[Tierra de Partida] Noche en Vela

[Sombra]

Cronología:

Hana: El castillo Embrujado> Este encuentro>
Ragun: Ocaso de una estrella>Este encuentro>Todo ha cambiado


La marcha de Tierra de Partida que todos los “traidores” habíamos hecho a Bastión Hueco había sido muy repentina, tanto que muchas cosas importantes se habían quedado atrás.

En mi caso, las llaves de la nave gumi y algunas cosillas más que habían acabado quedándose en mi antigua habitación de aquel mundo al que una vez pude llamar Hogar. Sinceramente, había tomado aquella decisión demasiado rápido, tal vez tendría que haberme quedado algo más allí, aunque fuese solo para hacer la mudanza…

No habían pasado más que un par de días desde aquello, pero era como si hubiese pasado una eternidad.

El Maestro Ryota, levantando su mano hacia nosotros, teniéndonos su mano. Desprendía poder por todos los costados, seguramente comparable a Ronin. Apostaba que un combate entre ellos acabaría en una lucha de desgaste sin un ganador claro.

Bastión Hueco disponía de una gran cantidad de cosas por lo que no tenía ninguna queja, desde una gran terraza en cada torre como amplias estancias y laberínticos pasillos en los que perderse, una gran biblioteca, gimnasio...

También teníamos una lavandería, comedor... El lugar era enorme, con decenas de pisos que aún no había llegado a explorar. La biblioteca era más pequeña que la de Tierra de Partida, pero aún así seguía siendo increíble la cantidad de libros disponibles, todos ellos accesibles, sin necesidad de tener el título de Maestro para leerlos.

Aquella libertad era algo que apreciaba, mis conocimientos habían aumentado gracias a aquello. En definitiva, Bastión Hueco era demasiado grande para tan poca gente. ¿Cuántos éramos? ¿Diez? ¿Quince habitantes como mucho? Se estaba bien así, la verdad. No llegaba a ser agobiante, como Tierra de Partida.

Me gustaba sobre todo, la hora de la comida. Cada uno se preparaba lo suyo, o nos turnabamos. Me había tocado hacer la cena, aunque claro. Siempre había alguien más que ayudaba. De todas formas, siendo tan pocos no era problema alguno cocinar un poco. Además, uno se podía concentrar en su lectura sin ser molestado. Simplemente con sentarse en una mesa un poco apartada podías sumergirte en cualquier libro ya que la gente se limitaba a comer en silencio. Era un gusto, la verdad.

Aquel día el cielo de Bastión Hueco estaba despejado, con un par de nubarrones que se podían ver a lo lejos, pero el sol brillaba con bastante fuerza mientras descendía hasta desaparecer por completo a la par que las nubes se tornaban rojas y anaranjadas. No era un paisaje tan bello como el de Villa Crepúsculo, pero no se podía decir que fuese una mala vista, sin embargo, hacía bastante frío por lo que aquel día había decidido vestir con alguna ropa de abrigo.

—En Tierra de Partida debería estar anocheciendo también —pensé —. Seguramente con lo que tarde en llegar hasta allí pase el tiempo suficiente para que no haya nadie fuera de sus habitaciones.

Aquella idea sonaba peligrosa, pero era algo que tenía que hacer, además. No pretendía mostrar hostilidad contra nadie si ellos no mostraban sus colmillos primero. Tan solo quería recuperar mis pertenencias. En mi opinión, el que estuviésemos en diferentes bandos no significaba que tuviésemos que ser necesariamente enemigos, al menos aquella era mi forma de ver las cosas.

Me levanté de la silla que había cogido en la terraza y me acerqué al balcón apoyándome en la barandilla de esta. Al parecer, iban a habilitar aquel sitio para crear una especie de copia de “El Gremio” donde poder coger misiones y similares.

Aquel que hubiese propuesto aquello había tenido una buena idea ya que a partir de cierto punto, cuando eras lo suficientemente fuerte, pasaban un poco más de ti y a parte de las Misiones Oficiales encomendadas por un Maestro poco más se hacía por lo que las misiones podían considerarse algo divertido. ¿Qué clase de misiones publicarían? Aquella duda surgía en mi cabeza y la martilleaba con fuerza. Tal vez volvería por allí en algún otro momento, cuando abriesen “El Gremio” y estuviese bien establecido.

Me puse en pie sobre la barandilla quedando al borde de una caída mortal en caso de dar un paso en falso. ¿Por qué hacia eso? Simple y llanamente porque no sentía miedo, además, Evasión Sombría podría hacer que la caída no fuese mortal en caso de que lo requiriese. Lo había comprobado el día que lograra salvar a Nadhia durante su accidentada llegada.

—Allá vamos.

Invoqué mi llave espada, que relució durante unos segundos con aquellos fragmentos de oscuridad y la lancé hacia el cielo. Allí, la espada cambió de forma entre un resplandor que mezclaba luz con Oscuridad en una especie de bruma negruzca, de allí surgió una tabla de Wind Surf que mezclaba tonos negros con azules, a juego con mi “Mundo de Origen”, Mundo Inexistente. Había intentado invocarla sin lanzarla varias veces, pero solo me había salido en dos ocasiones. La primera en Ciudad de Paso para huir de una armadura y la segunda había sido contra Wix, la que seguramente se encontraba en aquel momento en el Hall reparando el estropicio que entre Kemu, la mascota de Saxor y yo habíamos provocado con aquella plataforma.

Subí en el vehículo, lo sentía por Nyx, pero debía ir solo para hacer el menor ruido posible, además, no quería ponerle en peligro. Tierra de Partida nos veía como traidores, nos habíamos unido a los que habían liberado a los sincorazón a lo ancho y largo de la galaxia, aquellos que habían provocado la destrucción de Vergel Radiante. Era normal que nos viesen como enemigos.

Cualquiera que hubiese estado allí sabría de sobras que yo era uno de los traidores, principalmente porque yo había sido uno de los primeros en acercarse y agarrar la mano que Ryota nos había ofrecido. Muy pocos habíamos cambiado de bando. Me habría gustado que Fyk, Xefil y Nadhia hubiesen venido también, pero era cierto que ellos “pegaban” más en Tierra de Partida. No tenía nada en contra de ellos, por supuesto. Pero…

Bueno, sabía al menos que Xefil no me veía como un enemigo, con aquello me bastaba. Quizás, si le veía por allí no me importaría saludarle, aunque fuese unos instantes. A quienes no podía dejarme ver era a varias personas en concreto; Light, aquel tipo obsesionado con la Luz. Nadhia, mi mejor amiga y conociéndola intentaría hacerme volver (no hacía falta ser un genio para saber eso) Fyk, el que seguramente tendría miedo de mí y acabaría avisando al resto y… Bueno, toda Tierra de Partida. Sobre todo Ivan Kit. Apostaba que me delataría sin pestañear siquiera… A pesar de que le conocía de antes… O tal vez me equivocaba…

Tal vez algún día pudiese sacarle todo a la fuerza. Parecía ser la única manera que veía posible.

Activé la armadura mientras ascendía, justo antes de salir de la atmósfera del planeta esquivando la horda de sincorazón que rodeaba el mundo. Me guié con las estrellas para así poder situarme bien y no perderme de camino al castillo.

[Nell]

Aún no entendía los recientes acontecimientos que habían asolado Tierra de Partida.

Debido a una desafortunada siesta, que como se echaba varias al día no era de extrañar, Hana había perdido la oportunidad de visitar Bastión Hueco junto al resto de sus compañeros, que se habían visto inmersos en una serie de desafortunados encuentros en el mundo prohibido, en el cual habían vivido varias situaciones chocantes. Las más personales no le importaban lo más mínimo a la joven, pero había otras historias que, sin duda, merecían su atención.

Era de conocimiento general que los Maestros se habían dividido, entre los recién ¿resucitados?, traidores, de Bastión Hueco, y aquellos que habían optado por seguir desempeñando su labor en Tierra de Partida. Lo que parecía, sin duda, más lógico. Al fin y al cabo, ¿a qué venía dicha separación? ¿Cuáles eran los diferentes objetivos de cada uno? ¿De verdad se diferenciaban sólo por un tema tan relativo como la luz o la oscuridad?

Por otra parte, aquello había conllevado también a que varios aprendices decidieran emigrar al otro mundo, a fin de servirse de las enseñanzas de dichos Maestros. ¿Qué buscarían ellos? ¿La oscuridad? ¿Cumplir metas que no podían permitirse en Tierra de Partida? ¿Un trato diferente? Hana no podía entender muy bien este punto. ¿Qué habían ofrecido como para plantear de verdad una opción de cambio? Promesas demasiado relativas. El asunto del bien y el mal le eran demasiado indiferentes como para considerarse de un bando u de otro. Si le hubiesen dado a elegir, la chica no se habría sentido identificada con ninguno de los dos. Permanecía en Tierra de Partida básicamente porque allí tampoco estaba tan mal, y no sabía qué encontraría en Bastión Hueco.

No obstante, eso no quitaba que estuviera realmente interesada en descubrir las respuestas a dichas preguntas. ¿Y quién iba a resolvérselas? ¿Un Maestro? ¿Un aprendiz que lo hubiese presenciado? No conocía a nadie a quien creyera capaz de solucionarle las dudas, ni tampoco alguien con quien se llevara lo suficiente bien, dicho sea de paso. Y tampoco iba a viajar a Bastión Hueco para un asunto tan trivial. No le molestaba descubrirlo con el tiempo.

Pero, cuanto antes mejor, ¿no? Y si la oportunidad venía por sí sola…

En aquel entonces, dormía tanto por el día, librándose de las tareas que le imponían, echándose largas y placenteras siestas y entrenando lo que creía suficiente, que por las noches apenas podía conciliar el sueño. Y, precisamente esa noche, estaba tan despierta que decidió levantarse para merodear por el castillo, o al menos, hacer algo que la distrajera durante aquellas horas muertas.

Por supuesto, antes de salir de su habitación, se cambió el pijama tan horrible que tenía por una ropa más cómoda: un chándal negro, que le permitía moverse libremente, y que usaba normalmente para practicar con el monopatín. La suavidad de la tela hacía menos dolorosos los golpes de caídas y estampaciones contra diferentes superficies. No, no sólo paredes.

Caminó por el castillo sin rumbo fijo, y al pararse en uno de los habituales ventanales del edificio, se fijó en el cielo, cubierto de estrellas. Volvió a plantearse, de nuevo, todas aquellas preguntas sobre la división y los aprendices que se habían marchado. ¿Serían idiotas? ¿Por qué iban a confiar en unos completos desconocidos? ¿Qué les había llevado a ello? Deseó haber conocido anteriormente a alguno de ellos. Así habría podido valorar mejor si sólo eran personas impulsivas o tenían mayores razones de peso.

Hana recordó un popular cuento de Tierra de Partida, que trataba sobre las estrellas que poblaban el firmamento. Cada una de ellas era un mundo. Y cada mundo resplandecía, dejándose ver en aquella completa oscuridad, gracias a la luz de su corazón.

¿Serían los corazones humanos igual de luminosos?

Pensó, entonces, que si de verdad la luz del corazón era tan poderosa, tendría que ser entonces más visible, sobre todo para aquellos conectados entre sí. Cualquiera debería ser capaz de guiarse hacia la persona que emitiese ese brillo, como los mundos iluminan a los viajeros durante su trayecto.

¿Y sería posible, quizá, llegar también hasta los corazones que ya no poseían cuerpo?

Hasta entonces, Hana no se había planteado dicha posibilidad. ¿Existía en el espacio un mundo reservado para los corazones? Porque se negaba a creer que desaparecieran sin más. Algo debía de quedar detrás… Algo. Lo que fuera. No quería pensar en lo contrario. No. No. No.

No obstante, aún era demasiado pronto. Ni siquiera era una aprendiza lo suficiente capaz como para aventurarse por sí misma a otros mundos. Debía esperar, hasta el día en el que comenzara a expandir sus horizontes, y ser capaz de llegar a sitios donde ningún otro hubiese estado jamás. O que hubiesen dejado en ellos encantadores tesoros, claro, los cuales tampoco iba a rechazar. Tarde o temprano, su momento llegaría.

Mientras tanto, sólo podría mirar las estrellas. Y soñar.

[Sombra]

El viaje entre mundos fue simple, aquella vez no había pasado como en la accidentada visita al mundo en el que había encontrado a Nyx; Castillo de Bestia. Ni basura espacial, ni asteroides… El intersticio estaba despejado, sin ninguna incidencia ni obstáculo por el camino. Podría decirse que incluso había sido monótono y aburrido.

Tierra de Partida apareció enfrente de mí tras cerca de dos horas de viaje espacial. Me estremecí unos instantes al ver aquel mundo, mi corazón se comprimió y mis piernas empezaron a temblar. Respiré hondo del oxigeno que me proporcionaba la armadura y expiré antes de llegar a la altura de la atmósfera del mundo. Descendí por una zona algo alejada, en uno de los lados del castillo tras una de las múltiples colinas para evitar ser visto.

Volé a ras de suelo hasta llegar a la altura del gran portalón que en aquel momento debía permanecer cerrado, sobre todo, teniendo en cuenta los sucesos de hacía unos días. Seguramente la puerta estaba no solo cerrada con llave, si no que seguramente tendría algo bloqueándola.

Aterricé finalmente e hice desaparecer la llave espada, a la par que la armadura se desmaterializaba entre una bruma negra.

Me quedé frente al portón unos segundos y tragué saliva.

Estaba muy nervioso, aunque era normal. Si por casualidad alguien me veía, lo más probable es que diese la voz de alarma, eso despertaría a todo el mundo y evidentemente, no sería algo bueno para mí.

Desconocía por completo que harían conmigo si me encontraban, pero no esperaba que fuese algo bueno, precisamente. Tal vez me mantuvieran prisionero… o algo peor.

La verdad es que prefería no saberlo, pero eso no era más que otro motivo más por el que tenía que evitar a toda costa ser visto. Sobre todo, tenía que evitar que gente como Nadhia o Fyk me encontrasen, ellos no darían la voz de alarma, pero seguramente intentarían convencerme de volver. Si por ejemplo, fuese Ivan Kit el que me encontrase… Eso sí sería un gran problema, de gran envergadura, además.

Traté de empujar el enorme portón de Tierra de Partida, pero sin éxito. Estaba cerrada, sin embargo yo tenía un as bajo la manga para esa clase de situaciones.

—Evasión Sombría —bajo mis pies se formó un lodo negro por el cual me dejé tragar, tras eso me moví hacia la puerta pasando justo por debajo de ella. Antes de salir, me aseguré de que no hubiese nadie rondando por ahí—. Perfecto.

Salí de la sombra, ya dentro del hall. A los lados había dos puertas que conocía muy bien, de frente; las escaleras que llevaban a la sala del trono y pasando por la sala del trono estaban las habitaciones tras atravesar las torres en las que se dividía el castillo.

Tenía que tener extremo cuidado. Apostaba a que los maestros no eran tontos y sabían que existían habilidades que permitían infiltrarse o ocultarse. Lo más probable es que tuviesen un panel con el que controlar a los aprendices, como aquel mapa de Bastión Hueco que mostraba toda la ciudad y quienes rondaban por ella y si no tenían algo así, no me extrañaría que alguien estuviese haciendo rondas por el castillo o similares. Empecé a subir las escaleras caminando de puntillas. Conocía bien el castillo, había vivido allí durante siete meses aproximadamente y tenía conocimiento de que los pasos allí creaban un fuerte eco, mejor dicho. Cualquier cosa allí hacía un eco terrible.

[Nell]

Aún pensaba en los devenires de la vida cuando escuchó ruidos por el pasillo. Inmediatamente, recordó la fatídica noche en la que rondó por aquel mismo lugar, acompañada de Edge y Alec, en busca de un supuesto fantasma que al final resultó ser… Bueno, algo.

No le gustaba mucho recordar aquel episodio de su vida, pero era obvio que lo rememorara ante aquellas evidentes muestras de que había alguien más paseando por el castillo a aquellas horas. Era raro, porque no había aprendices que trasnocharan, como había comprobado un par de veces Hana. Así que no era de extrañar que la joven se interesara por la susodicha persona. Puede que fuera alguien conocido, o un idiota que sólo quería un vaso de agua, pero el misterio estaba ahí. Y, una vez era evidente, la joven no podía dejarlo pasar sin desvelar todos sus secretos.

Atravesó el pasillo, de puntillas, guiándose por el oído. Ir descalza, pese a la frialdad del suelo, era una ventaja en ese sentido. En aquella ocasión, la luz de las estrellas era lo bastante brillante para que no hiciera falta más iluminación en el recorrido de Hana. Le bastaba, además, para guiarse por el castillo, el cual cada día iba conociendo mejor. Empezaba a ser, poco a poco, el hogar que nunca antes había conocido.

Alcanzó, finalmente, la entrada del castillo. Y entrevió, al final de las escaleras, la figura de un joven, probablemente de su edad, que vagabundeaba por allí. No cabía duda de que no era un Maestro, sino un aprendiz. Por su juventud (sin ser Akio), y porque seguramente ellos no hacían estúpidas rondas nocturnas como ellos dos.

—¿Buscas algo en especial? —inquirió repentinamente la joven, iniciando la conversación, mientras subía lentamente las escaleras. Se refería, claramente, al vaso de agua—. ¿O crees que paseando por la noche estarás descansado para el entrenamiento de mañana? —añadió, puesto que su anterior pregunta podía ser bastante confusa.

No podía imaginar, de ningún modo, que aquella persona no fuera de Tierra de Partida. Aun se le hacía muy rara la fragmentación en dos que había sufrido recientemente la secta en la que se encontraban. Incluso si la tuviera más presente, jamás habría sospechado que se encontraba, precisamente, frente a una de aquellas personas. Para Hana, todos los aprendices eran iguales: torpes y novatillos.

Y aquel, pese a tener unas intenciones bien diferentes a la media, por eso de levantarse a horas sospechosas, seguramente no fuese diferente.

[Sombra]

—¿Buscas algo en especial? —me sobresalté al escuchar aquella voz femenina, pero excesivamente fría que me recordó demasiado a cierta escena en Bastión Hueco con cierta guardiana—. ¿O crees que paseando por la noche estarás descansado para el entrenamiento de mañana?

Miré a la chica, no era una maestra. Eso estaba claro ya que los conocía a todos, aunque fuese de vista y sin duda, su aspecto difería mucho al de Yami o Rebecca. No la conocía de nada, por lo que esperaba que fuera algo mutuo y por tanto no sospechara nada raro... A no ser que ahora hiciesen que los Aprendices vigilasen por la noche, eso no lo esperaría.

—¿No crees que preguntar eso viendo que ambos estamos fuera de nuestras habitaciones es un poco extraño? —pregunté hacia la chica de cabello azul con algo de desconfianza.

Si quería infiltrarme con éxito y lograr mi objetivo tenía que tener cuidado.

Oculté mi mano tras la espalda, si ella intentaba hacer cualquier cosa, como dar la voz de alarma o similar no dudaría en dejarla fuera de combate.

La observé cuidadosamente, no sabía que pensar de ella. ¿Era ilusa y pensaba que yo era de allí o tal vez Ronin les había puesto en sobre aviso mostrándoles fotografías de nuestros rostros? El simple hecho de no saber si ahora tenían algún tipo de mecanismo de identificación me ponía de los nervios. Si me encontraban...

Prefería no saber que podría pasar. Intenté actuar con normalidad siguiendo mi camino andando tranquilamente.

—Yo vuelvo enseguida a mi habitación. Deberías irte pronto a cama, como te toque Ronin te verás en problemas si no estás descansada —tal vez quedaba un poco forzado en mí hablar con ese "tono amable", pero no me quedaba más remedio que hacer eso. Tenía que librarme de ella cuanto antes.

[Nell]

Si bien el muchacho había sido rápido respondiendo con otra pregunta que la incumbía, la joven estaba preparada para aquella contestación. Al menos, un poco, pues también podía ésta volverse en su contra.

—En mi caso, todas las noches salgo a pasear —mintió, como una bellaca—, mientras los demás dormís como dulces angelitos, sintiéndoos a salvo y reconfortados entre estas cuatro paredes tan seguras —sonrió enigmáticamente, cruzada de brazos.

Realmente, Hana distaba mucho de ser un peligro para el resto de aprendices, pero siempre ante los demás aparentaba ser mejor de lo que era. No consideraba Tierra de Partida como una escuela donde primase el compañerismo. Todo lo contrario. Estaban allí para sobresalir, para destacar incluso entre los suyos. El resto de aprendices eran rivales, no camaradas. La única ley que Hana conocía era la del más fuerte. Y si cometía el error de mostrarse débil… bueno, entonces dejaría de tener aquella preciada libertad de la que tan orgullosa estaba.

Volviendo a la situación, el objetivo de Hana respecto a aquel aprendiz nocturno era averiguar quién era. No le había visto antes, y eso se le hacía un tanto raro, pese a que llegaban novatos casi a diario. Además, ¿trasnocharía él por aquellas horas? ¿Por qué? ¿Sería un pringado como los demás o alguien a quien dar cierto valor? Eran datos que no se le podían escapar, sin duda. Hana quería estar al corriente de toda la información que le brindara Tierra de Partida. Posiblemente, ese grado de conocimientos podría servirle de mucha ayuda cuando comenzasen a mandarle misiones en otros mundos.

Entonces, el muchacho la esquivó y echó a andar por el pasillo. Como la conversación para la joven no había acabado, subió las escaleras y comenzó a seguirle, a la adecuada distancia para hablar con él, mostrando siempre una actitud despreocupada y una mirada juguetona que esperaba ponerle nervioso. Sí, eso, normalmente, solía desestabilizar a los hombres.

—¿Qué más da? Nada de lo que hacemos aquí es realmente peligroso. Y mañana no tengo ninguna misión fuera —lo sabía porque aún no había salido a otros mundos, pero trató de que ese dato no se le escapara. Prefería que la viera como una aprendiza experimentada que conocía bien sus funciones. Lo cual distaba mucho de la realidad de dicho perfil—. Ese Ronin… Bah, seguramente es otro blandengue.

Había oído hablar de él, por supuesto. Era el maestro de Maestros. Pero eso no le imponía en absoluto. Si había aceptado a Rebecca, la misma mujer que salió corriendo para no enfrentarse al fantasma que amenazaba Tierra de Partida, es que ni él mismo era demasiado bueno.

[Sombra]

—En mi caso, todas las noches salgo a pasear —respondió a mi pregunta. Aquello quería decir que sin duda no era nada más que una simple aprendiza, nada de una vigilante o similar—, mientras los demás dormís como dulces angelitos, sintiéndoos a salvo y reconfortados entre estas cuatro paredes tan seguras —la joven me dedicó una sonrisa un tanto extraña. Me limité a enarcar una ceja algo dudoso.

En cuanto eché a subir las escaleras escuché los pasos de la joven persiguiéndome.
Genial, una cotilla. Sería fácil dejarla sin conocimiento si la cogía desprevenida, pero si hacía ruido y atraía la atención de alguien…

—¿Qué más da? Nada de lo que hacemos aquí es realmente peligroso. Y mañana no tengo ninguna misión fuera —explicó como si realmente me importase mucho—.Ese Ronin… Bah, seguramente es otro blandengue —añadió al final.

—¿”Seguramente”? —sonreí levemente—. Me gustaría ver como intentas enfrentarle —reté a la muchacha mostrando una falsa sonrisa amistosa.

>Y… dime, ¿tienes un nombre o algo así?

Miré a la chica con el rabillo del ojo esperando su respuesta. Intentaba molestarla, más bien hacer que se largase a base de conseguir que me odiase o algo similar.

Llegamos a la sala del trono. Obviamente, todo el amplio lugar estaba vacío.

Me preguntaba si mi habitación seguía intacta o si le habían hecho algo…

Hacía apenas unos dos días desde aquel suceso, el apodado “Ocaso de una Estrella”, no creía que fuesen a tirar mis cosas tan rápido la verdad… Aunque bueno, Lyn era capaz.

¡Además, las llaves de mi Nave Gumi estaban allí! Junto a muchas más cosas, evidentemente. Por suerte, en mi habitación tenía una mochila donde cogerían todas esas cosas.

[Nell]

El aprendiz, que cada vez la exasperaba más, debía de ser un fan de Ronin, porque aunque no le defendió a capa y espada como habrían hecho otros, sí le puso por encima del nivel de Hana. Ésta enarcó una ceja.

―Nadie puede saberlo hasta que no lo compruebe ―esquivó el reto, y añadió, encogiéndose de hombros―. Y si se da el caso de que sea algo más fuerte, no será por mucho tiempo.

Nunca había sido su objetivo el de superar a Ronin, el supuestamente más fuerte de Tierra de Partida, pero, ¿por qué no? Ya que estaba al amparo de los Maestros y recibía su instrucción, ¿por qué no aspirar a la máxima grandeza que aquel sitio podía brindarle? Además, cuanto más fuerte fuera, más libertad tendría. Visto así, superar a Ronin no parecía una mala meta.

―Sí… ¿por qué no…? ―murmuró para sí misma.

Entonces, el aprendiz preguntó por su nombre. Lo cierto es que ninguno de los dos se había presentado hasta el momento. Hana arrugó la nariz, porque hasta su forma de hacer una pregunta era realmente molesta. Y sus intentos por controlarle no estaban surtiendo efecto.

―Hana ―contestó secamente―. Imagino que tú no, porque, ya sabes, normalmente la gente educada se presenta primero. Tampoco me importa demasiado, porque los niños correctos son aburridos y mortalmente repelentes. ¿No crees, esto…? ―improvisaba, y al mismo tiempo, manipulaba el orden de sus pensamientos para dirigirlos hacia la vertiente que le interesaba―.[color=lightseagreen] Oh, vaya, de alguna manera tendré que llamarte ―fingió estar preocupada por semejante trivialidad―. ¿Sr. X? ¿El Niño que Paseaba por el Castillo? ¿Pro-Ronin? ¿Derhe? ―propuso―. No te cortes. Elige el que más te guste.

Habían llegado a la sala del trono, la cual el muchacho atravesaba hacia la otra ala. En dirección a su habitación, como había dicho, para irse a dormir. En cuanto llegaran, probablemente daría a Hana el portazo en las narices, perdiendo así lo más mínimamente interesante que había encontrado la joven vagabundeando por las noches.

―Hay que ser un pardillo para aceptar sentarse ahí ―comentó, señalando la fila de tronos―. ¿No crees? Pasarse toda la vida arriesgándote en batallas por otros, cuidando de mocosos que intentarán usurparte el puesto, renunciando a los placeres prohibidos… Da un poco de lástima. Que, quien lo ha escogido, no parezca tener otro camino mejor.

Intentaba apartar un poco el tema acerca del muchacho. Si no quería contarle nada más sobre él, a ella tampoco le importaba demasiado. Únicamente, y aunque le costase admitirlo interiormente, porque no lo haría en el exterior, sólo le interesaba la compañía que le había brindado. Y que no estaba tan mal.

[Sombra]

―Hana ―se presentó parca en palabras―. Imagino que tú no, porque, ya sabes, normalmente la gente educada se presenta primero. Tampoco me importa demasiado, porque los niños correctos son aburridos y mortalmente repelentes. ¿No crees, esto…?

¿Entonces para que abres la boca si no te importa demasiado?

Estaba claro que jamás podría comprender a las mujeres. Tal vez demasiado claro.

― Oh, vaya, de alguna manera tendré que llamarte, ¿Sr. X? ¿El Niño que Paseaba por el Castillo? ¿Pro-Ronin? ¿Derhe? No te cortes. Elige el que más te guste.

―Me gusta el de "Sr.X" ―le seguí el juego―. Ivan Kit, ese es mi nombre ―mentí descaradamente diciendo lo primero que se me había pasado por la cabeza.

Solo deseaba en aquel momento que ella no conociese al verdadero Ivan Kit, algo en lo que no caí en la cuenta hasta haber dicho aquel nombre.

―Hay que ser un pardillo para aceptar sentarse ahí ―señaló entonces a los tronos de los Maestros de Tierra de Partida que se alzaban majestuosos presidiendo aquella sala―. ¿No crees? Pasarse toda la vida arriesgándote en batallas por otros, cuidando de mocosos que intentarán usurparte el puesto, renunciando a los placeres prohibidos… Da un poco de lástima. Que, quien lo ha escogido, no parezca tener otro camino mejor.

Me detuve en seco y me giré hacia la chica.

―Sin embargo, tienen una cosa de la que carecen los aprendices ―contesté seguro―. Poder y liderazgo. No sé a qué placeres dices que renuncian, pero seguramente tengan algún que otro secreto.

>>Las personas son máscaras, al fin y al cabo.

[Nell]

Afirmó llamarse Ivan Kit, ante lo que Hana se encogió de hombros. Lo cierto es que sí había oído hablar de él, pero muy de pasada. Era un aprendiz que llevaba allí su tiempo, pero no parecía caer muy bien a la gente, o algo así. Teniéndolo delante, a Hana no le extrañaba nada.

―Mejor Sr. X. Te pega más ―decidió por sí misma, al final.

Ivan no estuvo de acuerdo con su referencia al agobiante cargo que supondría ser el mayor de los Maestros. Veía en el asiento la promesa de poder y liderazgo, según sus propias palabras, a lo que Hana negó con vehemencia la cabeza. Se podía tener ambas cosas sin necesidad de ser una cara bonita en una silla bonita. Las mejores vidas las llevaban los titiriteros, no los títeres.

Y por eso no dejó de resultar curioso que después mencionara las máscaras, cuando Hana también había concebido un símil de un espectáculo.

―Muy acertado ―le concedió―. Pero el poder no se obtiene de una silla, sino de conocer esos secretos. De conocer lo que hay bajo la máscara.

Avanzó a su lado, tranquilamente, sin tampoco esperar respuesta si éste no quería dársela. Y apenas unos segundos después, se lanzó a decir algo que ni siquiera había reflexionado antes, por lo que se extrañó de su propia franqueza:

―¿Sabes? No eres un aprendiz convencional, que digamos. La mayoría están encantados con besar los pies a los Maestros y obedecer todas sus normas. ¿Cómo tienes unos pensamientos tan negativos hacia ellos? ―preguntó, curiosa. Sospechaba que la razón provenía de su pasado, de la desconfianza hacia los altos cargos, lo que siempre la interesaba―. Y nunca te había visto hasta hoy. ¿Eres nuevo? ¿Quién es tu Maestro?

Sí que era un completo Sr. X., pensándolo bien…

[Sombra]

Afirmé con una leve sonrisa dibujada en los labios ante el apodo que Hana acababa de decidir darme. Tal vez mi mentira no había cuajado al fin y al cabo, aunque de haber descubierto que el nombre que le había dado era falso lo cierto era que su forma de hablar, de actuar resultaba demasiado confiada. Casi como si no me hubiese descubierto. Quizás le estaba dando demasiadas vueltas a todo, quien sabe.

―Muy acertado ―aceptó la chica a mi afirmación―. Pero el poder no se obtiene de una silla, sino de conocer esos secretos. De conocer lo que hay bajo la máscara.

En eso no le faltaba razón, saber los trapos sucios de alguien podía darte poder de una manera u otra, aunque sonase algo cruel.

―¿Sabes? No eres un aprendiz convencional, que digamos. La mayoría están encantados con besar los pies a los Maestros y obedecer todas sus normas. ¿Cómo tienes unos pensamientos tan negativos hacia ellos? ―ladeé la cabeza sin saber muy bien que responder para finalmente optar por el silencio, no es que pensase eso solo de ellos. Cualquier persona en el mundo era de esa manera―. Y nunca te había visto hasta hoy. ¿Eres nuevo? ¿Quién es tu Maestro?

―Kazuki ―respondí de forma natural, la verdad es que incluso siendo ahora aprendiz de la Maestra Ariasu todavía no estaba familiarizado a eso, por lo que instintivamente me salió el nombre de mi antiguo Maestro―. Llevo aquí desde... Me parece que fue un par de semanas después de la caída de Vergel Radiante.

>> Yo tampoco es que te hubiese visto antes. Cuando llegué como aprendiz este sitio estaba bastante muerto, por lo que no era difícil conocer a todo el mundo aunque fuese de vista. Deduzco pues que no llevas más de dos meses aquí. ¿Cierto? Últimamente me paso días enteros en misiones por ahí fuera, supongo que por eso no hemos podido coincidir hasta hoy.

Y en cierto sentido no mentía con aquello de que en los últimos dos meses había estado mucho tiempo fuera viajando por los mundos. Me sentía raro entrando a hurtadillas en un lugar en el que había vivido por seis meses y engañando a las personas que habitaban ese lugar, aunque pensándolo bien. ¿No me había pasado seis años viviendo de aquella forma? En Mundo Inexistente no había más opción si querías sobrevivir un día más.

Empecé a caminar hacia el pasillo de las habitaciones dándole la espalda a la chica.

―Bueno, Hana. Me voy a la cama, ha sido interesante hablar contigo, espero que podemos repe… ―no pude acabar la frase.

El eco de unas pisadas resonaron por el pasillo en el cual se encontraba mi habitación con lo que se había quedado allí dentro. Como si llevase huyendo toda mi vida y estuviese acostumbrado a ello me giré hacia la peliazul y sin mediar palabra agarré su mano y tiré de ella para llevarla al único escondite que podía pensar en aquel momento: Detrás de los tronos de los Maestros.

Tapé la boca de la aprendiza con mi mano y le hice un gesto como pidiendo que se mantuviese callada hasta que yo se lo dijese. Poco a poco, si la chica no oponía resistencia y parecía acceder a mantenerse callada dejaría de hacer fuerza y apartaría mi mano de ella. Lo más seguro es que fuese un simple aprendiz, aunque me preocupaba más que aquella persona resultara ser un Maestro.

[Nell]

Se había equivocado con él. No era un novato perdido, sino uno de los aprendices experimentados. Y no tardó en calarla como ella era: del primer grupo.

―Mi Maestra es Rebecca ―comentó con aburrimiento―. Me reclutó hace poco, sí ―se obligó a reconocer―. Lo único que hacemos es entrenar, entrenar y entrenar ―falso: ella dormía―. Supongo que las cosas solo se aprenden de verdad ahí fuera.

Y, por lo tanto, el Sr. X se posicionaba por encima de ella. Había estado en otros mundos, en otros lugares. Fuera, luchando y viviendo quién sabe cuántas aventuras. En cambio, Hana aprendía con lentitud cómo sujetar el mango de la llave espada y cómo enarbolarla para no hacerse daño a sí misma. Era frustrante.

El Sr. X, sin darse cuenta, era una fuente primaria y potencial de información. Podía contarle muchísimas historias. Podía compartir sus experiencias. Sin embargo, con lo gallita que Hana ya se había mostrado, le habría dado tocado en su orgullo hacerle ahora directamente semejante petición.

Así que no le quedaba otra que ir por las ramas, lo cual no funcionó.

Al final, parecía que sus caminos iban a dividirse de nuevo. En esta ocasión, Hana no tenía intención de retenerle durante más tiempo. Había averiguado bastantes cosas suyas y se había entretenido lo suyo. Mientras ambos vivieran en el castillo, podían encontrarse de nuevo y, al menos, averiguar su nombre.

Iba a despedirse, al igual que él, cuando ambos escucharon los pasos. En el sepulcral silencio de los pasillos del dormido castillo, retumbaban como si pertenecieran a un elefante y no a algún aprendiz amodorrado que se hubiera levantado a por un vaso de agua. Hana no le dio importancia. Por el contrario, el aprendiz se puso alerta. La cogió de la mano y la arrastró detrás de los tronos de los Maestros, donde ambos se escondieron de la amenaza de ¿un muchacho de catorce? ¿Quince? ¿Dieciséis años?

Pensó que, al final, el trabajo de campo quizá lo hubiera enloquecido.

Y en una combinación de pensamientos entre su Maestra y pasos sin dueño de los pasillos, se le encendió una bombilla en la cabeza. Puede que aún pudiera divertirse con el veterano.

Asintió hacia él, con una mirada de fingida complicidad, para darle a entender que se mantendría en silencio. Suponía que el Sr. X no querría hacer ruido hasta que se hubieran alejado los pasos, pero esperó pacientemente a su señal para empezar a hablar:

―Era él…

Dejó vagar la mirada, como si estuviera sumida en profundos pensamientos, antes de dirigirla de una manera enloquecida al Sr. X, cogiéndole por los hombros y exclamando:

―¡Sí, él! ¡Por fin le he encontrado! ¡El Maestro! ―le agarró de la mano y tiró de ella para sacarle del escondrijo, señalando con la otra la puerta lateral―. ¡Se ha ido por ahí! ¡Tenemos que seguirle!

Trató de poner todo el sentimiento de emoción que pudo a sus palabas, sin apartar la vista del aprendiz, para intentar atraparle con la mirada y que se viera obligado a dejarse arrastrar a la ficticia historia que ya estaba preparando.

[Sombra]

Hana no hizo nada para oponerse a mí cuando la arrastré, los pasos acabaron tarde o temprano pasando de largo dirigiéndose a quien sabe donde. La chica mantuvo en todo el momento completo silencio obedientemente, agradecí por dentro que no fuese una histérica, había gente a la que tendría que haber noqueado.

―Era él… ―dijo de pronto. Una mirada de extrañeza se hizo presente en mi rostro.

―¿Él? ―dudé―. ¿A que te refieres con “él”?

La muchacha se tomó un tiempo para contestar, con aire distraído se quedó mirando a nada en concreto para de golpe agarrarme por los hombros sorprendiéndome mientras me perforaba con sus ojos como si de dos dagas se tratasen.

―¡Sí, él! ¡Por fin le he encontrado! ¡El Maestro! ―agarró mi mano con firmeza y empezó a tirar de mí―. ¡Se ha ido por ahí! ¡Tenemos que seguirle!

En cuanto la chica me hubo sacado del escondrijo improvisado me detuve en seco haciendo que ella tuviese que frenar su avance también, obviamente no quería seguir a ningún Maestro, tan solo acarrearía problemas y probablemente mi intento para recoger mis pertenencias se viera frustrado.

―Oye, oye. Por qué querría seguir a… ¿Kazuki? Bueno, Kazuki no… Pero… ¿Akio? ¿Rebecca? ¿Ronin? No me interesa lo que sea que hagan a esta hora, ¿sabes? ―fruncí el ceño con no poca desconfianza precisamente.

No, no iba a seguir a ningún Maestro, lo tenía muy claro.

<<¿Tal vez se ha dado cuenta y trata de llevarme con los Maestros?>>

Lo dudaba, sería demasiado obvia, pero era una posibilidad que no podía descartar, en todo caso si de verdad me veía en la necesidad podía darle un buen sopapo para “dormirla”, si no dejaba huellas del golpe nadie podría saber nunca qué había ocurrido en realidad.” La chica era sonámbula y cayó al suelo”, o tal vez “se había quedado dormida allí mismo tras haber ido a por un vasito de leche fresca”, teniendo a Kazuki cerca aquello no era del todo raro. Estaba seguro de que en los entrenamientos lo había visto quedarse dormido de pié y sin llegar a perder el equilibrio. Pero el caso era que en aquel momento ella intentaba delatarme, no me quedaba más remedio que hacerme el sueco por ahora.

―¿De que va todo esto? ―fui directo al grano con tono seco como el desierto de Agrabah―. ¿Por qué querrías llevarme ante un Maestro si se puede saber?

[Nell]

Tuvo que contener una sonrisa maliciosa para que el Sr. X no la pillara ipso facto. En su lugar, se esforzó por poner los ojos en blanco, como si fuera algo tan obvio que ni necesitara explicación. Era una pequeña victoria contra el muy experimentado aprendiz.

―¿Esos? ¡Pff, por favor! Seguramente sigan durmiendo profundamente en algún lugar ―comentó de pasada―. Me refiero al Maestro. ¿No has oído hablar de él? ¡Corren todo tipo de rumores sobre su presencia por el castillo!

Estaba inventándoselo todo. Nadie hablaba de ningún Maestro que no fueran los ya conocidos. Sin embargo, ya que el aprendiz había fardado de ir mucho de misión, Hana pensaba aprovecharse de su aparente desconocimiento sobre las novedades dentro de Tierra de Partida para hacerle la jugarreta.

―Mira, seré sincera ―y un cuerno―: antes te he mentido. No deambulo por el castillo de noche solo para dar paseos en solitario. Él es mi objetivo. Quiero pillarle y por eso le he estado buscando durante todo este tiempo. Hoy por fin ha aparecido. ¡Tenemos que perseguirlo! ¡Podríamos ser los primeros en descubrir la verdad tras la leyenda del Fantasma de Tierra de Partida!

Empezó a tirar de su mano hacia la puerta que había señalado. Si se resistía, lo seguiría intentando cual niña pequeña, con desesperación, como si no quisiera irse sola en la oscuridad.

―Escucha, prometo contarte todo lo que sé, pero necesito que me sigas ―le pidió―. Nuestro encuentro no puede haber sido una coincidencia. Piénsalo: soy una novata persiguiendo a un fantasma, así que siendo realistas, las cosas pueden acabar muy mal para mí si el tipo es muy fuerte. ¡Necesito tu ayuda!

Solo entonces se dio cuenta de que había metido la pata. Apenas recordaba el relato con el que Rebecca les había engañado para caer en la broma de Akio y, al tratar de reproducirlo, había caído en un error. El fantasma de dicha historia no era un Maestro, sino uno de sus aprendices.

Tuve un breve momento de susto que se reflejó en su cara, antes de recobrarse y pensar en la manera de solucionar la historia que iba a contarle.

―Supongo que si ignorabas la existencia del fantasma, tampoco sabrás nada de su leyenda ―procedió a inventarse―. Sí sabrás que, actualmente, acaba de salirle una especie de competidor a Tierra de Partida, ¿no? Esa… Orden de Bastión Hueco, o como se llame. Muchos aprendices han desertado de aquí para unirse a sus filas. Pues bien, corren muchos rumores de que desaparecen más chavales de Tierra de Partida de los que se mudan a Bastión Hueco. ¿Sabes lo que eso significa?

»Significa que nunca llegan a su destino.

Esperaba despertar su interés con aquellas adecuadas palabras. Al fin y al cabo, Bastión Hueco era el tema en boca de todos, y ni siquiera a él le habría pasado desapercibido.

―La leyenda cuenta que hace muchos, muchos años, había un Maestro en Tierra de Partida al que le gustaba acoger multitud de aprendices para experimentar con ellos. Sobre las afinidades elementales y cómo afectaban a cada uno, pero ese detalle no importa. El caso es que los jóvenes tenían miedo de perecer en las pruebas a las que diariamente se sometían solo para saciar la curiosidad científica del hombre. Planearon conjuntamente la muerte del Maestro y la llevaron a cabo.

»Sin embargo, antes de morir, el Maestro maldijo a sus pupilos, prometiendo que nada así volviera a suceder. Él creía en la obediencia completa de los aprendices, a los que se les lega el conocimiento a cambio únicamente de estar al completo servicio de sus tutores para siempre. Ninguno podría osar la deserción jamás. Si intentaban hacerlo, recaería sobre ellos el maleficio del traicionado Maestro, del fantasma.

»Y eso es exactamente lo que está sucediendo ahora. Hay quien logra escapar y llegar sano y salvo a Bastión Hueco. No obstante… también hay quienes nunca lo consiguen.

Soltó la mano del Sr. X. Ahora que le había contado la historia, no podía seguir obligándole a seguirla. Lo que necesitaba es que él mismo se dejara llevar por su propio pie. Usó sus manos para abrazarse a sí misma, como si la historia le diera escalofríos.

―Ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer? ¿Me ayudarás a detenerle o no? O dicho de otro modo, ¿quieres que mi muerte recaiga sobre tu conciencia?

[Sombra]

―¿Esos? ¡Pff, por favor! Seguramente sigan durmiendo profundamente en algún lugar ―observé extrañado a la chica. ¿De qué Maestro estaba hablando? ¿Del de los Moguris que habitaban en el castillo?―. Me refiero al Maestro. ¿No has oído hablar de él? ¡Corren todo tipo de rumores sobre su presencia por el castillo!

Alcé una ceja dando a entender que no estaba pillando a dónde quería llegar. Lo cierto era que en aquel momento era imposible que pudiese averiguar de que se trataba todo el asunto, aunque parecía que no había pensado en la posibilidad de que fuese una persona que como ella se había levantado a… ¿Tomar un vaso de leche antes de dormir?

―Mira, seré sincera ―volvió a hablar tras un silencio―: antes te he mentido. No deambulo por el castillo de noche solo para dar paseos en solitario. Él es mi objetivo. Quiero pillarle y por eso le he estado buscando durante todo este tiempo. Hoy por fin ha aparecido. ¡Tenemos que perseguirlo! ¡Podríamos ser los primeros en descubrir la verdad tras la leyenda del Fantasma de Tierra de Partida!

―Esp… ¿qué? ―ante el tirón de mi mano me detuve evitando ser llevado hacia allí, sin embargo la muchacha era demasiado cabezota como para simplemente soltarme―. ¿Fantasmas en Tierra de Partida? Creo que deberías irte a la cama, empiezas a imaginar cosas por falta de sueño.

Empezó a tirar de su mano hacia la puerta que había señalado. Si se resistía, lo seguiría intentando cual niña pequeña, con desesperación, como si no quisiera irse sola en la oscuridad.

―Escucha, prometo contarte todo lo que sé, pero necesito que me sigas ―insistió dando otro tirón a mi mano―. Nuestro encuentro no puede haber sido una coincidencia. Piénsalo: soy una novata persiguiendo a un fantasma, así que siendo realistas, las cosas pueden acabar muy mal para mí si el tipo es muy fuerte. ¡Necesito tu ayuda!
―Pero… ¿esas cosas no existen solo en Ciudad de Halloween? ―medité.

―Supongo que si ignorabas la existencia del fantasma, tampoco sabrás nada de su leyenda ―ignoró por completo mis quejas y preguntas―. Sí sabrás que, actualmente, acaba de salirle una especie de competidor a Tierra de Partida, ¿no? Esa… Orden de Bastión Hueco, o como se llame. Muchos aprendices han desertado de aquí para unirse a sus filas. Pues bien, corren muchos rumores de que desaparecen más chavales de Tierra de Partida de los que se mudan a Bastión Hueco. ¿Sabes lo que eso significa?

»Significa que nunca llegan a su destino.

Extrañado, contemplé a la aprendiz en silencio. Podía deducir que en caso de que dijese la verdad eso significaba que si en Bastión Hueco éramos tan pocos solo era por el hecho de que aquellos que venían o pretendían venir desaparecían. ¿Pero el problema era un fantasma de Tierra de Partida? Lo lógico era pensar que les ocurría algo en el intersticio, no todos podían sobrevivir en solitario a las hordas sincorazón.

―La leyenda cuenta que hace muchos, muchos años, había un Maestro en Tierra de Partida al que le gustaba acoger multitud de aprendices para experimentar con ellos. Sobre las afinidades elementales y cómo afectaban a cada uno, pero ese detalle no importa. El caso es que los jóvenes tenían miedo de perecer en las pruebas a las que diariamente se sometían solo para saciar la curiosidad científica del hombre. Planearon conjuntamente la muerte del Maestro y la llevaron a cabo.

»Sin embargo, antes de morir, el Maestro maldijo a sus pupilos, prometiendo que nada así volviera a suceder. Él creía en la obediencia completa de los aprendices, a los que se les lega el conocimiento a cambio únicamente de estar al completo servicio de sus tutores para siempre. Ninguno podría osar la deserción jamás. Si intentaban hacerlo, recaería sobre ellos el maleficio del traicionado Maestro, del fantasma.

»Y eso es exactamente lo que está sucediendo ahora. Hay quien logra escapar y llegar sano y salvo a Bastión Hueco. No obstante… también hay quienes nunca lo consiguen.

Sin quererlo había llegado a interesarme por aquella leyenda, teniendo en cuenta la cantidad de maleficios existentes había una mínima posibilidad de que lo que decía fuese cierto. Me llevé la mano al mentón una vez me hubo soltado pensativo. Solo atacaba a los “traidores” porque era parte del maleficio, eso quería decir que yo era una potencial víctima (si es que era cierto), pero podía ser cualquier otro también su víctima. ¿Y si Fyk o Nadhia intentaban ir a Bastión Hueco? Si la condición para convertirse en víctima era “ser un traidor” o “pretender traicionar” lo mejor era eliminar aquella maldición además… ¿No sería lógico avisar a los Maestros para que se encargaran ellos?

<<[b]No, ellos no moverían ni un dedo en una maldición semejante, al fin y al cabo si solo afecta a traidores les compensa tenerla activa>>

―Ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer? ¿Me ayudarás a detenerle o no? O dicho de otro modo, ¿quieres que mi muerte recaiga sobre tu conciencia?

―Está bien, te acompaño ―acabé afirmando―. ¿Pero por qué te arriesgarías así? ¿Planeas traicionar Tierra de Partida y tienes miedo de que te ataque?

Y en aquel momento noté que poco a poco me iba alejando de mi objetivo casi sin darme cuenta.