—¡¡¡NO!!! ¡¡¡HAZ QUE SE DETENGA, PÁRALO!!!
—Dios, qué...—murmuré, adolorido, mientras me llevaba las manos a los oídos y me apartaba de Ragun un par de pasos. No era que el chico no me preocupase, sino que su súbita explosión de sentimientos me había tomado por completa sorpresa. Sin razón aparente, el joven se llevó las manos al pecho y mostró en su rostro una expresión de miedo; terror puro.
Comenzó a llorar, a la par que las manchas volvían a aparecer en su cuerpo. Esta vez, sin embargo, saltaban, se movían, desaparecían y volvían a aparecer, bailaban como charcos en su piel. Su cuerpo sufría espasmos aterradores, mientras las marcas de oscuridad lo envolvían, amenazando con tragárselo en cualquier momento.
—¡¡¡AAAAH!!!
Hubo un destello, tras lo cual su Llave-Espada se materializó en su mano. Luego hubo otro, tras el cual se transformó en una Cadena del Reino. Uno más y volvió a su estado "original", la Llave Oscura. Y luego el proceso se repitió, una y otra vez, a tal velocidad que Ragun parecía expulsar estrellas de su mano. Su cuerpo seguía sacudiéndose en su sitio y las manchas seguían parpadeando en su piel, mientras el gritaba y aullaba en agonía.
—Mátame. ¡¡¡MÁTAME!!! —intenté apartarme con un paso hacia atrás, pero mis fuerzas no me lo permitieron. Ragun me tomó del cuello de la camisa, impidiendo que me alease de él, y me obligó a mirarle a los ojos. Le sostuve la mirada con horror, sin comprender lo que le estaba ocurriendo. La naturaleza de aquel fenómeno estaba más allá de cualquiera de mis imaginaciones y aquello me aterraba. ¿Qué se suponía que hiciera? ¿Obedecerle y clavar mi Llave-Espada en su pecho, terminando con su vida?
—Hazlo. Es una amenaza.
—Soy...
Pero no materalicé mi Llave-Espada. Permanecí contemplando a Ragun, con los ojos abiertos por la sorpresa y apretando mis dientes por los nervios.
—Soy un Sincorazón —declaró.
Aparté su agarre sobre mi cuello con un manotazo, para después retroceder un par de pasos. Lo miré por encima de mi brazo, con el cual me cubrí la cara como si hubiese inhalado algún gas tóxico. Allí sí, hice aparecer mi Llave con una salpicadura de sangre, temeroso de que Ragun pudiese atacarme en cualquier momento.
—No tienen corazón. Ni sentimientos, ni conciencia, ni recuerdos. Y no pueden blandir una Llave-Espada —sentencié, entrecerrando mis ojos y clavándolos en Ragun con severidad. Los suyos, por otra parte, habían perdido la vida que se reflejaba en ellos, como si se les hubiese arrebatado la chispa que llevaban dentro. Se veían… vacíos. Secos.
Lancé un gruñido cuando me sobrevino una punzada de dolor, de nuevo, en el costado izquierdo. Apreté los dientes y un párpado, mientras la rodilla de ese flanco me flaqueaba un poco. Estuve a punto de meterme un buen golpe con la Llave-Espada cuando, por reflejo, intenté cubrirme la herida sin recordar que la llevaba entre los dedos.
—Y tú sí —murmuré, casi sin fuerzas. Aspiré con fuerza por entre mis dientes, a la para que buscaba cualquier pizca de energía que hubiese tenido escondida en algún rincón—. Todos tenemos corazones… ay —amenacé con perder el equilibrio cuando mi mente me jugó una mala pasada y el suelo pareció moverse bajo mis pies—. Corazones hechos de historias. Tú también tienes la tuya… c-con Fyk, y Nadhia… y Nyx, y Kazuki, y ese tío de gafas que siempre está contando historias en la cafetería, que insiste en que te conoce… [/b][/color]—sonreí amargamente, puesto que me era complicado hacerlo con los focos de dolor que decidían encenderse cuando y donde menos lo esperaba—. Todos los que hayas conocido en Bastión Hueco y… y…
>>Pues yo —finalicé, rindiéndome ante mis heridas y cayendo de rodillas en el suelo—. Porque… incluso los amigos pelean de vez en cuando, Alex.