Al lado de la entrada, Fátima me guiñó un ojo.
—Hasta la próxima paliza, señorita. Ahora mismo no sé cuándo podremos volver a entrenar pero, si te parece, te mandaré un mensaje.
—¡Perfecto! —exclamé, animada, saludando con un gesto al estilo militar—. Lo que sea por ayudar.
—Y… bueno. Si algún día te apetece quedar para otra cosa… Yo encantada.
Asentí.
—Igualmente. Puedes contar conmigo.
Era, con toda probabilidad, lo último que había esperado decir al acabar el día. Pero me alegraba de haber acudido a ella y haber mantenido esa conversación. Dije adiós con la mano y crucé el Portal de Luz de vuelta a Bastión Hueco, sin siquiera borrar la sonrisa.
Tenía mucho trabajo por delante.
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