[Bastión Hueco] Oswald y Kit

[Astro]

Lo que se había planeado como una mañana tranquila y relajada para dormir y no dar palo al agua, para el pequeño Oswald había acabado como el resto de sus días en Bastión Hueco. Directo a gimnasio a entrenar.

Primero el amargo despertar por unos ruidosos moguris, seguido por una extraña charla por tuipper con un "Maestro Absoluto de la Magia" que había resultado ser un gilipollas integral. Le habían fastidiado la mañana.
Inquieto, el chico necesitaba distraerse y despejar la mente de preocupaciones y tonterías varias. Resignado, había optado por seguir con su entrenamiento y pasar un rato en el gimnasio antes de que fuese la hora de comer.

—Aquí estamos otra vez...

Ban detestaba el gimnasio. En realidad detestaba el hecho de tener que entrenar en sí, pero tras haber sido machacado vilmente en combates de práctica contra otros aprendices se había dado cuenta de que si de verdad quería ser un Caballero, tenía que apechugar y entrenar todos los días. Aunque eso también supusiese tener que aguantar los gritos y el olor a sudor que dejaban los demás. Puaj.

Sin darle más vueltas al tema, el rubio fue directo a los muñecos de práctica. Se puso los cascos y conectó el reproductor de música de su móvil. Bajo la OST de un videojuego de monstruos de bolsillo que luchan entre sí, Ban materializó su Llave espada y adoptó una postura de combate típica de la esgrima. Imaginándose que la cara del muñeco era la foto de perfil de @ElMejor17, el aprendiz arremetió con fuerza.

En garde!

[Soul Artist]

—¡Aaah! ¡¡Aaaargh!!

Inútil, así podía definir mis acciones. Volví a hacer un esfuerzo, pero no era capaz de lograr nada en absoluto; no iba a poder liberarme de aquellas cadenas que me tenían preso allí, en lo que imaginaba que eran los sótanos del castillo.

Había despertado apenas unos segundos antes de aquellos ejercicios y me había encontrado encadenado por piernas, brazos y el cuello, colgado en una pared como un premio reluciente y a destacar de algún lunático. Aquello tenía que ser cosa de Saavedra, no se me ocurría ninguna otra persona en todo Bastión Hueco capaz de hacer algo así con un prisionero. Bueno, quizás Ragun, pero a él le gustaba en el sentido contrario...

¿Qué podía hacer en una situación como aquella? Pues sólo contemplar mi alrededor. El lugar era oscuro y húmedo, una pequeña habitación con una puerta a mi derecha y un escritorio de madera de pino frente a mí, con varios informes en los que alguien había estado trabajando recientemente sobre ordenadores o yo qué sé qué mierdas. Dos plantas tristes y marchitas se encontraban junto a la puerta, dándole un poco de ánimo a la triste estancia.

Y lo peor de todo era que, encima del escritorio, estaba mi salvación riéndose de mí. Una llave dorada, preciosa, la llave más bonita que jamás hubiese visto. ¡Se estaba burlando de mí! Sólo le faltaba levantarse y bailar para terminar de cabrearme. Pero nada, allí esperaría, como un buen santo.

Si al menos pudiese coger mi móvil... Pero cuando desperté ya había notado que alguien había echado mano a mis bolsillos y se lo había llevado. Claro, nada podía ser tan fácil.

—¡Saavedra, sé que has sido tú! —grité hacia el techo, sabiendo que no podía estar muy lejos el maldito gitano—. ¡Vuelve aquí si no quieres que te dé una paliza cuando te encuentre!

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Ahora que has vuelto podemos seguir la segunda parte del Encuentro, y terminarlo rápidamente si nos ponemos =^D No voy a por puntuación yo, así que tranquilo. Sólo divirtámonos~

[Astro]

—Me he olvidado del agua. Mierda.

Después de estar media hora practicando diferentes movimientos y combinaciones con la Llave Espada, Ban tenía la garganta seca. Se había olvidado de coger una botella de su cuarto antes de ir al gimnasio, y como el chico se negaba en rotundo a beber de cualquier fuente que hubiera por el castillo, solo le quedaba volver a su cuarto a buscarla.

Haciendo desaparecer su arma y quitándose los cascos, el pequeño Oswald salió del gimnasio sin mucha prisa. En el fondo, cuanto más tiempo perdiera yendo y viniendo menos tendría que entrenar y antes llegaría la hora de la comida. Además, tenía que ir con cuidado de no equivocarse de camino: llevaba poco tiempo allí y era bastante fácil perderse en aquel bastión. Algunas partes del castillo parecían auténticos laberintos, y aunque a Ban le habían explicado los caminos para ir a los sitios más básicos (comedor, gimnasio, biblioteca, e incluso a la enfermería por si tenía algún accidente), en más de una ocasión el chico había tenido que preguntar la dirección para encontrar su habitación. La decoración oscura y lúgubre tampoco ayudaba mucho a orientarse.

A mitad de camino, un ruido hizo que Ban se detuviese en seco frente a unas escaleras. ¿Qué había sido eso? El chico habría jurado que había sido un grito, pero no estaba seguro. Un segundo ruido no tardó en escucharse, y esta vez sí que parecía un grito de alguien. Y venía de abajo.

Movido por la curiosidad y por las pocas ganas de volver al gimnasio, el rubio empezó a bajar las escaleras. No tenía ni idea de qué se iba a encontrar, pero cualquier cosa sería más entretenida que seguir entrenando. También existía la posibilidad de que la locura de aquel lugar le estuviese empezando a afectar y estuviera escuchando cosas inventadas. Todo podía ser.

Cuando llegó al piso de abajo, se encontró con un pasillo lleno de puertas y sin rastro de actividad alguna. Con la idea de que tal vez el grito había venido de alguna de esas habitaciones, Ban elevó la voz y probó suerte:

—¿Holaaa? ¿Hay alguien?

[Soul Artist]

—¿Holaaa? ¿Hay alguien?

¡Voces! ¡Voces en la soledad del castillo! Aguanté mis lágrimas como un macho y me mordí el labio inferior, viendo que mi salvación era cercana. Sollocé un poco y reí automáticamente por lo bajo: ya había pasado lo peor.

—¡Chico! ¡Necesito tu ayuda! —grité con todas mis fuerzas, intentando captar la voz de mi futuro héroe—. ¡Saavedra me tiene prisionero! ¡Si no vuelves rápido me intentará dejar embarazado!

Pero claro, no podía presentarme sin un plan. Si descubría que era de Tierra de Partida se reiría de mí y me dejaría allí abandonado, lo cual me resultaba más que obvio. Así que, ¿qué podía hacer, más que mentir? Pensar en un aprendiz cualquiera, alguien con el rostro oculto, que pudiese ser capturado por Andrei cualquier día para convertirle en su esclavo sexual...

—¡Mi nombre es Ragun! ¡Seguro que has oído hablar de mí!

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Aclaración: este Encuentro tiene que ser antes de Los padres no entienden a sus hijos porque Ivan no está feo, y eso lleva a que es antes que Villain's Vale porque Ragun tiene dos brazos xD

[Astro]

—¡Chico! ¡Necesito tu ayuda! —el grito de auxilio de un chico no tardó en resonar por el pasillo—. ¡Saavedra me tiene prisionero! ¡Si no vuelves rápido me intentará dejar embarazado!

—¿Qué...?

¿Saavedra, el gitano, había secuestrado a alguien? Bueno, viniendo de él no era de extrañar. Ban aún recordaba su extraño encuentro con el listillo a su llegada a Bastión Hueco. Si no hubiese huido del lugar, tal vez habría acabado prisionero como aquel pobre chico, o algo peor.

—¡Mi nombre es Ragun! ¡Seguro que has oído hablar de mí!

Ban había escuchado alguna vez aquel nombre por los pasillos, aunque nunca le había puesto cara. Fuese quien fuese, debía de ser bastante torpe como para dejar que Saavedra le atrapase.

—¡Ya voy, ya voy!

El pequeño Oswald alargó la mano para abrir la puerta más cercana, pero se detuvo en el último segundo. ¿Qué estaba haciendo, metiéndose en un lío que no tenía nada que ver con él? ¿Por qué no se largaba? Si el gitano le pillaba allí...era posible que le uniese a su colección de prisioneros. Pero, por otra parte, se moría de ganas de ver lo que le estaba haciendo a ese chico, y no parecía que hubiese nadie por los alrededores. Además, ¡Ban Oswald no pensaba volver a dejar que Andrei Saavedra le volviese a intimidar, no señor!

Tras probar dos puertas erróneas, Ban entró en la habitación correcta. Y lo que se encontró allí era digno de una sala de tortura. Un joven delgaducho y de pelo negro, de unos veinte años, estaba colgado de una pared encadenado de piernas, brazos y cuello. Frente a él, había un viejo escritorio de madera con papeles y una hermosa llave dorada que, seguramente, sería de las cadenas del prisionero.

—¿Q-qué demonios...?

Ban no pudo contenerse: se echó a reír. Era una risa nerviosa por la absurda situación, pero también por las pintas del tío: parecía un jamón listo para cortar. O, en el caso de Andrei, para torturar.

Y también había algo familiar en aquel chico...¿Ban le había visto antes?

[Soul Artist]

—¡Ya voy, ya voy!

Una lágrima resbaló por mi mejilla cuando vi que finalmente alguien abría la puerta de las mazmorras para venir a rescatarme. Los labios me temblaron de felicidad y decenas de imágenes del futuro pasaron por mi cabeza: me portaría bien, saborearía el aire libre cada día, contemplaría el sol cada mañana. Libertad, allá iba.

Y todas mis ilusiones se rompieron en mil trozos cuando el muchachuelo que vino a rescatarme comenzó a descojonarse delante de mí. Estaba en una situación crítica, ¿cómo podía hacer algo así? ¡Yo jamás me reiría de la desgracia ajena, acudiría raudo al rescate de mis semejantes! Aunque claro, se trataba con toda seguridad de un aprendiz de Bastión Hueco. Y ya sabía qué tipo de calaña era aquella.

—Corta ya, ¿no?

Gruñí por lo bajo y me agité sobre mí mismo, haciendo resonar las cadenas. Si tenía que aguantar un minuto más apresado allí acabaría suplicando por mi muerte, en vez de mi libertad. Menos mal que nadie tenía una cámara para grabarlo.

—Venga, ayúdame —animé al muchacho, enmarcando las cejas—. Tengo un Saavedra que capturar.

[Astro]

—Corta ya, ¿no?

—Tendrías que verte...¡Jajajaja!

Ban cerró la puerta tras él, tapándose la boca con la mano para amortiguar su risa. Lo último que necesitaba en ese momento era que Saavedra oyera el ruido y viniese a defender a su juguete.

—Venga, ayúdame —apremió el encadenado—. Tengo un Saavedra que capturar.

—Di patata.

Aún riendo, Ban sacó su móvil y le hizo una foto al gafotas. Aquello eran tan surrealista que no podía dejarlo pasar y, además, necesitaría una prueba gráfica cuando lo contase después.

El rubio se apoyó en la vieja mesa de madera, observando al muchacho con curiosidad y jugueteando con la llave entre los dedos. Seguía teniendo la sensación de que ya había visto a ese chico en algún lado, y no precisamente en los pasillos del bastión, pero no lograba acordarse de dónde.

—¿Se puede saber qué le has hecho al gitano para acabar así? —logró preguntar Ban tras dejar de reír— Decías que te llamabas Ragun, ¿no?

No tardaría mucho en liberarle, pero eso no significaba que no pudiese reírse un poco de la situación. No todos los días te encuentras a un tío encadenado a una pared, ¿no?

[Soul Artist]

—Di patata.

Eres niño muerto, pensé para mí mismo. Mientras me sacaba fotos no sonreí ni lo más mínimo: ¿cómo hacerlo, si aquello no tenía ni pizca de gracia? No es como si estuviese atrapado a cinco cadenas en total, ni como si en cualquier momento el gitano pudiese aparecer y arrebatarme mi dulce inocencia. De la cual, igualmente, poco quedaba.

El desconocido tomó la llave dorada de mi libertad y comenzó a jugar con ella, todavía no dispuesto a darme mi merecida libertad. Gruñí por lo bajo y me revolví entre las cadenas inútilmente, esperando que cediesen o algo. Claro, no sirvió de nada.

—¿Se puede saber qué le has hecho al gitano para acabar así? Decías que te llamabas Ragun, ¿no?

—Ragun Scarch, sí —mentí, pensando en mi viejo amigo. Con un poco de suerte no estaría aquel día por el castillo—. ¿Y tú por qué crees que el gitano me iba a dejar así? Seguro que te has tenido que cruzar con él. Ese tío es un pervertido mental...

Pensé un momento en aquello. Si estaba colando que era Ragun, ¿por qué no sacar algo con lo que reírme en el futuro? Pensé en los trapos sucios que podía sacar de aquella conversación y me vino uno a la mente. Algo que sonaba mucho entre las chicas de Tierra de Partida, en especial entre Fátima y Nadhia.

—... Y bueno, supongo que le provoqué con los rumores de mi homosexualidad.

[Astro]

—Ragun Scarch, sí —confirmó el chico—. ¿Y tú por qué crees que el gitano me iba a dejar así? Seguro que te has tenido que cruzar con él. Ese tío es un pervertido mental...

Ban asintió repetidas veces, completamente de acuerdo con tal definición. El muchacho aún sentía escalofríos cuando recordaba su breve conversación con el gitano el día que llegó a Bastión Hueco a través del ordenador.

Ahora me perteneces, chico mimado. La voz de Saavedra, en especial aquella frase, aún retumbaba en la cabeza de Ban.

—... Y bueno, supongo que le provoqué con los rumores de mi homosexualidad.

El pequeño Oswald se revolvió en el sitio, incómodo.

—Eres su víctima perfecta —comentó el chico, poniéndose en pie.

Desde su primer encuentro, Ban había evitado cruzarse por los pasillos con el gitano. Esperaba con paciencia y rencor que llegara el momento para vengarse, y aunque liberar a su juguete no suponía una gran venganza, por algo se empezaba. Seguro que, al menos, le molestaría.

—Estate quieto anda, voy a liberarte.

El rubiales se acercó hasta la pared, llave en mano, y empezó a liberar al preso de sus cadenas. Mientras lo hacía, volvió a tener la misma sensación de antes al observar tan de cerca la cara de Ragun. Le había visto antes en alguna parte...¿dónde?

—Oye, estoy convencido de que te he visto antes, fuera de este castillo. ¿No serás de Villa Crepúsculo por un casual? —preguntó al soltar la última cadena— Por cierto, me llamo Ban. Y me debes una bien gorda.

[Soul Artist]

—Estate quieto anda, voy a liberarte.

El muchacho se acercó a mí y usó la llave para liberarme cadena a cadena. Me tembló el labio mientras devolvía mi libertad y, una vez terminó, me dieron ganas de abrazarle. Sin embargo, el haberse estado riendo en mi cara había provocado en mí un pequeño, insignificante resentimiento.

—Oye, estoy convencido de que te he visto antes, fuera de este castillo. ¿No serás de Villa Crepúsculo por un casual?

Me llevé la mano a la muñeca derecha y pasé los dedos por esta. Me dolía un poco de haber estado colgado un rato largo, y en cuanto volviese a casa tendría que usar algo de pomada o me quedaría marca. Y no es que quisiera ir explicando a todo el mundo por qué tenía marcas de esposas sin añadir actos homosexuales...

—No, pero me paso por allí a menudo con mi... Falsa novia —expliqué al chico, acordándome de lo que me contaba Nadhia sobre sus aventuras con Ragun—. Es una chica muy maja, igual la has visto también. Pero no me la tiro porque los rumores sobre mi homosexualidad han hecho que me haya colocado en su friendzone.

—Por cierto, me llamo Ban. Y me debes una bien gorda.

—Yo soy... —me quedé callado un instante, a punto de decir Ivan Kit—... Ragun Scarch, como ya he dicho.

Me apresuré a la salida del despacho, pero en todo momento acompañado por el chico. Por supuesto que pensaba huir de allí a la mínima oportunidad, pero no iba a hacerlo sin un mínimo de apoyo. Si me volvían a capturar no tendría la misma buena suerte.

—Bueno... ¿Y si buscamos a ese gitano? Creo que dijo que saldría un poco del castillo a tomar el aire.

[Astro]

—No, pero me paso por allí a menudo con mi... Falsa novia —explicó el recién liberado Ragun—. Es una chica muy maja, igual la has visto también. Pero no me la tiro porque los rumores sobre mi homosexualidad han hecho que me haya colocado en su friendzone.

—No necesito tantos detalles. Das un poco de grima, ¿sabes? —gruñó Ban, guardándose la llave de las cadenas en el bolsillo— Y sí, puede que nos hayamos cruzado por allí...

No estaba muy convencido. Ban no era para nada sociable, y cuando vivía en Villa Crepúsculo solo salía de casa para acudir a cenas o a eventos con sus padres. No parecían lugares en los que cruzarse con una falsa pareja de novios.

—Yo soy... —se quedó callado un momento, como si no recordara ni su propio nombre—... Ragun Scarch, como ya he dicho.

—Sí, por tercera vez —comentó el rubio, arqueando una ceja.

Ese chico de las gafas cada vez era más rarito. Se dio mucha prisa en salir del despacho donde había estado preso, pero en todo momento se detenía para esperar a que Ban le alcanzara, como si no quisiera separarse mucho de él. ¿Por qué no se iba a su habitación corriendo? O lo que sería más normal, ir a quejarse a los Maestros de su secuestro.

—Bueno... ¿Y si buscamos a ese gitano? Creo que dijo que saldría un poco del castillo a tomar el aire.

Ban le observó un instante en silencio, evaluando al cada vez más sospechoso Ragun. ¿Ahora buscaba venganza? Bueno, era comprensible, pero bastante estúpido.

—Ni de coña, no cuentes conmigo —respondió el pequeño Oswald—. Y no deberías, no sé, ¿ir a avisar a algún Maestro? O ir a darte una ducha, tienes una pinta horrible. Si quieres mi consejo, vete a tu cuarto y deja en paz a Saavedra. Es mío. Bueno, lo será cuando sea más fuerte, que no será dentro de mucho...

—Haz lo que quieras. Pero si te vuelve a atrapar, no iré a salvarte. Ya nos veremos, Scarch, y no te olvides que me debes una.

Ban giró sobre sus talones y echó a caminar hacia su cuarto. Sí, había cometido una soberana estupidez metiéndose donde nadie le había llamado, pero al menos había fastidiado a Andrei Saavedra y eso le bastaba.
Satisfecho, sacó su móvil del bolsillo para presumir en tuipper de su logro. Dulce venganza.

[Sombra]

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Aquel era uno de aquellos días normales, con entrenamientos liderados por el Maestro de turno. Uno de aquellos días donde supuestamente no ocurriría nada nuevo.

Ya había terminado mis ejercicios, por lo que me dirigía hacia mi habitación atravesando los solitarios pasillos del castillo.

Se hacía algo pesado ir de un sitio para otro, sin embargo agradecía enormemente el que no tuviese que caminar esquivando aprendices continuamente. Algunas veces se hacía molesto.

—Haz lo que quieras. Pero si te vuelve a atrapar, no iré a salvarte. Ya nos veremos, Scarch, y no te olvides que me debes una.

¿Uh?

Curioso por aquellas voces, me asomé desde una esquina del pasillo con cierto sigilo encontrándome con dos personas. El primero, un joven rubio y bajito el cual no conocía de nada y también...

¿Kit?

Eso solo quería decir una cosa, aquel rubio y Ivan se habían infiltrado en la fortaleza de Bastión Hueco. ¿Estarían haciendo alguna misión de espionaje?

—Eh, vosotros dos —llamé la atención de ambos mientras invocaba mi llave espada saliendo de mi escondrijo—. ¿Que hacéis aquí?

>>Ivan Kit, Akio2 respondedme y volveréis ambos sanos y salvos a Tierra de Partida.

Solo por si acaso, me puse en guardia. No quería recibir ningún ataque por sorpresa.

[Soul Artist]

—Haz lo que quieras. Pero si te vuelve a atrapar, no iré a salvarte. Ya nos veremos, Scarch, y no te olvides que me debes una.

Iba a salir airoso de aquella. El muchacho volvería a su habitación, yo saldría corriendo del castillo y nadie volvería a verme por allí. Si algún idiota por Tuipper me volvía a provocar, que me follasen: mi virginidad anal valía mucho más que aquello. Los gitanos eran malos para mí salud.

—Tranquilo, me lo he pensado mejor —mentí, dándole la espalda y dirigiéndome hacia la planta superior—. Cuídate, much...

—Eh, vosotros dos. ¿Que hacéis aquí?

No. Aquella voz, entre todas las que podía escuchar, no. Me detuve y una gota de sudor me cayó por el cuello. Giré mi cabeza lentamente y vi a la persona que suplanté, entre todos los que podían surgir en aquel castillo: Ragun.

—van Kit, Akio 2, respondedme y volveréis ambos sanos y salvos a Tierra de Partida.

—¡Un placer!

Eché a correr como un loco hacia las escaleras ascendentes, esperando alcanzar la salida pronto. Invoqué mi Llave Espada durante la carrera, dispuesto a defenderme en caso de que alguien me persiguiera.

[Astro]

Ban no había dado ni dos pasos cuando escuchó una nueva voz a su espalda:

—Eh, vosotros dos —en el pasillo había aparecido un joven paliducho de pelo negro, con su llave espada en la mano—. ¿Que hacéis aquí?

>>Ivan Kit, Akio2 respondedme y volveréis ambos sanos y salvos a Tierra de Partida.

—¿Perdón? ¿De qué demonios estás habla...?

—¡Un placer!

Ragun echó a correr como alma que lleva el diablo hacia las escaleras, dejando a un confundido Ban que intentaba comprender lo que sucedía.

—Un momento...

"Ivan Kit..."

Todo empezaba a encajar para Ban. El nombre pronunciado por el recién llegado le había dado la pista para recordar el lugar donde había visto la cara del recién liberado prisionero. De hecho, lo tenía justo ahora en su mano: el móvil. Tuipper.

—¡¡Será hijo de...!! —la cara del muchacho se puso rápidamente roja de ira.

@ElMejor17, alias Ivan Kit, era el idiota con el que Ban había tuippeado al levantarse. Lo último que había sabido de él era que, supuestamente, había ido a Bastión Hueco a "explorar". Seguramente, Saavedra le había pillado por los alrededores del castillo y le había encerrado en las mazmorras. Entonces había llegado el muy idiota de Ban, al que había engañado como un tonto para que le liberase. Es más, Ban se apostaría un millón de platines a que el gafotas era un espía de Tierra de Partida.

El pequeño (y furioso) Oswald echó a correr todo lo rápido que pudo, persiguiendo al falso Ragun por el pasillo. Iba a hacer picadillo de Kit.

—¡¡¡VUELVE AQUÍ, KIT!!!

[Sombra]

—¿Perdón? ¿De qué demonios estás habla...?

—¡Un placer! —y con esas dos palabras Ivan Kit empezó a correr como alma que lleva el diablo.

—¡¡Será hijo de...!! —insultó el chico rubio al ver que su compañero de Tierra de Partida le dejaba atrás y por mucho—¡¡¡VUELVE AQUÍ, KIT!!!

Empecé a correr detrás de los dos cuando vi que el rezagado empezaba a huír siguiendo a Ivan. Cuando lo tuve suficientemente cerca salté hacia él con un placaje con el que logré tirarlo al suelo con una facilidad demasiado grande.

—Muy bien chaval, ahora me vas a decir por qué dos Aprendices de Tierra de Partida están deambulando por los pasillos de este castillo —miré expectante al joven esperando una respuesta.