[Evento libre] La inocencia perdida

por **Saxor** » Mar Oct 04, 2016 1:39 am

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―Y más os vale portaros bien, porque hemos preparado la excursión especialmente para vosotros. Ronin me ha nombrado jefe de la excursión, A MÍ, y tendréis que obedecerme todos, novatos.

Ignoraba un poco las advertencias de Akio mientras aterrizaba con el Glider. No tenía ni idea de a dónde habíamos ido, pero no éramos los únicos ni mucho menos: los de Bastión Hueco (liderados por Ariasu) estaban también. Que Akio fuera el que nos supervisaba ya fue sospechoso de por sí, por lo que sumar a Ariasu provocaba muy mal augurio.

Realmente, tampoco me apetecía mucho venir... Pero claro, Guilmon siempre que veía cosas como estas gritaba contentísimo y me pedía venir con ojos de cachorrito. Esta no fue una excepción. Suspirando por lo que me esperaba, saqué el teléfono y mi compañero salió casi de inmediato. No tardó en observar y olisquearlo todo.

―Nunca. ¡A ver, todos, miradme! Nos abrirán las puertas a las diez en punto para darnos la bienvenida. Esto es un parque de atracciones, así que, como todos imaginaréis, están totalmente prohibidas las armas. Debéis depositarlas aquí antes de entrar. Podréis recogerlas a la salida.— ¿Parque de atracciones? Tal vez no fuera tan malo como pensaba...

—¿Qué es un parque de atracciones?

—Un sitio donde van los niños a montarse en cosas divertidas—tuve que explicarle de la forma más sencilla posible que se me ocurrió. No quería estar respondiendo a muchas preguntas una tras otra, y si se lo explicaba de esa forma lo pillaba a la primera.

—¡Síiiiiiii!—Cómo no, se emocionó de golpe. Suspiré y me acerqué a una persona de Bastión Hueco al azar para mirar el papel que tenían en la mano.

- Bar 8. ¡Come, bebe, fuma y juega al billar! Nadie te lo impedirá.
- Circo. ¡Observa nuestros espectáculos o participa en ellos! Todos podéis ser artistas.
- La Casa de las Riñas. ¡Peleas, solo peleas! Hay un jugoso premio esperando un ganador.
- La Casa de la Vidente. ¡Leerá tu porvenir! Y a un módico precio.
- La Zona de los Destrozos. ¡Destruye todo lo que quieras! Muebles, arte, juguetes de hermanas…
- Mak quing. ¡La peor comida basura que puedas encontrar! No volverás a probar el brócoli.
- Montaña rusa. ¡Súbete a dar una vuelta por todo el parque! Puedes incluso arrojarte desde el asiento.
- Noria. ¡La atracción más divertida del mundo! Los vómitos no se limpian.
- Tiovivo. ¡Nuestros inanimados caballos te esperan! No se detiene, dará vueltas durante toda la noche.

Ya decía yo que había gato encerrado...

No me extrañaba que Akio hubiera aceptado. Parecía el parque de atracciones ideal para gamberros. Y hacer el cabra por ahí no era lo mío. ¿Había llevado a Guilmon hasta allí para aburrirme toda la noche? Se me ocurrió algo mil veces mejor: Irme a dormir.

¿No quería sentirse importante? Pues que se haga responsable de sus actos.

Me alejé un poco del grupo sin mediar palabra y me eché al suelo. No tardó en caerme el sueño y acabar en brazos de Morfeo.

***

Quedaba nada para las 10 de la noche, por lo que las puertas estaban a punto de abrirse. Una persona con una expresión demasiado sonriente para el amargado Saxor se acercó de nuevo al grupo. Estaba silbando tan contento, ya que había hecho lo mismo que Saxor mirando furtivamente el itinerario. También se había fijado en que la gente estaba dejando sus armas. Él no sería uno de esos idiotas. Había guardado bajo su chaqueta y pantalones la Espada Mediana, e intentó pasar sin dejar nada en la caja.

Guilmon, por su parte, entró casi corriendo y ya estaba mirando en todas direcciones para ver a dónde ir. Xayim simplemente pasó de Guilmon y prefirió caminar por su cuenta. Tenía una noche entera para divertirse, e iba a aprovecharla.

por **Tanis** » Mar Oct 04, 2016 4:54 am

Hacía mucho tiempo que Malik no se tomaba un día de descanso y aquella oportunidad, aquella ocasión, se agradecía. Nunca antes había estado en ese mundo, de modo que era una experiencia nueva. Y por lo que tenía entendido, sólo cabía la diversión, a pesar de que él ya no era ningún niño. Con Fátima del brazo, observó de forma ávida lo que sobresalía del parque tras la valla. Sobre su cabeza, Asah también observaba, curiosa e interesada en todo lo que oía y olisqueaba.

—Imagino que no os hará mucha gracia la idea porque cada vez que salimos nos metemos en problemas, sin excepción, pero esta vez será diferente. Llevo días comprobando los alrededores y no hay sincorazón, no hay Maestros antiguos locos ni tampoco hay Villanos excéntricos cuyo motivo de existencia sea incordiar. Lo prometo. Así que sed buenos y desarmaros por una vez. En caso de peligro tendréis de todas formas vuestra Llave Espada. Todo está controlado.

«Menos mal», pensó él al escuchar las palabras del maestro Akio.

—Bueno, tiene razón. No tendríamos que entrar a un parque con armas... ¡Hola!—comentó Fátima al tiempo que saludaba a Celeste. Malik hizo lo propio con un gesto con la cabeza—. ¿A dónde te apetece ir?

—Pues... —La pregunta le pilló un tanto desprevenido, aunque pensó en algo rápidamente sin saber qué se encontraba dentro exactamente—. Quizá iría primero a algún bar —respondió mientras dejaba sus armas en a badeja: su escudo y su daga.

—¿A emborracharte?

Malik se sonrió y se encogió de hombros, un un ademán ambiguo e interrogante. Entonces se acercó junto con Fátima a Celeste y miró el folleto por encima del hombro de ella. La conejita también se inclinó, aun asentada en su atalaya, y aleteó las alas.

—¿Te importa dejarnos ver el folleto? Luego podríamos ir a la casa de la Vidente… O a la Noria. Lo de que haya vómitos en la montaña rusa no me hace demasiada gracia—reconoció la muchacha.

—A mí tampoco, la verdad. Lo de la Vidente suena bien, quizá nos lea buena suerte para el futuro —dijo.

O podía ser que no, pero iban a divertirse y no iba a poner pegas a nada. Y le entusiasmaba la idea de subirse a una caja metálica y que le subieran hasta el cielo. Reforzó su idea de hartarse de comida, bebida y humo para descansar luego en la noria, la gran rueda gigante, y saludó con la mano a los demás aprendices que conocía, junto a Ragun, a la espera de entrar.

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por **Nell** » Mar Oct 04, 2016 5:33 pm

Todos se dirigieron hacia las cajas obedientemente para depositar sus armas. Akio y Ariasu se dedicaron a mirarles de arriba abajo para asegurarse de que no se dejaban nada. No llegaron al cacheo, por lo que las numerosas dagas, el abanico, el látigo olvidado, la espada mediana, las cartas, la pistola y los libros no fueron confiscados. La pelota de Saito pasó el control, puesto que Akio consideró que no representaba peligro para nadie.

―Mucho ojito con perderla ―les advirtió Kairi.

A modo de respuesta, Ariasu tapó las cajas, lo cual no servía de mucho porque había armas tan largas que hizo falta romper un poco el lateral para que cupieran. La Maestra se dio cuenta cuando terminó de cerrarlas. Silbó, despreocupada.

―De todas formas nadie va a deambular por aquí esta noche. ¡El parque es todo nuestro!

―¡Y ni se os ocurra hacer de las vuestras! ¡Estaré vigilándoos! Vamos a permanecer todos juntos hasta que YO os deje libres ―chilló Akio, intentando hacerse oír inútilmente entre las voces de los aprendices.

Tuvo que pasar algo más de rato hasta que el gran portón se abrió, pasadas las diez, para revelar un parque en pleno movimiento, al que acababan de poner en marcha.

Sin embargo, nada más entrar se encontraron con una persona les cortaba el paso. Se trataba de una mujer madura, alta y de cabello castaño recogido varios mechones en dos trenzas. Llevaba un vestido largo y holgado, con un manto por separado que sujetaba en la espalda. Les observaba desafiante y levantó una mano para frenarles, aunque carecía de poderes mágicos. A simple vista.

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Quizá alguno hasta la reconociera: se trataba de una exalcaldesa de Villa Crepúsculo, famosa por sus contribuciones a los orfanatos y a las políticas que mantuvieron la ciudad impoluta durante sus años de mandato. A pesar de sus muchas virtudes, por todos era sabido que no le gustaba demasiado el Struggle.

―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

La puerta detrás de ellos se cerró. Entonces varias luces se materializaron al lado de la política, tomando la forma de otra mujer. Parecía dulce y sinceramente preocupada por algo.

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―¿Vas a seguir adelante, Myrall?

―Por supuesto ―respondió la alcaldesa, dándole la mano―. Esta tierra quedará bañada de tu bendición. Ahora, cumple mi deseo y yo procuraré que perdure hasta el amanecer. De ese modo se convertirá en realidad. Cueste lo que cueste.

―El tuyo, y el de cualquiera con un corazón anhelante que acuda a mí ―musitó el hada, tomándole de la mano y agitando la varita con la otra.

La magia comenzó a hacer efecto de inmediato. Un polvo blanco rodeó a cada portador individualmente. Notarían cómo el mundo a su alrededor se iba haciendo cada vez más grande, e incluso cómo sus ropas empezaban a quedarles demasiado anchas… Cuando se miraran entre ellos, comprobarían que todos eran niños menores de diez años. El mundo seguía igual, pero habían vuelto a una edad anterior.

No se trataba de ningún retorno temporal a la niñez que ya habían vivido, pues quedaban marcas en su piel que les recordaba su anterior aspecto, ya fuera un ojo o un brazo menos, o la otra personalidad todavía presente. Y aun así eran niños a efectos prácticos.

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Durante la reducción de tamaño, se había escuchado a su alrededor un alboroto producido por todas las armas que algunos habían tenido ocultas en la ropa. El estruendo metálico de las dagas y los golpes pesados de los libros habían caído a la vez cuando no encontraron con qué sostenerse; y entre uno de los bultos de prendas, surgió una voz para protestar:

―¡¡Os dije que dejarais las armas y que teníais que OBEDECERME!! ―gritó un Akio más pequeño de lo normal, que no aparentaba tener más de cuatro años, con una voz chillona y su siempre común tinte mandón (eso no había cambiado).

Después de la superar la primera impresión por su nueva apariencia, se darían cuenta de que ya no estaban solos con la exalcaldesa y su amiga. De detrás de algunos edificios cercanos, de arbustos o de haber estado camuflados con ropa apropiada y cara pintada en el césped, surgieron varias personas que se acercaban. Quizá alguno les resultara familiar, ya que se trataban de ciudadanos de Ciudad de Paso. Intentaban cercarles y algunos incluso blandían redes y cañas de pescar.

Esperaron la orden para actuar:

―¡Prendedlos!

Myrall y el hada seguían cogidas de la mano y, después de que la alcaldesa gritara la orden, ambas desaparecieron del mismo modo que se había materializado la mujer: deshaciéndose en haces de luz, como si nunca hubiesen estado ahí.

Los ciudadanos se acercaban lentamente, como si no quisieran asustar a sus presas. Eran alrededor de una veintena, todos adultos y al acecho.

―¡¡Corred!!

Ariasu, siguiendo su propio consejo, puso pies en polvorosa y esquivó a un par de adultos para escaparse por uno de los caminos que serpenteaban por el parque. A ella también le había afectado el hechizo, no aparentaba mucha más edad que la mayoría y corría sosteniendo como buenamente podía la ropa que le quedaba grande.

Aún tenían tiempo para seguirla o para decidirse por otro lugar antes de que el círculo de ciudadepasientes se estrechase alrededor de ellos. En cuyo caso, o si así lo querían desde el principio, tendrían que luchar.

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Fecha límite: 7 de octubre.

por **Light** » Jue Oct 06, 2016 1:09 am

—Oh, pues sí, he estado antes, pero como vine por una misión no tuve mucho tiempo de explorarlo, aunque me pareció muy divertido —opinó—. Estuve en la noria, en el circo, en la casa de las riñas. Ah, y también fui a ver a la Vidente, pero no vayas ahí, es solo un engañabobos.

—Ya veo, lo tendré en cuenta. —Se rió. Él tampoco creía demasiado en esos que aseguraban adivinar algo tan incierto como el futuro. De hecho, había tenido una mala experiencia con un vidente muy absurdo hace poco.

Ragun, aprendiz de Bastión Hueco, se acercó a ellos para conversar.

—¿Y a vosotros Ronin os ha mandado hacer de niñeras de Akio? —Soltó una risotada.

—Qué va, yo he venido por mi propia voluntad —aclaró.

—Si queréis, podemos ir juntos. ¿Tenéis panfletos? Ariasu nos dio bastantes a cada uno.

Light le pidió que le entregara uno, le dio las gracias y no tardó en empezar a curiosear. Circo, Montaña rusa… sí que había entretenimiento para rato, sin duda. Era enemigo oficial de la comida basura y defensor de la dieta sana, por lo que con casi toda seguridad no iba a pisar ese Mak quing; y tras escuchar a Maya, esa Casa de la Vidente estaba prácticamente descartada también.

Apartó la vista del panfleto para comprobar que Freya y Simbad se habían unido a ellos. Les saludó otra vez.

—Este sitio es... Un poco especial, la verdad. La última vez que estuve, que de hecho fue con Maya y Nicoxa, el circo fue un completo caos. No recuerdo mucho más, porque la montaña rusa por ejemplo no la probé, así que... Ni idea.

»Por cierto, ¿os apetece que vayamos juntos?

—No tienes ni que preguntarlo.

Freya entonces procedió a presentar a Simbad. Light ya le conocía desde el jueguecito de Andrei en Ciudad de Paso, así que no hacían falta presentaciones entre ellos.

―Ese premio de la Casa de la Riña suena bien, aunque la Montaña Rusa también parece de lo más emocionante.

—¡Vamos a la montaña rusa! Tengo muchas ganas. ¿Tú qué dices, Light?

—Claro, vamos. —Asintió con la cabeza.

Continuó conversando con los aprendices para matar el tiempo, hasta que les abrieron el parque. Pudieron verlo en movimiento, pues acababan de activarlo para ellos ni más ni menos. Le parecía fascinante.

Avanzó con el resto de sus compañeros y entró en el parque. Empezó a detenerse paulatinamente en cuanto vio a una persona que le resultaba familiar. Agudizó mucho la vista, extrañado, pues ante ellos se encontraba una antigua alcaldesa de Villa Crepúsculo. ¿Qué demonios hacía esa mujer en aquel mundo? Intercambió miradas de confusión con Freya.

―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

―¿Terroristas? ¿Qué demonios estás hablando? ¿Pero usted se está oyendo, señora? ―preguntó en voz alta, aturdido, incapaz de entenderla. Las Órdenes tenían tan mala fama en Ciudad de Paso que a saber que le habían contado.

Light nunca se había interesado demasiado por la política, así que apenas sabía de sus logros como alcaldesa. Pero sí conocía que no era muy amiga del Struggle, el deporte que el Maestro tanto apreciaba, y para él eso no era un punto a su favor precisamente.

Las puertas se cerraron, quedando atrapados, y un hada se materializó al lado de la alcaldesa. Parecía preocupada.

―¿Vas a seguir adelante, Myrall?

―Por supuesto. Esta tierra quedará bañada de tu bendición. Ahora, cumple mi deseo y yo procuraré que perdure hasta el amanecer. De ese modo se convertirá en realidad. Cueste lo que cueste.

―El tuyo, y el de cualquiera con un corazón anhelante que acuda a mí.

El hada agitó la varita, materializando un polvo blanco que no tardó en producir efectos. Empezó a notar que estaba decreciendo y que su kimono cada vez le quedaba más y más grande. Las mangas ahora resultaban demasiado anchas para sus brazos y ni siquiera se le veían las piernas, ya que habían quedado tapadas por la parte inferior de la prenda. ¿Cuántas tallas había perdido de golpe?

«¿Por qué...?», simplemente no daba crédito. La gente a su alrededor había rejuvenecido una barbaridad; sin ir más lejos, tenía a una Maya diminuta de cuatro años a su lado. Por supuesto, él no había sido una excepción, no tardó en comprobarlo.

―Pero… ¿oh? ―Se llevó la mano al cuello, sorprendido por su antigua voz, que ya se agravó hace tiempo durante la pubertad. Sí, efectivamente volvía a ser un niño, físicamente hablando―. ¿Qué demonios…? ―Se examinó los brazos y las piernas (alguna herida de los entrenamientos seguía ahí), nada fortalecidos, y se tocó la cara. ¿En serio estaba pasando? No podía creerlo. No quería creerlo. ¿Qué clase de magia habían usado en ellos?

La idea de volver a ser un niño no le hacía demasiada gracia, ¡quería recuperar su cuerpo de verdad, ya había pasado por esa época!

Al empequeñecer, la mayoría de las armas quedaron al descubierto. Un Akio mucho más joven naturalmente les echó la bronca. Light, que se había olvidado por completo de su daga, soltó una risilla inocente y nerviosa mientras cogía su arma y la desenfundaba. Seguramente la iba a necesitar más que nunca.

Se disponía a exigirle al hada que les devolviera a su estado anterior cuando ciertas personas empezaron a aparecer. Alguno incluso se había molestado en camuflarse. Light reconoció a algunos, obviamente. Había protagonizado bastantes persecuciones en Ciudad de Paso y algunos vecinos debían estar hasta el gorro de él. El sentimiento era mutuo.

Eran las consecuencias de visitar aquella ciudad a menudo, tenía que dejarse ver menos por ahí.

«Cañas… Redes… ¿Pero qué coño?», nada tenía lógica.

―¡Prendedlos! ―gritó antes de desaparecer con el hada.

Light, aturdido, miraba incrédulo a los adultos, dispuestos a cazarlos. Se le ocurrió la idea de enfrentarse a ellos, pero desistió al recordar que ahora era un niño, con las consecuencias que eso implicaba. Su cuerpo no estaba nada entrenado y llevaba las de perder. Solo podían hacer una cosa.

―¡¡Corred!!

Rápidamente se deshizo de la parte inferior de su kimono, que le estorbaba más que nada, y se quedó con la parte superior que le cubría incluso parte de las piernas. También le quedaban los calzoncillos (algo grandes).

«Joder, vaya liada, ¿no?».

«Ya ves», coincidió el eidolon.

―¡Maya! ―Con la siniestra cogió de la mano a la más pequeña de todos, para ayudarla a huir, y echó a correr con ella. Con la diestra sujetaría la daga. Sin perder de vista a los adultos, buscaría un hueco para escabullirse y trataría de esquivarlos si se lanzaban a por él, al igual que Ariasu.

Si ambos no llegaban muy lejos debido a la constitución de Maya, la llevaría a la espalda si era necesario.

Por supuesto, no entablaría combate con nadie. Solo en el caso de que le atraparan (a él o a Maya), les apuñalaría con la daga para liberarse de un posible agarre y seguiría corriendo de inmediato, deseando que les perdieran de vista.

«Si os atrapan os ayudaré, no os preocupéis», le dijo Gaomon, quien se materializaría en su forma no bípeda y mordería a aquellos que les pusieran en aprietos. Después, desaparecería.

Se dirigiría, mismamente, hacia el circo. Se le ocurría que quizás… ¿podrían conseguir algo de ropa allí? Aunque fuera de payaso.

«Estamos jodidooooos», concluyó, con el pulso acelerado. Nunca se le había presentado una situación así, ¿qué iba a ser de ellos?

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por **Suzume Mizuno** » Vie Oct 07, 2016 1:26 am

—Lo de la redacción será cosa de Caballeros y aprendices—respondió Fátima a Celeste y a Saito, con una sonrisa burlona.

Ella, al menos, no tenía intención de hacer ninguna.

Al cabo de un rato les permitieron entrar al parque, donde les esperaba una mujer. Sorprendida por ver tan poca actividad, Fátima la observó con curiosidad. No parecía ser una trabajadora, era demasiado digna para ello.

―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

Fátima iba a unirse a la protesta de Light —de no ser por lo siniestra que se estaba tornando la situación, aquel «¿pero usted se escucha señora?» le habría arrancado hasta una risita— cuando las puertas se cerraron con brusquedad y dio un respingo de la impresión. ¡Sus armas…!

Junto a la mujer apareció una bonita hada, que le dio la mano y habló de hacer «algo». Fuera lo que fuera, a Fátima no le estaba haciendo ni pizca de gracia. Dio un paso al frente, dispuesta a llamar a Light y a Akio para organizar a los aprendices.

Pero, entonces, el polvo de hada la envolvió. Fátima soltó una exclamación, a pesar de que no sintió ningún dolor. El mundo creció a su alrededor —y le recordó desagradablemente a una aventura que también había tenido por culpa de polvo de hada— y, de pronto, se hundía en sus ropas.

Cuando miró a su alrededor, soltó un gritito extraordinariamente agudo. No habría reconocido a Malik, de pronto más bajito que ella, si no fuera por el pelo, el parche y que estaba envuelto por una ropa muy familiar que le quedaba extraordinariamente grande. Giró sobre sí misma, enredándose con su hakama.

¡Todos… eran niños! Se miró. ¡Hasta ella lo era!

―¡¡Os dije que dejarais las armas y que teníais que OBEDECERME!! ―Fátima se volvió entre las numerosas cabecitas y descubrió a un diminuto (o todavía más pequeño) Aki emerger de su propia ropa.

—Os devolveré los años dorados… ¡¿Se refería a esto?!—balbució Fátima, agachándose para recuperar su tessen, que se le había caído junto con buena parte de la ropa y pesaba bastante en sus diminutas manos. Dios, ¿a qué edad había retrocedido? ¿A los siete, ocho años? Muriéndose de vergüenza, salió de la misma no tanto porque le molestara, que lo hacía, sino para ocultar el relleno. Hizo un gurruño con su hakama y se ajustó como pudo las bragas a la vez que ocultaba dentro las pruebas incriminatorias.

Estaba en ello cuando se dio cuenta de que ya no estaban solos. Numerosos adultos salían de edificios o arbustos como si fueran unos malditos titanes desde esa nueva perspectiva. Un escalofrío le subió por la espalda al ver que llevaban redes y cañas de pescar.

Y los estaban rodeando.

―¡Prendedlos!

―¡¡Corred!!

Ariasu esquivó con agilidad a unos adultos y escapó, dejando a sus aprendices atrás.

Maldiciendo, Fátima se volvió hacia su grupo:

—¡Vamos al sitio que decidimos! ¡No os separéis, usad lo que tengáis a mano… y atacad a la entrepierna!

Entonces miró hacia Akio, uno de los niños ahora más pequeños. No sabía si podría defenderse solo. Si nadie le echaba un cable, lo cogería por la mano para ayudarlo a correr y se lo llevaría consigo. De ser necesario lo cargaría a caballito.

A la vez que corría hacia el grupo de hombres, Fátima arrojaría el bulto de ropas contra el primer adulto que intentara acercarse a ella con una red, a ver si así se enredaba y luego intentó disparar un chorro de fuego. Para su horror… No lo consiguió. ¡No tenía nada de magia! Gruñendo, abriría su tessen y trataría de dañar las manos que se le acercaran a ella o a sus compañeros, con la esperanza de que pensaran que solo era un abanico bonito.

¡Esto era una maldita locura! ¡No podían ir a ningún sitio sin que pasara algo!

Entre tanto, intentaría dirigirse hacia el bar.

por **Drazham** » Vie Oct 07, 2016 3:26 pm

―Hey, hola. ―Nikolai oteó a Ragun entre el gentío, y le devolvió el saludo en cuanto se les acercó―. No sabía que estabas en Bastión Hueco.

—Ah, ya. Eso —musitó con una mueca, cayendo en la cuenta de que no había avisado a sus conocidos del bastión de su regreso. Tampoco es que hubiese tenido tiempo cuando acababa de reinstalarse.

—¿Habéis…? —«¿Hemos?», enarcó una ceja, pero…

—No.

Saeko fue más rápida y le dejó con la palabra en la boca. Le era imposible ignorar la tensión generada por el asunto de las distancias entre ambos. Lo habían tratado, sí, pero el miedo al cambio y a lo que pudiese costarles acostumbrarse seguía ahí.

»Sabes, Ragun. Nunca pensé que diría esto pero... en Tierra de Partida tampoco se está tan mal.

Nikolai esbozó una sonrisilla y le dio un cálido apretón en el hombro a Saeko. Ella se quería quedar en Tierra de Partida de momento, y eso no le importaba en absoluta. Se la veía feliz, después de lo mal que lo pasó en sus primeros días, y mientras siguiese siendo así, no le importaría hacer todos los viajes necesarios para mantener el contacto.

―Bueno, me alegro de veros a los dos. Pasadlo bien.

—Eso haremos, y aprovecha tú también para desconectar —le dijo antes de que se marchara.

Luego, para planificar su ruta por el parque, se pusieron a repasar el panfleto que le facilitó Ariasu, del cual solo se molestó tomó la ubicación de las instalaciones, y pasar completamente de esas descripciones que espantarían a más visitantes de los que atraerían.

»Bueno, Niko, empecemos con la noria, ¿te parece?

—Vaya, y yo que pensaba que querrías dejarla para el final. —Le dedicó una pícara sonrisa. Al menos, él la tenía pensada como su última parada, pero con la carita de ilusión que traía encima Saeko, le fue imposible negarse y prefirió quebrantar uno de los tópicos más grandes de los parque temáticos—. Decidido, pues. ¿Preparada?

Y las puertas del parque no tardaron en abrirse, invitando a todos a su interior con todas esas coloridas luces y maquinaria en funcionamiento. Por lo menos, con Niko funcionó el reclamo, ansioso por querer dejarse llevar por el ambiente y desconectar por un solo día.

Pero antes de que ninguno de ellos decidiese a dónde ir, alguien les surgió de sopetón para detenerlos con un simple gesto de su brazo. Nikolai miró con escepticismo a aquella mujer que rondaría la edad de su madre y que estaba demasiado arreglada para ser una paisana.

―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! —Vale, era conocedora de los Portadores, lo cual no le terminó de tranquilizar porque eso, a la larga, le solía dar más problemas que beneficios—. Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

Un discursito lleno de desvaríos para que se resumiese en que estaba en contra de las Órdenes. Por si eso no fue suficiente para saber por dónde iban los tiros, las puertas se cerraron automáticamente tras ellos.

«Genial, ¿y ahora?»

Lo que ocurrió a continuación fue aún más raro e inesperado. Un cúmulo de luces se arremolinó cerca de la mujer, tomando la forma de una figura femenina con un par de alas transparentes que le hicieron sentir un Déjà Vu impresionante.

No es que fuese la primera vez que se topaba con un hada.

―¿Vas a seguir adelante, Myrall?

―Por supuesto. Esta tierra quedará bañada de tu bendición. Ahora, cumple mi deseo y yo procuraré que perdure hasta el amanecer. De ese modo se convertirá en realidad. Cueste lo que cueste.

―El tuyo, y el de cualquiera con un corazón anhelante que acuda a mí.

De la varita que el hada ondeó surgió un polvo blanquecino que cayó sobre todos como la nieve. Antes de que Niko se alarmase y tratase de recordar de lo que podía ser capaz la magia de las hadas, empezó a notar una molesta sensación que tiraba de él hacia abajo. Lo primero que se temió fue que la tierra se lo estaba tragando y que se hundía.

Aunque en lo que se estaba hundiendo realmente era en su ropa; las mangas y perneras de sus prendas se le antojaron enormes en apenas unos segundos.

La cabeza le estuvo dando vueltas hasta que el efecto de la magia cesó. Con una mano en la frente, tardó en percatarse con horror en el exagerado cambio de perspectiva que sufrió, y en otros detalles.

—¡Qué demonios…!

―¡¡Os dije que dejarais las armas y que teníais que OBEDECERME!!

Apenas se pudo preguntar a sí mismo por qué su látigo se deslizó por una de las mangas de la chaqueta y cayó a sus pies. Bastantes problemas estaba teniendo en digerir que le rodeaban una marabunta de niños que arrastraban prendas enormes para su estatura.

¡Y descubrió que era uno de ellos al mirarse! ¡La puñetera magia del hada los había devuelto a la infancia! Saeko, a quien reconoció por la destacable cabellera morada que salía de unas anchas prendas orientales, tampoco se libró, aunque… Vaya, ahora era ella la que le sacaba un poco de altura. Ni se acordaba de lo retaco que fue de niño.

Entonces, el repentino movimiento del césped y hasta del propio suelo le sacó un respingo, pero lo que acababa de ver no era producto de su imaginación. Un grupo de adultos camuflados surgieron para rodearles, armados con redes y cañas de pescar.

Nikolai los contó con la mirada y tragó saliva. Les superaban en número, por no decir que en tamaño también.

―¡Prendedlos!

Maldijo en voz baja, volviéndose hacia la mujer y el hada, que acaban de desaparecer delante de sus narices. Y ahora, ¿qué hacían?

―¡¡Corred!!

Ariasu fue la primera en proponer una idea, la mejor que tenían en ese momento. Coscándose de que saldrían escaldados si se enfrentaban al grupo de adultos, se viró hacia Saeko para cogerla de la mano.

—¡Eso va también por nosotros! ¡No te separes!

De un saltó se deshizo de los pantalones, siendo los que más le incordiarían al correr, y agarró su látigo del suelo antes de poner pies en polvorosa. Si alguno de los matones se les acercaba demasiado, usaría el látigo recogido, al no fiarse de poder ondearlo bien, de tal forma que golpease con la punta metálica su rodilla, o la entrepierna. Lo que tuviese más cerca. También llamaría a Saic con un grito, quien seguía en el móvil de uno de los bolsillos de su chaqueta, en el caso de que fuese necesario para que alzase el vuelo y le arrease un cabezazo a alguien con su cuerpo metálico.

Antes de nada, vio que Fátima, la que debía ser Fátima por el hakama que arrastraba, estaba ayudando a un Akio mucho más pequeño y en gran desventaja. Si nadie más la ayudaba, acudiría el mismo para echarle una mano. Luego, se uniría a su grupo para hacer piña. Era mucho más seguro así que yendo Saeko y él en solitario.

por **Sito** » Vie Oct 07, 2016 10:36 pm

En cuanto pusieron un pie dentro del parque de atracciones vieron a una mujer que les salió al paso. Nicoxa no la conocía de nada, pero como todos sus compañeros se pararon a escuchar lo que decía decidió no ser una maleducada.

―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

Enarcó una ceja, parecían palabras de alguien ligeramente loca.

Cuando terminó de hablar aparecieron unas extrañas luces que se fusionaron para convertirse en una mística y majestuosa mujer.

―¿Vas a seguir adelante, Myrall?

―Por supuesto ―contestó la mujer extraña―. Esta tierra quedará bañada de tu bendición. Ahora, cumple mi deseo y yo procuraré que perdure hasta el amanecer. De ese modo se convertirá en realidad. Cueste lo que cueste.

―El tuyo, y el de cualquiera con un corazón anhelante que acuda a mí ―tras sus palabras agitó la varita que portaba en dirección a los portadores, que estaban totalmente desprevenidos.

Una bruma blanca los envolvió a todos. Nicoxa podía notar cómo cambiaba su cuerpo; cómo aquella ropa extremadamente ajustada y ceñida que llevaba siempre ahora le quedaba... normal, apenas un poco grande. Ventajas de vestir como vestía. Miró a sus compañeros y entendió la razón: habían rejuvenecido bastantes años, hasta el punto de que se trataban de niños. Algunos incluso muy pequeños.

Encima unos cuantos aprendices habían intentado colar alguna que otra arma y al encojer quedaron a la vista. Nicoxa apenas pudo reprimir la risa por lo descarado que estaba siendo todo. Y la bronca del casi-bebé Akio no hizo más que ponérselo más difícil.

Le parecía original y hasta entretenido estar en ese cuerpo, iba a felicitar a su maestra por la idea cuando descubrió por las palabras de la mujer que no se trataba precisamente de un juego: un grupo de adultos se arremolinó alrededor de la absurda, y además iban armados.

―¡Prendedlos!

Nicoxa levantó la mano, incrédula.

—Perdón —empezó a decir con una vocecita que parecía salida de un ángel—. ¿Se trata de algún tipo de broma...?

No lo parecía, esa gente se estaba acercando más y más y algunos de sus compañeros empezaron a correr para alejarse de ahí. Le parecía una crueldad lo que habían hecho, era un juego muy sucio. Frunció el ceño, muy cabreada, y levantó el puño.

—¡Sois muy valientes atacando a unos niños, eh! ¡Anda a la mierda! —se tapó la boca como acto reflejo al decir eso, después de todo los niños no deben decir insultos...

Tenía que salir de ahí ya. Antes de correr se giró rápidamente para ver a sus compañeros y se encontró a un Alec especialmente pequeño. En otras circunstancias le habría pellizcado la mejilla, pero no había tiempo. Se acercó a él y lo subió a su espalda (después de todo Nicoxa era de los niños más mayores) y empezó a correr con él a cuestas para alejarse de allí.

—¡Tranquilo Alec, encontraremos una forma de volver a la normalidad!

Como había podido leer el folleto, sabía donde estaba la Zona de los Destrozos. Le parecía un buen lugar para ocultarse así que se dirigiría hacia allí.

por **Saxor** » Vie Oct 07, 2016 11:27 pm

Logró colar la espada sin ningún problema. Sin embargo, antes siquiera de poder elegir a dónde ir, una mujer que no había visto nunca apareció frente a todos.

―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

¿De qué hablaba? Pensaba Xayim. Aunque esa idea de que ambas facciones de portadores eran malvadas ya se había escuchado antes. Más precisamente, en Ciudad de Paso.

―¿Vas a seguir adelante, Myrall?—una mujer que parecía un hada apareció de la nada. Cada vez el asunto daba peor augurio.

―Por supuesto. Esta tierra quedará bañada de tu bendición. Ahora, cumple mi deseo y yo procuraré que perdure hasta el amanecer. De ese modo se convertirá en realidad. Cueste lo que cueste.

―El tuyo, y el de cualquiera con un corazón anhelante que acuda a mí

El hada gigante agitó la varita y Xayim empezó a rejuvenecer de golpe junto al resto de aprendices. Sin ningún cambio más que la edad física, acabó con el cuerpo de un niño de ocho años. La camisa, los pantalones, la chaqueta, e incluso las zapatillas le quedaban demasiado grandes como para poder andar con agilidad. Incluso se oyó el ruido metálico de la Espada Mediana chocando contra el suelo.

―¡¡Os dije que dejarais las armas y que teníais que OBEDECERME!! ―un Akio de cuatro años chillaba al ver que nadie le hacía caso. Pobrecito.

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Pero la cosa empeoró todavía más cuando un montón de gente con redes y cuerdas salieron de los arbustos. Todo aquello había sido una maldita trampa.

Malditos hijos de...

―¡Prendedlos!

―¡¡Corred!!

Xayim se tuvo que quitar toda la ropa que tenía encima, quedando en unos pobres calzoncillos y calcetines, junto a sus gafas protectoras colgando del cuello. La ropa ahora solo era un estorbo, al fin y al cabo.

—Grrrrr....—el gruñido de Guilmon era claro. Ese reptil con altura de un niño de 10 años veía a esos adultos como una amenaza y estaba dispuesto para cargar.

Un segundo...

Guilmon siempre había tenido esa altura. Tal vez ahora le pareciera más grande, pero realmente no había cambiado en absoluto... Ni siquiera había sido afectado por el hechizo. Eso le dio a Xayim una brillante idea. Corrió como pudo y se subió encima de su mascota.

—¡Larguémonos de aquí!

Guilmon pareció sorprenderse del cambio de voz, pero no tardó en correr con su dueño a cuestas. Si cualquier adulto intentaba acercarse, él les mordería o les atacaría con sus zarpas, con una expresión de clara ira en su rostro. Pero nada más para poder escapar claro. La cuestión era... ¿a dónde ir? Miró rápidamente a los que escapaban y se decidió por la primera persona que vio que le resultaba familiar: la chica de Espacio Paranoico.

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por **Tsuna** » Vie Oct 07, 2016 11:31 pm

—Vaya, y yo que pensaba que querrías dejarla para el final. —Cierto, normalmente se trataba de la última parada, tal y como había hecho con Enok en su anterior visita, pero sentía el deseo de montar en la noria con él, pasar un rato los dos a solas, admirando el paisaje. Ya tendrían tiempo de visitar la montaña rusa o el circo—. Decidido, pues. ¿Preparada?

Saeko asintió con la cabeza cargada de decisión, nada le resultaba más emocionante que entrar en el parque con Nikolai. Al poco las puertas no tardaron en abrirse, dejando a la vista un precioso parque impregnado de luces y atracciones que se alzaban en lo alto, era un paisaje maravilloso, y Saeko se sentía extraordinariamente bien. Desvió su vista hacia Nikolai, encontrando la misma expresión en su rostro. Sí, los dos lo iban a pasar de miedo en esa excursión. Sin embargo, nada más entrar alguien se interpuso en su camino, se trataba de una mujer que no conocía de nada, y a Saeko le importaba bien poco quien fuera, pero igualmente, esta levantó la voz ante los Caballeros.

―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

―¿Terroristas? ¿Qué demonios estás hablando? ¿Pero usted se está oyendo, señora? —no pudo coincidir más con el maestro Light.

Saeko era consciente de la situación de La Orden en el resto de mundos, al menos en aquellos que sabían de la existencia de la misma como Ciudad de Paso, pero aquello no tenía ningún sentido. No al menos para ella, que desconocía que dicha mujer provenía de Villa Crepúsculo. Otra nueva mujer, muy similar a una hada por las prendas que vestía —¡incluso llevaba una varita a juego!— apareció a su lado indicando que estaban en el mismo bando, tras una breve charla agitó su varita, y un polvo blanco los rodeó a todos de inmediato. Nikolai tampoco escapó de los efectos de su magia.

Entonces el mundo se volvió distinto, Saeko sintió un repentino vértigo y el estómago le empezó a dar vueltas, con la vista alzada hacia el cielo, sentía que estaba cayendo aun con los pies sobre el suelo. Sintió un leve mareo, los rasgos de su cuerpo cambiaron radicalmente y supuso una sensación extraña, como si no estuviera acostumbrada a no tener características propias de una mujer.

No tardó en darse cuenta de que... ¡volvía a ser una niña! ¿Cuántos años tendría, nueve, diez...?

—¡Qué demonios…! —escuchó decir a Nikolai a su lado.

―¡¡Os dije que dejarais las armas y que teníais que OBEDECERME!!

Cierto, su ropa, el libro que se había guardado... todo cayó al suelo y sintió la mayor vergüenza del mundo. Y para el poco tiempo que llevaban de excursión podía afirmar que Akio le empezaba a resultar terriblemente pesado y repelente, no sabía si iba a poder aguantar sus comentarios arrogantes durante mucho más tiempo.

«¡Pero qué pesado...!»

Y en el fondo daba gracias a que no lo tenía como maestro, se hubiese vuelto loca.

Saeko se miró las manos, y luego los brazos, todavía abrumada por lo que estaba pasando. Se viró entonces hacia Nikolai, observando con curiosidad su aspecto infantil y no pudo evitar soltar una sonrisilla que se cubrió con la enorme manga del traje que ahora le quedaba tan grande. Le seguía pareciendo adorable, y ahora ella era más alta: era una auténtica monada.

―¡Prendedlos!

Las dos mujeres se desvanecieron y un enorme grupo de ciudadanos armados con redes y otros objetos rudimentarios salieron a la caza. Les tenían como objetivo, eso estaba claro, y en su estado actual... Saeko no podía sentir mayor preocupación. Toda la emoción y las expectativas de una excursión tranquila por el parque con Nikolai se habán esfumado, ahora solo reinaba el pánico y la preocupación.

―¡¡Corred!!

—¡Eso va también por nosotros! ¡No te separes!

—¡Niko!

Nikolai la cogió de la mano para llevarla consigo y protegerla, mientras Saeko se limitaba a recoger su libro y a cubrirse en la medida de lo posible con él. También contaba con la pequeña cápsula de viaje donde guardaba a Gengar. Tanto Nikolai como Saeko se fijaron entonces en Fátima, que procuraba defender a un pequeño Akio, todavía más si cabía, así que si los veía en problemas no dudaría en liberar a su pequeño fantasma para defenderse.

Por supuesto, se uniría a su grupo, acompañando a Nikolai en todo momento.

por **Sombra** » Vie Oct 07, 2016 11:48 pm

—Qué va, yo he venido por mi propia voluntad —explicó Light. Suponía que deseaba desconectar un poco de su puesto como Maestro.

Entregué un panfleto a cada uno. Dos aprendices más se unieron a nosotros, aunque no reconocí a ninguno de ellos.

—Encantado de conoceros, soy Ragun —saludé tendiéndoles mi mano "buena", entendía que no a todo el mundo le gustaba mi brazo sincorazón. Les entregué a los recién llegados panfletos también.

—Este sitio es... Un poco especial, la verdad. La última vez que estuve, que de hecho fue con Maya y Nicoxa, el circo fue un completo caos. No recuerdo mucho más, porque la montaña rusa por ejemplo no la probé, así que... Ni idea.

»Por cierto, ¿os apetece que vayamos juntos?

—No tienes ni que preguntarlo.

La chica nos presentó al muchacho que parecía gitano, al menos por sus rasgos. Se llamaba Simbad.

—¡Vamos a la montaña rusa! Tengo muchas ganas. ¿Tú qué dices, Light? —exclamó Maya.

—Claro, vamos.

Yo también estaba de acuerdo. Parecía emocionante.

Pasó un rato hasta que nos abrieron las puertas. Avanzamos al interior del parque, sin embargo nos empezamos a frenar cuando vimos a una persona de frente. Suponía que personal del parque... ¡A lo mejor hacían una actuación para nosotros!

―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

―¿Terroristas? ¿Qué demonios estás hablando? ¿Pero usted se está oyendo, señora?

¿Acaso aquella mujer era una seguidora de los Villanos Finales? ¿Una ciudadana de Ciudad de paso? Hasta ahora, nunca habíamos tenido problemas con civiles... Pero era preocupante si todos empezaban a atacarnos... Aunque estando ella sola, ¿qué podía hacer? Había cuatro Maestros y al menos una quincena de aprendices. No tenía posibilidades.

Repentinamente, las puertas se cerraron. Al lado de la mujer se materializó otra.

―¿Vas a seguir adelante, Myrall?

―Por supuesto. Esta tierra quedará bañada de tu bendición. Ahora, cumple mi deseo y yo procuraré que perdure hasta el amanecer. De ese modo se convertirá en realidad. Cueste lo que cueste.

―El tuyo, y el de cualquiera con un corazón anhelante que acuda a mí.

¿Era una hada? Aquello era lo único que podía suponer al escucharlas hablar. La "hada" agitó su varita, llenando el ambiente de un polvo blanco que esperaba que no diese positivo en ninguna prueba de sangre de la Federación Galáctica si me paraban en mitad de Intersticio. No quería perder puntos del carné de Glider o de Nave Gumi.

Aunque no tendría que preocuparme mucho del carné. Todo empezó a agrandarse a mi alrededor, mi pantalón se me cayó al suelo y me tropecé con mis propios zapatos. Mi bufanda, ahora parecía más una capa.

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—¿Qué narices? —miré mis manos, se habían hecho mucho más pequeñas... Pero no solo eso, también yo me había hecho mucho más bajito. ¡Incluso mi voz sonaba diferente! Aunque lo raro era que mi brazo seguía igual... Incluso mantenía algunas de mis cicatrices, aunque a tamaño reducido.

De pronto, un grupo de personas comenzaron a rodearnos saliendo desde sus escondites, algunos de lo más variapintos. Todos portaban redes y cañas, parecían dispuestos a darnos caza.

―¡Prendedlos! ―gritó la mujer momentos antes de desaparecer en una humareda azul junto al hada.

―¡¡Corred!! ―gritó Light.

Cogí de un tirón el cinturón de mi pantalón y me lo ajusté sobre el canzoncillo como buenamente pude mientras corría con el resto. Seguí al Maestro y a Maya y materialicé mi Llave Espada. Si alguno me cogía se la lanzaría a la cocorota para intentar zafarme de mis captores.

Me dirigí hacia el circo intentando mantenerme a la altura de Light y Maya.

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por **Denna** » Vie Oct 07, 2016 11:51 pm

—Por fiiiiiin.

Nos habían tenido esperando fuera un buen rato, tanto que apenas podía contener los nervios. Pero cuando las puertas se abrieron, la impaciencia se esfumó junto con mis dudas. El ambiente era increíble, y las atracciones... ¡Ay, ya estaban en marcha! Quizás si nos dábamos prisa podíamos evitar los vómitos y las muertes accidentales.

Entré en el parque prácticamente a saltos sólo para encontrarme con una mujer que nos cerraba el paso.

«Vaya por Dios, ¿y quién es esa?». ¿No habían dicho que nos dejaban la noche libre? ¿O era una encargada del parque?

—¡Queridos Portadores de la Llave Espada! —clamó, alzando una mano—. Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

—¿De qué está hablando? —murmuré a nadie en particular. ¿Órdenes terroristas? ¿Años robados? ¡¿Hogar perdido?! ¡Esa señora estaba trastornada!

Una segunda mujer —me eché atrás al reconocerla como un hada— apareció a su lado.

Ah, no. Otra vez no. Había tenido hadas para toda una vida, gracias. Ni me detuve a escuchar lo que pretendían esas dos locas, me di la vuelta para salir del parque y... y las puertas estaban cerradas.

«Pues con el glider, a la mie...».

Una especie de polvo blanco nubló mi visión. Lo siguiente que sentí fue el mundo crecerse —¡otra vez no!—, pero con efectos todavía más catastróficos.

Era una niña pequeña. No tenía más de diez años.

Me sujeté la ropa, antes de que terminara de caérseme, y de paso recogí la daga del suelo. Esto no me gustaba ni un pelo.

―¡Prendedlos!

—Odio mi vida.

Sin pensarlo dos veces, me deshice de los pantalones y de los zapatos y me dejé la camiseta a modo de vestido. Armada con la daga, que ahora parecía mucho más grande en mi manita, cortaría sin ningún tipo de escrúpulos lo que se me pusiera delante: redes, tendones...

—¡Vamos al sitio que decidimos! ¡No os separéis, usad lo que tengáis a mano… y atacad a la entrepierna!

O eso, eso también lo apuñalaría.

Me mantuve cerca de Fátima y Nikolai, que ayudaban a su diminuto Maestro y parecían más indefensos que nunca. Al bar, recordé, teníamos que ir al bar. Bien. Ahí encontraríamos algo con qué defendernos... si llegábamos, claro.

Le hice una seña a Saito para que no se alejara y me adelanté un poco para asegurar que nadie nos estorbaba. Jesús, qué lenta y débil me sentía.

Canal de youtube · por **xXOrbOOkXx** » Sab Oct 08, 2016 12:08 am

―¡Y ni se os ocurra hacer de las vuestras! ¡Estaré vigilándoos! Vamos a permanecer todos juntos hasta que YO os deje libres

Como siempre, Akio y su mal humor. Resoplé hastiado, o al menos lo intenté. Sin embargo, Freya me cogió fuertemente del brazo y me dirigió hacia un lugar en concreto, exactamente a la vera de un Aprendiz al que no conocía demasiado, solo lo suficiente. Junto a él iban otros dos: Maya, a la que conocía de la misma experiencia que Light y Ragún, al que solo conocía de vista. Le hice un gesto con la cabeza.

―¿Qué tal, Light? ―preguntó con una sonrisa―. Este sitio es... Un poco especial, la verdad. La última vez que estuve, que de hecho fue con Maya y Nicoxa, el circo fue un completo caos No recuerdo mucho más, porque la montaña rusa por ejemplo no la probé, así que... Ni idea.

»Por cierto, ¿os apetece que vayamos juntos?

La respuesta fue en todos los casos afirmativa. Yo tragué saliva, algo incómodo y valorando las opciones de mis ahora nuevos compañeros. Ragún propuso ir a la casa de las Riñas. No me convencía mucho el nombre, pero lo cierto es que no me importaba en demasía adónde ir. Era un día libre, después de todo.

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―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

¿Cómo? ¿Qué estaba pasando, así, tan de repente? La mujer se había materializado de la nada, casi como una sombra en la noche. Ninguno de nosotros sabía exactamente qué pretendía ni para qué. Todo sucedió en pocos segundos, en los que apareció otra acompañante, y nos roció con polvo de estrellas.

―¿Pero qué está pasando? ―mustié. La luz, los sonidos, todo me taponaba los sentidos y me dejaba suspenso en un vacío cruel.

Después, un grito de Akio. El olor de la magia. De repente el mundo se había hecho demasiado grande, mi cuerpo demasiado escuchimizado para reaccionar a tiempo. Todos. Absolutamente todos los presentes se habían metamorfoseado en niños... O más bien un reflejo de ellos. Respiré angustiado al ver que todas mis ropas me quedaban grandes, y aunque pude improvisarme un vestidito con la camisa y mi cinturón, tuve que deshacerme de los pantalones.

Otra vez no.

―¡Prendedlos!

Luego, Light cogió a Maya del brazo y Ragún les siguió. Unos segundos antes de que la adrenalina bombeara en mis venas, no pude hacer más que reír ante lo cómico de nuestros aspectos. Con una vaga sonrisa, cogí a Freya de la muñeca.

―¿Qué tal si corremos?

Y mientras seguía la espalda de la mascota de Light y la estela de sombras de Ragún, intenté no pensar en lo pequeño y desprotegido que me sentía.

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por **Kairi** » Sab Oct 08, 2016 12:12 am

Ariasu tapó las cajas, pero algunas armas sobresalían un poco y Kairi no estaba muy contenta de haber dejado la suya ahí.

―De todas formas nadie va a deambular por aquí esta noche. ¡El parque es todo nuestro!

―¡Y ni se os ocurra hacer de las vuestras! ¡Estaré vigilándoos! Vamos a permanecer todos juntos hasta que YO os deje libres―Kairi sólo le echó una ojeada a Akio sin prestarle demasiada atención. Estaba esperando impaciente a que se abrieran las puertas.

Y por fin, se abrieron. Kairi y Awa-chan pasaron dentro y entonces vieron a una mujer que estaba esperándoles.

―¡Queridos Portadores de la Llave Espada! Vosotros y yo tenemos algo en común: perdimos nuestro hogar por la culpa de otros. Hemos tenido que superar la desesperación y dejar atrás nuestro pasado para seguir adelante. Y por eso también algo nos distingue: creísteis obrar con elección, mas os engañaron vilmente para utilizaros. Hoy he venido para liberaros de esa farsa.

»Os devolveré los años dorados que esas dos Órdenes terroristas os arrebataron.

Supuso que se refería a los de Villa Crepúsculo. Al decir esto las puertas se cerraron y apareció una luz que enseguida tomó la apariencia de otra mujer con alas y varita. Parecía un hada.

―¿Vas a seguir adelante, Myrall?

―Por supuesto. Esta tierra quedará bañada de tu bendición. Ahora, cumple mi deseo y yo procuraré que perdure hasta el amanecer. De ese modo se convertirá en realidad. Cueste lo que cueste.

―El tuyo, y el de cualquiera con un corazón anhelante que acuda a mí.

El hada cogió la mano de Myrall y movió su varita. Un polvo blanco empezó a rodear a Kairi y conforme pasaba el tiempo, la joven notaba que la ropa le quedaba cada vez más holgada. Cuando se desvaneció, vio que la falda de su vestido le arrastraba por el suelo, se tuvo que sujetar los pantaloncitos con el cinturón del muslo que ahora le quedaba extremadamente grande. Había empequeñecido y vio que a los demás Aprendices les había pasado lo mismo. Ahora todos eran niños.

―¡¿Qué es esto?! ¿Desde cuándo tenemos que ser obligatoriamente unos niños para entrar en un parque de atracciones?―replicó con una voz algo chillona. Awa-chan la olisqueó confundido.

A algunos Aprendices que habían entrado sus armas clandestinamente, se les cayeron y estaban todas por el suelo.

―¡¡Os dije que dejarais las armas y que teníais que OBEDECERME!!―chilló un jovencísimo Akio, que ahora parecía más un niño de teta. A Kairi le hizo bastante gracia.

Entonces aparecieron varios adultos con redes, cañas y demás artilugios varios. Cada vez se acercaban más a ellos.

―¡Prendedlos!

Kairi se apresuró a atarse la falda como pudo para que no le arrastrara. Vio a un grupo correr apresuradamente en el que divisó a una Maya muy pequeña, así que se puso a seguirles corriendo con Awa-chan a su lado.

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por **H.S Sora** » Sab Oct 08, 2016 12:25 am

Todo había pasado muy rápido. El caos estaba presente a la orden del día.

Y no era para menos. Me acababa de ver en el reflejo del teléfono, el cual ahora me parecía un artilugio gigantesco. Y cómo pesaba la puta mochila. Me deshice de los pantalones y los zapatos, dejándome la camiseta y la bufanda a modo de recubrir mis verguenzas.

Todo aquello había sido culpa de las dos mujeres que habían aparecido por arte de magia: ¿no decían que habían asegurado el perímetro? Sabía que no tenía que haber dejado la katana.

Aunque pensándolo mejor, de poco me iba a servir ahora.

El decrecimiento me había atontado un poco, pero si lo había entendido bien, la mujer llamada Myrall acababa de utilizar magia para jodernos de una manera impresionante: “devolvernos nuestros años dorados” había dicho. O para el caso, volvernos niños pequeños.

Miré a mi alrededor, todo el mundo estaba flipando en colores, pero la cosa no acababa ahí. Ojalá hubiera acabado ahí.

―¡Prendedlos!

―Ay que joderse… ―Mi voz era tan aguda, que estaba seguro que en la lejanía había roto algún cristal. O quizá el tímpano de algún terrorista de Tierra de Partida.

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¡Habían contratado a un equipo de ninjas camuflados!... O a los peores actores de decoración del mundo, según se mirase.

―¿Quién ha comprobado la seguridad de este sitio?

Pero no había tiempo para eso, estábamos en graves problemas. Se acercaban como una multitud enfurecida, y nosotros teníamos todas las de perder. Yo con mi pelota y mi altura reducida, y ellos con sus redes y su grupo de gente profesional.

―¡¡Corred!!

Y esa fue la última vez que vi a Ariasu, incluso parecía que había dejado una estela de humo al desaparecer. Yo tampoco me iba a quedar mucho tiempo a comprobar lo que sucedía con los rezagados.

—¡Vamos al sitio que decidimos! ¡No os separéis, usad lo que tengáis a mano… y atacad a la entrepierna!

Ante la señal de Celeste, corrí a ayudar a la Maestra de Tierra de Partida a llevarse al niño engreído que ahora se había vuelto aún más niño.

—¡Cuenta con mi bola!

Dije, antes de arrojarla para que alguno de esos molestos adultos se resbalara y cayera al suelo. Por suerte siempre tenía que volver a mis manos, por lo que repetiría el proceso las veces que fuera necesario para despejar el camino al pequeño grupo que habíamos formado.

Quién hubiera dicho nunca que la utilizaría para algo más que joder a los de Tierra de Partida.

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por **Astro** » Sab Oct 08, 2016 12:54 am

Todo fue rápido. Y extraño. Muy extraño. Los portadores habían entrado en el parque de atracciones, pero casi en la puerta les esperaba una mujer acompañada por una ¿hada? que lanzó un hechizo contra el grupo.

Cuando Alaric se quiso dar cuenta de lo que sucedía, ya era demasiado tarde. Una luz le cegó, y lo siguiente que supo era que una montaña de ropa le aplastaba. Tuvo que abrirse camino hasta encontrar una manga y darse cuenta de que... ¡Había encogido! O eso pensó al principio, hasta que tras mirar a su alrededor cayó en lo que de verdad pasaba: todos los portadores habían rejuvenecido.

¡Pero Alaric era de lo más pequeños! Vale que desde que nació había sido alto, pero teniendo unos... ¿cuatro, cinco? años, apenas podía compararse con los adultos que aparecieron. Porque claro, había más problemas: adultos. Con redes y cañas de pescar y todo. ¡Iban a pescarles cual pezqueñines!

Cundió el pánico. Los mini-portadores corrían, gritaban, intentaban defenderse como bien podían. Alaric no se lo pensó dos veces y, tras atarse su antes camiseta corta alrededor de la cintura para no ir desnudo, echó a correr por el sitio con menos gente que vio. Los demás estaban formando grupos mientras huían, pero Alaric prefirió ir por su cuenta: se aprovecharía de ir solo para pasar más desapercibido, dejando que los numerosos llamasen más la atención, mientras él se escabullía hacia un sitio seguro. Eso sí, iba armado con una de sus botas para lanzarsela a la cara al grandullón que intentase cazarle.

Lo malo era que entre que no tenía mapa y no conocía el lugar, tendría que elegir una dirección al azar, la más alejada a las que estaban tomando los demás, por lo que no sabía dónde acabaría.

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