[Selva Profunda] La Horda

[Sombra]

Cronología:
Fatima: ???>Este encuentro>???
Ragun: Dios Caído>Este Encuentro>Villain´s Valley

***

Llevaba demasiado tiempo encerrado en mi habitación. Desde que había tenido que acompañar a Shinju y a Alexis a vigilar a que nuestros invitados abandonasen nuestro castillo, para ser exactos.

Nyx estaba realmente preocupado por mi salud, ya que no hablaba y apenas comía. Simplemente todavía no podía creermelo, que ya no tuviese mi brazo. ¿Y si ya no pudiese volver a blandir la Llave Espada? ¿Podría volver a luchar? Solo sería una carga.

Abrí la ventana de mi habitación, una brisa fresca meció las cortinas y en unos momentos pareció deshacerse del agobiante y cargado ambiente de la estancia al haber estado completamente cerrada durante tanto tiempo.

Invoqué mi llave espada y la blandí frente a un espejo. Mis típicas prendas ya no me servían, por lo que había tenido que pedir a alguien que le hiciese un apaño a las mangas. De alguna manera, mi armadura se había adaptado quitando la manga izquierda. También había que tenido que cambiar el Aro de la Armadura de lugar, ahora era parte del cinturón y no una hombrera ya que no podría llegarle.

Pero había un enorme obstáculo todavía. El viaje entre los mundos. Con una mano me era imposible manejar una nave gumi ya que no podría accionar muchas de las marchas o de los controles de defensa y controlar un Glider que semejaba una tabla de Wind Surf tenía que ser extremadamente complicado también.

Me imaginé teniendo que ir remolcado en una Cápsula de viaje similar a las que se utilizaban para llevar una mascota. Sería bastante patético, la verdad.

Con cuidado, me subí a la ventana de mi habitación y me senté con los pies colgando de una de las torres del castillo. Lancé mi llave espada hacia el aire. A medio camino, ésta empezó a brillar y tras unos segundos volvió transformada a mi lado.

Me impulsé en la pared con los pies quedando sobre el vehículo flotante y agarré la vela. Tenía que probar si al menos podía continuar utilizando los métodos normales de viajes entre mundos.

Empecé a ascender directo hacia el cielo tirando levemente de la vela. Al menos por ahora parecía que no tendría problemas en controlarla.

[Suzume Mizuno]

Fátima invocó el glider con una mueca de resignación; no le apetecía nada hacerse aquel viajecito, pero había un par de libros que quería consultar y sólo podía conseguirlos en Tierra de Dragones. Sabía que había varias obras en los templos sobre los dragones y su cuidado, muy antiguos, pero que no se podían sacar de allí. Así que no le quedaba otro remedio que ir y leerlos en el mismo lugar e intentar memorizarlos. O sacarles una foto con una cámara que había tomado prestada, aunque no estaba segura de que le fueran a dejar acercarse a documentos tan viejos con un objeto extraño…

Bueno, ya se plantearía qué hacer cuando llegara allí.

Subió a su glider y se dirigió hacia el cielo sin demasiadas prisas. De tantas veces que había visitado aquel mundo ya conocía el camino de memoria y empezaba a tomarse con más calma el viajar por el Intersticio, por mucho que siguiera teniendo la sensación de que un día de esos iba a matarse, a tener un accidente o algo parecido. Pero si hasta ahora había tenido suerte, debía intentar no ser pesimista, ¿no?

No esperaba tardar demasiado, así que había dejado a Harun durmiendo la siesta, con las ventanas abiertas para que pudiera entretenerse mirando el exterior cuando se despertara. Por suerte parecía que tenía miedo de las alturas —de momento—, así que no tenía miedo de que intentara hacer alguna locura; el dragoncito prefería dormitar a la cálida luz del sol.

Pero cada vez exigía más comida y no estaba segura de si había algo que podía comer…o no. Además, sabía que los dragones tenían características mágicas especiales y no estaba segura de que la información de la Biblioteca le fuese a resultar suficiente. Quería consultar todas las fuentes de mano posible, por legendarias que pudieran parecer.

«También podría intentar hablar con Mushu» se dijo de pronto. El pequeño dragón le recordaba tanto a una lagartija que tendía a olvidar que era de la misma especie que Harun.

Con algo de preocupación, se preguntó si su chiquitín sería igual de parlanchín que él algún día. O si llegaría a aprender a hablar, teniendo como cuidadora a una humana…

Sacudió la cabeza. No debía darle más vueltas. Suficiente con que no podía pegar ojo pensando en Mulán, en la guerra de China y en sus propios entrenamientos.

Esperaba que fuese un viaje tranquilo. Lo necesitaba.

[Sombra]

Mientras ascendía al intersticio activé la armadura la cual se adaptó perfectamente a mí tal y como había pasado el resto de veces.

No veía nada en el camino y tampoco tenía pensado ir a algún lugar en concreto por lo que simplemente empecé a ir en línea recta pasando cerca de un par de mundos que dejé rápidamente atrás.

Mientras volaba por aquel lugar hacía de vez en cuando alguna maniobra de evasión. Ciertamente ya no podía hacer muchas de las cosas que había aprendido a hacer, al menos sabía que podría continuar viajando con el Glider aunque hubiese perdido el brazo. El problema era que no siempre los viajes por el intersticio eran seguros.

Siempre podrían aparecer sincorazón espaciales o tal vez una zona llena de asteroides y por desgracia, no sabía si podría realmente sobrevivir a algo así. Notaba que no podía maniobrar correctamente, tardaba más en virar el vehículo y no podía agarrarme bien con una sola mano. Había cierta posibilidad de que me estrellase.

¿Qué mundo es ese?

Frente a mí apareció la entrada a un mundo que incluso desde fuera parecía tener una especie de bosque o selva enorme que cubría su superficie. Nunca había escuchado de aquel lugar por lo que en un principio me extrañó un poco.

Materialicé el mapa estelar que Kazuki me había regalado en nuestro primer encuentro y lo miré cuidadoso. Aquel debía de ser...

Selva Profunda. Nunca me había dado cuenta de la existencia de aquel mundo, por lo que sentí algo de curiosidad. Hice desaparecer el mapa en un ténue resplandor.

¿Uh?

Al girar la cabeza me encontré de lleno con un inmenso enjambre de sincorazón que parecían dirigirse hacia mí. Me agarré al glider y empecé a preparar una maniobra de evasión. Me vería en problemas si me alcanzaban. Problemas muy graves.

[Suzume Mizuno]

—Oh, genial. Genial, genial. Esto sólo te podía pasar a ti. ¡Bravo, Fátima! —masculló para sus adentros, con la voz reverberante bajo el casco de la armadura, mientras se desviaba de su rumbo inicial.

Sincorazón. Muchas naves Sincorazón. ¡Y en su maldito camino! ¿Por qué, de dónde habían salido tantos?

Estaba convencida de que no la habían visto, de que estaba demasiado lejos de ellos cuando giró para que la detectaran, pero no estaba segura por lo que aceleró sin pensar. Lo único que quería era poner distancia entre ella y ese maldito ejército.

Cuando quiso darse cuenta, más de veinte minutos después… No tenía ni idea de dónde estaba. Maldiciendo con todas las palabrotas que se le ocurrieron, consultó el mapa y trató de ubicarse. Le llevó un buen rato, pero al final consiguió descubrir que se había alejado tanto de su ruta que había incluso un par de mundos de por medio entre su posición y Tierra de Dragones.

—¡Perfecto!

Gruñendo, ideó un nuevo camino que seguir, pero no estaba segura de cuánto le llevaría llegar a su objetivo, así que se armó de paciencia y aceleró. Toda su frustración y miedo fueron sustituidos por la adrenalina que insufló sus venas cuando la velocidad fue tal que tuvo que hacer un esfuerzo por mantenerse en posición y aferrarse bien a su glider.

Frenó cuando el nudo de irritación que se le había formado en la boca del estómago desapareció y adoptó un ritmo más agradable y apropiado para consultar cada poco su posición. Tampoco quería perderse y tener que gastar todavía más tiempo…

«Vamos a ver… Este mundo es… ¿Selva Profunda? Ah, sí, ya recuerdo. Bien, en ese caso tengo que…».

Entonces captó por el rabillo de ojo unos movimientos bruscos y levantó la vista.

Al principio no comprendió qué estaba sucediendo, pero luego se le escapó un exabrupto: ¡más naves Sincorazón! ¡Y un aprendiz en problemas! No quedaba lugar a dudas por cómo trataba de escapar de las naves. Miró rápidamente a su alrededor, comprobando que no había nadie más y que no contarían con refuerzos. Maldijo de nuevo.

Se posicionó bien sobre su glider, plantando los pies con firmeza para asegurarse de que no iba a caerse en medio de alguna maniobra arriesgada —¡con lo buena que era ella pilotando! ¡Que Dios la ayudara!— y se arrojó en ayuda del aprendiz.

Con un grito ahogado de miedo, se precipitó contra una nave, a la que golpeó de revés, desviando así un disparo que no acertó al joven por un escaso metro.

[Sombra]

Cuando me quise dar cuenta la horda sincorazón se había echado ya encima mía. El que un joven apareciese en su glider aquel momento desviando un disparo fue mi salvación, pero pronto se tiraron contra nosotros igualmente dejándonos envueltos en aquella marabunta. Cientos de disparos a la vez de todas direcciones posibles.

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qTouhou

Daba igual a donde mirar, aquellos monstruos no parecían seguir más estrategia que la de avanzar mientras atacaban y nos iban quitando todas las rutas de escape posible

Golpeé a varias de las naves destruyéndolas por completo, pero no era suficiente. No era tan rápido, ni podía controlar el Glider mucho mejor que un novato en aquel momento y aún encima... Eran demasiados.

Y entonces, un disparo traicionero por la espalda me obligó a soltarme del Glider. Mi mente hizo que quisiese utilizar mi mano izquierda para agarrarme, pero fue un engaño. Tan solo se movió levemente lo que quedaba de mi hombro.

Varios disparos más impactaron contra la tabla de windsurf haciendo que explotara en medio de un haz de luz de varios colores. El impulso que había tomado por aquel disparo que me había apartado del vehículo y que además había perforado levemente la armadura me estaba llevando directamente a aquel mundo verdoso.

La gravedad tiró de mí para finalmente hacerme entrar en la atmósfera del mundo.

Un rayo que atravesó el cielo me hizo reaccionar. Empecé a buscar algo a lo que agarrarme sin éxito viendo como cada vez el suelo estaba más y más cerca.

Las Alas del solsticio aparecieron en mi espalda en aquel momento tras conjurarlas. Traté de aletear sin mucho éxito, había tomado demasiada velocidad y aquello impedía que pudiese evitar la caída, aunque al menos no iba a resultar mortal gracias a eso.

El choque con las ramas fue como un milagro amortiguando aún más la caída, pero no evitó que las placas de la armadura saliesen despedidas por el aire ante aquellos fuertes golpes. Finalmente caí en el suelo a los pies de un enorme y grueso árbol cuyo follaje imposibilitaba que pudiese ver el cielo.

La armadura desapareció por si sola al estar completamente destrozada. Tardaría varias horas en repararse por lo menos.

Respiré pesadamente, todavía algo noqueado por los golpes.

—¿Dónde está el otro chico? —pensé al darme cuenta de que no veía al aprendiz (o Maestro) que había aparecido para ayudarme.

[Suzume Mizuno]

—¡Mierda! —gritó cuando las naves comenzaron a disparar a discreción.

No era buena manejando el glider y odiaba tener que concentrarse en disparar y pilotar a la vez, pero no quedaba otro remedio. Tiró de la parte superior de su glider hasta convertirla en una especie de arco y disparó a los objetivos que se interpusieron en su camino. Acertó casi todos los tiros, pero no era suficiente y un rayo acabó alcanzándola en un brazo. Fátima chilló en una mezcla de indignación y dolor y maniobró para hacer un brusco ascenso hacia el cielo; así, dos naves chocaron entre sí y reventaron.

Tuvo un instante para recuperar el aliento y comprobar la situación. Buscó con desesperación al compañero que había ido a ayudar y lo que vio la dejó horrorizada: ¡su glider estaba destrozado! Y, antes de que pudiera ni reaccionar, la gravedad del mundo lo arrastró a su interior.

—¡No!

Volvió a disparar contra sus enemigos, en especial contra los que salieron disparados detrás de la presa herida, pero en seguida comprendió que no tenía ninguna oportunidad. Apenas sí se lo planteó un instante. Volvió a posicionar su glider en modo vehículo, pegó un acelerón, y se precipitó hacia el mundo.

****

El glider despedía un suave zumbido mientras Fátima iba suavizando la velocidad y descendía como podía entre las tupidas copas de los árboles. Antes de llegar al suelo, hizo desaparecer su medio de transporte y cayó de pie sobre una tierra húmeda, cubierta por una tupida red de hierbas que le llegaban hasta prácticamente la cintura. Se pegó rápidamente contra el tronco de un grueso árbol y entrecerró los ojos mientras intentaba divisar las naves de los sincorazón entre las ramas. Le pareció ver unas sombras cruzar el cielo y, quizá, escuchar su característico sonido, pero podía ser cosa de su imaginación.

Sólo cuando el sonido de la naturaleza volvió a brotar a su alrededor, primero con timidez, luego con alegría, se atrevió a exhalar un suspiro de alivio y quitarse la armadura.

Las naves la habían perseguido durante varios horripilantes minutos. Llegó a pensar que estaba muerta y por muy poco, realmente poco, había esquivado los disparos. Todavía le costaba creer que hubiera tenido la suficiente habilidad para lograrlo. Se veía que en situaciones extremas hasta alguien tan torpe como ella era capaz de hacer lo imposible para sobrevivir…

Se aplicó un Cura, que alivió el dolor de las zonas afectadas, haciendo desaparecer las heridas y los moratones, y entonces se abanicó con una mano. Repasó de un vistazo su alrededor. Parecía que había caído en medio de la selva y que, por suerte, no había animales agresivos cerca, pero tenía que andarse con cuidado.

Además, debía encontrar a su compañero…

Si es que seguía vivo después de aquella caída.

Se puso en marcha, abriéndose paso como podía entre las plantas y lamentando en voz alta el destino de sus ropas: había escogido unos pantalones y una túnica rojizas, de estilo oriental, que habrían pasado muy bien desapercibidos en Tierra de Dragones y la habrían hecho pasar por alguien de más o menos buen nivel económico. Es decir, le habrían permitido acceder sin tantos recelos a los templos.

Pero si seguía mucho tiempo ahí, algo le decía que iba a tener que terminar por tirarlo todo.

Sacudió la cabeza y se dijo que no debía ser tan idiota y concentrarse en encontrar al joven malherido… O su cadáver.

«Por favor, que no esté muerto».

En seguida comenzó a sudar y el pelo se le pegó a la piel. Los mosquitos rondaban por todas partes y Fátima se prometió que tenía que investigar algún hechizo para mantenerlos alejados. Estaba trepando por encima de una gruesa raíz cuando vio algo que desentonaba claramente en medio del verdor:

Un cuerpo.

Arrancó a correr hacia él, con el pulso disparado. Tenía los ojos abiertos. ¡Estaba vivo! Experimento un inmenso alivio.

—¡Oye! ¿Estás bien? —exclamó, pero en seguida frenó el paso y se quedó detenida a un escaso metro de él.

No pertenecía a Tierra de Partida. Es más, conocía aquel rostro.

La sangre huyó de su cara mientras murmuraba:

—¿Ra…Ragun?

[Sombra]

—¡Oye! ¿Estás bien? —aquel grito logró sobresaltarme.

Torcí mi cabeza en dirección al foco de aquella voz para ver a una joven delgada con cabello corto que se acercaba hacia mí. Sus pantalones rojos eran excesivamente llamativos en aquel entorno tan verdoso que nos rodeaba por lo que al momento di con ella.

No la conocía de nada, por lo que supuse que era una novata o algo por el estilo. Levanté mi cuerpo quedando sentado mientras me quitaba el montón de ramitas que se habían quedado pegadas a mis ropas.

—¿Ra…Ragun?

Contemplé a la chica en silencio con curiosidad. ¿Cómo sabía mi nombre?

—¿Nos conocemos? —dudé. Solía acordarme de todas las personas con las que había hablado, aunque no fuese de sus nombres por lo menos podría recordar su rostro.

Me fui levantando despacio, atento a no tener nada roto. Parecía estar completamente bien... Relativamente bien.

—¿Eres una novata o algo así? No te recuerdo.

[Suzume Mizuno]

«Es él. ¡Es él!» pensó, sintiendo que un incipiente histerismo.

El joven no parecía agresivo, es más, se notaba que estaba un poco para el arrastre, pero Fátima sólo podía recordar el monstruo que las había perseguido a ella y a Nadhia en la Red. Ese maldito programa que había estado a punto de matarlas en varias ocasiones y con el que Fátima había tenido más de una pesadilla.

Su primer impulso fue convocar la Llave Espada y ponerse en posición defensiva pero, en el último segundo, se contuvo y se obligó a calmarse. Le costó mucho esfuerzo.

Él le había preguntado si era una novata. Eso significaba que pensaba que pertenecía a Bastión Hueco. Así que no iba a atacarla, al menos mientras pensara que era de su bando. Pero, ¿de qué le servía aquello? Es más, ¿tenía que ayudar a un enemigo? Pensó con un amargo sabor de boca en Ryota y consideró seriamente si declarar que pertenecía a Tierra de Partida y que no tenía nada más que hablar con él.

«Eres una idiota. ¿Es que después de todo esto te vas a ir sin más?» se amonestó a sí misma. Al menos primero tenía que hacer un examen de la situación.

Repasó al joven con la mirada. Por sus gestos, no parecía que estuviera gravemente herido, pero Fátima enseguida vio que le faltaba un brazo. Por un momento se asustó, si bien al comprobar que no había sangre imaginó que sería cosa de una batalla anterior…

Se preguntó qué diría Nadhia si lo viera en esas circunstancias y se mordió el labio inferior.

Bien, mientras no hiciera nada raro, como convertirse en ese Ello del que le había hablado su amiga, no tenía por qué preocuparse. Pero no le iba a quitar los ojos de encima.

Ahora la pregunta era qué hacer. ¿Mentir y decir que pertenecía a Bastión Hueco? ¿O decir la verdad?

—No nos conocemos —dijo al final, arrastrando las palabras, optando por evadir sus preguntas por el momento—. ¿Te encuentras bien? —añadió, dando un pasito al frente, todavía recelosa—. ¿Cómo has conseguido salir entero de esa caída? Vi que tu glider se hacía pedazos…

[Sombra]

—No nos conocemos —negó. Aquello solo creó más dudas en mí. ¿Cómo sabía entonces quien era yo?—. ¿Te encuentras bien? —se preocupó—. ¿Cómo has conseguido salir entero de esa caída? Vi que tu glider se hacía pedazos…

—Estoy de una piez... —me interrumpí y miré hacia la parte izquierda de mi cuerpo—. Oh...

Suspiré y me estiré haciendo que se escuchasen varios crugidos de mis huesos.

—Utilicé una habilidad que hace que te crezcan alas —expliqué a otra de sus preguntas—. Pero no funcionó como esperaba.

>¿Tu estás bien? Te metiste de lleno en esa horda de sincorazón.

Invoqué mi llave espada y la lancé hacia el aire tratando de invocar el glider. Pero nada ocurrió, tan solo volvió a caer al suelo clavándose en la húmeda tierra.

—Lo que me imaginaba...

Nunca me había ocurrido, pero había escuchado de aquello. Cuando un Glider es destruído tarda cierto tiempo en recuperarse de nuevo, lo mismo que con las armaduras. Para comprobarlo, pulsé el botón de mi cinturón. Me vi envuelto en un resplandor unos instantes apareciendo con solo una parte del pantalón de la armadura y un trozo del casco, que cayó al suelo casi al momento.

Maldecí por lo bajo mi mala suerte. ¿Cuánto tardaban esas cosas en arreglarse?

[Suzume Mizuno]

Unas alas, esa era una habilidad parecida a la de Nadhia…

—Eh… Sí, estoy bien —contestó, algo incómoda—. Gracias.

Se había formado una imagen de él bastante agresiva, y siniestra, para qué negarlo. Pero que le preguntara por su bienestar no entraba dentro de su esquema mental. Claro que seguramente se comportaba así porque no sabía que era de Tierra de Partida.

Ragun trató de invocar su glider, con el clásico movimiento que utilizaban todos los aprendices, pero la Llave Espada se limitó a hundirse en la tierra sin éxito. Fátima sintió lástima; no se le había pasado por alto la mirada que el joven había dirigido a su inexistente brazo izquierdo.

—Lo que me imaginaba...

Fátima se mordió el labio inferior. Algo había escuchado de lo que podía suceder si un glider era destruido y aquello no le gustó nada. Nada en absoluto.

—Esto puede llevar unas horas… —musitó, apartándose con irritación el flequillo de la frente. ¡Qué calor más horrible!

¿Qué debía hacer? Lo que más le hubiera gustado hacer era, desde luego, largarse de allí sin más. Pero no podía dejar de pensar en los Sincorazón que rondaban aquel mundo y no tenía idea de si conseguiría sobrevivir a otra persecución. Hasta ahora había tenido suerte —si es que se podía considerar suerte cruzarse dos veces con hordas de Sincorazón—, sin embargo, a la tercera siempre era la vencida.

Además… Quizás era una impresión suya, pero algo le decía que el chico no hacía mucho que había perdido el brazo. ¿De verdad podía irse sin más…?

—¿Estás seguro? Tengo magia curativa —insistió a regañadientes, sin estar muy segura de si curar a un potencial enemigo sería buena idea—. Y…

No llegó a terminar la frase; en el cielo restalló un trueno y, de pronto, rompió a llover copiosamente. En cuestión de segundos el suelo se había embarrado y se hundían hasta los tobillos en el fango.

—¡Me cago en…!

La lluvia era tan violenta que, aunque los árboles les protegían en parte, casi hacía daño al golpearles el cuerpo. Haciendo visera con una mano para intentar ver algo, Fátima gritó al joven:

—¡Busquemos un sitio donde refugiarnos!

Y echó a correr como pudo entre las raíces y plantas. Le llevó cerca de diez minutos encontrar lo que parecía ser una pequeña cueva, no demasiado grande, pero sí suficiente para que entrasen los dos y que no estaba al nivel del suelo, por lo que no se ahogarían en agua fangosa. Hizo un gesto al joven para que entrara primero —ni en broma iba a quedarse lejos de la entrada— y no cedió hasta que éste obedeció. Luego se resguardó en el interior.

Con un resoplido, contempló sus zapatos y sus pantalones hechos un desastre.

Luego se cruzó de brazos y, de mal humor, contempló la cortina de lluvia que caía al otro lado de la cueva. Así sería imposible conducir un glider…

[Sombra]

—Esto puede llevar unas horas… —comentó la chica, aquello significaba que también había escuchado sobre los Glider rotos. Si hubiese tenido mi brazo todo habría sido mucho más fácil.


—¿Estás seguro? Tengo magia curativa —se refirió a lo que antes había dicho sobre que me encontraba bien, parecía no creerselo del todo—. Y…

Un ensordecedor trueno brilló entre las hojas de los árboles haciendo callar a la chica, pero no fue solo eso lo que ocurrió. Empezó a llover con una fuerza que nunca había visto. El suelo de tierra blanda se convirtió en barro en cuestión de segundos. Mis pies se hundieron llenándose de fango. Ahora entendía por qué la tierra era tan blanda, debía ser muy común aquello.


—¡Me cago en…! —maldijo mientras se llevaba la mano a la frente para vislumbrar algo—.¡Busquemos un sitio donde refugiarnos!

No dije nada en contra de hacer aquello. Me apresuré a quitar mi llave espada del suelo y me puse a correr como alma lleva el diablo tras la joven. El agua empapó por completo todas mis prendas, pero no sentía frío gracias al un clima algo agobiante y extremadamente caluroso. Si fuese una suave llovizna incluso agradecería aquello.

Nuestra carrera hacia cualquier lugar donde resguardarnos fue agotadora. Sumado al fango que nos hacía más lentos se sumaba que era difícil moverse entre tantas plantas que se ponían en nuestro camino. Un camino que podría llevarnos dos minutos nos había llevado cinco por lo menos.

Finalmente llegamos a una pared rocosa donde pudimos ver la abertura de una pequeña cueva a algo de altura del suelo, lo que impediría que llegase el agua hacia nosotros. No dudé en meterme el primero cuando la desconocida aprendiza se ofreció a dejarme entrar

—Genial, estamos empapados —suspiré sarcástico. Aunque también estábamos llenos de barro, claro.

Tomé asiento al fondo de la pequeña cueva mirando hacia el exterior. Había ramitas desperdigadas por el interior que resultaban muy molestas al estar sentado.

En aquel momento tuve una idea. Reuní las ramitas y las amontoné en medio de la pequeña cueva y con mi llave espada dejé salir unas diminutas chispas de la magia Electro que causaron que estas empezasen a arder lentamente creando una pequeña fogata.

—No te quedes ahí. Acércate a las llamas para secarte o enfermarás —aconsejé a la chica.

Conocía muy bien que un cuerpo mojado era muy malo y tendía a enfermar, al fin y al cabo yo antes habitaba el Mundo Inexistente, un lugar donde era muy normal que hubiese fuertes tormentas eléctricas.

—Y bien... ¿Tienes un nombre o algo? —pregunté al fin tras romper un silencio molesto, era como si aquella chica creyese que me la comería viva o algo así—. Es un poco incómodo que sepan tu nombre sin conocer a la otra persona.

[Suzume Mizuno]

—No te quedes ahí. Acércate a las llamas para secarte o enfermarás

—Nos vamos a ahogar con el humo —observó Fátima, pero no protestó y se acercó a él, despacio, mirándole de reojo.

Definitivamente no era como esperaba. Al extender las manos hacia las pequeñas llamas, sintió una punzada culpable en el pecho al pensar que le estaba juzgando por una experiencia en la que él no había tenido nada que ver.

Pero, qué demonios, si lo que Nadhia le había contado era verdad, y no lo ponía en duda, ese chico era peligroso. Y, sin embargo, mirándolo ahora, cuando estaba empapado y cansado, no parecía ser mala persona.

De repente cayó en la cuenta de que, cuando volviera a Tierra de Partida, se encontraría con Nadhia: y si no le contaba nada de aquel accidente, de aquel fortuito encuentro, se sentiría culpable por toda la eternidad. Pero no sabía bien qué hacer. Su amiga iba a sufrir, sin duda, con la idea de que se lo había encontrado por casualidad cuando ella llevaba tanto tiempo entrenándose por intentar ayudarlo. Quizás debería intentar hablar con él. Aunque, la verdad, no quería intervenir en los problemas de otros. Pero… ¿En serio se iba a cruzar de brazos hasta que escampara y se volvería a Tierra de Partida para no decir nada de nada?

«Y eso que se suponía que iba a ser un viaje tranquilo…»

—Y bien... ¿Tienes un nombre o algo? —preguntó entonces Ragun, sobresaltándola—. Es un poco incómodo que sepan tu nombre sin conocer a la otra persona.

—Fátima Laforet —terminó por decir, clavando los ojos en el suelo, evitando mirarle a la cara. Cuando lo hacía, no podía dejar de pensar en Nadhia y… Maldita fuera su suerte—. Aprendiz de la Maestra Lyn —añadió arrastrando las palabras y observándole de reojo—. Nadhia me ha hablado de ti —dijo con voz queda—. Lleva mucho… preocupada.

«Y con razón» pensó para sus adentros mientras lanzaba una mirada fugaz al muñón del brazo.

—En realidad, no para de hablar de ti —esbozó una ligera sonrisa, en el fondo, tensa.

No estaba segura de cómo iba a reaccionar Ragun.

[Sombra]

—Fátima Laforet —se presentó finalmente—. Aprendiz de la Maestra Lyn —no me extrañó demasiado que fuese de Tierra de Partida teniendo en cuenta que en Bastión Hueco éramos muy pocos. Los suficientes como para conocernos al menos de vista—. Nadhia me ha hablado de ti. Lleva mucho… preocupada.

>>En realidad, no para de hablar de ti.

Clavé mis ojos en las llamas para evitar mirar a la chica.

—Lyn, buena Maestra. Una de las pocas —comenté poniendo énfasis en la última frase recordando como había revelado los planes de Ronin de utilizar la armadura de Gárland para destruirnos a todos los que vivíamos en Bastión Hueco, algo que le parecía poco ético y demasiado peligroso—. Todo lo contrario a ese asqueroso Ronin —escupí con rabia llevándome la mano al muñón.

Si él no hubiese tenido aquella idea de utilizar a Gárland nunca habría perdido mi brazo. Él era tan culpable como el Dios Caído, pero algún día tendría mi venganza. Una venganza que cobraría con sangre. Mis ojos, que se habían tornado verdes en aquellos últimos días resplandecieron de un color amarillo durante unos instantes.

—Y... ¿Qué tal está Nadhia? —pregunté cambiando de tema al notar que hablar de aquel tema me enfurecía.

Nuestro último encuentro había sido en su habitación, cuando había intentado conseguir cierto libro que ella poseía y que al parecer era extremadamente raro y sin quererlo... Había manchando su honor al dejar aquella marca en sus labios. ¿Podría perdonarme algún día?

[Suzume Mizuno]

Fátima amplió su sonrisa al escuchar la alabanza a su Maestra, pero su expresión se descompuso al ver el odio que deformaba el rostro de Ragun.

—Todo lo contrario a ese asqueroso Ronin.

Y se llevó la mano al brazo. Fátima le contempló sin saber bien qué decir o hacer, pero su mente comenzó a atacar cabos. Recordaba que hacía poco, los Maestros habían regresado de una misión en un mundo y que habían sucedido cosas bastante malas, aunque no sabía exactamente qué. Y a Lyn no se había atrevido a preguntarle, pues estaba de un humor horrendo.

Se preguntó qué habría sucedido exactamente. Lo que estaba claro era que lo del brazo de Ragun debía tener que ver con aquella misión, lo cual significaba que su pérdida era muy, muy reciente…

Se sintió mal al pensarlo y trató de no mirarle con lástima.

—Y... ¿Qué tal está Nadhia? —preguntó entonces.

—Obsesionada con encontrarte —respondió Fátima, algo cortante—. No piensa en otra cosa, incluso está dispuesta a aprender cosas que no debería sobre la magia… —se mordió la lengua en el último segundo. No quería ser demasiado violenta. Al fin y al cabo, estaba ante un enemigo. Y tampoco era de las que iban contando por ahí los secretos de los demás—. Dice que eso puede ayudarte, aunque no se exactamente por qué. Pero el caso es que acabará por meterse en problemas.

Omitió decir que habían estado a punto de morir cuando se encontraron por primera vez porque Nadhia —y ella también, pero no venía al caso—, estaba tan centrada en superar sus debilidades que había intentado enfrentarse a un programa que adoptó la forma de Ragun. Y que, con seguridad, la habría matado.

—Se nota que te valora mucho —añadió arqueando una ceja—. Y eso le está dando muchos quebraderos de cabeza. Si sois tan amigos, podrás imaginártelo.

Suavizó entonces su tono y dijo:

—¿Quieres que le de algún… mensaje de tu parte? Estoy segura de que la haría muy feliz.

[Sombra]

—Obsesionada con encontrarte —contestó con un tono algo seco—. No piensa en otra cosa, incluso está dispuesta a aprender cosas que no debería sobre la magia… —levanté la vista clavando mis ojos en la chica esperando que continuase—. Dice que eso puede ayudarte, aunque no se exactamente por qué. Pero el caso es que acabará por meterse en problemas.

Típico de ella, arriesgarse por los demás. Creía haberle dejado claro que estaba bien, que lo que iba a pasar pasaría tarde o temprano, que era inevitable. ¿Es que no se daba cuenta del peligro que corría cerca de mí? Ello reaccionaba ante un poder de Luz tan fuerte. Era como si le molestase su presencia.

—Se nota que te valora mucho —continuó hablando—. Y eso le está dando muchos quebraderos de cabeza. Si sois tan amigos, podrás imaginártelo.

Sabía que me valoraba como un amigo. Claro que lo sabía, ella misma había intentado convencerme para volver a Tierra de Partida. Pero era demasiado tarde para eso. No solo estaba el problema de Ello ahora, también estaba el líder de aquel castillo. Quizás no fuese el culpable directo de mi pérdida, pero seguía siendo responsable.

—¿Quieres que le de algún… mensaje de tu parte? Estoy segura de que la haría muy feliz —ofreció Fátima.

Asentí en silencio y empecé a pensar en lo que debería decir. Había muchas cosas que me habría gustado que aquella aprendiz transmitiese a Nadhia, pero con solo unas pocas palabras sabía que era suficiente.

—Dile que estoy sano y salvo, que deje de ponerse en peligro—pedí, tras lo que añadí una pequeña pausa antes de señalar mi brazo—. Y no le menciones nada sobre esto. Solo haría que se preocupase más.

Poco a poco, mi ropa empezaba a secarse, algo que era un alivio. Pero seguía lloviendo demasiado como para salir y los truenos caían sin descanso alguno. Solo esperaba que no nos pillase la noche allí, probablemente si no aparecían ahora, por la noche los sincorazón que habitasen aquel mundo se lanzarían a por nosotros. Al fin y al cabo éramos dos portadores juntos. Teníamos que emitir una presencia enorme que les acabaría atrayendo como moscas a un cadáver.