[La Red] Una prueba de valor

[Suzume Mizuno]

—No me des las gracias hasta haberte sacado de aquí, Fátima —por algún inexplicable motivo, Nadhia se mostró avergonzada cuando Fátima era plenamente consciente de que se había metido ella solita en aquel embrollo. No le gustaba que nadie tuviera que hacerse responsable de su seguridad cuando había sido culpa suya acabar allí, en primer lugar. Iba a comentárselo, pero la pregunta de Nadhia le impidió contestar—. ¿Has venido con alguien?

—Pues no… —extrañada, meneó la cabeza.

—Tú conoces a Kit, ¿verdad? Estuvimos juntos en Bastión Hueco, cuando…

No entendió a qué venía mencionar a Ivan Kit. ¿Qué tenía que ver con lo que estaba sucediendo? Aun así asintió con la cabeza. Claro que se acordaba de él. Cómo no hacerlo, cuando había intentado enseñarle a escribir durante unas insoportables semanas, y luego habían hecho ese desagradable y accidentado viaje a Bastión Hueco… Por no olvidar todo el asunto de Ryota y los traidores. Apenas habían vuelto a hablar después de la «secesión» de Tierra de Partida, pero sí, definitivamente conocía a Ivan Kit.

—Bueno, cuando pasó aquello. ¿Ha entrado Kit contigo? Encontré un papel en la sala de ordenadores, y tenía la letra de Ivan.

—¡Ah! —chasqueó los dedos. ¡Ahora todo tenía sentido! Con todo lo que había sucedido desde que entraron a ese mundo de locos casi tenía la sensación de que la última vez que habló con Ivan fue hacía siglos. Pero no, fue hacía cosa de unos pocos días...—. Así que perdí el papel allí… —deseando que se la tragara la tierra, carraspeó para aclararse la voz y bajó los ojos, incapaz de sostener la mirada de Nadhia—. Sí… Verás… Se suponía que iba a entrar a La Red para entrenar un poco por… Bueno, por ciertos motivos —no iba a excusarse. Sus intenciones daban completamente igual. Lo que importaba era el nefasto resultado:—. Ivan Kit me explicó cómo tenía que hacerlo, porque no tengo idea de ordenadores. En mi mundo no existía nada parecido. Pero me puse nerviosa y creí escuchar que alguien se acercaba. Debí dar mal a algún botón y activar algún programa extraño, porque…—se encogió de hombros y esbozó una sonrisa temblorosa, mirando de reojo a Nadhia y preguntándose si la estaría juzgando, con razón—. Desde luego no tenía la intención de enfrentarme a mis «miedos» —dijo con una mueca de desprecio.

«No le tengo miedo» pensó con acritud.

Emitió un suspiro y se pasó una mano por el cabello. Ahora que por fin estaban a salvo y tenían un momento para relajarse se dio cuenta de lo cerca que había estado de morir y se estremeció de los pies a la cabeza. Notó un desagradable picor en los ojos y parpadeó con fuerza para retener las lágrimas. ¡Perfecto! ¡No tenía otra cosa que hacer que romper a llorar delante de Nadhia! Como si no hubiera sido suficiente molestia que la salvara, también tenía que montar un espectáculo. Sentía vergüenza de sí misma.

—Y tú… ¿Cómo has llegado aquí? —dijo, obligándose como pudo a mantener un gesto estoico—. Porque me imagino que habrá sido culpa mía.

[EspeYuna]

—¡Ah! —chasqueó los dedos la joven—. Así que perdí el papel allí… Sí… Verás… Se suponía que iba a entrar a La Red para entrenar un poco por… Bueno, por ciertos motivos.

—¿A la Red?

“Entonces… ¿la Red sí era conocida por los demás aprendices?”

¿Acaso había sido anunciado en algún momento y que yo no estuviese enterada? Ahora sí que me podría tragar la tierra, y más si Kit conocía sobre aquello y yo no.

—Ivan Kit me explicó cómo tenía que hacerlo, porque no tengo idea de ordenadores. En mi mundo no existía nada parecido. Pero me puse nerviosa y creí escuchar que alguien se acercaba. Debí dar mal a algún botón y activar algún programa extraño, porque… Desde luego no tenía la intención de enfrentarme a mis «miedos».

Ante el silencio de Fátima, esperé durante un rato. Pero al ver que a la muchacha se le humedecían los ojos, me acerqué a ella.

—¿Te encuentras bien?

“¿Qué habrá visto en esos espejos? Ha debido ser algo horrible.”

—Y tú… ¿Cómo has llegado aquí? —Fátima no hizo ademán de querer parecer triste o asustada, por lo que evadió mi pregunta con otra—. Porque me imagino que habrá sido culpa mía.

Hice una mueca de incredulidad. ¿Seguía pensando que era culpa suya?

—Yo fui la que tenía encendido el ordenador en aquel momento —le confesé, sin saber a dónde mirar—. Pensaba entrenar esta noche, y bueno… fui a recoger unas cosas al dormitorio y para cuando llegué, habías entrado al simulador.

>> Pero en vez de intentar traerte de vuelta, me he metido yo también y ahora… no sé si Tandy habrá ido a buscar ayuda.

Otra mueca apareció en mi rostro, riendo nerviosamente.

—Despertando a los Maestros a estas horas… —crucé los dedos de forma cómica delante de Fátima— Por favor, que ni se le ocurra llamar a Akio.

>> Me veo corriendo en los jardines de la noche a la mañana durante un mes.

[Suzume Mizuno]

Fátima suspiró al escuchar la explicación de Nadhia. Por supuesto, ahora las cosas estaban más claras: todo había sido por tocar el ordenador que ya estaba encendido. Maldita fuera su suerte, si hubiera tenido dos dedos de frente habría utilizado otro por precaución —¿y si un Maestro hubiera estado haciendo uso precisamente de ese ordenador? ¿Entonces qué? Menos mal que se suponía que era la inteligente de sus hermanos...— y no habría pasado nada de aquello.

Cuando Nadhia habló de la posibilidad de que Tandy, fuera quien fuera —¿quizás aquella voz que había intentado sacarlas de la Red?—, advirtiera a los Maestros para pedirles ayuda, todos los músculos de Fátima se pusieron en tensión. Sintió un sudor frío resbalar por su nuca. No, eso no. Ya sabía desde un principio que se estaba arriesgando a conseguir un buen castigo, pero si las descubrían en una situación tan apurada como aquella… Como mínimo podía afirmar sin miedo a equivocarse que el castigo de Lyn no sería tan suave como obligarla a correr un mes por los jardines.

Pero no tenía sentido lamentar algo que todavía no había sucedido y lamerse las heridas de antemano. Si Lyn la castigaba, sería con toda la razón del mundo. Sin embargo, si con Ivan Kit había conseguido saltarse las normas y salir airosa, en esta ocasión esperaba poder hacer lo mismo. Lo único que debía grabarse a fuego era no volver a hacer una locura como aquella. Si quería volverse más fuerte, lo importante era seguir viva y de una pieza, a ser posible.

—Ojalá tu amigo no lo haga —susurró, cruzando los dedos para desear suerte a ambas y dirigó una sonrisa incómoda a Nadhia. Luego hundió los hombros y le aseguró con sinceridad:—. Y lo siento muchísimo. Te has metido aquí por mi culpa… Te prometo que, cuando salgamos —no quiso decir «si salimos». Le ponía los pelos de punta pensar que quizás no pudieran regresar a Tierra de Partida— te compensaré. De alguna forma. Sólo pídelo y lo haré.

Respiró hondo para calmarse y se frotó los brazos mientras miraba al oscuro cielo. Qué lugar tan deprimente. No volvería a poner el pie en él a menos que la obligaran.

«Al tema, Fátima, vuelve al tema. No es que contéis con todo el tiempo del mundo» se reprochó a sí misma.

Lo primero de todo era recabar información.

—Imagino que a ninguna de las dos nos apetece hablar de ello, pero tengo un par de preguntas que hacerte —dijo—. Necesito saber si ese… Ese programa… Ya, sabes, lo de los miedos… ¿Por qué nos persigue a las dos? Y, ¿hay alguna forma de librarse de él? Porque, en mi caso, llevaba un buen rato peleando antes de que tú llegaras…

»Además, está la voz de esa mujer. Nos reconoció como intrusas y fue entonces cuando aparecieron los Sincorazón… Y desde que llegó no hemos podido hablar con tu amigo. ¿Tienes alguna idea de qué va todo esto?

Fátima se rodeó las rodillas con los brazos, pegándolas al pecho, y aguardó una respuesta. Odiaba tener que forzar a otra persona a pensar por ella pero no sabía ni qué hacer ni cómo responder ante un ordenador. Y eso le hizo recordar que se suponía que se había puesto como meta que, antes de enfrentarse a un enemigo, debía aprender todos sus puntos débiles. Para que no volviera a ocurrir como con Andrei.

Frunció el ceño y apretó los labios.

No volvería a cometer el mismo error.

[EspeYuna]

—Ojalá no lo haga —la sonrisa cómplice de Fátima consiguió sacarme a mí otra—. Y lo siento muchísimo. Te has metido aquí por mi culpa… Te prometo que, cuando salgamos, te compensaré. De alguna forma. Sólo pídelo y lo haré.

—Yo soy la primera que desconocía sobre este sitio, así que la que te tiene que compensar por lo sucedido soy yo —le dije mientras ella contemplaba el feo cielo oscuro y sin estrellas que asomaba por los rascacielos de la ciudad.

—Imagino que a ninguna de las dos nos apetece hablar de ello, pero tengo un par de preguntas que hacerte.

—¿Sobre qué?

—Necesito saber si ese… Ese programa… Ya, sabes, lo de los miedos… ¿Por qué nos persigue a las dos? Y, ¿hay alguna forma de librarse de él? Porque, en mi caso, llevaba un buen rato peleando antes de que tú llegaras…

» Además, está la voz de esa mujer. Nos reconoció como intrusas y fue entonces cuando aparecieron los Sincorazón… Y desde que llegó no hemos podido hablar con tu amigo. ¿Tienes alguna idea de qué va todo esto?

Acurrucada sobre sus rodillas, Fátima me pedía explicaciones sobre el programa de simulación, su relación con el miedo de los usuarios y, por desgracia, cómo deshacernos de él. Todavía me mordía los labios, pensando cómo salir de allí.

—Si quieres que te diga la verdad, hay un programa de simulación en Espacio Paranoico donde pretendía entrenar. Es un mundo dentro del ordenador, al igual que la Red.

>> Aunque éste parece relativamente nuevo…

Me quedé en silencio unos segundos, intentando buscar las palabras más adecuadas sobre la función del programa:

—Si nos persigue a las dos es porque somos las usuarias y las que hemos pedido el servicio de dicho programa. “Queríamos” —remarqué las comillas con los dedos de mis manos— ser perseguidas por el miedo de nuestro corazón y enfrentarnos a él, por lo que éste sigue cumpliendo con su función.

>> El caso sería encontrar la manera de cancelar la acción. Pero es muy diferente querer hacerlo desde el teclado que… aquí. No tengo ni idea de como.

Y esa no era la respuesta que Fátima querría oír. Pero es que no se me ocurría nada.

—Y sobre lo de esa voz… me recuerda a otra parecida a la que existe en Espacio Paranoico, sólo que ésta es femenina y… no se ha dejado ver.

>> Pero si te digo la verdad, los sincorazón no son una sorpresa. Incluso los programas informáticos están invadidos por ellos.

Dejé escapar una pequeña risa.

—Es curioso, ¿verdad? Los sincorazón se alimentan de corazones. Nacen a partir del miedo de…

Me quedé en aquella frase, dándome cuenta de algo importante.

—Nacen… a partir del miedo de nuestros corazones.

>> ¿Tanta concentración… quiere decir que…?

No terminé la pregunta que me estaba formulando a mí misma. Más para no asustar a Fátima, pero ella parecía avispada y se daría cuenta de mi teoría.

Si era cierta, convertirnos en sincorazón pronto no sería tan poco probable.

[Suzume Mizuno]

—Si nos persigue a las dos es porque somos las usuarias y las que hemos pedido el servicio de dicho programa. “Queríamos” ser perseguidas por el miedo de nuestro corazón y enfrentarnos a él, por lo que éste sigue cumpliendo con su función.

—Maravilloso —ironizó Fátima.

Luego se llevó una mano a la boca, sintiéndose culpable. No era la persona más indicada para quejarse de lo que estaba ocurriendo, y menos con Nadhia, que podría haberla ignorado en vez de haber ido a buscarla. No, lo que tenía que hacer era pensar en alguna solución. Así que escuchó atentamente a la chica.

—El caso sería encontrar la manera de cancelar la acción. Pero es muy diferente querer hacerlo desde el teclado que… aquí. No tengo ni idea de cómo.

Pegó firmemente los labios para no hacer algún otro comentario sarcástico que no venía a cuento y se masajeó el puente de la nariz, pensativa.

—No hay ninguna posibilidad de que tu amigo pueda sacarnos de aquí, supongo… Aunque tampoco tiene mucho sentido que nos sentemos a esperar que nos ayuden a salir…

Pero terminó por callar, al igual que Nadhia. Si la muchacha no conseguía imaginar cómo escapar, cuando seguramente tenía muchos más conocimientos informáticos, menos iba a lograrlo ella.

«Qué panorama tan alegre».

—Es curioso, ¿verdad? —dijo entonces Nadhia.

—¿El qué?

—Los sincorazón se alimentan de corazones. Nacen a partir del miedo de…

Dejó la frase en el aire y abrió mucho los ojos, como si se hubiera percatado de algo. Fátima se irguió casi sin darse cuenta, preguntándose si, tal vez, habría dado con la solución que estaban buscando.

—Nacen… a partir del miedo de nuestros corazones. ¿Tanta concentración… quiere decir que…?

Fátima frunció el ceño, sin idea alguna de qué se estaba refiriendo. Pero luego creyó comenzar a comprender.

—¿Estás diciendo que… Ya ha… «muerto» gente… aquí? —parpadeó varias veces, afectada—. Y que esas personas se han convertido en Sincorazón…

Apoyó la barbilla en las manos y sintió que la desazón le aplastaba el pecho. Desde luego, no era una buena noticia. A pesar de que era lo último que quería imaginar, su mente comenzó a elucubrar imágenes de personas que, por error o por algún motivo desconocido, habían acabado allí, en la Red. Y no habían conseguido escapar. El miedo, la desesperación, habrían terminado por hacerles sucumbir a la Oscuridad y…

Casi sin querer se encontró pensando en la Llave Oscura del joven que había personificado los miedos de Nadhia y masculló:

—Y como ahora tenemos a un programa que saca a la luz los miedos, lo tenemos crudo. Muy crudo.

Se incorporó, incapaz de quedarse quieta, y se mordió un nudillo. El dolor la espabiló lo suficiente para evitar que cayera en el histerismo que amenazaba con apoderarse de ella. No. No iba a permitirlo. No se iba a rendir sin más. Respiró varias veces, llenándose los pulmones, y se apoyó contra el muro del edificio, cerrando los ojos con fuerza y obligándose a pensar.

—Nadhia… No tengo idea de estas cosas pero en el papel que me dio Kit ponía que había ciertos portales que me harían regresar a Tierra de Partida. Creo que lo mejor que podemos hacer es intentar buscarlos… O también… —la miró a los ojos—. A lo mejor es una locura pero… Ese programa, se supone que se creó para que pudiera ser vencido, ¿verdad?

»Quizás nuestra única salida sea acabar con él. Cada una por su cuenta no creo que tuviéramos ninguna oportunidad… Al menos yo no, desde luego. Pero juntas… No sé, pero yo prefiero cazar a ser la presa. ¿Qué me dices?

Y sonrió, intentando mostrarse confiada, a pesar de que la perspectiva de que los espejos volvieran a aparecer le producía vértigo.

Pero acababa de elaborar una teoría.

Cuando Nadhia apareció, los espejos se desvanecieron y apareció el miedo de la chica.

De modo que, por lo que parecía, aquel programa no podía enfrentarse a dos adversarios a la vez. O eso esperaba, porque era la única forma que se le ocurría de vencer ese obstáculo, en principio, insalvable.

[EspeYuna]

—¿Estás diciendo que… Ya ha… «muerto» gente… aquí? Y que esas personas se han convertido en Sincorazón…

Asentí, comprendiendo que la idea era bastante retorcida y terrorífica… pero era la verdad. Las lecciones de nuestros Maestros en papel ya lo habían dicho: los sincorazón nacían de la oscuridad del corazón. El miedo, la rabia, el odio… entre otros muchos sentimientos negativos eran los culpables de que aquellas criaturas nacieran.

—Y como ahora tenemos a un programa que saca a la luz los miedos, lo tenemos crudo. Muy crudo.

Tragué saliva.

—Eso parece.

Fátima se incorporó de pronto, mas no me iba a extrañar. La noticia debía haberla afectado. Y me erguí para estar preparada. Si nos dejábamos llevar por el pánico, más fácilmente nos encontrarían los sincorazón.

Y a saber donde estaba aquel programa de simulación.

—Nadhia… No tengo idea de estas cosas pero en el papel que me dio Kit ponía que había ciertos portales que me harían regresar a Tierra de Partida. Creo que lo mejor que podemos hacer es intentar buscarlos… O también… —apoyada contra una de las paredes, Fátima me propuso una idea más temeraria—. A lo mejor es una locura pero… Ese programa, se supone que se creó para que pudiera ser vencido, ¿verdad?

—Así es —afirmé con una sonrisa cómplice.

—Quizás nuestra única salida sea acabar con él. Cada una por su cuenta no creo que tuviéramos ninguna oportunidad… Al menos yo no, desde luego. Pero juntas… No sé, pero yo prefiero cazar a ser la presa. ¿Qué me dices?

La sonrisa de Fátima me devolvió algo de confianza. Me acerqué a ella y puse mis manos sobre sus hombros, mirándola fijamente.

—Juntas podremos con ello. Con esos estúpidos espejos y con…

Mis ojos se abrieron como platos cuando percaté como una mole de oscuridad se concentraba a espaldas de Fátima. Los ojos de la bestia se alzaron, y sus garras también.

Y el fogonazo que sonó a mi espalda y el rostro de espanto de Fátima sólo podía significar que yo iba a correr su misma suerte.

“¡Ni de coña!”

El instinto de supervivencia hizo de las suyas. Abracé con fuerza a Fátima y, sin avisarle previamente, salté.

Pero lo que no se esperaría es que dos alas de luz aparecieran incrustadas a mi espalda. Impulsada por las Alas del Solsticio, salí volando hacia las alturas de los rascacielos, justo a tiempo para evitar el ataque de ambas criaturas y que irremediablemente chocarían.

Hice un esfuerzo por no soltar a Fátima y aferrarla con la poca fuerza que tenía. Por suerte, el edificio pareció ser de menos pisos de lo que había imaginado y conseguí llegar, dejando a Fátima aterrizar de la mejor forma que pude.

Prácticamente, yo fui la almohada que la salvó de hacerse daño. Mi culo lo sufrió, pero me alegró ver que las garras del sincorazón no la habían alcanzado.

—¿Estás bien? —le pregunté, a la par que las alas desaparecían de mi espalda— Perdona por el aterrizaje forzoso. Todavía no le he pillado el truco a esto de volar…

Reí un tanto nerviosa, esperando que la joven se levantara.

[Suzume Mizuno]

Nadhia se incorporó y le puso las manos en los hombros. De repente parecía haber recuperado los ánimos y Fátima se contagió de ese sentimiento. Le alegró comprobar, de paso, que no era la única loca del lugar. Lo que iban a hacer era una temeridad, pero no importaba. Mejor eso a quedarse sentadas llorando su suerte.

—Juntas podremos con ello. Con esos estúpidos espejos y con…

En ese instante, a la vez que sentía que algo se movía a su espalda, hubo un relámpago y vio cómo un Sincorazón se erguía, levantando los brazos, dispuesto a cargar contra Nadhia.

Fátima no tuvo tiempo para pensar. Sólo sintió el latigazo del miedo y un grito se le atascó en la garganta. No transcurrió más que un segundo, pero fue plenamente consciente de que, de la pared, detrás de ella, también había surgido un Sincorazón.

No había forma de escapar.

Nadhia la estrechó con tanta firmeza contra sí que casi le hizo daño. Entonces dos largas alas de luz se extendieron a ambos lados de la muchacha, cegando a Fátima. De un brusco tirón sus pies dejaron de tocar el suelo y se le escapó un grito de la impresión. Algo afilado le arañó la espalda, pero apenas sí sintió el golpe. Clavó las manos en la espalda de Nadhia, con el pulso descontrolado y el corazón a punto de salirse de la boca, y vio que el suelo estaba cada vez más lejos.

«¡Dios mío!».

Bruscamente sintió algo duro bajo sus pies y ambas perdieron el equilibrio al tiempo que las alas de Nadhia se deshacían en el aire. Con un pequeño chillido, Fátima cayó sobre su compañera.

Durante unos instantes no fue capaz de reaccionar. Su cuerpo estaba completamente rígido y no era capaz de moverse. Pero al darse cuenta de que estaban en suelo firme y que no iban a caer al vacío recordó que debía respirar y tragó una larga bocanada de aire.

—¿Estás bien?

—No— respondió Fátima con voz desmayada.

No le gustaba volar. Odiaba volar desde que probó el glider. No era natural. Y ahora había volado con ella como… Como si fuera un ángel…

—¿Estás bien? Todavía no le he pillado el truco a esto de volar…

Fátima soltó una risita histérica y sólo entonces se percató de que estaba aferrando con tanta fuerza a Nadhia que se le estaban adormeciendo los dedos. Se soltó y se sentó lentamente.

—L-lo siento.

Estaban sobre la azotea de un edificio y no demasiado lejos del borde. Reculó para sentirse algo más a salvo y, temblando, comentó:

—P-perdona. N-no me esperaba que… te fueran a salir alas… ¿E-es una habilidad que se puede aprender? Porque parece muy útil.

«Eso. Tú habla como si no hubiera Sincorazón al acecho».

Fátima sacudió la cabeza y se puso de pie, con las rodillas un poco fuera de control, y materializó su Llave Espada. Su tacto le transmitió la suficiente entereza para dejar de pensar en el vacío que se había abierto entre ella y el suelo y tendió la mano a Nadhia para que se incoporara. Al tirar sintió un ardor en la espalda y se palpó como pudo. Parecía que le habian hecho un buen tajo, pero después de haber recibido un Perla de lleno no lo consideró algo digno de mención. Tampoco quiso curarse; mejor guardar la magia para más tarde.

—Tenemos que escapar, antes de que nos cojan los Sincorazón —apuntó y buscó a su alrededor. Se le escapó un gemido cuando comprobó que, a su alrededor, sólo había rascacielos o edificios más bajos. Su única oportunidad era o intentar subir o bajar a la calle y esperar a que el maldito programa las encontrara—. ¿Crees que podrías volver a utilizar esas alas, Nadhia? Nos vendrían bien para bajar.

Y señaló una plaza.

Allí todos los Sincorazón podrían ir a por ellas. Pero su objetivo, después de todo, era entablar combate directo. Y al menos si volaban —por mucho que le desagradase la idea—podrían preparar por poco que fuera el terreno.

—Eh —le llamó la atención antes de que respondiera si podía utilizar de nuevo aquella habilidad. Sonrió y le tendió una mano—. En serio, gracias por venir a por mí. Te prometo que no te dejaré en la estacada, pase lo que pase.

[EspeYuna]

La risa histérica de Fátima me advirtió que aquel imprevisto despegue no le había hecho ni pizca de gracia. Aferrada a mi cuerpo todavía, se soltó en cuanto se dio cuenta y se sentó como pudo. Estaba temblando, y al comprobar que estaba algo cerca del borde de la azotea del edificio, reculó para sentirse… un poco más a salvo, supongo.

—L-lo siento.

—La que lo siente soy yo —me rasqué la nuca mientras me disculpaba—. Es lo primero que se me ha pasado por la cabeza por el susto.

>> Casi que lo he hecho por instinto, o eso creo.

Estaba claro que por su forma de mirar al bordillo las alturas no eran precisamente algo de buen gusto para ella. En cambio, yo era nativa de Villa Crepúsculo y, como tal, la mayoría de nosotros estábamos acostumbrados a subir a la Torre del Reloj llegada a una cierta edad.

—P-perdona. N-no me esperaba que… te fueran a salir alas… ¿E-es una habilidad que se puede aprender? Porque parece muy útil.

—La aprendí, aunque todavía me queda mucho para controlarla —me llevé una mano a la espalda, notando aún la calidez de la luz que había surgido en ella—. Estas alas son algo… rebeldes cuando quieren.

Tras escucharme, Fátima sacudió la cabeza y se puso en pie. Levanté el brazo por si necesitaba un bono de equilibrio. Al materializar su Llave-Espada, recordé que estar allí de cháchara no nos iba a ayudar mucho. Los sincorazón estaban al acecho, y podían sorprendernos con un sigilo bastante imprevisible. Molesto, también.

—Tenemos que escapar, antes de que nos cojan los Sincorazón —apuntó mi compañera, a lo que asentí. Me sacó una sonrisa su inocente reacción al comprobar que, en efecto, nos encontrábamos a una gran altura y si queríamos salir de allí tendría que volver a hacer uso del vuelo—. ¿Crees que podrías volver a utilizar esas alas, Nadhia? Nos vendrían bien para bajar.

Vi a donde señalaba Fátima: una gran plaza que abría las estrechas calles de la ciudad. Comprobé si la ciudad era tan grande como para no ver las afueras, y así fue. No supe si porque era una metrópolis gigantesca, o porque el tiempo del cielo, oscuro y sin estrellas, impedía ver más allá.

—Eh —aún sentada en el suelo, Fátima me tendió la mano y me sacó una sonrisa cómplice—. En serio, gracias por venir a por mí. Te prometo que no te dejaré en la estacada, pase lo que pase.

—No es nada. Y no creo que me dejaras abandonada —recibí gustosa su mano e hice uso de su gesto para levantarme e invocar mi Llave-Espada. Con su aparición, algunas plumas volaron lejos del edificio—. ¿Estás segura de que podrás aguantar un segundo vuelo?

La miré con una sonrisa traviesa. Tampoco quería que pensara que la estaba poniendo en evidencia, pero sus reacciones ante la idea de volver a volar eran adorables.

—Puedes cerrar los ojos y abrazarme cuanto quieras, no me quejaré —le dije, ofreciendo mi zurda para que se acercara—. No te soltaré, ¿de acuerdo?

>> Confía en mí.

En cuanto Fátima se abrazara de nuevo a mí, con Llave-Espada en mano, conjuraría en un susurro:

—Alas del Solsticio.

Dos grandes alas de luz volvieron a aparecer a mi espalda. Me acerqué un poco al bordillo, meditando como llegaría a la plaza sin que Fátima se desmayara antes. No sabía si lo mejor sería lanzarme en picado para hacerle pasar el rato lo menos duradero posible, o de lo contrario, despegar suavemente y aterrizar cuidadosamente.

Cuando la joven vio que iba a hacer carrerilla hacia el bordillo, aterrada, me decanté por la segunda opción.

—¿Preparada?

Me acerqué con paso ligero al bordillo y mis alas respondieron al no haber suelo donde pisar. Se desplegaron y volé hacia la plaza.

Buscaba entre las calles la figura de Alexander, o algún rastro de sincorazón. Con Ángel Forjado en mi diestra, usaría un Perla si la cosa se ponía fea y nos atacaban estando en el aire.

—Ya queda poco, tranquila.

[Suzume Mizuno]

—¿Estás segura de que podrás aguantar un segundo vuelo?

Nadhia sonreía, pícara, y Fátima exhaló un suspiro nervioso. Ojalá pudiera pasárselo tan bien como ella.

—No, pero no queda otro remedio...

—Puedes cerrar los ojos y abrazarme cuanto quieras, no me quejaré respondió, tendiéndole una mano. Fátima se forzó a tomarla, a su pesar. Nadhia, que sin duda notó sus reticencias, añadió con amabilidad:—. No te soltaré, ¿de acuerdo?

—Más te vale. O mi fantasma te perseguirá por la eternidad —intentó bromear Fátima, acelerada. No podía dejar de imaginar a Sincorazón trepando por las paredes del edificio.

«Vamos, vamos. No puede ser peor que volar en glider».

Fátima pasó las manos en torno a la cintura de Nadhia y respiró hondo.

—Lista.

«En tus sueños» gimió para sus adentros.

—Alas del Solsticio.

Las alas reaparecieron a la espalda de Nadhia, que se acercó al bordillo con Fátima firmemente agarrada a ella y con el corazón en la boca. Cuando notó que la chica parecía querer coger impulso para saltar, Fátima estuvo a punto de apartarse de golpe. Prefería a los Sincorazón, sin duda alguna. Sin embargo, Nadhia se lo pensó dos veces y se movió con más lentitud hasta que sus pies se levantaron del suelo. Menos mal, no iba a saltar sin más.

—¿Preparada?

Fátima no tenía voz para responder, así que se limitó a aferrarse más fuerte a la cintura de Nadhia, rogando porque aquella pesadilla terminara pronto. ¿Por qué no se habría quedado durmiendo en su cuarto? ¿Por qué?

Se le escapó un chillido ahogado cuando ella misma se vio arrancada de la seguridad del edificio y cerró los ojos. Notaba el pulso desatado y el pecho a punto de reventar de puro miedo. Apretaba tan fuerte a Nadhia que se le pasó por la cabeza que tenía que estar a punto de romperle las costillas, pero no podía evitarlo, y menos cuando sentía la gravedad tirar de ella hacia abajo...

—Ya queda poco, tranquila.

Sólo pudo emitir un gemido como respuesta. Se atrevió a abrir un ojo y vio que descendían poco a poco rumbo a la plaza, volando suavemente entre los edificios. Alzó la cabeza y esbozó una sonrisa temblorosa en dirección a Nadhia.

—P-pues no es tan terrible…

En ese momento vio una sombra saltar desde el borde de un edificio y caer hacia ellas. Sólo le dio tiempo a ver una sonrisa terrorífica antes de que chocara contra ellas y empujara a Nadhia varios metros hacia abajo. Sintió un violento tirón en la ropa que la arrancó bruscamente de los brazos de la chica y cayó en picado. Tras unos terribles instantes en suspenso, sin saber dónde estaba el cielo y el suelo, se golpeó bruscamente contra la acera y rodó varios metros, lastimándose los codos, la cara y los costados.

Cuando consiguió frenar estaba sin aliento. No comprendía nada. ¿Qué había…?

Al sentir un movimiento a su espalda se levantó de un salto y se encaró a un Sincorazón. Convocó rápidamente su Llave Espada y detuvo un ataque que podría haberla dejado sin cabeza. Luego, en un acto reflejo, se coló por un hueco que había dejado libre el Sincorazón, y asestó una violenta estocada en la espalda. El Sincorazón se evaporó, liberando un corazón al cielo.

Entonces Fátima se volvió, con la garganta más seca que el esparto, y gritó:

—¡Nadhia!

La vio forcejeando en el suelo con aquel chico, el aprendiz oscuro, que parecía demasiado concentrado en asfixiarla para prestarle atención.

«¡Ahora!»

Apuntó con la Llave Espada y lanzó un Perla.

[EspeYuna]

—P-pues no es tan terrible… —escuché decir a Fátima.

Fui a dedicarle una sonrisa cómplice cuando algo cayó sobre nosotras, al tiempo que me arrebataba del abrazo de Fátima y caí en picado junto a él.

Podría haberme quedado sin columna, pero tuve suerte. Salvo que noté como un líquido viscoso y caliente descendía por mi frente. Allí, trastocada contra la acera de las oscuras calles de la Red, forcejeé con la copia de Alexander, la cual, con una terrorífica sonrisa, hacía uso de sus manos para estrangularme.

—Tan frágil… y tan débil, lucecita.

—¡Nadhia!

Noté que la pequeña figura de Fátima corría veloz a la espalda de Alexander, cuando algo se interpuso entre su ataque y el enemigo: un espejo.

No me paré a contemplarlo, aunque desde aquel sitio lo único que pude ver fue la mueca de Fátima. La rabia se apoderó de mí e invoqué a Ángel Forjado, la cual había caído a pocos metros del sitio donde Alexander pretendía acabar conmigo.

El filo de mi Llave-Espada atravesó la carne de su hombro derecho, haciéndolo retroceder y liberarme del ahogamiento. Enseguida rodé sobre mí misma e hice ademán por levantarme, tosiendo con el corazón en la garganta y la adrenalina en la sangre. Al conseguir ponerme en pie, la cabeza me dio vueltas y noté que la sangre descendía por mi mejilla hasta gotear en el suelo.

“Lo que me faltaba. A saber qué pedazo de brecha me ha abierto este indesea…”

No estaba en guardia, por lo que Alexander no se andó con chiquitas y se abalanzó sobre mí, chocando su Llave-Espada Oscura con el filo de Ángel Forjado. Al menos, los reflejos no me fallaban todavía, por lo que pude evitar que su arma acabara rajando mi cara.

—Eres débil.

—¡Cállate!

Y liberando la ira al dejarme vacilar por un programa de simulación, le empujé y, seguidamente, invocar una Flecha Celestial para ayudar a Fátima. Ya no era sólo un espejo. Tres la rodeaban, atrapándola en su miedo. Mi flecha mágica acabó con uno de ellos, justo el que tenía Fátima frente a sus ojos.

—¡No te dejes vencer por un trozo de cristal, Fátima!

>> Y en cuanto a ti…

Otra flecha de luz se empezó a formar en mi diestra, tensándose en la cuerda invisible de Ángel Forjado.

—¡No te tengo ningún miedo, Alex!

Una tétrica carcajada salió de su garganta, llevándose la mano libre a la frente.

—¿Alex, dices?

Cuando de pronto, el muchacho relajó los músculos. La sonrisa desapareció y un rostro más humano se presentó ante mis ojos.

—¿Por qué no acabas conmigo de una vez, Nadhia?

Escuchar su voz hizo que la flecha que tenía preparada comenzara a desvanecerse.

—Con lo fácil que es acertar para ti en el corazón.

>> Mátame. ¿¡Por qué no lo haces!?

El joven corrió hacia mí y comenzó a lanzar estocadas que fácilmente pude bloquear. Pero sus ojos contactaron con los míos y se me formó un nudo en la garganta.

—¡Mátame, Nadhia!

—R-Ragun…

Eres débil.

[Suzume Mizuno]

—¡No! —gritó Fátima al ver aparecer el espejo.

¡Había olvidado que ese maldito programa las afectaba a las dos!

Antes de que pudiera esquivarlo, el espejo le devolvió su ataque y un Perla se la llevó por delante, tumbándola de espaldas sobre la acera.

Magnífico, había recibido el mismo ataque por delante y por detrás. Ahora sólo faltaba que un malidto Perla más acabara con ella.

Con un gruñido de exasperación y dolor a un mismo tiempo se incorporó sobre los codos y se apoyó en la Llave Espada para incorporarse. Sin embargo, cuando consiguió ponerse en pie se encontró con que no uno, sino tres espejos le impedían avanzar hacia Nadhia.

Había esperado que, estando las dos juntas, el programa tuviera que elegir entre el «miedo» de una de las dos. Pero se veía que se había equivocado. No sólo eso, sino que podía enfrentarse a ambas a la vez. Aunque ahora no eran tantos espejos, si el programa podía hacerlos surgir a placer, iba a costarle mucho a avanzar.

—Siempre interponiéndote —masculló, mirando con odio al espejo—. Siempre en mi camino. Pues que sepas que no te tengo miedo —susurró—. Te odio tanto...

De pronto, el espejo que había frente a ella estalló.

—¡No te dejes vencer por un trozo de cristal, Fátima!

La voz de Nadhia hizo que reaccionara. Efectuó un ataque circular contra los espejos y salió corriendo hacia delante con todas sus fuerzas. ¡Tenía que alcanzar al chico antes de que aparecieran más! ¡Debía acabar con él fuera como fuera!
Sin embargo, antes de que cubriera la mitad de la distancia que le separaba de Nadhia, tres sincorazón emergieron entre estallidos de oscuridad.

—¡Me cago en todos vuestros muertos!

Arremetió contra ellos usando un par de hechizos, satisfecha de no tener que temer que algún espejo traidor le devolviera el ataque por la espalda. Se llevó un tajo y un ataque eléctrico le acertó en una pierna, pero a pesar de todo consiguió deshacerse de ellos.

Entre tanto, Nadhia retrocedía ante los ataques del muchacho, siempre a la defensiva, reculando, perdiendo terreno. Y, entonces, vio que bajaba la guardia.

«¡No, no te dejes llevar!» pensó Fátima, aplicando un nuevo Cura a su pierna, que le ardía como mil demonios, a regañadientes: cada vez le quedaban menos magia y fuerzas...

Tenían que poner punto y final al maldito monstruo antes de que él o los Sincorazón acabaran con ellas.

Entonces vio que Nadhia bajaba los brazos, con una expresión contradictoria en el rostro, y que su rival cogía impulso, disponiéndose a matar.

—¡Ah, no! —gritó Fátima—. ¡Aquí, mira aquí, maldito seas!

El joven se detuvo y se volvió en su dirección.

Era todo lo que necesitaba.

Atravesó de un par de zancadas los metros que los distanciaban, cogiendo impulso, y dio un fuerte fondo hacia el frente, prácticamente abriéndose de piernas.

Su Llave Espada impactó de lleno en el pecho del chico. Fátima no se detuvo ahí; le apuntó con su mano libre y exclamó:

—¡Aqua!

Y el ataque acertó en el rostro del joven, derribándolo.

—¡Vamos, Nadhia! ¡Acabemos con él!

[EspeYuna]

Noté un ligero frescor en mi rostro cuando el hechizo de agua de Fátima derribó a la figura cibernética de Ragun.

“Es eso… es una copia. Sólo eso. No es él.”

—¡Vamos, Nadhia! ¡Acabemos con él!

Ángel Forjado desapareció de mi diestra sin apenas darme cuenta.

—No.

—Eres una cobarde —dijo el muchacho desde su posición.

—Yo... no puedo.

>> Es Ragun.

El joven, con un aspecto menos fiero que antes, se levantaría con dificultad, agarrándose el hombro que yo misma había herido minutos antes. Con la voz entrecortada, masculló entre dientes y me lanzó una fulminante mirada:

—Todo sería más sencillo para ti, lo sabes.

>> Sólo tienes que atravesarme con Ángel.

Ragun se acercó, y yo, aterrada, retrocedí dos pasos, escuchando la voz de Fátima como un eco lejano.

—¿O es que tienes miedo de cargar con la muerte de tu mejor amigo, eh?

La voz de Ragun se entremezcló con su Ello maligno, pero yo no lo aprecié.

Cuando de pronto, un puñetazo cortó el aire para chocar con mi mejilla. Perdí un poco el equilibrio y, boquiabierta y con ojos abiertos como platos, miré a la responsable.

[Suzume Mizuno]

La Llave Espada de Nadhia se desvaneció y los ojos de Fátima se abrieron como platos.

—No.

—¿Qué? —exclamó con un tono agudo.

—Eres una cobarde

—Yo... no puedo. Es Ragun.

Fátima no sabía qué era Ragun para Nadhia, pero cuando el chico se incorporó —se puso en guardia contra él, sin atacar— y escuchó sus palabras, creyó comprender. No se le pasó por la cabeza por qué demonios podía insistir el joven tanto en que le matara, pero entendio por qué Nadhia no era capaz de atacar.

Y se enfureció como no lo había hecho en mucho tiempo.

Puso su mano tras la nuca del tal Ragún y concentró toda su magia en un ataque de agua que hizo reventar la cabeza en cientos de pequeños 0 y 1 verdosos que ascendieron hacia el cielo. Cuando Ragun cayó de rodillas, mientras su rostro se recomponía toda velocidad, Fátima se adelantó un paso y asestó un puñetazo a Nadhia que le acertó en todo el pómulo.

—¡Idiota! —gritó—. ¿Es que quieres morir aquí? ¿¡De qué te iba a servir perder la vida en este lugar!?

Y se volvió justo cuando sentía unas manos rozarle el cuello. Asestó un espadazo para apartar los brazos de aquel monstruo, cuyo rostro parecía de todo menos humano, con las pupilas de un rojo estremecedor, y retrocedió para que la persiguiera y se apartaran de Nadhia.

La Llave Espada que portaba el programa le buscó la garganta y el pecho con una ferocidad asesinas, pero Fátima se había acostumbrado a la velocidad de Lyn y consiguió esquivar y detener casi todas las estocadas. Sin embargo, ella estaba cansada y el falso Ragun, no. Sólo era cuestión de tiempo que aquella maldita espada le rebanara el pescuezo. ¡Así que tenía que pasar al ataque!

Fátima no era muy fuerte, pero incluso la gente ligera puede desestabilizar a un enemigo. Así, cuando su enemigo la atacó, desvió su espada hacia arriba y dio una patada a la parte interior de las rodillas del joven, doblándoselas. El chico perdió el equilibrio por un instante que Fátima aprovechó para golpear en el costado.

—¡Y ahora…!

Fátima se quedó paralizada.

La cara de Ragun casi se había recompuesto. Pero no era la misma que antes. Era diferente y sus rasgos… Sus rasgos se parecían tanto a los de la persona del espejo…

En ese momento, Nadhia atacó por la espalda de su adversario y las facciones de este se descompusieron, volviendo a adaptar las de Ragun y…

El chico se arqueó hacia atrás, lanzando un grito, y una onda expansiva salió de su cuerpo. Fátima chilló cuando fue arrancada del suelo y dio prácticamente una vuelta de campana antes de dar con sus huesos en el suelo.

Se incorporó como pudo y vio que el programa se había llevado las manos a la cabeza. Una cortina de números que parpadeaban cegadoramente rodeó a la figura, que parecía retorcerse de dolor. Antes de que Fátima pudiera ni siquiera reaccionar, su imagen se distorsionó como un reflejo en las ondas del agua y se transformó en el tal Ángel. Pero, apenas se habían asentado los rasgos de este, cuando volvió a cambiar de aspecto. Le pareció ver los rasgos de Kit, pero también de Kousen, de Ronin y de Lyn. Cambiaban demasiado rápido para que adquiriera un aspecto definido. La voz del programa distorsionaba, se mezclaba con diferentes tonos hasta adoptar uno metálico y reverberante que le puso la piel de gallina.

—¿Qué… qué está pasando?—farfulló.

La figura seguía cambiando, cada vez más rápido. De pronto, comenzó a sonar un grito estridente que hizo pegar un brinco a la chica.

ERROR. ERROR.

ERROR.

No entendía nada, excepto de que algo funcionaba mal dentro de su enemigo.

Y que esa era su oportunidad.

—¡¡Nadhia!! —gritó, desgañitándose.

¡Por favor, tenían que conseguirlo! ¡Que no fallaran ahora!

[EspeYuna]

—¡Idiota! —gritó la joven, mientras que yo, aturdida, me llevaba la mano a la mejilla—. ¿Es que quieres morir aquí? ¿¡De qué te iba a servir perder la vida en este lugar!?

“Cierto. Yo no puedo morir aquí.”

Pero por alguna razón, el cuerpo no me respondía. No paraba de repetir la última pregunta de la simulación en mi cabeza, sintiendo que iba a explotar, entre la duda y el dolor de la brecha que me había hecho al caer al suelo desde las alturas.
En ese momento comprendí que no le había tenido miedo a Ello. Al príncipe de la oscuridad, Alexander. Sino que, lo que más temía en el mundo era cargar con su muerte.

“No podría soportarlo.”

Escuché las estocadas de Fátima, y me dije a mí misma que no podía dejarla luchar sola. Zarandeé la cabeza, intentando por todos los medios centrarme y volver a combatir contra mi miedo. Observé apenas a unos metros de distancia la agilidad y reflejos de Fátima y me sorprendí de que la pequeña se moviera a aquellas alturas con tanta facilidad… hasta que pude comprobar que le quedaba poco para decaer o ser rebanada por el filo de la hoja oscura.

Pero Fátima fue más rápida, y con una patada le hizo perder el equilibrio a su enemigo.

—¡Y ahora…!

Ante el inesperado cese de mi compañera, corrí hacia la espalda de Ragun, asestándole con la Llave-Espada en la columna.

—¡Tonta, no te quedes parada ahora!

Cuando de pronto, un grito ensordecedor salió de los labios de la copia de Ragun y una onda expansiva salió de su cuerpo, haciéndonos volar por los aires a mí y a Fátima.

Prácticamente me comí el suelo. No me hubiera extrañado perder un diente antes de salir vivas de allí. La cabeza aún me daba vueltas y la pérdida de sangre por culpa de la brecha en la cabeza no ayudaba.

—Ángel.

Entre otras apariencias, el programa de simulación empezó a volverse loco. Era la oportunidad perfecta.

—¡¡Nadhia!! —gritó mi compañera.

—¡Destino enlazado! —conjuré entonces, viéndome rodeada de las cadenas doradas que crecían desde el llavero de Ángel Forjado.

Estas obedecieron mis órdenes y, con un gesto de mis dedos, las cadenas envueltas en luz agarraron muñecas y tobillos de la figura del simulador, un tanto caótica en aquel momento.

Y con otro gesto, apretando los nudillos, hice que las cadenas estrujaran el cuerpo del programa para hacerlo desaparecer entre ceros y unos digitales que volaron al oscuro cielo de la Red.

Cuando me quise dar cuenta, miraba estúpidamente a Fátima, sin creer que le hubiésemos vencido.

Ambas nos sonreímos, cuando de pronto, una voz irrumpió en el lugar, junto al sonoro fogonazo de los sincorazón rodeándonos:

Os encontré.

Y entonces las luces de la plaza se apagaron. Buscando a Fátima a ciegas, logré encontrarme con ella, aliviada de no toparme con algún sincorazón por error.

¡Nadhia, de frente, kupó! ¡Rápido, hay un portal cerca, tan, tan!

Desistí de avisar a Fátima, agarrándola por la muñeca y corriendo hacia donde Tandy nos indicaba. Había recuperado la comunicación, pero no podíamos fiarnos: había que aprovechar y escapar de aquel sitio lo más pronto posible.

Corrí con la angustia en el cuerpo, el mareo de perder sangre y los pasos de Fátima detrás mía, a quien no quise soltar en la oscuridad.

“¡Vamos, portal! ¡Aparece de una maldita vez!”

[Suzume Mizuno]

Fátima no entendió bien qué sucedió, pero de repente su enemigo estaba inmovilizado por cadenas resplandecientes, y éstas se comprimieron en torno a su cuerpo. Se cubrió los ojos con un brazo cuando hubo una pequeña explosión y se mordió el labio inferior, preguntándose qué iba a ocurrir ahora. Pero, al volver a mirar, no quedaba cuerpo alguno: sólo números que subían hacia el cielo.

Se hizo el silencio en la plaza y, durante casi un minuto, no se atrevió ni siquiera a respirar. Al final aspiró una bocanada de aire cuando sus pulmones no pudieron más y miró a su alrededor, desconcertada.

«¿Ya?» pensó sin acabar de creérselo.

Se encontró con que Nadhia la miraba con la misma perplejidad y supo que sí, que habían vencido. Y que ninguna de las dos terminaba de asumirlo.

Sin embargo, a medida que pasaban los segundos y no sucedía nada, una sonrisa empezó a asomar a sus labios. Estaba a punto de soltar un prolongado grito de triunfo cuando una voz conocida resonó desde el cielo, haciéndola encogerse de miedo.

Os encontré.

Y, de repente, se encontraron rodeadas de Sincorazón.

—Oh, no —emitió un gemido de horror—. No, no, no. Ahora no.

Corrió hacia Nadhia para gritarle que se pusieran espalda contra espalda, deseando no haber malgastado toda su maldita magia cuando, de repente, las luces blancas que recorrían el suelo y los edificios se apagaron. Soltó una exclamación de la impresión y continuó andando unos pasos a ciegas, hasta que se detuvo cuando estuvo a punto de tropezar y caer al suelo.

Pegó un chillido cuando algo chocó contra ella y, de no haber sentido la calidez de un ser humano, sin lugar a dudas habría arremetido con su Llave Espada. Con todo, en medio de su creciente histerismo reconoció a su compañera.

¡Nadhia, de frente, kupó! ¡Rápido, hay un portal cerca, tan, tan!

—¿Pero qué…?

Entonces Nadhia la agarró con firmeza de la muñeca y tiró hacia el frente. Fátima no tenía ni idea de hacia dónde corrían, si hacia un grupo de Sincorazón o hacia una posible salida, pero se dejó arrastrar. Simplemente, no tenía más fuerzas. Tenía miedo de pisar mal y doblarse un tobillo en el momento más inoportuno y sabía, sentía cómo los Sincorazón se acercaban a ellos. Sus ojos se iban acostumbrando a la oscuridad y pudo distinguir sus sombras desplazándose rápidamente a su alrededor.

Con el corazón martilleándole el pecho y sus latidos resonando en sus oídos, Fátima estaba pensando que aquel era el fin, que todos sus esfuerzos al final no habían servido para nada, cuando acertó a ver una luz azulada que salía del suelo.

—¡Allí! —chilló, apuntando con una mano, a pesar de que Nadhia no podía verla.

Y sacó fuerzas de la flaqueza para acelerar y que Nadhia no tuviera que tirar de ella. La luz estaba cada vez más cerca, pero los Sincorazón también. Casi podía notar sus movimientos a la espalda. Eran muchísimos, estaban sobre ellas, iban a alcanzarlas…

Y, entonces, las dos chicas saltaron a la luz.