muchacho embrujado por la locura, protegería a su reina, sin importar el precio. La figura fantasmal que se dejaría ver tras Xefil no le intimidaría en absoluto. No retrocedería.
Y tampoco sería capaz de esquivarlo, pues la gravedad no estaba de su parte, sino de la de Xefil. Como éste esperaba, conseguiría atravesarle con sus cuchillas, derribándole. ¿Después de lo que le había hecho a Light? La venganza estaba justificada. Xefil podría ensartarlas en el cuerpo de Orpheus todas las veces que quisiera, decapitarle, arrancarle cada uno de sus órganos; crear allí un mar de sangre, incluso. Orpheus no se defendería ni diría nada, sino que permanecería inconsciente sobre el suelo de la habitación, a su merced y aparentemente muerto...
—¿Has conseguido matarme ya, Monarca de la Locura? —para su sorpresa, el enmascarado pronunciaría su título con cierta mofa, sin tomárselo en serio. Xefil se reencontraría con el omnisciente de Orpheus nuevamente, tras su espalda, a la vez que el cadáver ilusorio desaparecía.
En realidad no había acabado con él, y en el caso de que hubiera seguido atacando al supuesto cuerpo de éste, se daría cuenta de que todo había sido en vano. Únicamente había sucedido en su imaginación: ni siquiera había rastros de sangre por el lugar. Si Xefil decidía volver a arremeter contra él, atravesaría una falsa imagen suya y volvería a reencontrarle detrás de él. Así incontables veces. La hipnosis también funcionaría con Nadhia, por lo que ésta presenciaría a varios Orpheus apareciendo y desapareciendo por el cuarto a su antojo, confundiendo a su compañero.
—Mientras estéis atrapados en la Ilusión Perfecta, vuestros sentidos estarán en mi poder. Témeme, porque ya no eres capaz de ver la realidad, ni sentirla.
>>¡Venga! ¡Sígueme atacando! —sugería con los brazos abiertos, animándole a que volviera a destrozarle—. Pero luego no llores si atraviesas a tu amiguita por error, ¿eh?
—Ni se te ocurra, Orpheus —espetó Dusk, con firmeza. Su sirviente hizo una mueca y se disculpó de nuevo—. Mi nueva portadora es la prioridad, lo sabes de sobra —se refería a la elegida de Ángel forjado, obviamente. La solemne mujer se acercaría a Nadhia y al cadáver de Light, despacio—. La chica perfecta, ¿eh?
—Así es —Orpheus se teletransportó para situarse al lado de la reina.
Dusk se acercó unos pasos más hacia Nadhia. Mientras tanto, Orpheus observó a Xefil con una sonrisa pícara, y sin duda alguna, provocadora. Si el muchacho se atrevía a atacarle a él o a su reina, no conseguiría absolutamente nada.
—No tienes por qué temerme, ni tampoco tienes que ponerte a la defensiva —indicaba la reina a Nadhia—. Yo sólo quiero arrebatarle a la Luz aquello que me arrebató. Yo quiero reinar para la Luz y la Oscuridad por igual, para alcanzar el equilibrio absoluto.
>>Tú deberías entenderme mejor que nadie, chico —sus palabras irían dirigidas a Xefil en ese preciso momento—. ¿Acaso no formas parte tú de la aristocracia, Monarca? Deberías ser consciente del sufrimiento de tu pueblo, en su totalidad. ¿Acaso merecemos un trato más injusto los seres de la Oscuridad? ¿Por qué no podemos ser felices como vosotros? ¿Por qué tenemos que sufrir?
La reina cerraría los ojos y escucharía todas sus respuestas. Dijeran lo que dijeran, la expresión de su rostro permanecería inalterada. Sus convicciones eran inamovibles.
—Luchar ciegamente contra los Sincorazón es una pérdida de tiempo. Se expanden a una velocidad increíble, es una guerra que jamás podréis ganar. Sé de lo que hablo. Ningún humano normal y corriente podrá llegar a dominarlos, tarde o temprano devorarían su corazón…
>>Pero no os preocupéis. Yo los controlaré a todos, sin ninguna excepción. Soy la única que puede hacerlo. Si me convierto en la reina de los Sincorazón y mando sobre todos ellos, ya no harán daño a nadie nunca más… pero hay un problema. Necesito a un portador que me ayude a cumplir todos mis objetivos.
Los grandes ojos azulados de Dusk volvieron a concentrarse en la muchacha que se encontraba delante.
—Vosotros dos provocasteis la desesperación de mi elegido con vuestro espectáculo bochornoso, y le matasteis. Ahora tú tomarás su lugar, aunque he de decirte que no voy a ser tan comprensiva como antes —nuevamente, sus manos se cubrieron de un aura puramente de oscuridad. Si la chica no se entregaba, Dusk la convertiría en su marioneta del mismo modo que había hecho con el eidolon de Light—. Unirse a mí es lo correcto. Y lo harás, por las buenas o por las malas. Llevará su tiempo, pero te domesticaré como es debido.
Nadhia se encontraba a merced de los dos desconocidos, y no podría escapar de ellos de ninguna manera. Si alguien podía evitar que Nadhia se convirtiera en un monstruo, ese era Xefil, aunque había un problema: la Ilusión Perfecta de Orpheus. Si decidía atacar a la Reina o a Orpheus, no conseguiría absolutamente nada y perdería a Nadhia para siempre.
¿Entonces…?
Así que esto es el Cielo...
Quizás Light había emprendido ya el viaje sin retorno al otro mundo. Sin prendas algunas, el joven en su estado más puro flotaba a través de una gigantesca y rosada nebulosa de polvo y estrellas, iluminada y sin un ápice de Oscuridad en su interior. Los múltiples astros danzaban a la par que él, escurridizos, parecían estar al alcance de su mano, aunque no era así.
El joven estaba naturalmente maravillado. Las constelaciones, los colores... todo era perfecto. Aparte, Light podía volar a su antojo por aquella galaxia, aunque parecía que no tenía fin. Por mucho que avanzaba hacia cualquier dirección, no conseguiría llegar a ningún lugar. Se movía por un espacio infinito, ya que tampoco era capaz de alcanzar las cortinas de humo que le rodeaban.
—Estoy muerto, ¿y ahora? ¿Qué se supone que… va a pasarme ahora?
Levantó la cabeza para comprobar que una estrella más brillante que las demás se encontraba por encima, muy a lo lejos. ¿Las puertas del paraíso? ¿Una posible salida? Aquel lugar era infinitamente hermoso, pero quedarse allí a contar las estrellas no era una opción. Ascendería desesperado por el lugar, deseoso de alcanzar aquel astro inalcanzable y afrontar lo que el destino le tenía preparado...
Pero algo se lo impidió.
¡NO PUEDES MORIR!
¡ELLA NO ME LO PERDONARÁ SI MUERES!
¡VUELVE!
Se llevó las manos a la cabeza, a punto de estallar. No pudo avanzar más hacia arriba.
La voz de alguien que estaba por encima de su propia existencia le detuvo en seco, obligándole a retroceder. La magnitud de los chillidos era tal, que si hubiera continuado avanzando sus tímpanos habrían reventado. Aquel magnífico ser habría sido perfectamente capaz de hacerle perder el juicio con su voz divina y perturbadora.
No podía escuchar ni soportar la voz de los dioses. Jamás alcanzaría aquella estrella.
Huyó despavorido, descendiendo a toda velocidad, hasta que dejara de escucharle. Todavía aturdido, sus oídos seguían pitando. Los gritos habían sido tan tremebundos que no había comprendido ni una sola palabra.
¿Qué demonios está pasando? ¿Dónde tengo que ir?
¿Qué tengo que hacer?
—Terminar tu prueba.
—¿Eh?
Una voz potente, aunque totalmente diferente a la anterior. Light se giró velozmente hacia el origen de la voz, y pudo esquivarle pos los pelos. Sorprendentemente, y sin ser controlado por el poder de la Oscuridad de Dusk, la bestia de la gran armadura y la capa roja se había dirigido a toda velocidad hacia su invocador para embestirle. El eidolon era capaz de desplazarse rápidamente por el aire, y con mucha más soltura que su invocador.
Ambos se colocaron de frente. El eidolon se preparó para enfrentarle con su par de garras metálicas.
—Basta ya. No tiene sentido que sigamos luchando.
—Veo que ya lo has entendido —señaló el eidolon, juzgando la decisión que había tomado.
Le respuesta de su eidolon, quien parecía saberlo todo sobre él, inevitablemente le haría explotar. Light se atrevió a acercarse aún más a la criatura, desafiándola con la mirada.
—Tú me has hecho mucho daño… ¡Tú hiciste daño a mis amigos! ¡Tu estúpida cuenta atrás ha provocado todo esto! Ya está todo perdido —le echaba en cara todo lo sucedido, claramente enfadado, mientras se aproximaba a él—. ¿¡Por qué deberíamos seguir luchando!?
Jamás podría volver con Nadhia y sus amigos. Condenado por aquel horrible ser, tendría que vagar por aquel lugar para la eternidad, incapaz de perderse por las zonas superiores, pues los dioses no se lo permitirían.
—¡YA ME HAS MATADO! ¡TE LO HAS CARGADO TODO! ¿¡Y AHORA!? ¿VIENES A REÍRTE DE MÍ? PERO NI QUÉ PRUEBA NI QUE… ¡¡ARG!!
Sin poder resistirse, asestó una patada contra la pierna de metal de aquel ser, usando su pie desnuda. Unas lágrimas salieron de sus ojos. Dolorido por su impulsivo movimiento, Light retrocedió rápidamente e hizo una mueca, flexionando y levantando la pierna para llevarse las manos hasta el pie lastimado. Qué ridículo se sentía.
—¿Por qué no utilizas tu Llave Espada?
—¡Cállate! —soportando el dolor, alzó la mano e intentó convocar su Llave Espada, pero resultó inútil—. No viene, ¿¡por qué!?
—Porque no quiero, simplemente. La Llave Espada obedece a un corazón fuerte, y si yo no quiero que aparezca, no lo hará.
¿¡Para qué preguntas entonces!?
—Espera… pero… ¿Por qué puedes controlar mi Llave Espada? —preguntó Light extrañado. Curiosamente, su eidolon había logrado esgrimir Teluria sin problemas, por lo que confirmaba que tenía alguna especie de control sobre su Llave Espada. Ésta obedecía a un corazón fuerte, según él—. Entonces tú eres… ¿Mi corazón o algo así?
—Bien, bien… No exactamente, pero te vas acercando.
—Estamos conectados. Cuando tú sufres, yo también lo hago. Tú puedes manejar mi Llave Espada. Dime, ¿qué es exactamente un eidolon?
—Criaturas que protegen a sus invocadores. Representamos el alma de nuestros invocadores y acudimos en su ayuda cuando estos nos necesitan. Se podría decir que soy parte de tu corazón.
Todas las piezas empezarían a encajar.