—
Uhm... Sí, o al menos lo fui... Es una larga historia. —La respuesta de Ragun no sonó demasiado convincente.
—
Si tú no estás seguro, ya me contarás —comentó Adam con una carcajada.
Empezaba a sospechar que de verdad no era un sincorazón. Tenía su mismo olor (o uno muy muy parecido), vale, pero no había tenido la misma sensación que tenía cuando se encontraba con uno. Ni siquiera parecía compartir la pasión por arrancar corazones que tanto divertía a Adam. ¡Menudo timo!
Sin embargo, lo que hizo a continuación consiguió que cambiase completamente de opinión. Todo el cuerpo de Ragun empezó a cambiar, volviéndose la piel más oscura y liberando un aura que definitivamente le recordaba a la de los sincorazón. Cuando abrió los ojos, brillaban con intensidad.
—
¡Ojojojojo! ¡Esto es otra cosa! —exclamó el vampiro, admirando la nueva forma de su compañero.
—
En esta forma tengo bastante más fuerza al utilizar mis poderes, aunque no adquiero ninguna característica como super-fuerza o algo así, por lo que incluso así seguiría perdiendo contra ti en un pulso.—
Tendrías que haber empezado por aquí desde el principio, tío, ahora sí que pareces un sincorazón —comentó, con aire divertido.
Pero la diversión duró poco. Ragun volvió a su apariencia normal, y la sonrisa desapareció del rostro de Adam. Menudo chasco, prefería cómo era antes.
—
Pero bueno, ni siquiera yo sabía hasta hace poco que era uno de ellos y todavía estoy investigando las habilidades que poseo como una de esas... cosas. Invocar sincorazón para que ataquen a mis enemigos y generar una especie de arenas movedizas pero hechas de energía oscura son las dos únicas cosas que he descubierto que puedo hacer únicamente cuando me transformo.—
Ajam...Asintió levemente con la cabeza, pero apenas estaba prestando atención a lo que decía (ni lo entendía ni le interesaba). Estaba más entretenido imaginando que si los sincorazón de verdad podían tener apariencia humana, pelear contra uno debía de ser el doble de divertido que hacerlo contra uno normal. Contra Ragun lo tenía difícil, porque Nanashi le mataría si intentara atacar a otro aprendiz...
Aunque estaba ese tal Palamecia que había nombrado antes, por ejemplo. Se moría de ganas por destrozarle, y eso que ni le conocía. ¿Llegaría a hacerlo...? Bueno, siempre podía buscarlo.
—
Tengo entendido que los vampiros —Escuchar la palabra "vampiro" hizo que Adam volviera a prestar atención a Ragun—.
tenéis poderes muy interesantes, como que os regenerais más rápidamente al chupar la sangre de otros seres vivos, ¿fue por eso que me mordiste antes?—
Sí y no. Más bien no —respondió, bostezando ampliamente—.
Nos curamos más rápido que los demás por normal, pero no nos hace falta siempre sangre. Aunque la sangre siempre ayuda y no podemos estar demasiado sin ella, o algo así. No recuerdo los detalles.Señaló su cuerpo, demostrando que todas las heridas que tenía al principio, cuando se habían encontrado por primera vez, ya no estaban. Como si nunca le hubieran herido.
—
Ah, te mordí porque tenía hambre. Y porque te ofreciste a ayudarme. —Se encogió de hombros—.
Fue como una invitación a que te mordiera, ya sabes.—
Bueno, será mejor que vaya subiendo para arriba. —Señaló hacia el techo, echando a andar con tranquilidad hacia las escaleras—.
Comeré algo y me echaré una siesta, esto del horario diurno es una mierda. Aunque creo que tenía entrenamiento con Nanashi... Bah, qué más da.»
Un placer, Fust VonRagun —Adam le dirigió un gesto de la mano como despedida, acompañado de su típica sonrisa amistosa—.
Nos mordemos por ahí~De vuelta a su habitación, el joven vampiro le daba vueltas a su cabeza a la idea de pelear contra sincorazón. Últimamente, había sido su obsesión. Pelear le hacía sentir vivo, le divertía, era una forma de demostrar que todavía tenía un camino por delante. Ya no estaba encerrado en una vida repetitiva (aunque divertida) en Ciudad de Halloween, donde no encontraba problema que no pudiera solucionar con fuerza bruta.
Ahora todo era diferente. En aquella salida al exterior del castillo, había tenido que huir con el rabo entre las piernas al verse superado. Aquel día, cuando conoció a Nanashi y a Diana, ocurrió lo mismo. Tal vez no fuese tan fuerte como él creía...
Bah, tonterías. Estaba pensando demasiado.
Abrió la puerta de su cuarto, echó un largo trago a una de las bolsas de sangre que había dejado sobre la mesa, y se desplomó sobre la cama.
¡Maldito horario diurno!
Un placer como siempre, Sombra <3
¡A ver si hacemos un encuentro en el que puntuemos los dos!