—
Mientes fatal, guapo. Vaya, cazada al canto. Menuda perspicacia tenía la niña… o no tan niña.
—
Reconozco que las mentiras nunca fueron lo mío. —Se encogió de hombros, admitiendo la derrota—.
Soy más de medias verdades.Realmente, salvo por lo de que su institución se encontraba en las afueras de la ciudad (un movimiento no muy hábil el de intentar convencer a una residente del mundo que venía de un claustro inexistente), lo que le había contado no era del todo mentira: en la Orden les enseñaban toda clase hechizos, y cualquiera pensaría que, más allá de blandir una llave gigante, se les estaba entrenando para ser magos.
Un claro ejemplo de que las medias verdades solo funcionan si metes los datos justos y no las intentas adornar.
—
Pero da igual. Trae, déjame verlo.Obedeció a la petición de Angélica y le pasó el saco con el revoltoso moguri en su interior. Lo que no se esperó, es que fuese a abrirlo en ese mismo instante, dejándole escapar de su prisión de lino. El pequeño demonio revoloteó ansioso, oteando en todas las direcciones hasta que sus ojos se toparon con su anterior intento de cena, Nikolai. Nada más notar las ya conocidas intenciones homicidas del animal, el joven preparó el brazo, dispuesto a dispararle entre ceja y ceja un Vacuo.
Pero no se dio el caso: Angélica demostró ser mucho más rápida y pilló al vampiro por el pompón.
—
¡Qué cosita tan mona! —La chica tomó al pequeñajo en brazos, con una expresión similar a la de una chiquilla a la que le acababan de regalar un cachorro—.
¿Cómo se llama?Buena pregunta. Como todos los moguris, tendría un nombre, pero que nadie se molestaría en recordar al ser uno de los tantos sirvientes del castillo. Era triste, pero a la vez, práctico; Cuanto menos se supiese de aquel monstruito, mejor.
—
Se les conoce por moguris. —Su respuesta fue sincera. Llegados a este punto, de poco valía ocultar más información—.
Y su nombre… Bueno, en verdad, puede ponerle el que prefiera.Angélica entró en la casa con el moguri aun en sus brazos. Para cuando volvió, traía consigo un biberón. Sí, un biberón, del cual se estaba alimentando la criatura del pompón, que parecía mucho más tranquilo que antes al haber apaciguado su hambre. Incluso llegaba a parecer una enternecedora estampa… si ignorabas el hecho de que estaba amamantando a un monstruito muerde-cuellos y el sospechoso contenido rojizo del biberón.
—
¡Eh, yo también quiero! —Envidioso, Adam se dignó a asomar su cara. Mira que rápido acudía cuando le interesaba.
—
No. Seguro que en el lugar donde estés ahora te alimentas como un cerdo sin consideración alguna —le contestó, tajante—.
¿Me equivoco?Nikolai asintió repetidas veces con la cabeza sin miramiento alguno. Podía jurárselo a la vampiresa por todos los moguris que habían acabado en la tripa de su compañero.
El resto de la conversación entre esos dos acabó derivando en la típica riña que tiene una madre con su hijo: una le advertía de que tarde o temprano se arrepentiría de actuar como un irresponsable, mientras que el otro hacía oídos sordos y se enfurruñaba.
—
¡Qué vas a saber tú! ¡Si no eres más que un niño arrogante! —
¡Y tú una vieja!Tras soltar aquel detonante, la “niña” le arreó una patada tan rápida a Adam que Niko apenas logró captar que es lo que había ocurrido. Para cuando lo hizo, el vampiro había aterrizado en la otra punta del jardín.
—
Yo cuidaré de este pequeño. Cuando ese tonto quiera responsabilizarse, podéis volver a visitarlo cuando queráis —le dijo al aprendiz tras volver a su semblante serena. Volverle a ver… lo dudaba a horrores—.
Adiós, hechicero guapo de la mascara.—
Hasta más ver, señorita Angélica.Y así, vampiresa y moguri se metieron en la casa. Podían dar el asunto por zanjado.
—
¿Nos vamos ya?El aprendiz se acercó a donde yacía Adam y, tras asentirle, le respondió:
—
Sí, vuelta al bastión.***Nada más quitarse la armadura, Nikolai confirmó que había recuperado su aspecto de siempre. Ni mantos oscurecidos, ni máscaras de aspecto tétrico. Todavía tenía clavada la espinita de por qué una máscara y que razón había para ocultar su rostro. ¿Tan aterrador sería? Si se suponía que allí era lo más normal del mundo.
—
Esto... Gracias, y todo eso, por la ayuda.Niko enarcó una ceja, sorprendido porque el mismísimo Adam pudiese dar las gracias, y de forma sincera. Eso sí que era raro de ver por esos lares, y no lo demás.
—
No hay de qué. —Agitó la mano de un lado a otro—.
Pero a la próxima intenta no meterte en líos… o mejor, que no metan a otros.—
Te muerdo luego~—
Ya, ya…Ya acostumbrado a la curiosa forma de despedirse del vampiro, le devolvió el gesto con la mano y ambos se fueron por sus respectivos caminos.
En cuanto Niko llegó a su cuarto, soltó un largo suspiro y se dejó caer sobre la cama, rendido. Había sido otro de esos días extraños en los que tenías pensado hacer tal cosa y acababas haciendo otra. Viró la mirada a su escritorio, donde reposaba el libro que le recomendó Saeko y se había terminado esa misma mañana. ¡Maldita sea!, él solo quería ir a su cuarto para preguntarle por otros libros y charlar con ella un rato.
Pero para las horas a las que había vuelto al castillo, ya era muy tarde. Al final, acabó rindiéndose al cansancio y cerró los ojos, esperando que mañana no se avecinasen más problemas.
Y mucho menos si estos venían con colmillos.
¡Y se acabó!
Para ser un encuentro de los cortitos, ha llevado su tiempo para acabarlo xD
Pues nada, un placer haber vuelto a las andadas con Astro. ¡Hasta la próxima!
P.D: EDIT para añadir que la experiencia vaya para Saic.