Pero ya no. A pesar de lo rápido que se habían precipitado las cosas, del cambio drástico y la visión de un nuevo camino abierto ante él, no se sentía tan abrumado como cabía esperar. Su ambición le empujaba hacia la senda que Mujer Oso había señalado para él, después de verse reprimida durante un tiempo.
Quería ser mejor y obtener esa fuerza que haría de él alguien poderoso y fuerte, que protegería lo que le importaba de la oscuridad.
Con un suspiro hizo desaparecer la armadura con un toque en el brazo, como siempre. El viento fresco y agradable le revolvió el pelo, como si les diera la bienvenida.
—¿Crees que llegaremos a tiempo para comer? Me muero de hambre…
Casi inmediatamente después de que Fátima dijera eso, a Malik le rugieron las tripas. No de forma escandalosa, pero lo suficientemente fuerte como para que él también se llevara una mano al estómago.
—Pues si no llegamos a tiempo pienso asaltar la cocina.
«Podría comerme un elefante entero».
Anduvieron en silencio por el camino de baldosas hasta la entrada. No necesitaban hablar, aquel era uno de esos silencios relajados y compartidos, en los que sabías perfectamente que la otra persona estaba a gusto sin tener que sostener una conversación de besugos. Era un tipo de confianza que se desarrollaba poco a poco, sin prisas, y que Malik valoraba mucho.
Gracias a ese silencio pudo concentrarse en pensar en sus futuros planes. Tenía que revisar sus nuevos recuerdos con un poco de calma, averiguar dónde podría estar la siguiente pieza del puzle… Quizá le pidiera ayuda a Fátima con la biblioteca, para sacar libros que pudieran servir. Al pensar en Fátima también lo hizo en lo que había hecho el día anterior, el viaje, las sirenas, los piratas, los indios… La fiesta. Sin querer se le formó una tenue sonrisilla suave, no tanto resignada como si cálida, agradable. En verdad había hecho tanto que no se divertía así… Y que no coqueteaban con él. Bueno, murmuraba para sus adentros, realmente es un halago el gustarle a una jovencita, ¿no? Él pronto cumpliría treinta y uno y aunque no era muy mayor, sí era un adulto, y los jovenzuelos solían fijarse antes en alguien de su misma edad aproximada. ¿Desde cuándo le atraía?
Si no fuera porque esa pregunta la espantaría, se habría atrevido a soltarla.
Supo incluso antes de que ella dijera nada, que allí tendrían que separarse. El dragón de Fátima se ponía nervioso y se descontrolaba mucho si pasaba tiempo lejos de ella, así que suponía que ella iría antes a buscarlo.
—Bueno, pues ya estamos en casa.
Observó su deje nervioso de evitar mirarle directamente. Por un momento sintió el impulso de ponerle una mano en el hombro, o hacer que le mirara y decirle que estaba bien, que no iba a juzgarla por haberla visto un poco borracha, que no había dicho nada malo…
Pero tal como vino se fue, así que sólo asintió, esperando a lo que ella quisiera decirle antes de irse.
—Gracias por todo, otra vez. Y… Y ya sabes: cuando quieras ir en busca del siguiente fragmento, sólo tienes que
decírmelo. Te ayudaré en todo lo que pueda.
—Lo sé… —musitó, dedicándole un pequeña sonrisa de agradecimiento.
¿Cuántas iban ya?
—¿Nos vemos en el entrenamiento con Lyn?
Él asintió, con un bufido resignado.
—Qué remedio… —Pero meneó la cabeza, divertido, y observó el casi vuelo de Fátima hacia las escaleras.
Levantó tenuemente la mano, en una despedida muda y pensó:
«Gracias, Fátima… De verdad».
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Echó a andar hacia el comedor, necesitaba comer, y quizá dormir hasta el día siguiente, porque Lyn le machacaría en cuanto se cumpliese el plazo del par de días libres que había conseguido con su paliza.
Como siempre pasó entre los pequeños grupos de aprendices que ya habían terminado de comer y regresaban a sus estudios o entrenamientos. Como siempre se apartó del camino de algún jovenzuelo despistado que iba con la nariz metida en un teléfono de esos portátiles, como siempre también se sentó solo, al final de una de las mesas. Y como siempre… comió en silencio.
Sólo que no como siempre, Malik ya no se sentía como una sombra, alguien invisible o a no tener en cuenta. Planes, viajes y hechizos bullían en su cabeza como ideas inquietas. Pensaba en los Mundos, Nunca Jamás, Makwa, los piratas, los indios. Pensaba en Abyss, en sí mismo. En todo lo que tendría que hacer, el largo camino que le quedaba aún. Pensó también en su padre, en su hermano, en Tsuniro y en sus viejos amigos, a los que había dejado atrás.
Pensó en lo que quería llegar a ser, y convertirse…
Pensó en Fátima, en Nadhia, en Kousen, en Jess, en todas las personas que conocía y que le estaban haciendo cambiar.
Pensó en su maestra…
En todos los golpes, los reproches, en todo el dolor, el cansancio, el hambre y la sed, la frustración, el sentimiento de haber estado a punto de morir… En sus consejos y sus gestos para ayudarle a superarse. En sus sonrisas veladas tras los enfados.
Y sonrió despacio, dejando la cuchara sobre el plato vacío.
Sí, no tenía duda alguna.
Todo aquello estaba valiendo la pena.
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