Seguí acurrucado en el suelo, con la mirada perdida en el muñeco de nieve que mi compañera estaba haciendo ella sola. Mi mente se perdió en los recuerdos de mis dos últimos años, y era inevitable pensarlo: había cambiado. Siempre había achacado esa transformación radical a los demás, como los Maestros o Bastión Hueco, pero la realidad era que yo era el que lo había hecho. Ya no era un niño; ya no volvería a disfrutar de las mismas cosas de antes.
Lo que antes me hacía reír parecía tan lejano, tan imposible de repetir. Porque sabía, en el fondo, que no volvería a tener algo así nunca. Aproveché aquellos tiempos lo máximo que pude y no me arrepentía de nada; pero los había perdido en un respiro, sin oportunidad siquiera de decir adiós, ni tan siquiera una explicación. Y por mucho que Nadhia o cualquiera intentara apoyarme, de verdad que me sentía como que nadie era capaz de comprenderme. Por mucho que otros lo pasaran antes, yo no podía sentirme como antes. Y sabía que nunca más lo haría.
Echaba de menos los viejos tiempos. Echaba de menos mi vida hasta dos años atás, cuando este capítulo de mi vida comenzó.
Spoiler: Mostrar