[Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Encuentro de Xefil y Nadhia

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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor Zee » Mié Ene 15, 2014 12:53 am

Otro rugido más para reprocharme mi supuesta amargura y apatía. Dejé escapar un bufido de fastidio al ser aquella ya la quinta vez que se me demostraba aquella clase de actitud, como si yo fuese una especie de villano. Sin la más mínima pizca de disposición a cambiar mi posición, me crucé de brazos y le sostuve la mirada a mi juez, jurado y verdugo.

No puedo traerte más. Es imposible; ya me atraparon una vez.

Pema volvió a quejarse con un gruñido.

En serio, es el último repollo —declaré, señalando al vegetal que había dejado al lado del gigantesco bisonte, en la tierra donde había decidido recostarse, oculta detrás de los jardines del castillo—. Disfrútalo como se debe. No voy a volver a entrar a esa cocina.

Como respuesta, Pema tomó la verdura con su lengua y se la metió entera a la boca. No le tomó más que unos segundos masticarla dos o tres veces, para luego tragarla sin más preámbulos.

Bien —bufé, fastidiado. Ya sería problema suyo—. Procura que nadie te vea, ¿de acuerdo? Aunque entiendo que será algo complicado…

Entonces Pema gruñó y me hizo retroceder con una corriente de aire que por poco y me tira al suelo.

¡No te estaba llamando gorda, pero entiende que mides cuatro metros! …apenas… Y supongo que no quieres entrar en esta cosa, ¿no? —cuestioné, sacándome de una de las bolsas que llevaba en el cinturón la cápsula de viaje que había comprado hacía tiempo. Pema se aplanó contra el suelo, sumisa—. Sí, a mí tampoco me agradaría meterme allí. ¿Ves cómo ahora resulta que no eres tan pequeña?

Pema volvió a expresarse con uno de sus incomprensibles gruñidos. Me encogí de hombros y le dediqué una mueca lastimera, para después darle un par de palmaditas en la nariz, las cuales aceptó con una especie de ronroneo. Luego de esto, me despedí con la mano y me alejé de mi mascota.

Caminé un par de minutos hasta que llegué a la muralla que rodeaba aquel blanco castillo. No era tan alta (probablemente unos tres metros), lo cual denotaba que aquel mundo era más pacífico que algunos otros; por ejemplo, mi castillo se hallaba suspendido muy precariamente al lado de un acantilado, con un larguísimo y gigantesco puente siendo la única entrada. Pero en aquel lugar no sucedía lo mismo, por lo que veía.

¿Los Sincorazón, sin embargo, no eran suficiente amenaza? No podía estar seguro. Jamás había pisado aquel mundo como Aprendiz, puesto que, pese a conocer de su existencia, no se me había encomendado ninguna Misión allí. Y en el Gremio tampoco había visto nada. ¿No sería aquello una señal de la poca presencia que tenían los Sincorazón en aquel lugar?


Reflexioné sobre aquello mientras, casi sin pensarlo, me transportaba a la cima del muro. Caminé por el borde, intentando mantener el equilibrio, mientras me hundía en mi propia cabeza y comenzaba a pensar sobre aquello… Era cierto. No habíamos visto Sincorazón al llegar; ni una pequeña Sombra. ¿Y en un lugar tan concurrido como una fiesta…? Resultaba curioso, sin duda…

¿Y por qué debería quejarme? Es motivo de celebración. Ya era hora de descansar un poco —finalmente me dije, bajando de aquel improvisado camino de un salto, cuya caída me ocupé de aminorar usando el primer truco gravitatorio que había aprendido. Sonreí para mis adentros, advirtiendo cuánto había mejorado desde entonces.

Celebración, ¿no…? La verdad, seguía sin tener muy claro cómo había llegado hasta allí. Había comenzado a hablar con Nadhia y de pronto, antes de que me diera cuenta, me había comprometido a acompañarla a un baile. Y resultaba curioso pensar cómo, en el transcurso de sólo unos minutos, lo que había comenzado como un inocente intento de ir a saludarla y mejorar su impresión de mí, había terminado con nosotros dos en un mundo completamente desconocido, viviendo lo que ella conocía como “un cuento de hadas”.

Pero… sin saber por qué, pensar en ello me sacó una sonrisa. Todavía no habíamos empezado, siquiera, y ya me estaba divirtiendo. Aquello era una oportunidad magnífica para conocer a Nadhia sin presiones. Nada comparado con la noche que habíamos pasado en Ciudad de Paso, corriendo y luchando de un sitio a otro. Y de alguna manera, aquello me provocaba un cosquilleo en el estómago.

¿Estaba nervioso? ¡Pero si había asistido a bailes centenas de veces! Y también… ¿emocionado? ¿Por qué algo que antes hacía con tanta frecuencia se había vuelto algo especial, por el simple hecho de que Nadhia se encontrase presente?

Lamento molestarle, monsieur… ¿Invitación, por favor?

Volví a la realidad cuando me di cuenta que, con las manos en el bolsillo y la cabeza gacha, había llegado sin pensarlo a la puerta lateral del castillo. Miré a mis espaldas y me encontré, para mi sorpresa, con algunas personas esperando entrar. ¿Y cómo demonios había llegado yo allí?

Sí, evidentemente —respondí, buscando el documento en el interior de mi saco—. Pero me había usted dado la entrada hace un rato ya. A mí y a mi acompañante, ¿no lo recuerda? —le extendí entonces el trozo de papel al hombre que atendía la entrada—. Lord Saron nos ha invitado.

¡Ah, sí, sí, ciertamente, señor, ciertamente! —contestó el hombre casi al instante, devolviéndome la invitación sin siquiera mirarla. La mención de aquel nombre había sido suficiente para darme paso, por lo visto… ¿pero por qué? No sólo eso, sino que inmediatamente los nervios habían estado a punto de traicionarle. Por su tono de voz, pude adivinar que temía haber cometido una equivocación conmigo.

Le sonreí para tranquilizarme. A mis espaldas comencé a escuchar varios murmullos.

No es ningún problema, buen hombre. Tenga usted una buena noche —tras decir aquello, me deslicé por la puerta al interior del castillo. Pese a que no había usado la puerta principal, me apresuré a subir las escaleras en dirección a los aposentos del castillo, puesto que ni siquiera había comenzado a arreglarme. ¡Pero qué vergüenza!

Y sin embargo, suponía que la impresión que había dado al poner nervioso al portero había sido suficiente para crearme una imagen imponente, aunque sólo fuese con un par de personas… ¿Quién sería ese hombre, Lord Saron…? Por lo menos al personal del castillo le resultaba conocido; o si no, las órdenes que se les habían dado.

Presuroso, me escabullí hasta la habitación que me habían amablemente prestado por aquella noche, a un lado de la de Nadhia. Ante mi insistencia, claro, puesto que inicialmente habían pretendido darnos una para ambos (al recordar aquello se me volvió a escapar una sonrisa). Ahora, por todo el asunto de Pema estando hambrienta, había perdido bastante tiempo yendo y viniendo de las cocinas. A aquel ritmo, yo tardaría más en prepararme de lo que Nadhia.

Pero, afortunadamente, no fue así. No tardé mucho en darme un baño, aunque realmente lo único que hice fue sumergirme en agua enjabonada un par de veces y luego limpiarme con una toalla húmeda. ¡Había pasado tanto tiempo desde que había usado una tina! Y tenía que admitirlo… las duchas eran un invento maravilloso. Luego de eso, tuve que volver a ponerme la ropa que llevaba puesta antes. Y aunque el pequeño invento de Mogara debía ponernos el traje mágicamente, no me gustaría estar completamente desnudo bajo el hechizo. La simple idea me hacía sentir incómodo.

Como no era mi primera vez haciendo aquello, no perdí mucho tiempo. Y de cualquier manera,
había aprendido a no ser terriblemente perfeccionista. Así que sólo acomodé mi cabello como pude y activé el traje de Mogara. Como sucedía usualmente con la armadura, un destello me envolvió por completo, aislándome del mundo por unos instantes. Y cuando éste se disipó, un nuevo atuendo me cubría.

Llevaba puesto un traje de color crema; un color que no estaba muy acostumbrado a usar, pero que confié funcionaría aquella noche, pues seguramente Mogara lo había diseñado para estar a juego con el de Nadhia. Tenía un diseño discreto, con sólo unos cuantos botones extra para adornarlo y unos hombros anchos, con detalles en un tono un poco más oscuro en las comisuras. El cuello era de color blanco y del largo perfecto para no parecer demasiado excesivo al sumarse con las mangas. Un pantalón del mismo color se sostenía con un cinturón dorado, aunque poco podía verse de él porque las botas de piel lustrada y adornos de metal me llegaban hasta más allá de las rodillas. El único accesorio que llevaba conmigo era un par de guantes de tela, color caqui, y una capa que parecía llevar piel de lobo en el cuello, por su color marrón grisáceo.

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Sólo el atuendo, evidentemente xD
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Cuando finalmente consideré que estaba listo, salí de la habitación y me dirigí a la de a un lado. Usando el puño cerrado, di tres precisos golpes en la puerta y llamé el nombre de quien sería mi pareja toda la noche:

¿Nadhia? ¿Estás lista?
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor EspeYuna » Mié Ene 15, 2014 1:45 am

¿Nadhia? ¿Estás lista?

Miré la puerta, tan asustada que parecía que hubiese escuchado a un fantasma tras ella. Tandy rió y se dirigió a la ventana, abriéndola de par en par.

¿Tandy? ¿Qué haces?

Yo no pinto nada esta noche, tan, tan —ante la duda en mi rostro, Tandy profirió un bufido— ¿En serio eres tan inocente, kupó? Bueno, esa no es la palabra, tan, tan.

Fruncí el ceño e hinché mis mofletes.

¿Qué tengo que entender?

Será más divertido que lo descubras tú solita, kupó —corrí para evitar que Tandy echará al vuelo, pero fue tarde. No conseguí alcanzarlo—. ¡Estaré vigilando, tan, tan, taaaan!

Con la palabra en la boca, Tandy desapareció en la oscuridad de la noche. Me asomé, pero no encontré rastro del pequeño. Suspiré y entonces recordé que alguien había llamado a la puerta.

De pronto, no me atrevía a moverme del sitio. Allí, a la luz de la luna, me había quedado paralizada ante el hecho de estar a solas con Xefil. ¿Por qué? No lograba entenderlo. Había estado con él a solas en los jardines. No había pasado nada malo. Es más, debería estar preocupada por el hecho de conocer a ese tal Saron, un hombre que parecía saber cosas sobre Evangeline. Algo tan importante, serio y peliagudo que estar nerviosa por encontrarme con Xefil podía parecer la mayor de las tonterías.

Pasa.

Es lo único que salió de mis labios. Tenía la garganta seca y el estómago revuelto. Y no, no tenía ganas de potar. Era una sensación desagradable en mis entrañas, mezcla de los nervios, del miedo a quedar mal delante de Xefil y no parecer estúpida en una situación así. Pero, por otro lado… ¿estaba ilusionada con que me viera?
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor Zee » Mié Ene 15, 2014 1:53 am

Pasa.

¿Era esa su voz? Sonaba un poco… diferente. ¿Se había enfermado, tal vez; un resfriado? Hmm, pensándolo mejor, tal vez sólo eran las paredes de la habitación. Aquella era Nadhia, sin duda.

Aun así, abrí la puerta con cuidado y asomé la cabeza al interior antes de pasar por completo.

Tenía pensado saludarla con un breve “Hola” o preguntarle por segunda vez si estaba lista… pero de pronto, todo lo que tenía en mente se me olvidó por completo.

Yo… ah… —balbuceé. ¡Se veía tan diferente! Que no se me malentienda, no es que no fuese bonita en su día a día, pero verla con aquel vestido y con su cabello suelto… supongo que me di cuenta de lo bien que podía lucir. De lo… mucho que me gustaba, supongo.

Me tomó un par de incómodos segundos recuperar el don del habla.

N-Nadhia, tú… Luces, te ves… ¡Te ves hermosa! —logré decir, con una sonrisa sincera. Aunque, para ser justos, mantener la mirada en la chica me costaba horrores. Era difícil decirlo sin mostrar ninguna muestra de vergüenza. Después de todo, se suponía que debía tranquilizarla en aquel mundo tan ajeno—. Luces deslumbrante, en serio. ¡Oh, espera a que todos allá abajo te vean! Imagina, si a mí me has enamorado con una sola mirada…

>>¿Estás lista para salir? Sólo toma mi mano y te prometo que todo te saldrá bien —aseguré, extendiéndosela a manera de invitación—. Te mostraré cómo lidiar con los vampiros de allá abajo y cómo divertirte a costa de ellos.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor EspeYuna » Mié Ene 15, 2014 10:08 pm

Quizás fue la primera vez que vi un a un príncipe como los de los cuentos. Aquellas prendas le quedaban tan bien a Xefil, que parecía brillar en la oscuridad. Y con su porte al abrir la puerta y preguntar por mi asistencia al baile, con aquella serenidad… pero hubo un silencio incómodo que me hizo temer que le hubiera decepcionado.

Espera, ¿qué? ¿Decepcionarle? ¿En qué sentido?

Yo… ah…

¿Qué ocurre? —conseguí preguntar, con un nudo en la garganta— ¿Me veo… rara?

Aquellos segundos se me hicieron eternos.

N-Nadhia, tú… Luces, te ves… ¡Te ves hermosa! —confesando aquello, mis músculos se relajaron. Y un ligero rubor inundó mis mejillas, consiguiendo dibujar una tímida sonrisa en mi rostro. La suya, además, hizo que todo el miedo que tenía de aquella noche se esfumara. Olvidé por completo que mi visita era porque debía encontrar a ese hombre que conocía el origen de Evangeline—. Luces deslumbrante, en serio. ¡Oh, espera a que todos allá abajo te vean! Imagina, si a mí me has enamorado con una sola mirada…

¿E… enamorado? —mi cabeza explotó.

¿Estás lista para salir? Sólo toma mi mano y te prometo que todo te saldrá bien. Te mostraré cómo lidiar con los vampiros de allá abajo y cómo divertirte a costa de ellos.

Sí…

Alcé mi mano, aceptando la invitación de Xefil para acompañarle en el baile que se celebraba en palacio.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor Zee » Jue Ene 16, 2014 12:40 am

Me lamenté en silencio por no poder sentir el tacto de Nadhia a causa de los guantes, pero al menos la calidez de su mano no se perdía al ser éstos de tela. Tendría que agradecerlo y disfrutarlo mientras durase, pues seguramente una oportunidad como aquella no volvería a presentarse hasta dentro de mucho tiempo. Allí, en aquel mundo extraño, estábamos a solas y por decisión propia, no como había ocurrido en Ciudad de Paso. Allí…

Allí, ¿qué? No, no debía permitir que mis pensamientos terminaran en un sitio completamente equivocado. Estaba allí con Nadhia para cumplir con una misión, que era encontrar a Lord Saron. Todo lo demás era sólo para mantener las apariencias. Cualquier otro Aprendiz podía haberse hallado en mi lugar.

Muy bien. Entonces vamos a la fiesta —declaré, soltando la mano de Nadhia y en su lugar ofreciéndole mi brazo—. Si quieres unos consejos, sólo umm… —fingí meditar un poco mientras bajábamos las escaleras del ala de invitados, mucho más estrechas y vacías que las que se hallaban directamente en la sala de baile—. Compórtate como si fueras la persona más importante allí. Come y bebe como si no te importara nada, pero aun así grúñele a la comida como si nunca hubieses visto algo peor. No necesitas conversar con nadie aparte de mí, pero si quieres o si te ves obligada a hacerlo solamente trátalos como si fueras superior a ellos. Van a hablar a nuestras espaldas de cualquier manera, así que mejor que hablen con envidia que con repudio. No te preocupes si mientes un poco, porque todos lo hacen…

Me detuve frente a la puerta doble que nos llevaría hasta la sala de baile. Sabiendo perfectamente con qué me toparía más allá, declaré con amargura:

Es un carnaval de máscaras sin máscaras. Todos son engaños andantes, falsos como un platín de plástico, ecos de lo que desearían ser pero no son. Más que un baile, es una lucha; una lucha de egos. Es…

Mi mirada se topó con Nadhia y, de pronto, todo mi mundo se vino abajo. Los nervios de la chica sólo podían interpretarse como entusiasmo disfrazado. Después de todo, para ella lo que estábamos viviendo era “un cuento de hadas”, tanto como para mí era la cruda realidad. Debía ser como caminar en un sueño, para aquella niña soñadora de Villa Crepúsculo.

Y yo lo había arruinado, habiendo dicho cosas tan horribles.

Lo siento, no me había dado cuenta de lo deprimente que era —musité, sintiendo un sabor amargo entre los labios—. Perdona, no debí… No debí decir todo eso, seguramente ya te he arruinado la noche.

>>Dejé que mi rencor hablara por mí, Nadhia
—declaré con sinceridad, todavía con la mano libre sobre la perilla de la puerta—. Fue difícil para mí… como mestizo, ni la nobleza ni el pueblo me aceptaba. Supongo que en el fondo, aún me duele.

>>Olvida todo lo que te dije, ¿sí?
—le pedí con una sonrisa triste— Alguien tan humilde y sincera como tú no debería tener problemas. Sólo diviértete.

Abrí ambas puertas para no soltar a Nadhia al cruzar el marco. Me detuve a sólo un par de pasos tras haberlo cruzado para que la chica pudiese contemplar todo lo que se presentaba frente a sus ojos.

La sala era gigantesca. El techo estaba tan alto que, vista por fuera, aquella galería seguramente ocuparía tres plantas enteras. Los muros y las enormes columnas habían sido construidos con una curiosa piedra de color rosada; de no ser por su increíble pureza y homogeneidad, habría pensado que era mármol debido a su brillo. Balcones y ventanas que observaban el salón habían sido decorados con cortinas de color carmesí; mientras que el piso tenía amplios mosaicos de color azul metálico, perfectamente pulidos para la ocasión, y una larga alfombra roja que ascendía por la escalinata hasta el segundo piso.

Había una pequeña orquesta tocando piezas alegres y animadas, aunque había pocas parejas bailando en la pista. Mi experiencia me decía que se trataba de las más jóvenes, pues el resto prefería las piezas lentas, consecuentemente menos fatigantes. En aquel momento el resto de los presentes parecía disfrutar de la comida y bebida que los sirvientes iban sirviendo de allí a allá, y de socializar los unos con los otros. No había mesa para banquete; y ni siquiera muebles pequeños a las orillas, más para descansar y conversar que para sentarse a comer. Seguramente otras habitaciones estarían destinadas para ese uso.

¿No es fantástico? Un rey nunca escatima en gastos —expresé con una sonrisa, esta vez más amplia y sincera—. ¿Y qué es esto? —me pregunté, tomando dos delgadas copas de la charola que un sirviente llevaba entre manos y agradeciendo con un gesto de cabeza. Examiné el color y el olor, reconociéndolo al instante. Después de probarlo, declaré—: Vino blanco, era de esperarse. Es joven, así que necesitarás más de dos o tres copas para que haga algún efecto. Nocivo, quiero decir —expliqué, ofreciéndole su copa a Nadhia—. Pero recomiendo que hagas lo posible para que ésa te dure toda la fiesta.

Observé a mi alrededor una vez más. Seguramente llevar a Nadhia a bailar no sería buena idea todavía, puesto que necesitaba algo más de confianza para ello. El vino tendría que alegrarla primero. Tal vez pudiésemos empezar por…

Ven, te mostraré algo divertido —le murmuré al oído, para luego tomarla de la mano y guiarla conmigo hasta un grupo de personas. Tres mujeres y dos hombres, todos mayores de treinta. Antes de acercarnos a ellos, añadí—. ¿Ves a la que lleva el vestido violeta y el adorno de plumas en el cabello? Acabo de escuchar su nombre. Madame Boyle —divertido, le guiñé un ojo a Nadhia y reemprendí el camino.

Sin pedir ninguna clase de permiso, rompí el perímetro de aquel círculo y me entrometí en la conversación:

¡Ah, Madame Boyle, qué alegría es verla a usted aquí! Ha pasado tanto tiempo, ¿no lo cree así? —sonreí. Como supuse, todos mostraban una expresión de extrañeza en su rostro… excepto la mujer en cuestión. Predecible—. Tanto que estoy seguro que no me recuerda. Sólo en caso de que sea así… Xefil, hijo de Arazec, de nuevo a su servicio —solté a Nadhia y le tendí la mano a la mujer, quien me correspondió al gesto con una sonrisa.

Oh, pero Xefil, querido, por supuesto que te recuerdo —mintió, para luego soltar una risita—. Has crecido bastante, ¿no es así?

Lo suficiente, diría yo. Han sido años, después de todo —le dediqué una mirada de complicidad a Nadhia y sonreí todavía más—. Recuerdo que fue en la mansión de un Lord Duque… Emm, ¿He… Ho…?

¿El Duque Hornigold, tal vez, querido? —me completó Madame Boyle, tras unos segundos de duda. En silencio, le agradecí por apoyarme por mi mentira. Después de todo, cuán maleducada parecería al ignorar a un pobre muchacho y a su pareja; y mucho más al revelar que se había olvidado de ellos. No; los nobles no funcionaban así—. Años y años, sin duda. Eras sólo un chiquillo, entonces…

Oh, permítame… —antes de que Nadhia pudiese decir algo, la tomé del hombro y le di un leve empujón, casi imperceptible—. Esta es mi pareja, Lady Nadhia. Su vieja tía Nanashi, vieja arpía, le prohibía salir hasta en su lecho de muerte. Es su primer baile, veréis… ¿No es eso adorable, señores?

Absolutamente todos concordaron conmigo, para luego otorgarle a Nadhia la atención que había planeado.

¡Oh, querida, debes estar aterrorizada! —señaló Madame Boyle—. Pero no te preocupes, estoy seguro que con el joven Xefil lo pasarás de maravilla.

¡Mira tu cabello! ¡Y tu piel…! ¡Oh, la alegría de ser joven! —señaló otra mujer, dándose ella misma el permiso de acariciar la mano de Nadhia.

Debo admitir que ni mi mejor sastre puede hacer un trabajo tan maravilloso como el de su vestido, Lady Nadhia —añadió alguien más, esta vez un hombre regordete.

¡Afortunado es usted, señor Xefil!

¿Has probado ya los bocadillos de ratatouille, pequeña? Ten, prueba uno de estos.

¿Y ese rubor en tus mejillas? ¡Suelta esa copa, no me digas que ya has comenzado a beber!

Por supuesto, yo estaba riendo a carcajadas por dentro. Para intentar disfrazar mi triunfo, le di un sorbo a mi copa de vino. Ahora Nadhia no tenía que preocuparse por encajar.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor EspeYuna » Jue Ene 16, 2014 1:19 am

Aún a través del guante, pude sentir la calidez de la piel de Xefil. Toda la preocupación, por extraño que parezca, se esfumó. Jamás me había sentido tan segura llevando un traje así. Admito que no me había probado trajes tan llamativos como ese, pero cuando había tenido que ir de compras por la Villa, probarme vestidos con mi madre y usarlos en las citas con los hijos de las vecinas… siempre quise que se me tragara la Tierra.

Puede que en la misma situación con amigos como Ragun o Light, me sintiera igual de segura. Con confianza del acompañante, no tenía por qué temer a la crítica. Salvo con Xefil. Desde el primer momento que me probé el vestido de Mogara, estuve nerviosa por el hecho de que no me quedara bien a ojos del nativo de Reino Encantado.

¡De hecho, me sentía a gusto con él! Pero no era como estar con mis otros amigos. Sentía el estómago algo vacío y un cosquilleo extraño, pero agradable. Al invitarme a tomar su brazo, la acepté encantada. Si él sonreía, yo le imitaba. ¡Válgame si cruzamos un espejo antes de bajar a las escaleras de invitados, que ni yo misma me reconocía!

Ya no era un rubor excesivo y vergonzoso. En mi rostro había algo diferente.

Si quieres unos consejos, sólo umm… —me dirigí a él, esperando a lo que me tuviera que decir, con ojos expectantes y con una media sonrisa de complicidad. Sin embargo, en algún momento tuve que estar más pendiente de no caerme por las escaleras con el largo del vestido. No había olvidado lo patosa que podía llegar a ser, aunque Xefil me agarrara—. Compórtate como si fueras la persona más importante allí. Come y bebe como si no te importara nada, pero aun así grúñele a la comida como si nunca hubieses visto algo peor. No necesitas conversar con nadie aparte de mí, pero si quieres o si te ves obligada a hacerlo solamente trátalos como si fueras superior a ellos. Van a hablar a nuestras espaldas de cualquier manera, así que mejor que hablen con envidia que con repudio. No te preocupes si mientes un poco, porque todos lo hacen…

¿Mentir? —me detuve cuando él lo hizo, al frente de la puerta que llevaba a la sala donde se reunían todos los invitados para el baile— Bueno, si te refieres a hacerlo sobre nuestra procedencia, lo entiendo. Pero, ¿no sería maleducado quejarse por la comida?

Mis ojos avellana se encontraron con una mirada amarga y no pude evitar aferrarme un poco a mi acompañante. Le escuché, y comprendí que algo se me escapaba. Que el mundo de Xefil no era como en los cuentos. Realmente, yo me había hecho ilusiones como una niña soñadora, pero...

Es un carnaval de máscaras sin máscaras. Todos son engaños andantes, falsos como un platín de plástico, ecos de lo que desearían ser pero no son. Más que un baile, es una lucha; una lucha de egos. Es…

… cuando Xefil se topó con mis ojos, se disculpó.

Lo siento, no me había dado cuenta de lo deprimente que era —musitó, preocupado por la imagen que había dado. Pero yo, para nada, había cambiado mi modo de verle. Mostrarse educado, comportarse como un noble. Cosas acordes a su mundo. Pero yo había conocido al Xefil que perdía la compostura, el que luchaba con Llave-Espada en mano y quien padecía la maldición de poseer dentro de él a la Bruja Eterna—. Perdona, no debí… No debí decir todo eso, seguramente ya te he arruinado la noche.

Para nada, Xefil —le di un apretón en el brazo—. Sólo me has contado la verdad. No es que sólo haya leído cuentos y leyendas. También he leído novelas más duras, y se asemejan a lo que me acabas de decir.

Dejé que mi rencor hablara por mí, Nadhia —dijo mientras se decidía a abrir o no el gran portón, con la mirada perdida—. Fue difícil para mí… como mestizo, ni la nobleza ni el pueblo me aceptaba. Supongo que en el fondo, aún me duele.

¿Mestizo? —no pude evitar mostrar un rostro sorprendido— ¿Xefil, acaso tú…?

Por mestizo, ¿entendía que era hijo de noble y de “plebeya”? ¿De campesino y duquesa?

Olvida todo lo que te dije, ¿sí? —me pidió con una sonrisa entristecida. Comprendí que no quería hablar del tema y sellé mis labios— Alguien tan humilde y sincera como tú no debería tener problemas. Sólo diviértete.

Ruboricé un poco y evadí la mirada.

Bueno, si me ves tan humilde y sincera, quizás sí que pueda engañar a los presentes —le dije con una sonrisa de medio lado.

“Tú que me ves con buenos ojos.”

Cuando Xefil abrió el portón, tuve varios pensamientos en mi cabeza que querían convertirse en acciones disparatadas. Al contemplar la sala, gigantesca, con un techo tan alto que sólo conseguiría llegar hasta él con Alas del Solsticio, me quedé boquiabierta y quise avanzar rápido para explorar el antro. Por otro lado, al encontrarme con la mirada a tanta gente junta, algunos pendientes de nuestra llegada y otros más ocupados ante el buffet, quise salir corriendo. Había conseguido con el tiempo acostumbrarme a que la gente me observara: gracias a los entrenamientos expuestos con Akio, a tener que hablar con nativos de otros mundos… pero aquello me recordaba a la crítica de mi vida pasada. En algunas mujeres veía a las vecinas de mi madre, despotricando sobre mí y mis aspiraciones en la vida. Me sentí algo aterrada en un primer momento.

¿No es fantástico? Un rey nunca escatima en gastos —ni siquiera me di cuenta de que, por inercia de Xefil, había caminado junto a él para mezclarnos entre los invitados. Zarandeé la cabeza con cuidado de no despeinarme, intentando olvidar que nos hallábamos rodeados de tanta gente—. ¿Y qué es esto? —contemplando a Xefil en su papel de noble, era fácil olvidar el miedo de estar en un sitio tan aglomerado y… distinguido de la sociedad. Mi acompañante probó una bebida que servían algunos de los sirvientes que las iban ofreciendo. Me di cuenta en aquel momento que mantenía la cabeza algo gacha—: Vino blanco, era de esperarse. Es joven, así que necesitarás más de dos o tres copas para que haga algún efecto. Nocivo, quiero decir —entonces Xefil me ofreció la copa. Algo temerosa, la soporté con ambas manos, con miedo a que los guantes hicieran de las suyas y la copa se me resbalara de los dedos—. Pero recomiendo que hagas lo posible para que ésa te dure toda la fiesta.

Le sonreí para no preocuparle. Entonces le di un sorbo al vino blanco y… puse una mueca de asco que, gracias al cielo, Xefil no percató al estar más ocupado mirando a su alrededor. No soportaba esa clase de bebidas, y si alguna vez me la habían ofrecido, o la tomaba con resignación o la tiraba a alguna maceta cercana, sobretodo en las fiestas familiares o en la feria de Villa Crepúsculo, la noche antes de acabar las vacaciones de verano. Puede que fuera un vino suave, pero no conseguía llevar bien el probar bebidas con alcohol. Es decir, yo… ¡jamás había llegado a beber como lo podían hacer mi padre o mi hermano Dan! Pero ya es que el sabor me echaba para atrás. Si estuviera bueno, pues quizás… ¡p-pero...!

Ven, te mostraré algo divertido —pegué un pequeño brinco al notar la voz de Xefil cerca de mi oído, para luego cogerme de improviso de la mano y guiarme hasta… ¿un grupo? Estuve a punto de darle un tirón, pero sabía que Xefil me ganaría en fuerza. Y lo que es más, podría decepcionarle mi comportamiento—. ¿Ves a la que lleva el vestido violeta y el adorno de plumas en el cabello? Acabo de escuchar su nombre. Madame Boyle —cuando me guiñó el ojo antes de llegar a los presentes, consiguió tranquilizarme. Parecía haber estado más atento a eso que a mi gusto por el vino.

Xefil, sin ningún tipo de pudor, se acercó al grupo sin preocuparle en lo más mínimo interrumpirles:

¡Ah, Madame Boyle, qué alegría es verla a usted aquí! Ha pasado tanto tiempo, ¿no lo cree así?

“¿Xefil, qué haces?”

Tanto que estoy seguro que no me recuerda. Sólo en caso de que sea así… Xefil, hijo de Arazec, de nuevo a su servicio —Xefil me sentó con delicadeza para atender a la mujer.

Oh, pero Xefil, querido, por supuesto que te recuerdo —para mi sorpresa, Madame Boyle le siguió el juego. Entonces comprendí que la mujer, aún no acordándose de él, pretendía parecer como que no. Increíble—. Has crecido bastante, ¿no es así?

Lo suficiente, diría yo. Han sido años, después de todo —cuando me regaló su mirada y una sonrisa, le devolví el gesto, algo nerviosa, pero me reía a mis adentros. ¿De verdad era así el mundo de los aristócratas?—. Recuerdo que fue en la mansión de un Lord Duque… Emm, ¿Ho… Ho…?

¿El Duque Hornigold, tal vez, querido? Años y años, sin duda. Eras sólo un chiquillo, entonces…

Oh, permítame… —entonces se me cortó la respiración cuando Xefil me agarró con aparente delicadeza y me dio un leve empujoncito con el que no pude luchar y me presentó al grupo—. Esta es mi pareja, Lady Nadhia. Su vieja tía Nanashi, vieja arpía, le prohibía salir hasta en su lecho de muerte. Es su primer baile, veréis… ¿No es eso adorable, señores?

“¡Xefil!”, al notar la atención de todos sus ojos en mí, agaché un tanto el rostro y sentí como se estaba poniendo al rojo vivo. Exponerme así no lo había previsto. Pensé que Xefil nunca haría algo así.

¡Oh, querida, debes estar aterrorizada! —exclamó entonces Madame Boyle—. Pero no te preocupes, estoy seguro que con el joven Xefil lo pasarás de maravilla.

Yo…

¡Mira tu cabello! ¡Y tu piel…! ¡Oh, la alegría de ser joven! —me sorprendí entonces de que, a comparación de las sucias miradas de las vecinas de la Villa, aquellas mujeres “parecían” sinceras de mi aspecto. O quizás, siguieran mintiendo para no quedar mal ante el supuesto hijo del Duque Hornigold.

Debo admitir que ni mi mejor sastre puede hacer un trabajo tan maravilloso como el de su vestido, Lady Nadhia —añadió entonces un hombre regordete, mientras la mujer anterior me acariciaba la mano en señal de apoyarme por ser el primer baile.

¡Afortunado es usted, señor Xefil!

¿Has probado ya los bocadillos de ratatouille, pequeña? Ten, prueba uno de estos.

¿Y ese rubor en tus mejillas? ¡Suelta esa copa, no me digas que ya has comenzado a beber!

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Entonces, querida, ¿cómo conoció al señorito Xefil? —me preguntó Madame Boyle, mientras mi acompañante se hallaba hablando con el hombre regordete y prestando atención a las otras dos mujeres—. Es toda una suerte que sea su acompañante. Tengo entendido que es un auténtico galán.

Eso me han dicho, sí —sonreí al percatar que me había disfrazado en aquella fiesta de máscaras sin máscaras—. Perdóneme si estoy algo nerviosa, es que… es sólo separarme de él y ya me sudan las manos por debajo de los guantes. Todo esto… impresiona. Me siento algo pequeña.

Fijé mi mirada a nuestro alrededor. Madame Boyle rio mientras un sirviente nos ofrecía canapés. Yo acepté uno con gusto y agaché levemente la cabeza, imitando a Xefil. Realmente daba hambre estar tan nerviosa y actuar de aquella forma. Puede que fuera bastante más agotador de lo que hubiera imaginado.

¿Así habría sido la vida de Xefil hasta ser aprendiz? Comprendí entonces la expresión que me mostró antes de entrar en la sala.

Lo sé, cielo. Pero consigues acostumbrarte, y más en buena compañía.

Aunque no debería dejarlo sólo tanto tiempo, Lady Nadhia. Hay muchos lobos sueltos —de pronto, el hombre regordete interrumpió nuestra conversación para señalarnos un lugar algo alejado de nuestra posición, con un rostro enrojecido y divertido.

Vi a Xefil, rodeado de un grupo de féminas que le acorralaban a base de preguntas sobre su procedencia.

Ains, las jóvenes que vienen únicamente acompañadas de sus padres son las más peligrosas de todas, ¿no os parece?

Entendí entonces que se referían al comportamiento de las muchachas ante la presencia de mi acompañante. El joven, sin dejar de lado su papel, conversó con ellas y éstas rieron entre ellas, presentándose con cortesía y caballerosidad.

Sin embargo, una vez Xefil besó la mano de una de ellas, escandalizando a las demás con risas de una adolescente prendada por el más guapo del instituto, sentí una punzada en el pecho.

Aquella escena… no me gustaba. A ojos de Xefil, giré mi cuerpo para evitar que se fijara en la expresión de mi rostro aquel momento y, sintiéndome algo estúpida, cogí una de las copas que se servían y le di un trago considerable. Inocente de mí, no me fijé en lo que había agarrado de primera mano. Aquello no era vino blanco, ni mucho menos. Noté enseguida el quemazón recorrerme la garganta y las entrañas, y la sensación se me subió enseguida al rostro, por lo que tuve que apoyarme disimuladamente en la mesa al tener que soportar el leve mareo que padecí.

En mi cabeza no paraban de dar vueltas las imágenes de un Xefil rodeado de aquellas chicas… más recatadas, más acordes a él. Pero no quería admitirlo.

Xefil, ¿le concedes a esta joven dama el placer de bailar con vos? Es… mi primer baile.

Ni me daba cuenta de que, en realidad, estaba muerta de celos.

¿Querida, os encontráis bien? —me preguntó Madame Boyle.

Es...estoy bien —dije, algo avergonzada, intentando excusarme—. Iré a que me de el aire. Estos… estúpidos vestidos.

Oh, claro cariño. Seguramente tu dama de compañía te haya ajustado el corsé demasiado fuerte. Suele pasar. ¿Os acompaño?

No, no hace falta, Lady Boyle —le dije con la mejor de las sonrisas que podía darle—. Iré a las terrazas. Si me disculpa...

Desaparecí entre la multitud, aún notando el mareo de la bebida. A saber lo que había tragado. Cuando llegué a una de las terrazas, percaté que estaba llena de parejas y di media vuelta. Necesitaba encontrar alguna que estuviera libre de personas. Por fortuna, encontré una pequeña tras unas cortinas que estaban corridas y pude respirar hondo y sin necesidad de mantener la compostura. Me quité los zapatos y los dejé en el suelo. Y sin miedo a las alturas por el hecho de haberme entrenado como aprendiz, me subí al borde de la terraza. Fue una auténtica locura con el mareo aún vigente, pero por suerte no perdí el equilibrio. Allí, sentada y con los pies descalzos y danzando en el aire, alcé la mirada y contemplé el cielo estrellado.

“Seré tonta…”

A mis espaldas, la música de los violines anunciaron el comienzo de un bonito vals. Cerré los ojos y me centré en la melodía, intentando recuperarme del ridículo momento. Por suerte, Xefil no parecía haberse dado cuenta.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor Zee » Jue Ene 16, 2014 3:53 am

Joven Xefil, por aquí, por aquí —me llamó de pronto el hombre regordete, distrayendo mi atención durante un momento. Como si fuésemos amigos de toda la vida, me colocó una mano en el hombro y me apremió a seguirlo con unas palmaditas amistosas. Dudando sobre si aquello era una buena idea, me giré hacia Nadhia; pero, para mi alivio, la chica ya se encontraba hablando con la mujer Boyle. Por lo tanto, decidí que no pasaría nada malo y asentí con la cabeza.

Afortunadamente, el hombre no me alejó más que unos pasos de donde estábamos anteriormente. Me llevó hasta donde estaban las otras dos mujeres que hasta hacía unos segundos habían sido parte del pequeño grupo, aunque ahora preferían hablar entre ellas. Muy seguramente el tema de conversación éramos Nadhia y yo.

Madame LeBlanc, me parece que quería presentarle alguien a este apuesto jovenzuelo —dijo el hombre, explicándome indirectamente lo que estaba a punto de ocurrir.

No, no, señor, yo debería… —comencé a decir, pero la supuesta LeBlanc me interrumpió casi de inmediato:

¡Oh, sí, maravilloso, maravilloso! ¡Camille, ven aquí un momento, querida!

Con un entusiasmo casi palpable, la dama llamó a una joven que conversaba a sólo unos metros de nosotros. La experiencia me dictaba que muy seguramente se trataba de su hija. Obedeciendo a su madre, la chica inmediatamente caminó hacia nosotros, pero para mi infortunio la siguió su séquito de amigas, otras tres muchachas que no paraban de reírse en voz baja.

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Madame LeBlanc, debo confesar que Nadhia y yo…“estamos comprometidos”, era lo que iba a decir. Una mentira que me sacaría de aquel embrollo en cualquier instante… de no haber sido interrumpido una vez más, por supuesto.

Camille, corazón, déjame presentarte a Xefil, hijo del Duque Hornigold…

No, madame, el Duque no es…

Camille LeBlanc, señor… —se presentó la joven, tendiéndome la mano. Como era costumbre, le besé delicadamente la palma por educación, algo que a sus amigas pareció divertirles bastante, porque estuve seguro que dejaron salir varios grititos al unísono.

Xefil Arazecsson —hice énfasis especialmente en la segunda parte, corrigiendo así a la LeBlanc mayor—. Lo lamento, tu madre insiste…

Oh, Xefil, no es ningúuuuun problema —aclaró la joven, recargándose en mi pecho y soltando varias risitas sin razón. Y cuando un aroma frutal y penetrante, muy diferente al de un perfume, llegó a mi nariz, entonces comprendí que estaba ebria. O en el camino hacia estarlo.

Justo lo que me faltaba.

Tu nombre… —comenzó a decir otra, moviéndome las pestañas y acercándose hacia Camille y yo— ¿De dónde es…? Es taaan… exótico.

Sí, es un anagrama —expliqué rápidamente, girándome hacia donde estaba Nadhia. Por unos instantes, creí toparme con su mirada. Cuando volví a contemplar a las jóvenes, descubrí que sus pequeños cerebros superficiales no me habían comprendido—. Una reestructuración de las letras de una palabra para crear otra nueva. Si re-acomodas “Felix” se forma “Xefil”, ¿ven? —aclaré, ilustrándome con varios gestos de las manos. En realidad, lo que quería era apartarlas de las de Camille, que se había separado de mí para intentar tomarlas entre las suyas—. Félix, rey de la casa de Noah, fue un supuesto ancestro mío. Aunque debo decir que no tuve el placer de conocerlo.

Las jóvenes y su madre rieron ante mi sencilla broma. Qué molestas.

Xefil, ¿le concedes a esta joven dama el placer de bailar con vos? Es… mi primer baile.

Sí, en un minuto —accedí sin pensar, sólo para hacer que guardara silencio. No me molestaría la atención si aquellas jovencitas no hubiesen disfrutado tanto del vino que se les ofrecía y, más importantemente, si no estuviese acompañado—. Sólo necesito… —me giré hacia Nadhia…

…y ella inmediatamente giró su cabeza hacia otro lado. Y entonces comprendí que, de alguna misteriosa manera, la había cagado, como solían decir algunos en Tierra de Partida. No comprendía qué demonios había hecho para hacerla enfadar, pero evidentemente la urgencia de arreglarlo se apoderó de mí.

Mis disculpas, parece que mi prometida no se encuentra bien —declaré, tajante. Inmediatamente los ojos de todas las féminas, madre incluida, me miraron simultáneamente, con extrañeza reflejada en ellos.

Desde donde estaba, escuché las palabras de Nadhia, tan enmudecidas por el resto del ambiente que parecían un murmullo:

Iré a que me dé el aire. Estos… estúpidos vestidos.

De ninguna manera Nadhia necesitaba que le diera el aire.

¿Tu qué? —quiso confirmar Camille, pero la aparté de mí con un gentil movimiento de mano. La decepción fue evidente en el rostro de su madre.

Lo lamento, fue un gusto conocerlas. A todas. De verdad —mentí con una sonrisa, haciendo ademán de retirarme. Y eso hice: apenas me di la media vuelta, comencé a caminar apresuradamente en dirección a Nadhia.

Excepto que… ya no estaba allí. ¿Pero en qué momento había desaparecido? ¿De verdad estaba tan enfadada? Cuando me paré exactamente en el último sitio donde la había visto, mi confusión fue evidente.

Oh, los celos sí que pueden arruinar una noche, querido… —se lamentó Madame Boyle, decepcionada, mirándome como si esperara alguna respuesta de mi parte. No obstante, no supe qué decirle realmente:

¿Celos? —repetí, sin comprender. Es decir, había mentido sobre lo de nuestro compromiso, y para todos los presentes sería natural que a Nadhia le desagradara el trato de las otras mujeres hacia mí… pero estaba bastante seguro que Madame Boyle no me había escuchado. ¿Y Nadhia? ¿Iba a seguirme el juego a tal grado…?

Y luego caí en la cuenta de que, pese a que en realidad no estábamos comprometidos, yo seguía siendo su pareja del baile y ella la mía. Celos no habían sido, pero claro que no había podido aguantar que la dejara sola al instante.

Con su permiso —me excusé, para luego salir de allí tan rápido como pude sin echar a correr. Me deslicé al interior de la multitud, agudizando la vista para intentar reconocer el vestido y el cabello de Nadhia apenas los viera, aunque fuese sólo por un instante. No perdí el tiempo preguntando si alguien se la había encontrado: en un lugar tan lleno de gente, pocas personas le habrían prestado suficiente atención. Tardaría menos tiempo en buscarla por mí mismo.

Pasé casi volando por los grupos de personas que conversaban a las orillas, me asomé a la pista de baile desde diferentes ángulos, me acerqué a los balcones que estaban abiertos… Buscando en todo sitio, vaya.

En un momento dado, me topé con una figura familiar.

Pero no era la de Nadhia.

¿Némesis…?

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Justo enfrente de mí, reconocí la silueta de la joven hechicera. Sólo que esta vez… podía ver su figura entera y nítidamente, pues ya no la rodeaba la oscuridad. Contemplarla allí de pie frente a mí, completamente visible y alcanzable… me arrebató el aliento. Me quedé en mi sitio, sin poder moverme, con los ojos enfocados sólo en ella y la boca un tanto abierta. Sencillamente, no podía creer lo que veía frente a mí.

Iba ataviada en un vestido rojo, como el color de la sangre… No, como el color de la locura. La falda de éste estaba adornada con bordados dorados, simulando un patrón floral. La zona del escote y sus hombros anchos eran de un blanco purísimo y pulcro, al igual que los largos guantes de tela que se extendían hasta sus brazos y las medias que cubrían sus piernas por completo. Y su cabello, su brillante y listo cabello rubio, tan cercano al blanco… adornado por un listón, del mismo matiz que el vestido y sus resplandecientes ojos.

¡Espera! —llamé, cuando de pronto la Bruja se dio la vuelta y comenzó a alejarse de mí. Me apresuré a seguirla, apartando a la gente que me estorbaba y, cuando llegué hasta ella, la detuve al tomarla del hombro. Gentilmente, hice que se girara hacia mí.

Sus ojos se toparon con los míos. Sin ninguna explicación aparente, su pálida piel adquirió un rubor alrededor de sus pómulos, y sus delgados labios se separaron en una expresión de sorpresa.

¿P-puedo… puedo ayudaros, señor? —inquirió con nerviosismo. Su voz no se parecía en lo más mínimo a la que había escuchado mil veces en la prisión de mi mente y corazón; era suave y tímida, la de alguien que no acostumbraba a alzarla.

Entonces me di cuenta que aquello era imposible.

N-no… —balbuceé, sin saber cómo continuar—. Perdóname, yo… pensé que eras alguien más —me disculpé luego, inclinando la cabeza a manera de disculpas.

¡Oh! —exclamó, asegurándome que comprendía—. No os preocupéis, señor, es usual que eso suceda —después me tranquilizó, con una gentil sonrisa.

Apenado por lo que acababa de ocurrir, no supe cómo seguir la conversación. Y de cualquier manera, recordé que había estado buscando a Nadhia en primer lugar. Así que, despidiéndome sólo con un gesto de cabeza, hice ademán de retirarme.

Sin embargo, la mano de la joven me detuvo, sosteniéndome de la muñeca. Curioso, giré mi mirada hacia ella, cuestionándola con la expresión de mi rostro.

La persona con la que me habéis confundido… ¿Es la persona a la que claramente estáis buscando?

Me sorprendí porque hubiese llegado a esa conclusión tan pronto. No asentí ni negué con la cabeza. Seguía… hipnotizado por ese rostro. Era tan… familiar. Y jamás había contemplado a la Bruja cara a cara. ¿Entonces por qué…?

¿Habéis buscado afuera, en las terrazas? —esta vez alcancé a negar con un movimiento. Antes de que la chica pudiese continuar, sin embargo, se giró hacia un punto concreto de la multitud, como si alguien la hubiese llamado—. Oh, debo irme. Mi amo requiere mi presencia.

¿Amo? ¿Una sirvienta en una fiesta…? Debía servir a alguien demasiado extravagante si llevaba a sus empleados a un baile.

Jessamine —añadió antes de irse.

Xe… Xefil.

Mi conversación con la joven terminó allí. Se despidió con una sonrisa y se alejó con un caminar danzarín, mientras jugueteaba con sus dedos a sus espaldas.

Una sirvienta. El atuendo de una sirvienta.

>>Bruja y sirvienta. ¿Qué más eres…?


***

La sugerencia de Jessamine fue acertada. Una vez que decidí que la suya había sido una idea excelente, no tardé más que unos minutos en encontrar las puertas al exterior y, detrás de ellas, las terrazas.

Inmediatamente salí y me encontré con que la joven no había sugerido aquel sitio sin razón: había bastante gente afuera. Y gran parte de ellos, sorprendentemente, eran lobos solitarios que habían decidido darse un respiro. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza, puesto que en mi castillo la sala del baile no conectaba al exterior directamente.

Suspiré aliviado cuando reconocí a Nadhia sentada en la barandilla. Se había quitado los zapatos y ahora dejaba que sus piernas colgaran por el borde, de una manera precaria y peligrosa. Digna de una Portadora , pensé, con una sonrisa.

Me acerqué a ella sin que lo notara. Estaba de espaldas a mí, de cualquier manera, y con todo el ruido de la fiesta, no me escuchó llegar.

Me quedé de pie un momento, con las manos detrás de mí, puesto que no tenía bolsillos donde meterlas. Sin saber muy bien cómo comenzar, decidí que lo mejor que podía hacer era despejar las cosas. Aclarar todo desde el principio.

¿Estás enfadada? —pregunté directamente. Advertí cómo daba un pequeño saltito en su sitio, sorprendida por escuchar mi voz sin previo aviso. En cuanto estuvo a punto de responderme, decidí interrumpirla—: Aunque no lo estés… quiero disculparme. Supongo que no debí dejarte sola.

>>Son como tiburones —murmuré entre dientes, pero aun así lo suficientemente alto para que Nadhia pudiese escucharme—. Prometo que me quedaré contigo toda la noche a partir de ahora. ¿Te… te gustaría eso?

>>Me alegro… de que el acosado haya sido yo —confesé, pateando el suelo con evidente vergüenza—. No sé qué habría hecho si de pronto Madame Boyle te hubiese presentado a sus tres hijos o algo por el estilo… —decidí guardarme la mentira sobre ella y yo estando comprometidos. No necesitaba saberlo y yo no quería arriesgarme a ponerla más nerviosa.

Los violines seguían sonando a nuestras espaldas.

Me pidió que bailara con ella —dije de pronto, apartando mis ojos hacia otro lado. No me creí capaz de mirar a Nadhia mientras decía lo que iba a continuación—: Le dije que no. Quería que mi único baile de la noche fuese con…

Me detuve. Esperé que ella entendiera el mensaje y me ahorrara la vergüenza de decirlo en voz alta.

No has bailado todavía… —murmuré, mordiéndome el puño con nerviosismo.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor EspeYuna » Jue Ene 16, 2014 11:35 am

¿Estás enfadada? —pegué un saltito en el sitio antes de girarme a Xefil. Me había encontrado, y parecía haber visto mi avergonzante comportamiento. Deseé en aquel momento que se me tragara la tierra. Incluso pensaba que estaba enfadada con él. Fui a resolver el malentendido, cuando él mismo me interrumpió con la palabra en la boca—: Aunque no lo estés… quiero disculparme. Supongo que no debí dejarte sola.

Xefil, no es lo que piensas...

Son como tiburones —Xefil musitó para sí mismo, aunque yo le pude oír fácilmente—. Prometo que me quedaré contigo toda la noche a partir de ahora. ¿Te… te gustaría eso?

Por favor, Xefil, déjame que te explique...

Me alegro… de que el acosado haya sido yo —aquella confesión me dejó muda—. No sé qué habría hecho si de pronto Madame Boyle te hubiese presentado a sus tres hijos o algo por el estilo…

“¿Acaso él… se habría sentido igual que yo? ¿No le habría gustado verme rodeada?”

Me pidió que bailara con ella. Le dije que no. Quería que mi único baile de la noche fuese con…

El rostro de Xefil, acalorado y nervioso, me dio el final de su frase.

¿Conmigo?

No has bailado todavía… —propuso, mordiéndose uno de los nudillos con cierto nerviosismo.

Me bajé del borde de la terraza, con un poco de torpeza por mi parte, pero Xefil me agarró a tiempo. Me puse los zapatos y me dirigí a él, ofreciéndole mi mano, tal y como le había visto hacer a la muchacha que intentó quedarse con Xefil.

“¿Que...quedarse…?”

Xefil, perdona —me disculpé con él. Entonces el joven notaría que estaba algo roja—. Me he comportado como una niña huyendo así. Es que, me dio la sensación de que yo no iba a poder ser como esas chicas.

¿Qué estaba diciendo?

¡Si… si me comporto raro, o digo alguna tontería, también te pido perdón! No sé por qué, me puse nerviosa cuando te vi con ella y… se me secó la garganta, fui a beber algo y…

Mi rojez en las mejillas lo diría todo.

Creo que no fue vino blanco precisamente lo que bebí de un solo trago. Todavía me arde la cara.

>> Y… no estoy muy acostumbrada a beber.

Seguí ofreciendo mi mano a Xefil, esperando no haber estropeado la imagen que tenía de mí.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor Zee » Jue Ene 16, 2014 11:50 pm

(ღ˘⌣˘ღ)

Me sentí Atlas quitándose el mundo de la espalda cuando Nadhia aceptó mis disculpas a regañadientes, aclarando que en realidad no se encontraba enfadada. Un peso enorme del cual me deshice con evidente alivio. De cualquier manera me tranquilizó haberle dicho lo que tenía en mente, puesto que debía sacármelo del pecho. No hacía ningún daño aclarar las cosas, después de todo.

Nadhia intentó bajar de la barandilla de roca, pero inmediatamente quedó claro que no lo lograría con la misma soltura con la que lo había planeado. Creí por un momento que estuvo a punto de perder el equilibrio y, sólo por si las dudas, decidí sujetarla antes de que fuese demasiado tarde. Cuando encontró su balance de nuevo, me separé de ella, espacio que aprovechó para ponerse de nuevo los zapatos.

Xefil, perdona —comenzó a decir, disculpándose conmigo. Como reflejando mi anterior actitud, ella también mostraba cierto rubor en sus mejillas y le costaba un poco sostenerme la mirada—. Me he comportado como una niña huyendo así. Es que, me dio la sensación de que yo no iba a poder ser como esas chicas.

Tienes razón —musité—. Pero son ellas las que nunca se compararán contigo, no--

¡Si… si me comporto raro, o digo alguna tontería, también te pido perdón! —continuó. Me arrepentí por no haber dicho lo anterior en un tono más alto, pues muy seguramente no me había escuchado—. No sé por qué, me puse nerviosa cuando te vi con ella y… se me secó la garganta, fui a beber algo y…

Comprendiendo qué había sucedido, fue imposible no dibujar una sonrisa. Jamás debí dejar que Nadhia se acercara a la bebida; no era difícil adivinar que una chica como ella muy probablemente no había tenido mucho interés en ello y, consecuentemente, no tomaba más que el brindis de año nuevo.

Creo que no fue vino blanco precisamente lo que bebí de un solo trago. Todavía me arde la cara.

>> Y… no estoy muy acostumbrada a beber.


Fue inevitable soltar una risita. En vano intenté disfrazarla, llevándome una mano a la boca para tapármela y haciendo mi cabeza a un lado; pero incluso con la orquesta del castillo a nuestras espaldas y la de la naturaleza al otro lado, con sus ranas, búhos y grillos, fue imposible que Nadhia no me hubiese escuchado.

¿En serio? —quise confirmar, sonriente—. ¿Cómo te las arreglaste para pasarte todo de un solo trago?

Sonreí y le sostuve la mirada a Nadhia, en silencio, feliz porque todo se hubiese arreglado de una manera tan sencilla. No quería admitirlo, pero me mataba de miedo la idea de que ella pudiese estar enojada conmigo. Y que todo ahora pareciera andar sobre ruedas me embargaba con una sensación consoladora y agradable.

No tenemos por qué ir adentro —sugerí, señalando a mi oído con la mano libre, mientras con la otra tomaba la de Nadhia con delicadeza—. Podemos oír la música perfectamente desde aquí.

>>Lady Nadhia
—la llamé, haciendo una leve reverencia mientras besaba su guante—. ¿Me concedería usted este vals?
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor EspeYuna » Vie Ene 17, 2014 12:19 am

Fue obvio que la pequeña risa de Xefil y su intento por cubrirla no pasaron por alto a mis ojos. Evadí la mirada y me puse más roja, avergonzada de ser tan inocente a mi edad.

¿En serio? —me preguntó, con una sonrisa que, aun burlona, era carente de malicia—. ¿Cómo te las arreglaste para pasarte todo de un solo trago?

No lo sé, Xefil. Y espero no volver a pasar por algo así. ¡Es sólo recordar el ardor en la garganta y…!

Me fijé en que Xefil me observaba en silencio, sonriente y con un rostro lleno de paz y serenidad.

No me miraba raro por mi reacción al alcohol. No pensaba mal de mis acciones al haberme ido de aquella manera. Tampoco parecía molesto, y es más, venía a disculparse él por lo sucedido.

Olvidé lo de la bebida y le respondí con otra sonrisa saliendo de mis labios. Con Xefil, podía ser yo misma. Era la primera vez que veía a un chico como… alguien tan especial.

No tenemos por qué ir adentro —señalando a su oído, asentí cuando el joven aceptó mi mano alzada, preparándose para realizar una reverencia—. Podemos oír la música perfectamente desde aquí.

>> Lady Nadhia ¿Me concedería usted este vals?

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Mi rostro pudo ser en aquel momento un volcán entrando en erupción. No, no estaba acostumbrada a que alguien me tratara así. Besándome la mano con una reverencia. Aquello sólo pasaba en los cuentos de hadas, en los libros que tanto había leído. Y Xefil parecía sacado de aquellos cuentos. Sólo que no era únicamente un príncipe encantador. También era sincero, bromista, conocía su auténtica personalidad detrás de la máscara de hijo de noble.

Sí…

Xefil me acercó con delicadeza. Tenerle tan cerca supuso un nuevo sofoco, por lo que no quería encontrarme con sus ojos.

¿Y si te piso?

Cualquiera que fuera su respuesta, siguió enseñándome los pasos del vals. La melodía era muy hermosa, y aprender con Xefil era bastante más sencillo de lo que había imaginado. Hasta que llegó un momento en el que no tuve que ser guiada por él, al menos mediante el uso de la voz. Me dejaba llevar por su cuerpo, danzando allí afuera, bajo las estrellas.

¿Mi… mirarte…?

Xefil hizo ademán con sus dedos para alcanzar mi barbilla y alzar mi rostro. Como suponía, su sonrisa, tan de cerca, era abrumadora. Y sus ojos, de un marrón intenso, me contemplaban mientras girábamos sobre nosotros mismos.

Xefil, gracias por venir esta noche conmigo.

Seguíamos bailando, al son del vals y sin tener en cuenta la noción del tiempo.

Es la primera vez que… me siento así de bien con alguien.

>> Quiero decir… yo…

Sinceramente, no me reconocía. Ni el mismo impulso a acercarme al rostro de Xefil. ¿O era él quien se estaba acercando al mío? Estaba a punto de cerrar los ojos, siguiendo la música, aquellos nuevos sentimientos, cuando...

¿¡Cómo lo estáis pasando!? ¡Tan, tan, taaaaaaan!

* * *


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Perdónale, es sólo un niño.

Ambos habíamos vuelto a entrar en el hall principal. Después de la intromisión de Tandy, a quien Xefil estuvo a punto de alcanzar para hacer guiso con él, mi acompañante y yo decidimos bailar entre la multitud. Ganaríamos dos cosas con ello: en primer lugar, encontrar a Lord Saron, lo cual era la misión más importante de la noche. Y en segundo, para evitar otro rebote provocado por el travieso guardián.

Creo que te tiene cariño. Si no, no te habría encomendado la misión de protegerme.

Intenté reír, pero el bufido de Xefil mirando hacia el balcón decía que era mejor callar sobre Tandy, así que me guié de nuevo por sus pasos. Seguimos un rato así, aunque en aquel momento sonreí: ahora era Xefil quien parecía evadido, sin mirarme a los ojos y con el rostro algo encendido.

Xefil, ¿no es de mala educación no mirar a tu acompañante?

Le regalé una sonrisa, con aire bromista.

¿Cómo crees que será ese tal… Lord Saron?

El broche colgaba de mi traje, a pesar de haberlo guardado en la habitación de invitados. Suspiré.

Ojalá me ayude con el misterio del broche fantasma.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor Zee » Vie Ene 17, 2014 12:21 am

Sí…

Una sonrisa estúpida se me escapó cuando Nadhia aceptó mi invitación. En el fondo sabía que tenía que aceptar, pues aquella era la razón por la que habíamos ido a aquel baile en primer lugar; pero aun así no pude evitar sentir un cosquilleo en el pecho. Una alegría inexplicable. Con delicadeza, llevé su mano a mi hombro y la mía a la cintura, a la par que sujetaba su diestra con los dedos de mi izquierda. La acerqué a mí con ternura, ofreciéndole una ligera sonrisa para tranquilizarla.

¿Y si te piso?

Reí.

Bueno, todos tenemos que hacer sacrificios...

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La música ya había comenzado, pero no comencé a moverme inmediatamente. Me aseguré de que Nadhia estuviese escuchándole y comencé a murmurar los primeros tres números, marcando el ritmo del vals. “Un, dos, tres; un, dos, tres; un, dos, tres…”. Y una vez pensé que Nadhia podría reconocer el compás, empecé a mostrarle los sencillos pasos:

Bien, así que mientras yo muevo el pie izquierdo para atrás, tú avanzas con el derecho… ¿Ves? Así. Ahora giramos un poco, y ahora tú retrocedes con… Bien, Nadhia. Ahora tenemos que repetirlo y formar un cuadrado… Derecho delante, juntos, izquierdo detrás…

Bailar es sencillo. Sólo se necesitan dos cosas: un buen maestro y suficientes ganas de aprender y divertirse. A partir de allí, todo es cuesta abajo. Y lo fue para Nadhia; pues en cuanto dimos dos giros completos y poco más, decidí que ya no era necesario guiarla con mi voz. Sencillamente comencé a marcar mi ritmo en voz baja, pero también terminé por decidir que podía ser una más distracción que una ayuda.

Unos minutos después, añadí:

Nadhia, mírame.

¿Mi… mirarte…? —repitió la chica nerviosa. Me separé de su cintura por sólo unos instantes para levantar su rostro con mi mano. Sin darme cuenta de lo sencillo que había sido malinterpretar mi orden, expliqué:

Sí. No puedes mirarte los pies todo el baile. Debes mirar a tu acompañante.

En cuanto levanté su rostro, fue imposible que nuestros ojos no se encontraran. Bajo la luz de las estrellas, sus ojos avellana parecían brillar con una intensidad increíble. Y me miraban a mí, sólo a mí…

Xefil, gracias por venir esta noche conmigo.

Habíamos bailado ya un rato, pero no me había dado cuenta de lo cerca que estaba de mí. ¿Habíamos estado en aquella posición desde el principio? Por poco y nos abrazábamos; y tengo que confesar que por un instante pensé en hacerlo. Sentía la calidez de su piel mucho más cercana que nunca, de una manera casi íntima.

Es la primera vez que… me siento así de bien con alguien.

De alguna manera, aquello se sintió como una hercúlea victoria. De pronto me sentí como el Caballero de la Llave-Espada más poderoso de todos los mundos. No había ningún logro que pudiese superar al de recibir aquellas palabras.

Nadhia, creo que...

Quiero decir… yo…

Ambos callamos. Mi mirada descendió sólo una pulgada, hacia sus labios, y luego volvió a sus grandes ojos. Y supe que aquel gesto Nadhia lo había visto; pero no dijo nada al respecto, tampoco apartó la mirada. De pronto, sencillamente sentí que debía estar más cerca de ella, que aquel baile simplemente no me bastaba. Casi podía sentir su aliento.

Demonios, sólo quería besarla.

¿¡Cómo lo estáis pasando!? ¡Tan, tan, taaaaaaan!

* * *

Perdónale, es sólo un niño.

¡Te lo prometo, Tandy Vaan Hoghes! ¡Voy a llevarte a las cocinas y meterte a una olla! ¡Me aseguraré de que sea Pema quien te trague entero, por mi reino que lo juro!

Cerré los ojos y dejé escapar un suspiro, con aquellas palabras resonando en mi cabeza. Me esforcé por mantener mi presencia. Después de todo, ya no estábamos solos; dentro de la sala de baile, estábamos rodeados por todos los invitados. No podía permitirme que me viesen estallar e intentando estrangular a un conejo parlante.

Y de cualquier manera, habíamos ido a buscar a Lord Saron. No a bailar. A aquello habíamos ido en primer lugar. Por Saron. No a pasar el rato.

Pues vaya basura.

Creo que te tiene cariño. Si no, no te habría encomendado la misión de protegerme.

No pude resistirme. Un bufido escapó por entre mis labios, mientras hacía a un lado la mirada y lanzaba dagas con ella en dirección al balcón del cual habíamos decidido retirarnos. Ahora era un lugar maldito. Un cementerio de héroes caídos. La morada de la derrota. Nunca volvería a ese endemoniado sitio.

Xefil, ¿no es de mala educación no mirar a tu acompañante?

Touché. Aquello sí me sacó una sonrisa. Volví a mirar a Nadhia, cumpliéndole su capricho.

¿Cómo crees que será ese tal… Lord Saron? Ojalá me ayude con el misterio del broche fantasma.

Bueno, si realmente es un Lord… —comencé, mirando el broche plateado que Nadhia llevaba colgado incluso en el vestido que Mogara había hecho para ella—. Supongo que debe ser alguien bastante elegante, ¿no? Traje tejido en oro, con broches de diamante, ya sabes… —bromeé—. Tal vez haya traído a sus sirvientes, incluso. ¡Oh! —exclamé, recordando de pronto a esa curiosa joven: Jessamine—. Eso me recuerda, conocí a alguien que luce justo como…

Me detuve de pronto, haciendo un gesto de incomprensión que no pasó desapercibido para Nadhia. Cuando me preguntó qué sucedía, expliqué:

No, es que… me di cuenta que no sabrás a quién me refiero.

>>Pero bueno, sobre Lord Saron… ¿crees que debemos seguir esperando? Podemos preguntar si alguien lo conoce
—sugerí, para luego añadir—: A todos menos a las hijas de LeBlanc.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor EspeYuna » Vie Ene 17, 2014 1:07 am

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Bueno, si realmente es un Lord… —comenzó a decir Xefil, e inevitablemente sus ojos se toparon con el broche que colgaba en mi traje—. Supongo que debe ser alguien bastante elegante, ¿no? Traje tejido en oro, con broches de diamante, ya sabes… —le sonreí, esperando que entonces no fuera tan difícil localizarlo entre tanta gente—. Tal vez haya traído a sus sirvientes, incluso. ¡Oh! Eso me recuerda, conocí a alguien que luce justo como…

Tuve la sensación de que Xefil se olvidaba un tanto del vals que estábamos bailando y se detuvo en sus pensamientos, con la mirada perdida.

¿Como quién? —le pregunté con ojos curiosos.

No, es que… me di cuenta que no sabrás a quién me refiero.

Oh, vale —dije, sin darle importancia al asunto. Seguramente se refería a algún aprendiz al que yo no conocía. Éramos muchos en Tierra de Partida, por lo que no me extrañaría que su nombre no me sonara en absoluto.

Pero bueno, sobre Lord Saron… ¿crees que debemos seguir esperando? Podemos preguntar si alguien lo conoce —sugirió Xefil, y antes de que asintiera, añadió—: A todos menos a las hijas de LeBlanc.

Al dirigir su mirada hacia el grupo de muchachas que nos observaba desde fuera de la pista de baile, no pude evitar reír con él. Así que se refería a las chicas que le habían rodeado hacía un rato. Todas observaban descaradamente a donde quiera que fuesen nuestros pies o el ondeo de mi traje que casi rozaba el suelo.

Parece que les sorprende bastante que bailes conmigo, ¿no? —le comenté a Xefil, mientras las jóvenes se tapaban la boca con una especie de abanico para hablar entre ellas— Aunque menos me creo yo que haya pasado tanto tiempo bailando sin que no me haya tropezad… ¡ah!

“¿Pero quién me mandó a hablar?”

Sin embargo, el tropiezo no había sido culpa mía. Xefil consiguió agarrarme a tiempo del choque con otra pareja.

¡Oh, lo siento mucho!

Una pareja que, al verla por primera vez, pensé que eran… estatuas de marfil que habían cobrado vida propia. Tanto la joven de largos cabellos plateados como el muchacho, quien presentaba unos rasgos muy parecidos a los de ella, poseían una belleza inalcanzable.

¿Se ha hecho daño su pareja, señor?

Claramente, se refería a Xefil. Yo le resté importancia, negando con la cabeza antes de poder hacerlo con la voz. Pero es que me había quedado muda por unos instantes: sus ojos grises eran abrumadores. Era muy difícil despegarse de ellos, con una fuerza atrayente y misteriosa.

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No, estoy bien, no se preocupen —dije para restarle importancia a lo ocurrido. La joven, que parecía algo más joven que yo y se encontraba nerviosa por el choque, no dejaba de mirar de un lado a otro.

Entendí que habíamos llamado la atención y que interrumpíamos a otras parejas que se acercaban con el son de la música a nuestra posición. Me aparté con Xefil y el joven hizo lo mismo con su acompañante, algo cohibida.

Perdonadnos —se disculpó de nuevo el apuesto joven—. Es el primer baile de mi hermana y está algo… patosa.

¡¡Arthur!! —profirió la hermana del muchacho, sonrojando inocentemente— Es vergonzoso que a los dieciséis sea mi primer baile en palacio…

También es el mío —decidí interferir. Por alguna razón, me veía reflejada en la muchacha minutos antes de que Xefil me ayudara a encajar. Le sonreí cómplice a Xefil y añadí—: yo tengo más de veinte primaveras, y fíjese, es la primera vez. A mi tía no le agradaba este tipo de celebraciones y me tenía encerrada.

>> Pero gracias a Lord Xefil, he tenido la oportunidad de venir.

Por gracioso que pareciera, me estaba resultando divertido actuar, usando la mismísima máscara de mi acompañante. Me aferré a él por el brazo y comenté por último:

Y, entre nosotras, estás preciosa.

La reacción de la chica fue adorable. Con una rojez tibia combinada con la blanca piel que la hacía parecer una muñeca de porcelana, sonrió y correspondió a mi halago:

Usted… también está muy hermosa. Qui-quiero decir… ¡oh, mis modales! ¿Cómo se llama… Lady…?

Nadhia. ¿Y el tuyo? —pregunté, olvidándome por completo de usar los modales correctos.

Clara.

Bueno, Clara —dijo Arthur, con una voz siseante y bromista. Su hermana le devolvió la mirada, con una mueca de miedo—. ¿Qué te parece si hacemos un cambio para compensar a nuestros dos nuevos acompañantes de un estrepitoso encuentro en tu primer baile?

>> Claro que, si a Lord Xefil no le importa concederme la mano de su prometida durante una sola pieza.

“¿¡Qué!?”

¿Pro-prometida? Creo que se equivoca… yo y Xef… quiero decir, yo y Lord Xefil no estamos… esto…

Parece que es igual de tímida que mi hermana pequeña, Lady Nadhia —sonrió Arthur, sin sorprenderle mi cara de sorpresa—. Aquella dama, LeBlanc, no para de comentar la buena nueva entre los invitados, aunque parece más decepcionada que otra cosa. Déjeme felicitarla de antemano bailando con un hombre más antes de desposaros.

No entendía nada. Miré a Xefil, quien parecía igual de perdido que yo. O, simplemente, no me imaginaba que él hubiese dicho tal cosa. ¿Además, qué motivos le llevarían a hacerlo?

Entonces, Lady Nadhia, ¿me concede el honor de un baile con usted?

Me giré a Xefil, esperando su aprobación. No habíamos venido precisamente a pasarlo bien, y sabíamos que nuestro principal objetivo era Lord Saron. Sin embargo, ante su extraña aceptación, comprendí que quizás fuese necesario separarnos y buscar cada uno pistas sobre su paradero, sobre alguien que lo conociera.

Será un placer, Lord Arthur —acepté, alzando mi mano y actuando como debía.

Antes de desaparecer en la pista con el joven, eché un último vistazo a Xefil. Intentando parecer más confiada y para evitar que se preocupara más de la cuenta, le sonreí.

“Sólo será una pieza. No durará ni diez minutos.”

No llegaría a imaginar que aquel cambio de parejas sería el comienzo de los problemas.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor Zee » Vie Ene 17, 2014 1:20 am

Parece que les sorprende bastante que bailes conmigo, ¿no? — señaló Nadhia, mirando en dirección al grupillo de chicas. “Sorpresa” no hubiera sido la palabra que yo hubiese preferido, no exactamente. Estaban más molestas porque hubiese preferido bailar con “mi prometida”. Al haber rechazado a Camille por ésta última, accidentalmente había implantado en ella una necesidad subconsciente de ganarse mi aprobación y demostrar superioridad a Nadhia. Sus mentes superficiales eran fáciles de comprender— Aunque menos me creo yo que haya pasado tanto tiempo bailando sin que no me haya tropezad… ¡ah!

Fail —reí, pero no por ello la dejé caer al suelo. Por supuesto que aproveché la oportunidad para evitar que cayera, envolviéndola con mis brazos y ganándome un abrazo que no estaba dentro de lo planeado.

¡Oh, lo siento mucho!

Quien se había disculpado era una joven chica, mucho más joven de lo que éramos Nadhia y yo, y a quien le acompañaba un hombre tan parecido a ella que bien podrían ser hermanos. En realidad, muy seguramente lo eran: ambos tenían piel tan blanca como la leche y cabellos de un gris tan claro que se confundía con el color de la plata; sus facciones eran delicadas y exquisitas que se parecían a los elfos de leyendas.

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¿Se ha hecho daño su pareja, señor? —inquirió el hombre, con una preocupación que, curiosamente, no se me antojó fingida. Al menos educación y cortesía tenía, y eso me aliviaba. No tendría que partirle la cara a un completo indecente, sino sencillamente gritarle a un atento caballero.

Bueno, eso si resultaba que Nadhia se había hecho daño. Pero, afortunadamente, no había sido así. Al querer confirmar su respuesta, dirigiendo mi mirada hacia ella, me percaté de cómo se precipitaba a negar con la cabeza.

No, estoy bien, no se preocupen —aclaró Nadhia, sin otorgarle mayor relevancia al asunto. Y no obstante, parecía que todos alrededor lo hacían, pues no dejaban de mirar en nuestra dirección cada vez que daban una vuelta. ¿Nos habíamos detenido? Eso era bastante inapropiado, por lo que urgí a Nadhia para que nos hiciéramos a un lado. La pareja de elfos nos imitó casi de inmediato.

Perdonadnos —se excusó de nuevo el joven. Sorprendí a Nadhia sin poder despegar su mirada de la de él, lo cual me llenó con un inexplicable calor que parecía ir directamente a mis puños… y a mis orejas.

“¿¡Por qué lo miras a él, Nadhia!? ¡Mírame a mí, vienes conmigo!” —declaró una voz femenina en mi cabeza, resonando en el interior de mi mente y claramente imitándome con un tono un poco más grave de lo normal. Acompañada estuvo luego por una risita traviesa.

Gruñí por el comentario de la Bruja, mientras me mordía el labio para no hacer ningún otro gesto. La verdad era que me moría de ganas de decirlo, pero no quería admitirlo.

Es el primer baile de mi hermana y está algo… patosa —explicó el hombre, excusando el comportamiento de la joven y demostrando mi teoría de que aquellos dos eran parientes.

¡¡Arthur!! —protestó la chica, reclamándole por haber revelado aquel secreto que ella habría preferido mejor llevarse a la tumba. Sus mejillas se tornaron algo rozadas por la leve e inofensiva humillación— Es vergonzoso que a los dieciséis sea mi primer baile en palacio…

También es el mío —reveló Nadhia, para mi sorpresa reanudando la historia que habíamos decidido tejer entre los dos. Extrañado por sus palabras, me giré hacia ella, pero cuando me respondió con una sonrisa, supe que lo tendría controlado—. Yo tengo más de veinte primaveras, y fíjese, es la primera vez. A mi tía no le agradaba este tipo de celebraciones y me tenía encerrada.

Perdona, ¿cuántas primasqué? —repetí atropelladamente, sin poder creerme lo que había dicho. Parpadeé varias veces, como si intentase despertar de un sueño o una alucinación.

¡Había dicho más de veinte! ¡Aquello no era parte de la mentira! Si sabía muy bien que Nadhia tenía… tenía... ¿Cuántos años tenía Nadhia?

Quise azotarme con un látigo a manera de castigo cuando me di cuenta que en realidad no sabía la edad de Nadhia. Jamás se lo había preguntado, ni una sola vez. Habíamos pasado ya dos noches enteras juntos y jamás se me había cruzado aquella cuestión por la cabeza. Es decir, era cierto que lo ocurrido en Ciudad de Paso nos había quitado gran parte del tiempo para conocernos, pero allí y en aquel momento…

¿Pero no era la regla de oro de todo caballero jamás preguntarle a una dama por su edad? ¿Había entonces hecho en bien en no hacerlo? No sabía si Nadhia se sentiría halagada u ofendida al enterarse que yo había pensado que ella tenía aproximadamente mi edad, si no es que menos.

Pero incluso así, el innegable hecho permanecía. Nadhia era mayor que yo. Por un par de años al menos. Más de veinte podía significar veintiuno, o veintitrés, o veintinueve… ¿Por qué limitarse a la segunda decena? Más de veinte podía significar treinta, cuarenta, setenta…

¡Podía estar bailando con una vampiresa y ni siquiera estar enterado!

¿Qué era yo? ¿Santo o pecador? ¿Héroe o villano? ¿…o iluso?

Bueno, Clara…

Súbitamente, reparé en que de alguna manera Nadhia parecía haber usado sus poderes temporales una vez más y me había arrastrado al futuro; puesto que era imposible que me hubiese pasado tanto tiempo pensando que un gigantesco trozo de la conversación se me hubiese perdido para siempre. Aunque el dilema de la edad de Nadhia sí había logrado que mi mente trabajara como una locomotora, no había manera… No, sencillamente no era posible.

Resumen mental: el hombre se llamaba Arthur y la chica se llamaba Clara. Era todo lo que necesitaba saber. Eso y que Nadhia era mayor que yo…

¿Qué te parece si hacemos un cambio para compensar a nuestros dos nuevos acompañantes de un estrepitoso encuentro en tu primer baile?

La mirada de Clara no pudo reflejar de mejor manera su miedo. Y, de alguna manera, que estaba acostumbrada a lidiar con que su hermano hiciera aquella clase de planes involucrándola. Intenté tranquilizarla con una sonrisa nerviosa, pero internamente seguía pensando en cuántos meses tenía el año en Villa Crepúsculo y si de alguna manera las cuentas podían estar equivocadas.

Claro que, si a Lord Xefil no le importa concederme la mano de su prometida durante una sola pieza.

De alguna manera, la frase de Arthur me pareció más un reto que una confirmación por mi consentimiento. ¿Y si tenía ganas de decirle que no, que fuese y bailase con su hermanita en un rincón? Todavía tenía cosas que discutir con Nadhia, por ejemplo: su edad, cuántos años tenía, su cumpleaños y el intervalo de tiempo que había pasado en criostasis.

Pero Nadhia llegó primero. Y sorprendentemente, ni siquiera respondió a la pregunta del hombre, sino que pareció estar más asombrada por otro pequeño asunto que se me había olvidado mencionar… deliberadamente.

¿Pro-prometida? Creo que se equivoca… yo y Xef… quiero decir, yo y Lord Xefil no estamos… esto…

Parece que es igual de tímida que mi hermana pequeña, Lady Nadhia —declaró Arthur, con un tono algo burlón en su voz y una sonrisa que reflejaba exactamente lo mismo—. Aquella dama, LeBlanc, no para de comentar la buena nueva entre los invitados, aunque parece más decepcionada que otra cosa. Déjeme felicitarla de antemano bailando con un hombre más antes de desposaros.

Dejé salir una risita nerviosa, la cual esperaba no se me notara mucho. Intentando con osadez mantener nuestra (o más bien, mi) mentirilla a flote, abracé a Nadhia y la pegué a mí mientras explicaba:

Lo siento, mi amor, estaba tan emocionado que no pude evitar comentarlo por aquí y por allá…

Entonces, Lady Nadhia, ¿me concede el honor de un baile con usted?

Dejé salir una tosecilla, obviamente para llamar la atención de Nadhia y Arthur.

“Yo soy el futuro marido, deberías pedirme permiso a mí”.

Cállate… —murmuré, cuando en realidad quise decírselo a la Bruja sin siquiera separar mis labios. Mis ojos se entornaron por el terror que me ocasionaba la posibilidad de que aquella tajante orden pudiese malinterpretarse, pero intenté disfrazarlo con una sonrisilla nerviosa.

Nadhia se giró hacia mí sin saber muy bien qué hacer. Era bastante tradicional bailar con los futuros novios antes de la boda, esperando celebrar, eso era cierto; pero nunca sucedía sin pedirle permiso a ambos implicados. Y aquel hombre, más que pedirme permiso, me había retado. No estaba seguro sobre si quería confiar en él… había algo en su persona, pero no en la de su tímida hermana, que me molestaba como una fastidiosa espina clavada en mi piel.

Decepcionado, comprendí que Nadhia no era de Reino Encantado ni de aquel “Castillo de los Sueños”. Era de Villa Crepúsculo. Y no era mi esposa ni mucho menos; era mi amiga y mi pareja de baile, nada más. No necesitaba mi permiso…

Tragando saliva, asentí con la cabeza y le entregué su mano al tal Arthur.

Será un placer, Lord Arthur —aceptó entonces Nadhia, e inexplicablemente sentí cómo si se me hubiese clavado una daga en el pecho. Hice una mueca de dolor mientras el joven y mi pareja desaparecían en la pista, arrepintiéndome de inmediato por haberle dado mi permiso a ambos.

Pero pronto recuperé la compostura, dejando salir un suspiro y tendiéndole mi mano a Clara. Si realmente era un intercambio de parejas, me tocaba a mí bailar con ella. Sería maleducado dejarla sola.

Tal y como había hecho con Nadhia hacía ya casi una hora, le dediqué a la joven una reverencia y le besé la mano que había tomado en la mía, preguntando cómo era costumbre:

Lady Clara, ¿me concedería este baile?

Y dicen que es maleducado no mirar a tu pareja durante el vals, pero la verdad era que incluso la cautivante belleza de la joven Clara no fue suficiente para mantener mis ojos quietos en ella. De vez en cuando levantaba la mirada por encima de su hombro (o incluso por sobre el mío) para intentar mantener a Nadhia y Arthur bajo la más severa vigilancia.

Tu hermano es bastante apuesto, al igual que tú. Por eso, asumo que debe ser hombre casado. O al menos comprometido. ¿Estoy en lo cierto? —declaré, en un vano intento por iniciar una conversación—. Estoy en lo cierto, ¿no? —repetí, mientras mis ojos comenzaban a destellar como dos faros color rubí.

>>¿Una novia, al menos…? —añadí en voz baja, volviendo a mirar por encima de todas aquellas cabezas para intentar tenerlos contemplados. Y, desgraciadamente, parecía que pronto comenzaban a desaparecerse de mi estricta vigilancia.

Mis ojos de vez en cuando amenazaban con apagarse, pues nunca los había encendido voluntariamente. No por tanto tiempo y sin un impulso real como la ira o el miedo. Sin nada más que especulación, los celos no demostraban ser suficientes para mantener la Locura viva. Pero me esforzaba por mantenerlos encendidos el mayor tiempo posible, de cualquier manera.

Vamos, demuestra a esta niña que su hermanito se está metiendo con alguien peligroso… —pensé, cambiando de plan en último minuto para así mantener mis inhumanos ojos clavados en los de Clara.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor EspeYuna » Vie Ene 17, 2014 1:38 am

Lady Clara, ¿me concedería este baile?

La joven, tímida e inocente, miró a su alrededor. Dándose cuenta de que toda la gente que miraba a su nueva pareja, quien dejaba a su prometida en manos de otro hombre, pudo suspirar aliviada de que no era tanto el centro de atención como había imaginado. Aceptó la propuesta de Lord Xefil y se aferró a él, no tanto como lo hubiera hecho con su hermano, pero sí lo suficiente para mantener la compostura en aquella fiesta dominada por el fraude.

*****


“Esto es… incómodo.”

Nunca hubiera podido imaginar que la ausencia de Xefil ocupara un vacío tan grande. Arthur y yo sólo habíamos dado un par de pasos, lentos y cuidadosos. Apenas habían pasado dos minutos desde que me separé de Xefil… y le extrañaba.

No era lo mismo. A pesar de haberme comportado de forma tímida con Xefil durante el baile, él me seguía tratando como una confidente y amiga. Me había enseñado a bailar, se reía de mis comentarios… con tanta naturalidad, que cada sonrisa de aquel joven de ojos grises que tenía frente a mí no me inspiraba confianza alguna.

Tampoco era malinterpretar sus intenciones. Podía ser un buen muchacho, pero por supuesto que no podía comparar su porte con el de Xefil. Él era mi amigo, Arthur un completo desconocido. Xefil era...

“Mi prometido”, repetí de repente en mi cabeza, con mis mejillas ardiendo en supernova. Recordando el abrazo de Xefil y sus palabras, no pude evitar pensar en ellas, intentando darles algún sentido. Pero era incapaz.

Por supuesto, ser su prometida seguramente había formado parte de nuestro disfraz. Una pequeña mentirijilla, y quizás para que aquellas chicas no volvieran a molestarle. Hasta ahí, todo bien. Pero, ¿por qué estaba emocionada con la idea?

Y lo que es peor, ¿me desilusionaba la idea de que fuese todo mentira?

En aquel momento me estaba dando cuenta de lo mucho que Xefil me importaba. Pero no, no podía ser que de verdad Xefil me…

“¿Xefil… me gusta…?”

Una idea que pasó a bombardear mi pecho con una pizca de nerviosismo. Pues me estaba enfrentando a un sentimiento totalmente nuevo para mí.

¡Oh, vamos! Me sentía completamente estúpida.

Está muy callada, Lady Nadhia —desperté de mis pensamientos cuando Arthur llamó mi atención—. ¿Se siente incómoda, quizás?

Tenía que hacer todo lo posible por aprovechar aquella oportunidad y preguntar sobre el paradero de Lord Saron. Así, pronto volvería con Xefil y aquella pequeña angustia se iría. ¿Pero angustia? ¿Angustia por qué?

Le sonreí a Arthur mientras seguíamos bailando al son del vals:

Un poco, si le soy sincera —confesé, aunque también formaba parte de mi papel—. Sólo he tenido la oportunidad de bailar con Lord Xefil en público.

Y en privado, si no me equivoco —el joven siguió sonriendo, mientras que yo asentía algo tímida con la cabeza—. Debió ser cruel para usted tener que soportar encerrada, sin disfrutar de los primeros días que una rosa florece.

Lo fue, sí —aprovechando aquella oportunidad, le seguí el juego a la mentira de Xefil para calmar los nervios—. A mi tía no le agradaba la gente. Tuvo… problemas en el pasado.

¿Un amor no correspondido?

Puede —levanté una ceja ante la conclusión de Arthur. Algo aguda, pero con cierta lógica—. Supongo que me veía reflejada en ella y no quería que yo pasara por lo mismo.

Bueno, lo cierto es que a veces, las apariencias engañan.

¿Las apariencias?

Un buen ejemplo es esta celebración. Todos los invitados se encuentran bajo el disfraz de la mentira. Incluida usted, Lady Nadhia.

¿Yo…?

De repente, mis ojos se quedaron clavados en los de Arthur. Y me quedé paralizada. Pero en el sentido literal. Un extraño hormigueo me recorría pies y brazos, ni podía girar la cabeza.

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¿Por qué, Evangeline? ¿Cómo teniendo un nombre tan hermoso… te escondes bajo este repulsivo ser?

La parálisis incluso afectaba a mis ojos, impidiendo por completo que pudiera mirar más allá de los hipnotizantes ojos grises de Arthur. ¿Quién… quién demonios era?

Pero cuando fui a abrir la boca, me di cuenta que mis labios estaban sellados. Asustada, forcejeé, pero un dolor agudo en la sien hizo que me mareara.

¿Acaso te has olvidado de lo que duele cuando no me obedeces? —al intentar girar la cabeza, otro escalofriante calambre me recorrió el cerebro y desistí— Pero eso era lo que más adoraba de ti, Evangeline. Que te hacías la difícil.

>> Y ahora, ¿por qué no regresamos con nuestro dueño?

Sus ojos se tiñeron de un tinte azul del que no pude escapar. El oleaje que invadía sus ojos me transportó a su trampa.

Tandy… Xe...fil…

*****


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Xefil despertó en la habitación donde había visto a Nadhia transformarse. El aroma del cuarto le era muy familiar, por lo que sólo podía tratarse de la misma. Atado a la cabecera de la cama, y con el cuerpo totalmente aturdido, divisó una figura peinándose en el tocador.

Oh, ya despertaste —era Clara, pero algo extraño ocurría con ella. Sus ojos mostraban un tinte más oscuro y se hacía una trenza hacia el lado. Y la expresión de su sonrisa era diferente, más… siniestra y atrevida—. Pensé que tardarías. Forcejeaste tanto que llegué a pensar que acabarías muriendo en mis brazos… y habrías conmocionado a los invitados, créeme. Hablaban mucho de ti, Lord Xefil.

>> Y de tu prometida… debo decir que tienes un gusto horroroso.

Xefil recordó con claridad lo sucedido. Intentando preguntarle o sonsacarle información sobre su hermano mayor, de repente sintió que su cuerpo no respondía. Un fuerte hormigueo se había apoderado de él, y pudo ver en la lejanía como Nadhia miraba con una expresión vacía a los ojos de Arthur. Éste sonrió, la abrazó consigo y se la llevó de la sala. Xefil había estado a punto de ir a por él, pero al forcejear con el misterioso hechizo, sus neuronas ardieron. Y cuanto más lo hubo hecho, más pronto consiguió perder el conocimiento.

La muchacha se giró al joven y se sentó en el filo de la cama.

La verdad es que eres bastante apuesto… pero nunca podrías compararte con nuestro señor.

>> Me recuerdas a ese… repulsivo aventurero.

Acariciando la mejilla de un Xefil mareado y confuso, la apretó con fuerza. A pesar de su aspecto inocente, la verdadera Clara, fuera quien fuera, mostraba una letalidad atroz en algo tan simple como un gesto, supuestamente, cariñoso.

Esa asquerosa abominación que cambió por completo a mi hermana pequeña.

>> Mi niña, mi Evangeline. Y ahora, atrapada en ese broche. Pero bueno…

De pronto, la muchacha mostró su faceta falsa, y con un tono infantil, exclamó:

¡Qué más da el pasado! ¡Mi hermanita está de regreso!

>> Seguramente Arthur ya se haya desecho de esa… ¿Nadhia? No le gustan demasiado el olor que desprendéis vosotros… los portadores de la Llave-Espada.

>>> Irónico que ame tanto a nuestra hermana, tras traicionarnos. Pero es que Evangeline era tan hermosa, tan bonita… tan dulce… que era imposible no perdonarla.
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Re: [Castillo de los Sueños] Cordialmente invitado

Notapor Zee » Vie Ene 17, 2014 1:50 am

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No sabía que los celos podían ser una de aquellas cosas que podían despertarte de un sueño, como el miedo, el dolor o la urgencia de tener algo que hacer. Pero lo era; y acababa de descubrirlo cuando abrí los ojos de golpe y llamé el nombre de Nadhia inconscientemente. Ni siquiera sabía con claridad en qué momento había caído dormido, pero aquella sensación ardiente en el pecho sólo podía significar que algo de lo que Nadhia había hecho no me convencía en lo más mínimo.

Intenté acomodarme en la cama para tener una posición más cómoda, pero descubrí con temor y extrañeza que no podía mover los brazos y las piernas. Al intentarlo sentía algo limitando mis movimientos en la zona de las muñecas y los tobillos, por lo que supuse que alguien me había atado a la cama.

Y su identidad fue revelada más bien pronto. Allí en la habitación, exactamente en la misma habitación donde se había quedado Nadhia, me acompañaba la joven Clara. Se hallaba sentada frente al tocador, arreglándose el cabello, y sus ojos se toparon con los míos a través del reflejo.

Oh, ya despertaste —señaló, con una sonrisa algo tétrica, un gesto que no cuadraba con la impresión que me había dado antes. Aquella no era la chica tímida que había sido acompañada por su hermano travieso—. Pensé que tardarías. Forcejeaste tanto que llegué a pensar que acabarías muriendo en mis brazos… y habrías conmocionado a los invitados, créeme. Hablaban mucho de ti, Lord Xefil.

Deja el “Lord” a un lado —pedí, sintiendo que las palabras me costaban más esfuerzo del usual—. No soy uno. Es molesto.

Y de tu prometida… aunque pareces saber muy poco de ella, ¿verdad?

Otro reto. Parecía que tanto Arthur como Clara eran bastante parecidos, no sólo físicamente. Sólo que ella parecía ser mucho mejor con los disfraces; puesto que, mientras algo en su hermano me había molestado, no había tenido ni la más mínima sospecha sobre ella.

Con una sonrisa traviesa, se levantó de su asiento y se sentó al borde de la cama. Con cariño, comenzó a acariciarme la mejilla, pero pronto su gesto se volvió algo más siniestro, pues me pellizcó esta con fuerza. Me quejé con un gruñido a la par que apartaba la cabeza.

La verdad es que eres bastante apuesto… pero nunca podrías compararte con nuestro señor —señaló la joven.

¿Quieres apostar? —reté entonces, intentando encender mis ojos. No respondieron. En silencio, llamé a la Bruja...

Me recuerdas a ese… repulsivo aventurero.

>>Esa asquerosa abominación que cambió por completo a mi hermana pequeña.


¿Cé… Cédric…? —inquirí. No recordaba muy bien los detalles, pero Nadhia había mencionado…

Mi niña, mi Evangeline. Y ahora, atrapada en ese broche.

El broche… ¿El mismo que Nadhia llevaba y cuya historia me había contado hacía sólo unas horas? El nombre que Clara había dicho coincidía, tanto con el relato de Nadhia como con el de la carta. Entonces ellos debían saber más sobre aquel broche.

Pero Evangeline… ¿su hermana? La joven que vivía atrapada dentro del broche, ¿era hermana de Clara y Arthur? ¿Aquella era la razón por la que habían tomado a Nadhia?

Una imagen llegó como un destello a mi cabeza. Clara y yo bailando, mientras el cuerpo comenzaba a pesarme y un ardor increíble atacaba el interior de mi cabeza. La Bruja gritando algo, mientras Nadhia era arrastrada por Arthur hacia otro sitio completamente diferente. Los invitados contemplándonos, pero sin hacer nada, seguramente asumiendo que Clara sólo cargaba con un amigo que había bebido demasiado.

Y luego… negro. Negro hasta que había despertado prisionero en aquella cama.

Su nombre es Nadhia —corregí, tajante—. Nadhia Hoghes.

Pero bueno… ¡Qué más da el pasado! ¡Mi hermanita está de regreso!

¡¡Ella no es tu hermanita!! —rugí, finalmente sintiendo la calidez de la Locura recorrer mis venas y ascender hasta mis iris, los cuales se iluminaron con su luz carmesí—. ¡¡Ella es mi…!!

Mi… ¿mi qué…?

Seguramente Arthur ya se haya desecho de esa… ¿Nadhia? No le gustan demasiado el olor que desprendéis vosotros… los portadores de la Llave-Espada.

Comencé a forcejear en la cama. ¿Qué demonios me estaba sujetando? ¿Cuerdas? ¿Cadenas? ¿Magia?

Irónico que ame tanto a nuestra hermana, tras traicionarnos. Pero es que Evangeline era tan hermosa, tan bonita… tan dulce… que era imposible no perdonarla.

Si no dejan a Nadhia en paz, juro que…

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Mi brazo comenzó a arder con fuerza. Literalmente, de eso estaba seguro, porque incluso creí ver vapor salir de él. Y, sin duda, a Clara tampoco le pasaría desapercibido. De una herida que antes no había estado allí, que cruzaba toda la parte anterior de mi antebrazo, comenzó a brotar sangre a borbotones, la cual empezó a empapar la cama y mis ropas en cuestión de segundos. Y si Clara no se levantaba, también a ella.

Némesis… —murmuré entre dientes, mientras tensaba todos los músculos de mi cuerpo. La Bruja no respondió, pero un familiar tintineo de metal contra metal me hizo saber que el permiso que le había otorgado en silencio había funcionado.

Al menos cinco cadenas caerían al suelo en mi Descenso al Corazón.

La sangre dejó de fluir y en su lugar, comenzó a salir un espeso líquido negro que comenzó a envolver mi brazo como un guante. Mezclado con venas de color carmesí, una especie de armadura comenzó a recubrir mis dedos, mi mano, mi antebrazo… Muy pronto, una tétrica garra apareció donde antes había estado el humano y cotidiano brazo de Xefil Arazecsson.

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¿A dónde se la ha llevado…? —cuestioné, clavando mis ojos en Clara. La joven pronto notó cómo estos habían cambiado; no sólo en el color, que aunque seguía siendo rojo, ya no despedía luz; sino en la pupila, que se había alargado para tomar una forma extrañamente felina—. Contesta.

Hubo una especie de chasquido y de pronto, la joven descubrió que me había perdido de vista. Miró alrededor de la habitación, en todas direcciones, pero no me encontró en ningún sitio. En cuanto se apresuró a abrir la puerta o a asomarse por la ventana, continué:

Te hice una pregunta. No intentes engañarme. No, funciona.

Mi voz venía de las alturas pues, efectivamente, después de haberme teletransportado, me había quedado prendado al techo cual araña. Descendí de un salto y le corté el camino a la joven, apuntándole con la garra. Tras de mí, un par de fantasmas comenzaron a titilar, como dos bombillas esforzándose por continuar encendidas: el marco de dos alas, con cristales transparentes colgando de ellas.

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No sabes quién soy… —murmuré, ladeando un poco la cabeza—. No lo sabes… —repetí. Con una sonrisa tétrica, extendí mi mano libre hacia la chica, que muy seguramente intentó corresponder con su anterior hechizo o con su control mental.

Ninguno funcionaría.

Una fuerza inhumana la arrastró hasta la pared contraria, donde permaneció varios palmos sobre el suelo, como si algo estuviese aplastándola. No había manera de escapar de aquel hechizo gravitatorio, que calaba en los huesos, robaba el aire, aplastaba toda entraña… No sin mi permiso.

Dónde. Está. Nadhia —repetí, acercándome a la joven—. Imagen —rugí después, tan amenazante como pude.

Y por un instante, la voz de la Bruja resonó por la habitación, acompañando a la mía. Dos seres hablando a través de los mismos labios.

Un milagro de la Locura.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
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