[Tierra de Dragones] El alfarero misterioso

[Demyx]

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Participantes:

-Edge Lemmons (Demyx)

-Maya Zawrid (Zodiark)

Mundo: Tierra de Dragones

Cronología:

-Edge: Evento Global Ocaso de una estrella > Encuentro El alfarero misterioso > Trama Memento Mori

-Maya: Trama Syntax Error > Encuentro El alfarero misterioso > Evento Global The End is Where We Begin

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El espacio. Sereno, inquietante e infinito. Sin duda alguna aquel océano estelar le infundía a Edge un enorme respeto y a su vez la emoción que sentía al viajar por él no tenía parangón, allí disfrutaba de completa libertad. Pero, mucho a su pesar, en pocas ocasiones había podido hacer uso de su glider y armadura desde su primer encuentro con Rebecca en Port Royal. Seguramente era por eso que, a medio camino entre Tierra de Partida y un mundo desconocido para él, estaba disfrutando como un niño, realizando alguna que otra acrobacia con su vehículo de colores rojizos, similares a los de su armadura.

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Siguiéndolo de cerca con su propio glider se encontraba Maya Zawrid, una pequeña brujita que conoció durante el incidente en Bastión Hueco. A pesar de ser todavía una niña Edge la tenía en muy alta estima y valoraba su sensatez, sobre todo teniendo en cuenta su corta edad. Seguramente era una de las pocas personas con quien Edge creía tener una verdadera amistad. De hecho había sido ella quien le había propuesto acompañarla a ese mundo hacia el que se dirigían, Tierra de Dragones. Al parecer tenía algunas cosillas que quería comprar.

Edge había aceptado de buen grado, cualquier propuesta para viajar al mundo exterior era bienvenida, sobre todo ahora que creía que su aprendizaje estaba estancado, aunque hubiese mejorado en poco tiempo seguía siendo débil, la experiencia de Bastión Hueco era un lastre que ahora arrastraba y, en cierto modo, le frustraba. Había perdido un poco la fe inicial que tenía en su maestra, Rebecca. A pesar de que sabía que era una mujer poderosa, ese titubeo constante le irritaba. Y pocas cosas irritaban a Edge Lemmons.

Después de un buen rato de viaje llegaron por fin a aquel mundo conocido como Tierra de Dragones. Surcaron por sus cielos durante un buen rato en busca de un lugar adecuado para aterrizar hasta que vieron, cerca de la cima de una montaña, una pequeña aldea.

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Edge fue el primero en aterrizar, lo hizo tras los muros que rodeaban la aldea para no llamar demasiado la atención de sus habitantes. Bajó del glider y lo hizo desaparecer junto a su armadura y su casco. Mientras esperaba a que Maya aterrizara contempló el paisaje. Estaban cerca de la cúspide por lo que era normal que estuviera completamente nevado. Hacía bastante frío, pero eso no le importó al chico, quien cogió con las manos un buen puñado de nieve y se lo llevo a la cara para después dejarlo caer entre risas. En Port Royal había oído hablar de ella y la había visto en cuadros, pero esta era la primera vez que la veía y la tocaba.

―¿Qué es lo que quiere hacer ahora, señorita Maya? ―dijo el chico, sonriente como de costumbre, cuando su amiga hubo aterrizado.

***

Mientras tanto, en algún lugar recóndito al pie de la montaña, en el claro de un bosque de bambú, de una pequeña y vieja choza de madera salía una persona. Era un hombre de mediana edad, muy alto y musculoso. Tenía el pelo largo y llevaba una cola, era de un color tan oscuro que, con el reflejo del sol, parecía adquirir tonalidades verdes. Consigo llevaba una vasija de cerámica que acercó a su oreja y zarandeó, provocando que el poco líquido que contenía resonara en su interior. De pronto el hombre pareció ponerse de bastante malhumor y miró hacia la cima de la montaña con desdén.

―Esa maldita mujer… hace ya una semana que se lo pedí ―bufó.

[Zodiark]

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A ser posible, me gustaría renunciar a los PX obtenidos en el otro encuentro en el que estoy actualmente (Destino) y tener en cuenta los PX obtenidos en éste y en los posibles encuentros que haga a continuación mientras Destino siga activo.

Hacía un buen rato que ambos habíamos salido de Tierra de Partida, rumbo a un mundo desconocido. Yo, siempre atenta a todo lo que sucedía a su alrededor, escuché una conversación entre dos personas que hablaban sobre los increíbles productos que vendían en el mercado de cierto mundo. Sin dudarlo ni un segundo, decidí al instante que debía saciar mi curiosidad visitando dicho mundo, pero, ¡uy!, no sabía llegar a aquel lugar, y no quería estar sola si me perdía por vete-tú-a-saber-dónde. Pensando en alguien a quien pudiera gustarle la idea de acompañarme, vi pasar a Edge, uno de mis mejores amigos allí en Tierra de Partida. Él era casi como mi hermano mayor, alguien servicial siempre dispuesto a ayudarme y protegerme. Yo estaba convencida de que era la persona adecuada para ir conmigo. Emocionada, fui a pedirle al chico que fuera conmigo, y éste, sin pensárselo demasiado, aceptó, puesto que, al parecer, también estaba interesado en conocer nuevos mundos. Y aunque no quisiera, iba a arrastrarle conmigo, yo no era de las que aceptan un no por respuesta...

Dicho y hecho, los dos nos preparamos y salimos a la aventura. Y allí estábamos, rumbo a Tierra de Dragones, cada uno montando en su glider y con su armadura.

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Bajo el casco de mi armadura, se dibujaba una sonrisita al ver a Edge haciendo acrobacias y disfrutando del viaje como si fuera un niño pequeño con el juguete que le acaban de regalar por su cumpleaños. Mis preocupaciones por perderme se habían esfumado, pues Edge me transmitía una sensación de protección que, junto a su permanente sonrisa inocente, me hacían creer que todo iba a ir viento en popa.

Después de viajar durante un rato con nuestros gliders, llegamos a Tierra de Dragones. Al llegar a dicho mundo, ambos continuamos montados en nuestros gliders, sobrevolando las tierras de aquel nuevo mundo.

—Ahora que lo pienso... No tengo ni idea de dónde puede estar el mercado ese del que hablaban aquellos dos... —murmuré para mí misma.

En cualquier caso, Edge decidió aterrizar junto a una aldea que había por allí. Aterricé justo después de que él lo hiciera, y desmaterialicé tanto mi glider como mi armadura. Al hacerlo, me di cuenta de que hacía bastante frío en aquel lugar, y comencé a dar saltos en el sitio para entrar en calor. Mientras, Edge se dedicaba a jugar con la nieve entre risas, lo cual me provocaba escalofríos solo de verlo.

―¿Qué es lo que quiere hacer ahora, señorita Maya? —me preguntó con una enorme sonrisa de oreja a oreja, como siempre.

—Pues... ¡Vayamos a la aldea a preguntar! —dije dejando de saltar—. ¡Vamos, si nos quedamos parados nos acabará entrando gripe!

No solo motivada por comenzar a explorar aquel nuevo lugar sino también queriendo estar en movimiento constante para no pelarme de frío, agarré a Edge de la muñeca y lo arrastré, corriendo, hacia el interior de la aldea. Una vez allí, entré en el primer establecimiento que vi para preguntar a quien fuese que hubiera allí dentro acerca de Tierra de Dragones.

—¿Hola? —pregunté mientras entraba en el establecimiento, arrastrando todavía la muñeca de Edge conmigo.

[Demyx]

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Edge, aparentemente inmune al frío, podría haberse quedado jugando tranquilamente con la nieve mucho más tiempo. Era algo tan blanco, fresco, brillante y puro que le fascinaba, y no parecía importarle mucho que estuvieran a tan baja temperatura. Sin embargo, Maya no paraba de dar pequeños saltitos con la intención de entrar en calor. Al parecer su amiga, aunque motivada por el nuevo paisaje, no estaba tan a gusto con la nieve que los rodeaba como el peliazul. La idea de quedarse allí quietos mucho más tiempo no era de su agrado, por lo que, decidida a completar su búsqueda, agarró a Edge por la muñeca y lo arrastró hacia la aldea, mientras que el chico la miraba con curiosidad.

Para entrar tuvieron que dar una buena vuelta alrededor de aquellos muros de estilo oriental que la rodeaban. Una vez dentro del poblado Edge pudo comprobar que se trataba de un lugar bastante pequeño y tranquilo, la peculiar y decorada arquitectura de las casas eran del agrado del aprendiz y le transmitían confort. A primera instancia se respiraba paz, la calma de los montes nevados sólo era rota por el agradable murmullo de los aldeanos viviendo su rutina, aunque a decir verdad, tampoco había demasiados en aquel momento, seguramente a causa del frío. Un hombre transportando heno… otro quitando nieve del tejado… Nada fuera de lugar en la aparente rutina de la aldea.

Maya no pareció pensárselo dos veces y entró en el primer establecimiento que vio, aún arrastrando a Edge tras de sí.

―¡Con permiso! ―anunció el muchacho.

El chico examinó el local, parecía un restaurante bastante acogedor y en su interior había un ambiente bastante familiar y animado. Seguramente fuera el único negocio de aquellas características en un pueblo tan pequeño y, a juzgar por la cantidad de gente que se encontraba allí en ese momento, debía ser hora punta.

―¡Bienvenidos al Ryubeko! ―les dijo animadamente una camarera de mediana edad. Tenía el pelo castaño, recogido en un pañuelo que parecía ir a juego con el uniforme del comercio―. Vuestras caras no me suenan, no tenéis mesa reservada, ¿verdad? ¿Sois viajeros? Tenemos un menú especial para ellos. Hoy estofado de carne y verduras. ¿Qué me decís?

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Un delicioso aroma se escapaba de la cocina y recorría el establecimiento. La tripa de Edge no pudo evitar sonar. Se moría de hambre.

[Zodiark]

Con las prisas, ni siquiera me había fijado en el lugar donde Edge y yo habíamos entrado. Bueno... donde yo había entrado arrastrando a Edge. El establecimiento se trataba de un restaurante, y había bastantes clientes en él.

—Mmm... Qué bien huele... —pensé en voz alta alzando la cabeza y cerrando los ojos mientras olía el apetitoso aroma que procedía de la cocina.

Además, allí dentro había una temperatura bastante más agradable que la del exterior, por lo que era un lugar de lo más acogedor.

―¡Bienvenidos al Ryubeko! ―nos saludó una camarera al vernos―. Vuestras caras no me suenan, no tenéis mesa reservada, ¿verdad? ¿Sois viajeros? Tenemos un menú especial para ellos. Hoy estofado de carne y verduras. ¿Qué me decís?

—¡Claro que... —comencé a decir hasta que un sonoro rugido me interrumpió. Era la tripa de Edge.

Ante aquello, no pude evitar soltar una sonora carcajada por la que no me habría extrañado que todo el restaurante se hubiese girado para ver qué era tan gracioso, pero el bullicio del lugar era suficiente como para que pasase desapercibida. Cuando acabé de reír y me tranquilicé un poco, que miré a Edge y le sonreí. Yo también tenía bastante hambre, así que sería una buena idea comer algo en Ryubeko.

—Claro que nos quedaremos a comer. Así, además de saciar nuestro apetito, entraremos en calor —acepté la propuesta de la camarera.

Mientras la mujer nos guiaba hacia nuestra mesa, decidí dirigirme a ella para preguntarle acerca de aquel lugar.

—Por cierto, esto... —dije intentando llamar la atención de la camarera.

Ella, por su parte, me miró con una gentil sonrisa en su rostro al percatarse de que estaba hablando con ella.

—Te quería preguntar si podrías hablarnos un poco sobre Tierra de Dragones. He escuchado que en alguna parte hay un mercadillo donde venden un montóoooon de cosas chulas —dije abriendo los brazos hacia los lados al mismo tiempo que llegábamos a nuestra mesa—. Me preguntaba si tú sabrías dónde está —dije finalmente sentándome en la silla.

[Demyx]

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Después de un ataque incontrolable de risa por parte de Maya a causa del fuerte rugido de la hambrienta tripa de Edge, no hubo más que hablar, se quedaban a comer en el Ryubeko.

La mujer, que seguramente era además la jefa de sala del restaurante, les guió por el bullicioso local con agilidad en busca de una mesa libre, una tarea que parecía imposible dada la enorme cantidad de gente que estaba comiendo allí en esa hora.

En el camino Maya vio una oportunidad para preguntarle a la mujer acerca del mercadillo del que había oído hablar, el cual era, de hecho, el verdadero motivo por el cual había decidido visitar ese mundo. La camarera se llevó el dedo índice a los labios, pensativa. Al parecer la respuesta no iba a ser la que la pequeña brujita quería.

―Sí, claro que sé dónde está ―empezó―. Ni más ni menos que en este mismísimo pueblo. Se solía hacer cada cierto tiempo durante varios días y venía gente de todo el Imperio, ofertantes y demandantes. De hecho funcionaba tan bien que pasó a hacerse una vez a la semana. Pero… ―la mujer bajó la cabeza. Parecía incluso apenada―. Desde que los hunos entraron en el Imperio y aparecieron aquellos extraños monstruos de las tinieblas ya nadie tiene el valor para venir hasta aquí, y mucho menos de transportar sus mercancías arriba y abajo ―al parecer Maya había tocado un tema sensible para la encargada―. A pesar de que la gente del pueblo sigue viniendo a nuestro humilde establecimiento, ¡imagínate la disminución de ingresos que supone esto para nosotros!

Finalmente, entre lamento y lamento, acabaron por llegar a una mesa para dos personas, vacía y, a primera vista, confortable. La jefa de sala les hizo una señal con la mano para darles a entender que aquel era su sitio.

―Sentaos, por favor ―dijo mientras sacaba una pequeña libreta para tomar nota―. Dos menús para viajeros, ¿no? ―suspiró―. Hacía tiempo que no servíamos uno de estos.

Sin más dilación la mujer les dio la espalda y se dirigió hacia otras mesas que aún estaban por atender.

―Parece que los sincorazón también han causado estragos en este mundo ―comentó Edge―. Mi mundo, Port Royal, también pasa por una situación similar. ¿Qué hay del suyo, señorita Maya?

Al cabo de un rato, mientras esperaban, el chico peliazul empezó a revolver los bolsillos de su cazadora. Sin embargo, no sacó nada de ellos. Tras esto, y algo más nervioso, removió los pantalones de su bolsillo para sacar lo mismo que antes: nada.

―Señorita Maya… ―soltó una sonrisa nerviosa―. Témome que he olvidado todos mis platines en Tierra de Partida.

Fue entonces cuando llegó de nuevo la camarera, pero esta vez venía con dos grandes bandejas. A pesar de tener ambas manos ocupadas se movía con gran elegancia entre las mesas y la gente, sin duda tenía ya una gran experiencia en el sector.


―¡Buen provecho! ―dijo con entusiasmo al servirles, por fin, la comida.

El menú del viajero tenía una pinta exquisita y desprendía un delicioso olor.

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―¡Albricias! ―exclamó Edge― Paréceme que nunca jamás había visto algo tan apetitoso.

[Zodiark]

Mi entusiasmo decayó un poco al escuchar la respuesta de la camarera, que nos explicó que el comercio de aquel lugar no iba demasiado bien a causa de unos tales "hunos" y de unos seres de las tinieblas, seguramente refiriéndose a los sincorazón.

―Parece que los sincorazón también han causado estragos en este mundo ―comentó Edge mientras esperábamos a que la camarera nos trajera nuestros menús―. Mi mundo, Port Royal, también pasa por una situación similar. ¿Qué hay del suyo, señorita Maya?

—Los sincorazón no se atreven a pisar Ciudad Disney —dije sonriendo—. Tenemos un artefacto, la Piedra Angular, que repele las fuerzas de la oscuridad y no permite que entren en nuestro mundo. De hecho, entre la gente que se encarga de proteger dicho artefacto está mi familia. Y yo, por supuesto. Oh... —murmuré mientras me cambiaba la expresión de la cara—. Lo... Lo siento por lo de tu mundo. Espero que las cosas puedan ir mejor y haya paz pronto. Para eso estamos los aprendices, ¿no?

Mientras seguíamos esperando, Edge comenzó a rebuscar algo en sus bolsillos. Arqueé una ceja, extrañada, pensando en qué podía estar buscando para ponerse tan nervioso.

—¿Pasa algo? ¿Qué buscas?

―Señorita Maya… Témome que he olvidado todos mis platines en Tierra de Partida.

—¡¿Cómo?! —exclamé, y después de que todo el restaurante posara su mirada sobre mí, sonreí nerviosa rascándome la nuca—. ¿Me vas a hacer pagarte la comida?

En aquel momento, llegó la camarera con dos bandejas sobre las cuales se encontraban nuestros menús, que lucían deliciosos.

—Una duda... ¿Quiénes son los hunos y por qué entraron en el Imperio? —pregunté a la camarera mientras servía los platos.

―¡Albricias! Paréceme que nunca jamás había visto algo tan apetitoso.

Lancé una mirada asesina a Edge mientras preparaba todo para empezar a comer. Estaba muerta de hambre y no podía esperar más, el olor de aquellos manjares me abrió aun más el apetito y quería comenzar cuanto antes.

—Que aproveche —dije muy seria mientras seguía con mi siniestra mirada fija en él— Espero que me devuelvas hasta el último de mis platines.

[Demyx]

Al parecer el mundo de Maya Zawrid, llamado Ciudad Disney, era mucho más tranquilo y pacífico que el de Edge, el violento y turbulento Port Royal. Si bien no entendió del todo lo que su amiga le contó, el joven peliazul imaginó un mundo sosegado que había alcanzado el tipo de paz que él había perseguido durante años, un ideal que, de hecho, aún anhelaba.

—Lo... Lo siento por lo de tu mundo ―musitó la brujita―. Espero que las cosas puedan ir mejor y haya paz pronto. Para eso estamos los aprendices, ¿no?

―No importa ―respondió Edge con una sonrisa. Sin embargo, ésta ocultaba una gran desilusión y su mirada se perdía en el vacío―. Mas témome que Port Royal tiene muchos más problemas aparte de los sincorazón…

El aprendiz desvió rápidamente el tema tan pronto como se percató de que había olvidado todos sus platines en Tierra de Partida. Además la eficiente camarera llegó al poco rato con la comida.

Fue entonces cuando Maya aprovechó para preguntarle a la mujer acerca de unos tales hunos, los cuales había mencionado para atribuir el mal momento por el que estaba pasando su establecimiento. En cuanto la niña los nombró, la camarera dejó inmediatamente de servir los platos, sorprendida.

―¡¿Pero en qué mundo vives tú, niña?! ―exclamó―. ¿Ni siquiera sabes eso? ―en realidad se trataba de algo comprensible, puesto que Maya no pertenecía en aquel mundo, pero… Eso la camarera no lo sabía―. Los hunos es un pueblo invasor que, desde hace un buen tiempo, hostiga sin descanso nuestro Imperio y causa estragos allí donde va ―la mujer suspiró―. Si sois viajeros deberíais ser prudentes. Son gente peligrosa.

Mientras tanto, Edge había dado un enorme bocado al menú del viajero y masticaba lentamente con la boca llena. Sin embargo, tragó de golpe en cuanto se dio cuenta de la poca gracia que le hacía a su amiga aquella situación. En un intento de remediarlo, se dirigió a la camarera.

―¿Cuánto cuestan dos menús de viajero, señorita? ―dijo el muchacho limpiándose los morros.

―Ciento cincuenta mil ―sonrió la mujer, implacable―. Es el menú más económico de nuestro humilde establecimiento.

Edge, estupefacto, se limitó a girar lentamente la cabeza para mirar de nuevo a su compañera, esperando que pudiera pagar tal cifra. Algo se les había pasado por alto a la parejita. La inflación.

[Zodiark]

―¡¿Pero en qué mundo vives tú, niña?! ―exclamó la camarera, respondiendo a mi pregunta sobre los hunos, mientras yo comía mi delicioso y caliente almuerzo.

"Evidentemente, no en éste..." pensé en ese mometo.

—Los hunos es un pueblo invasor que, desde hace un buen tiempo, hostiga sin descanso nuestro Imperio y causa estragos allí donde va ―la mujer interrumpió su discurso y suspiró―. Si sois viajeros deberíais ser prudentes. Son gente peligrosa.

—Espero que no nos topemos con alguno de esos hunos, no hemos venido a causar problemas... —dije mientras le daba otro bocado a mi comida.

Seguí comiendo, y conforme iba devorando aquella suculenta comida, olvidaba la faena que me había hecho Edge obligándome a pagarle el menú. Aquellos manjares eran realmente una comida de dioses.

—Qué rico está esto, ¿verdad? —comenté a Edge mientras comía felizmente, olvidando por completo el asunto económico.

―¿Cuánto cuestan dos menús de viajero, señorita? ―preguntó el peliazul a la camarera después de comer un poco de su comida.

―Ciento cincuenta mil ―respondió ella, sonriendo―. Es el menú más económico de nuestro humilde establecimiento.

Abrí los ojos como platos, dejé de masticar en aquel momento y tragué de golpe la comida que tenía en la boca. ¡Yo no podía pagar todo ese dinero!

—¿Humilde? Debe estar de broma —susurré a Edge acercando mi cara a la suya apoyando mis manos en la mesa. Volví a sentarme y me llevé la mano derecha a la cara—. Los platines no me llegan ni para un solo menú... ¿Qué vamos a hacer? —dije susurrando, intentando que ni la camarera ni los demás clientes me oyesen, mientras miraba a Edge algo enfadada.

[Demyx]

Estaban en un buen apuro, ninguno de los dos aprendices poseía suficientes platines como para pagar aquel costoso y simple menú, aun siendo el más barato del local. La verdad es que tenían pocas opciones, menos aún considerando la honestidad de Edge, lo que descartaba completamente, al menos por parte del muchacho, salir por partas del restaurante sin haber pagado o haber hecho algo a cambio.

―Solo podemos hacer una cosa, señorita Maya ―le dijo Edge muy seriamente―. Decir la verdad.


Da igual lo que opinara Maya, si estaba de acuerdo o no, el muchacho peliazul, por su parte, estaba decidido. Así pues, independientemente de lo que dijera o hiciera la niña, carraspeó para aclarar su voz y dirigirse a la encargada.

―Mi señora… ―empezó―. Témome que unos humildes viajeros se han percatado de que no disponen del dinero suficiente para pag… ―el joven no llegó a terminar la frase.

La mujer reaccionó velozmente y de algún lugar oculto en el kimono desenvainó un pequeño y afilado cuchillo de cocina el cual alzó y clavó con fuerza en la mesa de la pareja. Nadie en el restaurante parecía haberse percatado y, sin embargo, ese hecho ninguno de los dos aprendices lo podían pasar por alto.

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―Nadie se va del Ryubeko sin pagar, nadie ―les amenazó. Su voz sonaba aparentemente tranquila y la mujer no parecía furiosa. No obstante, podían sentir algo más, una especie de instinto asesino y aún sujetaba la empuñadura del cuchillo, clavado en la mesa―. Ya tengo suficiente con un moroso que no paga sus deudas, no permitiré que nadie más ose tomarme el pelo.

―No, si un servidor no…

―No me interrumpas, mocoso, no he terminado de hablar ―la dueña del local se mantuvo en silencio durante unos instantes. Entonces soltó la empuñadura del cuchillo y se incorporó. Parecía estar pensando en algo―. Ahora mismo no necesito que lavéis platos, aparte de que no sería suficiente para pagar la deuda que habéis contraído. Sin embargo, no parecéis mala gente. Tengo una misión para vosotros.

Y sin decir nada más, la mujer se retiró durante unos instantes. Cuando volvió iba acompañado de cuatro camareras que cargaban una vasija considerablemente grande.

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―Sake ―anunció la mujer―. Este recipiente está lleno de sake. Hace ya una semana que un alfarero que vive al pie de la montaña me lo encargó. Sin embargo, debido a la presencia de los hunos y aquellos demonios oscuros en la zona, no hemos podido cumplir nuestra parte del trato ―la mujer arrancó el cuchillo de la mesa y los señaló―. Aquí es donde entráis vosotros. Quiero que le llevéis su encargo. No tiene pérdida, bajad por la senda por la que se accede a éste pueblo. Al pie de la montaña, cerca del camino principal, vive este hombre, en una choza. Siempre tiene un fuego encendido, si seguís el camino veréis el humo ―la encargada suspiró―. Se llama Seijuro Hiko, es todo un carácter, tened cuidado. Y, ah, decidle que os manda Pae, del Ryubeko. Espero que no me lo hagáis repetir dos veces, así que venga, ¡andando!.

―Como usted ordene, mi señora ―musitó Edge, de reojo miró a su compañera para ver su reacción.

Se dirigió hacia la vasija. Pesaba horrores por lo que esperaba que su amiga le pudiera ayudar a cargar con ella. Sería una tarea cansada, por lo que el muchacho se dispuso a salir del restaurante.

[Zodiark]

Habíamos ido allí a disfrutar de la feria e íbamos a acabar en un lío por no llevar suficientes platines encima. Nuestra única solución era largarnos corriendo sin pagar, pero conociendo a Edge, él no estaría dispuesto a eso, así que no me quedaba otra que llevarle a rastras.

―Solo podemos hacer una cosa, señorita Maya. Decir la verdad.

—Ni hablar. Nos vamos.

Me levanté dispuesta a agarrar a Edge del brazo y pirarnos de allí a toda velocidad, pero antes de poder dar un solo paso, el chico carraspeó y se dirigió a la camarera.

―Mi señora…

Me llevé una mano a la cara y dejé caer mi trasero de nuevo en la silla. Ese idiota nos iba a meter en un embrollo. Por suerte, la camarera parecía muy amable, y con suerte haría la vista gorda y nos permitiría irnos si le hacíamos algún que otro recado.

―Témome que unos humildes viajeros se han percatado de que no disponen del dinero suficiente para pag…

Antes de que el peliazul pudiera acabar su frase, la mujer sacó un cuchillo y lo clavó en la mesa rápidamente, asustándome. Del sobresalto, eché mi cuerpo hacia atrás en un acto reflejo, y la silla se tambaleó, pero conseguí mantener el equilibrio y no caerme.

—¡S-señora, no hace falta ponerse así!

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―Nadie se va del Ryubeko sin pagar, nadie. Ya tengo suficiente con un moroso que no paga sus deudas, no permitiré que nadie más ose tomarme el pelo.

―No, si un servidor no…

―No me interrumpas, mocoso, no he terminado de hablar

Aquella mujer era realmente siniestra. Su tono de voz y su expresión calmada eran realmente perturbadores en contraste con el amenazante cuchillo que estaba empuñando. Prefería no hacerla enfadar.

Ahora mismo no necesito que lavéis platos, aparte de que no sería suficiente para pagar la deuda que habéis contraído. Sin embargo, no parecéis mala gente. Tengo una misión para vosotros.

Suspiré aliviada. Aunque no me esperaba su reacción, al menos la cosa salió como pensaba: la mujer iba a darnos un encargo a cambio de irnos sin pagar nuestra comida.

—Es la última vez que almuerzo a un restaurante —le comenté a Edge por lo bajo mientras la camarera se marchaba.

Al volver, la camarera iba acompañada de otras cuatro mujeres. Entre todas, cargaban con una enorme vasija con pinta de pesar mucho.

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―Sake ―dijo la mujer al llegar―. Este recipiente está lleno de sake.

¿Sake? Aquello era licor. Esperaba que la misión no fuera bebernos todo el contenido de la vasija, era algo descabellado hacer beber todo eso a una niña pequeña.

―Hace ya una semana que un alfarero que vive al pie de la montaña me lo encargó. Sin embargo, debido a la presencia de los hunos y aquellos demonios oscuros en la zona, no hemos podido cumplir nuestra parte del trato. Aquí es donde entráis vosotros. Quiero que le llevéis su encargo. No tiene pérdida, bajad por la senda por la que se accede a éste pueblo. Al pie de la montaña, cerca del camino principal, vive este hombre, en una choza. Siempre tiene un fuego encendido, si seguís el camino veréis el humo. Se llama Seijuro Hiko, es todo un carácter, tened cuidado. Y, ah, decidle que os manda Pae, del Ryubeko. Espero que no me lo hagáis repetir dos veces, así que venga, ¡andando!

Volví a suspirar aliviada. La misión simplemente consistía en llevarle aquel sake a un hombre que no parecía vivir demasiado lejos según las indicaciones de la camarera. Aunque llevar aquel gigantesco recipiente a cuestas iba a ser un trabajo duro.

―Como usted ordene, mi señora

—Lo haremos lo más rápido posible —dije a Pae mientras me levantaba de la mesa.

Edge cogió la vasija y comenzó a caminar hacia la salida. Parecía que el recipiente pesaba bastante, por la expresión que se dibujó en el rostro de Edge. Yo comencé a caminar junto a él.

—Te ayudaría, pero esto ha sido culpa tuya, así que te toca a ti —comenté sonriendo pícaramente mientras le daba unos golpecitos en la espalda—. Además, dudo que yo pueda cargar con eso —mi sonrisa pícara pasó a ser una sonrisita inocente y adorable y dirigí mi mirada hacia la suya—. Lo siento.

[Soul Artist]

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Al poco de salir del Ryubeko cargando el pobre Edge con todo el sake y presumiblemente sin ayuda de la pequeña Maya los jóvenes comenzaron a escuchar grititos ahogados cerca de su localización, a unos metros de ellos. No tardarían mucho en localizar al desesperado ser que les llamaba: un monstruo rosa en el suelo de grandes orejitas y ojos morados que sobresalían de sus cuencas.

Tras un segundo vistazo acabarían dándose cuenta los dos Portadores que se trataba en realidad de un moguri enterrado en la nieve bocabajo, con la cabeza bien atascada mientras pataleaba con fiereza para escapar de su particular prisión. Si seguían pensando que sería un monstruo, la criatura contestaría con un grito desesperado y ahogado:

—¡¡Soy un moguri, kupó!! ¡¡Ayudadme!!

Hacía un tiempo que algunos moguris se habían dado unas buenas vacaciones, las cuales parecían haberse alargado ya más de un año. En Tierra de Partida Mog seguía esperando al regreso de estos, y prometía una recompensa a aquellos que encontraran a los pequeños.

Pero por más que tiraran de él verían que era imposible sacarle a la fuerza de la nieve, no sin al menos arrancarle la cabeza. Además, la nieve de aquella zona estaba especialmente dura, por lo que sin ningún instrumento de ayuda no podrían cavar para ayudarle a salir. Como aquello parecía ser una opción que no daría grandes recompensas debían pensar: ¿cómo sacar a alguien atrapado en la nieve sin recurrir a la fuerza bruta?

[Zodiark]

Edge y yo salimos del Ryubeko camino de la casa del alfarero. Nada más salir del local, sentí una brisa helada que me dio un escalofrío.

—Hace más frío que antes —comenté tiritando, tratando de darme algo de calor cruzando los brazos.

Lo mejor para entrar en calor iba a ser emprender la marcha cuanto antes, y eso hice. Empecé a caminar, liderando el dúo que formábamos el peliazul y yo, rumbo a la montaña.

No pasó mucho rato hasta que escuché unos ruidos muy raros que me hicieron parar en seco para saber de qué se trataba.

—¿Lo oyes, Edge? ¿Qué es eso? ¿Gritos? —pregunté mientras buscaba con la cabeza el lugar del que procedía aquello que parecían ser gemidos.

Entonces lo vi: algo rosado medio enterrado en la nieve, que se movía lo que parecían ser dos patitas, intentando salir de allí. Sin perder tiempo, me acerqué corriendo hacia él para intentar sacarlo de la nieve.

—¡¡Soy un moguri, kupó!! ¡¡Ayudadme!!

Mis ojos se iluminaron. Me encantaban las cosas monas, y los moguris eran realmente adorables. Si lo achuchaba, seguramente entraría en calor fácilmente gracias a su suave pelaje. Me moría de ganas de abrazar a aquella cosa tan pequeñita y encantadora.

—¡Tranquilo, te sacaré en un santiamén!

Me puse de cuclillas frente al pequeño moguri y agarré su cuerpecito con ambas manos. Tiré hacia arriba, tratando de no lastimarle, pero no se movió ni un ápice. Estaba bastante atorado y no parecía que pudiéramos quitar la nieve de su alrededor para sacarle. ¿O quizá sí?

—Edge, ¿puedes fundir la nieve que tiene enterrado al moguri con un hechizo de fuego? —le pregunté mientras me ponía de pie y me apartaba un poco—. Procura no hacerle daño, eh.

Si Edge cumplía mi petición y yo lograba sacar al pequeño y peludo ser de su tumba nívea, lo primero que haría sería... estrujarlo entre mis brazos.

[Demyx]

—¡Lo oigo, señorita Maya, lo oigo! —exclamó Edge alargando el cuello en un intento inútil para ver más allá de la vasija de sake—. ¡Mas no lo veo!

El individuo que gritaba desesperado pidiendo ayuda resultó ser nada más y nada menos que un moguri. El joven aprendiz lo comprobó cuando con dificultades consiguió ver de reojo un culito peludo y de color rosado saliendo de la nieve, parecía estar en un aprieto. Aquella nieve que al inicio le había parecido tan divertida era en realidad un engorro, una trampa mortal de la que uno debía escapar. O eso es por lo menos lo que sentía Edge cuando comprobó que, a causa de la pesada carga que llevaba consigo, sus piernas se hundían torpemente en la nieve al desplazarse.

Al parecer Maya no fue capaz de ayudar a la pobre criatura y pronto solicitó su ayuda, y qué mejor que un hechizo de fuego como Piro. Se acercó entonces a Maya y dejó caer la pesada vasija en sus brazos para que no tuviera más remedio que cargarla, aunque esto implicara que la chica cayera al suelo. En una sola palabra: venganza.

El muchacho peliazul se arrodilló y puso las manos sobre la nieve cerca del moguri y poco a poco conjuró el hechizo Piro, con mucho cuidado, puesto que no quería dañarle. Si lograba sacarlo de ahí lo cogería con las manos y se pondría de pie. Por suerte era lo bastante alto como para que Maya no pudiera arrebatárselo.

Venganza.

[Soul Artist]

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El hechizo Piro fue todo un éxito. Edge acertó a la primera sobre cómo ayudar a la pobre criatura: con un hechizo ígneo y algo de paciencia, poco a poco con sumo cuidado de no quemar al pobre.

Una vez el pequeño estuvo libre, el aprendiz de la Llave Espada lo cogió en el aire y lo levantó, lejos del alcance de la pobre Maya, que quería abrazarlo con sus brazos y achucharle hasta dejarle sin respiración. Los ojos de la criatura se llenaron de lágrimas y comenzó a llorar desconsolado a Edge, moqueándole la ropa.

—¡¡Gracias, señor!! ¡Llevaba días, semanas, meses ahí congelado!! ¡¡Creía que era mi fin!!

El moguri se revolvió y comenzó a aletear por sí solo, quitándose la poca nieve que le quedaba encima. Voleteó alrededor de Maya y agitó los brazos contento como una perdiz.

—¡Me llamo Mugmug! ¡Volveré con Mog y le contaré vuestra hazaña, kupó!

Y así como apareció, el adorable moguri se fue.

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¡Faltan cinco moguris! Recordad que al terminar el Encuentro recibiréis 10 PX adicionales por encontrar a Mugmug, a repartir entre vosotros como queráis. ¡Ya podéis seguir normal!

[Zodiark]

Edge me hizo caso y se dispuso a ayudar al moguri con un hechizo Piro, pero para ello necesitaba ambas manos, así que...

—¡Eh! —me quejé mientras el peliazul dejaba caer la vasija de sake en mis brazos— ¡Cu-cuidado!

El peso de la vasija me desequilibró e hizo que me tambaleara, y casi me hizo caer al suelo, pero por suerte pude reincorporarme a tiempo. No obstante, la vasija pesaba muchísimo y era imposible para mí mantenerla agarrada durante mucho más tiempo, y no podíamos permitir que se rompiera, así que la dejé cuidadosamente en el suelo mientras Edge liberaba al moguri atrapado.

—Ya te vale —le dije a Edge jadeando y con los brazos doloridos por el peso.

Cuando Edge sacó al pequeño de la nieve, lo agarró. Corrí hacia él para achuchar a aquella monada de moguri, pero el peliazul lo tenía bien agarrado lejos de mi alcance.

—Te odio —dije secamente enojada, cruzándome de brazos y mirando a otra parte con los mofletes inflados.

—¡¡Gracias, señor!! ¡Llevaba días, semanas, meses ahí congelado!! ¡¡Creía que era mi fin!!

—¡Eh, eh! ¡¿Y yo qué?!

—¡Me llamo Mugmug! ¡Volveré con Mog y le contaré vuestra hazaña, kupó! —dijo el pequeño revoloteando a mi alrededor.

Mugmug se fue volando a toda velocidad sin dejarme ni siquiera acariciarle un poquito. Todavía enfadada, me despedí de él con la mano y, acto seguido, volví a mirar hacia el rumbo que teníamos que seguir para entregar el sake.

—Muy bien. Coge la vasija y vamos —ordené a Edge algo más calmada pero aún indignada, y reemprendí la marcha liderando el grupo.