Apreté mi puño izquierdo y me mordí el labio inferior, impotente, al contemplar ante mí el final del callejón, que se dividía en muchas más calles… Y ni rastro de Gengar. ¿A dónde podía haber ido, maldita sea? Observé con detenimiento los tres caminos, apurada por elegir uno cuanto antes, tenía que tentar a la suerte, pues les había perdido la pista.
Pero fue dar un paso y percatarme de la presencia de alguien por el rabillo del ojo. Sorprendida, me viré a toda prisa para ponerme en guardia, pero se trataba de nada más y nada menos que de una señora; vamos, nada especial que mereciese mi atención. No obstante, parecía querer comentarme algo, por lo que alcé una ceja, desconfiada todavía y a punto de echar a correr por el camino de la derecha, cuando esta me comentó algo de que estaba ciega...
Me dispuse a correr como alma que llevaba el diablo hasta que algo sobre un borracho seguido por una pelota atrajo toda mi atención. ¿Un borracho… seguido de una pelota? Me pareció bastante absurdo e incoherente, pero era la única pista que me recordaba vagamente a Gengar.
Pero no me quedaba otro remedio. No pensé que el ave o la otra mujer tuviesen nada que ver, así que corrí a toda prisa sin mirar de nuevo a la señora, que gritó algo sobre de que tenía que irme a la cama temprano… ¿Y a ella qué le importaba?
En ese momento, todavía confusa, me llegó un mensaje de Oswald alertándome sobre un gato que… ¿Disparó una bola de fuego? Suspiré, abatida por la cantidad de extraños sucesos que estaba viviendo y la información inútil que me enviaban mis compañeros. Y corrí a toda prisa por el camino de la pelota. ¡Estaba segura de que se trataba de mi pequeñín! Y sobre el ninja…
Sólo esperaba que no me pillase desprevenida de nuevo, por lo que me mantuve con pies de plomo. Temerosa.