―¡Por nuestro secreto! ―brindé una vez más alzando la lata al aire, lo que provocó que un poco de cerveza me salpicase.
―Creo que esta bonita experiencia merece ser vivida por muchísima gente más, ¿no crees? ¿Qué vas a hacer con la partitura? ―Se interesó la aprendiza―. Seguro que se te ocurre alguien a quien quisieras proponer que la tocara… A mí unos cuantos. No la quiero, pero tengo curiosidad.
Una sonrisa malvada se dibujó en mi cara al imaginar a Light atrapado allí dentro con Saxor, ambos obligados a cantar hasta que lograsen descubrir como salir del mundo. Me llevé la cerveza a mis labios bebiendo de aquella bebida celestial como si acabase de salir del desierto más árido del mundo.
―Pensaba tirarla en el intersticio, pero tienes razón ―amplié aún más la sonrisa mostrando los dientes―. Sería más interesante si... Le doy un mejor uso. Hay un par de aprendices que me encantaría ver humillados.
No iba a decirle nombres por evidentes motivos, al fin y al cabo tan solo éramos aliados temporales. Una vez se acabase la cerveza y saliese de la nave volvería ser una aprendiza de Tierra de Partida, nada más.
Hana acabó por irse tras nuestra breve celebración. Me quedé solo en la nave gumi sin saber muy bien si volver o no a Bastión Hueco. Quizás sería lo mejor.
Recogí del cubo de basura la partitura y le di un soplido para quitarle la suciedad que se le había pegado.
―Supongo que algún día haré que Light pase la misma humillación que yo ―reí cual villano psicópata acomodándome en mi sillón de piloto y cogiendo los controles de la nave.
Estaba deseando planear como atraparle allí... Para siempre. Condenarlo a cantar canciones estúpidas por toda la eternidad.
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