Hacía un día muy caluroso y el sol entraba a raudales por la ventana abierta de la habitación. La joven del pelo rojo se encontraba tendida en la cama. Si se levantaba y realizaba cualquier actividad, pasaría un calor terrible y sudaría en cantidades desorbitadas; y si no se levantaba, iba a sufrir exactamente el mismo destino, puesto que aquella estancia tenía más parecido en aquel momento con un horno que con una habitación.
Finalmente optó por levantarse, pensando que en algún punto del castillo debería haber una sombra que le pudiera ofrecer cobijo. Antes de salir de la habitación, se giró hacia el felino que tenía por mascota, que se encontraba también estirado e intentando no sudar.
—¡Esta calor es insoportable! Voy a dar una vuelta. Quizá, con un poco de suerte, pueda encontrar un lugar fresco en el castillo. ¿Vienes?
—Miau miau miau miau miau miaaaaaau… —<<Intentar moverse con este calor es peligroso, los golpes de calor son peligrosos...>>
—De acuerdo, haz lo que quieras. Nos vemos luego. —y salió de la habitación.
Al gato no solía gustarle separarse demasiado de Jess, pero a veces hacía excepciones si podía quedarse en el dormitorio sin que nadie le molestara.