[La Cité des Cloches] ¿Quieres salir a ligar conmigo?

[Soul Artist]

—Hola, guapa. ¿Quieres ver un truco de magia?

Y con aquellas palabras la mujer con la que estaba intentando socializar me miró asustada y se alejó lentamente de mí.

No entendía qué pasaba con las féminas de aquel mundo. El truco de magia era uno de mis mejores métodos para lograr que las mujeres se rindieran hasta mis pies, o eso pensaba yo; una de cada tres mujeres en Ciudad de Paso accedía a pasar por el camarote de mi nave gumi cada vez que les impresionaba haciendo desaparecer una moneda y volviendo a surgir tras sus orejas, ¡y sólo cuatro de cada cinco eran prostitutas!

Pero en la ciudad de París ni una sola. Todas huían de mí, y ya había probado el truco con ocho de ellas. Una incluso me pegó un tortazo: ¡a mí, el chico más guapo de todo el Reino de la Luz! Porque no podía decirse que no fuera a la moda: llevaba sobre mis hombros mis enormes cascos, mi abrigo sacado de el espacio digital conocido como La Red que brillaba con un color azul neón muy fuerte y una nueva montura de mis gafas completamente fashion.

Pero nada. Tendría que seguir intentándolo allí, en la plaza de aquella ciudad frente a la enorme catedral de aspecto imponente. Al menos aquello estaba lleno de mujeres, y parecía que querían encender un fuego en cualquier momento para celebrar alguna festividad. Y aunque tuviese que morir en el intento, ¡lograría liarme con alguna parisina!

[Sombra]

Como aprendiz, mi objetivo era conocer mejor el universo y todo lo que pertenecía a él. Era por ello que había ido visitando mundos diferentes esperando no solo encontrar cualquier cosa referente a mi pasado, sino para convertirme en alguien más sabio.

Era por aquello, que en cuanto vi aquel mundo que jamás había visitado leí sobre él y me informé un poco para después dejar en órbita mi Nave y con el Teletransportador del vehículo aparecer en un callejón solitario en el que apestaba a heces.

—¿Qué clase de lugar asqueroso es este? —me pregunté mientras utilizaba la máscara de mi capa para taparme la nariz.

Salí de aquel callejón entrando directamente en una avenida mucho más ancha y llena de gente. La vestimenta era un tanto extraña, pero por suerte mi estilo no era para nada llamativo incluso allí.

La arquitectura de los edificios me permitió saber casi al momento que aquel mundo era un poco atrasado en cuanto a tecnología, por lo que no podría utilizar ningún objeto que utilizase energía eléctrica... Al menos mientras había gente mirando, claro.

Hacia la derecha de aquella avenida, ésta se extendía entre las casas (que no pasaban de las tres plantas) y a la izquierda una enorme construcción captó mi atención.

Nunca había visto algo semejante. Era un edificio desconocido para mí y por tanto, algo que debía conocer y aprender.

Su tamaño me hizo pensar que era un castillo, o tal vez un fuerte, incluso barajé la posibilidad de que fuese un ayuntamiento. Podía ser cualquier cosa e iba a averiguarlo.

Esquivando a los traseuntes fui avanzando sin demasiado problema.

[Soul Artist]

—¡Argh!

¡Nadie quería venirse a mi nave conmigo! ¡Ni siquiera a un triste hotel, o lo que fuera! ¿Es que no veían la increíble belleza que mi rostro a duras penas contenía? O eran ciegos o allí había alguna clase de voto de castidad que les impedía echar un simple polvo. Pero aquella idea era estúpida, claro; hacía tiempo que en prácticamente todos los mundos no se veía de forma negativa el rendimiento sexual con compañeros no sentimentales.

Pero ante una situación desesperada sólo podía recurrir a medidas desesperadas. Me lancé sobre uno de los tenderetes de comercio de frutas y me coloqué encima, ganándome los insultos del propietario. Pero todo aquello me daba igual: era hora de hacer disfrutar a las damas con mi show musical.

—¡Esta canción os la dedico a vosotras!

¿Instrumentos musicales? ¿Quién necesitaba algo tan cutre? Yo a viva voz me bastaba para entretener a todo un estadio. En Atlántica era famoso por ser uno de los mayores cantantes que habían visto jamás. Y no es que me gustara presumir de ello, pero sin duda alguna era uno de mis talentos musicales.

Oh, dama mía,
yo te quiero,
yo te quiero,
ven conmigo
hasta Londres
ven conmigo
hasta Londres.

[Sombra]

No tardé demasiado en abrirme paso hasta una plaza de tamaño considerable que se encontraba justo en frente de aquel edificio.

Tras contemplarlo y degustar mi vista con los magníficos detalles de aquel enorme lugar durante unos instantes que parecieron bastante largos agarré de un brazo a la primera persona que pasó al lado de mí.

—Disculpe. ¿Qué edificio es este? —interrogué educadamente.

—¿No lo conoces? ¡Es la magnífica Catedral de Notre Dame! —contestó con cierto orgullo. Agradecí al varón el cual prosiguió su camino como si nada.

Tenía curiosidad, por lo que pretendí acercarme. Pero antes de que pudiese hacerlo...

Oh, dama mía,
yo te quiero,
yo te quiero,
ven conmigo
hasta Londres
ven conmigo
hasta Londres.

Aquel canto llegó a mis oídos, la voz me resultó muy familiar, por lo que giré la cabeza intentando vislumbrar entre el gentío el foco de aquella voz... Y allí estaba, sobre un pequeño puesto de fruta, ganandose los insultos del dueño de aquel tenderete y la atención de bastantes ciudadanos.

Su atuendo desentonaba demasiado con aquel mundo, ¡incluso llevaba unos cascos puestos! ¿Es que no le habían explicado las normas a aquel imbécil?

Por si no quedaba claro, aquella persona era el "famoso" Ivan Kit. El rey de las meteduras de pata, autoproclamado "El Mejor".

Aunque yo ya no pertenecía a Tierra de Partida, una vena se marcó en mi frente viendo por lo que estaba haciendo. Atravesé la plaza, hacia donde él estaba apurado.

—¿En qué demonios estás pensando, Ivan Kit? ¿Te has vuelto loco?

[Soul Artist]

—¿En qué demonios estás pensando, Ivan Kit? ¿Te has vuelto loco?

—¡Tú!

¡El emo de la bufanda negra estaba en aquel mundo también! Mi cabeza comenzó a elaborar diverdad hipótesis sobre qué hacía allí, frente a mí. ¿Es que las mujeres no accedían a acostarse conmigo porque él se había adelantado a mis movimientos y les había hablado mal de mí? ¿O sencillamente estaba de paso y había tenido la suerte de escucharme cantar?

Sería mejor darle el beneficio de la duda. Aunque ahora nos hallábamos en bandos completamente diferentes no podía negar que Ragun podía ser considerado por mi parte como un compañero en lo más fondo de mí. Habíamos compartido muchas experiencias, al fin y al cabo.

—Oye, no me cortes el rollo. Sólo quiero cantar, ¿vale? Hay unas damas ahí que parecen tenerme ganas.

Y así pues, seguí cantando:

¡La maravillosa Londres!
Con su té, sus pastas,
el comercio superior,
su ejército implacable
y sus espías
que molan mogollón

[Sombra]

—¡Tú! —exclamó señalándome con su dedo índice.

Los curiosos clavaron sus miradas en mí curiosos, obviamente que le hubiese llamado por su nombre significaba que acababan de asociarnos de algún modo y aún más si su reacción había sido esa, que indicaba que nos habíamos visto más de una vez. Algo no muy bueno, la verdad. Aquel mundo me daba mala espina.

—Oye, no me cortes el rollo. Sólo quiero cantar, ¿vale? Hay unas damas ahí que parecen tenerme ganas.

Fruncí el ceño molesto, ¿es que no veía lo que estaba haciendo? No solo estaba el problema de que estuviese siendo demasiado llamativo, sino que además parecía que el dueño del puesto de fruta estaba enfadado. No sería de extrañar que acabasen llamando a los guardias o lo que fuese que mantuviese las leyes y la decencia en aquel mundo.

—¡Hey! —exclamé, siendo ignorado por completo. El muchacho de gafas prefirió seguir cantando aquella canción extraña.

¡La maravillosa Londres!
Con su té, sus pastas,
el comercio superior,
su ejército implacable
y sus espías
que molan mogollón

Bien, aquella canción. Escuchando detenidamente me di cuenta de que hablaba de una ciudad llamada Londres… ¿Pero esta no se llamaba París? Además, estábamos en otro país. ¿Y si estaban en guerra?

En aquella clase de mundos no era de extrañar que hubiese guerras al fin y al cabo.

—Este es idiota —me llevé la mano a la frente con fuerza provocando que el golpe fuese sonoro. ¿Vergüenza ajena? Seguramente—. Ivan… No creo que esa canción sea apropiada en este lugar…

[Soul Artist]

—Ivan… No creo que esa canción sea apropiada en este lugar…

Dejé de cantar y mis ojos se detuvieron en Ragun, que parecía haberse pegado a sí mismo en la frente por algún motivo que no terminé de comprender. ¿Que no era apropiado para aquel lugar? ¡Pues claro que lo era! La gente parecía encantada con mi voz y la letra de mi canción, pues toda la plaza me observaba.

—¡Lo que pasa es que tienes envidia! —eché una sonorsa carcajada al aire, mofándome de él allí mismo. ¡Pobre! Jamás sería un cantante tan estupendo como yo. Me llevó los dedos de mi mano izquierda a los labios y lancé un beso al aire, sonriente y feliz—. ¡Parisinas! ¿Os gusta mi canción?

—¡Es un invasor inglés!

—¡No! ¡Es un brujo!

—¿Qué?

Me quedé perplejo ante las afirmaciones que los franceses comenzaron a hacer en alto. Pero, ¿qué decían? ¡Yo de invasor inglés no tenía nada, si mi mundo de origen de Ciudad de Paso! Pero claro, no podía revelar que venía de otro mundo. La verdad es que tampoco esperaba que conociesen Londres.

Pero sobre la otra afirmación... No sabía bien qué decir.

—¡Pues claro que soy un brujo! —afirmé, sin darme cuenta de las connotaciones negativas que parecía tener la palabra entre aquella gente—. ¡El mejor, si me preguntáis!

[Sombra]

En cuanto dije aquello, el apuesto joven de gafas dirigió sus ojos hacia mí.

—¡Lo que pasa es que tienes envidia! —soltó de pronto. Me resigné, era inútil decirle nada a aquel aprendiz de Tierra de Partida. Si era el mejor en algo era en no escuchar a los demás—. ¡Parisinas! ¿Os gusta mi canción?

—¡Es un invasor inglés!

—¡No! ¡Es un brujo!

—¿Qué?

—No digas que no te he advertido —comenté.

Varios guardias, vestidos con un uniforme algo peculiar aparecieron, era algo tan predecible que ni siquiera me sorprendió.

—¡Pues claro que soy un brujo! —admitió sin más preambulos. ¿Aquel mundo era uno en el que la gente normal utilizaba magia? Bueno saberlo—. ¡El mejor, si me preguntáis!

No te eches tantos aires...

No quería verme involucrado en sus asuntos y tampoco que me llevasen con él si le capturaban por sospechas de ser un espía, por lo que lentamente fui mezclandome con el resto de la gente tratando de desaparecer discretamente. Sería un coñazo tener que empezar una persecucción cuando tan solo quería conocer aquel lugar.

—Que te vaya bien, "El mejor".

[Soul Artist]

—Que te vaya bien, "El mejor".

Purf. Aparté la vista de Ragun mientras se alejaba entre la multitud y volví a concentrarme en mis queridos fans, los cuales parecían especialmente entusiasmados de que el malentendido del espionaje se arreglara. ¡Algunos habían incluso encendido antorchas en mi honor!

—¿Queréis ahora una canción de rock?

—¡Quemad al brujo! ¡A la hoguera!

—¿¡Qué!?

¿¡Cómo que a la hoguera!? ¡Era inhumano quemar a alguien de aquella manera, por el amor del cielo! El tendero de la tienda se animó a la gente y se abalanzaron sobre mí, haciéndome caer de la tienda. Asustado vi cómo todo el mundo me rodeaba, dispuestos a cogerme y cocinarme como yo lo haría con un buen pollo.

—¡E-esperad! ¡La magia es buena! ¡También la usa Ragun! —señalé en la dirección por la que el muchacho se había alejado de mí tras burlase de mi persona—. ¿Es que no habéis visto ni un mísero Electro, malditos paletos?

[Sombra]

Olor a quemado llegó a mis fosas nasales y una ligera humareda empezó a hacer acto de presencia. Varias personas habían empezado a encender antorchas. No entendí el motivo, al fin y al cabo aún era de día y debían faltar bastantes horas para el crepúsculo.

—¡Quemad al brujo! ¡A la hoguera!

—¿¡Qué!?

Osea, que en aquel mundo la magia era algo mal visto y aquellos que la poseían... Iban a la hoguera. Si mal no entendía, era una forma muy dolorosa de morir, quemado vivo. Las llamas abrasando la carne, una muerte lenta...

Sin duda, no me equivocaba en ser precavido con no utilizar ningún objeto electrónico o moderno allí. Bueno, mientras yo seguía mi pequeña excursión, Ivan tendría que escapar en su Glider. Era un Aprendiz y además no podía negarlo, sus poderes mágicos eran bastante fuertes. Unos simples campesinos no podrían hacer mucho.

—¡E-esperad! ¡La magia es buena! ¡También la usa Ragun! —alzó la voz señalándome—. ¿Es que no habéis visto ni un mísero Electro, malditos paletos?

La gente se apartó haciendo círculo alrededor de nosotros. Había demasiada gente, y no podía utilizar magia tan libremente. Fácilmente podría utilizar Miedo librandome de todos los presentes. Probablemente era mucho más fuerte que la mayoría de los que estaban allí. Sin embargo, noté que el miedo ya estaba presente en ellos.

Había varias formas en las que el temor humano aparecía, tres para ser exacto: Huír, paralizarse o... Atacar y parecía que harían lo tercero si les dábamos una oportunidad.

—¡Eres gilipollas! —rugí enfadado. ¿De verdad me iba a ver envuelto en algo así por culpa de él?

[Soul Artist]

—¡Eres gilipollas!

La situación iba a estallar. Siendo consciente de ello me levanté del suelo con cuidado mientras la gente también se apartaba de Ragun, identificándole como otro brujo al igual que yo. El insulto del muchacho no me afectó en lo más mínimo: me limpié el polvo acumulado de la caída y me acerqué a Ragun encogiéndome de hombros y alzando las manos.

—Bueno, perdooona, princesa —nada mejor que una pequeña burla para intentar calmar la situación. No quería enfadarle, pero la realidad era que fastidiarle podía resultar un poco divertido—. Mira, yo mismo voy a arreglar esto, ¿vale?

Me dirigí hacia la multitud y me llevé las manos a la cintura. Estaban aterrorizados con mi presencia, y probablemente afirmarles que yo era un mago no fue la mejor decisión que podía tomar aquel día. Pero, igual que mi encanto había desencadenado aquella situación, yo mismo lo arreglaría. ¿Cómo? Con inteligencia, por supuesto.

—¡La magia es buena! —aseguré sonriente, afirmando con la cabeza con confianza en mis palabras—. Creedme, aprender un par de hechizos no es tan malo. Puedes invocar fuego, volar... ¡E incluso algunos llaman a criaturas oscuras, como los amigos de mi compañero aquí presente!

[Sombra]

La gente se fue apartando al paso de Ivan, el cual se colocó a mi lado como si nada pasase. No pude evitar preguntarme si aquel joven era muy valiente o muy estúpido.

—Bueno, perdooona, princesa —fue toda su respuesta, ¿en serio no se daba cuenta del lío que acababa de montar?—. Mira, yo mismo voy a arreglar esto, ¿vale?

—Más te vale —confié en que intentaría explicarse diciendo que era un simple truco, que su magia era ciencia. Algo que cualquiera pudiese hacer mezclando un par de componentes químicos o algo así... Cuán equivocado estaba.

El aprendiz de Tierra de Partida dio unos pasos hacia la marabunta humana y se llevó las manos a su cintura.

—¡La magia es buena! —repitió nuevamente con gran confianza, mostrando una sonrisa carismática, digna de un vendedor—. Creedme, aprender un par de hechizos no es tan malo. Puedes invocar fuego, volar... ¡E incluso algunos llaman a criaturas oscuras, como los amigos de mi compañero aquí presente!

—¡Pueden invocar demonios y fuego! —exclamó uno de los aldeanos.

—¡Criaturas oscuras salidas del averno que nos matarán a todos! —contestaba otro alzando su antorcha de forma amenazadora.

Entre la multitud, pude ver un montón de lanzas acercándose hacia nuestra posición. Reconocí los uniformes como los mismos que llevaban los tipos de antes. ¡Habían ido a por refuerzos!

Había hecho mal en confiar en Kit.

La gente dejó pasar a la guardia, que no dudó en apuntarnos con sus afiladas armas mientras nos rodeaban.

—¡En nombre de la corona del excelentísimo rey Carlos quedáis bajo arresto! No os resistáis.

[Soul Artist]

—¡En nombre de la corona del excelentísimo rey Carlos quedáis bajo arresto! —amenazó uno de los múltiples guardias salidos de la nada—. No os resistáis.

Retrocedí hasta chocar con Ragun, seriamente asustado por la situación que había desencadenado. Entre los guardias que pretendían capturarnos y la gente que estaba deseosa de no dejarnos pasar frío nunca más estaba empezando a verme sin salida alguna.

—Am... Ragun... Igual deberíamos dejar a estos señores tranquilos. No creo que sean muy aficionados a la música...

—¡A por ellos!

—¡¡Corre como el viento, perdigón!!

Agarré de la mano a mi compañero y salí corriendo en dirección contraria a los guardias, los cuales se abalanzaron con sus lanzas sobre nosotros con no muy amistosas intenciones. La gente parecía dispuesta a bloquearnos el paso, pero fui rápido: invoqué en mi mano un Piro que lancé a los pies de los ciudadanos, los cuales se apartaron de inmediato asustados y nos abrieron una vía de escape.

¡Antes que dejar que me quemaran haría arder todo París!

[Sombra]

Ivan, asustado retrocedió hasta que su hombro golpeó el mío y es que era normal su reacción. Yo también estaba empezando a asustarme y no podíamos utilizar magia a la ligera, pero tampoco podíamos dejarnos capturar, aquello sería nuestra sentencia de muerte.

—Am... Ragun... Igual deberíamos dejar a estos señores tranquilos. No creo que sean muy aficionados a la música...

—¡Si solo fuese a la música no estaríamos en esta situación!

—¡A por ellos!

—¡¡Corre como el viento, perdigón!!

—Creo que esta es la primera vez que estoy de acuerdo contigo —corrí mientras soltaba aquella frase.

Ivan agarró mi mano haciendo que mi cara enrojeciese un poco por la sorpresa, pero no me solté. Desde todas las direcciones trataron de convertirnos en un colador. Velozmente, el mago lanzó un Piro hacia el suelo, cerca de los ciudadanos los cuales se apartaron asustados. Aquello nos dio una vía de escape que no dudamos en utilizar.

Pero tras aquella vía de escape nos seguía una turba enfurecida de parisinos cargados con hoces, rastrillos… ¡Algunas mujeres incluso llevaban utensilios de cocina!

—Esto se nos va de las manos.

Daba igual lo que intentásemos, no los perderíamos de vista fácilmente. Nuestros enemigos, al contrario que los sincorazón podían crear estrategias, colaborar.

Y por supuesto, el teletransporte de mi nave no funcionaba aún, tenía que esperar a que cargase la energía suficiente para que nos trasladase.

—¿Tienes alguna idea?

[Soul Artist]

—Esto se nos va de las manos.

—¡¡No me joribies, Ragun, ya lo sé!!

¡Idiota! ¡Estúpido! ¡Debíamos correr, pensar, actuar! El comentario del chico sólo logró sacar lo peor de mí, que ya estaba demasiado ocupado esquivando parisinos y tiendas variadas. Agarré un puesto de repollos y lo empujé al suelo en mi carrera, esperando que la gente se viera frenada de esta manera. Lo sentía por su dueño, pero era más importante mi vida.

—¿Tienes alguna idea?

"¡Ponerte la zancadilla y que te cojan a ti!", fue lo primero que pensé como respuesta. Pero no, no podía hacer algo tan cruel, o al menos decírselo a la cara. Sería demasiado cruel hacerle conocer un destino que mi mente todavía barajaba.

Miré hacia atrás y vi a la multitud enfurecida esperando darnos caza en cualquier momento. Deseé haber aprendido algún hechizo defensivo o que me permitiese volar, pero desgraciadamente sólo me veía especializado en magia negra ofensiva. Me mordí el labio y apreté el paso.

—¿¡La tienes tú acaso!? —fue lo que finalmente contesté, sin atreverme a dejar tirado a mi compañero. Si me atrapaban no quería morir solo.