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—Lo tengo. Y también tengo una linterna —Buscó el objeto en su mochila, y al contrario que Freya, lo encontró—. Vamos.
»Me hace gracia que hables de maravillosos hechizos, siempre fui un negado con la magia.
Freya lo miró, sorprendida. A ella no le parecía que fuese así.
—Si te sirve de consuelo, yo soy peor —bromeó.
Se paró en seco justo cuando Light lo hizo, y observó con qué se habían topado. Una enorme estatua de piedra les cortaba el paso. Si el chico no la hubiese iluminado, Freya se hubiese estampado seguro contra ella.
Echó un vistazo a la habitación donde se encontraban: estaban rodeados de estatuas parecidas a la que acababan de ver. No parecía haber nada peligroso. Aparentemente.
—Quizá deberíamos dar la vuelta. Pero es raro… Juraría que Nailah entró aquí
—Pues no hay rastro de ella.
—Espera.
No tuvo tiempo de ver a qué se refería su compañero, pues en ese mismo instante el suelo bajo sus pies desapareció y ambos cayeron sin poder evitarlo. Freya ahogó un grito.
Para suerte de ambos, el agua amortiguó su caída.
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«Esto me resulta familiar».
Freya no se movió durante unos instantes, y siguió hundiéndose en aquella piscina honda. Había sentido aquella sensación en el Castillo del Olvido, cuando les encerraron en la jaula por perder el juicio, y recordó haberse desmayado. Esa vez fue distinto; notó que no podía mover su cuerpo, pero estaba despierta. La agonía de saber que se estaba hundiendo era horrible. ¿Por qué le pasaban aquellas cosas tan extrañas con el agua?
«Si sigo mucho tiempo aquí, acabaré ahogándome».
La pelirrosa tuvo que hacer un esfuerzo por moverse, y finalmente lo consiguió. Salió como pudo del agua, entre tosidos, y se tiró al lado de Light.
—Mierda. —Intentó encender la linterna, pero no funcionaba. Por suerte para ambos, ese camino parecía estar iluminado—. ¿Y ahora? ¿Por dónde vamos?
Se tomó unos instantes para recobrar el aire. Estaba asustada, y el pulso le iba a mil. ¿Qué iba a hacer si alguna vez no podía hacer reaccionar a su cuerpo? ¿Se limitaría a morir rodeada de agua?
—P-Por ahí —Sugirió, señalando el camino que se abría frente a ellos—. Parece el más iluminado. Quizás sea más seguro si vemos bien por dónde vamos.
Se levantó despacio, intentando no caerse, y se recompuso. No le explicaría al chico por qué había tardado tanto en salir del agua. No era tiempo de pensar en aquello, pero sí debería hacerse cargo de lo que había pasado. Tendría que investigar el porqué de aquellas parálisis.
Esperó a que Light la siguiese, y se adentró por el nuevo pasillo. No tardaron mucho en llegar a una nueva sala, esta vez enorme. Estaba llena de arbustos quemados, y al final se veía una nueva puerta.
—Bueno, parece que esta vez podremos avanzar sin problemas —Le dio un pequeño codazo a su compañero, pero en cuanto hubo contacto, ambos recibieron una pequeña descarga de electricidad. Freya soltó un pequeño grito—. ¡Eso ha dolido!
La chica se adelantó para llegar a la puerta. Una vez llegó e intentó girar el pomo, se dio cuenta de que no se podía, que estaba bloqueado. Anduvo de nuevo, decepcionada, hasta dónde se encontraba Light. Pero no pudo.
Justo antes de reencontrarse con el chico, se chocó con algo. Freya se llevó la mano a la frente; ahora le saldría un morado por el golpe, seguro. Intentó saber de qué se trataba, pero no veía nada. Alargó la mano, la cual chocó contra aquella cosa invisible que los separaba. En efecto: se trataba de un muro invisible.
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—¡Light! —Golpeó el muro con fuerza—. ¿¡Light, me escuchas!?
De repente, ambos empezarían a escuchar voces. Quizás en un primer momento no las reconocerían, pero no tardarían en darse cuenta de que eran voces de gente que conocían. Les llamaban, les suplicaban que les encontrasen; porque estaban por allí, en algún lugar de esa cueva. Y estaban jugando con ellos, al igual que con Light y Freya.
Ella no tardó en escuchar la voz de Simbad, los lamentos de Bavol y los gritos de Jeanne. Buscó desesperadamente el lugar de dónde provenían, pero en la sala solo se encontraban aquellos estúpidos matojos. No estaban allí, y estaban siendo torturados de alguna manera sin que ella pudiese hacer nada.
Sin embargo, si algo acabó de desesperarla, fue escuchar la voz de su hermanastro.
«¿T-Takeshi? N-No… Él no está vivo. Él no puede estar...»
Pero no podía pensar con claridad. El mero hecho de que la persona que más quiso la estuviese llamando, era más fuerte que cualquier otra cosa. Pero no podía hacer nada. Le dejaría morir de nuevo.
Se apegó todo lo que pudo al muro invisible y cayó al suelo de rodillas. Empezó a asestar golpes con los puños contra él, como si de aquella manera pudiese romperlo y acabar con aquella pesadilla.
—¡Light!