—Es una bomba —respondí, bromeando amargamente—. Lleva la sangre oxigenada de los pulmones al cuerpo, y la desoxigenada del cuerpo a los pulmones. Llevo meses aquí y eso es todo lo que sé.
Me crucé de brazos y respondí a la carcajada de Light con una suave sonrisa que pronto se borró de mi rostro. Al contrario que él, el humor no había mejorado gracias a su respuesta. ¿Qué podía decir? No me gustaba no comprender las cosas. Y parecía que mi vida entera se había transformado en ello desde que había recibido la Llave-Espada, y empeorado todavía más tras el Ocaso.
—Supongo que lo tendremos que dejar para otro día, hoy ya hemos pensado demasiado —sentenció el chico, levantándose del césped. ¿Aquello era demasiado pensar? Pero si habíamos estado sólo unos diez minutos en ello. Encogiéndome de hombros, respondí a su curioso y moderno saludo—. Ha sido un placer hablar contigo, Xefil. Ya me he despejado suficiente, así que voy a volver al castillo.
—Me quedaré un rato más aquí, si no te importa —contesté, mirando en dirección a las montañas.
—Nos vemos… ¡Ah! Y no te comas la cabeza con la pregunta de antes, ¿eh? —antes de desaparecer por los jardines, Light rió una vez más. Le tenía envidia. Me gustaría ser tan... despreocupado como él. Aunque, para ser justos, él parecía tener sus propios problemas.
"Amigos imaginarios", ¿no? Ya me gustaría que fuese sólo eso...
—Némesis...
Me senté de nuevo en el césped, en donde Light había estado hacía unos momentos. Suspiré, mientras contemplaba el destello del sol ocultándose y su reflejo en las gigantescas que sostenían el castillo sobre el acantilado. Elizabeth, el espectro de hechicera, se sentó a mi lado, como preguntándose en qué pensaba.
Envolví mis piernas con mis brazos y apoyé la cabeza sobre mis rodillas. Sólo quería... comprender. Comprender todo lo que me ocurría y dejar de rodear mi vida con teorías y especulaciones.
—¿...sí, Xefil?
Un escalofrío recorrió mi columna. Ella... ella...
Había respondido...
Sin saber muy bien qué hacer, me abracé a mí mismo con más fuerza.
Y aunque el miedo era lo suficiente para obligarme a hacerlo, me aguanté las ganas de llorar.
Spoiler: Mostrar