[La Cité des Cloches] ¿Quieres salir a ligar conmigo?

[Sombra]

—¿¡La tienes tú acaso!? —contestó perdiendo los papeles por la presión. Bueno, no le culpaba.

—¿Por qué crees que te he preguntado? ¡Bueno, espera! Tal vez... —una bombilla imaginaria se había encendido. Tenía dos habilidades que podían servir para escapar—. ¡Abrázame!

En caso de que dijese cualquier cosa en contra añadiría:

—¡Tú solo hazme caso!

Si lo hacía, me concentraría por unos instantes en la magia en cuestión, Alas del Equinocio.

Un par de alas de oscuridad adosadas a mi espalda hicieron acto de presencia, varias plumas negras se desprendieron rapidamente, al fin y al cabo aquella magia era de duración muy corta.

Me apresuré a dar un par de aleteos con fuerza levantándome en el aire y volando de frente. ¿A dónde? Ni idea, solo quería dejar atrás a aquella panda de locos.

Estábamos a bastante altura por lo que podíamos ver toda la ciudad. Era bastante grande, de vez en cuando podían verse atalayas bastante altas y torres de vigilancia. Desde allí arriba me di cuenta de una cosa más: El número de iglesias. Había muchas, demasiadas por tanto... Eso quería decir una cosa: Aquel mundo tenía una religión que odiaba la magia.

—¿Crees que estaremos a salvo ahora?

Era un alivio estar allí arriba, me sentí seguro en aquel momento. Allí nunca podrían alcanzarnos.

—Mierda... —maldecí demasiado tarde—. Dime que tienes alguna magia que sirva para hacer que el suelo sea blando como un colchón.

A gran velocidad, fui perdiendo altura. ¡Íbamos a caer, a estrellarnos y ya no tenía control para maniobrar!

[Soul Artist]

—¿Por qué crees que te he preguntado? ¡Bueno, espera! Tal vez... ¡Abrázame!

Mi mandíbula se desencajó ante la orden de Ragun. ¿Abrazarle? ¿En un momento como aquel? Buenos, sus brazos parecían fuertes y varoniles, pero... ¡No! ¡Esa clase de pensamientos en mi mente no eran bien recibidos!

—¡¡Abrázate a ti mismo!!

—¡Tú solo hazme caso!

Qué remedio. Me agarré con fuerza a la cintura de Ragun y este invocó dos alas negras con las cuales echó a volar, llevándome hasta las alturas mientras él también me agarraba a mí. Miré al suelo para encontrarme con una multitud sorprendida de nuestra huida, y probablemente más asustada que nunca. Ya les había hablado de la posibilidad de volar siendo mago, pero ahora tenían razones para creerme cuando dije que la magia era algo estupendo.

—¿Crees que estaremos a salvo ahora?

Miré a Ragun con su rostro pegado al mío. Aparte la cara de inmediato y volví a dirigirla al suelo, incapaz de pensar con claridad. Toda aquella situación se estaba volviendo de lo más bizarra.

—Yo...

—Mierda... Dime que tienes alguna magia que sirva para hacer que el suelo sea blando como un colchón.

Y comenzamos a caer. Como si fuésemos dibujos animados empezamos a precipitarnos hacia el suelo, volviendo con la multitud enfurecida. Me llevé las manos a los pómulos y empecé a gritar como un loco, sabiendo que ni siquiera sobreviviría a algo así como para ser quemado. ¿Hielo? ¿Ráfaga? ¡Nada de todo aquello nos iba a salvar de esa torta!

[Sombra]

Pero el destino no quiso dejarnos morir, no en aquel momento al menos. Un montón de paja en el que no habíamos reparado nos salvó la vida. Fue un buen golpe sin duda y bastante doloroso, pero al menos seguíamos vivos.

—¿Estás bien? —le pregunté a Kit todavía abrazado a mí—. Ya puedes soltarme.

Me levanté con cuidado por si tenía algún hueso roto, aunque parecía todo en orden con mi cuerpo. Podía escuchar gritos de cientos de personas y bastante cerca. Lo más probable es que media ciudad se hubiese dado cuenta de dos personas volando para después caer en algún lugar.

Sacudí mi ropa y mi pelo retirando los trozos de paja que se me habían pegado.

—No podemos quedarnos aquí, están muy cerca —apresuré ayudando a levantarse a Ivan si hacía falta. Lo importante es que teníamos que huír cuanto antes.

[Soul Artist]

—¿Estás bien? Ya puedes soltarme.

—¡No! ¡Los monstruos me comerán!

¿Asustado, yo? Sí, y no tenía vergüenza de decirlo. La caída casi me mató, pero aterrizar encima de Ragun (y de un montón de paja) me salvó en el último momento de forma inesperada. Ya me había despedido mentalmente de todos mis seres queridos y me había arrepentido de no escribir mi testamento. ¿Quién iba a cuidar de Pichu tras mi muerte, al fin y al cabo?

Ragun salió del montón de paja y se sacudió esta, pero ni de coña iba a permitirle irse lejos. No me atrevía a salir de allí y era el lugar perfecto para esconderse. Tiré de él y le devolví al montón de paja, reteniéndole con mis dos brazos alrededor de su ombligo.

—¡No es momento para alejarse! —le reproché, forcejeando con él para que no se escapara de mí—. Debemos esperar a que las cosas se calmen, ¿me has entendido? Quédate aquí. Conmigo.

[Sombra]

—¡No! ¡Los monstruos me comerán!

Antes de que me diese cuenta, Ivan estaba tirando de mí provocando mi caída en el montón de paja nuevamente.

Los monstruos nos comerán, ¿eh?

Me sorprendieron aquellas palabras. Por primera vez, Ivan mostraba una faceta que desentonaba con su forma de ser habitual. Como si fuese un niño pequeño y asustado, tan solo le habría faltado ponerse a llorar. Aquella vez, su máscara se había roto mostrando a su verdadero ser. Un joven frágil, un simple adolescente que en algún punto de su vida se había cruzado con alguien que le había mostrado el camino de la llave espada. Probablemente en su vida había visto un sincorazón antes de haber aceptado aquella arma legendaria.

—¡No es momento para alejarse! —explicó agarrándome con fuerza el que me hubiese obligado a volver al montón de paja—. Debemos esperar a que las cosas se calmen, ¿me has entendido? Quédate aquí. Conmigo.

—De acuerdo —asentí, al fin y al cabo tenía razón en aquello—. Me quedaré aquí el tiempo que haga falta.

>>Pero tarde o temprano tendremos que salir. Lo sabes, ¿no?

[Soul Artist]

—De acuerdo. Me quedaré aquí el tiempo que haga falta. Pero tarde o temprano tendremos que salir. Lo sabes, ¿no?

Afirmé en silencio y solté a Ragun, liberándole de la opresión de mis brazos. Escuché cómo un grupo de ciudadanos pasaba corriendo por nuestro lado, todavía buscándonos: nos habíamos librado de una buena. Ahora sólo tocaba esperar a que las cosas se tranquilizaran y entonces podríamos irnos para no volver.

Pero aguantar tanto tiempo allí con el chico de Bastión Hueco era complicado. Había muy poco espacio para los dos, me temía. Poco a poco comencé a sentir mi espacio personal invadido y pegué alguna que otra patada accidental al chico, esperando que se apartara de mí.

Tras diez minutos de incómodo silencio y algún que otro roce involuntario me decidí por acabar con aquella tensión acumulada entre ambos...

—Oye... Desde hace tiempo que quería preguntarte algo, Ragun...

»¿Por qué fuiste con Bastión Hueco? Sé que los otros aprendices dicen que mataste a alguien y que eres malvado y otras gilipolleces, pero...

[Sombra]

Justo en el instante en el que Ivan me soltó ambos escuchamos los pasos apresurados de un grupo de aquellos salvajes. Contuve la respiración un buen rato temiendo que mirasen en el montón de paja y nos descubrieran, pero la suerte nuevamente estuvo de nuestro lado.

Parason de largo haciendo que suspirase de alivio.

El tiempo pasó lento, tal vez demasiado. Lo que parecía una hora no habían sido más que unos pocos minutos, pero claro. Incluso en aquel momento nos buscaban, teníamos que permanecer allí. Podía notar que mi compañero también empezaba a hartarse de estar allí, a agobiarse. Para aumentar más aquel agobio, ninguno de los dos sabía de que hablar, que decir.

—Oye... Desde hace tiempo que quería preguntarte algo, Ragun... —Ivan rompió el hielo de golpe tras un buen rato de que nos hubiésemos escondido.

Le miré con curiosidad y solté un sonido con la boca anunciando que estaba prestándole atención.

—¿Por qué fuiste con Bastión Hueco? Sé que los otros aprendices dicen que mataste a alguien y que eres malvado y otras gilipolleces, pero...

—Tampoco soy bueno, Ivan —corté—. Lo hice, maté a alguien, a un inocente. Pero no me arrepiento.

>>Sin embargo, no lo hice por placer. O moría esa persona o una ciudad entera desaparecería con todos sus habitantes.

Me mantuve en silencio un buen rato.

—Me fui a Bastión Hueco por respuestas y poder. En Tierra de Partida limitaban mis entrenamientos demasiado, además de eso, desde que estoy allí he empezado a recuperar mis recuerdos perdidos. Fue la decisión correcta.

[Soul Artist]

—Me fui a Bastión Hueco por respuestas y poder. En Tierra de Partida limitaban mis entrenamientos demasiado, además de eso, desde que estoy allí he empezado a recuperar mis recuerdos perdidos. Fue la decisión correcta.

Entrecerré los ojos y dediqué una mirada de desaprobación al muchacho. Como respuesta a su afirmación, le pegué una patada en el pecho no muy fuerte, sólo para advertirle que tuviera cuidado con lo que decía. Yo era de Tierra de Partida, al fin y al cabo.

Pero había algo en esa frase que no entendía y no me encajaba con la visión que tenía de Ragun hasta el momento. Quizás alguna vez me había comentado algo, pero de ser así mi memoria había pasado a eliminarlo por algún motivo.

—¿De qué recuerdos hablas? Nunca me contaste nada al respecto.

[Sombra]

—Me fui a Bastión Hueco por respuestas y poder. En Tierra de Partida limitaban mis entrenamientos demasiado, además de eso, desde que estoy allí he empezado a recuperar mis recuerdos perdidos. Fue la decisión correcta.

Ivan me miró extrañado por mi explicación y de pronto sentí como me daba una patada que me pilló completamente por sorpresa. No dolió apenas, pero fue molesto evidentemente.

—¿A qué ha venido eso? —fruncí el ceño sin entender su forma de actuar.

Sin embargo no hubo respuesta, pareció como si estuviese pensando algo profundamente. Aunque no sabía lo qué. A veces me gustaría poder leer mentes.

—¿De qué recuerdos hablas? Nunca me contaste nada al respecto.

—Creía que te lo había dicho cuando perseguimos a aquel moguri de Tierra de Partida —dudé—. ¿No te había dicho que me resultabas familiar? Fue por eso que te ayudé en aquel momento.

[Soul Artist]

—Creía que te lo había dicho cuando perseguimos a aquel moguri de Tierra de Partida ¿No te había dicho que me resultabas familiar? Fue por eso que te ayudé en aquel momento.

Hice un poco de memoria. Sí, recordaba aquello: fue así como conocí a Ragun, al fin y al cabo. Un molesto moguri mensajero no me quería traer el llavero que llevaba días esperando, y en su defensa surgió otra de aquellas apestosas criaturas para defenderle. El chico oscuro me ayudó después de prometerle mi identidad, aunque... Era por algo completamente distinto a lo que Ragun me estaba contando.

—No, no fue por eso —le corregí, cruzándome de brazos y negando con la cabeza al muchacho—. Me ayudaste porque querías saber mi nombre. No te engañes, Ragun, ambos sabemos lo que de verdad querías de mí en aquel momento.

Reí un poco y le di otra patada cariñosa en el pecho. Le sonreí tranquilo, ignorando que aún nos perseguían, y mis ojos entraron en contacto con los suyos. Nunca me había detenido a observarlos demasiado, pero...

Algo se encendió en mi mente. Un flash con su respectiva migraña. Me llevé la palma de la mano a la frente y cerré los ojos con fuerza, dolido por aquella sensación. Había pasado al ver los ojos de Ragun tan de cerca, estaba seguro. ¿Pero por qué? ¿A qué coño había venido?

—J-joder —musité con los dientes apretados—. ¿Tienes una aspirina?

[Sombra]

—No, no fue por eso —se cruzó de brazos negando lo que había dicho—. Me ayudaste porque querías saber mi nombre. No te engañes, Ragun, ambos sabemos lo que de verdad querías de mí en aquel momento.

—No sé por qué, pero siento que debería ofenderme por ese comentario —levanté un ceja.

Ivan empezó a reír y otra patada volvió a golpearme, aunque esta mucho más despacio que la anterior. Una sonrisa contagiosa apareció en su rostro. Nuestros ojos se encontraron, nos miramos.

Pero aquel momento amistoso fue extinguido cuando el joven de gafas se llevó las manos a la cabeza dolorido.

—J-joder —se quejó conteniendo su voz—. ¿Tienes una aspirina?

—N-no —negué—. ¿Ocurre algo? ¿Te diste un golpe con la caída?

[Soul Artist]

—¿Ocurre algo? ¿Te diste un golpe con la caída?

Coño, claro que ocurría algo. Alguien me había metido un maldito taladro en la cabeza, o estaba a punto de explotar y mis sesos revelarían nuestra posición a los ciudadanos enfurecidos. Pero tras unos segundos el dolor comenzó a disminuir, otorgándome un respiro.

Ya no quería volver a mirar a los ojos de Ragun. Era una tontería pensarlo, pero en aquel momento tenía miedo de que aquella migraña volviera. Aparté la mirada de él y guardé silencio durante unos segundos, sin atreverme a contestarle. No quería volver a conectar la mirada con él y que volviese a sucederme, por muy estúpido que sonase.

¿Por qué pensaba que me conocía antes de todo aquello? Yo no le recordaba en absoluto. Pasé años viviendo en Ciudad de Paso y recordaba todos y cada uno de los rostros que me habían acosado en el colegio. Aquellos matones... No pensaba olvidar nunca sus nombres. Pero Ragun no era uno de ellos, estaba completamente seguro.

Pero estaba preocupado por algo más.

—Oye. Si tú ahora estás en Bastión Hueco y yo en Tierra de Partida... ¿Significa que somos...? ¿Enemigos?

[Sombra]

Kit no respondió, simplemente dejó de mirarme. Era como si estuviese asustado de mí.

Me di la vuelta dándole la espalda sin ningún motivo en particular. Quizás para no incomodarle, jamás lo sabría. Pero era extraño, yo realmente quería agradarle en aquel momento. Tal vez... ¿Él había sido alguien importante para mí? Quería averiguarlo.

Iba a decir algo, abrí la boca para preguntar, pero las palabras no salieron. Solo la voz de Ivan:

—Oye. Si tú ahora estás en Bastión Hueco y yo en Tierra de Partida... ¿Significa que somos...? ¿Enemigos?

No contesté al momento, realmente no sabía si éramos o no enemigos por estar en diferentes facciones pero... Una cosa era segura, no quería que lo fuesemos.

—No, no lo somos —fue mi respuesta—. Yo nunca he sido aliado de Tierra de Partida, pero eso se aplica también a Bastión Hueco. Cumplo las misiones que me encomiendan para poder continuar mis entrenamientos allí y hacer mis propias investigaciones, pero nada más. Lo que hagan los Maestros entre ellos o sus relaciones me dan igual.

[Soul Artist]

—No, no lo somos —me contestó con seguridad Ragun, despertando de nuevo una sonrisa en mí mientras seguía apartando la mirada—. Yo nunca he sido aliado de Tierra de Partida, pero eso se aplica también a Bastión Hueco. Cumplo las misiones que me encomiendan para poder continuar mis entrenamientos allí y hacer mis propias investigaciones, pero nada más. Lo que hagan los Maestros entre ellos o sus relaciones me dan igual.

Me alegraba de escuchar aquello. Nunca había querido considerar a Ragun como mi enemigo, pese a su traición al abandonar Tierra de Partida para acabar bajo el mando del terrible Ryota. Pero la realidad era que los aprendices sufríamos más que nadie por aquella división: ¿qué nos importaba a nosotros todo aquel enfrenamiento? Es más, ¿por qué teníamos que estar enfrentados entre nosotros?

No apoyaba los ideales de Bastión Hueco. Para nada, el hecho de haber destruído un mundo era algo que se me hacía difícil de perdonar, y por lo tanto seguiría odiando a Ryota, a Andrei y a cualquiera que hubiesen participado en aquel evento. Pero Ragun... Era diferente a ellos. Y tenía que haber también más gente con otros ideales por tanto.

—Ragun... —musité su nombre en bajo, sabiendo que me escuchaba—. Algún día... Algún día volveré a por ti.

[Sombra]

—Ragun... —llamó. Permanecí callado, pero atento—. Algún día... Algún día volveré a por ti.

Sus palabras hicieron que abriese los ojos como platos. Para mí, Ivan era casi un desconocido, tal vez lo había conocido en el pasado, tal vez. No obstante en el presente, los recuerdos que tenía con él no eran demasiado buenos. Nos habíamos visto bastantes veces, pero no las suficientes como para tener confianza. ¿Qué demonios? Incluso aquellas veces nos habíamos llevado bastante mal. Entonces... ¿Por qué creía sus palabras?

—Je —reí por lo bajo—. Suena como si yo fuese una princesa en apuros.

Justo en ese momento, un pitido fue audible para nosotros dos. Moví el brazo para recoger un poco la manga de mi muñeca para ver una especie de reloj de pulsera que no era otra cosa que el control del teletransportador de la nave indicando que volvía a ser funcional.

—Parece que podremos irnos ya —contesté a cualquier posible pregunta sobre aquel sonido—. El teletransportador de la nave ya está cargado de energía y creo que lo mejor será que nos marchemos. ¿Vamos?

Le tendí mi mano para que la cogiese y que ambos pudiésemos ir a un lugar seguro.